[País de Nunca Jamás] La segunda Estrella a la derecha

Sitio web · por **Hitori** » Vie Ago 31, 2012 1:19 pm

Tras esquivar el ataque del primate, Hitori apuntó con su Llave Espada hacia él, preparando un hechizo.

—¡Electro! —exclamó, invocando un rayo que pulverizó a uno de los monos, y dañó ligeramente al único que todavía no había entrado en combate. Quedaban cuatro enemigos.

El joven se giró para ver qué tal le iba a Kousen. Su compañero parecía preparado para hacer una magia, pero uno de los piratas voladores se acercó por detrás.

—¡Cuidado! —le advirtió Hitori, pero era demasiado tarde. Kousen se precipitaba al vacío, debido a la patada que el sincorazón le había dado en la espalda.

Ahogando un grito, el aprendiz corrió hacia el acantilado, preparado para tirarse y salvar a su compañero. No obstante, los primates se pusieron en medio, obstaculizándole.

—¡¡Quitáos!! —gritó, asestándole un golpe al mismo primate que había atacado primero, haciendo que desapareciese. El otro, sin embargo, le atacó con sus zarpas, dañándole y haciéndole retroceder—. Mierda...

Ya era tarde para salvar a Kousen. Hitori apretó el puño, lleno de rabia, e hizo aparecer en él una bola de fuego que lanzó contra uno de los piratas voladores. Ésto no le hizo desaparecer, y Hitori empezaba a estar agotado. Dejó caer la cabeza, mirando al suelo.

—¿Me echábais de menos? —Hitori levantó la cabeza de golpe. Kousen estaba allí, flotando en el aire, mientras uno de los piratas se precipitaba contra el suelo.

—¡E-estás bien! ¿O eres un fantasma...? —se preguntó, al ver a su compañero volando finalmente—. ¡B-bueno, es igual, acabemos con estos Sincorazón!

Hitori agarró su Llave Espada con firmeza y derrotó al único primate que quedaba. Sólo faltaba derrotar a los dos piratas, por lo que el chico se elevó y ayudó a Kousen a derrotarlos.

por **Kousen** » Vie Ago 31, 2012 6:21 pm

Afortunadamente, cuando llegué, Hitori ya había despachado a la mayoría primates que habían aparecido. Esto nos dejaba solo con los dos piratas, pues el que atonté no tardaría en volver a por nosotros.

—¡E-estás bien! ¿O eres un fantasma...? —Preguntó Hitori, con el susto aún en el cuerpo—. ¡B-bueno, es igual, acabemos con estos Sincorazón!

El último mono cayó presa de un firme espadazo de Hitori, liberando un corazón rojizo que no tardó en desaparecer, huyendo raudo una vez fue liberado de la nube de oscuridad que lo mantenía cautivo. Acto seguido, Hitori saltó al aire para salir volando en mi dirección.

Los dos piratas no andaban muy lejos: El que yo había atacado se había estrellado con una roca y subía algo atontado y aleteando torpemente hasta nuestra posición, mientras que su compañero volaba en amplios círculos, mostrando claramente que estaba chamuscado por algún ataque de Hitori. No parecía que hubiese refuerzos suyos en la zona, así que sería mejor acabar con ellos rápido y salir a escape antes de que tuviésemos que vérnoslas con más Sincorazón.

El corazón aún me iba a mil por la impresión de la caída por la cascada, y respiraba agitadamente no solo por eso, sino por la sensación de volar. La libertad era absoluta, el poder moverse libremente por el cielo sin la atadura de la gravedad, sentir el empuje del viento en la cara al cortarlo, el poder moverse a voluntad...
Era embriagante poder hacer todo esto sin ningún tipo de aparato o máquina como el glider, solo con tu propio cuerpo y fuerzas. Todos hemos tenido un sueño en el que podíamos volar, pero esto sin duda resultaba cuanto menos... mucho más lúcido.

— Hitori, te dejo a ti el señor chamusquina — dije en voz alta — Esto ya es personal.—

Gracias a la patada de aquel bicho miserable no solo había estado a punto de matarme, sino que había quedado en ridículo y con suerte, me saldría alguna cana del susto. Me iba a desquitar haciéndome cargo de aquella cosa, y de paso le haría un favor al mundo librándolo de aquel monstruo.

Di un giro a la llave espada para acomodarla en mi mano y me lancé en picado contra el enemigo, propinándole una fuerte estocada con el arma. Esquivé por los pelos un puñetazo cargado moviéndome hacia un lado y desde ahí volví a lanzarme a toda velocidad para atacar, repitiéndolo esto una vez más desde donde frené y volviendo a colocarme por encima de aquella cosa.

— Adiós, amiguito — dije mientras le apuntaba y lanzaba un hechizo Perla con todas mis ganas.

Fue demasiado para el pirata. Ya bastante lastimado por los golpes desde distintos ángulos, la bola de luz estalló de lleno contra él, desvaneciéndolo por completo y liberando otro corazón que se reunió en las alturas con los demás.

Di un suspiro de alivio e hice desaparecer la Llave Espada, volando sin prisa hacia donde estaba Hitori. Viendo que no tendría problemas con un Sincorazón ya debilitado, pasé a su lado esperando que me siguiese y continué ascendiendo por lo poco que nos quedaba de cascada, observando una zona rocosa con dos intersecciones: Una llevaba al árbol que habíamos visto antes y en la lejanía de la otra, se podía vislumbrar una especie de campamento con tiendas.
Antes de poder decir nada, algo dorado pasó zumbando por mi lado en dirección al segundo lugar. Sí que llevaba prisa la susodicha hada...

Sitio web · por **Hitori** » Lun Sep 03, 2012 7:40 pm

—Hitori, te dejo a ti el señor chamusquina. Esto ya es personal.

Eso fue lo único que Kousen le dijo a Hitori antes de lanzarse a por el Sincorazón que le había tirado por el acantilado. Por su parte, Hitori obedeció, encarando al que había sido atacado por un hechizo de fuego antes. No debía de quedarle mucha fuerza, por lo que el aprendiz se limitó a volar lo más rápido que pudo hacia el Pirata, para rematarlo con un tajo, dejándole atrás, mientras su compañero volaba en dirección contraria. Cuando se giró, el Sincorazón ya se había desintegrado y el corazón era libre.

Kousen también había acabado con su objetivo, y se dirigía ahora hacia los acantilados, los cuales subió rápidamente. Hitori le siguió, y pronto llegaron a lo más alto, donde se detuvieron para decidir a dónde ir.

—¿Por dónde aho...? —antes de que terminase, el hada voló a toda velocidad hacia un campamento que se veía en la distancia. Hitori miró a Kousen y le hizo una señal para seguirla.

Al joven le hubiese gustado ir más despacio para admirar la naturaleza y los paisajes de aquel mundo, pero el hada volaba demasiado rápido, lanzada hacia el campamento. Pronto llegaron, y su pequeña amiga se detuvo frente a una especie de cofre de madera.

—Um... —Hitori se posó en el suelo, mirando alternativamente al hada y al cofre—. ¿Quieres llevarte este cofre?

El hada negó con la cabeza y tocó la cerradura múltiples veces, antes de ir hacia los aprendices y volar en círculos alrededor de ellos.

—¡Ah! Quieres que lo abramos —esta vez, el hada afirmó, orgullosa—. Bien, déjamelo a mí...

Acercando la Llave Espada al cofre, el aprendiz hizo aparecer un haz de luz que se introdujo en la cerradura, haciendo que un "clic" sonase en su interior. Acto seguido, abrió el cofre y observó su interior, curioso. Dentro de él no había más que una gema de color rojizo.

—¿Un... rubí? ¿Esto es lo que buscabas? —preguntó el chico, cogiendo la joya y entregándosela al hada—. Pues... vale.

El hada agarró la joya como pudo, ya que su peso era demasiado para la pequeña mujercilla. Tuvo que sujetarla con ambas manos, dejando caer todo su peso en ella. Hitori se encogió de hombros.

—¿Estarás bien? ¿No quieres que te ayudemos a llevarla? —se ofreció, pero el hada negó rápida y enérgicamente con la cabeza y, tras volar como pudo en círculos alrededor de los aprendices, se alejó volando—. Como quieras...

El aprendiz miró a Kousen, algo decepcionado.

—Al final no hemos conseguido pistas... ¿qué hacemos?

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por **Kousen** » Lun Sep 03, 2012 8:15 pm

En el campamento, el hada simplemente se detuvo ante un cofre y nos hizo señales para que lo abriésemos.
Hitori no tardó en apuntar con su Llave Espada a la cerradura, que se abrió inmediatamente debido a la habilidad especial del arma. En su interior, descansaba un rubí que por su tamaño tenía aspecto de ser bastante valioso...

El hada asintió enérgicamente cuando mi compañero le preguntó si eso era lo que quería, y cuando se lo ofreció, el pequeño ser se lo arrebató de la mano, teniendo que cargarlo con ambos brazos debido a su diminuto tamaño.

—¿Estarás bien? ¿No quieres que te ayudemos a llevarla? — preguntó

El hada negó con fuerza, apartando el rubí de nosotros. Por lo visto aquel hada no confiaba demasiado en que nos quedásemos aquel tesoro, y tras un par de aleteos, se alejó perdiéndose en la distancia. Por fin entendía que pasaba.

—Al final no hemos conseguido pistas... ¿qué hacemos? — preguntó Hitori, decepcionado.

— En fin... está claro que no sabía de qué estábamos hablando, pero se hizo la loca para que le hiciésemos el trabajo. — suspiré — Qué remedio, habrá que volver a Tierra de Partida y reportar que no hemos encontrado nada.—

Al fin y al cabo, el rastro de huellas desaparecía en la cascada y probablemente perteneciese a algún habitante del mundo. Habíamos hecho un viaje y había estado a punto de matarme y solo habíamos logrado que nos tomasen el pelo como a dos tontos.

Nos pusimos las armaduras y salimos al espacio con nuestros Gliders, sin mucha prisa... total, no había muchas ganas de que Mog nos leyese la cartilla y nos montase un cirio delante de Nanashi u otro maestro.

Volvimos todo el camino hasta el pasillo donde había comenzado todo, esperando encontrar a Mog esperándonos con los brazos cruzados, pero no había nadie... o eso creíamos.
Una vocecilla casi inaudible llegaba desde los muebles flotantes, los cuales habían reducido notablemente su altura respecto a como estaban por la mañana.

— Ay, dios mío — se lamentaba — Como Mog vea esto, me cuelga del pompón, kupó... —

Allí, sobre el banco, había un pequeño Moguri que frotaba insistentemente con un cepillo, llevando todo el polvo brillante a un frasco que estaba casi vacío, excepto por el fondo.

— ¡Eh! ¿Qué haces ahí? — pregunté, oliéndome algo extraño.

— ¡¡Kupopó!! — gritó el Moguri, asustado por mi voz. Luego nos miró y resopló — ¡Que susto me has dado! Creí que era Mog, kupó... por favor, no le digáis que se me ha derramado el polvo de hadas del maestro Kazuki ¡Sería terrible!

Resultaba que el culpable de todo aquel embrollo no era un aprendiz travieso, sino un Moguri despistado... pero el pobre acababa de cavarse su propia tumba...

— ¡¡Moglet!! ¡Pero serás ceporro, kupó! ¡¿Cómo se te ocurre coger las cosas del maestro Kazuki sin permiso?!— exclamó Mog, que había aparecido por la esquina, hecho una furia.

— ¡M-mog! Kupo, te juro que yo no... — intentó excusarse el Moguri, nada convincente — Pero es que leí que el polvo de hadas era como azúcar y... .—

— ¡Ni peros ni manzanos! — le cortó Mog, tajantemente — ¡Vas a estar pasando el trapo hasta que el castillo parezca un espejo, kupó! — acto seguido, agarró al pobre Moglet por una oreja y se lo llevó volando sin oir sus súplicas.

No sé que sería de Moglet al final, pero Mog pareció olvidar completamente nuestra existencia y lo que había pasado aquella mañana. Ni una disculpa escrita, nada... se había liado parda por un malentendido.

Pero al menos me sirvió para aprender un par de cosas y disfrutar de una excursión, ¿no?

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