Un nuevo deporte comenzaba a hacer furor entre los peculiares habitantes de Tierra de Partida: la MoguPelota. Por el momento, sus reglas y su forma de juego era todo un misterio para los aprendices, pues siendo inventores del mismo, se habían reservado la original idea para el campeonato. Éste se jugó sin incidentes, con consecutivos partidos que, para aquellos que fueran a verlos (en cuyos momentos sí se dejó a los discípulos acudir), finalmente revelaron los secretos del admirado deporte. Sin embargo, para quienes no hubiesen observado ninguno en su momento, podrían pedir las reglas a Migara, una fan incondicional que rondaba por las gradas.
¡Y por fin había llegado! Iba a celebrarse la final del campeonato MoguPelota en los Jardines. Los hinchas estaban expectantes por el ansiado encuentro, y todo el mundo tenía favoritos.
Mog, el líder de los moguris de Tierra de Partida, se había encargado además de buscar tres nuevos árbitros, para evitar las posibles trampas que los equipos pudieran estar planeando, desde pomponazos hasta chantajes. Y esa tarea recaería directamente en los justicieros aprendices. ¿O no?
Habían quedado con Mog fuera del estadio, donde les hablaría del campeonato general, los equipos y su misión. En sus manos quedaba ganar ese helado gratis o volver al castillo con un agrio sabor de boca.