Neku no estaba allí. Eso fue lo primero que le llamó la atención a Fátima, que todavía mantenía en su memoria las palabras que Shiki había dejado en el buzón de voz de su compañero. Si él no estaba allí, ¿dónde estaba? Se encontraba realmente furioso la última vez que le escuchó, tanto que seguramente no se había detenido a pensar en la situación. ¿Y si había ido tras el mencionado Reaper?
Estaba sola. Su compañero le había prometido que nunca la abandonaría, que estaría con ella hasta el final del juego. ¿Dónde quedaban aquellas palabras ahora? ¿Eran mentiras para sólo ganar su confianza hasta que llegara el momento?
Fátima...
Algo la llamó. Un escalofrío le recorrió la espalda al escuchar aquella débil voz cuyo origen no fue capaz de captar. Ni siquiera hubiese sido capaz de decir si era una voz, quizás había sido la corriente de aire que le había golpeado la cara. ¿O es que estaba comenzando a escuchar cosas?
Saxor, por su parte, no se encontró solo. Beat estaba ya allí esperando cuando despertó, y el chico del gorro de la calavera levantó el monopatín bajo su brazo y, sin decir nada, sonrió a Saxor y levantó el dedo pulgar esperando a que se levantara.
—Yo, menos mal que estás bien. Pensé que igual la cosa esa te había podido comer. Desaparecisteis en mitad del combate, tío, yo no pude hacerme cargo de ello. Espero que el señor Hanekoma pudiese, porque vamos, tronco...
El Jugador observó a Neas y Mei, a los cuales también hizo una señal de ánimo con el pulgar levantado. Pasó la mirada por encima de Fátima, a quien no reconoció, y se dirigió hacia su compañero en silencio.
El teléfono de todos los presentes vibró como señal de la llegada de la misión del día. Al abrirlos, encontraron un mensaje de texto claro como el agua:
Misión del Día 5:
Destruid al Sincorazón perdido del Solar Deportivo del Sector 1.
Tenéis 210 minutos.
~ La Game Master
—¡Bien, tío! Es una misión fácil, creo que los demás podrían encargarse con facilidad. ¿Qué hacemos? —preguntó Beat a Saxor, esperando sus órdenes. Haría lo que este le dijera, ni más ni menos.
¿Estás sola, Fátima? ¿Te han abandonado a tu suerte otra vez...?
Definitivamente, la chica escuchaba una voz que no supo reconocer del todo, pero que era absolutamente conocida. No parecía provenir de ninguna parte, pero allí estaba. ¿Era parte de su cabeza? ¿O los demás también podían oírla? De ser el último caso, la ignoraban muy bien. Y la voz seguía hablándole, tentándola a seguir escuchando...
Pero el sonido de un tren acercándose le sacó de sus pensamientos. El silbido de este entró directo a los tímpanos de todos y sus puertas se abrieron, de donde no salió una muchedumbre de gente habitual. Estaba vacío, esperando por si alguno de los presentes decidía tomarlo.
La voz se calló, para alivio de la joven.
Alec volvía a encontrarse en el Teatro, acompañado sólo del Carcelero. Ya no había rastro de los monstruos blancos que le habían atacado durante el día anterior, ni tampoco de la actriz loca que casi había acabado con la vida de Shiki. Ni la propia Shiki...
Los recuerdos del chico que se la llevó cruzaron su mente, así como los de su regreso a la mansión. Shinju contándole a todas las demás Reapers lo que había visto, Alexis gritándole y amenazándole de aquel modo, el único apoyo de Ariasu...
Si la Game Master tenía razón, el Compositor podría dar con la localización de Shiki. Pero antes de ello, debía encargarse de dos asuntos pendientes. Por un lado, debía acabar con Beat o Neku antes de que el tal Saxor los alcanzase y se los entregara a Avatar; por otro, y más importante, debía saldar sus deudas con aquel Jugador. Fuera quien fuese, ya se enteró de que también se había llevado a Rhyme... Y no dudaría en seguir sirviendo a Avatar hasta cumplir su objetivo.
Ahora Alec contaba con una capa de color granate y con la ilustración de una calavera negra que tapaba su brazo derecho. Se la había entregado Ariasu el día anterior, y la realidad es que tenía muchas utilidades; para empezar, podía ocultar armas bajo ella y así prepararse para ataques sorpresa. Entre otras cosas que sólo él sabía...
Alec se levantó. Ya bastaba de lamentarse: tenía un largo día por delante.