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—¡¡¡VUELVE AQUÍ, KIT!!!

Quería pensar que jamás me alcanzaría. Pero el niño era rápido; fue brutal el acelerón que pegó en mi dirección, probablemente por su frustración al ser engañado por mi absoluta geniliadad. Mencionar de aquella forma mi apellido me hizo pensar que quizás me conociera antes de todo aquello, pero... No le recordaba en absoluto. Y una cara de panoli como aquella se me quedaría grabada para siempre.

Mi corazón dio un vuelco cuando casi me alcanzó, pero entonces mi caballero negro acudió al rescate. No entendí bien por qué al principio, pero se lanzó y derribó al muchacho mientras yo corría. Me di la vuelta mientras corría, saqué la lengua y me llevé ambas manos a la cabeza para burlarme de él mientras agitaba los dedos:

—¡Na, nanana na!

Una vez fuera, invoqué mi Glider y salí volando del mundo, esperando alcanzar mi nave gumi. Reflexioné mientras viajaba sobre aquel viaje. Había podido sacar dos cosas en claro: que no debía aceptar más provocaciones en Tuipper de desconocidos para visitar aquel mundo de emos y, sobre todo, que mi ángel guardián oscuro estaba siempre ahí para protegerme. La amistad que había entre los dos era capaz de superar cualquier barrera.

Movido por la furia, Ban estuvo a punto de alcanzar al fugitivo Kit. Pero, en el último momento, el chico de pelo negro se abalanzó sobre él derribándole al suelo.

—¡¡AAHHH!!

—Muy bien chaval, ahora me vas a decir por qué dos Aprendices de Tierra de Partida están deambulando por los pasillos de este castillo.

—¿¡P-pero qué demonios haces!? ¡¡Se va a escapar, imbécil!! —protestó Ban desde el suelo, fulminando con la mirada a su agresor.

—¡Na, nanana na!

Ya era tarde. Cuando el chico giró la cabeza, pudo ver al gafotas burlándose de él mientras corría a toda velocidad hacia la salida. Por mucho que ahora corriera Ban, no podría alcanzarle antes de que saliese del castillo.

—¡¡Se ha escapado por tu culpa, inútil!! —Ban se levantó del suelo con la cara todavía más roja que antes. Parecía estar a punto de explotar— ¿¡Por qué demonios me has derribado!? ¡Soy aprendiz de Ryota, so inútil! ¡Solo intentaba detenerle!

»¡¡Por tu culpa!!

Estaba claro que el paliducho se había confundido, pero a Ban le daba igual. Solo buscaba un culpable que, por supuesto, no iba a ser él.

—¿¡P-pero qué demonios haces!? ¡¡Se va a escapar, imbécil!! —intentó engañarme tirando un farol en el que no iba a caer.

Conocía de vista a todos los Maestros y aprendices, y no es que fuésemos muchos precisamente como para no saber que aquel chico que se parecía ligeramente a Akio no era de los nuestros.

—¡Na, nanana na! —pudimos escuchar mientras se burlaba de la captura del joven. Ahora que lo meditaba bien... Ivan podía ser un capullo integral y un poco cabrón, pero no era de los que dejasen a un compañero abandonado.

Me mordí el labio al darme cuenta de que realmente había cometido un error capturando a quien no era.

—¡¡Se ha escapado por tu culpa, inútil!! —estalló el aprendiz rojo de ira— ¿¡Por qué demonios me has derribado!? ¡Soy aprendiz de Ryota, so inútil! ¡Solo intentaba detenerle!

»¡¡Por tu culpa!!

—Mi culpa... ¿Mi culpa dices? —le miré molesto—. Eras tú y solo tú el que andaba con él como si fueseis amigos de toda la vida —reproché.

>>¿¡Esperas que alguien no lo malentendiera!?

Me levanté de encima del aprendiz para dejarle vía libre.

—Voy a patrullar por si hay alguno más paseando como si nada con algún otro niñato —hablé con un tono seco antes de continuar mi camino perdiéndome de vista para el muchacho.

—Mi culpa... ¿Mi culpa dices? —por supuesto, el joven se molestó por la acusación—. Eras tú y solo tú el que andaba con él como si fueseis amigos de toda la vida.

Ban fue a abrir la boca para responder, pero se quedó callado. El paliducho había tenido la culpa de que huyese, pero había sido Ban quien le había liberado pensando que era un aprendiz del bastión.

>>¿¡Esperas que alguien no lo malentendiera!?

—E-es culpa de Saavedra... —replicó el chico en voz baja.

Por supuesto, era culpa del gitano. Ban no habría liberado a Kit de haber sabido que era un prisionero real y no un juguete del listillo. ¡Tendría que haber avisado con alguna nota o algo!

—Voy a patrullar por si hay alguno más paseando como si nada con algún otro niñato —declaró el chico de pelo negro, desapareciendo del pasillo.

—¡Pues seguro que les dejas escapar, inútil! —rugió Ban, echando a andar en sentido contrario.

El pequeño Oswald echaba humo por las orejas, casi literalmente. No se había sentido más humillado en su vida, y encima nada de lo ocurrido había sido culpa suya. Kit, Saavedra, y ese paliducho inoportuno eran los culpables. No él.

Soltando todo tipo de improperios en voz alta, Ban regresó a su habitación. Cerró la puerta de un portazo y echó todos los pestillos que tenía. Con el móvil en la mano, volvió a mirar la foto que le había hecho a Kit cuando estaba encadenado a la pared, y rápidamente abrió Tuipper. Estuvo a punto de mandar un tuipp mencionando a @ElMejor17 y adjuntando la humillante imagen, pero se detuvo en el último segundo antes de darle al botón de enviar.

"No, así no..."

Con un largo suspiro, Ban borró todo lo que había escrito sin llegar a enviarlo. Tenía que ser inteligente, y no llevarse por el momento. Igual que hacía con Saavedra, tendría que ser paciente y esperar el momento. La venganza es un plato que se sirve mejor en frío, y Ban planearía una que marcaría de por vida al gafotas. Ivan Kit no volvería a humillarle nunca más.
Conectó el reproductor de música de su móvil y se tumbó en la cama, imaginándose todo tipo de crueles torturas y humillaciones mientras se relajaba.

Venganza, dulce venganza.