Saito: Encuentro Una noche de terror > Trama Final Countdown
Saeko: Trama La Historia jamás contada > Encuentro Una noche de terror
La Nave Gumi seguía viajando por el universo, ¿cuánto llevarían ya? Alrededor de unos pocos días, seguro. El vehículo espacial disponía de todo lo necesario para un largo viaje, evidentemente los recursos terminaban siendo limitados, pero sus pasajeros no tenían de qué preocuparse realmente.
No era una nave muy grande, más bien mediana y común, no destacaba en absolutamente nada a simple vista. En la cabina se encontraban dos jóvenes adolescentes, sus edades podían estar comprendidas perfectamente entre los 19 o 20 años de edad. Los individuos en concreto eran un chico y una chica.
El joven de cabello castaño claro mantenía su mirada concentrada en el horizonte, pendiente de cualquier posible imprevisto que pudiese causar estragos durante el trayecto. Aparentemente parecía estar ignorando todo lo demás. Éste portaba un abrigo oscuro de cuero y guantes negros de piel, además tenía dos sonotones en ambas orejas, ¿sufriría problemas de oído?
En cambio, la mujer era más bien delgada, a diferencia del joven que parecía tener una constitución más fuerte. Era más pálida que su compañero, completamente blanca, parecía un fantasma y su cabello grisáceo no ayudaba a remediar eso precisamente. Sus pupilas verdosas eran más llamativas y bellas que los toscos y negros ojos de su acompañante.
—Todo esto es un poco tedioso, ¿no te parece Yukiko? —Preguntó, manteniendo su mirada en el horizonte a la par que manejaba con destreza los mandos.
La joven permaneció unos instantes en completo silencio, pensando la respuesta con algo de incomodidad.
—Él nos dijo que todo esto formaba parte de nuestro entrenamiento. S-supongo que nada es en vano. —Y volvió a callar.
Como si el joven le leyese la mente a su compañera, respondió.
—No es que esté incómodo con esto, ni que tampoco tenga ganas de hacerlo, ni mucho menos… Pero es que este viaje nos ha hecho perder mucho tiempo. Todavía queda un buen trecho hasta El Mundo Inexistente o como se llame. —Y sacó de uno de sus bolsillos con destreza, sin perder el control de la nave, unos auriculares sencillos, los cuales se los colocó en sus respectivos oídos y subió el volumen de un pequeño aparato que se alojaba en el bolsillo de su chaqueta al máximo.
La joven lo miró con preocupación, posiblemente pensando en qué responder.
—Si quieres podría llevar yo la nave, tú deberías descansar, Gabriel. —Comentó, ignorando si el joven la prestaba atención o no, con aquel volumen… quién sabría.
Antes de poder hacer nada, el tal Gabriel abrió los ojos como platos, echando la mirada hacia la zona del motor.
—Yukiko, toma los mandos por favor, he sentido algo extraño en el motor… Quizás tengamos que parar en el mundo que quede más cerca, ojalá me equivoque.
Gabriel se levantó del asiento y se aproximó a la zona del motor, intentando mantener el equilibrio. Yukiko por su parte agarró los mandos con destreza y cierta inseguridad, aunque a pesar de todo, ¡controlaba el vehículo perfectamente!
—El mundo más cercano, según esto, es Bastión Hueco… —Explicó, observando con detenimiento una pantalla luminosa de color azul, donde se mostraba la ubicación de la propia nave y los mundos que la rodeaban.
—Ni idea de qué mundo es, pero no podemos llamar la atención, bajo ningún concepto, ya sabes lo que hay. Parece que el motor ha sufrido daños menores, pero no quiero arriesgar nuestras vidas por nada, intentaré remediar esto una vez estemos en tierra. —Explicaba a la par que ojeaba el motor y el resto de componentes mecánicos mediante un extraño escáner táctil, desde un extremo de la misma cabina.
—Bastión Hueco… Umm, me ha parecido escuchar de algunos aldeanos de la ciudad… sobre este mundo, pero no tengo ni idea de cómo será. En cualquier caso… c-creo que también habrá Sincorazón.
Y la nave se dirigió con rapidez al mencionado lugar.
Esa noche fui incapaz de dormir, no sabía por qué razón, quizás comiese en exceso durante la cena. No paraba de revolverme entre las sábanas de mi cama, acalorada, molesta e incómoda.
—Necesito despejarme la cabeza… —Comenté en voz alta, aturdida y despertando con ello a Gengar.
Me vestí adecuadamente, bien abrigada, y salí con katana en mano de mi habitación, cerrando la puerta de esta silenciosamente. El castillo de noche estaba completamente oscuro y silencioso, apenas se escuchaba nada por los pasillos, y debía mantenerme alerta por si algún Sincorazón decidía atacar por sorpresa, a mí no me atraparían con la guardia baja, ni en un millón de años. Ya les gustaría a esas cosas.
A los pocos pasos Gengar traspasó la puerta, cierto era que le había ignorado un poco, ensimismada conmigo misma y con mi seguridad. Se me acercó levitando y dando vueltas alrededor de mí.
―Saeko, ¿a dónde vas a estas horas? —Me susurró, en voz baja.
A la biblioteca, sin duda era el mejor lugar para relajarme.
—Voy a la biblioteca, Gengar. —Y seguí avanzando, si quería seguirme era cosa suya, a mí no me importaba.
Gengar aceleró el ritmo y se situó a mi lado durante todo el trayecto, volando por supuesto. Eso significaba que había decidido ir conmigo.
―¿Pero a estas horas? A mí no es que me importe, si lo prefiero así de hecho. Me gusta más la noche que el día, mil veces, pero Saeko… Creo que lo tuyo con los libros empieza a ser preocupante, ¿no?
No me detuve, seguí avanzando por los oscuros y silenciosos pasillos, bajando y subiendo escaleras, escuchando únicamente la lluvia del exterior, el eco de mis pasos y la voz de Gengar.
—No es eso, es que no puedo dormir. —Expliqué, observándolo con incredulidad ante su preocupación por mí, ¿de verdad era preocupante mi entusiasmo por los libros? Cierto era que me pasaba allí gran parte de los días, como una auténtica lunática, leyendo libros sin parar, ¡pero me gustaba!
―Oh, con que se trata de eso… Entonces te acompañaré, no me gusta la idea de que te pase algo por ir sola. —Ese tono arrogante… estaba mintiendo descaradamente, aunque en parte sabía que no, solo se ocultaba tras otra verdad, pues yo le importaba.
—¿Ah, sí? ¿Y seguro que no es porque tienes miedo de quedarte solo? Ja. —Expresé con un tono de burla, dando a entender que le había pillado. Éste miró nervioso a las paredes y el techo, posiblemente pensando una respuesta. — Oh, y por supuesto que a mí también me gusta más la noche, je, somos seres nocturnos. —Intenté taparme la boca ante mi espontánea y breve sonrisa, entonces lo recordé.— Espera, ¿has dicho que mi obsesión por los libros es preocupante? ¡Yo no me quejo de la cantidad de horas que duermes, vago! —Efectivamente, lo dejé fuera de combate.
―Oye, oye, Saeko, te estás pasando… ¡Mira ya hemos llegado! —Y señaló a las puertas que daban acceso a la biblioteca, en un intento de cambiar de tema.
De inmediato dejé de prestarle atención a la absurda conversación que mantenía con mi adorable Gengar, y me dispuse a entrar. Una vez en su interior noté cómo la oscuridad me atrapó con sus zarpas, me sentía cómoda, pero también algo insegura, nunca se sabía dónde podía aparecer un Sincorazón, yo prefería ser desconfiada. Me esforcé por encender una pequeña vela, buscar un libro interesante a lo largo y ancho de las estanterías y sentarme sobre una silla de madera. A través de las vidrieras del lugar pude escuchar el relajante sonido de la lluvia.
Gengar se situó frente a una de las ventanas decoradas con oscuros colores, apoyando ambas manos sobre su fría superficie e intentando observar lo que había más allá de esta.
―Parece que esta noche está lloviendo mucho, ¡y hace frío! Saeko, ¿no es este lugar perfecto? Los maestros deberían dar sus clases de noche, no de día. Qué aburridos.
Me mantuve inmersa en mi lectura, aunque sí me molesté en escuchar sus palabras, mas las ignoré.
—¿Sabes Gengar? La lluvia y la tranquilidad de la noche me ayudan mucho a concentrarme en mis lecturas. —Por el sonido que hizo con la boca, Gengar pareció quedarse confuso ante mi comentario.
―Dime, ¿de qué va ese libro Saeko?
Y mi pequeñín se me acercó a través del aire, curioso. Lo miré de reojo antes de marcar la página del libro y cerrarlo, dispuesta a mostrar su portada.
The Shining
—Es uno de terror, me encantan los de este género, ¿a ti no? —Expliqué, algo apasionada.
―Yo no entiendo de libros. Siempre que están estos de por medio te emocionas toda. —Y se cruzó de brazos.
—Al igual que tú con la oscuridad de la noche. —Suspiré y volví a abrir el libro por las primeras páginas, la historia tenía buena pinta.
―Si bueno… Bah, déjalo, no te interrumpiré.
Se hizo el silencio.