Mientras hablaba, se fijó en que Bravol era incapaz de sostenerle la mirada. Incluso llegó a apartarla en un momento dado. Ladeó ligeramente la cabeza a su derecha, pensativa en ese gesto. ¿Le habría incomodado? Quizá su propuesta le había pillado un poco de sorpresa al ser tan directa.
Para su fortuna, aquel chico le dedicó una sonrisa tierna y cálida y alargó la mano.
—
Claro, Myxa.—Respondió aceptando su proposición.—
Ah, y no te preocupes por los Moguris, yo también tuve algunos accidentes con ellos cuando llegué, ya deben estar acostumbrados a los nuevos aprendices.—
Eso espero. Porque no debe ser muy agradable que te digan "¡Un peluche que vuela!" a la cara. Menudas anécdotas deben tener para contarse entre ellos sobre los nuevos.—Rió levemente. Su tono de voz delataba cierta diversión respecto a ese tema.
Siguió a Bravol al comenzar este a caminar acompañándolo por las inmediaciones del jardín. Eran más espaciosas de lo que uno imaginaba al principio y estaban repletas de plantas y paisajes nuevos para Myxa. De cuando en cuando, se paraba para observar y toquetear cualquier cosa nueva que encontrase. Era un impulso que no podía evitar. Era demasiado curiosa.
De pronto, notó que su acompañante la miraba de reojo. No a ella directamente, sino sus ropajes.
—
Ya sé que es la típica pregunta y seguro que te lo van a preguntar montones de veces, pero, dime, Myxa, ¿de qué mundo vienes?.—Alzó una ceja ante la pregunta. ¿Podía considerarse su ciudad natal como un mundo entero?
—
Umm...No se si una ciudad se considera un mundo entero, pero provengo de Villa Crepúsculo.—
Supongo que todavía no lo conocerás, pero yo provengo de La Cité des Clochés ¿Quieres un consejo? No vayas por allí sin acompañante.Lo último más parecía una advertencia comparada con el tono cómico en la cual hablaba. La extrañó un poco que hablase de su mundo natal como si fuese un lugar peligroso al que una debía mirarse las espaldas.
—
Si tú lo dices esta bien. La próxima mejor te pediré directamente que me acompañes y no habrá problemas.—Le pareció la mejor idea de todas. Si visitar ese mundo era tan peligroso, ¿qué mejor que llevar a un amigo que se conociese el lugar?
El chico de piel morena estuvo atento a todo lo que le decía. Cuando terminó, este continuó hablando redirigiendo la conversación a Tierra de Partida.
—
Tierra de Partida tiene de todo: cómodas y cálidas habitaciones, suficiente comida como para no volver a tener que preocuparse en pasar hambre, una biblioteca llena de libros e incluso tenemos un libro-mundo en el que viven unos curiosos animales, un día te tienes que pasar por allí.—
Alto alto alto. ¿Una biblioteca donde hay un libro-mundo? Eso suena a cuento de hadas.— Se quedó sorprendida de escuchar tantas cosas, sobre todo referente a un libro donde viven animales como si fuese la cosa más normal del mundo.—
Eso tengo que verlo con mis propios ojos. Cuando por fin me aclare de como va este laberinto, tengo que ojear eso.Ahora que lo pensaba, no sabía ni leer ni escribir. Se decepcionó de ser analfabeta en ese preciso momento, pues no podría ser capaz de disfrutar de aquel extraño libro. Por otra parte, escuchar que tendría habitación propia y comida a rebosar le parecía demasiado bueno para ser cierto.
—
¿Te apetece que te enseñe esto por dentro o prefieres que nos quedemos aquí?—¿Eh? Ah, claro que me estabas enseñando esto. Pues mejor quedémonos aquí. Prefiero los lugares abiertos, ¡se respira mejor al aire libre!—Dijo mientras se estiraba pasando los brazos por encima de la cabeza, obviamente mucho más relajada.
—
Como ordenéis, mi señora.—Añadió asintiendo y haciendo una exagerada reverencia hacia ella.
Abrió los ojos como platos ante la reverencia de Bravol. Obviamente lo habría hecho para romper el hielo, pero la pilló desprevenida y comenzó a agitar un poco los brazos, nerviosa, en signo de negación y que se levantase.
—
¡E-ey! ¡L-levantate hombre no hagas eso!—Dijo alzando la voz un poco nerviosa, mientras se le coloreaban un poco las mejillas.—
Que yo no tengo pinta ni modos de ser una señora.Se llevó la mano a la cabeza intentando calmarse un poco. Aun no estaba muy habituada a charlar con la gente que no fuese su compañero. No es que le molestase ese gesto, sino que no sabía como reaccionar. Una cosa sí que estaba clara: ya no estaba tan preocupada sobre conocer a gente o poder llegar a integrarse. incluso se sentía cómoda junto a Bravol.
Este también parecía haber cogido algo de confianza, pues comenzó con una pregunta un poco más personal.
—
Cuéntame, Myxa. ¿Cómo te encontró el Capitán? En mi caso, Ronin nos salvó la vida a mí y a mi… —Se pauso un momento antes de seguir con su relato, como si se estuviese debatiendo algo a sus adentros—
… y a mi amiga de los Sincorazones. Él dice que vio algo de potencial en mí porque tuve valor para enfrentarme a ellos, pero yo creo que sentiría algo de lástima por mí. Perdona, no te quiero aburrir.—
Vamos no digas eso. Yo no he visto ninguno pero dicen que son terribles. ¿Y te enfrentaste a uno? Eso es un mérito.—Trataba de animarlo un poco. Pero era cierto; alguien que se había enfrentado a esas criaturas monstruosas no podía ser alguien digno de lástima.—
Tranquilo, me encantan las historias no me aburro fácilmente. —
¿Y cuál es tu historia, Myxa? —
¿Mi historia? Bueno, no es una gran historia. Ni siquiera vi en ningún momento a un Sincorazón de verdad.—Suspiró levemente y se puso a recordar los hechos del otro día, que aun eran recientes.—
Pues veras...Conocía a Ronin cuando me salvó de que me atropellase un carro lleno de hortalizas que bajada descontrolado ladera abajo. Pero eso no fue lo más curioso del día.>> Aquel día me pasaron cosas muy raras. Tinajas que caían sobre mi cabeza, el carro que te he mencionado...tuve una mala suerte terrible. Creo que sigo de una pieza gracias a que Ronin me agarró y me apartó en el momento justo. Y en realidad, me convertí en usuario de llave espada por accidente. Pero bueno, luego decidí por mi misma venirme aquí.>>Eso sí, a mi compañero no le hizo ni pizca de gracia este tema de irme. ¿Te puedes creer que se puso a imponer condiciones a Ronin para que aceptase que yo me fuese? Ese tío tiene el peor carácter imaginable.—Añadió medio refunfuñando ante la actitud que tuvo su compañero en aquel momento, como la de una hermana menor corrigiendo al mayor por su falta de respeto.