[La Red] Una prueba de valor

por **EspeYuna** » Dom Ene 19, 2014 4:30 am

—¡Nadhia, kupó! ¡Despierta, tan, tan!

—¿T-Tandy…? —poco a poco comencé a sentir de nuevo mi cuerpo. Me hallaba en el suelo, con un dolor de cabeza horrible— ¿Dónde…?

De pronto, me levanté y miré a mi alrededor, haciendo caso omiso por un momento a los chispazos que atravesaban mi cerebro.

—¿Hemos salido? ¡Tandy! —quejándome de la herida en la cabeza, comencé a pedirle explicaciones a mi guardián— ¿Qué demonios ha pasado? ¡Contesta!

—¡Nadhia, no hagas esfuerzos, tan! —exclamó, y por la preocupación en su voz, debía tener un aspecto que lo demostrara. Aunque estaba demasiado oscuro como para ver algo— Habéis salido disparadas del simulador, kupó. Tienes que reposar un poco antes de que los datos vuelvan a tu ser original, tan, tan.

—¡Fátima! —grité, haciendo caso omiso a sus advertencias. Me llevé una mano a la sien y seguidamente a la frente, dolorida— Dime, Tandy, cómo está ella… es culpa nuestra.

—Reacciona, pero le cuesta hablar, kupó —confesó Tandy, señalando en la oscuridad un bulto. Allí yacía Fátima, temblando, quizás experimentando los mismos calambres que yo—. Hice cuanto pude para comunicarme con vosotras, tan, tan. Pero me fue imposible hasta hace pocos segundos.

—Venga, va… no te preocupes —a pesar de que estaba algo enfadada con él, yo tenía en parte la responsabilidad de mis actos—. Tranquilo, estoy bien.

Seguí tumbada allí un rato, mientras Tandy acariciaba mi pelo en silencio, vigilando con sus orejas cualquier ruido sospechoso que viniera de los pasillos.

—¿Tandy?

—¿Nadhia, tan?

—¿Crees que seré capaz de recuperar a Ragun? —finalmente pude levantar mi cuerpo del suelo, aún con dificultad—. A veces dudo que sea posible.

—Nadhia…

—¿Y si sólo me aferro a una promesa que no puedo cumplir? Chris. Le prometí a su hermano que lo traería de vuelta. Que volvería a ser el Ragun de antaño. Pero he prometido muchas cosas desde que me convertí en aprendiz, ¿no crees?

—Nadhia, no te presiones demasiado, kupó —me animó, acurrucándose en mi pecho—. Tranquila, kupó… tranquila…

por **Suzume Mizuno** » Dom Ene 19, 2014 4:36 am

Escuchó una voz aguda y notó que la sacudían por un hombro. Abrió como pudo los párpados, que le pesaban un quintal, y entre las pestañas acertó a ver a una pequeña criaturita. Le preguntaba cómo estaba. Trató de responder, pero sólo le salieron un par de sonidos inconexos. Tenía todos los músculos del cuerpo agarrotados, incluyendo los de la garganta, y al intentar hablar sintió tales punzadas que desistió y se quedó quieta, muy quieta, con la esperanza de que los calambrazos desaparecieran pronto.

La cabeza le latía con tanta fuerza que parecía que fuera a reventarle las paredes de cráneo de un momento a otro. Aspiró a través de los dientes, haciendo un esfuerzo por no gemir.

—¡Fátima! —se sobresaltó al escuchar gritar a Nadhia, lo que le provocó nuevos ramalazos de dolor—. Dime, Tandy, cómo está ella… es culpa nuestra.

—Reacciona, pero le cuesta hablar, kupó

«Ah… Así que es su moguri…»pensó.

Escuchó, al principio de fondo, luego cada vez con más atención porque era lo único que la ayudaba a escapar del dolor, la conversación del moguri y Nadhia.

—Tranquila, kupó… tranquila…

Fátima cerró los ojos. Estaba exhausta y no le habría extrañado que se quedara dormida en el mismo suelo de la sala de ordenadores. Sus pensamientos vagaban, sin ton ni son, por su mente, aunque uno era especialmente insistente: tenían que marcharse de allí antes de que las descubrieran.

Esperó un rato a que el cerebro dejara de latirle como un segundo corazón y se incorporó. La cabeza le daba vueltas y tuvo que apoyarse en una mesa para no desmoronarse. Pero luego respiró hondo y se dirigió hasta Nadhia, a la que tocó suavemente en el hombro:

—Tenemos que irnos. Mi habitación no está muy lejos, vámonos allí.

Y cogió la mano de Nadhia, sin esperar respuesta, para ayudarla a incorporarse. Quería irse de, ya. Meterse en la cama y dormir un par de horas. Pero, ante todo, alejarse de aquel lugar, de aquellas máquinas escalofriantes, de aquella entrada a ese mundo que esperaba no volver a pisar.

Llevó a Nadhia lo más rápido que le permitieron las piernas hasta su cuarto. Cuando se metieron dentro lanzó un profundo suspiro de alivio y se quitó los zapatos, tirándolos a un rincón sin importarle cómo quedaran. Se deshizo también de los calcetines y le dijo a Nadhia:

—¿Quieres entrar al baño? Si no te importa que pase yo antes… Sólo será un minuto.

Cerró la puerta a su espalda y se lavó la cara y el cuello con agua cálida, lo que la relajó ostensiblemente. Dejó que el agua se escurriera entre sus dedos. Notaba fuertes punzadas en las palmas y las piernas, donde los cristales le habían cortado la piel. Pero su piel estaba intacta.

Después de secarse, se miró en el espejo y se encontró con que le devolvía una imagen preocupante: estaba pálida, con ojeras bajo los ojos, el pelo revuelto y una expresión de agotamiento absoluto.

Pero al menos ya no era la imagen de él.

Se estremeció al pensarlo y agachó la cabeza.

Seguía pensando que el ordenador estaba equivocado. No le tenía miedo. Pero sí lo odiaba. O lo despreciaba. Las dos cosas a la vez, suponía. Volvió a mirarse en el espejo y trató de sonreírse, de decirse que ya no la iba a volver a mirar de esa forma acusadora, que todo había sido por culpa de un programa que no entendía nada.

Pero acabó por apartar la vista y por salir del baño. Cuando Nadhia se metió, aprovechó para cambiarse de espaldas al moguri y ponerse el camisón y luego abrió la cama. No podía pensar en otra cosa que meterse dentro. Sin embargo, se limitó a sentarse y miró a Tandy:

—¿Crees que podrá volver sola? A mí no me importa que os quedéis esta noche…

Cuando Nadhia salió del baño, Fátima hizo un gesto para ofrecerle un sitio a su lado:

—No es muy grande, pero creo que cabemos. Si no, puedo acompañaros a vuestro cuarto —le dolía incluso decirlo, porque sólo quería descansar. Pero tenía la impresión de que, al menos emocionalmente, Nadhia se encontraba mucho peor que ella. Fátima había aprendido a cerrar las puertas de su mente a todo lo que tuviera que ver con él, y aunque todavía estaba experimentando sentimientos turbulentos, cada vez los arrinconaba más y más a un rincón desterrado al que no pensaba volver a acceder—. A mí no me importa. Creo que las dos deberíamos descansar un buen rato. Y no doy patadas —le aseguró con una sonrisa débil.

por **EspeYuna** » Dom Ene 19, 2014 4:48 am

La compañía de Tandy en mi regazo alivió un poco la angustia que sentía, aunque no lo suficiente. Me daba igual ser dura conmigo misma, pero no podía hacer promesas que a la larga, por un motivo u otro, no llegaría a cumplir. Si le fallaba a Ragun esta vez, le perderíamos para siempre. Y yo cargaría con la responsabilidad. ¿Cómo iba a ser Maestra de la Llave-Espada, si ni siquiera era capaz de salvar a mi mejor amigo?

Un suave zarandeo en mi hombro me hizo volver a la realidad de la situación.

“Fátima.”

—Tenemos que irnos. Mi habitación no está muy lejos, vámonos allí.

Antes de que pudiera siquiera contestar, asentir o negarme incluso, temiendo por caer al suelo debido a la falta de equilibrio, Fátima cogió mi mano y me incorporó. Tandy se apartó y en cuanto Fátima echó a correr por el pasillo, al menos cuanto podía llegar a hacerlo, mi guardián comprendió que no era necesario usar su pompón para iluminar el camino.

Al cerrar la puerta de su cuarto, escuché el alivio salir de un gracioso suspiro, a la vez que yo intentaba recuperar el aliento. Escuché como Fátima tiraba sus zapatos a algún rincón de la habitación y la joven se acercaba a mí:

—¿Quieres entrar al baño? Si no te importa que entre yo antes… Sólo será un minuto.

Asentí, aun sin fuerzas para hablar. Oí la puerta del baño cerrarse y busqué como pude un lugar donde sentarme. La calidez de su cama me llamaba alocadamente, pero sólo pude arrastrarme hasta el filo de esta, apoyar mi espalda a uno de los lados y quitarme con dificultad las botas. Un agudo calambre me recorrió la espalda hasta acabar en mi sien. Cerré los ojos y me llevé una mano a la frente.

—Ojalá estos calambres aminoren pronto —dije, mientras sentía como el propio Tandy me quitaba la bota restante, viendo que no podía moverme—. Tandy, no hace falta que…

—Anda, relájate, kupó —respondió Tandy, tajante—. Es mi culpa por haberte convencido al final, tan. ¿Quieres que te cante?

—Ahora que lo dices, creo que me he hecho una buena brecha —cuando Tandy se refería a cantar, solía usar su poder para aliviar el dolor o sanar heridas. Una vez curó la herida de mi cabeza, le detuve—. Lo que realmente necesito es dormir. Será mejor que nos vayamos en cuanto se me pase un poco los mareos.

Una vez Fátima salió del baño, entré sin mediar palabra, quizás avergonzada por haberla metido en tal aprieto. Me apoyé donde pude y estuve rato largo boca abajo, evitando el espejo. Aunque al final caí en la tentación.

Allí estaba de nuevo. La joven, hermosa e impasible. Evangeline.

—¿A ti también te duele?

No contestó. Ni siquiera reaccionó a la cuestión. Siguió observándome mientras escuchaba otra voz en mi cabeza. Una muy familiar.

Nadhia, no seas dura contigo misma.

“He querido preguntártelo muchas veces, Ángel.”

Pregunta lo que quieras.

“¿Qué le hiciste a mi ojo izquierdo?”

Se hizo el silencio. Reí incrédula al comportamiento de mi arma, pero tras unos segundos, mientras me refrescaba la cara, ésta respondió.

Digamos que deshice el sello de una cerradura en particular.

*****

—¿Crees que podrá volver sola? A mí no me importa que os quedéis esta noche…

Tandy se giró a Fátima mientras reposaba sus alas y se sentaba en el escritorio, propio de las habitaciones de todo el castillo. Se cruzó de brazos y esbozó una sonrisa.

—Y a mí no me importaría ser grosero y pedírtelo, créeme, kupó —dijo, decantando cierta gracia en el tono de su voz—. Pero será difícil convencer a Nadhia, tan. Es demasiado testaruda, tan, tan.

En ese momento Nadhia salió del baño, con el mismo aspecto que el de Fátima: las mismas ojeras y el mismo rostro, pálido y acarreado. La joven, ya metida en su cama, hizo un gesto a la recién llegada. Antes de que Fátima dijese algo, Nadhia negó con la cabeza, intentando sonreír.

—No es muy grande, pero creo que cabemos. Si no, puedo acompañaros a vuestro cuarto.

—No es necesario, Fátima —dijo, observándola ya en su lecho. En cierto modo, le estaba dando envidia verla ya así—. Vamos, ¿Tandy?

El moguri de Nadhia le miró de arriba abajo y comentó de modo burlón:

—¿De verdad crees que voy a poder cargar contigo hasta tu cuarto sin que te caigas al suelo antes, tan, tan?

Nadhia frunció el ceño en su dirección, puede que molesta, aunque sabía que Tandy todo lo hacía con buena intención, al menos cuando se trataba de ella y no de compañeros como Xefil y Light, a quienes gustaba incordiar en la medida de lo posible.

—A mí no me importa. Creo que las dos deberíamos descansar un buen rato. Y no doy patadas —aseguró Fátima con una sonrisa.

—Pero yo puede que sí, y quizás no quiera averiguarlo esta noche —dijo Nadhia, mostrando una sonrisa débil mientras se giraba en dirección a la salida.

Sin embargo, se encontró con Tandy bloqueando la puerta que daba a los pasillos.A Nadhia no le dio tiempo a reaccionar ante lo que su “fiel” guardián estaba a punto de hacer.

—Que conste que esto lo hago por el bien de ambas, tan, tan —dijo, y Nadhia retrocedió, alerta.

—¡No, Tandy!

Pero él ignoró las débiles súplicas de su dueña. Tanto Nadhia como Fátima escucharían en sus cabezas una suave y agradable melodía. Una nana.

—No… por favor… Tand…

La neblina de sus ojos se haría más densa, sus párpados caerían agotados y Nadhia, aun intentando por todos los medios detener a Tandy, sería vencida por el sueño, cayendo en la cama al lado de Fátima. No podrían hacer nada, tan sólo dejarse llevar por las palabras que recitaba Tandy.

El travieso guardián contemplaría a ambas al terminar de entonar la canción que dedicaba a las estrellas y sonreiría, satisfecho de su hazaña.

*****

Cuando Fátima se despetara a la mañana siguiente, comprobaría un bulto a su lado. Ahí yacía Nadhia, durmiendo plácidamente. Con una sonrisa de oreja a oreja, quizás soñando algo agradable, sin apenas estar arropada y con las mismas ropas del día anterior.

Pero de repente notó como Nadhia cambiaba la mueca de su rostro y se encogía, haciendo un ovillo. Fruncía el ceño y murmuraba cosas sin sentido, hasta que una palabra salió de sus labios:

—R… Ragun…

por **Suzume Mizuno** » Dom Ene 19, 2014 4:53 am

Cuando empezaron a despejarse las tinieblas de la inconsciencia, Fátima sintió que emergía de un sueño muy cálido y agradable. La luz del amanecer comenzaba a teñir el cielo de naranja. No quería despertarse, la cama era demasiado cómoda, pero notaba algo cálido contra la espalda que no era habitual. Probó a moverse, tanteando con los pies y las manos, y comprobó que tenía los músculos distendidos y en perfecto estado. Ya no le dolía nada. Estaba como una rosa.

Se incorporó, apoyándose en el codo, y se volvió. Nadhia dormía profundamente a su lado, sonriendo como una niña pequeña. Al principio no entendió qué hacía la chica ahí y se quedó mirándola fijamente, con los ojos entrecerrados, intentando recordar.

Y, de golpe, le vinieron a la cabeza todos los recuerdos de lo que había pasado la noche anterior.

Se sentó y se apoyó contra el respaldo de la cama con un suspiro. Se pasó una mano por el pelo, una vez, dos veces, y meneó la cabeza.

«Has estado a punto de morir. Es sorprendente que puedas contarlo. Y te mereces un buen castigo». Todavía no podía entender cómo había sido tan estúpida. Pensar en los Sincorazón, en el programa, en lo cerca que habían estado de perderlo todo por una tontería…

¿Qué sentido tenía querer volverse fuerte si no era capaz de apañárselas por sí sola? ¿Qué habría sido de ella si Nadhia no hubiera ido a rescatarla?

«Fácil. Que ahora serías un Sincorazón más» pensó con amargura.

Apretó los labios y notó los ojos húmedos. Aprovechando que Nadhia parecía dormir plácidamente, se permitió derramar un par de lágrimas, consciente de que no debía reprimirlo todo en su interior. Sin embargo, no se permitió hacer ningún ruido. No sabía dónde andaba el moguri de la chica, pero no quería que nadie la viera llorar.

Al cabo de un rato se encontraba un poco más calmada y con respirar hondo un par de veces consiguió aclararse un poco la cabeza. Se prometió que no volvería a hacer una locura así. Avanzaría a su tiempo, sin prisa. Su Maestra decidiría cuándo estaba preparada para ciertas cosas y, hasta entonces, aguantaría su frustración.

Así, cuando volviera a enfrentarse a gente como Andrei, esperaría encontrarse a la altura.

Además, no podía arriesgarse así. Le había prometido a su hermano, a su familia, que volvería a verlos. Y era una promesa que no podía romper. No sin antes haber visto los distintos mundos, sin haber pisado todas las tierras posibles.

No podía volverse a permitir jugar con su vida de esa manera.

«Espero que esto me sirva de lección. Todo el tema de...»

Con un fogonazo, las imágenes de los espejos cruzaron su mente y experimentó un escalofrío. Pero igual que le vinieron, los apartó de un manotazo. No. No iba a darle más vueltas.

Entonces escuchó a Nadhia murmurar en sueños.

—R… Ragun…

Se quedó mirándola unos momentos. Parecía estar pasándolo mal, así que decidió despertarla.

—Nadhia —la llamó—, Nadhia, despierta —la sacudió con algo más de firmeza hasta que consiguió que abriera los ojos—. ¿Estás bien? Sólo era un mal sueño.

Titubeó, pero luego le acarició la espalda como hacía su madre con ella cuando la calmaba.

—¿Quieres… Quieres contármelo? —le preguntó entonces—. No te lo guardes dentro, lo mejor que puedes hacer es sacarlo. No le diré nada a nadie, te lo prometo. Te debo una por salvarme la vida ayer —le aseguró con una sonrisa.

por **EspeYuna** » Dom Ene 19, 2014 5:04 am

La sangre se escurría hasta llegar a la altura de mis manos, tras haber hecho un largo recorrido por el filo de Ángel Forjado.

Otro hilillo de sangre salió de los labios de a quien tenía delante. A quien había atravesado con mi Llave-Espada.

Sentí como le apuñalé el pecho, noté el desgarre de sus músculos y de algún órgano. ¿El corazón mismo? ¿Los pulmones? No lo sabía.

Sólo entendía que acababa de asesinar a Ragun.

*****

—Nadhia, despierta.

Abrí los ojos de golpe, asustada. La imagen de un Ragun ensangrentado tornó a la de una persona que me observaba preocupada, sacudiendo mi hombro en señal de intentar que recuperara la consciencia.

—¿F-Fátima…? ¿Qué…?

—¿Estás bien? Sólo era un mal sueño.

La calidez de su mano acariciándome la espalda me tranquilizó, pues parecía estar a punto de estallar en llanto cuando fui a responderle. Sin embargo, me contuve y decidí no decir nada hasta recuperarme del susto. Malditas pesadillas.

Me incorporé poco a poco, acordándome de todo lo sucedido la noche anterior. Me llevé una mano a la nuca, algo intimidada por verme espiada con mis pintas mañaneras. Mi cuerpo se sentía como nuevo, pero el sueño me había jugado una mala pasada.

—Vaya, al final Tandy no me hizo caso —mascullé, sintiendo que había sido víctima de su canto hipnótico—. Siento como si hubiese estado dormida tres días seguidos —intenté mostrar una sonrisa, sincera aunque forzada.

—¿Quieres… Quieres contármelo?

Me giré a Fátima, quien compartía la cama conmigo y me contemplaba algo preocupada. La pregunta me había pillado por sorpresa.

Cierto. Fátima había visto a Alexander. Había presenciado mis más profundos temores, había visto a través del simulador dentro de mi corazón. Algo que había evitado a toda costa con mis amigos. Ella, en tan sólo una noche, lo había descubierto.

—No te lo guardes dentro, lo mejor que puedes hacer es sacarlo.

—Fátima, yo…

—No le diré nada a nadie, te lo prometo —me interrumpió con una sonrisa—. Te debo una por salvarme la vida ayer.

Cerré los ojos y me acurruqué en mis rodillas, sentada en el lecho de Fátima.

—¿De verdad? ¿Ni a Kit?

Realmente me preocupaba que fuera amiga del mencionado. No porque no me fiara de él, o de ella. El caso es que no quería que a los dos se les escapara una palabra a Light o a Xefil. Ante la indudable afirmación de mi compañera, suspiré y me dispuse a contarle sobre Ragun.

—Aquel día, Ragun se fue con Ryota —inicié, aun con un nudo en la garganta—. Fue el primer amigo que hice aquí en Tierra de Partida. Era mi mejor amigo.

>> Fue engatusado por la Verdad de la que tanto hablaba el Maestro Ryota. Pero Ragun no buscaba poder. Buscaba… recuperar la memoria. Se lo encontró el Maestro Kazuki sin recuerdos de su pasado, en un mundo infestado de sincorazón.

Hice una pausa, sin saber como seguir:

—A quien yo llamo Ello, o Alexander, es su pasado. Pero él ya no es así, cambió tras perder los recuerdos y es un buen chico. Es por eso que… quiero salvarle —dije, con ojos decididos—. Encontré respuestas en Agrabah, un mundo al que ahora suelo ir mucho. Porque allí me encontré con el hermano de Ragun.

>> Y la última vez que vi a Ragun fue cuando...

Inconscientemente rocé con mis dedos la marca de mi labio inferior, aquella que Alexander dibujó para siempre. Me ahorraría la historia del beso.

—Su hermano me está ayudando a entrenarme para anular el poder de Ello dentro de Ragun. Es algo así como una magia tabú, ajena a mis deberes como portadora, por lo que lo mantengo en secreto. Ni mis amigos de aquí lo saben. Tan solo Tandy —le expliqué, sintiéndome menos tensa que antes—. Sin embargo, el poder que quiero usar está muy por encima de mi alcance. Con este entrenamiento, quizás sea capaz de controlarlo.

>> Pero el simulador ha mostrado lo que más miedo me da, por encima de todo.

Ante la duda de Fátima, le respondería:

—Acabo de darme cuenta que no le tengo miedo a Alexander. Lo que realmente temo es acabar con Ragun por accidente.

>> Por eso me bloqueé en el simulador. Lo siento.

Escucharía su opinión, mucho más tranquila al haberlo soltado todo.

por **Suzume Mizuno** » Dom Ene 19, 2014 5:09 am

—¿De verdad? ¿Ni a Kit?

Fátima se rió.

—A él todavía menos. No creo que sepa guardar ningún secreto.

Nadhia lo meditó todavía un poco más pero, al final, abrazándose las piernas y con el aspecto vulnerable de una niña pequeña, comenzó a hablar:

—Aquel día, Ragun se fue con Ryota…

Fátima escuchó sin interrumpir, tratando de unir los cabos que le presentaba Nadhia. A medida que hablaba, la historia le parecía más y más descabellada. Fátima era muy racional, y nunca había terminado de creer en las posesiones. Porque cuando Nadhia hablaba de Ello parecía que se tratara de una posesión. Una posesión por un ente de oscuridad.

Pero luego pensó que más bien parecía que se tratara de tener dos personas dentro de sí. Una “buena”, que era Ragun, y otra “mala” que era Ello. De todas formas, lo que más le interesaba no era eso, sino el hecho de que Nadhia había estado encontrándose con un traidor de Bastión Hueco. No estaba segura de cómo debería tomárselo. Los argumentos de la chica le parecían frágiles y quebradizos: si el tipo había decidido pasarse a Bastión Hueco después de todo lo que les habían hecho y todo lo que implicaba trabajar para ellos, pues que se las apañara por su cuenta. Tendría sus propias opiniones y objetivos que, obviamente, no coincidían con los que defendía Tierra de Partida. No pensaba que la «verdad» de Ryota lo hubiera engañado. ¿Cómo iba a engañar a nadie? Había escogido bando. Punto.

Nadhia, obviamente, no compartía su punto de vista. Y la verdad es que si se intentaba poner en su situación, creía entenderlo. Si, por ejemplo, su hermano hubiera hecho algo que ella pensaba que era estúpido y estuviera en su mano salvarlo…

Dejó de divagar al escuchar «magia tabú» y se irguió con el ceño fruncido.

—…ajena a mis deberes como portadora, por lo que lo mantengo en secreto. Ni mis amigos de aquí lo saben. Tan solo Tandy. Sin embargo, el poder que quiero usar está muy por encima de mi alcance. Con este entrenamiento, quizás sea capaz de controlarlo. Pero el simulador ha mostrado lo que más miedo me da, por encima de todo.

—Es decir… ¿le tienes miedo a Ello?

O a lo mejor no. A ella no le había mostrado algo que le diera miedo.

—No le tengo miedo a Ello. Lo que realmente temo es acabar con Ragun por accidente. Por eso me bloqueé en el simulador.

Nadhia se calló y Fátima se ruborizó al recordar el puñetazo que le había dado.

—Siento… Siento lo del golpe —musitó, incapaz de mirarla a los ojos—. No voy a excusarme, estábamos bajo mucha presión pero… Yo… Bueno. Lo siento.

En realidad consideraba que a veces una buena torta siempre era bienvenida, o así la habían criado a ella, pero Nadhia no parecía venir del mismo tipo de ambiente rústico. No. Lo mejor era disculparse, aunque siguiera considerando que bloquearse ante alguien que claramente no era una persona real…

Aunque ella tampoco podía hablar, ¿no?

Cruzó los tobillos y apoyó las manos en las rodillas, meditabunda, mientras intentaba organizar toda la información que acababa de adquirir.

—Mira, yo no soy quién para decirte qué debes hacer. Pero… si me dices que tienes miedo de «acabar» con Ragun es que esa magia que estás usando es muy, muy peligrosa —la miró con severidad—. No sólo es peligrosa, sino que te arriesgas a que te descubran y te castiguen por jugar con fuego. Te hace daño a ti porque está muy por encima de tus posibilidades, según tus propias palabras. Y, por si fuera poco, amenaza con hacer daño a la persona a la que quieres salvar.

»No sé tú, pero a mí no me parece muy inteligente lo que estás haciendo. Si se te va de las manos no vas a poder ayudar a nadie… ¿No sería más inteligente acrecentar tu poder de forma más… lenta?

¿Se podía ser más hipócrita? ¿No había intentado ella misma acelerar su propio entrenamiento?

Pero al menos no había intentado dominar una magia prohibida.

No, sólo se había metido en un sitio prohibido.

De todas formas, iba a decirle lo que pensaba a Nadhia. Porque al menos ella había decidido no jugarse más la vida. Pero no podía decir lo mismo de la chica.

—A veces lo lento es lo más seguro. No tiene sentido construir un castillo sólo con el esqueleto y una parte de la muralla. Si quieres un castillo fuerte, debes ir pieza por pieza, paso por paso, hasta que sea robusto e inexpugnable. ¿De qué te sirve ganar un poder que no vas a utilizar correctamente?

Cuando Nadhia empezó a explicarse, Fátima suspiró y, sonriendo débilmente, levantó una mano para interrumpirla:

—No tienes por qué justificarte. Tú decides lo que haces con tu vida, pero también debes atenerte a las consecuencias. Sólo te digo que puede que acabes haciendo daño a los demás por jugar con fuego.

Bajó los ojos y luego intentó ampliar su sonrisa:

—Pero no diré nada. Te debo la vida, así que guardaré tu secreto. Aunque no me parece que lo que estés haciendo es muy inteligente, la verdad, pero no diré nada. Te lo prometo.

por **EspeYuna** » Dom Ene 19, 2014 5:10 am

—Mira, yo no soy quién para decirte qué debes hacer. Pero… si me dices que tienes miedo de “acabar” con Ragun es que esa magia que estás usando es muy, muy peligrosa —la mirada de Fátima en aquel momento representó claramente la que pondrían Light o Xefil si se enteraran de lo que andaba tramando. Justo como la imaginé desde que decidí hacerme responsable de la vuelta de Ragun—. No sólo es peligrosa, sino que te arriesgas a que te descubran y te castiguen por jugar con fuego. Te hace daño a ti porque está muy por encima de tus posibilidades, según tus propias palabras. Y, por si fuera poco, amenaza con hacer daño a la persona a la que quieres salvar.

>> No sé tú, pero a mí no me parece muy inteligente lo que estás haciendo. Si se te va de las manos no vas a poder ayudar a nadie… ¿No sería más inteligente acrecentar tu poder de forma más… lenta?

—Puede que tengas razón, pero… a este ritmo, sería demasiado tarde para salvarle.

—Si quieres un castillo fuerte, debes ir pieza por pieza, paso por paso, hasta que sea robusto e inexpugnable. ¿De qué te sirve ganar un poder que no vas a utilizar correctamente?

—Bueno, yo…

El suspiro de Fátima y la señal que hizo con la mano levantada me hizo parar antes de justificarme con más excusas que Tandy había escuchado una y otra vez.

—No tienes por qué justificarte. Tú decides lo que haces con tu vida, pero también debes atenerte a las consecuencias. Sólo te digo que puede que acabes haciendo daño a los demás por jugar con fuego.

Me quedé en silencio, meditando las palabras de Fátima.

—Pero no diré nada. Te debo la vida, así que guardaré tu secreto. Aunque no me parece que lo que estés haciendo es muy inteligente, la verdad, pero no diré nada. Te lo prometo.

—Gracias, Fátima —dije, sintiéndome bien de haberlo soltado todo por fin a alguien de Tierra de Partida—. Y siento mucho haberte metido en todo esto. No pienso volver a probar ese simulador ni loca… bueno, a no ser que a Akio le dé por hacer excursiones de las suyas. Tendría que acompañarle, quisiera o no. Para algo soy su aprendiz.

Apartando la mirada, quizás por timidez, busqué mis botas. Andaban desperdigadas por el suelo, quizás porque las dejé caer cuando Tandy nos entonó aquella hipnótica y relajante melodía.

—¿Dónde andará este canta-nanas sinvergüenza? —me pregunté haciendo un mohín, refiriéndome claramente a Tandy.

por **Suzume Mizuno** » Dom Ene 19, 2014 5:12 am

—Sigo pensando que fue culpa mía, así que no tienes por qué disculparte. Te he echado un rapapolvo, pero yo también me lo merezco por meterme en cosas que no tengo ni idea de cómo manejar —suspiró y esbozó una tímida sonrisa de disculpa. Luego torció el gesto e hizo una mueca al decir:—. Yo tampoco pienso volver a pisarlo como no me obligue un Maestro. Ni en broma.

Recordó la voz de mujer que parecía gobernar a los Sincorazón y pensó, con inquietud, que sin duda la Orden tendría que poner las cosas bajo control. Que hubiera una personalidad capaz de controlar a esos seres no podía ser buena señal. Quizás deberían consultarlo con los Maestros.

Se lo planteó unos instantes y, antes de menear la cabeza, supo que no lo haría. No quería meterse en más líos. Además, era muy posible que ellos ya lo supieran.

Mejor olvidar el tema… Si es que podía, claro. Algo le decía que no siempre iba a poder dormir con tanta tranquilidad como aquella noche.

Cuando Nadhia se empezó a vestir, Fátima se preguntó qué hora sería y si todavía podrían desayunar algo en el comedor, o si ya tendrían que esperar a la comida.

—¿Dónde andará este canta-nanas sinvergüenza?

—¿Tu moguri? —miró a su alrededor y dijo:—. Quizás esté en tu cuarto. ¡Ah! ¿Te importa que te acompañe a verlo? Nos ha salvado y no le he dado las gracias…

Tras echar un vistazo a Nadhia, abrió su armario, escogió un vestido y se metió en el baño a cambiarse y peinarse un poco. Cuando salió sólo tuvo que ponerse unos zapatos y se consideró preparada para ir a la búsqueda de comida y de un moguri con forma de conejo, por ese orden. Se sentía famélica y necesitaba un poco de leche y algo de pan. Luego estaría dispuesta a arrodillarse ante el conejito si era necesario para agradecerle que las hubiera sacado de aquel infierno.

—¿Vienes conmigo a coger algo de la cocina antes de salir a la búsqueda de… Tandy? No sé tú, pero yo me muero de hambre —le preguntó, de repente sintiéndose torpe e incómoda.

Una cosa era colaborar con una persona a la que apenas conocía en una situación de vida o muerte y, otra muy distinta, saber cómo dirigirse a ella cuando habían pasado por esa experiencia. Ni siquiera sabía si se iban a llevar bien aunque, la verdad, Nadhia le parecía una persona encantadora.

No era la primera persona con la que vivía experiencias con las que nunca habría soñado pero tuvo la impresión de que podrían llegar a ser amigas. Es decir, se habían salvado la una a la otra, habían trabajado juntas y Nadhia le había contado un secreto muy personal. Eso la llevó a pensar que Nadhia había sido muy educada al no preguntar por el tema de los espejos.

«Al contrario que yo. Por favor, debe considerar que soy una cotilla...».

Le había dicho que no estaba bien guardarse las cosas para una misma, pero si Nadhia le hubiera dirigido las mismas palabras, no habría respondido bajo ningún concepto. Esbozó una triste sonrisa. Era una hipócrita. Pero había cosas a las que no quería enfrentarse todavía. Sabía que un día tendría que hacerlo. Sin embargo, todavía no quería pensar en ello. No ahora que había conseguido una nueva vida, estar en un lugar donde se sentía aceptada.

Y hacía tanto tiempo que quería una amiga…

Siempre había vivido rodeada de chicos y nunca se había llevado bien con las niñas de los alrededores de su casa… Y en Tierra de Partida tampoco había congeniado con ninguna chica de su edad. Se imaginó lo que sería tener una amiga más o menos íntima y sintió un hormigueo de ilusión.

Pero nadie había dicho que lo fueran. Quizás a partir de ese día no volvieran a hablar.

Así que dependía de ella dar el primer paso, ¿no?

«Venga, no te quedes callada. No te va a comer porque se lo preguntes» se dijo, de repente sintiéndose horriblemente introvertida. Pero no era del todo su culpa. La única vez que intentó hacer una amiga en Atlántica, no salió demasiado bien y desde entonces no se había atrevido a volver a intentarlo. Ahora era diferente, claro, pero le costó una barbaridad abrir la boca y vocalizar con cierta claridad:

—Cuando… Cuando no estés ocupada, ya sabes, en Agrabah y todo eso, y no tengamos misiones… ¿Te gustaría que…? No sé, ¿quedemos alguna vez? —soltó una risilla—. Dios, perdona, me pongo muy nerviosa con estas cosas. No soy muy social, que digamos. Si no te importa, claro —se apresuró a decir.

—¿Qué… qué vas a hacer hoy? —preguntó, rehuyendo su mirada.

Le hacía ilusión pensar en quedar con ella por la tarde. O al día siguiente. O cuando fuera. Tener a alguien con quien hablar de sus problemas y con la que pasarlo bien durante las horas libres le parecía un sueño.
Así que cuando Nadhia respondió, Fátima sonrió de felicidad.

Le tendió una mano para que se la estrechara.

—Esta vez vamos a presentarnos bien. Me llamo Fátima Laforet y estoy encantada de conocerte.

»Espero que seamos buenas amigas, Nadhia.

por **EspeYuna** » Dom Ene 19, 2014 5:13 am

—¿Tu moguri? —asentí a la pregunta de Fátima mientras me abrochaba los cordones de las botas—. Quizás esté en tu cuarto. ¡Ah! ¿Te importa que te acompañe a verlo? Nos ha salvado y no le he dado las gracias…

—Claro, sin problema. Seguro que el granujilla se alegra de que quieras darle las gracias.

Mientras Fátima estaba metida en el baño, intenté aliñarme el pelo frente al cristal de la ventana de su cuarto. Comparado con el pelo liso y corto de Fátima, mi cabellera terminada en un gracioso tirabuzón a veces se hacía la rebelde. Y aquel parecía ser uno de esos días.

Cuando la chica salió del cuarto, me preguntó por si quería acompañarla a por algo de desayunar a la cocina del castillo. Mi estómago respondió por mí, rugiendo y haciendo que se me subieran los colores por la vergüenza. Reí nerviosamente y me llevé una mano a mi cabello.

—Pues sí, no estaría mal pillar algún bollo. O chocolate.

Los ojos se me iluminaron al pensar en todas las cosas que habría preparadas en el comedor aquella mañana.

Justo después de encontrarnos a un Tandy acurrucado en su pequeña cama, cerré el cuarto sigilosamente y le propuse a Fátima volver más tarde para agradecerle su ayuda durante nuestra estancia en la Red.

Ambas bajamos las escaleras del castillo. El sol había salido hace poco e iluminaba con su luz las mágicas vidrieras de nuestro nuevo hogar.

—Cuando… Cuando no estés ocupada, ya sabes, en Agrabah y todo eso, y no tengamos misiones… ¿Te gustaría que…? No sé, ¿quedemos alguna vez? —miré curiosa a Fátima, quien soltó una risilla—. Dios, perdona, me pongo muy nerviosa con estas cosas. No soy muy social, que digamos. Si no te importa, claro.

Al escucharla, no pude evitar reír.

—Entonces igual que yo —me atreví a decir—. No es que en mi mundo se me conociera por ser muy habladora.

—¿Qué… qué vas a hacer hoy? —preguntó, aún con un poco de vergüenza, rehuyendo la mirada.

Entonces me di cuenta que Fátima era… mi primera amiga. Desde que había llegado a Tierra de Partida, siempre había estado rodeada de amistades masculinas. Aunque Maya la consideraba también una amiga, Fátima había compartido en una noche muchas cosas conmigo. Habíamos conocido nuestros miedos —pero renegaba a preguntarle sobre los espejos. Bastante mal ya lo había pasado—, colaborado juntas para sobrevivir y contarle mis problemas.

Y, bueno, habíamos dormido juntas. Se me escapó la risa e hice un intento de esconderla con la mano, aunque me fue imposible.

—Hoy seguramente vaya a la Biblioteca, pero —cambié de idea al instante y le propuse— hace un día demasiado bueno como para no aprovecharlo. ¿No crees que nos merecemos vaguear bajo la sombra de un árbol?

Fátimo sonrió, encantada. Para mi sorpresa, la joven me ofreció su mano para estrecharla.

—Esta vez vamos a presentarnos bien. Me llamo Fátima Laforet y estoy encantada de conocerte.

» Espero que seamos buenas amigas, Nadhia.

Acepté el gesto bajo la luz de las vidrieras.

—Nadhia Hoghes.

» Lo mismo digo.

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