[Port Royal] Barco Fantasma

[Soul Artist]

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El borrachín moguri afirmó con la cabeza a toda la parrafada de Alec. El botín en posesión de Mog que le prometía parecía haber captado su atención, pues su torpe aleteo estaba demasiado centrado en la cabeza del mago.

—¡Tienes razón, kupó! Iré y le daré una paliza para tener a doscientos... ¡Cuatrocientos! Moguris a mi servicio —afirmó el pequeño, hipando e inclinándosele el sombrero—. ¡Ave, césar! ¡Me voy pa'llá!

Y el moguri se fue volando hacia el cielo, perdiéndose en la lejanía. Alec y Fátima podían volver a sus quehaceres y entrar en la posada, donde sus aventuras continuarían sin mayores interrupciones. Ya cuando regresasen se enterarían de que el pobre había tenido la desfachatez de intentar luchar con Mog y ser patéticamente derrotado.

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Recordad poner en vuestro último post cómo os repartís los PX.

No interrumpo más. Seguid con normalidad vuestro Encuentro.

[LightHelco]

—¡Tienes razón, kupó! Iré y le daré una paliza para tener a doscientos... ¡Cuatrocientos! Moguris a mi servicio —picó totalmente el animalillo, pero se le veía realmente mono aleteando tan feliz —. ¡Ave, césar! ¡Me voy pa'llá!

Y así lo hizo, con un aleteó bastante tambaleante el moguri se fue del mundo rumbo a Tierra de Partida, donde seguramente recibiera una buena bronca de Mog. Me daba algo de pena, pero el truco había funcionado y eso era lo importante.

—Pues problema resuelto, ¿entramos? —le invité a mi compañera abriéndole la puerta y entrando dentro tras que ella lo hiciera.

Nos dirigimos hasta lo que intentaba ser la recepción de aquel lugar. La recepción parecía ser una sala simple y sin mucha decoración en la que solo destacaba una larga mesa al fondo de la habitación donde se hallaba un hombre que debía encontrarse cerca del estado de los piratas que se movían por aquella ciudad.

—Buenas noches, caballero —le saludé al posadero levantándome un poco el sombrero, aunque dudaba que los buenos modales se llevasen mucho por allí —. A mi compañera y a mí nos gustaría poder reservar dos habitaciones para pasar la noche.

El hombre me miró con unos cansados y soñolientos ojos. Sin decir ninguna palabra, empezó a buscar en uno de los cajones que había en esa mesa, seguramente alguna llave, cuando desde el piso de arriba empezaron a bajar un pequeño grupo de piratas con bastantes botellas medio vacías y cantando alguna extraña canción sobre mares y sirenas. Uno de los borrachos reparó en nuestra presencia y empezó a hacerle señas a sus compañeros.

Creo que nuestra primera noche en Port Royal iba a ser inolvidable si esos hombres tenían pensado hacer lo que me imaginaba.

[Suzume Mizuno]

—¡Tienes razón, kupó! Iré y le daré una paliza para tener a doscientos... ¡Cuatrocientos! Moguris a mi servicio —afirmó el pequeño, hipando e inclinándosele el sombrero—. ¡Ave, césar! ¡Me voy pa'llá!

Y se marchó aleteando. Fátima lo siguió con la mirada, divertida, hasta que oyó a Alec decir:

—Pues problema resuelto, ¿entramos?

—Gracias —sonrió cuando él le abrió la puerta.

Frunció el ceño nada más entrar al local. Apestaba, estaba sucio y apenas había luz. Hizo un esfuerzo por no taparse la nariz y se acercó a Alec, que hablaba con el posadero.

—A mi compañera y a mí nos gustaría poder reservar dos habitaciones para pasar la noche.

Fátima se puso tensa al escuchar la palabra «compañera», pero prefirió no decir nada, no fueran a llamar todavía más la atención.

En ese momento un grupo de hombres bajó por unas maltrechas escaleras y uno de ellos señaló en dirección a Alec y Fátima, llamando la atención de sus amigos. Fátima cogió a Alec por un brazo, nerviosa por las sonrisas hostiles que aparecieron en sus rostros.

—¿No tendríamos que irnos?

De acuerdo, estaban borrachos, no eran demasiados y no estaba segura de que nadie fuera a salir a ayudarlos si se metían en una pelea con ellos. Pero aun así no le hacía nada de gracia enfrentarse a la comunidad pirata nada más poner un pie en Tortuga. ¡Allí no había ley, nadie movería un dedo si les metían una puñada por la espalda! ¡Y tenían que intentar dormir en algún sitio…!

En ese momento, algo tambaleante, se acercó a ellos el pirata que había mirado a Alec en primer lugar, palpando en su cinto lo que tenía toda pinta de ser una pistola.

—Hola amiguitos. ¿Qué hacen unos niños por aquí perdidos? Y con una ropa tan cara… —posó una mano sobre el hombro de Alec—. Bonito sombrero.

Y se lo arrebató con torpeza. Sus compañeros, que parecían estar algo más espabilados que él, se fueron acercando poco a poco.

« Estamos en problemas. Graves problema» pensó mientras se llevaba una mano al puñal del cinto.

¿Qué debían hacer? ¡No podía intentar rajarles las tripas! ¡Principalmente porque nunca había matado a nadie!

— Nosotros ya nos íbamos —dijo entonces, tirando del brazo de Alec. Prefería dormir al aire libre, sí. Al mejor no tendría que temer que un pirata borracho se les lanzara encima.

[LightHelco]

Fátima se agarró a mi brazo al ver a los piratas, estos bajaron del todo las escaleras y fueron directos hacia nosotros listos para causarnos algún tipo de problema. Me situé al instante frente a la joven mirando con firmeza a los hombres, iban a necesitar algo más que un par de cicatrices y parches para siquiera intimidarme.

—Hola amiguitos. ¿Qué hacen unos niños por aquí perdidos? Y con una ropa tan cara… —el pirata posó una mano sobre mi hombro, miré hacia su otra mano la cual parecía buscar una pistola en su cinturón. Seguí mirándole de forma directa, esperando a la tontería que fuese a hacer aquel borracho —. Bonito sombrero.

—Muchas gracias, es de fabricación case-

El pirata me robó al momento el sombrero dejándome con la palabra en la boca. No me amedrenté ante aquello, más bien quise pegarle un puñetazo en la cara y romperle la nariz de esa forma para que viese lo que pasaba por robar mi sombrero. Aquel sombrero lo había llevado desde los dieciséis años cuando el anterior dejó de entrarme en la cabeza, mi madre se había tirado todo un día cosiéndolo con tal de que quedase perfecto y lo que menos iba a dejar es que ese sucio borracho lo manoseara.

Fui a crear una bola de fuego en mi mano para estampársela contra la cara, pero Fátima viendo que los otros hombres se acercaban hacia nosotros, me tiró del brazo pidiéndome que nos fuéramos.

—Sí, tienes razón, mejor nos vamos —le dije a mi compañera girándome en dirección a la puerta, pero nada más dar unos pocos pasos, me detuve creando finalmente la esfera de fuego —. Pero no sin mi sombrero.

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Antes de que nadie llegara a reaccionar, me giré con rapidez lanzando el hechizo Piro contra el pecho del ladrón y trazando rápidamente una línea horizontal con el brazo, alejé a los otros piratas al incendiar el suelo bajo sus pies. Sin perder ni un segundo atrapé mi sombrero y colocándomelo agarré por el brazo a Fátima para salir huyendo de allí.

—¡Hasta nunca, caballeros! —me burlé de los hombres antes de salir por la puerta, estaba seguro de que iban a perseguirnos, así que me daba igual.

Aun agarrando a Fátima de la mano, corrí tan rápido como mis piernas me permitían por las sucias y confusas calles de Tortuga, esquivando y disculpándome ante cada hombre y mujer con el que nos cruzábamos. No a muchos metros de nosotros, podía escuchar los gritos e insultos de los piratas intentando alcanzarnos, por lo que a la vez que corría intentaba fijarme en todo lo que podía ofrecer la ciudad y que nos pudiese ayudar a esquivar a aquellos borrachos.

Corriendo por una calle que daba hacia lo que parecía ser el puerto de la ciudad me fijé en un grupo de barriles suspendidos en el aire gracias a una red que estaba sujeta a una de las paredes de la última casa de la calle. Preparando otro Piro, esperé a que Fátima y yo hubiésemos pasado por debajo de los barriles para lanzar el hechizo y dejar que estos cayeran sobre nuestros perseguidores.

—Sigue corriendo, solo habremos ganado un poco de tiempo nada más —le avisé a mi compañera sin dejar de correr.

Seguimos nuestra carrera por el puerto, en el cual parecían estar amontonando gran cantidad de cajas y barriles de todos los tamaños que me dieron una gran idea. Me paré en seco e hice un gesto a Fátima para que ella se detuviese y me siguiera hasta unas cajas que nadie vigilaba.

—Fátima ¿Podrías esconderte dentro de alguna de estas cajas? —le pedí invocando la Llave Espada para ayudarla a abrir una —. No creo que tarden mucho en alcanzarnos, así que te pido que te escondas mientras yo los entretengo, vendré en un rato a buscarte, solo tengo que pillarlos en alguna esquina con mi magia y me habré librado de ellos.

Esperé hasta que esta me respondiese, aunque aquello no pudo ser mucho tiempo ya que empezamos a escuchar nuevamente disparos y gritos provenientes del otro lado del puerto y que pude identificar sin problemas con los piratas que nos perseguían.

—Haz lo que te he dicho, yo me encargo de ellos —dejando atrás a mi compañera para que se escondiese me planté delante de los ladrones con una sonrisa —. ¡Eh, piratas de pacotilla! ¡Estáis tan borrachos que seríais incapaces de acertar a un elefante ni aunque estuviese a un metro de distancia!

Un disparo que quedó bastante cerca de mi posición fue la alerta que necesitaba para salir corriendo y llevarme a los hombres conmigo y alejarlos de la joven.

[Suzume Mizuno]

— Sí, tienes razón, mejor nos vamos —respondió Alec.

Fátima suspiró de alivio y empezó a darse la vuelta a la vez que su compañero, pensado que, a lo mejor, conseguían escaparse sin que se metieran en problemas. pero entonces escuchó la frase lapidaria del joven:

— Pero no sin mi sombrero.

Antes de poder darse cuenta, Fátima se encontró con que una pequeña barrera de fuego se levantaba entre ellos y los piratas. Alec arrebató el sombrero al hombre y agarró a Fátima por el brazo y tiró de ella mientras exclamaba:

—¡Hasta nunca, caballeros!

Y arrancaron a correr. Fátima no pudo hacer nada más que dejarse arrastrar por Alec, demasiado sorprendida para pensar en otra cosa. De todas formas los piratas, en especial el posadero, estaban rugiendo, no sabía bien si de miedo o furia, y no habría sido buena idea quedarse ahí.

Atravesaron varias tortuosas calles, esquivando barriles, pisando algún que otro charco maloliente y tratando de no chocar contra nadie. Algo difícil porque a esas horas la gente no parecía tener reflejos, no después de larga noche de beber alcohol de forma constante. A pesar de la situación, le hizo gracia que Alec, que acababa de quemar el vestíbulo de un local pero no dejaba de pedir perdón. Fátima pensó por un momento que se iban a salvar pero, entonces, apareció un grupo en la boca de un callejón y resonó un disparo. Eso la espoleó para que acelerara todavía más el ritmo hasta ponerse a la altura de Alec.

Aun así eran increíblemente rápidos y pronto empezaron a ganarles terreno, a pesar de que se notaba que Alec intentaba recorrer los caminos más tortuosos para intentar que se tropezaran o toparan con todos los obstáculos posibles.

Enfilaron entonces una calle que daba al puerto, o eso le pareció a Fátima por el reflejo de la luna al fondo, y cuando la hubieron atravesado Alec disparó hacia arriba. Sorprendida, siguió la trayectoria del Piro y soltó una exclamación al ver que unos barriles, que parecían haber estado suspendidos por una red, caían estruendosamente en medio de la calle.

—¡Buena jugada! —exclamó Fátima

Pero no tuvo tiempo para descansar porque el joven dijo:

— Sigue corriendo, solo habremos ganado un poco de tiempo nada más.

Asintió y continuó huyendo a su lado, contenta porque los entrenamientos le hubieran concedido bastante más resistencia a la hora de correr. Llegaron al puerto y Fátima miró con los ojos muy abiertos las grandes sombras de los galeones, la mayoría de ellos vigilados por unas pocas personas. En muchas de las zonas de embarque habían acumuladas grandes cajas, barriles y demás que seguramente contendrían todo tipo de provisiones para largos viajes.

Alec frenó de golpe e hizo una seña hacia lo que parecían ser unas cajas. Con la respiración acelerada, le siguió, mirando nerviosamente hacia atrás. Era cuestión de tiempo que les encontraran…

— Fátima ¿Podrías esconderte dentro de alguna de estas cajas?

—¿Eh?

Cuando se volvió, Alec había abierto una caja con su Llave Espada.

— No creo que tarden mucho en alcanzarnos, así que te pido que te escondas mientras yo los entretengo, vendré en un rato a buscarte, solo tengo que pillarlos en alguna esquina con mi magia y me habré librado de ellos.

— Pero… —sacudió la cabeza—. Espera, ¿por qué tengo que esconderme? ¡Será todo mucho más fácil si te ayudo!

De pronto comenzaron a escuchar disparos y gritos que amenazaban con todo tipo de torturas, y que le pusieron los pelos como escarpias.

— Haz lo que te he dicho, yo me encargo de ellos.

—¡Espera! —siseó Fátima, pero Alec ya había echado a correr.

«¡Será temerario!» maldijo, invocando su Llave espada.

—¡Eh, piratas de pacotilla! ¡Estáis tan borrachos que seríais incapaces de acertar a un elefante ni aunque estuviese a un metro de distancia!

Fátima escuchó un disparo y, llevada por su instinto, se ocultó tras una de las cajas. Asomándose por un extremo, vio pasar a toda velocidad la sombra de Alec, perseguido por el grupo de piratas. En ese momento la joven se incorporó rápidamente y lanzó un Aturdidor al de la retaguardia, derribándolo en el acto.

Apretó un puño, satisfecha, e iba a salir corriendo —como si fuera a dejar a Alec solo— cuando escuchó unas voces y se quedó petrificada en el sitio.

—¿Está todo listo?

—Sí.

—Bien, dentro de dos horas quiero que todo esté en la bodega del barco.

Las voces, de mujeres, se aproximaban y Fátima maldijo entre dientes. No quería recibir un disparo, así que se metió rápidamente en la caja y se encogió dentro, rezando por que no se les ocurriera revisar el contenido. Con el corazón en la garganta, y preparándose para invocar un escudo en cuanto lo viera necesario, escuchó cómo hablaban de los precios de la comida mientras recorrían los alrededores. Y, entonces…

—Espero que la recompensa por acabar con ese barco lleno de demonios sea realmente alta.

—¡La capitana no aceptaría, si no fuera así!

—He oído que han destrozado muchos barcos.

—Todos de hombres, amiga mía. Nosotras somos distintas.

Y las dos mujeres rieron de buen humor. Agudizando el oído, Fátima escuchó algo más de conversación y pudo confirmar que sí, que aquel barco pensaba enfrentarse al de los Sincorazón que había estado a punto de acabar con ellos. ¡Qué locura! ¡Era imposible que pudieran vencer!

Además, ¿por qué hablaban de mujeres? En su mundo que las mujeres viajaran en barco estaba mal visto y, por lo que sabía, en Port Royal sucedía lo mismo, así que…

Cuando las voces se apagaron, Fátima se asomó tentativamente al borde de la caja, sin saber qué demonios se suponía que tenía que hacer. ¿Salir? ¿Quedarse ahí? Alec había dicho que volvería a por ella pero parecía que el barco se iba a llenar de actividad en muy poco tiempo…

Y cada vez faltaba menos para el amanecer.

De repente le pareció ver algo que se movía entre las sombras y susurró:

—¿Alec?

[LightHelco]

—Jajaja, no podéis pillar ni a un niño rico —seguía burlándome de los piratas —. Si vuestro capitán os viera fijo que os abandona en la isla desierta más cercana que encontrase.

Aunque cada vez me encontraba más cansado por llevar bastante tiempo corriendo, el poder alejarlos del puerto me estaba viniendo bien y si con aquello conseguía salvar a Fátima me bastaba, aun así prefería no recibir ninguna de las balas que estaban empezando a disparar. Una suerte que tuviesen la puntería de un topo.

Tras abandonar el puerto, entré en unas callejuelas bastante cerradas que y confusas que temía que acabase encontrándome con alguna que diese a un callejón cerrado, por lo que me detuve durante unos segundos, a sabiendas de que ya les sacaba bastante trecho a los piratas, y miré detenidamente todas las posibilidades que me daban todos aquellos caminos.

Mi respuesta la encontré en una oscura callejuela en la que observé un agujero bastante poco iluminado y que me podría servir para esquivar a los piratas. Sin dudarlo ni un segundo entré en el agujero, el cual se encontraba tan sucio y pegajoso que empezaron a darme arcadas y una necesidad de dejar salir toda la comida del día de mi cuerpo. Aguanté la respiración para no tener que tomar aquel desagradable y podrido aire y esperé a que mis perseguidores pasaran de largo.

Les escuché detenerse y buscar por todos los callejones mientras decidían el cómo iban a acabar conmigo y siendo sincero, algunas de sus ideas me resultaron dignas de un buen Halloween, mientras que otras no me ayudaban a aguantar en silencio debido a lo divertidas que eran. Anduvieron un rato buscando hasta que finalmente hartos de no hallarme, dieron media vuelta y se marcharon.

Tras unos segundos más, salí finalmente del agujero dando grandes bocanadas para poder recuperar el aire perdido, por ciertos segundos había pensado que me moría ahí dentro y no en manos de los piratas, lo cual hubiese sido bastante patético. Tras recuperarme un poco de aquella horrible experiencia, volví adonde había dejado a Fátima, pero antes de llegar vi que alguien más se encontraba allí, por lo que me escondí tras un grupo de cajas al instante y mirando desde la esquina intenté ver que hacía.

“Espero que no empiece a abrir cajas” pensé mientras esperaba a que aquella persona se fuera o hiciera algo.

[Suzume Mizuno]

Esperó unos segundos a que la figura le respondiera y se asomó un poco más. En ese momento la figura se precipitó sobre ella, tan rápido que sólo pudo soltar una exclamación de sorpresa cuando la agarraron por el cuello de la ropa y la arrancaron de la caja. El mundo dio una vuelta de campana y de repente su espalda se estampó contra el húmedo suelo. Se arqueó intentando respirar cuando vio que un filo caía sobre ella.

Invocó su Llave Espada y dio un golpe a ciegas. Pero sintió una resistencia y cuando quiso darse cuenta, había arrancado la espada de las manos de su atacante. Tomó impulso para incorporarse de un salto cuando escuchó el típico sonido que surgía cuando se amartillaba una pistola y miró con horror hacia delante para ver que un arma de fuego apuntaba entre sus ojos.

— No me gusta que la gente husmee cerca de mi barco —masculló una voz grave, pero indudablemente femenina—. Y te mataría ahora mismo si no conociera ese tipo de arma.

»¿Qué tienes que ver con ese bastardo de Ronin?

Fátima, que no podía dejar de mirar la boca del arma, se obligó a desplazar los ojos hacia arriba y contempló con asombro el rostro de una mujer. Vestía como un hombre, con un sombrero de alas amplias, pantalones y una casaca, y podría haber pasado por uno de no haber sido por la voz. Y porque, al menos a ella, le pareció bastante atractiva, quizá demasiado para ser un varón.

La mujer la miraba con una mezcla de rabia y frialdad que le puso los pelos de punta. Y supo que no dudaría en apretar el gatillo si no se daba prisa en responder:

— Soy su aprendiz.

—Mierda —masculló—. ¿Y qué haces husmeando cerca de mi barco?

—No husmeaba —respondió apresuradamente—. Me escondía de unos hombres que nos perseguían a mí y a mi amigo.

Se quedó en vilo cerca de un minuto y pudo ver que en el rostro de la mujer se debatía el deseo entre descerrajarle un tiro y dejarla marchar. Tragó saliva y se preparó para invocar un escudo, aunque no tenía ni idea de si serviría a tan poca distancia. Esperaba que sí.

El corazón le latía desenfrenado en el pecho y se sentía morir de pura angustia. Ni siquiera se preguntó cómo era que conocía las Llave Espadas o al mismo Ronin. Sólo podía pensar que iba a morir de un segundo a otro.

Finalmente la mujer escupió a un lado y apartó la pistola. Fátima estuvo a punto de caer de rodillas de puro alivio y exhaló un suspiro, que casi pareció más un sollozo.

—Lárgate y que no vuelva a verte cerca del Sombra de Luna o me dará igual si eres aprendiz o no de ese caradura.

La pirata se guardó la pistola y fue a recoger la espada. Fátima se quedó muy, muy quieta, esperando a que se marchara y la dejara en paz, perfectamente dispuesta a obedecer sus órdenes cuando la mujer dijo, mientras envainaba su arma:

—¿También tienes magia?

—¿Eh? Ah, ¡sí! —farfulló. Luego se cubrió la boca, maldiciéndose.

La mujer la examinó unos segundos y dijo con una sonrisa que le provocó un estremecimiento:

— Si eres su alumna estarás acostumbrada a pelear, ¿verdad?

Fátima creyó saber a dónde se dirigía y supo que tenía dos opciones: salir corriendo o escuchar. Y probablemente aceptar un trato. Se incorporó, sin hacer desaparecer su Llave Espada, y contestó con cierto titubeo:

—Sí. ¿Lo decís por… ese barco fantasma?

La pirata arqueó una ceja y su gesto se agravó.

— No me gustan los espías.

—Ha sido una simple relación de ideas —dijo a toda velocidad. ¡Torpe, más que torpe!—. Señora —añadió.

La otra soltó una seca carcajada y avanzó hacia ella:

— No me gusta nada de lo que se relaciona con vosotros, pero habría que ser idiota para rechazar ayuda de magos. ¿Te gustaría ganar unas cuantas piezas de oro a cambio de destruir un barco?

Fátima abrió y cerró la boca una vez. Miró a su alrededor y maldijo porque no sabía dónde estaba Alec.

— Os escucho, señora.

—Capitana —corrigió.

—¡Capitana!

—Bien, sube al barco.

Y cerró en torno a su brazo una mano que más bien se le antojó un cepo por la fuerza con la que la sujetó. Fátima miró una última vez hacia atrás, preguntándose qué pasaría cuando llegara Alec y viera que no estaba, y luego se dejó arrastrar.

[LightHelco]

Aquella persona descubrió el lugar donde se encontraba Fátima y aunque esta intentó defenderse con su Llave Espada del ataque que realizo el hombre, pero de nada le sirvió cuando le apuntó con un arma de fuego. Vale que los piratas nos hubiesen amenazado con armas también, pero esos hombres estaban borrachos y su puntería era nula, pero el pirata que se encontraba en estos momentos frente a Fátima parecía bastante despejado y la distancia a la que se encontraba era imposible fallar un tiro.

Desde aquel lugar no podía escuchar lo que decían y tampoco veía muy bien las expresiones de Fátima, pero podía imaginarme que se encontraba asustada. Conjuré un Piro que mantuve en mi mano a la espera de que el hombre dejara a la joven marchar, pero esto no sucedió y nada más terminar de hablar se la llevo arrastras agarrándola del brazo. Seguí con la mirada el trayecto y en cuanto se alejaron un poco me moví con rapidez hacia otro grupo de cajas para ver mejor a la pareja.

El hombre parecía arrastrarla por una pasarela que llevaba directa a uno de los barcos amarrados en el puerto ¿La estaba intentando secuestrar? Ja. No en mi presencia. Me fui acercando cada vez más hasta que ya solo podía acceder a un escondite, para entonces el hombre ya había subido a Fátima al barco y dándoles un aviso a dos piratas empezaron a levantar la pasarela. La idea de subirme directamente antes de que quitaran la plataforma era demasiado suicida, pero tampoco podía intentar entrar por agua debido a no saber nadar ¿Entonces como iba a salvar a la portadora?

Dejé aquel lado del barco para ver si encontraba alguna entrada posible, cuando llegué a la parte de atrás del navío, desde el cual colgaban varias cuerdas. Haciendo unos cálculos, tomé carrerilla y corrí hacia el borde del puerto y tomando impulsó salté aprovechando el doble salto para alcanzar una de las cuerdas. Apoyándome por unos instantes en la madera del barco, conseguí un segundo impulso con el que alcancé con éxito la soga, la cual procedí a agarrar con fuerza apoyando los pies en algunas aberturas que había.

Había conseguido subir al barco, pero ahora me tocaba entrar y tenía bastante claro que si lo hacía por la parte superior me encontraría con una veintena de cañones apuntándome. Por suerte aquella parte del barco daba a una amplia ventana desde la que podía ver un elegante camarote vacío, por su aspecto seguramente perteneciera al capitán de la tripulación, por lo que no dudé ni un segundo y golpeando la venta con el pie de forma repetida, rompí los cristales y entre en el interior.

—Es hora de preparar algunos piratas a la plancha —sonreí conjurando un Piro en mi mano listo para quemar a cualquiera que se atreviera a cruzar la puerta al camarote.

[Suzume Mizuno]

Fátima no tuvo demasiado tiempo de contemplar la cubierta del barco, no sólo porque estaba todo oscuro y apenas sí había lámparas de aceite que lo iluminaran, sino porque la mujer la llevó al castillo de popa sin quitarle la mano de encima. La chica no dejaba de maldecir para sus adentros, porque había visto cómo levantaban la pasarela y, aunque siempre quedaba la opción de saltar por la borda y caer al mar, no le hacía nada de gracia la idea.

—C-capitana —farfulló mientras subían las escaleras. Había unas pocas mujeres en el barco, todas vestidas de forma parecida a la capitana, vamos, como hombres, y las miraban con sincera curiosidad—. La verdad es que tengo un amigo en el puerto y si esperáramos…

—¿Hay más de vosotros por aquí? —la mujer hizo una mueca de desagrado y Fátima tuvo que contenerse para no soltar un resoplido.

¡Si tan poco le gustaban, que la dejara en paz!

—Sí y me gustaría esperarle, así tendríamos más posibilidades de…

La mujer abrió la puerta y la empujó dentro del camarote. En ese momento hubo un restallido de luz y Fátima se echó al suelo en un acto reflejo, escuchando el característico sonido de las llamas al pasar una bola de fuego a toda velocidad por encima de ella.

Levantó la vista. Sólo vio el sombrero, pero le sirvió para reconocer a Alec. También reconoció el sonido de la pistola de la mujer. Fátima se incorporó de un salto y empujó la mano de la mujer hacia un lado mientras gritaba:

—¡No! ¡Es mi compañero!

La pirata no disparó, pero hizo amago de golpear a Fátima y apartarla del camino hasta que escuchó la palabra ó la palabra «compañero». Sus ojos iracundos viajaron de Fátima a Alec y dijo con un tono peligroso:

—¿Y qué hace tu amigo intentando matarme?

—¡Ha sido una equivocación! —Fátima pidió ayuda a Alec con la mirada—. ¿Verdad?

¡Ojalá tuviera un buen motivo o los dos recibirían un tiro en la cabeza!

Durante los siguientes minutos pareció que la mujer se debatía entre matarlos allí mismo, echarlos a patadas de su barco o dejarles vivir. Finalmente pareció que triunfó el pragmatismo, porque se sentó en su silla y apoyó los pies en la mesa —clavados al suelo para que no se desplazaran durante las travesías— y dijo sucintamente:

—Hay un barco de esos horribles demonios atacando la costa. No nos dejan viajar con tranquilidad y han hundido muchos navíos, incluidos dos que intentaron destruirlo. Así que nos toca a nosotras acabar con ellos. Habrá una buena recompensa, así que si nos ayudáis recibiréis unas cuantas monedas de oro, si no morís por el camino, claro —esbozó una sonrisa afilada—. ¿Qué decís?

Fátima se acercó a Alec y cuchicheó en su oído:

—Al menos no tendríamos que estar volando con los glider y estaremos en mayor igualdad de condiciones…

Esperó a escuchar la respuesta del joven y después se volvió hacia la mujer, asintiendo.

—Aceptamos.

—Bien. ¡Bienvenidos al Sombra de Luna! Ahora largaos a buscar algún sitio de la bodega donde dormir antes de que zarpemos y dejad de llenar mi camarote con olor a pescado.

[LightHelco]

Nada más ver entrar a alguien por la puerta lancé mi ataque. Este pasó rozando por encima de la primera persona que entró en el camarote y la segunda consiguió esquivarlo por los pelos, por lo que el hechizó acabo perdiéndose en la cubierta del barco en donde ya no podía verlo.

—Vaya, he falla… ¡Fátima! —exclamé al reconocer a la figura que había caído al suelo, pero antes de poder ir hacia ella, escuché un ruido metálico por lo que alcé la vista para encontrarme con la persona que había raptado a mi compañera apuntándome con una pistola — ¿Amenazándome? Ten por seguro que como dispares mi siguiente ataque no fallará.

Una nueva esfera de fuego apareció en mi mano lista para cuando el pirata actuase, el cual me sorprendió un poco al comienzo, ya que al mirarle directamente a la cara descubrí que era una mujer y no un hombre tal y como había pensado en un comienzo. Bueno, tampoco iba a diferenciar entre los sexos de los piratas que atacaban a mis aliados.

—¡No! ¡Es mi compañero! —se interpuso Fátima apartando el cañón de la mujer.

No entendía aquello ¿Fátima estaba con la pirata? Se la había llevado a arrastras y después empujado a la habitación ¿cómo podía tratarla como a una aliada? Aumenté un poco el tamaño de las llamas amenazante, no sabía muy bien de que iba a aquello todo, pero como esa pirata tocase a mi compañera la mandaría directa al infierno.

—¿Y qué hace tu amigo intentando matarme?

—La pregunta correcta sería, qué haces tú arrastrando a mi compañera este sucio barco.

—¡Ha sido una equivocación! —la joven me miró entonces rogándome que me detuviese —. ¿Verdad?

Me quedé unos segundos en silencio, aun con la esfera de fuego en la mano, pero viendo que la muchacha no buscaba que la pirata y yo nos matásemos, hice que el fuego se desvaneciera de mi mano y relajé los músculos para mirar otra nuevamente a la mayor.

—Sí, la ha sido, pensaba que ella te había llevado al barco por la fuerza, veo que solo ha sido un trato algo burro —dije finalmente llevándome las manos a los bolsillos, aun así seguía sin fiarme de la pirata.

La pirata esperó unos minutos más indecisa en si matarnos o no, pero al final guardó su arma y fue hacia la mesa que se encontraba en medio del camarote. Mientras la mujer se había movido hasta allí aproveche para volver con Fátima y preguntarle por lo bajo si se encontraba bien.

—Hay un barco de esos horribles demonios atacando la costa —volvió a hablar la pirata, la cual parecía que no tenía ni media intención de darnos su nombre —. No nos dejan viajar con tranquilidad y han hundido muchos navíos, incluidos dos que intentaron destruirlo. Así que nos toca a nosotras acabar con ellos. Habrá una buena recompensa, así que si nos ayudáis recibiréis unas cuantas monedas de oro, si no morís por el camino, claro —la vi sonreír con malicia, aunque yo tampoco pude reprimir una sonrisa igual. Muy desencaminada estaba si creía que iba a dejar que un simple galeón pirata volador con una veintena de cañones por banda me quitase la vida —. ¿Qué decís?

Fátima entonces me cuchicheó algo al oído a lo que asentí en gran parte de acuerdo, la verdad es que me llamaba más el luchar sobre una cubierta de barco en la que había bastante madera en la que pisar y menos posibilidad de caer al agua, que el estar ingeniándomelas en todo momento para esquivar las malditas balas del barco. La peor parte iba a ser tener que aguantar a esa pirata.

—Bien, aceptamos lo de ir con ella, pero no creas que voy a ser Don alegrías con esa mujer —le respondí por lo bajo para que solo ella me escuchase.

La joven le comunicó a la pirata nuestra decisión rápidamente.

—Bien. ¡Bienvenidos al Sombra de Luna! Ahora largaos a buscar algún sitio de la bodega donde dormir antes de que zarpemos y dejad de llenar mi camarote con olor a pescado.

—Con gusto lo haremos, capitana —la forma en la que escupí aquella última palabra esperaba que le hubiese dejado claro a aquella mujer que solo estaba allí por compartir el mismo objetivo —. Venga, Fátima, será mejor que nos echemos pronto, diría que he agotado toda mi magia para llegar hasta aquí.

Salimos del camarote y buscamos la bodega, la cual no fue muy difícil de hallar, ya que se encontraba en una puerta bajo el camarote de la capitana. Entrar dentro fue bastante chocante, en la cubierta no había visto a muchos piratas, pero aquel lugar estaba infestado y lo mejor de todo es que muchos integrantes de la tripulación eran mujeres, algo que se me hacía raro ya que en las historias que había leído no solía haber más que una o dos.

—No sé como de incomodo me va a resultar esto —refunfuñé por lo bajo buscando algún hueco donde tumbarnos Fátima y yo —. Al final si has conseguido que tengamos que dormir en la misma habitación.

No se lo había dicho a malas aquello último, ya que lo había acompañado de una pequeña risa, pero me resultaba cómico que tras haber intentado no dormir junto a una mujer, me iba a tocar compartir bodega junto a veinte o más. Esperaba que ninguna se fijara en nosotros, no estaba interesado para nada en humanas y mucho menos en ladronas.

[Suzume Mizuno]

—Con gusto lo haremos, capitana —Fátima cerró los ojos cuando escuchó el tono de Alec y cruzó los dedos a la espalda, esperando que la mujer se lo pasara por alto—. Venga, Fátima, será mejor que nos echemos pronto, diría que he agotado toda mi magia para llegar hasta aquí.

Fátima miró una vez por encima del hombro hacia la extraña mujer, y luego se apresuró a ir detrás de Alec. Cuando le alcanzó cuchicheó:

—Me alegra ver que estás bien. Disculpa por todo este lío… Pero cuando me ofreció luchar en el barco, aparte de que parecía dispuesta a pegarme un tiro por la espalda, pensé que era una buena oportunidad.

Al recorrer el barco, que se iba llenando poco a poco, Fátima se quedó con los ojos como platos al ver que parecía estar compuesto exclusivamente por mujeres. Ya no era que hubiera un par —lo cual ya resultaría extraño de por sí—, sino que el único hombre parecía ser Alec…

Fátima estaba desconcertada y se dijo que aquello no podía ser: ¡tendría que leer algo más sobre aquel mundo! La verdad era que tampoco se había interesado más de lo necesario por los piratas, pero… ¡Una tripulación compuesta por mujeres! ¡No se lo podía creer! De no haber sido por las miradas hostiles —o que albergaban otros sentimientos no demasiado puros, dirigidas a Alec—, Fátima habría pensado que aquello era maravilloso.

Pero no debía olvidar que esas mujeres bien podían rebanarle la garganta. Eran piratas, después de todo.

Bajaron a las bodegas y entonces escuchó farfullar a Alec:

— No sé como de incómodo me va a resultar esto. Al final si has conseguido que tengamos que dormir en la misma habitación.

Fátima soltó una risita maliciosa.

—No te preocupes, no te meteré mano.

Aunque no podía hablar por el resto de las mujeres. Encontraron al final un lugar apartado y Fátima, ojeando al resto de la tripulación, comprobó que dormían en hamacas. Tras buscar, encontraron unas cuantas agrupadas contra una pared y Fátima comentó con sorna:

—Vaya, al final no vamos a tener que dormir tan juntos.

Colgó la suya y echó una mano a Alec con la otra y luego se acostó con un resoplido de cansancio. La tela era áspera y hacía un poco de daño, pero estaba tan cansada que no le importó. Incluso ignoró el intenso olor de la bodega, a humanidad y a otro tipo de fluidos, además de algo de podredumbre.

Se despertó pocas horas después con la sensación de que acababa de acostarse por culpa de una mujer, que les sacudió a ella y a Alec hasta tirarlos al suelo:

—¡La capitana Ana Lucía os llama! ¡Subid a cubierta ya!

Fátima gruñó mientras se incorporaba, con el codo dolorido por la caída, y masculló:

—Yo hoy mato a alguien.

La mujer soltó una carcajada burlona.

—¡Ya tendrás tiempo de matar demonios! ¡Y ahora, arriba! —la cogió por el cogote y la empujó escaleras arriba. Se volvió para hacer lo mismo con Alec—. ¡La capitana es capaz de meteros un tiro por la boca si no os dais prisa!

La chica obedeció, no demasiado sorprendida por la brusquedad de la mujer —que tampoco se diferenciaba tanto de cómo les trataban en su hogar—, porque no parecía que fuera ella la que quisiera pegarles un balazo. Subió por las escaleras, que crujieron bajo su peso, y se cubrió los ojos con una mano cuando el sol le golpeó en la cara.

La cubierta estaba llena de actividad; las mujeres iban de un lado a otro trabajando a las órdenes que ladraban las oficiales. Fátima, que todavía se sorprendía de haber conseguido dormirse a pesar de los bandazos que pegaba el galeón, corrió a aferrarse a una barandilla pues el barco luchaba contra las olas y el viento azotaba las velas, a medio desplegar, mientras se alejaban de la costa.

—¡Alec! —llamó al chico, obligándose a mantenerse firme pese al incipiente mareo. ¡Menos mal que no había comido nada!—. ¡Tenemos que avisar a Ana Lucía de que el barco vuela! ¡Quién sabe lo que intentarán hacer los Sincorazón si encuentran un galeón como enemigo!

La cosa era buscar a Ana Lucía. Buscó a su alrededor y la localizó en el castillo de popa, encasquetándose el sombrero, aferrada a la baranda y mirando con concentración al frente, como si esperara que los enemigos atacaran de un momento a otro…

[LightHelco]

—Vaya, al final no vamos a tener que dormir tan juntos —bromeó Fátima ayudándome a montar mi propia hamaca.

En cuanto estuvo bien sujeta, me quité el sombrero y me tumbé de un salto en la hamaca con ganas de dormir cuanto antes para recuperar fuerzas, al intentar encender una pequeña llama con mis dedos me había dado cuenta de que realmente si había agotado toda mi magia, por lo que iba a necesitar un buen descanso para recuperarla y no sabía si iba a ser fácil con todas aquellas piratas mirándome de forma tan… extraña.

La noche fue más tranquila de lo que pensé al principio, parece que ninguna de las piratas intentó atentar contra nosotros por la noche, siquiera llevar a cabo el mensaje que todas aquellas piratas me habían enviado con sus miradas al vernos. Seguramente la capitana tuviese mejor control de su barco de lo que pensaba.

O quizás hubiese sido cosa del despertador humano que insistió en levantarnos a base de que besáramos el suelo.

—¡La capitana Ana Lucía os llama! ¡Subid a cubierta ya!

—Se nota que el tema de los modales aquí se controla muy poco —gruñí entre dientes sacando mi sombrero y colocándomelo nuevamente.

Fui a limpiar un poco el traje debido a que se había manchado al caerme de la hamaca, cuando sentí como la mujer que nos había despertado me empujaba escaleras arriba con la misma brusquedad de la que había hecho gala segundos antes para tirarnos de nuestras camas.

— ¡La capitana es capaz de meteros un tiro por la boca si no os dais prisa!

Y yo era capaz de quemarla viva cual bruja de la edad media si se le ocurría siquiera apuntarnos con aquella pistola, solo estaba ahí para que nos ayudasen a vencer al sincorazón galeón y porque parecía que Fátima tenía algo de confianza en ellas, pero por mi se podía ir todo el barco a pique.

Al contrario que durante la noche, la cubierta se encontraba llena de actividad a esa hora del día, piratas andaban de un lado a otro preparando las velas y el resto del barco para hacerlo zarpar, aunque había algunas que les había tocado la tarea de limpiar parte de la cubierta.

—¡Alec! —me llamó Fátima antes de que nos reuniéramos con la capitana —. ¡Tenemos que avisar a Ana Lucía de que el barco vuela! ¡Quién sabe lo que intentarán hacer los Sincorazón si encuentran un galeón como enemigo!

Bueno, en algo tenía razón, no estábamos seguros si al sincorazón le gustaba nadar o siempre se movía por el aire, por lo que iba a ser importante avisarlas de que el enemigo podía llegar desde el cielo, ya que habíamos visto al galeón volar bastante alto para el tamaño que tenía.

—Creo que voy a dejarte el tema de los avisos a ti, tengo la sensación de que si empiezo a intercambiar palabras con esa mujer una vela acabará en llamas —le pedí con tono de burla, aunque fuese cierto que temía volver a encontrarnos como durante la noche amenazándonos con freírnos y volarnos los sesos.

[Suzume Mizuno]

—Creo que voy a dejarte el tema de los avisos a ti, tengo la sensación de que si empiezo a intercambiar palabras con esa mujer una vela acabará en llamas.

Fátima asintió, un poco a regañadientes porque no consideraba que ella fuera a estar mucho más a salvo que él —la tal Ana Lucía parecía valorar en bien poco la vida, al menos por las palabras de esa pirata—. Aun así, se dirigió hacia las escaleras que llevaban al castillo de proa, sintiéndose estúpida porque no podía evitar dar tumbos con el movimiento de la cubierta.

—¡Capitana! —exclamó cuando llegó al final de la escalera.

—¿Qué queréis, mocosos? Daos prisa y no me hagáis perder tiempo —respondió Ana Lucía sin dirigirles la mirada, que seguía clavada en el horizonte.

—¡Es sobre el barco enemigo, capitana!

Y le explicó sucintamente que se habían enfrentado al barco-demonio, como lo denominó para que se le hiciera más fácil de entender a la pirata. Iba encogiéndose más y más a medida que la fría mirada de la mujer se clavaba en ella, pero consiguió terminar su exposición sin que le fallara la voz.

—Qué callado os teníais lo del barco —comentó Ana Lucía, arqueando una ceja. Fátima se mordió los labios para evitar responder que de todas formas no les había dado tiempo a decir nada—. ¿Y decís que vuela? Me cuesta creerlo —se cruzó de brazos y agravó la voz—: Realmente es algo demoníaco y antinatural.

»Habéis hecho bien en decírmelo. Atacaremos en cuanto lo veamos: no dejaré que se acerque a nosotros.

Y les hizo un gesto para que se retiraran.

Fátima bajó de nuevo por las escaleras y cuchicheó con Alec:

— Espero que pueda hacer lo que dice. Tengo miedo de que los Sincorazón intenten embestirnos sin más…

Y no estaba segura de que, contando con la velocidad antinatural del falso barco, fueran a conseguir esquivarlo. Así que Ana Lucía tenía razón; debían estar atentos y atacarlo en cuanto lo vieran. Por ello se situaron cerca de la proa, intentando esquivar a las mujeres que iban de un lado para otro trabajando sin descanso en desplegar las velas al ritmo de canciones, arreglar desperfectos, limpiar la cubierta…

El sol se fue levantando poco a poco en el horizonte y el fresco aire de la mañana se fue caldeando hasta que…

—¡Barco a la vista! —rugió la vigía.

Todas las mujeres se quedaron en silencio, mientras Ana Lucía extendía un catalejo y buscaba a lo lejos. Fátima trató de mirar por la borda y le pareció descubrir una sombra que se movía rápidamente hacia ellos.

—¡Todas a sus puestos de combate! ¡Vamos, vamos! ¡Tenemos unos demonios que destruir!

****

—¡No puedo creerlo! —exclamó Fátima, una mezcla de desesperación e indignación cuando el barco Sincorazón estuvo a la vista de todos los miembros del Sombra de Luna.

Todos los cañones que habían destruido el día anterior, ¡habían vuelto a aparecer!

—¡A babor! —gritaba Ana Lucía—. ¡Destruyamos sus cañones!

Fátima se volvió hacia Alec y exclamó:

—¡No gastes tu magia hasta que nos hayamos acercado lo suficiente! La vamos a necesitar.

Y entonces restallaron los cañones. Fátima se cubrió los oídos mientras el olor de la pólvora le destrozaba la nariz y le lagrimeaban los ojos. Las mujeres soltaron un grito colectivo de victoria y al mirar mejor vio que la proa del barco enemigo humeaba. A cambio, cada vez estaba más y más cerca, con aquella construcción que se asemejaba a una siniestra apuntando su bauprés metálico hacia ellos.

Y Fátima comprendió, con horror, que pretendía atravesarlos.

—¡Dispara al bauprés, Alec! —gritó, materializando su Llave Espada y lanzando unos cuantos Piro y Aqua.

¡Tenían que destruirlo antes de que les alcanzara!

[LightHelco]

Subimos los dos por las escaleras que llevaban hasta el lugar donde se encontraba Ana Lucia dirigiendo el barco. En cuanto estuvimos bastante cerca, Fátima llamó a la mujer a lo que nos contestó de forma borde haciendo que soltara un suspiro y empezara a bajar las pequeñas escaleras.

—Habla tu a solas con ella, no voy a aguantar que me insulten —le informé a la portadora dirigiéndome de vuelta a la cubierta, al menos las otras piratas solo me dirigían miradas.

Desde allí me quedé mirando al mar azul que ahora atravesábamos, era la primera vez que montaba en barco y aunque el lugar no era muy hospitalario, la sensación que sentía cuando el barco era zarandeado por las olas me resultaba relajante. Había pensado y todo que llegaría a marearme, pero no, viajar en barco estaba bastante bien.

De vez en cuando miraba hacia las dos mujeres que estaban hablando en donde el timón, más lo que más me interesaba en aquel momento era una teoría que llevaba planteando durante la noche anterior sobre el sincorazón-galeón. Era muy raro que esos monstruos hubiesen construido un barco para navegar, pero aun así el pensar que ese navío era una criatura biológica con su propio corazón me resultaba curioso. Si el barco era realmente uno de los monstruos, tendría un punto débil que nos llevase a su corazón.

Aun planteándome aquella teoría, vi a Fátima bajar del lugar y dirigirse a mí para cuchichearme algo.

—Espero que pueda hacer lo que dice. Tengo miedo de que los Sincorazón intenten embestirnos sin más…

Entendía su preocupación, comparando a la velocidad que se movía el barco de Ana Lucia, el sincorazón era una Nave Gumi por lo que podían intentar embestirnos de frente y partir el barco en dos, aunque aquel navío parecía bastante resistente y los monstruos podrían arriesgarse a ver su barco hundido también.

—Si intentan hacerlo tú te encargas de salvarme de que me muera ahogado —le respondí fijando la vista en el mar, una de las piratas había dado la alerta de un barco aproximándose y por lo que Fátima me había dicho de ese mundo, podía ser desde un barco mercante hasta nuestro sincorazón, así que mejor estar preparados.

***

—¡No puedo creerlo!

—Confirmado, esa cosa es biológica —añadí a la exclamación de Fátima al ver que todos los cañones que habíamos destruido el día anterior se habían regenerado y volvían estar funcionales.

Por todo el barco se podían escuchar las ordenes que gritaba Ana Lucia a su tripulación y también se hacía entretenido ver como las piratas trabajaban con tanta rapidez para mantener a su capitana contenta.

—¡No gastes tu magia hasta que nos hayamos acercado lo suficiente! La vamos a necesitar —se volvió Fátima para decirme antes de que nos enzarzáramos con el monstruo.

—Gaww, eso es como pedirle a un escritor que no escriba hasta que se le ocurra un bombazo.

Haciendo caso a mi compañera, únicamente invoqué la Llave Espada tomando también un trozo de cuerda que había cerca de mi posición para formar con ella un cinturón improvisado por si tenía que guardar el arma. Preparado para atacar esperé a cualquier señal, mientras balas de cañón y restos de pólvora cubrían el lugar y dificultaban en parte la visión. Pronto pudimos escuchar algunos gritos de victoria por parte de las piratas y es que los cañones habían conseguido alcanzar y dañar al monstruo, más ahora parecía que teníamos un nuevo problema con una punta muy afilada.

—¡Dispara al bauprés, Alec! —gritó la joven a lo que rápidamente guardé la Llave Espada y cargué energía en mis manos creando dos esferas de fuego.

—No hace falta que lo repitas —le hice saber intentando aumentar la potencia de aquellas dos llamas, aun no estaba listo para alcanzar el siguiente nivel del hechizo Piro, pero iba a intentar que fuese lo más potente posible —. Preparen. Apunten ¡FUEGO!

Lancé las dos esferas una detrás de otra consiguiendo acertar en el objetivo y junto a los ataques que había usado Fátima destrozarlo lo suficiente para que dejara de resultar una amenaza para el Sombra de Luna.

Frustrado su intentó de partir el barco en dos, el sincorazón-galeón preparó unos enormes cañones sobre su cubierta para listo para derribar los mástiles del Sombra de Luna. Una horda de fantasmas de tamaño pequeño empezó a emerger desde el barco listos para abordar nuestro navío. Aquellos sincorazón no parecían muy poderosos, pero podían servir de distracción para el galeón y así impedir a las piratas recargar los cañones de los que disponíamos.

Intenté localizar alguna otra posible arma que tuviese prepara el monstruo, cuando me fijé en un pequeño brillo que escapó desde el mascarón de proa de este. ¡Estaba protegiendo algo! No estaba seguro de si Fátima lo había llegado a ver, pero si la teoría que había estado planteando hasta el momento era cierta, el galeón guardaba un corazón en algún lado.

—¡Ana Lucia! —grité subiendo rápidamente por las escaleras hasta ella —. Ese barco es un ser biológico, su corazón debe de estar en algún lado en su interior —le informé no perdiendo de vista lo que fuera a hacer el sincorazón —. Puedo intentar entrar dentro y destruirlo desde allí, pero necesito a alguien que me ayude en esa tarea, la cubierta y sobretodo su interior estarán plagados de esos monstruos.

Esperaba que la mujer me contestara pronto y me ayudase a poder abordar el galeón o si no podríamos ver el final del Sombra de Luna aquel día.

[Suzume Mizuno]

—Preparen. Apunten ¡FUEGO!

Fátima soltó un grito de triunfo cuando sus ataques combinados destrozaron el bauprés enemigo, prácticamente desintegrándolo. El galeón enemigo frenó ahora que había sido despojado de su arma y giró a babor para encararles con sus cañones. La chica se llevó una buena sorpresa al ver que una especie de fantasmas salían disparados contra ellos. Comprendió que pretendían hacerles perder el tiempo y, una vez hizo desvanecerse al primero de un par de golpes, no les prestó mucha más atención pues las piratas supieron ocuparse de ellos sin demasiados problemas. Sólo se separó de Alec para ayudar a una mujer a la que habían derribado y después volvió apresuradamente con su compañero, que tenía la mirada clavada en el barco-Sincorazón.

—¿Qué pasa? —preguntó, con la voz ronca por el miedo.

La adrenalina se estaba apoderando de su cuerpo y cada vez le resultaba más frustrante que los Sincorazón estuviesen tan lejos. ¡No quería gastar inútilmente su magia disparando desde lejos…!

De pronto, Alec salió corriendo hacia el castillo de popa, gritando:

—¡Ana Lucia!

Sin entender nada, se apresuró a ir detrás de él esquivando a los irritantes fantasmas y haciendo desaparecer a dos por el camino.

Cuando llegó al lado de ambos, trató de escuchar por encima de los gritos, del ruido de las olas y los disparos:

—Ese barco es un ser biológico, su corazón debe de estar en algún lado en su interior —Ana Lucía, que había hecho amago de golpear al joven por interrumpirla en medio del combate, se quedó mirándole fijamente.

—Sigue —ordenó, sin perder tiempo en preguntas estúpidas.

— Puedo intentar entrar dentro y destruirlo desde allí, pero necesito a alguien que me ayude en esa tarea, la cubierta y sobretodo su interior estarán plagados de esos monstruos.

—¡Pero eso es una locura, Alec! —exclamó Fátima.

Ana Lucía se giró hacia el barco y lo examinó unos instantes antes de decir:

—Para acercarnos lo suficiente tenemos que destruir sus cañones. ¡Espero que sea verdad lo que dices, mocoso! —Ana Lucía esbozó una sonrisa agresiva—: ¡Preparad los cañones! ¡Borda contra borda! —las mujeres se precipitaron a obedecer sus órdenes; con brusquedad, luchando contra las olas, el Sombra de Luna gimió de arriba abajo mientras giraba, ofreciendo poco a poco toda su borda al enemigo. Durante unos segundos, nadie emitió una palabra, todas se mantuvieron en un silencio ominoso mientras esperaban a que la postura fuera la correcta… Fátima no dejaba de mirar a Alec, a Ana Lucía, y al barco Sincorazón, y de nuevo a empezar. ¿De verdad iban a lanzarse a la boca del lobo? Ana Lucía levantó una mano y rugió:— ¡FUEGO!

Los cañones restallaron con violencia y durante varios minutos la pólvora llenó el aire y cortinas de humo impidieron que se viera nada más que sombras confusas. Fátima vio varias mujeres retorciéndose de dolor en el suelo y parte de la borda destrozada, pero apartó la vista, con el estómago revuelto.

—Estás loco —dijo entonces a Alec con una sonrisa forzada—. Pero voy contigo.

—¡Al abordaje! —ordenó Ana Lucía. Se volvió hacia Alec y le hizo un gesto brusco: era él quien tenía que mostrarles el camino, pero estaba claro que la capitana lo seguiría.

Fátima no pudo evitar sentir alivio: la mujer parecía ser muy fuerte. No estarían solos en aquella locura.

Hizo un Doble Salto y se precipitó a la cubierta contraria.