Malik: Trama Sombra de Luna >> Encuentro El regalo de Mujer Oso
Fátima: Trama Se acerca el Invierno >> Encuentro El regalo de Mujer Oso

Existía una leyenda en Tierra de Partida, que decía que la Maestra Lyn concedía días libres una vez al mes y que, si tenías suerte, podías librarte de tener que pelear contra ella para que te los concediera. Malik no sabía si eso era verdad o sólo un rumor tonto que circulaba por el castillo, pero estaba decidido a averiguarlo.
Tres horas después de intentarlo se estaba arrepintiendo un poco mientras se frotaba las contusiones, pero al menos había conseguido dos días para hacer lo que él quisiera.
Tenía que aprovecharlos al máximo.
La verdad era que su maestra había estado ocupada con otros asuntos y otros aprendices, y él había tenido que buscarse cosas que hacer después de volver de Agrabah. Sin embargo no era como si no tuviera nada…
Todavía le acosaban los sueños y el recuerdo de ese anciano en aquella remota playa, que nunca lograba identificar. Más intrigado aún por haber probado el sabor del mar en Port Royal, Malik había estado buscando información en la biblioteca durante días, sin conseguir encontrar nada relevante. Sin ayuda externa o una guía, tardaría mucho tiempo en identificar lo que buscaba.
¿Y qué era exactamente lo que buscaba? Ni siquiera podía contestar a esa pregunta.
«Sólo sé que esa playa existe, debe existir. Si la encuentro quizá… ».
Quizá ese anciano volvería a aparecer en su mente. Y podrían volver a hablar. Quería saber por qué soñaba con el océano desde que era niño, por qué tenía recuerdos de un Mundo diferente a Agrabah cuando él no había tenido constancia de su existencia en aquel entonces. Quería saber…
Saber, ese era su problema. La curiosidad. El afán de conocerlo todo, de investigar, probar cosas nuevas. Parte de esa naturaleza había sido la que le había impulsado a aceptar el ofrecimiento de Lyn de convertirse en aprendiz, lo admitía.
Por eso necesitaba volver a ver a ese hombre, y preguntarle qué era todo aquello y por qué estaba dentro de su cabeza. Y para ello, lo primero era encontrar esa playa.
Su objetivo entonces sería visitar los Mundos que tuvieran playas y mar, para ver cual era con la que soñaba. El tiempo lo tenía, y en sus días de investigación se había hecho una lista de Mundos que poseían lo que buscaba. No eran muchos, y uno estaba parcialmente descartado.
Tendría que probarlos todos.
Su primera parada sería Nunca Jamás, un mundo que por lo que había leído, era bastante más tranquilo que los que había visitado hasta entonces, en dónde los habitantes no sufrían cambios, no crecían... No se sufrían plagas de sincorazón, y sus únicos problemas eran presumiblemente internos, entre los piratas y los indios, los llamados niños perdidos, o las propias hadas...
La mañana de su «salida» amaneció despejada, una buena señal quizá, de que podría irle bien en el viaje. Se había levantado temprano y tomado su tiempo para desayunar fuerte, en vistas de que era posible que no volviera hasta el día siguiente. Ninguno de los demás aprendices madrugadores le prestó atención. Muchas veces se preguntaba si sólo por el hecho de ser más mayor, los demás deslizaban la vista por encima, sin verle. No es que le molestase, pero a veces… se sentía aislado.
Hacía varios días que no sabía nada de Nadhia o Fátima, que tras su última aventura en Agrabah, parecían haberse vaporizado. Quizá era un poco precipitado llamarles amigas, pero era lo único que tenía en ese lugar, aparte de Mordisquitos, Kousen o Jess, la chica de Port Royal.
O incluso su maestra.
«Pero ellos son más fuertes que yo, estarán haciendo algo importante».
Chasqueó la lengua mientras bajaba las escaleras que comunicaban la puerta principal del castillo con los jardines delanteros. La luz del sol aún era suave y acariciaba la piel a través de las hojas de los árboles.
«Tsk, ¿recuerdas El Viaje, o lo que pasó en La Red, o Port Royal…. o…? No soy tan fuerte, ¿y si pasa algo?»
Y pensando en eso fue cuando se dio cuenta de que hasta la fecha, nunca había ido solo a ningún sitio todavía, y sintió vértigo. Se detuvo casi en seco al ponderarlo, y se terminó sentando en los escalones, un tanto abatido.
Todavía no era tan fuerte, sería una insensatez irse por su cuenta, a tentar a la suerte. Ni siquiera podía hacer magia, si resultaba herido por cualquier motivo, estaría a merced de cualquiera… Bueno, en su vida en Agrabah había pasado por bastantes dificultades, pero en Tierra de Partida decían que la luz del corazón de un portador atraía más fuertemente a los sincorazones, y él lo había comprobado.
Y de acuerdo, su experiencia en combate real contra ellos no era la mejor, siempre había estado alguien con él, pero…
«Aunque sería un idiota si sólo corriera como un loco sin estar mejor preparado».
De modo que empezó a meditar sobre a quién podría pedirle soporte en su viaje. El problema era… que en el fondo no quería, porque aunque la razón le dijese que era peligroso, el orgullo quería demostrarle al mundo que podía hacerlo bien él solo.
Y la soberbia era uno de sus peores defectos.