[País de Nunca Jamás] El regalo de Mujer Oso

Encuentro de Fátima y Malik

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Re: [País de Nunca Jamás] El regalo de Mujer Oso

Notapor Suzume Mizuno » Jue Mar 06, 2014 10:05 pm

Quisiera darle las gracias por lo que ha hecho.

Fátima asintió, de acuerdo con su compañero, mientras examinaba a la mujer con interés, con cientos de preguntas bullendo en su interior. ¿Por qué era rubia? ¿Acaso había formado parte de la tripulación pirata? Era lo único que se le ocurría, pues los bucaneros eran claramente distintos de los indios.

Mujer Oso les dedicó una sonrisa amable que removió a Fátima por dentro. Era como estar frente a la encantadora abuela que todo el mundo quiere tener, que te escucha y aconseja sin grandes reproches, pero con buen juicio.

No es necesario que lo hagas, es lo que debía hacer… No podía permitir que Pájaro Negro matase a dos aprendices de Tierra de Partida, o al menos lo intentara, ¿verdad?

Aquellas palabras la dejaron de piedra. Durante unos segundos no supo bien cómo reaccionar y miró por el rabillo del ojo a Malik, que se limitó a dar un sorbo de su vaso. Fátima sintió una punzada de envidia. ¡Ojalá también tuviera aquel aplomo! Pero en seguida dejó de prestar atención a su compañero y volvió a mirar a la mujer con los ojos abiertos de par en par, sin saber cómo reaccionar. ¿Por qué conocía la sede de los Caballeros? ¿Por qué sabía que…?

¿Por qué?

Seguro que tenéis muchas preguntas que hacer, así que iremos una por una, ¿de acuerdo? Tenemos tiempo hasta la noche —señaló Mujer Oso.

Perfecto —balbució Fátima—. Entonces, ¿cómo es que…?

¿Qué pasa de noche? —se le adelantó Malik.

Fátima cerró la boca. También era una buena pregunta.

Pájaro Negro os dará a fumar la Pipa de la Paz —Fátima arrugó la nariz. No le gustaba el olor de los cigarros ni las pipas— y puede que os honre con una pequeña ceremonia. Y probablemente os pidan que hagáis algo de magia otra vez.

Entiendo…

No se preocupe —dijo Fátima, lamentando la expresión de Malik. Era una pena que no supiese manejar su magia, con su paciencia y tesón, seguramente podría llegar a ser un gran mago…—. De eso me encargo yo.

Entiendo Está bien… ¿Cómo sabe lo que somos y de dónde venimos? —inquirió al fin Malik.
Fátima clavó los ojos con intensidad en Mujer Oso, que revolvía su caldo con naturalidad, sin mostrarse incómoda por la pregunta. Sintió la boca seca y tuvo que reprimirse para no buscar de nuevo su vaso y aclararse la garganta. ¿Acaso sería… una enemiga?

Bueno, como podéis ver… —con un gesto, se señaló a sí misma y Fátima comprendió que se refería a su piel, a sus ojos, a su cabello—, no pertenezco a la tribu, racialmente hablando. Provengo de otro Mundo —se le escapó una exclamación ahogada de sorpresa— y sé algunas cosas, y cuando oí los cotilleos sobre extraños con armas de forma aún más extraña no pude evitar pensar… «¿Serán caballeros de Llave-Espada?».

Tenía sentido. Sí, había gente, como Simon, que no pertenecía a la Orden pero viajaban entre los mundos. Se relajó imperceptiblemente. Por un momento había temido que Mujer Oso tuviera algo que ver con Bastión Hueco —aunque, pensándolo bien, entonces no les habría salvado la vida—.

Comprendo…

No me equivoqué entonces, ¿verdad?

No, no lo hizo…

Fátima meneó la cabeza, dando también su confirmación.

Pero, ¿es eso posible? —preguntó Malik—. Quiero decir, nos enseñan que nadie aparte de la Orden conoce la existencia de Mundos dispares.

Eso no es completamente cierto —apuntó Fátima—. Cualquiera que tenga una nave gumi puede viajar entre los mundos, aunque no es algo que esté al alcance de todos… Y a veces trae problemas —agachó un poco a la cabeza ante Mujer Oso—. No quiero decir que usted sea… problemática, señora, pero los Caballeros…

Tienen que ocuparse de la seguridad de los mundos, lo sé —la calmó la anciana con un movimiento de la mano—. Nunca he revelado de donde vengo ni tampoco he tratado de alterar las bases de este mundo. Conozco las normas.

Fátima miró a Malik y asintió con la cabeza, todavía sorprendida, porque seguía sin comprender cómo Mujer Oso había acabado en aquel lugar.

Pero no sabía si debería preguntárselo directamente. Quizás sería demasiado lanzado por su parte. O no, pues les había asegurado que solucionaría todas sus dudas, ¿verdad?

Abrió y cerró la boca un par de veces antes de decidirse a preguntar:

Señora… Eh… Mujer Oso —farfulló, preguntándose cómo se dirigirían los jóvenes en aquella tribu a los ancianos—. ¿De qué mundo proviene usted?

Mujer Oso sonrió y las comisuras de sus labios y sus ojos se arrugaron.

Ah, hacía tanto que no mencionaba su nombre en voz alta… Nací en Ciudad de Paso, mucho antes de que ninguno de vosotros fuera un proyecto en la mente de vuestros padres. Es posible que ni ellos lo fueran —soltó una risita—. Hay tantos mundos donde los padres son tan jóvenes…

¡Ciudad de Paso! —repitió Fátima. ¡Eso tenía ya más sentido! A aquel lugar iban a parar muchas personas de distintos mundos. Mujer Oso podía haber tenido consciencia de la existencia de los mismos desde muy pequeña. ¡Y era un buen lugar para hacerse con una nave gumi! Pero eso no respondía a muchas preguntas. Sin embargo, muchas serían personales y le resultaba un poco violento decirlas en voz alta… Así que decidió empezar por la más inofensiva—. Señora, entonces, imagino que Mujer Oso no es su verdadero nombre… ¿Verdad?

Mujer Oso rió.

No, no lo es. Mi viejo nombre es Makwa —sus ojos, que le parecieron realmente bonitos, tan brillantes y lúcidos a pesar de la edad, resplandecieron—. ¿Y el vuestro, jovencitos?

¡Ah! —maldijo para sus adentros. Pero qué mala educación, ni decir su nombre a la mujer que les había salvado—. Mi nombre es Fátima Laforet, Makwa. Vengo de Atlántica.

Y sonrió a Malik, esperando a que él se presentara.
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Re: [País de Nunca Jamás] El regalo de Mujer Oso

Notapor Tanis » Jue Mar 06, 2014 10:57 pm

Eso no es completamente cierto —terció Fátima, captando su atención entonces—. Cualquiera que tenga una nave gumi puede viajar entre los mundos, aunque no es algo que esté al alcance de todos… Y a veces trae problemas. No quiero decir que usted sea… problemática, señora, pero los Caballeros…

Tienen que ocuparse de la seguridad de los mundos, lo sé —Mujer Oso completó con un gesto de mano, calmando a su compañera y un poco a él—. Nunca he revelado de dónde vengo ni tampoco he tratado de alterar las bases de este mundo. Conozco las normas.

Malik miró a Fátima, casi como si buscara saber si eso era cierto o no, y al ver que asentía, se permitió pensar un poco en ello. De acuerdo, si tenían una nave gumi podías viajar entre Mundos, pero eso no explicaba qué demonios hacía la mujer en Nunca Jamás. O por qué.

Tenía que preguntarselo también, por si en algún momento de su pasado existió alguna incidencia en su viaje, comunicarselo a los maestros, o realizar un informe, o algo.

Entonces...
Señora… Eh… Mujer Oso. ¿De qué mundo proviene usted? —preguntó Fátima, adelantandose a él.

La anciana sonrió nostálgica, como si se sumergiera en los recuerdos de antaño, y contestó.

Ah, hacía tanto que no mencionaba su nombre en voz alta… Nací en Ciudad de Paso, mucho antes de que ninguno de vosotros fuera un proyecto en la mente de vuestros padres. Es posible que ni ellos lo fueran —rió por lo bajo—. Hay tantos mundos donde los padres son tan jóvenes…

Ese Mundo…

Malik intentó hacer memoria. Nunca había estado allí, aunque tampoco es que hubiera salido mucho de Tierra de Partida. Pero sí que había leído sobre él, y por lo que sabía, era un Mundo que como su nombre decía, estaba al paso de muchos otros. A él iban a parar personas de otros Mundos, y era normal que entonces conocieran la existencia de varios de ellos. Más preguntas se formularon en su cabeza, añadiendose a las viejas.

¡Ciudad de Paso! Señora, entonces, imagino que Mujer Oso no es su verdadero nombre… ¿Verdad?

Mujer Oso rió de nuevo, y les miró con ese brillo perspicaz en los ojos.

No, no lo es. Mi viejo nombre es Makwa. ¿Y el vuestro, jovencitos?
¡Ah! Mi nombre es Fátima Laforet, Makwa. Vengo de Atlántica.

Meneó la cabeza, con una minúscula curva de sonrisa en la comisura del labio ante el entusiasmo de Fátima y contestó después:

Yo soy Malik, de Agrabah.

La mujer alzó las cejas, emocionada.

Atlántica y Agrabah, ¿eh? —La mención de ambos mundos parecía traerle recuerdos, y quizá de una forma no muy común—. Tendría que haberlo imaginado… —murmuró para sí misma—. Agua y arena, que pareja tan dispar haceis —murmuró, mirando a uno y otro, divertida—. Estuve en esos Mundos hace mucho tiempo, cuando todavía viajaba…

Entonces miró a Malik en exclusiva, con esos ojos claros que se hacían demasiado intensos por momentos, como si Mujer Oso estuviera esperando que él dijera… algo en concreto. La sensación de antes se incrementó, y notó un leve pinchazo en la sien que le hizo sacudir la cabeza.

Yo también tengo algunas preguntas que haceros, por mera curiosidad —dijo ella entonces—. Aunque más bien a ti, muchacho —señaló a Malik ligeramente, con la cuchara de madera con la que removía el guiso.

Mujer Oso se levantó con algo de dificultad, ante la expectación e intriga de Malik, para alcanzar pequeños ramilletes de hierbas secas que colgaban de un extremo de la tienda. El olor, parecido al tomillo, se hizo un poco más intenso. Malik observó su relajado movimiento, y se atrevió a preguntar, tras echarle un vistazo a Fátima, de extrañeza.

¿Y qué quiere preguntarme?
Bueno, primero… —la anciana cortó algunas ramitas y hojas, las echó a un recipiente de madera, un mortero, y empezó a machacarlas suavemente, sin prisa—. Iba a hacerlo sobre el motivo de vuestro viaje a este Mundo. Me sorprende un poco porque este no es foco de problemas para la Orden, sus asuntos internos son también cosa de niños comparados a otros Mundos, los vuestros si ponemos un ejemplo práctico.

Malik volvió a notar ese ardor en el pecho, esa sensación que parecía revolverse y gorjear dentro de su cabeza. Algo entonces le dijo que estaba a punto de revelarle algo importante, muy importante…

Soy aprendiz desde hace poco tiempo, Makwa —se aventuró a decir. Exhaló entre dientes, buscando las palabras adecuadas—. Fátima se ofreció a acompañarme por si acaso me pasaba algo, pero…—desvió entonces la vista, sintiendo el peso de la de Mujer Oso encima—. Yo estaba… buscando algo.

Mujer Oso sonrió lentamente, de forma suave y dulce y dejó de machacar las hierbas, que echó al puchero sobre el fuego. Volvió a remover. Su expresión se asemejaba al gesto de una madre que hubiera escuchado por fin la verdad de labios de su gran mentiroso hijo.

Así que era eso… Por fin —removió un poco más la mezcla y se detuvo, dejando la cucharita sobre un pequeño soporte de madera.

Malik alzó una ceja, sin saber a qué se refería con eso.

¿Podría explicarse… ?

Mujer Oso asintió débilmente varias veces, apagando el fuego y tapando el recipiente en el que había estado cocinando con una tapa de barro a juego.

Llevo queriendo explicarselo a alguien muchos años, querido, pero antes… —les miró a ambos por igual, sonriendo más feliz que nunca—. ¿Vamos a dar una vuelta?

* * *


Los alrededores del campamento no eran tan verdes como la frondosidad del bosque junto a la laguna de las sirenas, pero no por ello menos hermosos. Acompañados de Mujer Oso, los indios de guardia les dejaron salir a estirar las piernas, antes de la fiesta que harían por la noche, en alabanza a los grandes magos venidos de islas lejanas, más allá del mar y las nubes.

El crepúsculo ya se perfilaba en el horizonte, con el sol cerca de la línea del océano, que pintaba colores anaranjados sobre el azul todavía claro del cielo. Malik contempló el inicio de la puesta, antes de seguir los pasos de la anciana y Fátima a través de los arbolillos y los matorrales. Una sensación de paz se adueñó de él mientras caminaban, escuchando el latido del campamento y el trino de los pájaros a sus espaldas.

¿Los piratas no podrían atacarnos? —preguntó.

Mujer Oso rió, divertida.

Oh, no, no se atreven a subir tan arriba, y menos cuando nuestro Gran Jefe anda detrás de ellos como un sabueso feroz —se volvió para mirarles—. Además, tengo conmigo a dos poderosos magos.

Malik chasqueó la lengua, con un resoplido y replicó:

Mejor diga que le acompaña uno —Por supuesto, se refería a Fátima—, porque la magia y yo no nos llevamos bien…

Le dedicó una fugaz sonrisita traviesa a su compañera, antes de mirar a Mujer Oso.

Ah… —medio canturreó Mujer Oso, deteniéndose en medio de un claro, pequeño y acogedor.

El gesto de Mujer Oso se tornó de nuevo nostálgico y Malik volvió a sentir ese palpitar en el pecho, sintiendo un agridulce sabor en la lengua y la boca del estómago. Se detuvo también, a pocos pasos de la anciana, tenso.

Dime, Malik, ¿sabes por qué, al contrario que todos los demás aprendices de tu Orden, no eres capaz de hacer magia?

Malik arrugó el ceño, un poco.

Pues… —No, no tenía ni idea.

Lo había intentado todo, estudio, entrenamiento… Y nada. Muchas veces se frustraba y sentía estúpido al ver aprendices más novatos que él lanzando bolas de fuego como si fuera lo más fácil del mundo.

Mujer Oso asintió débilmente, con cierta ternura, y se acercó a él, despacio.

No se trata de inutilidad, discapacidad o desconocimiento. No puedes porque hay algo aquí dentro —puso delicadamente una mano arrugada sobre su pecho, a la altura del corazón. La sensación pareció extenderse cuando lo hizo— que te lo impide.

Malik tragó saliva.

¿Quiere decir… como un bloqueo?
Sí, eso es, un bloqueo —apartó la mano de él, con un suspiro—. Y tiene que ver con lo que os voy a contar ahora.

>>Vereis, hace mucho tiempo, cuando yo era joven y vivía en Ciudad de Paso, conocí a un hombre, un mago, que se llamaba Abyss. Él había recalado en ese Mundo venido de otro, aunque nunca llegué a preguntarle de cuál, no fue algo que me interesara realmente… Solía ayudar a la gente con su magia, curando cuando los médicos no podían hacer nada. Yo le ayudaba algunas veces, y le acompañaba en sus paseos por la ciudad siempre que podía. Lo cierto es que nos hicimos muy amigos, y aunque era mucho mayor que yo, nos enamoramos.

A medida que iba narrando, la voz de Mujer Oso se tornó más dulce y risueña, destilando un amor en la voz que caló en el corazón de Malik. No dijo nada para interrumpirla, quería saber… sabía que estaba a punto de…

No quiero extenderme mucho, los detalles menores os los podeis imaginar —Mujer Oso les sonrió con una disculpa—. Abyss y yo nos casamos cuando cumplí mi mayoría de edad, y nos dedicamos a viajar ayudando a la gente que lo necesitaba, igual que habíamos hecho en Ciudad de Paso.

Entonces sí que se calló, y se mordió ligeramente el labio reseco y rugoso, como si no supiera exactamente cómo seguir.
Malik intercambió una mirada con Fátima.

¿Y… entonces? —la animó a seguir, con suavidad.

Mujer Oso cabeceó, con un suspiro triste, y miró al cielo, que se oscurecía gradualmente al paso de los minutos.

No tuvimos cuidado, y en uno de los Mundos nos pillaron, y acusaron de brujería. Nos persiguieron. Yo conseguí huir…

... ...

¡Vete, Makwa, por el amor de… !
¡No pienso dejarte atrás!

Abyss la hizo subir a la nave gumi, antes de que la marabunta de antorchas y hoces los encontraran. Podían discernirse las luces del fuego a través de las ramas de los árboles, oírse el ladrido de los perros furiosos, a la partida de caza…

Se maldijo por no haber tenido más cuidado. Por su imprudencia ahora estaban… Y no quedaba tiempo. Si no se daban prisa los atraparían.

Deslizó los dedos por la mejilla de la mujer, murmurando unas palabras que ella no oiría nunca. Con un suave quejido, Abyss apretó los dientes y realizó el hechizo más poderoso que conocía. Una parte de él, de su alma aún viva, se desprendió y acogió en el cuerpo de ella.

Los gritos se oyeron más cerca, y él frunció el ceño, decidido.

¡Abyss, ni se te ocurra! —chilló Makwa al darse cuenta de lo que pretendía hacer.

Un destello de determinación brillaba en sus maduros ojos, y cerró la compuerta antes de que su esposa pudiera decir o hacer nada. Activó el piloto automático de la nave desde fuera, y contempló su despegue hacia el cielo nublado a la vez que dos lágrimas solitarias se deslizaban por sus mejillas. No volvería a verla, incluso si lograba escapar de esa turba…
Pero no se arrepentía de lo que había hecho. Después de todo, que le pasara algo a ella por su culpa habría sido peor que la muerte.

«Adiós, mi amor… lo siento», pensó, tomando aire profundamente.

Entonces volvió a pronunciar las mismas palabras que hubo murmurado antes. En su cabeza tronaron miles de campanas, antes de que la oscuridad envolviera su mente, y cayera al suelo, como un plomo…


Malik abrió la boca para aspirar aire. Aquel recuerdo le había golpeado de repente, con la fuerza de un martillo pilón. Se llevó la mano al pecho, tragando saliva. El corazón le latía dolorosamente fuerte. Le costaba respirar, y la vista empezaba a nublarse…

«¿Qué ha sido… eso?».

… pero Abyss se quedó atrás, te salvó… —completó él en voz baja.

Mujer Oso asintió, con pena.

Me salvó condenandose a sí mismo… Es algo que todavía no le he perdonado.
Makwa...
No hay mucho más que contar… Aterricé en este Mundo guiada por el piloto automático de la nave gumi, que destruí. No sentía ganas de volver a viajar yo sola, después de lo que había pasado. Los indios me encontraron, logré que me acogieran… Y aquí estoy, treinta años después…

En ningún momento se había desvanecido la sonrisa tenue de Mujer Oso, pero Malik sintió una honda pena, como si fuera la suya propia. Ese amor… ese gran amor al que todos aspiraban y el dolor de la pérdida. Ese amor impregnaba también el recuerdo que anidaba dentro de su cuerpo, ese pedazo de alma que se había mezclado con la suya, que a partes iguales le hacía feliz, y el querer echarse a llorar.

Mujer Oso volvió a hablar entonces.

Pero Abyss no murió del todo, Malik… Hizo algo antes de que le mataran. Fragmentó su mente en varias piezas y la diseminó al azar… Tú tienes uno de esos fragmentos, al igual que yo. Él me… me lo dijo en un sueño...

De pronto le temblaron las rodillas y sintió la necesidad de sentarse, mareado. De modo que lo hizo, exhalando un suspiro ahogado, pasandose la mano por el pelo, y notando que tenía la frente empapada en sudor.

Aquel anciano en su cabeza, esa playa, y su imposibilidad de hacer magia… ¿se debía a aquello? ¿Era Abyss el anciano que había visto durante su trance en La Red?... ¿Era todo eso real…?, ¿posible… ?

Volvió a aspirar aire, a pequeñas bocanadas, por culpa de la conmoción. El mar, el sonido de las olas, canciones, risas... Así que era eso, había sido eso todo el tiempo…

Levantó la vista hacia Mujer Oso, con una expresión un tanto indescifrable, casi apenada, y preguntó:

¿Por qué yo?

A lo que Mujer Oso respondió, con otra pregunta:

¿Y por qué no?
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Re: [País de Nunca Jamás] El regalo de Mujer Oso

Notapor Suzume Mizuno » Jue Mar 06, 2014 11:13 pm

Atlántica y Agrabah, ¿eh? Tendría que haberlo imaginado…

¿El qué? —preguntó, curiosa.

Agua y arena, que pareja tan dispar hacéis —dijo, alternando la mirada entre uno y el otro.
No supo muy bien por qué, Fátima se sonrojó. Sabía perfectamente que no decía «pareja» en ese sentido, pero le habría sonado más lógico decir «par». No «pareja». Como una idiota, sintió que le ardía la cara y deseó que la tierra se la tragara, no fuera a verla Malik.

Aunque más bien a ti, muchacho.

Volvió a la realidad, consciente de que se había perdido algo, y se removió, maldiciendo para sus adentros y tratando de tranquilizarse. Podía notar la sangre agolpándose en sus sienes. ¡Tranquilidad! Relajación.

«¡Presta atención!» se ordenó, y clavó los ojos en Makwa justo en el momento en que esta se incorporaba y empezaba a machacar unas hierbas. Malik miró a Fátima, como preguntándole qué iba a pasar a continuación, y ella se encogió de hombros rehuyendo sus ojos.

¿Y qué quiere preguntarme?

Bueno, primero… —con parsimonia, Makwa iba echando las hojitas a su caldero y un agradable olor invadió poco a poco la tienda—. Iba a hacerlo sobre el motivo de vuestro viaje a este Mundo. Me sorprende un poco porque este no es foco de problemas para la Orden, sus asuntos internos son también cosa de niños comparados a otros Mundos, los vuestros si ponemos un ejemplo práctico.

Soy aprendiz desde hace poco tiempo, Makwa —respondió Malik, con un tono de voz extraño. Le sorprendió que pareciera, ¿nervioso? Fátima le observó, olvidando su tontería anterior, y se dio cuenta de que sí, había algo raro. Pero no parecía que estuviera pasándolo mal, más bien… Era como si estuviera esperando algo. Algo muy importante—. Fátima se ofreció a acompañarme por si acaso me pasaba algo, pero…Yo estaba… buscando algo.

Mujer Oso pareció satisfecha con la respuesta y, después de mantenerles en vilo un largo, casi eterno, minuto, dijo:

Así que era eso… Por fin.

Terminó de remover su caldo y Fátima soltó un suspiro de alivio. De alguna manera, entendió que eso significaba que se había terminado la espera, que Mujer Oso no se haría tanto de rogar.

¿Podría explicarse… ?

«Sí, ¿qué es lo que usted sabe? ¿Cómo que “por fin”?» pensó Fátima, pero era incapaz de sentir hostilidad por Makwa, así que se dijo que allí había algo.

Algo realmente importante.

Llevo queriendo explicárselo a alguien muchos años, querido, pero antes… —de repente esbozó una sonrisa llena de felicidad—. ¿Vamos a dar una vuelta?

* * *


Fátima se deleitó en contemplar la sequedad de la tierra que rodeaba el campamento. A lo lejos se veían las copas de los árboles como un mullido manto verde, partido por la gran montaña, y, más allá, se extendía el límpido mar, teñido por colores rosados y rojizos gracias al atardecer. Era una visión de ensueño. Por algún motivo, tenía la sensación de que aquel lugar no era real, no podía serlo por completo. Era demasiado bonito.

Al acompañar a Makwa, nadie les puso trabas a la hora de dejar atrás el recinto de los indios y Fátima lo agradeció para sus adentros: aunque ahora les habían recibido bien e incluso les iban a hacer un banquete, no podía evitar sentirse un poco prisionera en medio de gente desconocida. Era un alivio saber que podían salir sin que se lo impidieran.

Descendieron poco a poco, con el crepúsculo desgarrando el horizonte en una lágrima roja, mientras los parajillos cantaban su despedida al sol y sobrevolaban en bandadas el cielo, preparándose para retirarse a sus nidos y pasar la noche.

Era perfecto. Fátima sabía que, cuando llegara a anciana, quería pasear así, de la mano de alguien, sin más preocupaciones que aspirar el olor del mar y de los árboles, mientras el mundo se desplazaba ante sus ojos.

¿Los piratas no podrían atacarnos? —preguntó entonces Malik.

Oh, no, no se atreven a subir tan arriba, y menos cuando nuestro Gran Jefe anda detrás de ellos como un sabueso feroz. Además, tengo conmigo a dos poderosos magos.

Mejor diga que le acompaña uno.

A Fátima le dolió su tono.

Malik, tú no tienes la…

Porque la magia y yo no nos llevamos bien…

El hombre le sonrió, travieso, y Fátima se esforzó por devolverle el gesto. Pero no pudo evitar pensar que si hubiera alguna forma de ayudarle, alguna forma de comprender por qué, a pesar de tener el talento necesario, no era capaz de usar su magia…

Se internaron en medio de los árboles y, entonces, aparecieron en un bonito claro. Makwa y Malik se detuvieron y Fátima, que, por alguna razón, sentía que en el fondo ambos habían acudido a aquel lugar para hablar entre ellos, y que ella no tenía nada que decir en la conversación que iba a seguir, se apartó discretamente. Pero sin perder ojo ni dejar de escuchar. Podría haberse retirado sin más, claro. Sin embargo, estaba demasiado interesada en los que Makwa quería contarle a Malik.

¿Por qué tanto misterio?

Dime, Malik, ¿sabes por qué, al contrario que todos los demás aprendices de tu Orden, no eres capaz de hacer magia?

Pues…

Fátima trató de apoyarse contra un árbol, pero no pudo. Casi podía sentir que sus oídos se habían agudizado y sentía la trabajosa respiración de Makwa mientras posaba la mano en el pecho de Malik y hablaba con él.

Entonces, Mujer Oso comenzó a contarles su historia.

«Abyss» pensó Fátima para sus adentros.

No tenía mucha idea del amor, pero sabía que era algo que hacía a la gente cambiar. Y a pesar de no haberlo vivido en persona, supo reconocer ese matiz en la voz de Makwa, en la forma de entrecerrar los ojos y de sonreír con ternura, ese algo que era el amor al pronunciar el nombre del mago.

Fátima escuchó embobada, sentándose casi sin darse cuenta y apoyando la barbilla en las manos. Sentía como si acabara de sumergirse en un cuento y, como toda narración mágica, no se podía interrumpir a menos que fuera en el momento preciso.

Pero Fátima no quería hacerlo. Sólo quería escuchar, seguir percibiendo el amor a través de las palabras de Makwa. Tenía la sensación de que podía llegar a palparlo, a acariciarlo, con tal de que Mujer Oso hablara más. Sólo un poco más.

Abyss y yo nos casamos cuando cumplí mi mayoría de edad, y nos dedicamos a viajar ayudando a la gente que lo necesitaba, igual que habíamos hecho en Ciudad de Paso.

Exhaló un suspiro. No era demasiado romántica —o al menos nunca se había considerado como tal—, pero aquello era precioso. Era lo que todo joven habría deseado hacer: encontrar al amor de tu vida, casarte con él. Vivir aventuras.
Pero, entonces, la expresión de Makwa cambió y Fátima recordó las palabras de su hermano:

«Toda historia tiene un lado triste, o no sería una historia».

Como no continuaba, Malik y Fátima se miraron, los dos ansiosos por saber qué había ocurrido y, a la vez, deseando poder saltar aquella parte que, sin duda, iba a ser dolorosa.

¿Y… entonces? —tanteó Malik.

No tuvimos cuidado, y en uno de los Mundos nos acusaron de brujería. Nos persiguieron. Yo conseguí huir…

Fátima se estaba mordiendo un puño de pura ansiedad. Pero Makwa no continuaba. Y, de pronto, Malik empalideció de golpe y dio la impresión de que le hubieran asestado una bofetada. Sus ojos se perdieron en la nada: era como si estuviera lejos, muy lejos. Asustada, Fátima se incorporó, justo cuando el hombre se llevó una mano al pecho y dijo:

… pero Abyss se quedó atrás, te salvó…

¿Qué? —farfulló Fátima.

Me salvó condenándose a sí mismo… Es algo que todavía no le he perdonado.

Makwa...

Fátima alternó la mirada entre ambos. ¿Qué estaba ocurriendo allí?

Pero, de nuevo, no se atrevió a interrumpir.

No hay mucho más que contar… Aterricé en este Mundo guiada por el piloto automático de la nave gumi, que destruí. No sentía ganas de volver a viajar yo sola, después de lo que había pasado. Los indios me encontraron, logré que me acogieran… Y aquí estoy, treinta años después… Pero Abyss no murió del todo, Malik… Hizo algo antes de que le mataran. Fragmentó su mente en varias piezas y la diseminó al azar… Tú tienes uno de esos fragmentos, al igual que yo.

«¿Cómo? Un momento, un momento» Fátima sacudió la cabeza, aturdida, varias veces.

¿Qué acababan de decir?

¿Un fragmento del alma…?

¡Malik! —exclamó al ver que el hombre se sentaba y no precisamente con buena cara.

Corrió a su lado y se arrodilló, poniéndole una mano en el hombro, mientras él se pasaba las manos por el pelo de forma repetitiva, ansiosa. Normal. Fátima miró a Makwa sin saber qué pensar. Todo era demasiado extraño para tratarse de alguna clase de extraña mentira. Pero era, a la vez, tan surrealista…

Y, sin embargo… ¿No había dicho Makwa que habían visitado Atlántica?

¿Por qué yo?

¿Y por qué no?

A pesar de la situación, Fátima soltó una risa y luego se apresuró a cubrirse la boca mientras murmuraba:

Perdón.

No pasa nada, pequeña —sonrió Makwa.

Señora Makwa… El señor Abyss visitó Atlántica con usted, ¿verdad? Y otros lugares con mar, ¿no? —Mujer Oso asintió en las dos ocasiones—. Entonces… Si es así… Malik, entonces tiene sentido que tú conozcas el mar —dijo, medio ahogada por la emoción—. Porque… Porque habría sido él quien lo habría visto.

Se pasó una mano por los labios, profundamente sorprendida por la profundidad de aquella revelación. ¿Qué se sentiría al saber que un fragmento de alma se había establecido en su interior? ¿Qué…?

Pero, espera, había algo que no tenía sentido.

Señora Makwa, sigo sin entender qué tiene que ver eso con que Malik no pueda hacer magia.

Mujer Oso rió, comprensiva, y se sentó frente a ellos con un resoplido de esfuerzo:

Es algo complicado de explicar. Verás, su alma está mezclada con ese trozo incompleto, y bloquea su capacidad para hacer magia por si mismo. El poder de ese pedazo de alma impide el flujo de magia a través de su cuerpo, lo anula porque ese retazo es por si solo más poderoso que su propia capacidad. Si consiguiera reunir los demás y adquirir armonía con ese poder… quizá pudiera. Así que, hasta que no se reúnan todas las piezas del alma de Abyss, no podrás hacer magia.

Fátima ladeó la cabeza, sin apartar la mano del hombro de Malik, rezando porque no le molestara y tratando de prestarle todo su apoyo moral. Aquello… Era extraño, sí. Pero en su enrevesada lógica tenía sentido. Se trataba de un puzzle que había que resolver para comprender su contenido.

Entonces, Makwa tomó una mano de Malik, apretó con cariño y dijo:

Será algo duro, pero creo que se trata de un viaje que merece la pena hacer, Malik. Me alegra que el espíritu de mi marido haya acabado en alguien como tú.

»Y por eso creo que, si te sientes preparado, es el momento de que te entregue mi pedacito de Abyss.


¡Qué! —exclamó Fátima, con los ojos abiertos de par en par.

Yo voy a morir pronto, ya no me queda demasiado tiempo y he visto más de lo que nunca habría llegado a imaginar. Estoy más que satisfecha —explicó con tranquilidad Makwa—. Pero siempre había tenido miedo de no poder dejar mi legado. El legado de Abyss. Temía que desapareciera conmigo —sonrió a Malik—. Pero ahora sé que va a estar a salvo.

»Siempre que tú estés dispuesto.
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Re: [País de Nunca Jamás] El regalo de Mujer Oso

Notapor Tanis » Jue Mar 06, 2014 11:26 pm

El tacto de la mano de Fátima sobre su hombro le resultó muy reconfortante. Sin palabras decía: Estoy aquí, tranquilo. Eso le gustaba y tranquilizaba a partes iguales, saber que a pesar de lo extraño de lo que estaba oyendo, y sintiendo, no estaba solo.

Señora Makwa… El señor Abyss visitó Atlántica con usted, ¿verdad? Y otros lugares con mar, ¿no? —Mujer Oso asintió ante las dos preguntas—. Entonces… Si es así… Malik, entonces tiene sentido que tú conozcas el mar. Porque… Porque habría sido él quien lo habría visto.

Cierto… —murmuró él, aún un tanto desconcertado.

Inspiró profundamente varias veces, y expiró, sintiendose mucho mejor. Las palabras que le hubiera dicho durante el ataque en La Red cobraban un poco más de sentido. Al igual que los sueños, los recuerdos…

Cabeceó suavemente, intentando asimilar que de verdad poseía el… trozo de alma de otra persona, que había muerto hacía tanto tiempo… Si era sincero, le resultaba tan…. surrealista y mágico, aunque, ¿qué no era surrealista en su vida últimamente?

Señora Makwa, sigo sin entender qué tiene que ver eso con que Malik no pueda hacer magia.

Ladeó un tanto la cabeza para poder mirar a Fátima, al oír su acertada pregunta, que también a él se le había pasado por la cabeza. Miró a Mujer Oso, con un brillo intrigado en los ojos.

Eso, ¿por qué?

Mujer Oso rió, comprensiva, y se sentó frente a ellos con un resoplido de esfuerzo:

Es algo complicado de explicar. Verás, su alma está mezclada con ese trozo incompleto, y bloquea su capacidad para hacer magia por si mismo. El poder de ese pedazo de alma impide el flujo de magia a través de su cuerpo, lo anula porque ese retazo es por si solo más poderoso que su propia capacidad. Si consiguiera reunir los demás y adquirir armonía con ese poder… quizá pudiera. Así que, hasta que no se reúnan todas las piezas del alma de Abyss, no podrás hacer magia probablemente.

Piezas… —musitó.

¿Y qué demonios debía hacer para encontrarlas?

Alzó la vista al sentir los dedos de Mujer Oso cerrandose en torno a los suyos, y vio en ellos el mismo cariño especial que tenía incrustado él en el pecho, en ese retazo de Abyss que latía al sentir la cercanía de su amada.

Será algo duro, pero creo que se trata de un viaje que merece la pena hacer, Malik. Me alegra que el espíritu de mi marido haya acabado en alguien como tú.

»Y por eso creo que, si te sientes preparado, es el momento de que te entregue mi pedacito de Abyss.

¿Cómo…?
¡Qué! —exclamó Fátima a su vez.
Yo voy a morir pronto, ya no me queda demasiado tiempo y he visto más de lo que nunca habría llegado a imaginar. Estoy más que satisfecha —explicó Makwa con su voz pausada y tranquila—. Pero siempre había tenido miedo de no poder dejar mi legado. El legado de Abyss. Temía que desapareciera conmigo —entonces sonrió a Malik—. Pero ahora sé que va a estar a salvo.
»Siempre que tú estés dispuesto.


Malik entreabrió los labios, sin llegar a pronunciar palabra, y desvió la vista, pensativo. Muy pensativo, sobre lo que se sentía, había sentido… Lo que estaba sintiendo, lo que podía pasar… Y lo que significaba todo. Cerró los ojos, apoyando los brazos sobre las rodillas, intentando… llegar a una decisión adecuada.

Porque Mujer Oso no le aseguraba que fuera a ser tan fácil como con ella. Si había más piezas… significaba que había más personas que contenían un poco de ese mago. Nada le decía que alguno de ellos no quisiera alcanzar su mismo objetivo. Y que no tuviera que pelear por ello…

Pero…

No era capaz de ignorar los sentimientos de aquella pareja, y el sabor del amor que aquellas memorias se empeñaban tanto en hacerle paladear. Negarse sería poco más que desechar eso, y abandonar. Y él nunca abandonaba.

Además...

«… el Olvido es la verdadera Muerte, ¿no fue eso lo que dijiste, Abyss?», se oyó decir a si mismo dentro de su cabeza.

Chasqueó la lengua y abrió los ojos mirando directamente a Mujer Oso, sereno y totalmente decidido.

Está bien… Estoy dispuesto.

La anciana amplió su sonrisa, satisfecha y apretó entre las suyas la mano de Malik, sin haberla soltado en todo ese tiempo.

Gracias…

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Mujer Oso se acercó un poco más a él y le cogió de ambas manos. Malik notó la rugosidad de sus palmas, de seguramente tratar con tantas hierbas y ungüentos diferentes. Estaban un poco frías, pero no le importó. Tan sólo se concentró en no soltarlas, y no apartar la vista de ella, preguntándose cómo haría para traspasar el retazo de alma de ella a él.

Fátima, necesito que te apartes un poco, ¿de acuerdo? —pidió Mujer Oso amablemente a la muchacha.

«¿Va a hacerlo ahora?, ¿ya?».

Malik no estaba seguro de creerse preparado, pero… Quizá la anciana tenía prisa, o llevaba mucho tiempo esperando. Miró a Fátima y le dedicó una tenue sonrisa, como para decirle que estaba bien. Luego desvió de nuevo la vista hacia la mujer, esperando.

El sol ya apenas sobresalía por la línea del horizonte, y la oscuridad, sólo difuminada por las luces distantes del campamento, extendía su manto sobre ellos. Algunas estrellas ya titilaban en el cielo, también expectantes.

Cierra los ojos, Malik, no tardaremos mucho.

Él obedeció, tomando aire. Sentía una extraña paz salpicada de sensaciones dulces, de nervios, curiosidad… ¿Qué recuerdos se añadirían a los que ya tenía de Abyss?, ¿se le volvería a aparecer?, ¿obtendría alguna pista más… ?

Relájate —oyó que susurraba Mujer Oso.

Malik trató de hacerlo, dejando la mente en blanco.

Fue entonces cuando sintió un pequeño punto de calor, similar al que había sentido al ver por primera vez a la anciana frente a ellos, en el pecho. Latía como si fuera un segundo corazón, uno más pequeñito, y ejercía una sensación cálida sobre él. Un tenue murmullo de voces empezó a hacerse oír, aunque él no sabía que eso sólo estaba pasando dentro de su mente. Las voces eran suaves, una de mujer, otra de hombre, y él supo, sin que nadie le dijera, que eran las de Makwa y Abyss cuando eran más jóvenes. Sonaban alegres, divertidas… No decían nada en concreto, sólo eran eso, murmullos inconexos.

Mujer Oso apretó un tanto los dedos de Malik, mordiéndose el labio inferior. Las comisuras de sus ojos y su ceño se fruncieron un tanto más. Se estaba despidiendo de Abyss por fin, después de tantos años.

«Ah, mi amor, sé que con este jovenzuelo estarás bien. Tu memoria no se perderá… y nuestra historia no será olvidada. Cuando yo me vaya, seguiremos viviendo en el corazón de Malik. Gracias por todo… te perdono».

Y de pronto, justo después de pensar en esa última palabra, ese burbujeante pedazo de alma, que llevaba treinta años dentro de ella, se deslizó a través de la carne, los huesos y la piel para introducirse en el cuerpo de Malik. Él sintió un pequeño calambrazo en cuanto aquella misteriosa energía pasó a través de sus dedos, y se reunió con el punto palpitante y cálido de su pecho. Una nueva sensación de calor más grande le llenó por dentro gradualmente… y vio imágenes en rápida sucesión, una detrás de otra, sin parar, cambiando de forma continua, entretejidas como si formaran una tapiz...

… el rostro de una chica muy joven, sonriendo.
… el perfil de la luna sobre el mar.
… sus propias manos, blancas, colocadas sobre el pecho de un hombre moribundo.
… el resplandor de la magia.
… animales, estrellas, niños…
… Makwa...

Oyó también voces, más altas y menos inteligibles mezcladas con las imagenes, que finalmente callaron con una carcajada.

Quedan tres piezas, Malik.

Malik entreabrió los ojos, clavados en sus manos y las de Mujer Oso. Se sentía… extraño. No sabía identificar qué clase de emoción le henchía el pecho, pero…

Se encontraba mejor que antes, mucho mejor. Ya no había ansiedad, ni preocupación. Parte de su miedo había desaparecido, el miedo a no averiguar jamás qué demonios le ocurría.

Se pasó la punta de la lengua por los labios y suspiró, alzando la vista. Se encontró con que los de Mujer Oso sonreían y sin querer se le formó una sonrisa suave en su casi siempre seria expresión. Soltó sus manos, que dejó descansar sobre el regazo. Estaba tan… tranquilo…

¿Makwa? —llamó en voz algo más baja.
¿Sí?
Gracias…

Ella sonrió aún más.

Gracias a ti.

Luego le hizo un gesto a Fátima para que se acercara, a medias levantándose. Malik se irguió también, y la ayudó sin esfuerzo alguno. Miró también a su compañera por un breve segundo. La verdad es que si ella no se hubiera ofrecido a acompañarle, quizá nunca habría encontrado a la anciana allí, y nunca habría sabido de todo… Se anotó darle las gracias también después.

Mujer Oso le echó una ojeada al cielo, coloreado de un azul más oscuro.

Bueno, creo que con esto ya está todo, podemos volver, deben de estar esperándonos —dijo, palmeando suavemente el brazo de Malik antes de soltarlo y empezar a caminar hacia el campamento, por el camino que habían seguido tiempo antes.

Parecía que quería dejar así zanjado el asunto. Malik se quedó momentáneamente atrás, un tanto ensimismado y pensativo.

Makwa, espera.

Mujer Oso se detuvo y volvió un poco hacia él, alzando las cejas.

¿Qué pasa, querido?

Él vaciló al preguntar, dejando parte en el aire:

Las demás piezas de Abyss… ¿cómo voy a…?

La anciana pareció meditar por un par de segundos, a lo que volvió a dirigirse a la senda, con sus pasos tranquilos y cortos.

Bueno, es sencillo —contestó alzando un poco la voz, con una suave risita—. Sólo tendréis que desearlo.

Eso le confundió un poco. Era demasiado escueto. ¿Desearlo?, ¿y si alguno de los otros portadores no quería realizar el traspaso?, ¿no existía ningún procedimiento real…? La verdad es que él sólo había sostenido sus manos, pero...

Echó a andar tras ella preguntándose aquello, a la vez que múltiples respuestas, ninguna demasiado agradable, comenzaban a formularse en su cabeza.
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Re: [País de Nunca Jamás] El regalo de Mujer Oso

Notapor Suzume Mizuno » Jue Mar 06, 2014 11:37 pm

Está bien… Estoy dispuesto.

Malik… —musitó Fátima, sin saber bien qué decir.

Era, por supuesto, decisión de él. Fátima no estaba segura de que a ella le hiciera gracia convivir con otra alma, pero tampoco conocía la sensación, y Malik era alguien maduro y responsable, que sabía lo que hacía. Además, estaba tan desesperado por aprender a hacer magia, y si esa era la única manera…

Gracias… —dijo Makwa con sinceridad y Fátima se sintió mal por pensar de forma tan impersonal, cuando estaban hablando del hombre al que Makwa había amado.

La mujer tomó las manos de Malik y él adoptó una expresión de concentración.

«Pero, ¿lo van a hacer ahora? ¿Ya?» se sorprendió Fátima, alternando la mirada entre uno y otro, sin poder evitar pensar que todo aquello era muy precipitado.

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Fátima, necesito que te apartes un poco, ¿de acuerdo?

C-claro —asintió, pero antes de retirarse dio un apretón de ánimo a Malik y se dijo que observaría muy atentamente por si algo salía mal. No sabía qué haría en ese caso, pero algo se le ocurriría.

Malik le dedicó una sonrisa, como intentando tranquilizarla, y Fátima se esforzó por devolvérsela, si bien estaba hecha un manojo de nervios cuando se separó de ellos y se arrodilló en la hierba, sintiéndose un poco intrusa. Aun así, no apartó la vista, preocupada por Malik y por Makwa, que de pronto se le antojó una mujer frágil y demasiado anciana para hacer esfuerzos. Y estaba segura de que todo lo relacionado con el alma debía exigir unas energías incomparables…

«Por favor, que todo salga bien» pidió, no muy segura de a quién.

Se estaba haciendo de noche y empezaba a hacer un poco de fresco; una suave corriente de aire sacudió las hojas de los árboles, que parecían tan atentos como Fátima por contemplar aquel ritual.

Cierra los ojos, Malik, no tardaremos mucho. Relájate.

Como si las palabras también fueran dirigidas a ella, Fátima se removió sobre sus piernas y respiró hondo.

Los siguientes minutos se sucedieron con una tranquilidad sorprendente: ambos, cogidos de las manos, se mantuvieron inmóviles, con expresiones pacíficas, como si estuvieran muy lejos de allí. Sus respiraciones estaban acompasadas y Fátima contaba los segundos que transcurrían entre una inspiración y una expiración, preguntándose qué estaría pasando, qué estarían viendo, qué estarían oyendo.

Al estar observando tan atentamente, Fátima se dio cuenta de que Makwa sonreía con una mezcla de dulzura y pena y, de alguna manera, supo que lo que fuera que había tenido que suceder, acababa de pasar.

Justo entonces, Malik entreabrió los ojos. Fátima contuvo la respiración e hizo un amago de incorporarse, pero al ver que ninguno de los dos se movía, se forzó a quedarse quieta, a la espera, nerviosa, ansiosa.

Malik parecía estar bien. Aunque siempre que lo había visto le daba la impresión de ser un ser imperturbable, se podía notar cuándo estaba preocupado o molesto y durante todo el día había percibido sus dudas y su frustración por no poder apañárselas por sí solo con el tema de la magia.

Ahora, sin embargo, era como si se hubiera quitado un peso de encima.

¿Makwa?

¿Sí?

Gracias…

Fátima dejó escapar todo el aire que había estado conteniendo hasta aquel momento.

Gracias a ti.

Makwa le indicó que podía acercarse y Fátima, que a duras penas había aguantado quieta en su sitio, se precipitó adelante para tenderle una mano a la mujer. Malik, sin embargo, se le adelantó y consiguió incorporar a la anciana sin problemas.

Malik miró a Fátima un momento, pero no preguntó ni dijo nada, y la chica se encogió casi sin darse cuenta, preguntándose si habría hecho algo mal.

Bueno, creo que con esto ya está todo, podemos volver, deben de estar esperándonos —y, tras dar unas palmadas de ánimo a Malik, empezó a caminar hacia el poblado.

Makwa, espera.

¿Qué pasa, querido?

Las demás piezas de Abyss… ¿cómo voy a…?

Bueno, eso es sencillo —respondió Mujer Oso, andando sin prisa y con una suave risa—.Sólo tendréis que desearlo.

Fátima arqueó las cejas, sorprendida por la sencilla aunque un poco críptica respuesta. ¿Significaba eso que las otras personas —si es que las partes del alma de Abyss habían ido a parar sólo al interior de otros humanos— sabían que poseían el espíritu de un mago? Malik no había tenido ni idea hasta que se encontró con Makwa, así que se le antojó un poco difícil el tener no sólo que reconocer a otras personas, sino explicarles la situación y pedirles que le «entregaran» esa parte de Abyss.

Aunque… Ahora que lo pensaba, Makwa había sabido desde el principio lo de Malik. Quizás…

Malik, ¿sentiste algo fuera de lo normal cuando vimos a Makwa? —preguntó con timidez, todavía sin saber muy bien por qué la había mirado en silencio. Escuchó su respuesta y musitó—: Entonces, así es posible que encuentres a las otras personas… Aunque vas a tener que buscar un poco a ciegas… —la voz le falló y entrelazó los dedos a la espalda, nerviosa—. ¿Todo ha… salido bien? ¿Te encuentras bien, ningún mareo ni nada raro?

Seguía preocupada, por mucho que él pareciera tranquilo. Quizás habría efectos secundarios, quién sabía… Y ahora tendían que atender una cena, así que…

¿Seguro que te encuentras bien? —le daba miedo resultar pesada, pero no se quedaría en paz hasta que estuviera convencida.

Y la verdad era que se moría por hacer mil preguntas sobre lo que había sucedido, pero se mordió la lengua, diciéndose que no era asunto suyo.
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Re: [País de Nunca Jamás] El regalo de Mujer Oso

Notapor Tanis » Jue Mar 06, 2014 11:41 pm

Malik, ¿sentiste algo fuera de lo normal cuando vimos a Makwa?

Malik se detuvo a medio paso al oírla, quedandose un poco más atrás con Fátima, en tanto que Mujer Oso continuaba su camino lento hacia el campamento indio.

Bueno… sí, sí que lo hice —torció un tanto el gesto, más pensativo que otra cosa, mirando hacia la anciana, que ya se alejaba de ellos—. Al verla tuve la sensación de que… ya la conocía. Y sentí… júbilo.

No sabía muy bien cómo expresarlo. había sido más que eso, un sentimiento más fuerte. Al principio no habría sido capaz siquiera de pensar lo que acababa de decir. Sin embargo ahora era muy distinto.

Entonces, así es posible que encuentres a las otras personas… Aunque vas a tener que buscar un poco a ciegas…

Malik se encogió un poco de hombros, como diciendo así que no le importaba. Bueno, más a ciegas que cuando habían aterrizado esa mañana en Nunca Jamás no iban a estar.

¿Todo ha… salido bien? ¿Te encuentras bien, ningún mareo ni nada raro?
Pues…

Se llevó la mano al pecho, presionando un poco sobre el esternón. El pulsar cálido que correspondía al alma de Abyss que había tenido a solas todo ese tiempo ya no latía. Al reencontrarse con la de Mujer Oso, la sensación había desaparecido, dispersandose por todo el cuerpo. Fuera de eso estaba bien. No oía voces, ni sentía nada que no fuera suyo…

Realmente era como si no hubiera pasado nada. Si no pensaba en ello, se podría olvidar de que tenía memorias de otra persona encerradas en la mente, con las suyas.

¿Seguro que te encuentras bien? —volvió a preguntarle Fátima, realmente preocupada.

Malik la miró por dos segundos en silencio, pensando en lo amable que era esa chica, en que desde que la conocía, y ya era un poquito de tiempo, siempre había podido ver esa parte de interés y desvelo por lo que le sucedía a los demás. No existía mucha gente que realmente se preocupara de esa forma, sin esperar nada a cambio...

Estoy bien, sí —asintió.

¡Chicos, os estáis quedando atrás! —resonó la voz de Mujer Oso, que ya estaba casi al inicio del camino.

Malik cabeceó.

Anda, vamos, no vaya a ser que empiecen sin nosotros —comentó, con algo de diversión en la voz.

Echó a andar no muy deprisa, disfrutando aún de los últimos retazos de atardecer, que pronto desaparecerían. La noche se cernía ya casi por completo sobre ellos, en tanto que el canto de los pájaros había sido sustituido por el de los grillos. Nada parecía indicar que en realidad, en alguna parte de la isla, se estuvieran librando peleas o persecuciones entre indios y piratas.

¿Sabes? —murmuró a medio camino, de repente—. Me alegro de haber venido aquí contigo, llevaba toda la vida pensando que estaba loco o algo así, incluso después de que la maestra Lyn me convirtiera en aprendiz… No tenía sentido que conociera el mar, y un viejo andrajoso se me hubiese aparecido estando al borde de la muerte… —exhaló un suspiro de alivio, con una débil media sonrisa dibujada en la comisura de los labios—. Pero ahora está bien, sé lo que tengo que buscar… Por fin.

La miró de lado, aún caminando.

La verdad es que si no me hubieras acompañado, habría terminado por no intentarlo. De absurdamente prudente que soy, llego a pecar de cobarde.
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Re: [País de Nunca Jamás] El regalo de Mujer Oso

Notapor Suzume Mizuno » Jue Mar 06, 2014 11:48 pm

Estoy bien, sí.

Fátima esbozó una sonrisa de alivio.

Me alegro mucho. En serio.

¡Chicos, os estáis quedando atrás!

Anda, vamos, no vaya a ser que empiecen sin nosotros —comentó, con algo de diversión en la voz.

Sí, será lo mejor —rió—. ¡Ya vamos! —se apresuró a decir, sorprendida por la velocidad a la que podía moverse la anciana. ¡Ojalá cuando llegar a su edad se conservara tan bien!

Malik no iba muy rápido, pero sus zancadas abarcaban el doble que las de Fátima, que tenía que apretar el paso para no quedarse atrás. Además, al ser ya casi plenamente de noche tenía que andarse con cuidado para no tropezar, aunque estaba tan acostumbrada a hacerlo en su hogar que no se preocupó demasiado por si pisaba algún hoyo. Lo único que le preocupaba era la oscuridad que les rodeaba; aquel lugar era mágico, pero ya habían comprobado que indios y piratas eran peligrosos. Y aunque no quería creer que los piratas se atreverían a acercarse a un campamento que sus habitantes defenderían con uñas y dientes, le daba un poco de miedo imaginar a hombres rondando por la espesura.

¿Sabes? —Malik interrumpió el devenir de sus pensamientos en voz baja y la joven le miró, centrando su atención en él pero manteniéndose alerta por si escuchaba cualquier sonido sospechoso—.Me alegro de haber venido aquí contigo —se le abrió la boca sin darse cuenta—, llevaba toda la vida pensando que estaba loco o algo así, incluso después de que la maestra Lyn me convirtiera en aprendiz… No tenía sentido que conociera el mar, y un viejo andrajoso se me hubiese aparecido estando al borde de la muerte… —y, de repente, las comisuras de sus labios se elevaron en una pequeña sonrisa. Fátima, a pesar de que apenas sí podía verle, pensó que estaba mucho más atractivo así—. Pero ahora está bien, sé lo que tengo que buscar… Por fin.

»La verdad es que si no me hubieras acompañado, habría terminado por no intentarlo. De absurdamente prudente que soy, llego a pecar de cobarde.


No digas eso —le reprochó con el ceño fruncido, aunque ligeramente ruborizada: que le hubiera dicho que sin ella no se había atrevido a ir le produjo un extraño hormigueo—. En China no te comportaste como un cobarde, ni tampoco lo fuiste en Agrabah y mucho menos ahora. Una cosa es ser cobarde y otra tener miedo. Todo el mundo tiene miedo y todo el mundo necesita que le den un empujoncito de vez en cuando… —se recogió un mechón de pelo tras la oreja y miró hacia el cielo con un repentino pesar hundiéndole los hombros—. Nunca he vivido algo como lo que te está pasando a ti —y, esperaba, sinceramente, no tener que pasar por nada similar—, pero creo que sé lo que es sentir que te estás volviendo loco y que nada tiene sentido. A mí me costó mucho entender también lo que debía hacer. Pero mi hermano me ayudó y, bueno… —al darse cuenta de que se había puesto a hablar de su vida sintió que la sangre se le subía a la cabeza y deseó que se la tragara la tierra. ¡Pero cómo podía tener tan poco tacto! ¡Como si a Malik le interesara escuchar problemas de adolescentes!—. P-perdona. A lo que me refería era a que… Es imposible hacer las cosas completamente solo.

»Y si he podido ayudarte, aunque sólo sea un poquito, me alegro de verdad. Y que sepas que puedes contar conmigo para lo que necesites.


Dicho esto sonrió a Malik y luego apresuró el paso para alcanzar a Mujer Oso.

Se sentía tan estúpida cada vez que hablaba con Malik que después de soltarle aquel discursito no se atrevía a mirarle a la cara.
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Re: [País de Nunca Jamás] El regalo de Mujer Oso

Notapor Tanis » Jue Mar 06, 2014 11:53 pm

No digas eso —Malik alzó las cejas ante su reproche, y aunque no distinguió su rubor en la penumbra, sí que notó cierta inflexión de halago en su voz—. En China no te comportaste como un cobarde, ni tampoco lo fuiste en Agrabah y mucho menos ahora. Una cosa es ser cobarde y otra tener miedo. Todo el mundo tiene miedo y todo el mundo necesita que le den un empujoncito de vez en cuando…

«El problema radica en cuando necesitas que te anden empujando siempre».

Pero no la interrumpió, Fátima era bastante juiciosa para su edad y le interesaba escuchar todo lo que pudiera decirle.

Nunca he vivido algo como lo que te está pasando a ti —«Y espero que nunca te pase. No es malo, pero… no sé si mucha gente podría soportarlo»—, pero creo que sé lo que es sentir que te estás volviendo loco y que nada tiene sentido. A mí me costó mucho entender también lo que debía hacer. Pero mi hermano me ayudó y, bueno…

¿Eh?

¿Lo que debía hacer para qué?, ¿su hermano sabía de su condición de aprendiz? Eso tenía que ser imposible, por lo prohibido…

P-perdona. A lo que me refería era a que… Es imposible hacer las cosas completamente solo.

»Y si he podido ayudarte, aunque sólo sea un poquito, me alegro de verdad. Y que sepas que puedes contar conmigo para lo que necesites.


Contempló su sonrisa ante de que ella avanzara más rápido, por delante de él para alcanzar a Mujer Oso, que ya les esperaba al pie del inicio del sendero de subida al campamento. Un hormigueo le recorrió de arriba abajo y le apretó la boca del estómago haciéndole tragar saliva. Aquello le trajo recuerdos, tanto suyos como de Abyss, de haber sentido alguna vez algo así, muy parecido.

«Vaya… ».

Caminó más rápido para alcanzarlas, no quería quedarse atrás. La verdad es que había pensado en proponer que le acompañara en busca de las demás piezas del alma incompleta. Y si ella quería ayudarle…

* * *


La ceremonia en honor de los magos fue fastuosa, a pesar de que mantenían un estado casi permanente de guerra. Por aquí y allá danzaban hombres y mujeres alrededor de hogueras, a la vez que los niños intentaban imitarlos. Grandes bandejas cargadas de comida eran transportadas de un lado a otro, al igual que odres llenos hasta arriba de una especie de bebida similar al vino. Incluso se organizó una pequeña competición de tiro con arco.

Malik sabía que aquello se debía, tal vez, a la idea de que aquella gente necesitaba olvidarse por unas horas de que muchos de sus guerreros estaban, en esos momentos quizá, peleando contra los piratas, y no únicamente porque quisieran honrar a dos magos desconocidos. Era algo comprensible, realmente, y por ello no los censuró, sino que hizo honor a la honra de todos y disfrutó de la celebración aunque no tuviese idea de hacer magia.

Aunque bueno, al menos ya conocía el camino para llegar a poder hacerla.

Junto a la tienda de Pájaro Negro, Malik aguardó junto a Fátima. Hasta que no empezara la ceremonia real, no podrían hacer nada, aunque sí les habían servido un vaso de aquella bebida cuyo nombre nunca lograba pronunciar, ni recordar. Pájaro Negro quería hacerles fumar la Pipa de la Paz, y los necesitaría en cualquier momento.

Muchos de los indios se acercaban, quizá con intención de hablar con ellos. La gran mayoría se quedaba a medio camino, probablemente intimidados por los poderes de Fátima y los que creyeran que podía hacer Malik. Y sobre todo las mujeres jóvenes, que cuchicheaban mirando al hombre antes de irse entre risitas. Él las saludaba tanto cuando venían como cuando se iba, ligeramente resignado.

«Pues va a ser verdad eso de que al final terminaré teniendo una novia en cada Mundo», pensó, divertido.

Mujer Oso se acercaba de cuando en cuando también, si no tenía que ayudar en algo, para ver cómo estaba o si necesitaban algo. Había sido ella la que les había traído la bebida, para que pudieran al menos tener algo entre las manos.

Me siento como cuando cumplí quince años —comentó Malik tras el silencio en el que no sabía ya hacia dónde mirar, porque por todas partes se veía comida, bebida y mujeres—. El gremio de comerciantes me hizo una fiesta y yo no sabía dónde meterme —le dio un sorbo a su vaso, tranquilo—. Fue la última vez que deseé que me tragara la tierra —se le escapó una risa camuflada en un bufido y miró a su compañera—. ¿Qué hay de ti?, ¿qué se celebra en Atlántica?

Si era sincero, quería conocer un poco más de ese Mundo. Saber que Abyss y Mujer Oso lo habían visitado y que a lo mejor podía acceder a algunas memorias referentes a su océano le entusiasmaba. Port Royal y sus sirenas le habían impresionado, y las de Nunca Jamás también, aunque no lo dijera en voz alta… Tenía que ver las que existían en Atlántica.

Escuchó atentamente su respuesta, interesado.

Tengo que ir cuando tenga tiempo libre otra vez —arrugó un poco el ceño, al recordar la paliza de Lyn—, creo que allí puede que alguien tenga otro pedacito de alma… —aventuró, pensativo.

No pudo continuar con la conversación, porque Mujer Oso se les acercó de nuevo.

¿Estáis preparados? —Malik asintió junto con la respuesta de Fátima—. ¡Bien!, pues vamos.

Les llevó junto a la hoguera central, que era más grande que las demás, en donde esperaba Pájaro Negro y algunos de los indios más importantes que quedaban en el poblado. Mujer Oso inclinó ligeramente la cabeza ante Pájaro Negro, quien correspondió el gesto y dijo:

Esta noche ser muy importante, hau. La visita de dos poderosos magos a nuestro pueblo infundir valor a los guerreros y poder derrotar a los piratas pronto, hau.

Un gran murmullo y unos cuantos gritos y vítores se alzaron en respuesta, y Malik no pudo evitar sentirse orgulloso de si mismo, y de Fátima, aunque…

«Espero que no nos pidan enfrentarnos a los piratas con ellos».

Y por Alá que agradecía que no les hubieran preguntado qué demonios hacían allí.

Pájaro Negro continúo:

Para honrar la visita de vuestra magia, nosotros ofrecer fumar de nuestra Pipa de la Paz, hau —uno de los indios a su lado le tendió un primoroso envoltorio, del cual extrajo una pipa larga, de boca estrecha y cabezal ancho.

Malik no fumaba desde hacía mucho tiempo y dudaba de que Fátima lo hubiese hecho alguna vez, pero no dudó en tomar la pipa cuando Pájaro Negro se la tendió ya encendida. Vacilar podría considerarse una ofensa, y después del buen trato de aquellas personas no sería buena idea ofender a nadie.

Podía sentir los ojos de todos los indios clavados en su persona, mientras se llevaba la boquilla a los labios y aspiraba hondamente. El humo le entró por la boca, bajó por la garganta y le quemó los pulmones, y un sabor a tabaco viejo, puro y ancestral se le quedó impregnado en el alma. Logró tragarse el humo, pero a cambió tosió una única vez, para regocijo general de los presentes y la carcajada socarrona de Pájaro Negro. Malik sonrió resignado y le pasó la pipa a Fátima, murmurándole lo suficientemente bajo como para que nadie más le oyera.

No chupes demasiado y no te tragues el humo, ¿vale? Está muy cargado.

E iba uno a saber qué llevaba ese tabaco.
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Re: [País de Nunca Jamás] El regalo de Mujer Oso

Notapor Suzume Mizuno » Vie Mar 07, 2014 12:24 am

Un niño se enredó con sus propias piernas y cayó de espaldas sobre el suelo, cerca de una hoguera. Cuando empezó a llorar, quiso avanzar hacia él, preocupada por si se había hecho daño, pero quien parecía ser la madre lo levantó, le dio un beso y consiguió que el niño volviera a bailar como antes, igual de feliz.

Fátima sonrió, enternecida, y luego se preguntó cómo podía haber gente tan desalmada como los piratas que pudiera pensar en hacer daño a esa gente.

Siguió con la mirada las grandes bandejas que hombres y mujeres llevaban de un lado a otro y su estómago rugía de hambre cada vez que el olor de la carne asada —mezclada con unas especies que no lograba identificar—, de frutas o alguna que otra verdura le abofeteaba el rostro. El campamento entero despedía un olor a comida que, a cualquiera, como ellos, que no hubiera probado nada en todo el día les hacía la boca agua.

Mientras miraba a la gente bailar pensó en lo mucho que le recordaba aquel lugar a Agrabah; las sombras negras que danzaban en torno al fuego a gran velocidad y que la obligaban a entrecerrar los ojos para que los destellos de las llamas no la cegaran, el ambiente de concordia y de familia, las tiendas, el cielo abierto tachonado de estrellas, con la luna resplandeciendo a lo lejos… Y el fresco aire de la noche abriéndose paso entre las barreras de hogueras para pillar desprevenidas a sus víctimas y hacerlas estremecerse con placer.

Se frotó los brazos y observó a un grupito de mujeres que miraban a Malik con intensidad. Al principio le habían molestado bastante y se había encontrado más de una vez dirigiéndoles miradas fulminantes. Pero una vez fue testigo de la actitud desentendida de Malik, se calmó e incluso le hizo gracia.

Parece que triunfas allá donde vas —le comentó en un momento, divertida.

«Y no me extraña» pensó, sonriendo cuando un par de niños se escondieron al verse descubiertos por su mirada tras una tienda.

Dio un sorbo a la bebida que les había traído Mujer Oso y entrecerró los ojos; la estancia en Tierra de Partida le había suavizado el paladar y ahora cada vez que tomaba algo ligeramente fuerte tenía que acostumbrarse al sabor, cuando en Atlántica se lo habría bebido de un trago. Estaba segura, además, de que la bebida llevaba algo de alcohol, pero hacía tanto tiempo que no lo probaba…

Suspiró y miró a su alrededor con impaciencia: se estaba poniendo nerviosa de tanto esperar y nadie le había explicado si tendría que volver a hacer magia frente al pueblo…

Me siento como cuando cumplí quince años —dijo entonces Malik. Fátima, agradecida por distraerse con algo, le miró atentamente—. El gremio de comerciantes me hizo una fiesta y yo no sabía dónde meterme. Fue la última vez que deseé que me tragara la tierra.

Malik soltó una risa y Fátima también, intentado imaginarse a un Malik de su edad avergonzado por las atenciones que le dedicaban. Le resultó bastante difícil, pero a la vez deseó que en Agrabah hubieran existido las cámaras de foto para poder ver a Malik de joven. Seguro que entonces también era ya maduro y alguien con quien daba gusto hablar… Y… Seguro que ya era igual de guapo.

¿Qué hay de ti? —pegó un respingo cuando le preguntó a ella—,¿qué se celebra en Atlántica?

Pues… No creo que sea muy diferente a otros lugares. Depende del dinero que tengas, invitas a gente a comer, o ellos te invitan a ti a cenar. Si pueden, te hacen un regalo. Y si no… —se encogió de hombros y sonrió—, pues consideras que estar con el grupo es suficiente regalo. Aunque los cumpleaños de los nobles siempre dan gusto. ¡Y más los del rey! —añadió con ojos chispeantes—. Me acuerdo que de pequeña fui varias veces a los cumpleaños del príncipe, porque el palacio repartía comida, chocolate, y a veces incluso un poco de dinero. Y había bandas por la calle, fuegos artificiales y, si tenías suerte, la misma familia real salía a saludar —ahí arqueó una ceja y se rió con algo de amargura. De pequeña, como todos los niños, se moría por ver a los reyes. Pero llegó un momento en que comprendió lo diferentes que eran los mundos en los que vivían y le revolvía el estómago verles saludar amablemente, repartiendo comida como si fueran almas verdaderamente caritativas. Sacudió la cabeza y apartó esos pensamientos de su cabeza—. Muchas veces se hacen tartas o bizcochos enormes para que coma toda la gente posible, con las velas que se supone que son tus años. Y hay que soplarlas todas de golpe para que se cumpla un deseo.

Tengo que ir cuando tenga tiempo libre otra vez, creo que allí puede que alguien tenga otro pedacito de alma…

Fátima fue a abrir la boca, porque, al pensar que Malik iría a su mundo, sintió un inmenso deseo de acompañarle. Y de ver a su familia. Y de…

Pero en ese momento se acercó Makwa y preguntó:

¿Estáis preparados?

Por supuesto —sonrió, nerviosa.

¡Bien!, pues vamos.

«Por favor, que no meta la pata» pensó Fátima, tragando saliva.

Pájaro Negro, al lado de la hoguera más grande, les esperaba digno, severo.

Esta noche ser muy importante, hau. La visita de dos poderosos magos a nuestro pueblo infundir valor a los guerreros y poder derrotar a los piratas pronto, hau.

De inmediato la gente comenzó a murmurar y Fátima se obligó a sonreír, mientras se le encogía el corazón. Ya le había pasado algo muy similar en Agrabah y se había prometido que no volvería a dejarse enredar de esa manera. Pero, ¿y si les pedían ayuda? Miró a Malik con cierta preocupación. Estaba segura de que no sería capaz de negarles su apoyo, no después de haber visto cómo eran los malditos piratas. Sin embargo, no deberían intervenir a menos que hubiera Sincorazón. Eran las reglas.

Para honrar la visita de vuestra magia, nosotros ofrecer fumar de nuestra Pipa de la Paz, hau.

«¡Pero, qué es eso!».

Se le abrieron los ojos como platos al ver la larguísima pipa, que había que sujetar con dos manos para poder llevársela a la boca. Pájaro Negro dio una larga calada y luego se la entregó a Malik. Fátima tuvo la impresión de que toda la aldea se inclinaba a la vez hacia delante, ansiosa, esperando a que el hombre cumpliera su parte con el rito de bienvenida.

El rostro de Malik se contrajo al aspirar y se le escapó una tos, que provocó una carcajada a Pájaro Negro, mientras el resto de indios disfrutaban de la escena. Cuando Malik puso en sus manos la pipa, sintió que su estómago se reducía al tamaño de un guisante. Si se habían reído con Malik, que viniendo de donde venía seguro que había fumado alguna vez, de ella se iban a carcajear a base de bien. ¡Nunca había fumado! Le parecía una costumbre repugnante y siempre odió cuando alguno de sus hermanos le impregnaba la ropa con ese olor fuerte a tabaco…

No chupes demasiado y no te tragues el humo, ¿vale? —susurró entonces Malik—. Está muy cargado.

Gracias —respondió con un hilillo de voz, maldiciendo para sus adentros.

«Oh, bueno. Que se rían. Acabemos con esto cuanto antes» se resignó.

Sintiéndose torpe y estúpida, se llevó la pipa a la boca. Y sólo en ese momento cayó en la cuenta que estaba tocando donde los labios de Malik habían estado ya antes y por un momento creyó que le daba un soponcio.

Dio una pequeña calada, aunque intentó fingir que era bastante más larga, y sintió el humo inundarle la boca. Tuvo que hacer un inmenso esfuerzo para que no se le formara una mueca de asco. ¡Era repugnante, como había imaginado! Pero, ¿qué debía hacer? La gente la miraba, divertida, y no tenía ni idea de qué pensarían de una maga como ella y dejaba escapar el humo.

Y, entonces, se le ocurrió una idea.

Así que, a pesar de la indicación de Malik, se lo tragó y le lagrimearon los ojos.

Trató de no toser, pero sufrió un espasmo y se llevó una mano a la boca…

Y cuando tosió invocó una pequeña llamarada que dejó escapar hacia abajo, como si estuviera escupiendo fuego.

Hubo un rugido de excitación y Fátima, todavía tosiendo y reteniendo las lágrimas, sonrió y volvió a hacer el truco para el placer de los más pequeños. Sintiéndose un poco artista de circo, pidió permiso a Pájaro Negro con la mirada para ceder a las peticiones de más magia de su pueblo, y el hombre asintió sin poder reprimir el asomo de una sonrisa de emoción.

Fátima, paladeando con asco el humo que le había irritado la garganta, resistió las ganas de arremangarse y se preparó para deleitar a la concurrencia con un par de hechizos. Muy pocos, para mantener cierta impresión de misterio, pero lo más espectaculares que pudiera.

****


El lanzar rayos, alguna que otra bola de fuego y hacer flotar el agua ante los impresionados miembro de la aldea había sido todo un éxito. Fátima notaba cómo la miraban desde los numerosos círculos que se habían formado para disfrutar de la comida de las bandejas, que iban pasando de mano en mano. Ella y Malik estaban sentados cerca de Pájaro Negro y Makwa de vez en cuando les saludaba con una mano, rodeada de niños que trepaban a su regazo, emocionados, mientras señalaban en dirección a los dos magos.

Deseando desaparecer, Fátima bebía con cierta ansiedad y, cuando quería darse cuenta, le habían rellenado el vaso y volvía a llevárselo a la boca. Como había imaginado, las bebidas contenían alcohol, sólo que esta vez en una cantidad mucho más alta. Se alegró de que, al contrario que a gente de otros mundos, a ella le hubieran dado de beber ron desde muy pequeña. Y, aun así, estaba un poco mareada y sonreía como una estúpida. ¿Es que le habían metido alcohol puro a la bebida o qué?

Espero —dijo, inclinándose hacia Malik, quizá un poco demasiado porque estuvo a punto de caerse sobre él. Fátima sacudió la cabeza, se irguió un poco más y continuó, hablando con la lengua pastosa—:… Espero que no me pidan hacer magia otra vez. Estoy segura de que soy capaz de quemar ese tótem sin querer —y soltó una risita, como si aquello fuera muy divertido.

Dio un pequeño mordisco a un pedazo de carne muy quemada, pero sabrosa, y pegó otro traguito. Debería dejarlo, ¿no? ¡Pero es que no le gustaba ser el centro de atención y la gente no dejaba de mirar en su dirección!

Creo que ya entiendo por qué quisiste que te tragara la tierra cuando cumpliste quince años —confesó.

En ese momento, un grupo de hombres, al ritmo trepidante de unos tambores, se levantaron y comenzaron a bailar. Pájaro Negro, para sorpresa —y luego regocijo— de todos se incorporó y se situó en medio de sus hombres para danzar… Con un juego de pies que dejó con la boca abierta a Fátima.

¡Madre mía!

Señor mago —dijo entonces una voz dulce y los dos se dieron la vuelta para ver a una joven, espigada, con los ojos muy grandes y las mejillas algo arreboladas, quizás por el calor de las hogueras o por otra cosa—. ¿Por qué no baila con nosotros?

Eso, ¿por qué no bailas? —Fátima se llevó el vaso a la boca para ocultar su sonrisa.

Casi de inmediato, la mitad de los indios comenzaron a bailar, instigados por Mujer Oso, que había estado escuchando:

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Re: [País de Nunca Jamás] El regalo de Mujer Oso

Notapor Tanis » Vie Mar 07, 2014 12:44 am

El truco de Fátima para simular que escupía fuego tras fumar de la pipa le resultó inteligente, y divertido. Y pareció exaltar un poco más los ánimos. De nuevo pensó en que por favor a nadie se le ocurriera pedirle a él que hiciera magia. Aunque bien podría invocar la Llave-Espada con su luz blanca cegadora, de ser necesario.

Siguió a Fátima con la mirada cuando ella decidió ceder a los ruegos de los indios, que le pedían que ejecutara más hechizos maravillosos. No pudo evitar sentir algo de envidia de nuevo.

«Pero pronto, pronto… ».

No podía esperar a regresar a Tierra de Partida para empezar a investigar su próximo destino, fuera el que fuera.
Por el rabillo del ojo vio a Mujer Oso acercándose a él, hasta situarse tranquilamente a su lado, mientras varios de los guerreros de Pájaro Negro se unían al grupo que ya se deleitaba con los conjuros de Fátima. Él prefirió quedarse quieto por el momento, aún con el sabor de aquel tabaco en la boca.

Tiene mucho talento, ¿no crees? —oyó a Mujer Oso decir, tras unos segundos de silencio.
¿Hm? —Malik se fijó en Fátima, y en sus movimientos para hacer que todo resultara aún más místico y fantástico. Conseguía que hasta los adultos sonrieran de nuevo como si fueran niños—. Sí… Sí que lo tiene —murmuró.

Varias mujeres empezaron a repartir vasos de madera tallada, llenas hasta arriba de bebida, la misma de antes, aunque un poco más fuerte. Malik aceptó el suyo, aliviado de poder quitarse el sabor a humo de la lengua. No es que le molestase por completo, pero tener la garganta seca era bastante desagradable.

Echó un trago pequeño, notando como el brebaje le bajaba y quemaba la carne hasta el estómago. Tosió, ante la diversión de la anciana.

¿Demasiado fuerte? —inquirió.
Que sí está fuerte… Joder.

Mujer Oso rió, meneando la cabeza.

Ay, la juventud…
Pues me sé de una que lo va a pasar muy bien como se atreva a olerlo —barruntó, refiriéndose a Fátima.
Bueno —La anciana se encogió de hombros, con su sonrisilla misteriosa siempre curvada en la boca—. Ya estarás ahí para cuidarla de que no le pase nada, ¿no?

Malik entreabrió los labios para contestar, pero no lo hizo. En cambio suspiró, casi con un asentimiento y una tenue media sonrisa.

Claro…

«Como Abyss también cuidaba de ti, y tú de él, ¿no?»

Ven, ya están repartiendo la comida, debes de tener hambre.

Malik soltó una pequeña carcajada, acompañándola del brazo.

No te haces a una idea.

* * *


Realmente no recordaba una fiesta así desde sus días más felices y jóvenes en Agrabah, cuando su padre aún vivía. La bebida, la comida, los bailes… Le resultaba absurdamente nostálgico, lejano, pero nostálgico.

Sentado cerca de Pájaro Negro y al lado de Fátima, bebía de cuando en cuando del vaso que a cada rato le rellenaban, sin acusar realmente la subida del alcohol. Se había llenado el estómago de todo lo que le habían ofrecido, por no defraudar a los anfitriones, y también por puro gusto y placer, qué narices. Hacía tiempo que nadie le dispensaba una atención como esa, y se casi se le había olvidado lo que era ser el centro de una celebración.

Era un sabor viejo, como el de la arena y el mar.

De vez en cuando le echaba un ojo a Fátima, pero le era imposible andar controlando la cantidad de alcohol que bebía, ya que en lo que se bebía su propio vaso a ella ya se lo habían rellenado dos veces. No le extrañó nada que estuviese como estaba,

Espero —dijo ella de pronto, inclinándose hacia Malik, que alzó las manos para sostenerla por si se caía hacia adelante, aunque ella se irguió antes de que eso pasara—:… Espero que no me pidan hacer magia otra vez. Estoy segura de que soy capaz de quemar ese tótem sin querer —rió después.

Malik no estaba borracho, pero si achispado, y secundó su risa, meneando la cabeza.

Espero que no me la pidan a mí, se llevarían un chasco —comentó a su vez, echando el último trago del vaso, que fue nuevamente rellenado.

Creo que ya entiendo por qué quisiste que te tragara la tierra cuando cumpliste quince años.

Malik alzó las cejas, con un bufido entre risas.

Por si te consuela saberlo, al menos no hemos tenido que dar un discurso.

Fue entonces cuando el ritmo de los tambores, hasta ese momento muy bajo y grave, se acrecentó, y varios hombres se levantaron y pusieron a bailar en el centro del gran corro de la aldea, casi junto a la hoguera central que ardía con fuerza. Malik siguió el ritmo de los tambores con los dedos, repicando sobre la rodilla. Eran ritmos curiosos, muy tribales, muy… arcaicos. Y que sin embargo invitaban al cuerpo a moverse.

«Wow… », pensó al ver el juego de pies del propio Pájaro Negro, que también se había animado y unido a sus guerreros.

¡Madre mía!
—corroboró Malik—, madre tuya.

Se le escapó una pequeña carcajada.

Señor mago —Entonces, una vocecita suave y dulce, de muchachita, hizo que ambos se giraran, descubriendo a una jovencita delgada de mejillas sonrojadas y ojos brillantes—. ¿Por qué no baila con nosotros?

«… Uh, oh».

Eso, ¿por qué no bailas?

Malik miró a Fátima con suspicacia, aunque no con malicia y sí regodeo en su gesto. ¿Con que esas tenía, eh? La verdad es que no le importaba el bailar o no, lo único que hacía mucho tiempo que no lo bailaba nada y había perdido un poco la habilidad. Se dio cuenta, pensando en eso, de lo gris que habían sido sus últimos años antes de convertirse en aprendiz.

Y por una vez, bueno, podía relajarse. Era una fiesta después de todo.

¡Que baile, que baile, que baile!

Ante las peticiones de los demás e incluso los muchachos que ya bailaban, Malik no pudo hacer más que suspirar fingiendo resignación, y se encaminó hacia el grupo de bailarines a la vez que un coro de aplausos se alzaba por encima de la concurrencia.

Y bailó.

Nadie perdió ojo del mago, que para ser un completo principiante en su música, no lo hacía nada mal. Al principio le resultó complicado, porque era un tipo de música desconocida para él, ¡pero era divertido! Intercambiaban pasos entre ellos, combinaban secuencias enteras, imitaban a cada lado del bailarín central. E improvisaban.
Era un tejido inmenso de baile… tan profundo, tan real, íntimo y devastador…

De nuevo el sabor viejo de la nostalgia le mordió con saña.

Y le dio una idea.

Paró por un momento de bailar, un poco para descansar, beber algo y secarse el sudor de la frente. De paso se acercó a los hombres que tocaban los tambores y les pidió por favor que tocaran unas pautas concretas. Aunque tardó en hacer que cogieran el ritmo que necesitaba oír, Malik tuvo paciencia para ello. Parecían dispuestos a cumplir su capricho, sólo por ver que iba a hacer.

Luego se fue acercando adonde estaba Fátima, a la vez que se deshacía de la parte superior de la ropa, quedando desnudo de cintura para arriba. La dejó donde había estado sentado anteriormente y le guiñó un ojo a la chica.

Cuídamela.

Después pidió un poco de espacio para él solo, porque iba a bailar algo especial, una danza que sólo se les enseñaba a los magos varones. Con esas palabras consiguió el remate final de la expectación, y a su señal, los músicos tocaron.

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Y de nuevo bailó. Solo que esta vez no debía mover más los pies, sino las caderas. A la luz del fuego crepitante, los movimientos sinuosos de su cuerpo parecían contorsiones sutiles, e invitaciones deliciosas para hacer algo más que bailar. Muchas —y muchos— de los presentes contuvieron el aliento, sofocados.

Malik bailó, y bailó hasta que los propios músicos dejaron de tocar, hechizados por el desliz del cuerpo del aprendiz.

Al terminar, hizo una reverencia de cabeza, llevándose una mano al pecho, hacia el impresionado campamento indio, y regresó a su sitio, sentándose junto a Fátima, sin preocuparse todavía de volverse a poner la ropa.

Tenía un calor...

El sonido de los tambores volvió a resonar, y los hombres retomaron sus danzas, intentando hacer una mezcla con lo que habían visto hacer a Malik. Por todas partes se oían murmullos y voces altas comentando sobre ese baile.

Bueno —dijo alargando un poco de más la pronunciación de la «e», recogiendo su copa—, ¿satisfecha?

Aun respiraba un poco entrecortado, por el esfuerzo, y el sudor le brillaba en la frente.

No pudo evitar sonreír, orgulloso.
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Re: [País de Nunca Jamás] El regalo de Mujer Oso

Notapor Suzume Mizuno » Vie Mar 07, 2014 1:12 am

Para su inmensa sorpresa, Malik suspiró y se incorporó. Fátima lo siguió con la boca abierta, incapaz de creer que fuera a bailar de verdad. La gente comenzó a aplaudir y ella dejó su vaso y aplaudió con ellos, notando un cosquilleo de emoción.

En un primer momento temió que Malik fuera a tropezarse, pero no, rápidamente pilló los pasos, imitando a sus compañeros, bailando con ellos. Fátima se encontró riendo y llevando el ritmo a palmadas junto a todos los corros. Muchas de las chicas retorcían el cuello para observar al mago y más de una sonrió y cuchicheó con su compañera. Incluso varias mujeres mayores.

Si Fátima no hubiera sido consciente de que estaba ligeramente borracha, habría obedecido el impulso que le estaba haciendo hormiguear los pies y que le pedía salir a bailar con Malik. Pero era terriblemente vergonzosa y saber que probablemente tropezaría la mantuvo quieta en su sitio. Daba igual, disfrutó con ver al hombre, pensando que a pesar de ser un baile tan brusco, aunque intenso, se movía con sorprendente elegancia. Y sintió un pinchazo de envidia.

«Ojalá pudiera ser un poquito más como él» pensó.

Y si no hubiera sido porque Malik habló con los músicos de los tambores, Fátima se habría puesto a divagar sobre los sorprendentes altibajos emocionales que podía provocar estar ebrio.

Después de una pequeña conversación con los indios, Malik se dirigió hacia Fátima, que pensó que ya se iba a sentar y se preparó para darle la enhorabuena. Sin embargo, ocurrió algo que no había esperado:

Malik se quitó parte de la ropa, dejando así a la vista sus pectorales y los firmes abdominales. Su piel morena relucía a la luz de las hogueras y se quedó hipnotizada por unos instantes, pensando que nunca había visto un cuerpo tan perfecto. Entonces Malik dejó a su lado su ropa y le guiñó un ojo. Fátima tuvo la sensación de que la cara le explotaría de puro calor.

Cuídamela.

V-va…—no fue capaz de terminar la frase. Y en parte se alegró, porque no era capaz de pensar.

Malik, una vez hubo conseguido algo de espacio, anunció que iba a realizar una danza especial y se hizo el silencio.

Nunca había visto bailar así a un hombre. No con esa lentitud, ese juego de caderas, ni esa gracia. Fue una sensación extrañísima. Siempre había pensado que ese tipo de estilo de danza sólo lo harían las mujeres… Pero… Pero era sorprendente masculino y sintió que se quedaba sin aliento. No podía dejar de mirar, de seguir los movimientos de sus brazos, de su espalda firme y fibrosa, de los músculos al tensarse y suavizarse.

No se dio cuenta de que se hacía el silencio y que hasta los tambores dejaron de seguir el ritmo. Es más, el resto del mundo no existía para ella. Sólo Malik, un sentimiento muy desconcertante en el pecho y sofoco. Muchísimo sofoco.

El público vitoreó a rabiar cuando Malik elaboró una graciosa reverencia y Fátima emergió a la realidad, como si se hubiera roto la pompa que la mantenía aislada hasta ese momento. Y aplaudió hasta que las manos se le durmieron y tuvo que sacudirlas para recuperar la sensibilidad.

Cohibida, no supo qué hacer cuando Malik se sentó a su lado y buscó desesperadamente dónde posar la mirada. Le pareció ver a Makwa sonriendo, divertida, y deseó que se la tragara la tierra. Porque de repente le parecía que todo el mundo la podía leer como un libro abierto.

Aunque ni ella misma estaba segura de qué había que leer.

Bueno, ¿satisfecha?

Fátima se volvió hacia él, maldiciendo su estúpido cerebro que no era capaz de conectar dos palabras seguidas, y fue a decirle algo pero se le olvidó por completo cuando comprobó que Malik seguía sin ropa. Y estaba cubierto por una ligera capa de sudor que hacía que su piel destacara con las llamaradas de las hogueras. Le miró y vio que sonreía. ¡Sonreía!

«Responde, Fátima. Responde, estúpida. ¡No te quedes mirándole como una subnormal!» se ordenó mentalmente.

Pero era más fácil pensarlo que hacerlo.

Eh… Ah…—dio un sorbo a su bebida y sintió un calorcillo en el estómago. ¡Genial, a emborracharse más!—. Ha sido… Bueno, estoy… Como ves, sin palabras —balbució, cada vez más torpe y deseando salir corriendo y morirse en algún lugar oscuro donde nadie pudiera encontrar nunca jamás su cadáver.

«¡Bravo, Fátima!» pensó, sarcástica, y dio otro trago, esta vez más largo.

Ha sido impresionante —dijo, esta vez con algo de más de dominio sobre sí misma y notando mariposas en el estómago—. ¡Me ha encantado! Y… Y creo que al resto también —rió, señalando con el pulgar a su alrededor—. Estabas… Bueno, muy… Muy… Eh… atractivo. Y…

»Oye, ¿te vas a poner la ropa de nuevo?
—preguntó cuando sus ojos viajaron a los pectorales de Malik por enésima vez—. E-es que vas a pillar un catarro.

Era una tontería, apenas hacía frío, aunque de vez en cuando corría una brisilla agradable. Pero se sentía incómoda, muy idiota por no dejar de mirarle y darse cuenta de que él la leía a la perfección… Y que estaba siendo terriblemente grosera.

Pero, a la vez, sabía que lamentaría mucho cuando se cubriera.

¿En… En Agrabah todos… todos bailáis así? —preguntó, mirándole de soslayo, intentando cambiar de tema—. Un día tienes que enseñarme a bailar —dijo en cuanto escuchó la respuesta.

Se quedó un momento en silencio y se cubrió la boca. Luego soltó una risotada nerviosa.

¡Ya sabes, es que, me ha parecido muy bonito y todo eso! En mi mundo nadie baila así, es todo distinto, mucho más soso y tal, aunque las parejas cuando están juntas son muy monas, pero el caso es que no se baila para nada de esa manera y me ha parecido exótico y…—dijo de sopetón.

«Cállate, que no dejas de empeorarlo».

Rió por no llorar y tendió un vaso hacia él para brindar.

¿Y si cambiamos de tema? Porque ahora mismo quiero que me entierren viva.
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Re: [País de Nunca Jamás] El regalo de Mujer Oso

Notapor Tanis » Vie Mar 07, 2014 1:17 am

Malik se llevó el vaso a los labios, aguantándose las ganas de sonreír de una forma más maliciosa. Ver a Fátima así, fuera de su aire responsable, era bastante fresco, divertido… y encantador.

Eh… Ah…— Tomó un sorbito mientras ella balbuceaba, tratando de tal vez encontrar alguna respuesta coherente. Sabía que la había impresionado, incluso encandilado. Igual que le había pasado a él cuando vio por primera vez un baile así. Aunque no dejase de ser irónico que aquello le hubiese pasado con su ex-prometida—. Ha sido… Bueno, estoy… Como ves, sin palabras.

Se le curvó un poco más la sonrisa orgullosa, que al final se transformó en una agradecida. Dejó que una chica le rellenara el vaso hasta arriba, sin molestarse en decirle que dejara de comérselo con los ojos. ¡No pasaba nada!, ¡era joven, tenía derecho!

Ya te veo, ya —soltó una risita, y echó otro traguito.

Daba gracias de tener un buen aguante, o a esas alturas ya estaría… Y bueno, quizá el alcohol había influido en que se desinhibiera tanto para bailar, pero al menos sabía que lo había hecho por decisión propia. Había querido… mostrarlo.

Ha sido impresionante —escuchó, y el halago le reprodujo una pequeña sensación de calorcito en el pecho, que nada tenía que ver con la bebida o la comida—. ¡Me ha encantado! Y… Y creo que al resto también —rió ella, secundando él segundo después—. Estabas… Bueno, muy… Muy… Eh… atractivo. Y…

« ¿Y…? ».

Se quedó mirándola en silencio, fijándose en su rubor culpa del alcohol o… En la curvatura de sus mejillas, la mirada huidiza, sus labios, la lengua tras los dientes, y el brillo del pelo. Para ser tan jovencita… sí, era muy guapa. Bebió de nuevo, quitándose de la cabeza una idea bastante… estúpida, que de repente había irrumpido como un torbellino.

Oye, ¿te vas a poner la ropa de nuevo? —ladeó la cabeza, aguantándose las ganas de reír. Estaba incómoda, vaya si lo estaba—. E-es que vas a pillar un catarro.

Malik se notaba un poco más fresco que antes por la brisa deliciosa que de vez en cuando soplaba desde el mar. Pero aún así hacía una temperatura agradable para andar sin ropa, como varios de los guerreros indios que mostraban, orgullosos, sus tatuajes en el pecho y los brazos.

Bueno, no me gustaría ponerme enfermo, la verdad —asintió, pero con un tono de voz relajado, como si estuviera jugando, y que bajó hasta hacerlo un murmullo apenas inaudible, incluso para ella—. Así que… si tanto te incomoda…

Sabía que no estaría bien divertirse a su costa, y que por querer, podría no ponerse de nuevo la camisa. Pero era consciente de que Fátima estaba pasando un mal rato, si es que podía llamarse así, de modo que volvió a colocarse la ropa. Alargó el brazo hacia una de las bandejas que todavía estaban delante y junto a ellos, y tomó una de las piezas de fruta, dándole un mordisco. Sabía dulce y crujiente y le ayudó a mantenerse ocupado con algo. Estaba empezando a pensar en algunas cosas otra vez, y no eran buenas ideas.

¿En… En Agrabah todos… todos bailáis así?

Hm… —Malik tragó y meditó—. No, no todos… Normalmente era algo que hacían las mujeres, las sacerdotisas —no tuvo reparo en decirlo—. Una danza religiosa, vamos —mordió otro poquito de la fruta, saboreando—. Con el paso de los siglos se popularizó y ahora es un baile común en mi tierra y otras partes del territorio. Pocos hombres saben, y normalmente son los esclavos que han aprendido de alguna mujer. Yo tuve uno que me enseñó —pero ahí sí se ahorró el decir cómo y por qué.

«Es un baile incitante y muchos extranjeros lo consideran obsceno».

Un día tienes que enseñarme a bailar.

Estuvo a punto de morderse la lengua, pero esbozó una sonrisita y asintió.

Cuando quieras, me encantará enseñarte.

Su risotada le hizo a él soltar otra.

¡Ya sabes, es que, me ha parecido muy bonito y todo eso! En mi mundo nadie baila así, es todo distinto, mucho más soso y tal, aunque las parejas cuando están juntas son muy monas, pero el caso es que no se baila para nada de esa manera y me ha parecido exótico y…

Espero a que continuara, curioso, mordiendo también el corazón de la fruta. Pero ella rió, sin terminar la frase, y le tendió el vaso. Malik tragó y alzó el suyo.

¿Y si cambiamos de tema? Porque ahora mismo quiero que me entierren viva.

Oh, venga… —medio suplicó de forma juguetona, entrechocando el vaso contra el de ella, suavemente. Aunque cedió a la propuesta, retomando algunas cuestiones que habían dejado atrás, en el bosque—. Entonces… ¿querrás venir conmigo a buscar a Abyss a otros Mundos?

Pensaba que ya que había iniciado esa búsqueda con ella, ¿qué menos que continuarla con ella? Era buena compañera, y siempre era mucho mejor viajar acompañado que solo.

Sonrió vagamente al escuchar su respuesta.

Estaba empezando a descubrir, aunque tarde, lo extrañamente grato que era el trato humano prolongado, lo que era tener amigos más que clientes, compartir momentos tontos, relajarse y disfrutar del paso lento del tiempo, como hacían ahora… de las aventuras. Malik desvió la vista hacia abajo, perdiéndose un poco, ensimismado.

«¿Cuánto he desperdiciado en realidad?». No lo sabía.

Se hacía mayor y lo único que había hecho hasta que Lyn y Ronin aparecieran en Agrabah, había sido recaudar dinero, para a su vez poder tener aun más dinero. Se estaba dando cuenta de lo estúpido que había sido al dejar de lado tanto, como la familia, o cosas que podría haber hecho sin atarse a responsabilidades. Su hermano seguía perdido, unido a una banda de bandoleros por puro despecho. Sus padres muertos, sus amigos en la ignorancia. Ahora que podía hacer tantas cosas, viajar a tantos lados, conocer a tanta gente… se sentía… abrumado. Sí, esa era la palabra.

Oye, Fátima… —llamó entonces—. Si algún día vuelvo a… perderme —pudiera ser que ella no supiera a qué se refería, aunque fuese lista. Pero sólo necesitaba escucharla—, ¿prometes que irás a buscarme?

Terminó con el último trago del vaso. Sin embargo no dejó que volvieran a llenárselo, tenía suficiente con aquello. Si bebía más, seguramente sí que se emborracharía. Lo dejó en el suelo y tomó aire profundamente, contemplando el todavía creciente desarrollo de la ceremonia. Sabía que no pararían en toda la noche, pero no importaba.

No era como si en el pasado no lo hubiera hecho ya.
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Re: [País de Nunca Jamás] El regalo de Mujer Oso

Notapor Suzume Mizuno » Vie Mar 07, 2014 1:24 am

Oh, venga…

Fátima fulminó a Malik con la mirada, queriendo morir y, a la vez, perpetrar un asesinato: ese tono era inconfundible, ¡se lo estaba pasando bien! ¡Se estaba dando de cuenta de todo y aun así…! Brindó con ella y Fátima, indignada, bebió de nuevo, pensando que más le valía tener un estómago de hierro. O que quizás debería comer un poco. O incluso salir corriendo antes de volver a soltar una burrada delante de Malik. Seguro que estaba pensando que era una niña graciosa. Sintió unas ganas repentinas de romper a llorar.

«Confirmado. Estoy borracha» dijo para sus adentros.

Entonces… ¿querrás venir conmigo a buscar a Abyss a otros Mundos?

Fátima parpadeó un par de veces y en un principio no reaccionó, como si Malik no se hubiera dirigido a ella. Luego se volvió bruscamente hacia él con los ojos abiertos de par en par.

¿No te importa?

Realmente, había creído que Malik lo consideraría algo personal, algo que querría hacer por su cuenta ahora que por fin tenía claro lo que debía hacer. Pero le estaba ofreciendo acompañarle. Experimentó una mezcla de felicidad y orgullo porque pensara que podía confiar tanto en ella y asintió varias veces, olvidado de golpe el efímero enfado anterior.

¡Claro que quiero! ¡Me encantaría acompañarte!

Malik sonrió suavemente y Fátima clavó los ojos en las llamas, dejando, con esfuerzo, el vaso a un lado. En el momento en que ya todo entraba como si fuera agua comenzaba a ser realmente peligroso seguir bebiendo.

Contempló a los indios danzar, algunos muy serios, otros sonrientes, y empezó a sentir un plácido cansancio tirar de sus párpados. Había sido un día sorprendentemente completo. Aunque, en realidad, lo eran todos desde que llegó a Tierra de Partida. A veces todavía le costaba aceptar que iba camino de convertirse en una Caballero, que tenía un dragoncito a su cargo y que se había hecho amigos, ¡de mundos distintos! Más de una ocasión había creído que despertaría en la cama que compartía con sus hermanos para trabajar, una vez más, con su madre lavando platos, yendo a buscar comida o haciendo recados.

Pero no.

Estaba allí. En el «mundo». Viendo y aprendiendo más de lo que jamás se habría atrevido a soñar.

Y… Sintió un agudo pinchazo en el corazón y bajó la mirada.

Y bueno, de momento nadie se había dado cuenta —apartó a Andrei de sus pensamientos con un sabor amargo en la boca—. Así que podía seguir escondida en su reducto de felicidad durante un poco más.

Lo malo era que sentí que se le acababa el tiempo a marchas forzadas.

«Maldito alcohol» gruñó para sus adentros al sentir que se le irritaban los ojos.

¿Por qué no podía seguir como hasta hacía un rato? ¿Por qué tenía que pensar siempre en ello cuando menos lo necesitaba? ¿Qué más quería? Ver mundo, luchar por ayudar a las personas… Tener grandes amigos, una Maestra a la que admirar, un dragón que cuidar… Y que un hombre como Malik confiara en ella. ¡Un adulto! ¡Y un adulto serio, no como Ronin…!

Entonces, ¿por qué…?

En realidad, estaba muy claro. Porque, en el fondo, sabía que estaba engañando a todos, aunque ella quisiera considerar que no era así.

Y le daba mucho miedo perder lo que estaba ganando.

Oye, Fátima…

Sacudió la cabeza, agradecida porque alguien la alejara de esos negros pensamientos.

¿Sí?

Si algún día vuelvo a… perderme —ladeó ligeramente la cabeza, algo atontada por culpa del alcohol. ¿Perderse?—, ¿prometes que irás a buscarme?

Fátima le miró en silencio unos segundos, durante los cuales en su pecho impactaron una masa incongruente de sentimientos encontrados. Apretó los labios y se restregó un ojo, mientras asentía con una sonrisa al comprender.

Claro que sí. Claro que sí…

Sabía demasiado bien lo que era estar perdida, sin saber a quién recurrir, ni qué hacer. Y no quería permitir que nadie de su entorno pasara por una situación semejante. Nunca, si estaba en su mano evitarlo.

****


Disculpa que te robemos sitio, Makwa —bostezó Fátima.

No te preocupes, pequeña —sonrió Mujer Oso, que portaba una vela mientras abría las telas de su tienda y ayudaba a Fátima a buscar las esteras sobre las que iban ad dormir—. Me gusta tener compañía.

¿Incluso compañía que huele a alcohol?

¡Como si fueras la única en este campamento que huele a alcohol! —rió de buen humor, dándole una palmadita en la espalda.

Fátima farfulló una respuesta ininteligible: le comenzaba a doler la cabeza y sabía que al día siguiente, casi con total probabilidad, tendría resaca. ¡Qué vergüenza, delante de tantos extraños!

Agradeció el vaso de agua que le entregó Makwa y luego se sentó en su estera, mirando a Malik: dormiría a su lado, en un rincón de la tienda. Pájaro Negro les había ofrecido la suya, más espaciosa, pero Fátima se sentía más a gusto con Makwa, la única a la que conocía realmente bien del poblado.

Ahora se preguntaba si no habría sido un error aceptar. Quizás Malik quisiera hablar a solas con Mujer Oso…

Pero no se atrevió a preguntar, sino que se acurrucó contra la tela de la tienda, dejando a Malik la zona del interior por si quería levantarse o hablar con Makwa.

Ahora que su cabeza empezaba a despejarse, repasaba los eventos del día y se daba cuenta de las tonterías que había dicho y hecho. ¡Pedirle a Malik que le enseñara a bailar algo así! ¿Es que estaba mal de la cabeza?

Pero luego sonrió estúpidamente al pensar que él quería que viajaran juntos.

Oye, Malik —susurró, apenas discerniendo su figura en medio de la oscuridad—. Gracias por confiar en mí.

»Y… —se mordió el labio inferior. Le daba muchísima vergüenza hacer esa pregunta en voz alta. Es más, una parte de ella se negaba en tajante a hacerla, porque era como revelar la verdad a medias… Pero, realmente, quería saberlo. Quería tener la seguridad de un pequeño apoyo—. Y si alguna vez yo me pierdo… ¿Vendrías tú?

Cuando oyó la respuesta se dio la vuelta, ruborizada, y se abrazó las rodillas, dándole la espalda.

Buenas noches —susurró, esbozando una sonrisa, pequeñita.
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Re: [País de Nunca Jamás] El regalo de Mujer Oso

Notapor Tanis » Vie Mar 07, 2014 1:33 am

La fiesta había durado casi toda la noche.

Pocas horas antes, Pájaro Negro había dado por finalizada la ceremonia, en vistas de descansar hasta el amanecer para poder enviar alguna patrulla más en persecución de piratas dispersos. Esperaban también la llegada de Gran Jefe por la tarde, y tenían que estar frescos.

Y por supuesto, para contar la visita de los magos.

Malik ayudó a varios de los muchachos que estaban más borrachos a localizar sus tiendas, e incluso a varios niños pequeños porque sus madres no daban abasto. Incluso logró que le dejaran recoger un poco junto con los demás, a pesar de que era un invitado. Sin embargo, estaba cansado, y no declinó la oferta de irse a dormir cuando Mujer Oso empezó a regañarle, como si fuera el hijo trasnochador e irresponsable que nunca llegó a tener.

Pájaro Negro ofreció, a Fátima y a él, dormir esas horas en su tienda, más grande que la de Mujer Oso. Pero tanto Malik como Fátima optaron por quedarse con la anciana, con una disculpa hacia el Jefe sutituto.

La verdad era que se sentía más cómodo y a gusto cerca de ella.

Disculpa que te robemos sitio, Makwa —bostezó Fátima.
No te preocupes, pequeña —sonrió Mujer Oso. Malik se adelantó a sujetar la vela que sostenía, para que así pudiera ayudar mejor a Fátima a buscar las esteras—. Me gusta tener compañía.

¿Incluso compañía que huele a alcohol?

¡Como si fueras la única en este campamento que huele a alcohol!

Secundó, a medias, la risa de la anciana. Tenía razón, debía de estar más que acostumbrada a esas cosas. Apagó la vela cuando ya no fue necesaria la luz para nada más y la dejó en su recipiente correspondiente. Le dolía un poquito la cabeza, ya que hacia el final de la velada había bebido de nuevo, un poco de más. Cuando se despertara, si es que conseguía conciliar el sueño, sufriría una resaca leve igual. Pero se sentía satisfecho… Bastante además.

Se sentó en la estera que Mujer Oso le había predispuesto y se masajeó un poco el cuello, reprimiendo un bostezo. Estaba tan cansado…

¿Malik? —Mujer Oso se había acercado a él, con un vaso en las manos—. Ten esto, te sentará bien.

Malik dio un sorbo pequeñito a la bebida, que sabía muy parecido al té, ligeramente más fuerte. Estaba caliente y le relajó los músculos, dándole aún más sueño. Se sentía tan plácido… Se arrellanó un poco en la estera.

Gracias…

Tomó un sorbito a cada rato, mientras la anciana también se acomodaba para dormir. El ruido del campamento había disminuido considerablemente y todo estaba más en calma. Pensó en que quizá podría ser buena idea el aprovechar ese momento para hablar un poco más con Mujer Oso sobre Abyss… pero tenía tanto sueño, que las ideas se disolvían como la bruma al sol del mediodía.

Al terminarse la infusión, dejó el vaso en el suelo, sobre un pequeño arcón plano, y terminó por echarse, con las manos tras la nuca. También cerró los ojos.

Se marcharían por la mañana, rumbo a casa. Tal y como le había dicho a Fátima, no se arrepentía de nada al haber ido con ella hasta allí, y le estaría siempre agradecido. Había encontrado lo que andaba buscando, sabía qué podía hacer, qué camino seguir de nuevo.

Tenía una meta fija. Por fin.

Exhaló un pequeño suspiro, somnoliento. Fue entonces cuando oyó la voz de Fátima llamándole.

Oye, Malik…

Él entreabrió los ojos, aunque en la penumbra de la tienda apenas pudiera divisar siquiera el techo de esta.

¿Sí?
Gracias por confiar en mí. Y… —Malik ladeó ligeramente la cabeza, divisando apenas la silueta de la chica, que estaba sentada aún, junto a él—. Y si alguna vez yo me pierdo… ¿Vendrías tú?

Tan joven… Aunque hubiese sido el remordimiento, y un poco el alcohol los que le hubieran hecho formular esa misma pregunta horas antes… la verdad era que con ello, Fátima igualmente estaba depositando su confianza en él.

Y eso le… agradaba.

Esbozó una pequeña sonrisa ante esa pregunta, girando de nuevo la cabeza hacia el frente, y cerrando los ojos de nuevo. Luego contestó, en voz baja.

Siempre.

Pudo sentirla sonreír a pesar de que le había dado la espalda.

Buenas noches —susurró ella.
Buenas noches, Fátima.

Y Mujer Oso, que había escuchado sus voces, también sonrió en la oscuridad, antes de pensar: «En verdad tienen mucha suerte… Los dos».

* * *


La luz del sol era intensa, y el sonido del mar… cercano y suave. Un mar que había visto ya varias veces y que fluía por su mente como un animal mitológico etéreo. Chillaban las aves sobre su cabeza y Malik abrió los ojos diciéndole hola a las borrosas nubes algodonosas que pincelaban el cielo azul y límpido, como mágicos seres que sonreían con nostalgia.

Apretó los dedos contra el suelo, sintiendo el tacto de la arena fina y caliente.

Ah, estaba allí… otra vez. Lo recordaba…

Malik se incorporó y se levantó despacio. Le costaba moverse, como si hubiera estado durmiendo durante mucho rato. Un tenue dolor de cabeza le palpitaba en las sienes y se sentía un poco cansado. Hacía calor, un calor húmedo y pegajoso que le resultaba tremendamente familiar.

«Otra vez», pensó para sí.

El pensamiento volvió a sonar como si hubiera hablado en voz alta, y reverberó con eco entre las rocas de la playa. Malik suspiró y se llevó una mano a la frente para poder observar mejor la lejanía, sin que la luz pudiera hacerle daño. El castillo continuaba allí, al final de la playa.

Casi por inercia, Malik empezó a caminar bajo ese vuelo curioso de que de vez en cuando chillaban. Salvo que ya no lo hacían desconcertadas, si no alegres. Él levantó la cabeza y sonrió hacia ellas. Le eran tan familiares…

Las gaviotas le acompañaron hasta lo que parecía ser media playa. El castillo no parecía más cerca que antes, pero él estaba más tranquilo que otras veces. Malik inspiró hondo y se enjugó el sudor de la frente.

«¿Qué está pasando?», se preguntó a sí mismo, de nuevo provocando el eco de su voz por la toda la línea de costa.

Entonces, en lugar de que una voz sin cuerpo le respondiese, le contestó un hombre a sus espaldas:

«Hola, Malik».

Una ola subió más alto que las demás y cubrió la playa por completo. Malik sintió el mordisco del agua fría. No se asustó, y se giró en calma, encontrándose con la imagen de el mismo anciano andrajoso que le había visitado en su trance de La Red. Inmediatamente supo quién era.

«Abyss».

Las gaviotas gorjearon y se posaron en las rocas y la arena mojada, saltando inquietas de un lado a otro. Abyss curvó una sonrisa amable.

«Así que ya lo sabes».
«».
«Y estás dispuesto a seguir mis pasos».
«Eso es».

La sonrisa de Abyss se hizo un tanto triste y una nueva ola les alcanzó, llegando a más allá de las rodillas. Malik se mantuvo en calma, pero la espuma le salpicó y notó el sabor salado del mar en los labios.

«Va a ser duro, quizá tengas que pelearte contra los demás… »
«Ya contaba con ello».
«Pero aún no lo has asumido… Ten cuidado, muchacho».

Malik apretó los labios en una línea fina.

«¿Quiénes son los otros?»
«No lo sé». Abyss se encogió de hombros. «Sólo soy una pequeña parte de mi yo anterior, no sé adonde fueron a parar las otras ».
«Genial… ».
«Pero igual que hoy, sabremos si estamos cerca de una».
«Aún así voy a tardar mucho».
«Es lo que tienen los viajes…

Fue entonces, cuando de nuevo una gran ola se precipitó sobre ellos. Malik cerró los ojos para sumirse en la negrura de los sueños incoherentes, al tiempo que Abyss se transformaba en niebla y completaba al decir:

… que son largos, muy largos».


* * *


Se despidieron del poblado indio poco después del amanecer. No todo el mundo estaba despierto, sobre todo niños y jóvenes todavía bisoños, pero no iban a esperar a que el sol ascendiera demasiado. Querían aprovechar la bruma de las primeras horas para alejarse y que nadie supiera de su método de transporte. Quizá podrían haberse quedado un día más, pero habría sido abusar de la hospitalidad de los indios, además de que entonces no podrían haberse negado a ayudarles en caso de combate contra los piratas.

Habían tenido verdadera suerte de que Mujer Oso estuviera allí, y supiera de su condición. Echaría de menos a esa anciana. A pesar de conocerla de un único día, tener recuerdos compartidos con ella hacía que le pareciese más bien conocerla de hacía muchos años. Pensar que le quedaba poco, y que pudieran volver y no encontrarla le entristecía.

«Pero no la olvidaremos».

Había tomado sus manos con suavidad al despedirse, tras hacer una inclinación de rigor ante Pájaro Negro, dándole las gracias por todo. Mujer Oso le había mirado de nuevo, con esa profundidad y sabiduría que poseían las personas tan mayores, y sonreído como si también le agradeciera en silencio otra vez, por todo.

Su despedida había sido corta, pero intensa.

Vive, Malik —le había dicho antes de que Fátima y él se fueran cuesta abajo hacia la espesura—. Vive todo lo que puedas.

Esas palabras continuaron resonando en su cabeza mucho rato después, y le acompañarían durante mucho tiempo.

Bueno, ¿vamos allá? —preguntó.

Habían encontrado un claro en el bosque lo suficientemente escondido como para que nadie les sorprendiera o viera el ascenso de los glider hacia el cielo. No se oía nada más que el canto de las aves y el lejano murmullo de la costa. No había indios ni piratas…

Era hora.

Malik lanzó la Llave-Espada al cielo, tardando quizá unos segundos de más en montar sobre su vehículo. Aunque finalmente lo hizo, tras haberse colocado la armadura. Miró a Fátima, asintiendo, y se elevó hacia las nubes. El camino de vuelta se lo conocía mejor, y la verdad… se moría de ganar por llegar a Tierra de Partida.
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Re: [País de Nunca Jamás] El regalo de Mujer Oso

Notapor Suzume Mizuno » Vie Mar 07, 2014 1:38 am

Como había esperado, cuando la despertaron por la mañana, Fátima tenía una incipiente jaqueca que la mantuvo de mal humor buena parte del desayuno. Cada movimiento brusco o ruido inesperado le arrancaba una mueca de dolor. Por suerte, Mujer Oso le dio una bebida que le recordó a alguna especie de té especialmente agrio, pero que le calmó un poco los calambres que atravesaban su cerebro.

Muchas gracias, Makwa —dijo con la garganta algo ronca, mientras la mujer le daba unas palmaditas en un hombro para animarla.

¿En serio iba a tener que volar así en el glider? ¡Seguro que se estrellaba!

Pero no protestó cuando Malik le sugirió que se marcharan antes de que el campamento entero se despertara; así no llamarían la atención ni les pedirían que se quedaran para recibir al jefe. No era por ser descortés, pero a Fátima no le hacía demasiada gracia actuar delante de tanta gente —y pensar en otro banquete hacía que le doliera la cabeza— y también tenía ganas de regresar a casa. Además, si Malik consideraba que ya era el momento de marcharse, cuando era el que más motivos tenía para querer permanecer junto a Makwa, para obtener más información, pues que así fuera.

Sonriendo, Fátima se despidió con la mano de los pocos indios que estaban despiertos y se dijo que le gustaría volver en algún otro momento para explorar con propiedad la isla. Lejos de los piratas, por supuesto. Y de las sirenas. Gruñó al pensar en ellas. No, definitivamente en la siguiente ocasión se aseguraría de mantenerse bien lejos de su zona.

Después se presentaron ante Pájaro Negro, al que agradecieron su hospitalidad. Makwa les acompañó hasta el linde del campamento y Fátima, imaginando que querría despedirse a solas de Malik, dijo:

Muchísimas gracias por todo, Makwa. Espero sinceramente que nos volvamos a ver pronto. ¿Tenemos permiso para pasarnos a hacerte una visita?

Mujer Oso rió, con la voz cascada y las arrugas de la cara multiplicándose por segundos. Le acarició la mejilla a Fátima.

Pues claro. Pasaos a visitar a esta vieja de vez en cuando. La haréis muy feliz. Cuídate mucho, pequeña.

Lo mismo digo. Gracias —repitió, sonriendo, y luego se alejó apresuradamente para no escuchar las palabras de despedida de Mujer Oso y Malik.

Mientras esperaba, mirando cómo el cielo cambiaba rápidamente de tonalidad y las primeras bandadas de pájaros remontaban el vuelo, pensó que debía ser extraño saber que una persona se llevaba parte del alma de la persona a la que habías amado… Y viceversa. No tenía ni idea de cómo afectarían los recuerdos de Abyss a ambos, pero, sin duda, debía ser duro.

Así que no debía mirar. Era un momento exclusivo de ellos.

Bueno, ¿vamos allá? —la sobresaltó Malik, llegando a su lado al cabo de unos pocos minutos.

Claro.

Fátima echó a andar detrás de Malik, girándose para despedirse una última vez de Makwa con un gesto. Avanzaron poco a poco hacia la espesura, hasta que la frágil figura de la anciana se perdió en medio de la floresta.

Cuando llegaron a un claro y comprobaron que no había nadie cerca, convocaron sus glider y despegaron hacia el cielo.

****


Cuando llegaron a Tierra de Partida era más o menos la hora de comer y Fátima se llevó una mano al estómago al notar cómo su interior rugía, reclamando alimento. Todavía el dolía un poco la cabeza y tenía los hombros tensos de conducir tanto tiempo, pero se relajó inmediatamente al ver la familiar forma del castillo y al escuchar las risas de los aprendices a lo lejos. Se volvió hacia Malik, que estaba haciendo desaparecer su armadura, como ella, y aspiró una bocanada de aire fresco, mientras una suave brisa sacudía la hierba.

¿Crees que llegaremos a tiempo para comer? Me muero de hambre… —y tenía que ir a ver a Harun. ¡Pobre cosita, seguro que estaba ya nervioso por su ausencia! Y darse una ducha. Urgentemente.

Echaron a caminar sin demasiada prisa, pero sin pausa, hacia el castillo. No hablaron, pero no era un silencio incómodo y Fátima pensó que no estaría mal pasear alguna vez con Malik por los alrededores del castillo…

Aunque, bueno, técnicamente iban a viajar también por otros mundos. Esa era una perspectiva mucho más emocionante.
Súbitamente le asaltaron de nuevo algunos recuerdos salpicados del día anterior que, cómo no, la habían torturado durante el viaje. Al menos mientras volaban en glider no podían hablar entre ellos y había tenido tiempo de sobra de gruñir para sus adentros por su estupidez y las tonterías que se le habían escapado durante la cena.

«Atractivo» le dieron ganas de golpearse contra un árbol. ¡No volvería a beber, nunca, nunca más! ¡Y eso que ni siquiera se había emborrachado de verdad! Intentó no pensar en ello para que no se le cayera la cara de vergüenza, ya que Malik tampoco lo había sacado a colación, aunque estaba segura de que cuando lo pensaba se reiría de su torpeza y su infantilidad.

Porque no podía haber sido más evidente, ¿verdad?

Llegaron a las puertas del castillo. Fátima quería ir a comer, pero primero iría a buscar a Harun, así que allí se separaban sus caminos.

Bueno —dijo, rehuyendo su mirada—, pues ya estamos en casa.

Tenía que decirle algo, pero no sabía bien qué.

Gracias por todo, otra vez. Y… Y ya sabes: cuando quieras ir en busca del siguiente fragmento, sólo tienes que decírmelo. Te ayudaré en todo lo que pueda —le miró de reojo y sonrió—: ¿Nos vemos en el entrenamiento con Lyn?

Cuando recibió su respuesta asintió con la cabeza y luego salió escopetada hacia las escaleras. Porque cuando le había mirado se había acordado de que él había dicho que, si ella se perdía, también la ayudaría.

Se le encogió un poco el corazón porque, claro, Malik no sabía a qué se estaba refiriendo. Y sin lugar a dudas se indignaría el día —cerró los ojos y se dijo que todavía estaba lejos— que supiera la verdad.

Pero, hasta entonces, saber que podía contar con él supuso un consuelo tan grande que tuvo que parpadear con fuerza cuando se le irritaron los ojos.

«Siempre».

Sonrió casi sin darse cuenta.
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