En este Encuentro salvamos a Santa Claus del Anticristo

[EspeYuna]

—¡Jamás! ¡Elfos, al Satanmóvil!

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—¡Ah, no! ¡De eso nada!

Corrí hacia el vehículo, pero de nada sirvió. El secuestrador pisó con saña el acelerador y se alejó de la plaza, con Santa Claus bajo su poder y los traviesos elfos ayudando en su temible venganza.

Aunque, para qué mentir: de verdad temía por el pobre Santa Claus.

—¡Kit, voy adelantándome! ¡Tenemos que salvarlo de ese loco!

Algunos pequeños observaron boquiabiertos como de mi espalda surgieron dos alas de cegadora luz. Las desplegué y, sin sentir ya el suelo bajo mis pies, emprendí vuelo para alcanzar el automóvil.

Cuando me encontrara a una distancia prudente por encima de ellos, lanzaría una ráfaga de hielo a unos cuantos metros frente a donde el coche el dirigía, obligándole a detenerse.

[Soul Artist]

—¡Kit, voy adelantándome! ¡Tenemos que salvarlo de ese loco!

Reaccioné tarde. Nadhia invocó dos alas de luz y salió volando tras los secuestradores de Santa Claus, sin tan siquiera molestarse en preguntarme si yo era capaz de hacer algo semejante. Apreté los puños y los levanté a modo de frustración hacia adelante, maldiciendo a la cría por dejarme allí tirado intentando acaparar el protagonismo de salvar al viejo gordo.

—¡Rápido, muchachos, al Santamóvil!

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Mis ojos brillaron cuando escuché el rugido de un motor. Varios elfos se metieron debajo de la carroza de Santa Claus y bajo esta apareció un gigantesco (¡sí, he dicho bien, gigantesco!) todoterreno. Sobre el techo del coche había un enorme sombrero navideño, y en las llantas de las ruedas había pinos con bolas de colores dibujadas. El interior, de lujo: sillones de cuero rojo, dignos de un rey y de gran tacto. No podía dar crédito a lo que veía.

—¡Debemos salvar al jefe del malvado Dionisio!

—¡Apartaos! ¡Yo lo salvaré!

Invoqué una Ráfaga y mandé a volar todos los elfos, cerrando la puerta del todoterreno detrás de mí. Me reí por lo bajo como un loco y coloqué mis manos sobre el volante, acariciando su suave tacto. Toqué el claxon y sonreí como un loco.

—Gracias, niño Jesús.

[EspeYuna]

Pero mi plan no salió como uno esperaría. De pronto, el Satanmóvil se transformó en pocos segundos y con la delantera cubierta de puntiagudo metal logró hacer cubitos el hielo que había conjurado para impedirles el paso.

Lo peor era que mis alas ya no durarían más tiempo. Sintiendo que el cuerpo ya me pesaba, fui a dejarme caer suavemente sobre la nieve, cuando escuché un motor a lo lejos y a mi espalda. Al girar, salté del susto y mis alas reaccionaron a tiempo por última instancia para salvarme de ser atropellada.

Al final, las alas desaparecieron y caí. Pero no en la fría nieve, sino justo en el asiento de copiloto del coche que me había estado a punto de matar. Cuando vi quien lo conducía, experimenté sentimientos encontrados.

Los de suspirar de alivio por no dar el rescate por perdido. Y los de querer estrangular a Kit.

—¡¡Por poco me matas!!

[Soul Artist]

—¡¡Me encanta conducir estre trasto!!

Al arrancar el Santamóvil un par de elfos intentaron evitar mi marcha saltando al capó, pero la increíble velocidad de mi todoterreno se los llevó por delante. Uno de ellos se quedó pegado en el cristal del conductor, pero con tan sólo activar el limpiaparabrisas lo aparté y lancé volando de nuevo a la ciudad. Nada se interpondría en mi camino.

Era el amo de la carretera; o de la nieve, mejor dicho. La velocidad que alcanzaba el Satanmóvil era mayor a la que jamás había visto en un vehículo antes, ni tan siquiera las naves gumi con motores Fulgor. Tal era mi avance que ni siquiera vi venir una Nadhia caída del cielo, la cual a duras penas pudo apartarse de mi camino.

—¡Lo siento! —mentira.

El todoterreno acabó por encontrarse con el Satanmóvil y chocarse con él. Arrollé el coche con todas mis fuerzas y lo volqué en el aire, obligándome a echar el freno mientras el vehículo del demonio se partía en dos. Reí como un loco mientras apretaba el acelerador con el freno de mano puesto, haciendo rugir el motor.

[EspeYuna]

—¡Lo siento!

«Ya, seguro.»

No me dio tiempo a recriminarle mucho más cuando Kit condujo a gran velocidad alcanzando por fin al otro automóvil. Eso sí, no vi venir lo que estaba a punto de hacer y por poco no salía volando fuera del vehículo. Me agarré con todas mis fuerzas cuando volcó temerariamente el suyo contra el de Dionisio, sintiendo como por poco se me desencajaba el cuello con el golpe.

Sólo podía escuchar la risa desquiciada de Kit mientras la cabeza me daba vueltas.

Volvió a acelerar y yo, asustada por su comportamiento, metí el pie en el freno para que aminorara la marcha. El vehículo comenzó a dar vueltas y salí disparada del mismo, cayendo sobre la gruesa y fría nieve y maldiciendo aquel día de Navidad tan absurdo.

—En cuanto te pille, juro que...

Levantándome a duras penas, vi que algunos elfos con careta habían caído también del Satanmóvil y su cabeza estaba hundida en la nieve. Suspiré irritada y saqué a uno de ellos sin dificultad, alzándolo en el aire y con seriedad, le pregunté:

—Más vale que me digas a dónde pretende llevarse a Santa tu jefe.

[Soul Artist]

—Más vale que me digas a dónde pretende llevarse a Santa tu jefe.

—¡A ninguna parte, niña!

Dionisio salió de los restos del Satanmóvil con Papá Noel por delante de él, amordazado sólo por los brazos. Le obligaba a colocarse por delante de él, como un escudo de protección aprovechando su tamaño a lo ancho; así se aseguraba de que ninguno de nosotros atacara por sorpresa, al menos no sin intención de dañar al gordinflón.

Los dos elfos fuera del alcance de Nadhia se recuperaron y se lanzaron contra la chica, golpeándola con armas completamente desconocidas para mí. Una vez rescataron a su tercer compañero retorcedieron hasta la posición de Dionisio y pude contemplar sus peligrosísimas espadas: bastones. Pero no bastones cualquiera, ¡bastones de caramelo con pinchos!

—¡Atacad, mini satánicos!

[EspeYuna]

—Cómo os pille, malditos.

Jamás llegué a imaginar que aquellos elfos pudieran llegar a ser tan escurridizos... y problemáticos. Me agaché por el dolor punzante que me recorrió la espalda, atacada a traición por los dos compañeros del que tenía atrapado en mi mano. Obviamente, tuve que soltarle debido a la sorpresa.

—¡Atacad, mini satánicos!

—¡Esta vez no escapáis ninguno de los tres! —declaré, alzando a Ángel Forjado e invocando una cadena de luz a partir del mango de la misma— ¡Destino enlazado!

Con ella envolvería a los elfos y los atraparía, dejándole a Kit la misión de vencer a Dionisio.

[Soul Artist]

Nadhia se encargó de los elfos mientras yo me lanzaba contra el gran enemigo de turno: el malvado Dionisio, adorador del Anticristo. Invoqué mi Llave Bastón y lancé un Electro contra él, obteniendo como respuesta sus gritos de dolor y ver cómo se agachaba frente a mí. Me acerqué mientras invocaba otro hechizo eléctrico que provocó que las chispas le salieran por los ojos, retorciéndose del dolor tanto físico como mental.

Me coloqué frente a él y observé a Santa Claus. Me miraba asustado, con miedo, y entonces lo comprendí: yo era superior a todos los enemigos allí presentes. Yo era mejor que el Anticristo, mejor que incluso el niño Jesús. Mis ojos brillaron con fuego y entendí que después de aquello Papá Noel me regalaría lo que yo quisiera con sólo pedírselo.

—Noto la rabia en ti —murmuró Dionisio cuando el hechizo cesó, agachando la cabeza y postrándose ante mí—. La oscuridad es fuerte en tu corazón. El Anticristo necesita un emisario mejor que yo...

—¿El Anticristo? No es nada para mí.

Sonreí ampliamente cuando Dionisio se quitó la máscara y me la ofreció, tirado en el suelo del cansancio. Coloqué mi Llave Bastón sobre su cabeza, haciéndole llorar pensando que obtendría mi perdón y que me uniría a su causa.

—Yo seré el Súperanticristo.

Otro nuevo Electro atravesó su cuerpo mientras yo reía como un loco.

[EspeYuna]

La verdad es que no sabía cómo reaccionar ante el comportamiento de Kit en aquel momento. Cuando Dionisio murmuró la palabra "oscuridad", refiriéndose a mi compañero, fruncí el ceño. La respuesta de Kit era de esperar, ¿quién querría ser el emisario de una secta con un objetivo tan ridículo como vengarse de Santa Claus por no haber recibido regalos? Sabía que Kit aún conservaba la cordura, por lo que podía cruzarme de brazos y quedarme tranquila mientras el muchacho se disponía a soltar al hombre tan querido en la Ciudad de la Navidad.

—Yo seré el Súperanticristo.

La risa desquiciada de Kit y su comentario me hicieron abrir los ojos como platos y, con la boca entreabierta, le miraba sin poder creerlo. ¿En qué narices estaba pensando? ¿Qué demonios le pasaba?

Avergonzada por su actitud, dejé a los tres elfos atrapados en la cadena y me adelanté para soltar a Santa Claus, usando el afilado filo de mi Llave-Espada para cortar las cuerdas que lo tenían amordazado.

—¿Se encuentra bien? —cuestionando al hombre, a nuestras espaldas seguía escuchando la desquiciada risa de Kit— Perdone a mi amigo, está algo... trastocado.

» No recibió su regalo esta mañana. Se llama Ivan Kit.

[Soul Artist]

—¿Se encuentra bien?

Nadhia liberó a Santa Claus de las cuerdas que le mantenían preso de los satánicos. El gordo se llevó una mano a la barba y se la acicaló mientras me observaba con sentimientos encontrados; yo contesté torturando con un nuevo Electro a Dionisio para que gritara de dolor. Reí en alto y eché mi cabeza hacia atrás, complacido por el sufrimiento de aquel falso profeta.

—Perdone a mi amigo, está algo... trastocado. No recibió su regalo esta mañana. Se llama Ivan Kit.

―¿Ivan Kit? ―Papá Noel cerró los ojos y buscó aquel nombre y apellido en sus recuerdos, intentando recordar por qué no había recibido mi regalo. Abrió los ojos lentamente y afirmó con la cabeza―. Ah, sí...

Santa Claus caminó hacia mí con toda la tranquilidad del mundo mientras agarraba a Dionisio por la cara y lo levantaba frente a mí. Comencé a congelar su cuerpo lentamente, apoyado por el frío de mi alrededor; le enseñaría que nadie podía ser tan malvado, que el Anticristo era mierda pura comparado con mi nuevo señor, el Súperanticristo. Mi cuerpo sería el nuevo receptor de mi señor, ¡y sólo necesitaba lo que pedían en las películas! La sangre de una virgen, una cruz invertida...

―Muchacho, ¿quieres saber la razón por la que no has recibido tus regalos?

Detuve mi tortura y giré la cabeza con los ojos salidos de sus órbitas hacia Papá Noel. Le enseñé los dientes y mi nariz se hinchó, lleno de rabia y miedo ante lo que podía decirme. Me negaba a escuchar las mismas memeces que había tenido que soportar el líder satánico que había detenido.

—¡Ni se te ocurra decirme que es porque he sido un niño malo!

―No, es algo más simple ―Santa Claus negó con la cabeza y se tomó sus segundos para tomar aire y mirarme serio como nunca nadie lo había hecho:―. No tienes regalos porque... No eres un niño. Tienes 19 años.

Mi gozo en un pozo.

[EspeYuna]

—¡Ni se te ocurra decirme que es porque he sido un niño malo!

―No, es algo más simple. No tienes regalos porque... No eres un niño. Tienes 19 años.

Tras escuchar aquello, no pude hacer otra cosa que dejar escapar una sonora risotada. La cara de Kit era un poema, pero me disculpé con él a la par que intentaba aguantar la risa:

―A-Ahora que lo pienso... no encontré m-mi nombre en la montaña de regalos bajo el árbol. Es cierto que yo tampoco recibí uno. No caí en ese momento, Kit. P-Perdona.

«Estaba más ocupada pensando en cómo sacarte de allí sin que los moguris se echaran encima tuya.»

―¿No podría hacer una excepción, Santa? ―si el barbudo me miraba con extrañeza, negué con la cabeza― Yo no necesito ningún regalo, pero él... bueno, le ha salvado del temible Anticristo.

» Aunque su comportamiento no sea precisamente el de un "niño bueno".

[Soul Artist]

―¿No podría hacer una excepción, Santa? Yo no necesito ningún regalo, pero él... bueno, le ha salvado del temible Anticristo.

Santa Claus se llevó a la barba y se la acarició mientras pensaba en lo que mi amiga le había pedido. Yo, mientras tanto, estaba demasiado ocupado intentando reestructurar mi mente, la cual se había roto como el vidrio cuando es lanzado contra la pared. Ya no importaba ningún Anticristo, y mucho menos su versión superior; no iba a recibir un regalo de Papá Noel, ni este año ni nunca. Tal era mi shock que ni siquiera era capaz de llorar.

―No, Nadhia ―explicó el gordo cabrón―. La Navidad para los adultos adquiere un significado absolutamente distinto respecto al de los niños. Todos aprendemos esa lección antes o después; ahora le ha llegado la hora a tu amigo.

Solté un pequeño gemido casi como sollozo para expresar mis sentimientos. Santa Claus acababa de coger los trozos que quedaban de mi corazoncito y los había aplastado con el pie, sin ninguna consideración ni tacto hacia mi persona.

―Si no os importa ―Papá Noel tomó la cadena con la que los duendecillos estaban presos y tiró de ellos hasta el Santamóvil, no sin antes recoger también el cuerpo de Dionisio para sentarlo en los asientos traseros―, debo seguir con la celebración de la Navidad o la señora Claus se enfadará. ¡Jo, jo! No sabéis los enfados que se pilla esa mujerzuela.

Pasó por mi lado y me colocó la mano en el hombro, probablemente buscando enviarme sus ánimos. Pero aquello no me servía de una mierda: a mí sólo se me podía contentar ya con un regalo, por muy pequeño que fuese. Y ya no iba a recibir ninguno, nunca más.

Santa Claus se subió al asiento del conductor de su todoterreno y cerró la puerta con fuerza. Bajó la ventanilla para sacar su brazo y se colocó unas gafas de sol espectaculares para conducir sin que el débil sol le molestara en la carretera. Cogió el volante con su mano libre y nos hizo una seña, agradeciéndonos las acciones de aquel día.

―Sayonara, amigos. ¡Y feliz Navidad!

[EspeYuna]

―No, Nadhia ―explicó el hombre―. La Navidad para los adultos adquiere un significado absolutamente distinto respecto al de los niños. Todos aprendemos esa lección antes o después; ahora le ha llegado la hora a tu amigo.

Comprendí las palabras de Santa Claus, pero parecía que Kit no, escuchando ambos un pequeño sollozo saliendo de su boca. Me encogí de hombros. Dejando de lado que Kit debería madurar un poco ―vale, un poco mucho―, si de verdad era como un niño y sentía como ellos, me daba lástima por él.

Tras aquello, Santa Claus se subió al Santamóvil ―sin comentarios―, y se despidió de nosotros con un "¡Feliz Navidad!".

―¡Feliz Navidad a usted también, Santa! ―exclamé alzando una mano, escuchando el rugido del motor alejarse.

Me volví a Kit y suspiré con el deprimente aura que había a su alrededor.

―Ea, ea ―le di unas palmaditas en el hombro al agacharme donde él estaba arrodillado, con la mirada perdida en la nieve―. Ser adulto tampoco es tan malo, ¿no?

No sabía si estaba metiendo la pata aún más, a lo que decidí callar. No sabía cómo animarlo en aquel momento, ni siquiera había tenido la decencia de acordarme de su regalo.

Cuando de pronto, vi un montón de nieve apelotonada en el centro de la calle donde nos encontrábamos. Entonces una sonrisa inundó mis labios y se me ocurrió una idea.

Me acerqué al montón de hielo escarchado y con un hechizo de hielo junto a la nieve del suelo comencé a hacer una forma redondeada.

―Kit ―le llamé, esperando llamar su atención―. ¿Hacemos un muñeco de nieve?

[Soul Artist]

―Ea, ea. Ser adulto tampoco es tan malo, ¿no?

Mi mente se recuperó ligeramente con el calor del odio ante aquellas palabras. Mis ojos se abrieron como platos, intentando fulminarla con rayos láser que surgiesen de mis pupilas. Pero desgraciadamente, el Súperanticristo no me había otorgado ningún poder semejante.

―Kit.

Mi amiga se lanzó a por la nieve y la escarcha de la calle. La observé con algo de pesar mientras la amontonaba en una gran bola, tan gorda como el culo de Santa Claus. Me abracé a mis piernas y oculté mi rostro detrás de estas, sabiendo lo que quería.

―¿Hacemos un muñeco de nieve?

Pero no era tan simple. No podía sencillamente levantarme y unirme a ella, como si nada hubiese pasado. Tenía ya unos veinticuatro años, ¿cómo iba a entender lo que me estaba pasando? Mi Navidad anterior había sido la última y no pude celebrarlo como hubiese querido. No iba a tener nunca más regalos, ni caramelos, ni siquiera esas odiosas reuniones familiares que de repente añoraba. Ya no era un niño; no había lugar en aquel mundo para mí.

—Déjame, Nadhia...

[EspeYuna]

Por un momento pensé haber llegado al pobre corazón de Kit con aquel juego, pero se acurrucó sobre sus rodillas y evadió la mirada:

—Déjame, Nadhia...

Ni aunque construyera un muñeco de nieve frente a Kit con la Llave-Espada lograba sacarlo del pozo sin fondo en el que había caído. Me rasqué la nuca, intentando por todos los medios saber qué le haría sentirse mejor.

Pero no se me ocurrió mucho más. Algo triste, seguí de nuevo con mi muñeco y esperé que Kit cambiara de idea.