por Soul Eater » Lun Mar 24, 2014 10:49 pm
Enok.
Cuando soy capaz de mirarle nuevamente a la cara, una vez que he conseguido volver a llenar de aire mis pulmones, compruebo que es el mismo chico demasiado delgado que ya he visto en mis recuerdos de la selva. Los mismos ojos azules, el mismo pelo rubio, la misma cara atractiva pero extrañamente distante. Aunque en esta ocasión, su ropa parece consistir en un pijama.
Enok.
-¿Qué está haciendo él aquí? ¿Qué estoy haciendo yo?- los pensamientos surgen en mi cabeza, formando una densa nube de preguntas que parece rivalizar con la que se encuentra en el exterior, mientras ambos corremos nuevamente al interior del castillo. Me muerdo ligeramente los labios mientras le miro, incapaz de comprender realmente por qué me ha ayudado. Tampoco es que me importe demasiado. Hay demasiadas cosas que no entiendo en este lugar.
Pero atacó a mi sombra, que volvió a disolverse en oscuridad, como si fuera un fantasma.
Su presencia no me ayuda demasiado a sentirme acompañada, mientras recorremos una larga galería, observados por las caprichosas formas de la niebla a nuestro alrededor. Ambos permanecemos en silencio, sin nada que decirnos. Supervivientes de la nada, o tal vez, víctimas de ella.
Él cojea, mientras que yo, con el cuerpo marcado por infinidad de pequeños cortes rojizos, no me encuentro en mucho mejor estado. Derrotados, heridos y perdidos en un mundo vacío, incluso cuando nosotros nos encontramos en él, como si no fuéramos suficiente como para llenarlo.
Enok
Su nombre da vueltas en mi cabeza, mientras cruzamos a través de una ventana que rompe. El sonido de los cristales me sobresalta, recordándome el que marca el comienzo de la cacería a la que la sombra me tiene sometida. Tengo la sensación de que él me ha hablado, pero no he logrado escucharle. Realmente, él no me importa en absoluto. Solo necesito a alguien.
Porque nadie puede ser fuerte, a no ser que haya otra persona que sea débil. Solos, no somos nada. Nunca había pensado en eso, pero tal vez se trate de que hasta ahora no conocía la verdadera soledad. Necesitamos a otras personas para definirnos a nosotros mismos. Por eso, necesito a Enok, aunque sea poco más que un modelo por el que regirme, para saber quién soy y no perderme en el laberinto que mi sombra crea para mí, donde ni yo soy yo, ni ella es ella, ni nadie es nadie, salvo palabras disueltas en humo.
Pero no quiero que sea así. No quiero depender de los demás. Pero por mucho que me pese, le necesito para encontrar mi fuerza en este lugar gracias a su debilidad, o descubrir mi debilidad en su fuerza. Tal vez solamente sea un pedazo de realidad en este mundo de pesadilla.
Enok.
—Este sitio está...vacío. La ciudad... La vida ha desaparecido... Parecer ser que solo estamos...los dos en este...lugar... y lo que quiera que te perseguía... — me dice, una vez que ha curado la herida de su pierna, mientras yo permanezco inmóvil, mirándole sin más, tratando de poner en orden unos pensamientos que no sé bien de donde provienen.
La habitación no es demasiado diferente a cualquier otra por las que ya he pasado antes. Podría incluso ser la misma en la que desperté, de no ser porque no hay ningún rastro de ningún espejo. Eso me tranquiliza ligeramente. Al menos no hay ningún peligro aparente en permanecer en este lugar.
-Supongo…- contesto sin pensar, sin procesar sus palabras. No sé que decir. ¿Por qué me habla? Sigo observando la estancia, a la espera de posibles peligros. En su estado, él no supone una amenaza, y dudo mucho que pretenda hacerme daño, teniendo en cuenta que soy el único ser viviente sin contarle a él. Dudo que quiera volver a estar solo.
Al cabo de unos minutos, su voz vuelve a interrumpirme. —Gata, creo que...deberíamos separarnos.- oír mi nombre me resulta extraño, como si no me acabara de pertenecer del todo, o tal vez, porque no estoy acostumbrada todavía a oírlo en la boca de nadie. —Solo podré… ya sabes… estorbarte. Si las cosas van mal...deberíamos encontrarnos a las...afueras del castillo...—
Me encojo de hombros, sin mirarle. –Me quedo aquí- afirmo simplemente. Sé que en su estado no me va a servir de mucha ayuda, pero me da miedo marcharme. No me mueve ninguna clase de fin altruista, ni un afán heroico. Es simple y llanamente miedo. Interés.
Además, tengo la impresión de que se avecina el final. 1.
Sin embargo, ningún espejo aparece. Únicamente un rumor de pasos, sólidos y sonoros, que provenientes del exterior. El silencio se rompe como un frágil cristal, que atraviesa mi alma dolorosamente.
Le hago una señal a Enok con la mano para que mantenga el silencio, mientras me acerco a la ventana rota para echar un vistazo al exterior, procurando evitar cualquier ruido que delate mi presencia.
Me doy cuenta demasiado tarde de que me estaba esperando.
Una cadena se cierra alrededor de mi brazo, como una serpiente plateada, arrastrándome con fuerza brutal fuera de la habitación, sin que apenas tenga tiempo de gritar, cortándome nuevamente con los vidrios afilados que han quedado en el marco.
Caída nuevamente en el suelo, levanto la vista para observar a la sombra.
Pero ya no es una sombra. No es una forma negra y difusa. Es una persona, de carne y hueso, física y de alguna forma, etérea, como si no acabara de estar allí o todavía fuera un reflejo proyectado en ninguna parte.
No soy yo.
No soy yo, pero el parecido salta a la vista. Un poco más alta, un poco menos delgada, más sana, más fuerte. La piel algo más pálida, y el pelo más claro, de color castaño, recogido en una trenza. Los mismos ojos negros, algo más redondeados. Las mismas orejas puntiagudas. Cejas perfectas y delineadas. Una sonrisa cruel que deja traslucir unos colmillos algo más afilados de lo normal.
La miro, tratando de penetrar en su secreto. En la sensación de que la conozco, pero no la recuerdo. En la sensación de que no soy yo, aunque lo parezco. Un silencio incómodo surge entre ambas, yo encadenada y ella sujetando la cadena como un arma que controlara a la perfección. El corazón me late dolorosamente, consciente de algo que no soy capaz de definir.
-Uno- dice simplemente, ensanchando su sonrisa. –Pero el espejo está en negro, porque no quieres recordar-
-¿Quién eres?-
-¿Yo? ¿o tú? ¿Qué es lo que quieres saber en realidad?- pregunta mientras comienza a acercarse lentamente –Realmente nada. La verdad es dolorosa, y tú huyes del dolor como un animal. Pero no eres un animal, eres un monstruo.
-No soy un monstruo- digo poniéndome en pie, todavía con la cadena en el brazo. Me pregunto si Enok seguirá dentro de la habitación donde lo dejé, a salvo. O tal vez en peligro. Es inútil plantearse nada en este lugar. De cualquier forma, vuelvo a estar sola después de todo. Todos estamos solos al final –Tú eres el monstruo. Tú disfrutas el dolor- le respondo llena de ira. Pero ella solo ríe, mientras se sigue acercando.
-¿Eso crees? ¿Te has mirado al espejo? No soy yo aquella que tiene las manos manchadas de sangre. Ni siquiera soy yo misma.- continúa, mientras miro el líquido que sigue brotando de ninguna herida –No soy más que una creación de tu mente, cruel y sádica. Un sentimiento de culpabilidad que ha tomado la forma de tu víctima-
-Mientes- digo invocando mi arma, aunque un escalofrío me recorre por dentro. –Yo no te conozco. Yo no soy como tú.- Sus ojos relampaguean de ira, y un reflejo plateado se dirige contra mí, impactando en el suelo donde hace saltar una pequeña muesca, gracias a que me he movido lo suficientemente rápido como para evitar el golpe.
Vuelve a recoger el extremo de la cadena que acaba de lanzar, mientras continúa hablando con crueldad -¿Qué miento? Tú eres yo. O más bien, lo que me robaste. Tú me destruiste. Tú, que te atreves a hablar de los demás, cuando no eres más que una bestia consumida por la ira que es incapaz de cualquier tipo de contacto humano, sabiendo únicamente matar y destruir.-
-Solo trato de seguir…-
-¿...de seguir con vida? Tú nunca has tenido una vida. Un monstruo no tiene derecho a vivir. Tu propia vida no es más que una mentira. Dime, ¿qué has hecho nunca que justifique tu existencia?-
Entrecierro los ojos, carente de una respuesta.
-Mírate. Hasta eres incapaz de mantener una simple conversación. Estás llena de oscuridad. Llena de muerte y de dolor. Lo que temes, lo que odias es realmente a ti misma. Y para protegerte has encerrado los recuerdos que te delatan en el fondo de tu mente.
-¡No soy un monstruo!- grito, llevándome la mano encadenada a la cabeza, que comienza a dolerme cada vez más.
-Bestia, monstruo… una débil cría todavía, en todo caso. Pero que ya demuestra la clase de ser en la que se convertirá.
-¡Cállate!- rujo finalmente, lanzándome hacia ella. Pero es más rápida. Gira con agilidad y tira de la cadena, desestabilizándome, mientras hace restallar el otro extremo, que se dirige hacia mi cara, enrollándose alredor de la llave cuando la alzo para protegerme. –Cállate- susurro fríamente, mientras ella mira mi arma con odio.
-No tienes derecho a empuñar una llave-espada. No tienes derecho…- dice, pálida por primera vez.
-¿Y tú que sabes?-
Vuelve a reír, pero no es una risa alegre. –Sé todo lo que tu corazón sabe. ¿Por qué no le preguntas a él? Te aseguro que tiene la respuesta correcta.-
-¿Mi corazón…?- un intenso dolor me recorre por dentro, de improviso, tan doloroso que me hace caer al suelo de rodillas, mientras la llave desaparece de mi mano. -¿Qué…?- Todo comienza a volverse negro a mi alrededor, siendo los pies de la chica, calzados con altas botas negras, lo último en lo que logro fijar la vista.
-Uno…- oigo que dice con una voz falsamente dulce, mientras me hundo en el recuerdo.