[Bastion Hueco] Juego de Libro

[Suzume Mizuno]

—El moguri tiene una habilidad de mover objetos ya que manipula el espacio… como Xefil. Pero… no hay huellas de movimientos en los libros… qué extraño.

Fátima asintió, con el ceño fruncido y tratando de encontrar algo que estuviera fuera de lugar. Así que poderes de espacio… Eso lo volvería todo bastante más complicado. Lo único que le llamaba la atención eran las dos diminutas huellas del moguri: estaba claro que se había quedado delante de la estantería. ¿Sería algún engaño? No, no tenía sentido. ¿Para qué iba a arriesgarse alguien que sospechaba —o sabía— que estaba siendo perseguido en una habitación sin salida?

—Qué tal si… le echo un vistazo a estas cosas .

—Claro, a ver si encuentras algo—respondió algo ausente, concentrada en observar los libros que había ante ella.

Se situó sobre las huellas y se acuclilló, intentando recordar la altura del dichoso moguri para ver lo mismo que él. Pero no había nada fuera de lo normal. Sólo libros, de distintos tamaños, con el lomo más cuidado o más viejo. Leyó los títulos, que iban desde temas de jardinería a Historia. Entonces, sus ojos se detuvieron sobre un tomo cuyas letras doradas parecían extrañas.

Tuvo, de súbito, una inspiración y se volvió bruscamente hacia el espejo que estaba observando Exuy. ¡Sí, estaba justo enfrente! Se apartó un poco y pudo leer las palabras en el reflejo:

—Camino hacia el conocimiento…Tiene pinta de ser este, ¿no?

Extendió la mano y rozó el lomo del libro. De súbito, las letras se iluminaron y la estantería soltó un chasquido que la sobresaltó. Con un suave temblor, se desplazó hacia dentro y se corrió hacia un lado, dejando a la vista un pasadizo.

—No me esperaba que funcionara —dijo Fátima, pasmada, volviéndose hacia Exuy. Esbozó entonces una sonrisa nerviosa—. ¿Vamos?

Dio un paso al frente, titubeante, y no se atrevió a continuar hasta que Exuy llegó a su lado. El pasillo de piedra parecía haber sido cavado en la misma roca y las paredes pulidas reflejaban la escasa luz que procedía del exterior: pero más adelante, todo estaba oscuro.

A regañadientes, invocó un Piro que mantuvo en la mano para que les iluminara el camino. Gracias a ello se dio cuenta de que había una palanca: al presionarla, la puerta se cerró suavemente tras ellos. Probó a darle de nuevo y, para su inmenso alivio, también funcionó para abrir el pasadizo.

—Bueno, al menos no nos quedaremos encerrados —comentó, intentando ser optimista, a pesar de que le temblaba un poco la voz. Quién sabía en qué problema se estaban metiendo y lo que les esperaría adelante—.Harun, no te separes de Exuy. Yo voy delante.

Y echó a caminar, extendiendo la mano al frente para que el fuego llegara lo más lejos posible. El túnel descendía lentamente, lo que le hizo preguntarse si no les llevaría a alguna especie de alcantarillado. Pronto llegaron a una especie de sala donde, en forma de arcos de medio punto, se abrían distintos pasadizos. Pero todos estaban cegados, excepto uno, que parecía subir en una cuesta pronunciada. Se estremeció. El único lugar al que podía ir algo que subía tanto era…

—Bastión Hueco…

Se mordió la lengua y experimentó un brusco escalofrío. No quería seguir. Ya habían llegado lo suficientemente lejos, ¿no?

Pero entonces miró a Exuy y supo que el chico, por asustado que estuviera, no se echaría atrás. Maldijo al maldito moguri con todas sus fuerzas y se armó del escaso valor que le quedaba para continuar andando. Pero, antes, tendió una mano a Exuy y farfulló:

—Para no separarnos.

En realidad, le daba angustia continuar adelante sin más, pero le daba vergüenza admitirlo en voz alta.

Además, necesitaba un empujoncito si querían que entrara a la dichosa guarida de sus enemigos.

La mano de Exuy, suave y elegante, de largos y hábiles dedos, le resultó cálida y agradable. De alguna forma, consiguió sacar un poquito de fuerzas para continuar con su camino.

[Yuehito]

—Aquí parece no haber nada —dije revisando el florero que posaba intacto en el mueble de la esquina.

Para luego seguir el recorrido de la pared viendo el grabado de las paredes que parecían estar un tanto tapadas de polvo lo cual me hizo pensar que aquel lugar no era habitado por lo que Kraspy probablemente nos había guiado hasta ahí para confundirnos.

—Y si él salió antes de la habitación para confundirnos —pensé asustado.
Miré lo concentrada que estaba Fátima revisando el estante apoyando la idea de la entrada secreta. Opacando mis pensamientos de que haya huido seguí buscando para poner mi atención en un espejo que posaba a espaldas de mi compañera. Y junto a Harun nos quedamos viendo el reflejo de nuestras presencias la cual dejaba mostrar una tranquila sonrisa al ver que estábamos juntos en esto. Alzando mi mano acaricié la cabecita del animal sintiendo un gran cariño de su parte, me gustaba tener al dragón a mi lado ya que de cierto modo me hacía sentir seguro.

Un extraño ruido nos robó la atención y vimos sorprendidos como el mueble lleno de libros se movía para dar paso a una nueva entrada. Inmediatamente nuevas suposiciones llenaron mi cabeza pero solo una idea prevaleció.

—No me esperaba que funcionara
—Wuoh, eres increíble Fátima. Así que tu teoría era más que cierta. Ahora… —miré un tanto temeroso por pensar en la idea de entrar a un lugar oscuro.
—¿Vamos?
—Esto…

La chica entró y con lo asustado que me encontraba seguí sus pasos para no quedar atrás llegando a su lado con la solo plan de no apartarme de su lado. Fue así que Fátima, en medio de la sombras, invocó un Piro que nos sirvió de lumbrera y ayuda para la ruta que teníamos en frente. Nuestra atención quedó puesta en una especie de palanqueta que tenía la esperanzadora función de abrir y cerrar la puerta del pasadizo, haciendo que soltara un suspiro de alivio.

—Bueno, al menos no nos quedaremos encerrados
—Eso espero…
—.Harun, no te separes de Exuy. Yo voy delante .

Paradójicamente el lugar traía a mi mente un recuerdo de nostalgias, me refiero a la caverna de tierra de Dragones, donde las paredes eran de hielo donde lobos habitaban para cuidar a una bruja. Y si, ahí había encontrado un dragón de agua quien me había atacado, pero ahora llevaba a un dragón como aliado, quizás no del mismo tamaño pero era un dragón de todas formas.
Aquella reflexión despojó de mi lado el miedo a lo desconocido que podía aparecer en el lugar donde caminábamos y con las conclusiones que sacaba me percaté lo fuerte que era Fátima. Me hacía sentir seguro.

Acabamos por detenernos en una nueva apertura que entregaba un camino en ascenso. Fátima mostró un rostro insinuado espanto y me dejé contagiar con tal sentimiento. Ella volvió su mirada hacia mí para dejar digerir lo que tenía en mente, finalizando sus sinapsis en una estrechada de su mano que insinuaba una sola cosa.

—Para no separarnos.
Tomé su mano con tanta confianza dejándome envolver en su amparo. Al voltear su rostro mi cara se tornó rosa y sentí un extraño sentimiento que cosquilleaba mi estómago. Pero no me causaba incomodidad, al contrario, agradaba.

[Suzume Mizuno]

Tardaron cerca de media hora en recorrer todo el camino y, en varias ocasiones, Fátima estuvo a punto de romper a gritar de angustia. Al principio había dicho que no deberían hablar, por si delataban su posición. Sin embargo, al cabo de un rato tanto silencio se le hizo insoportable y terminó por preguntar en voz baja:

—Ese libro, Exuy, exactamente, ¿qué es? ¿Un recuerdo? —no quería meterse en sus asuntos personales, pero, la verdad, sentía curiosidad. Y creía tener derecho a saberlo, ya que estaba allí para recuperar el libro—. ¿Cómo llegaste a Tierra de Partida? Me parece que nunca te he preguntado de qué mundo vienes… Yo soy de Atlántica, no sé si lo has visitado alguna vez.

La conversación susurrada le permitió dejar de imaginar lúgubres escenas de lo que sucedería cuando llegaran al final del camino e incluso le arrancó alguna sonrisa.

Pero, entonces, el camino se cortó en seco: habían llegado. Al lado había una palanca.

Miró a Exuy y musitó:

—¿Preparado?

Hizo desaparecer el fuego y, tras tragar una larga bocanada de aire, bajó la palanca.

Con un chasquido, el muro se desplazó ante ellos y, por un momento, los cegó la luz.

[Yuehito]

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El camino parecía eterno y dolían los pies de tanto subir, para un moguri se le hace más fácil por el hecho de volar, por lo que luchar en acercarnos a nuestra salida era una pelea con la perseverancia. Sin embargo el silencio se quebró con una pregunta:

—Ese libro, Exuy, exactamente, ¿qué es? ¿Un recuerdo?

—Amm… un poco de ambos… ese libro fue un obsequio de un chico del orfanato quien cuidaba de mi. Él decía que tenía talento para dibujar al ver mis trabajos en las clases de artes. Mientras yo dibujaba… él tocaba el piano —mis mejillas comenzaron a ruborizar y mis ojos a humedecer — Lo guardo como si fuera un tesoro… porque él… puede que no esté… —detuve mi habla pensando en que no sería buena idea el contar mi incertidumbre que tenía con la muerte de Tsuki —.Bueno, para mí es una especie de tesoro.

— ¿Cómo llegaste a Tierra de Partida? Me parece que nunca te he preguntado de qué mundo vienes…

—Provengo de Villa Crepúsculo… al menos eso creo… pero fue ahí donde me encontró el maestro Akio. Luego del ataque al orfanato estuve vagando por la villa… ¡ah! Pero no es mi intención apenarle… ¿Tú de dónde vienes?

—Yo soy de Atlántica, no sé si lo has visitado alguna vez .

—La verdad que no… pero me encanta visitar nuevos mundos…. —dije mostrando alegría —algún día me tienes que llevar a conocer el lugar.
>> ¿Cómo que cosas hay?

Puede que Fátima lograra darse cuenta, pero siempre evitaba la pena o mostrar malas caras. Y menos lo deseaba en aquel lugar de penumbra.

Nuestra conversación se prolongó conociendo nuestros inicios como portadores, pero se detuvo cuando a nuestro camino cerró su sendero con la nueva palanca a activar. Ante la pregunta de Fátima asistí con la cabeza demostrando confianza en que todo saldría bien. Y la nueva oscuridad que rodeaba al apagar el piro de su mano, se vio interrumpida con la apertura que indicaba una nueva sala.

[Suzume Mizuno]

Al escuchar las palabras de Exuy, comenzó a entender por qué quería recuperar su libro a toda costa. La mención a su amigo hizo que se le despertara la curiosidad, pero al notar que no parecía querer hablar del tema, se mordió la lengua y se tragó las ganas de preguntar. Si Exuy no quería tocar esa parte de su pasado, estaba en todo su derecho.

Sabía perfectamente que había cosas que uno no quería que viera nadie más.

—La verdad que no… pero me encanta visitar nuevos mundos…. —dije mostrando alegría —algún día me tienes que llevar a conocer el lugar. . ¿Cómo que cosas hay?

—Es un lugar bonito —arrastró las palabras, sin poder dejar de pensar en lo que había dicho Exuy. ¿Cómo que un ataque…?—. Hay un castillo en la ciudad, que está al borde del mar, y siempre se ven barcos pesqueros y mercantiles en el horizonte. Yo vivía en el campo y sólo bajaba de vez en cuando a la playa, pero la gente de la ciudad era muy amable. Y —sonrió, sabiendo que aquello llamaría la atención del chico—,la gente siempre habla del Rey Tritón y las sirenas que viven no muy lejos de la costa. La verdad es que muchos dicen que son cuentos de marinos, pero, ¿por qué no iban a existir? He visto sirenas en otro mundo. —decidió callarse lo del cadáver de sirena que habían exhibido unos marineros. Rompería el encanto de la narración—. Y fue la Maestra Nanashi quien me ofreció la Llave Espada. Aunque ahora mi Maestra es Lyn.

Hizo una mueca. «Ofrecer» era un término demasiado suave en relación a lo que había hecho Nanashi en realidad. Estaba satisfecha con su vida, pero no creía que llegar a olvidar que Nanashi la había puesto entre la espada y la pared para decidir si hundirse con el maldito barco o unirse a la Orden.

—Un día tienes que venir. Seguro que te gusta mucho

Caminaron un rato más. Fátima trataba de obligarse a no meterse en los asuntos de Exuy, pero no dejaba de darle vueltas y vueltas a su historia. Criarse en un orfanato ya era suficientemente triste —¡y que lo hubiera reclutado Akio todavía más!—. Pero además, Exuy no estaba seguro de provenir de Villa Crepúsculo y, además, había dicho que hubo un «ataque». ¿A qué se refería con eso?

Cuando no fue capaz de aguantarse más preguntó, con todo el tacto que fue capaz:

—Oye, Exuy… Si no quieres contármelo lo comprenderé, pero… ¿A qué… A qué te refieres con un «ataque»?

En ese momento llegaron al final del pasadizo y Fátima abrió la puerta, preparada para cualquier cosa.

Soltó un imperceptible suspiro de alivio al comprobar hacia dónde les había llevado el pasadizo: ¡la Biblioteca! Allí mismo había estado Fátima con Ivan, hacía tanto que parecía más bien el producto de una pesadilla que una experiencia real. Miró a su alrededor con nerviosismo, recordando los Sincorazón que los acosaron en esa ocasión…

Ahora, sin embargo, la Biblioteca parecía tranquila, limpia. Y, lo mejor, las luces estaban apagadas: la iluminación procedía de las ventanas. Eso significaba que estaban a solas. Por si acaso, posó un dedo sobre sus labios para indicarle a Exuy que no hiciera ruido.

Avanzaron pasito a pasito. Fátima no podía despegar los ojos de las numerosas estanterías, de los gruesos volúmenes que parecían llamarla para que los examinara y se olvidara del resto del mundo. ¡Era tan grande!

Y, de pronto, cayó en la cuenta, con horror, de que estaban en un buen lío.

¿Cómo iban a encontrar un libro concreto en ese lugar? ¿Seguiría el olor lo suficientemente fresco para que Harun lo rastreara?

Entonces, escuchó un chasquido a su espalda. Con el corazón a cien, materializó su Llave Espada y se volvió con brusquedad hacia el intruso, dispuesta a noquearlo de un buen sablazo.

[Yuehito]

La pregunta quedó suspendida en la tensión del aire y a pasar de que quisiera responder no podría porque ya nos encontrábamos en la biblioteca, quizás porque me había quedado a pensar en la respuesta ya que esta era complicada de explicar; e incluso para entenderla yo mismo se me hacía un lío.

Al igual que en Tierra de Partida la biblioteca era un espacio muy amplio para seguir buscando. Más aún si se trataba de un libro, sin embargo estaba confiado en que Harun podría ayudarnos nuevamente.

Me apoyé en el estante más cercano para ocultar nuestro rastro. Seguí tranquilamente y en sumo silencio para no ser hallado. Entre la oscura sala, donde la luz tenue entraba por las ventanas me mantuve en silencio deseando contar lo sucedido.

—Verás… Fátima… —musité.

De pronto un sonido a nuestra trasera se escuchó alardeando en peligro. Sentí un tanto de culpa por empezar a hablar, pero ya las cosas estaban hechas, y el juego de encontrar al intruso se activó. Asustado y presionando mi cuerpo hacia los libros deseaba mezclar mi existencia con los objetos pero inútilmente funcionaba. Por lo que por inercia Fátima se lanzó contra el ser que había escuchado de nuestra presencia en la biblioteca.
Invocando su llave espada realizó un movimiento de suma violencia contra el oponente. Inmediatamente pensé que estábamos en peligro y para sorpresa logré visualizar el rostro del ya buscado Moguri; Krapsy. Este extendiendo su mano invocó una masa púrpura en su mano donde chocó y ralentizó el filo de la arma de Fátima. Esté se abalanzó hacia atrás logrando escapar del ataque y con su cara de manía hizo una callada carcajada.

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—Mira a quien tenemos aquí… ah ya sé lo que quieres. Pero ¿No puedes venir solo, KupoNo?
—¡Devuelve lo que es mío!
— ¿Tuyo? — Movió sarcásticamente la cabeza —Si lo tengo yo… ya no lo es ¿KupoNo?
—¿Qué es lo que quieres?
—Primero preséntame a tu linda compañía… no pensé que eras tan… ¿Cómo decirlo Kupó?

Apreté el puño sintiendo como la injusticia comenzaba a inundar mis sentimientos. Quería golpear y arrebatar lo que era mío. Pero debía pensar, tranquilizar mi alma, debía planear algo.

[Suzume Mizuno]

¡Ahí estaba! ¡El dichoso moguri!

Por un instante, pensó que iba a matarlo y se le encogió la boca del estómago. Pero entonces el moguri invocó una extraña bola de color purpúreo que detuvo lentamente la Llave Espada de Fátima. La chica trastabilló hacia delante por el impulso que había cogido y luego empezó a forcejear por librarse de la masa que aprisionaba su arma mientras Kraspy retrocedía apresuradamente. No llevaba el libro encima.

Entonces lanzó una carcajada.

—Mira a quien tenemos aquí… ah ya sé lo que quieres. Pero ¿No puedes venir solo, KupoNo?

Fátima arrugó la nariz y su rostro se tornó en un gesto hosco. Quizás sí debería pensarse si golpear a aquel bicho. Parecía el típico matón insoportable… Aunque no midiera ni la mita de su tamaño.

—¡Devuelve lo que es mío!

— ¿Tuyo?Si lo tengo yo… ya no lo es ¿KupoNo?

«¡Serás rastrero!» pensó Fátima, abriendo la boca con sorpresa.

Luego se cubrió la boca, recordándose con angustia dónde estaban. Si Kraspy había entrado por aquel pasadizo en vez de seguir las escaleras normales, claramente tampoco tenía permiso para estar en aquel lugar. Y si los miembros de Bastión Hueco los encontraban…

—¿Qué es lo que quieres?

—Primero preséntame a tu linda compañía… no pensé que eras tan… ¿Cómo decirlo Kupó?

Fátima vio cómo Exuy apretaba los puños, frustrado, y decidió zanjar aquello lo más rápido posible, irritada por el desdén que yacía en las palabras del moguri. Dio un paso al frente, con la Llave Espada apuntando hacia el suelo para no resultar demasiado agresiva, y dijo en voz baja, intentando resultar amable:

—Me llamo Fátima, Kraspy, y no quiero peleas. Perdona por atacarte, pero pensaba que eras un Maestro de Bastión Hueco. Con todo el jaleo que estamos armando, nos encontrarán de un momento a otro —dijo, imprimiendo especial fuerza a sus últimas palabras, con la esperanza de que Kraspy se atuviera a razones.

Pero estaba claro que si el moguri se había arriesgado a robar el libro de un chico y a llevarlo hasta aquel lugar, no estaba muy en sus cabales. Así que se preparó para tener que amenazarlo con la violencia si era necesario: cualquier cosa menos permanecer más tiempo del estrictamente necesario en la Biblioteca.

—¿Qué has hecho con el libro, Kraspy? ¿Por qué lo has traído aquí?—dijo, mientras se inclinaba ligeramente hacia Harun y le susurraba, tan bajo que sólo pudo escucharlo el dragón—:Busca

Harun alzó los bigotes y olfateó sigilosamente, muy consciente de la tensión de la situación.

[Yuehito]

El comportamiento de Kraspy me enfermaba y me llenaba de ira. Y el encaramiento que hizo Fátima logró aterrizar mis emociones, pues habíamos venido con un objetivo claro y no armar una pelea sin sentido.

—¿Con el libro? ¿Qué crees que hice… que lo vendí? —dijo mostrando una cara de maldad que me llenó de espanto—.¡No pongas esa cara chico! Que si hubiese deseado algún plan para vengarme de los de Tierra de Partida lo hubiese hecho de otra forma Kupó.

—Me pones… ¡Dime qué quieres! Haré lo q … —iba a seguir mis palabras pero más valía pensar lo que iba a decir—. Solo devuélvelo… todos menos eso, por favor —dije agachando la mirada sintiendo impotencia de no saber qué hacer.

—Creo que di en el clavo —el rostro de Kraspy mostró pensar algo maquiavélico para luego expulsarlo con una aturdidora frase—. Tu libro está en aquel estante arriba —dijo apuntando al la corrida con el número 9 arriba—. Lote 3, primer libro en la parte superior. Y no vuelvan ¿Vale Kupó?

Parecía tan extraño y aún quedaban dudas, pero el rescatar mi libro ya no parecía tan lejano.
—¿Por qué? ¿P-or qué mi libro? —dije asustado, con la voz temblorosa.

—Exuy… me gusta verte sufrir. Ese rostro de a niño que le quitan su dulce… Ahora vete, ya tengo lo quería ver. La próxima vez no solo llorarás kupó, ¡vete!

En ese instante solo quería tomar de nuevo la mano de Fátima. Quería sentirme protegido.
Porque solo quedaba tomar lo nuestro y salir a como dé lugar.

[Suzume Mizuno]

—Me pones… ¡Dime qué quieres! Haré lo q … —Fátima abrió la boca para advertir a Exuy que no continuara por ese camino pero, por suerte, el chico recapacitó y terminó por decir—: Solo devuélvelo… todos menos eso, por favor

Al ver cómo inclinaba la cabeza, Fátima se removió y miró con desprecio a Kraspy. Su respuesta la enervó hasta extremos irracionales, pero consiguió controlarse apretando los puños. En especial cuando el moguri dijo:

—Tu libro está en aquel estante arriba.Lote 3, primer libro en la parte superior. Y no vuelvan ¿Vale Kupó?

Fátima miró a Exuy, que parecía tan desconcertado como ella.

—¿Por qué? ¿P-or qué mi libro?

«Más bien por qué lo roba y lo devuelve sin más. Aquí hay gato encerrado» pensó con suspicacia. Y cuando escuchó el siniestro y odioso motivo de Kraspy, frunció el ceño y se mordió el labio inferior. ¿Sólo había sido un susto? ¿Obligarles a ir hasta allí para hacérselo pasar mal? Si ese era su objetivo, desde luego que lo había conseguido.

Sin embargo… Algo no cuadraba. ¿Cómo sabía Kraspy que le iban a seguir? ¡En especial con tantos días de diferencia! Le costaba creer que hubiera planeado todo al detalle, desde chocarse con ella para que le contara lo del libro a Exuy, a permanecer en el pueblo hasta que ellos llegaran.

Sacudió la cabeza. ¿No estaría dándole demasiadas vueltas porque estaba asustada? Era normal desconfiar de todo en terreno enemigo, quizás lo estaba llevando al extremo… Aun así, no quería que Exuy tocara el libro sin más. A saber si el moguri había puesto alguna trampa estúpida… O peligrosa, porque parecía tener bastante magia. Sí, mejor lo haría ella.

—Ya lo cojo yo —dijo, tocando suavemente el brazo de Exuy, que parecía tan asustado y cansado que le daban ganas de abrazarle de nuevo.

Lanzó una mirada fría a Kraspy. Como hubiera planeado algo extraño, juraba que se encargaba de arrancarle el maldito pompón.

Tuvo que ponerse de puntillas para alcanzar el libro, y mantuvo la Llave Espada preparada por si se daba algún problema en cualquier momento. El corazón se le disparó cuando sus dedos rozaron el lomo del volumen que Kraspy le había indicado. Miró a Exuy, preguntándole en silencio si aquel era el correcto, y luego, respirando hondo, lo extrajo.

No sucedió nada.

Aguanto un suspiro de alivio. De todas formas, todavía no se fiaba del moguri, así que no le quitó el ojo de encima mientras se dirigía hacia Exuy y le tendía su libro.

—Bien. Ahora nos vamos —informó, con un tinte de amenaza en la voz, como queriendo darle a entender a Kraspy que si intentaba algo no le permitiría salir ileso.

Pronto saldrían de allí y estarían a salvo.

[Yuehito]

Fátima mostró ante mis ojos el alivio de tanta búsqueda. Lo tenía a solo 4 metros de mi y ya me comenzaba a sentir completo,. Aunque con la presencia de Kraspy solo me hacía sentir más apenado. Deseando solo salir de ahí y estar un rato a solas con Fátima para poder desahogar mi angustia.

—Bien. Ahora nos vamos .

Mi compañera extendió hacia mí el libro para que lo tomara. Lo cual hice con mucha felicidad revisando cada una de las páginas, donde aún estaban retratadas la aventuras y dibujos de nuestros enemigos. Y por supuesto, los retratos.

—Mira Fátima, eres tú — dije sonriendo para acercar a ella el libro.

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Pero la alegría cayó a un precipicio. Fátima comenzó a tornar un aspecto a ¿Transparencia? Y asustado traté de buscar a Kraspy, a quien no pude encontrar porque ya no había rastro de su presencia.

En un intento desesperado trate de tomar a Fátima pero mi mano traspasó su corteza como si fuera una nube transparente, un reflejo, una ilusión.

El libro hizo un salto el cual se abrió para brillar en los aires y tragar por completo a Fátima haciéndola desaparecer del lugar.

— ¡Fátima! —exclamé asustado.

El libro ahora estaba rodeado de un aura cristalina donde podía visualizar el objeto con esfuerzo. Subí una escalera para acercar mi mano, entonces ésta al instante la expulsó impidiendo tocar mi tesoro, donde Fátima estaba.

—¡¿Qué haces?! Devuélvemela — grité asustado. Reclamando la vida de mi amiga.

[Suzume Mizuno]

—Mira Fátima, eres tú

—¿Yo? —dijo, sorprendida, mientras Exuy le mostraba el libro abierto de par en par.

Fue a ver el boceto, algo que en cualquier otra situación le habría resultado halagador y le habría hecho sonreír, cuando notó algo extraño. Harun lanzó un bufido de alarma y comenzó a volar alrededor de su cabeza, alarmado. Vio que Exuy se ponía pálido. Se dio la vuelta, pensando que al final había pasado lo peor: les habían encontrado.

Pero no. Seguían solos. Entonces, ¿qué…?

Levantó una mano para calmar a Harun y entonces pegó un grito de la impresión. Se llevó las manos frente a los ojos. ¡Se estaban volviendo transparentes! Un estremecimiento de horror la sacudió de arriba abajo. Exuy trató de cogerla, pero la atravesó, como si no fuera más que un fantasma. Fátima lanzó un grito de miedo.

—¡No, no, no! ¡Qué está pasando! ¡Exuy!

De pronto, el libro saltó hacia arriba y sus páginas desprendieron una luz cegadora. Fátima cerró los ojos con fuerza para no quedarse cegada y escuchó a Exuy llamarla. Pero su voz cada vez parecía estar más y más lejos…

****

El canto de un pajarillo desconcertó a Fátima. Retiró lentamente los brazos y se dio cuenta de que estaba acuclillada, encogida sobre sí misma, como si hubiera tenido que protegerse de un golpe.

Temblando, se incorporó con lentitud, mirando a su alrededor sin comprender nada.

—¿Pero dónde…?

Era una casita de madera, hogareña, muy parecida a su casa en Atlántica. Pero era bastante más elegante, más bonita y, ante todo, más rica. Había estanterías con libros —algo que nunca hubo en su hogar—, retratos de su familia, un bonito mantel de brocado extendido sobre una mesa muy similar a aquella en la que ella y todos sus hermanos se arremolinaban para comer. Ahora, en vez de tantas sillas, había sólo dos. La comida estaba preparada para dos personas. La comida esta servida y todavía caliente.

La casa tenía abiertas de par en par unas puertas que daban a un bonito jardín, del cual venía el piar de los pajarillos. Entraba una luz deslumbrante y una suave corriente de aire que arrastraba consigo el sonido de las olas al romper contra la orilla.

Titubeante, avanzó unos cuantos pasos. Una sombra blanca pasó por su lado y pegó un respingo del susto.

—Qué…

No era un fantasma ni nada por el estilo, sino un espejo de medio cuerpo. Pero en esa imagen no se reflejaba ella.

O bien… Sí, en parte.

Era ella. O la Fátima que le hubiera gustado ser.

Se miró, asombrada, a sí misma para asegurarse de que continuaba llevando las mismas ropas con las que había salido de Tierra de Partida y así era. La persona del reflejo, en cambio, llevaba un bonito vestido claro que le marcaba la cintura, claramente femenina. En realidad, todo su cuerpo era curvado. Llevaba el pelo largo, sedoso, recogido en un bonito peinado y todo en ella deslumbraba feminidad. Bajo el brazo llevaba un brazo y parecía radiante, feliz.

Se quedó mirando, anonadada, el reflejo durante unos minutos que se le antojaron eternos. Después, bruscamente, fue consciente de su propio cuerpo y supo, de golpe, qué era aquel lugar. La casita con la que había fantaseado de pequeñita cuando veía a las damas de la ciudad pasear con sus maridos, sin ninguna otra preocupación que disfrutar del día o darse de la mano sin complejos delante de la gente.

Apartó la vista, turbada, y echó a caminar hacia el jardín, huyendo de esa ilusión.

En su interior entrechocaron diferentes sensaciones de rabia, frustración y pena. También de confusión. ¿Dónde estaba? ¿Estaría inconsciente?

«¿Qué ha pasado con Exuy? ¡Y con Harun!».

Salió entonces al deslumbrante jardín, lleno de árboles y de flores, tal y como había soñado despierta tantas veces mientras ayudaba a su padre a trabajar. Sintió un violento pinchazo en el pecho y, furiosa, gritó:

—¡Basta ya! ¿Pero qué demonios es esto? ¡Seas quien seas, no tienes derecho a meterte en mi cabeza!

Percibió una presencia, como si respondiera a sus preguntas. Se le puso la piel de gallina y, lenta, muy lentamente, se volvió para ver que, cerca de la verja del jardín, bajo la sombra de las copas de los árboles, había una figura.

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Fátima invocó su Llave Espada y se puso en postura de batalla. Ya sabía ella que toda aquella locura no podía comportar nada bueno.

[Yuehito]

— ¿Fátima? ¿Estás ahí? —Asustado comencé a buscar a mí alrededor con la vista y no pude percatar la presencia de nadie.

Me mantuve con cautela sin saber donde estaba Harun, por lo que baje rápidamente las escaleras para esconderme bajo una mesa sin dejar de mirar el libro. Esperanzado a que Fátima volviese.

— Todo esto puede ser obra de Kraspy… Tengo que hacer algo… — musité.

***
El extraño ser hecho de la más oscuras sombras permaneció quieto mirando al vacío del cielo. Su silueta era una mancha de atención visual en todo el mundo que veía Fátima. Pero su contemplación no duró mucho tiempo, pues el purasangre que tenía en frente clavó la mirada en la chica a lo lejos, mostrando un rostro de crueldad y malicias.

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El extraño ser levantó su brazo en dirección hacia Fátima, quien posaba en los jardines. E inexplicablemente los dedos de la masa negra se extendieron hasta la reja del lugar quien afirmó con seguridad para ocuparla de palanca y lanzar su cuerpo a toda velocidad hacia la joven. Con claras intenciones de atacar embistiendo con violencia. Aquel mundo se tornaría siniestro.

[Suzume Mizuno]

Al principio, la criatura no se movió. Fátima estaba más que convencida de que era un Sincorazón, pero nunca había visto uno igual. Claro que tampoco había recorrido todos los mundos y comprobado todas las razas existentes. Con todo, en seguida se dio cuenta de que a aquel le faltaba algo característico: el emblema.

Tragó saliva y enarboló la Llave Espada, preguntándose cuáles serían sus técnicas, lo fuerte o débil que podría ser físicamente… No se atrevía a atacar sin más; no en aquel lugar desconocido. ¿Y si estaba teniendo alucinaciones? Tendría más sentido, aunque era un poco triste pensar que hasta en ese estado soñaba que luchaba contra los Sincorazón.

De pronto, el Sincorazón la miró. Fátima se estremeció. Hacía mucho que no encontraba una criatura que despidiera tanta malicia.

El brazo del monstruo se extendió, como si fuera de goma, y se aferró a la verja, haciéndole pegar un brinco del susto. Cuando volvió a mirar, el Sincorazón se abalanzaba sobre ella.

Fátima no gritó; el entrenamiento diario le sirvió para no caer presa del pánico, coger impulso y arrojarse a un lado justo a tiempo para esquivar al Sincorazón. Rodó y se incorporó rápidamente. Pensó a toda velocidad. ¿Era eso en lo que consistía su ataque? También parecía que sus garras eran peligrosas. Mejor mantenerse alejada, seguro que si la alcanzaba le partiría unos cuantos huesos.

Esquivó como pudo los siguientes ataques del Sincorazón, hasta que se le ocurrió una idea: en el momento en que estirara los brazos para aferrarse de nuevo a alguna parte de la verja o de lo que fuera, arrojaría un Tiro mortífero, que le permitiría atacar a distancia. Entonces comprobaría sus efectos.

—¡Exuy! —gritó, con toda la fuerza que le permitieron los pulmones—.¡Exuy, dónde estás! ¡Qué ha pasado! ¡Qué ha ocurrido con el libro!

Porque lo último que recordaba era que, mientras ella desaparecía, el libro estaba brillando.

Rechinó los dientes con furia. ¡Al final Kraspy sí que había puesto una maldita trampa! No sabía bien en qué consistía ni qué se suponía que tenía que hacer, pero se alegró de haber caído ella y no Exuy. No estaba segura de qué habría ocurrido con el chico, pero al menos no se tenía que enfrentar solo contra aquel Sincorazón…

[Yuehito]

El ser de maldad estiró cada uno de sus dedos pareciendo ahora unos inmensos látigos que podían acertar severos golpes contra Fátima. No solo era un lazo si no diez que se movían a gran velocidad. Si la chica no retrocedía probablemente uno de los golpes podría acertar en su cuerpo. Pero algo no funcionó como fue planeado, uno de sus largos dedos quedó enganchado en una de las mesas del jardín donde sus patas estaban enterradas a la tierra. Oportunidad perfecta donde Fátima logró acertar su Tiro Mortifero causando la detención de sus movimientos.

El purasangre se comenzó a enardecer lanzando fuertes manotazos al suelo haciendo brillar sus ojos a una intensidad espeluznante. Entonces lleno de ira extendió ambos brazos para rodear a Fátima en todos sus ángulos, dejando cada hueco de escape tapado por su ser.

Fátima podría saltar alto en su debido tiempo o tal vez arrimar su ataque al cuerpo de la masa negra, quizás aprovechar las instancias y buscar su punto débil. Debía actuar con cautela, porque después de todo Exuy esperaba tranquilo bajo un mesa al retorno de su amiga.

***

Prevalecí algunos minutos esperando ansioso y luego de reflexionar un momento logré comprender que todo era obra de moguri. Si había una oportunidad de detener todo esto debía obrar. Salí bajo de supuesto amparo y a viva voz comencé a llamar a Kraspy airado por las cosas que había maquinado.

—¡Kraspy da la cara! Quieres pelear, la tendr-

Un dolor extraño y creciente se hizo sentir en mi pierna la cual toque para sentir lo húmeda que estaba, de un color rojo expandiendo su pigmento en el resto de mi ropa. Era sangre.
Logrando voltear mi rostro logré percatar el arma del pequeño ser quien sostenía en su mano en vuelta con mi fluido vital.

—¡Bah! ¿No hablabas en serio? ¿Querías pelea, no kupo?

Luego de oír sus palabras intenté correr intentando alejarme del moguri, que estaba dispuesto a seguir atacando, pero el daño se estableció completamente en mi pierna comenzando a sentir aguijante dolor. Caí al suelo para tener en frente nuevamente a Kraspy levantando su arma para dar su siguiente golpe.

“No debo tener miedo, ¡pelea Exuy!”pensé fugazmente.
Invoqué rápidamente mi llave espada y aparté a un lado el arma que venía velozmente en ascenso dispuesto a partir mi cuerpo en dos partes. Tomé cierta distancia y de mi boca prenuncié un hechizo que me era muy efectivo en estos casos. De la punta de mi arma dos hielo nacieron para lanzar como proyectil, los cuales ambos fueron esquivados por Kraspy, más aún aquel tiempo fue suficiente para esconderme entre los estantes de la biblioteca.

Guardando silencio comencé a rezar para no ser encontrado, esperando que en cualquier momento pudiese aparecer Fátima.

[Suzume Mizuno]

—¡Ja! ¡Toma esa! —rugió Fátima cuando acertó con su ataque al Sincorazón.

Pero no había tiempo para cantar victoria. Herida, la criatura, furiosa, comenzó a moverse sus brazos con violencia, clavándole los ojos a Fátima con una ira que le puso los pelos de punta. Entonces estiró los brazos y sus dedos se extendieron alrededor de la chica como si fueran una oscura telaraña.

«¡Mierda, mierda, mierda!».

No tenía más que unos instantes para reaccionar. ¡No tenía tiempo para pensar! Plantó bien los pies en el suelo y flexionó las rodillas. En el momento en que el Sincorazón se arrojara contra ella esperaba que se soltara aunque fuera por un momento en pleno vuelo. Entonces llegaría su oportunidad.

«¡No me vas a vencer!»pensó con una determinación nacida, irónicamente, del miedo. No sabía dónde estaba, no sabía qué estaba sucediendo, ni qué sería de ella si perdía. Por eso no le quedaba otro remedio que ganar y destruir a su enemigo antes de que acabara con ella. «¡Voy a volver!».

Esperó al segundo en que los brazos del Sincorazón se tensaron y se disparó al frente.

Efectuó un Doble Salto, que la elevó bruscamente hacia lo alto.

Su plan no salió del todo bien: no había calculado perfectamente el tiempo y uno de los alargados dedos del Sincorazón le soltó un latigazo en el hombro que le hizo ver las estrellas. Aun así, cuando éste se abalanzó hacia la posición en la que la chica había estado hacía unos instantes ella ya no estaba en su rango de acción. Sin pensárselo dos veces lanzó un Piro +.

Cayó sobre la hierba de pie, pero se le doblaron las piernas y se llevó una mano al hombro, mordiéndose los labios para contener las lágrimas: se le había rajado la ropa y tenía la piel en carne viva. ¡Y eso que sólo le había acertado de refilón!

El Sincorazón se incorporó entre las tablas de la valla y se volvió con lentitud hacia ella, encogido y claramente enfadado. Parecía que el fuego no le había afectado de lleno, a excepción de en algunos dedos, que humeaban.

Fátima creyó entender en ese momento lo que tenía que hacer: el Sincorazón era débil cuando se estiraba, cuando no tenía forma de defenderse.

Esbozó una sonrisa desafiante. Bien. Pues aunque le costara horas, acabaría con él.

Tuvo que aguantar mucho, hacer uso de toda su paciencia y exhibir toda su sangre fría para aguardar a que el Sincorazón estuviera prácticamente encima de ella y atacarle en ese preciso instante. En una ocasión, el maldito bicho le golpeó las costillas y Fátima tuvo que gastar su preciosa magia en curarse las costillas. Atacó con todas sus fuerzas y llegó a cristalizar un brazo del monstruo y consiguió atacar después con la Llave Espada. Para su alegría, con ello consiguió quebrar parte del brazo y eliminar una de las peligrosas armas del Sincorazón.

Se estaba quedando sin resuello y sus reflejos eran cada vez más lentos. Aun así, pensó en Exuy y en Harun. Se dijo que por su culpa, porque había consentido en acompañar al chico, estaban en ese lío en vez de estar pasando tranquilamente la tarde en Tierra de Partida. ¡Si les ocurría algo alguno…!

Y, mientras tanto, ella allí, peleando en no sabía dónde por su vida.

Furiosa, en el momento que el Sincorazón estiró, ya no sólo los brazos, sino su cuerpo entero para acabar con ella, Fátima soltó un grito y se lanzó al frente. Justo antes de que el brazo del Sincorazón la barriera y dejara sin dientes, se arrojó al suelo, rodó justo por debajo de él y golpeó con su Llave Espada al tiempo que soltaba un Electro.

Sin aliento, se incorporó tan rápido como pudo mientras sus músculos se quejaban a gritos por el sobreesfuerzo al que les estaba sometiendo. Entonces comprobó que el Sincorazón no estaba por ninguna parte: en el otro extremo del destrozado jardín sólo quedaba una masa oscura que se dispersaba por segundos…

—¡Lo hice! —chilló de euforia, dejándose caer de bruces en el suelo.

No podía más.