Sólo cuatro aprendices decidieron bajar el puente hacia la enorme nube de oscuridad. Alexis, animada por la pregunta de Ban sobre si le apetecía jugar una vez más, les hizo compañía hacia ese camino; sin embargo, su respuesta real era un no. Todo lo que había recordado de golpe le hacía mirar de vez en cuando a Diana, quien intentaba no darle la más mínima importancia, colocando sus dos manos tras la nuca mientras seguía viendo en la distancia al grupo de Crow.
Oswald no quería perder su oportunidad de oro que representaba la compañía de la chica. Tenía muchas cuestiones, y ninguna parecía poder ser contestada por los demás compañeros. Por lo tanto, se dirigió a ella:
―¿Sabes qué demo...ejem, qué esta pasando con todo ese rollo de Ricitos de Oro?
─¿Por qué debería saberlo yo? ─contestó algo malhumorada, apartando la mirada del chico mientras se llevaba la mano al brazo derecho─. Sólo sé que ha estado conmigo en un foso y... Mi corazón...
—¡Eso también me ha pasado a mí! —saltó Diana, dirigiendo sus ojos al resto de sus compañeros al escuchar aquella declaración—. Dijo que quería mi oscuridad, y después sacó algo de mi corazón. Claramente, magia ilusoria.
¿De verdad había sido una ilusión? Era cierto que no tenían ninguna herida en el pecho, pero sí que podían notar todos los presentes (a excepción de Ban, por falta de corazón) que sus órganos estaban más vacíos que nunca. Incluso más puros de lo habitual...
Finalmente llegaron hasta un punto del puente en el que este era tragado por la nube de oscuridad para acceder al estadio. No eran capaces de ver más allá de tres palmos de sus narices, pero se las arreglaron para llegar a tierra firme y dejar el puente atrás.
El suelo, sin embargo, no parecía ser tierra. Tampoco metal, u otro tipo de superficie sólida. Era difícil en la oscuridad descifrar sobre qué clase de lugar estaban, pero de estar asustados, podrían volver atrás y coger otro camino.
─Esperad ─pidió Alexis, adelantándose a los aprendices unos pasos y agachándose para tocarlo─. Puedo notarlo. ¿Esta es...?
La niña soltó un grito cuando algo la agarró por el cuello y la engullió en la oscuridad, tirando de ella de espaldas. Diana extendió su brazo hacia ella y gritó su nombre, y las sombras contestaron con un tentáculo que se lanzó a por ella. La chica lo esquivó e invocó su Llave Espada, cortándolo en el aire y dejándolo caer al suelo.
―Ya me habéis alimentado suficiente por hoy ―se burló la voz de la chica de los ojos amarillos en la oscuridad, riéndose de los aprendices―. ¿Qué prisa tenéis en morir? Todos tenéis vuestro día final. Bueno, todos menos yo...
Los tentáculos se lanzaron a por ellos, agarrándoles por distintas partes. Enok se vio sujeto por el cuello, con su boca siendo tapada y por tanto previniendo que pudiese usar hechizos; Gata, por la pierna, tirándola al suelo; Hiro tuvo sus dos propios tentáculos, que le agarraron por ambas muñecas y le inmovilizaron; y por último Ban fue atrapado por el pecho, rodeado por completo y con la punta de la monstruosidad intentando abrirse paso a su pecho una vez más.
Un nuevo tentáculo se lanzó contra Diana, pero un veloz movimiento de su brazo hizo invocar una barrera de espinas que detuvo al atacante en seco. La chica estaba libre, pero sólo podía ayudar a una persona a tiempo; todos habían empezado a ser arrastrados a la oscuridad, y si alguien no era capaz de arreglárselas para liberarse, siempre podía pedirle que le socorriera. Pero no podía salvarles de las castañas a todos...
―... Porque fui borrado hace ya tiempo.