Participantes y cronología
James Bond_Hikaru Akarui antes de [Trama] Se acerca el invierno
Kairi_Kairi tras [Trama] La Revolución
Sheldon_Enok tras [Encuentro] 28:06:42:12
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— Por favor...¿Puede echar...me un poco...mas? — murmuró entre dientes Enok, mirando desesperado la figura revoloteante de un pequeño moguri tras el mostrador.
— Mira, chico. Esto está hasta arriba de alumnos, kupó. No eres el único y comprendemos que, kupó, como siempre... te quedes con hambre, kupó — respondió entre suspiros el pequeño ser mientras continuaba su labor, llenando mas y mas platos de una pasta gelatinosa y amarillenta que recibía el nombre de “puré de patatas”. — Venga, ahora desfilando que se me hace cola, kupó. — añadió cambiando el semblante radicalmente, mostrándose mucho mas cortante que segundos atrás mientras se deshacía del aprendiz con nerviosos gestos con su brazo.
Enok fue empujado por un pequeño jovenzuelo que esperaba enfadado su sustento diario e intentado que su bandeja no cayese al suelo tuvo que apartarse de la fila de aprendices. Aún no había tomado postre alguno y la sola idea de volver a la cola para recuperar el dulce manjar que no había logrado le aterraba por todas aquellas personas que la formaban. Por un momento, su imaginación aplastó y deshizo en una fina arena a todas aquellas personas que esperaban como animales su comida mientras él se alzaba victorioso con el pedazo de rosada tarta que aquel día ofrecían. Al descubrirse fascinado y embobado ante si mismo, cerró levemente sus párpados intentando olvidar aquella estúpida ocurrencia. Se volvió y se adentró en el océano de mesas y asientos del comedor.
Aquel día por alguna extraña razón, todos y cada uno de los aprendices de aquel mundo parecían haberse reunido justamente a la hora del almuerzo. Enok miraba continuamente de un lado hacia otro. Nunca antes había visto algo así, tal aglomeración de personas engullendo y bromeando a viva voz, reunidas en un espacio que aunque de gran tamaño daba la impresión de reducirse y agotarse por momentos. Todo ello se traducía en escasez de asientos libres. El chico tragó su saliva en un trillado gesto. Debería sentarse junto a varias personas que posiblemente no conociese y que, aun mas probablemente, no lo hiciese. Al menos podía mantener ocupados sus pensamientos durante la ardua búsqueda de huecos libres entre el barullo.
Cansado. Tal era la sensación de Enok aquel mediodía. Hastío y bastante negativo, como la mayor parte de los últimos días. No dejaba de dar incansablemente vueltas y vueltas a sus recuerdos, a cada uno de los fragmentos de la que se le antojaba una lejana pesadilla. Además, se encontraba entre sus miedos aquel trozo de papel que antaño tuvo por diario, el cual ahora parecía actuar como un extraño objeto sujeto a su propia voluntad inhumana. Cansado, por sí fuese poco, de sus sensaciones. En cada uno de los entrenamientos tanto solitarios como grupales en los últimos meses una serie de sentimientos que pocas veces habían atacado de aquella manera al joven aprendiz. Le resultaba del todo imposible olvidar cierta melancolía o añoranza por algo que no sabía nombrar. Mas de una vez había negado y bloqueado que su razón entretejiese y analizase aquello que le estaba ocurriendo ya que estaba seguro de que la respuesta que posiblemente hallase no fuera de su agrado. Descubrirla sería admitir que necesitaba algo, volver.
Una bola de papel golpeó de lleno la frente de Enok y calló movida por la gravedad a su bandeja justo al lado de uno de sus platos de comida. El chico levantó la vista aunque solo pudo escuchar unas risas histéricas y ver miradas escondidas a su alrededor. La humanidad era, definitivamente estúpida por naturaleza. Agachó el rostro de nuevo y continuó su camino mirando en todo momento hacia el suelo, ante los mas que posibles obstáculos que algunos aprendices habían puesto al chico en el camino. Enok se detuvo en seco. De reojo había vislumbrado un resplandeciente asiento libre. No perdió mas tiempo y depositó la bandeja sobre la mesa para posteriormente sentarse sobre el banco de madera.
El chico miró su bandeja, con cada uno de los platos que había tomado. Abatido, colocó su brazo sobre la mesa y apoyó su barbilla sobre la palma de su mano. Las personas nunca cambiarían haya donde fuese, ya se encontrase en Tierra de Partida como en cualquiera de los mundos que conformaban el universo. Todo era a la vez tan antinatural y sinsentido que desconcertaría a cualquier humano. La gracia en lanzar un trozo de papel al aire era inexistente así como el intentar que una persona cayese al suelo constituía un plan absurdo y contraproducente. Inspiró profundamente una bocanada de aire para posteriormente deslizar todo su rostro con parsimonia por su antebrazo hasta colocarlo totalmente horizontal al tablón de la mesa. De repente dio un respingo y exhaló todo el aire que había mantenido dentro de sus pulmones. Rápidamente adoptó una posición erguida y tomó escuetamente los cubiertos. Llenó el tenedor de aquella sustancia amarillenta y se la llevó a la boca. Tragó la bola de comida con un rostro desagradable. Agachó la mirada y volvió a dirigirla hacia su derecha.
— Cuanto...tiempo.— dijo en una voz débil intentando forzar un amago de sonrisa.
