[Bastión Hueco] Sic Transit

Encuentro entre Saeko, Gata y Enok

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Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro

[Bastión Hueco] Sic Transit

Notapor Sheldon » Jue Jun 19, 2014 1:54 am

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bastión hueco

Participantes
Enok_Sheldon
Gata_Soul Eater
Saeko_Zeix


Tras EG II.5 [Datastream]


*secuela espiritual de 28:06:42:12
*secuela de Diversión
*secuela de Te queda mucho por aprender, novata


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¿Qué...?— murmuró Enok para sus adentros. Un agudo y penetrante aguijón se clavo a través de todo su cerebro, extendiendo y enraizando el dolor alrededor de toda su masa pensante. Necesitaba acercarse a ella, preguntarle, sentir que aquella decisión que había tomado significaba algo. Pero no. Tan solo sangre, desesperación, un sentimiento que le destrozaba, un guía infernal que deseaba aprisionarle en aquel nuevo mundo, desierto.

El grupo de aprendices se encontraba nervioso, sin saber en que ocupar sus acciones. La tensión era evidente. El portal se había cerrado en si mismo desde hacia bastante tiempo. El Maestro herido fue escoltado por la mayor parte de sus compañeros, con aire muy preocupado, pesambroso e incluso recesivo. Pesimismo. Enok los miraba a punto de estallar. Poco a poco, los portadores comenzaban a ofrecerse mutuamente primeros auxilios para los más heridos o palabras de ánimo frustradas, evaporadas en el vacio del recuerdo. Pero no todo podía sanarse. 

Cojeando, con un dolor extendiéndose a través de su pierna derecha, Enok se acercó al muro de piedra mas cercano. Palpó superficialmente la cubierta de rocas, la cual se extendía hacia la techumbre, a varios metros de distancia. Un lugar de gran altura, frío y tétrico, una realidad a la medida de aquel sueño, aquel lejano y estúpido sueño que se antojaba tan cercano a los hechos.

Expulsó todo el aire que había retenido. Aún apestaba a aquella contaminación lumínica y visual del coliseo. Acto seguido apoyó su espalda sobre la recia pantalla de rocas y lentamente se deslizó, sintiendo los extremos agudos de las piedras raspando y dañando su piel. El suelo se encontraba húmedo, salpicado por una débil gotera que descendía desde lo más alto, meciéndose y tomando formas en el aire.

Una lágrima brotó de la cuenca izquierda del ojo de Enok y se deshizo en los pómulos del chico. Con un rostro pasivo oteó de nuevo con su mirada a los que serían sus nuevos compañeros de bando. Agachó la mirada. 

¿Qué importaban realmente aquellas personas?

En la lucha él no había sido ni tan siquiera una ayuda para aquellas personas. En la vida, su presencia era un espejismo. En sus recuerdos un ente amenazaba con asesinarle. En su historia había sido simplemente un receptor. No sería nada en aquel ambiente, ni tan siquiera un aprendiz. Solo un fantasma que navegara por los oscuros recovecos atestados de ratas, un soplido de aire que tan solo transportase hálitos de venganza, un ser que no podría ni tan siquiera levantar su propio peso, alguien que había perdido su lugar en el universo.

¿Qué cojones acabo...de hacer?
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Re: [Bastión Hueco] Sic Transit

Notapor Tsuna » Vie Jun 20, 2014 11:15 am

Sangre. Atravesé el portal, con Llavero en mano y claramente preocupada. En mi mente todavía rememoraba sin ninguna dificultad la sangre del maestro Ryota resbalando hasta el suelo, junto a Ronin con el arma en sus manos… Y yo, tonta de mí, seguía sin comprender cómo había podido cometer semejante asesinato cuando habíamos intentado unir fuerzas. Bueno, el maestro Ryota lo intentó.

Alcé la vista, afectada por todos los sucesos que tenían lugar a mi alrededor, intentando buscar con la mirada al maestro herido, rezando en mi interior para que no muriese. Nada más lejos de obtener una respuesta, las maestras se lo llevaron a algún lugar, y yo, paralizada, no hice nada, excepto contemplar en silencio mi espada.

* * *


Habían pasado unos minutos desde que la batalla había terminado, y yo todavía seguía allí quieta, de pie y cabizbaja, repasando todo mentalmente, intentando poner orden a semejante caos; asimilando que ahora estábamos en guerra.

Desde el comienzo los maestros me habían avisado de las intenciones de Tierra de Partida, y las palabras de la maestra Nanashi resonaban una y otra vez en mi mente: “La luz ha tiranizado la realidad”, eso había dicho. Si yo no había traicionado a mis maestros era por la deuda que tenía pendiente con ellos por haberme ayudado a salir de aquel agujero en el que estaba atrapada, pero aquel día había comprendido muchas cosas nuevas, había ganado nuevos sentimientos y puntos de vista. Y tenía que admitir que yo también tenía una imagen diferente de Ronin, sin embargo, había quedado claro delante de todos que no era lo que aparentaba.

Pero también gracias a sus acciones comprendí dónde estaba mi lugar: en Bastión Hueco. Era algo muy personal, pero los maestros, lejos de esa deuda que hasta ese momento me había atado allí y de sus promesas, eran personas muy importantes en mi vida; personas que me importaban. Eran una especie de familia para mí.

Ratas…


Así había llamado a los aprendices del bando contrario, y a Ronin también, consternada y conmocionada por el momento, pero no era cierto. Yo no era nadie para juzgar a todo un bando por los actos de su líder, tampoco sabía lo que Nadhia llegó a sentir en ese momento. Lo único que tenía claro es que si se presentaban delante de mí con la intención de dañar de nuevo a las personas que yo consideraba importantes, no sería responsable de mis actos.

Hice desaparecer mi Llave Espada y suspiré, realmente exhausta, para contemplar mi alrededor. Pude ver en un rincón a Enok, encogido en sí mismo y en el suelo, a lo que, preocupada, me aproximé a su posición. Pude escucharlo a pocos pasos susurrar algo, unas palabras que me desconcertaron bastante, pero igualmente me vi en la necesidad de acercarme y hablar con él.

Enok…

Le susurré solamente su nombre, observándolo con clara preocupación. No sabía qué decirle, ni cómo se sentía, pero quería ayudarlo a superar todo lo que habíamos vivido ese día. Cierto era que le había dicho que se pasase a nuestro bando, pero quizás estaba equivocada, quizás él no quería estar allí.
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Re: [Bastión Hueco] Sic Transit

Notapor Soul Eater » Mié Jun 25, 2014 2:15 am

El portal luminoso se cerró a mis espaldas, como si se tratara de un suspiro. Por un momento, la sala del castillo resultó demasiado oscura, deslumbrada como estaba por la fosforescencia de la Red y el posterior resplandor de la puerta que habíamos cruzado para escapar de allí.

O tal vez no se trataba de un efecto visual, sino que en el fondo del corazón del bastión había anidado la oscuridad, como si se tratara de una negra gema incrustada en la roca.

Desorientada, mareada incluso, miré a mi alrededor, observando únicamente gestos de odio y de dolor. Las maestras se llevaron el inconsciente cuerpo de Ryota a algún lugar, probablemente, con la vana intención de curarle.

Todos nosotros habíamos luchado contra ese extraño ser, ese tal Erased Data, que seguía siendo un misterio incomprensible para mí, como si no fuera más que un monstruo de pesadilla. Todos habíamos sangrado por lograr escapar de ese lugar. Y, sin embargo, el sentimiento reinante no era el de triunfo, sino el de haber sido derrotados.

Respiré con fuerza, inspirando grandes bocanadas de oxígeno, tratando inútilmente de liberar mi pecho de la opresión que se había instalado en él. Sentía que no pertenecía a ningún lugar, ni a ese Bastión Hueco que perseguía algo que yo no lograba entender, ni a esa Tierra de Partida que buscaba la tiranía de la luz… pero fuera de ellos solo reinaba la muerte.

Pese a reconocer los rostros de casi todos los presentes por haberlos visto en ese infierno azulado del que acababa de volver, casi ninguno me era realmente conocido. La mayoría no eran mas que formas vagas, retazos de humo, dibujos a medio esbozar, como podrían ser los personajes de un sueño.

Todos eran hostiles. Todos eran una amenaza latente, esperando a la menor ocasión para mostrar su verdadera naturaleza. Y los acontecimientos que acaban de ocurrir no hacían mas reafirmar mis convicciones.

Aunque algunos de ellos se encontraban asociados a recuerdos especiales, a emociones concretas. Saeko, de espaldas a mí, alejándose, era la humillación. Y el chico rubio, tirado en el suelo, al que se dirigía, el terror. Los dos, en ese momento, me asustaban más que cualquiera de los demás, porque de alguna forma, me resultaban más reales. Su presencia demostraba que todo lo que estaba viviendo no podía ser relegado al incierto espacio onírico, sino que se encontraba anclado a la crueldad de la realidad.

Lentamente, casi con miedo, me alejé de ese grupo de gente que hablaba y se consolaba en vano con palabras carentes de significado, esperando a que saltaran sobre mí en cualquier momento.

Sin embargo, nada ocurrió. Me perdí por los largos pasillos en soledad, sin que nadie me molestara, como si no existiera. Todo el mundo tenía cosas más importantes en las que pensar que una pequeña gata que se deslizaba por un castillo demasiado grande para ella.

Realmente, no era solo el bastión, sino todo lo que estaba ocurriendo, lo que me venía demasiado grande.
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[Bastión Hueco] Sic Transit #2

Notapor Sheldon » Dom Jun 29, 2014 11:44 pm

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Enok…

De entre tantos nombres solo aquel fue pronunciado. De entre tantas voces solo aquella lo nombró. Saeko le miraba, preocupada, con un acento en su torcido rostro. Quería acercarse al aprendiz, quizás consolarle, felicitarle incluso por el valor que había tenido. Quizás abrazar y tener un hombro en el que posarse. Tantas eran las cosas posibles como imposibles.

Enok alzó unos centímetros la mirada. Su rostro aún agachado modulaba unas sombras desfiguradas proyectadas sobre todo su cuerpo. Recordó a Saeko, junto a aquellos hombres, Mas y Menos, en la gigantesca noria del parque de atracciones, escalando la alambrada, sentada sobre el banco. Y aquel momento, en el que aquella estúpida aprendiz reveló su identidad y él corría alejándose de ella, del sufrimiento que se imaginaba sentir en sus carnes. Era tan frágil, tan minúscula su alma que parecía inexistente. Su cuerpo debatía entre la furia, la ira y el desprecio, entre sentimientos que había experimentado en su exterior y que intentaba recrear en sus recuerdos.

Otra lágrima.

Carraspeó. Vaciló. Sintió una chispa activando sus neuronas. Su cuerpo ya no respondía a la voluntad. Unos profundos bufidos sustituyeron a su respiración.

Enok ha muerto.

Tres palabras. En un parpadeo, unos cabellos dorados construyeron una espiral perfecta, el número aureo, mecidos por el aire producido por un impulso. El chico se abalanzó sobre su compañera. Nada podía ser refrenado por la razón. Necesitaba ver sufrir a alguien, observar como alguien sentía el mismo dolor que le atormentaba.

Solo restaban unas décimas de segundo para que sus cuerpos entrasen en contacto. Su tiempo se detuvo. Agachó la mano y redujo su brazo hasta deshacer la forma del puño. No podía expirar el aire que había mantenido. No podía expulsar aquellos sentimientos. Y en un solo instante todos fueron absorbidos por su memoria, disipados por una fuerza que algún día los volvería a usar contra él.

Sa...Saeko.

Su cuerpo cayó abatido hacia el suelo.

L-Lo siento.

Una mueca de horror se desdibujó en su rostro.
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Re: [Bastión Hueco] Sic Transit

Notapor Tsuna » Jue Jul 03, 2014 1:27 am

Contemplé a Enok en silencio, preocupada. No sabía qué decirle ni cómo actuar. En definitiva, no sabía cómo se sentía, y lo único que pude hacer fue comprobar con impotencia cómo el chico continuaba derramando lágrimas.

Durante un instante me sorprendió. Se abalanzó directo a por mí y yo, exhausta y asustada, no hice nada por evitar un golpe que nunca llegó. Murmuró mi nombre y se disculpó, pero yo no comprendía a qué venían esas acciones. No sabía qué pasaba en ese momento por su mente.

Tragué saliva, sin saber muy bien qué hacer y, decidida por intentar animarlo, me agaché para tenderle la mano. Y en cuanto nuestros ojos se cruzaron, me esforcé como nunca antes había hecho por sonreír. Pensaba, inocente de mí, que de esa forma podría darle fuerzas, o confianza, o lo que necesitase…

Enok… Vamos, levanta —dije, intentando no meter la pata con mis palabras. Aceptase o no mi mano, me volvería a levantar con más confianza y manteniendo mi forzada sonrisa, o más decepcionada todavía y tan seria como había estado hasta ese entonces—. Lo que ha pasado hoy… Hasta a mí me cuesta creerlo, ¿sabes?

Esperé una respuesta, algún gesto por su parte, y sería por culpa de mi dolor de piernas que me di cuenta de dónde estaba: en la recepción principal, junto a la fuente y la biblioteca. Estaba realmente abatida y agotada, quería sentarme en un lugar tranquilo y cómodo, por lo que, tras contemplar la silenciosa estancia lentamente, le hice un gesto a Enok con mi brazo derecho. Esta vez sí le mostraría una tierna sonrisa, porque confiaba en mí misma y en lo que iba a hacer: llevarlo a la biblioteca conmigo, mi santuario; un lugar perfecto para descansar.

Vamos Enok, estarás tan cansado como yo. Sígueme.

Me di la vuelta y comencé a caminar con dificultad. A los pocos pasos me giré para comprobar si el muchacho me seguía o no, en caso positivo lo dejaría estar, pero si continuaba encogido en ese rincón con cara de amargura, no me quedaría más remedio que situarme a sus espaldas y llevarlo para adelante, empujando con cuidado sus hombros.

Tras subir con serias dificultades las escaleras y alcanzar la altura de uno de los jarrones, situado a pocos metros de la puerta a la biblioteca, me giré hacia Enok, algo emocionada por tener a alguien allí con el que poder hablar. ¿Le gustarían los libros tanto como a mí? Esperaba que sí.

Mira, es aquí.

Señalé brevemente la entrada y avancé hasta situarme frente a esta. Empujé con ambas manos hasta que se abrió lo suficiente como para pasar. Yo por mi parte permanecí allí de pie y con el brazo derecho extendido, invitando a Enok a entrar dentro con una sonrisa en mi cara, confiada en que podría animarlo. Yo le seguiría y cerraría la puerta tras de mí.

Era la primera vez que llevaba a alguien a aquel lugar y del cual no sabía si realmente le gustarían los libros. Avancé despacito, como muestra de mi cansancio, escuchando el sonido de mis pasos como ya estaba acostumbrada junto a los de Enok. El viento del exterior acariciando las bonitas vitrinas hacían del lugar un santuario ciertamente especial, al menos para mí. Recordé inevitablemente mis primeros días allí, y cómo me encontré con Ragun por petición de la maestra.

Me resulta ya tan lejano…


Y sumida en mis pensamientos invité a Enok a sentarse sobre una silla de madera. Yo buscaría otra no situada muy lejos para sentarme frente a él. Expresé un profundo suspiro de puro agotamiento y observé las enormes estanterías que se alzaban a nuestro alrededor. El ambiente de la biblioteca me parecía tan solemne como siempre, y era aquello lo que le daba magia a ese sitio, a mi parecer.

Miré de nuevo a Enok a los ojos —los cuales eran muy bonitos, además—, no sin antes analizar por encima sus rasgos, todavía incrédula porque estuviese allí el chico con el que pasé aquel divertido día en el parque de atracciones. Me vinieron a la mente, como si de una cascada se tratase, las impresionantes actuaciones de los gemelos bajo la carpa, y cómo emocionada salí junto al chico para probar sus trucos.

En este lugar suelo pasar yo el tiempo que no le dedico al entrenamiento. Es muy relajante. Y hay libros interesantes.

Coloqué con delicadeza ambas manos sobre mis rodillas, impaciente y divertida por tener allí a alguien especial para mí. Porque a pesar de haber coincidido con él una vez, aquella situación en el Paraíso de los Bromistas se me hacía mágica e irrepetible.

No bajé la vista en ningún momento, pendiente del muchacho y con una curiosa mueca que imitaba una sonrisa, algo sorprendida y expectante por ver cómo reaccionaba. No obstante, volvieron a mi mente sus palabras y comprendí que, a pesar de todo, podía estar siendo egoísta por querer que Enok se quedase allí.

Enok, de verdad… ¿Te arrepientes de tu elección?

Esperé su respuesta, temerosa por escuchar la verdad.
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Re: [Bastión Hueco] Sic Transit

Notapor Soul Eater » Vie Jul 04, 2014 5:30 am

El temblor de mis piernas me precipitó al suelo con un ruido sordo, y me hizo soltar una maldición. La tensión que había estado acumulando durante las interminables horas que pasamos en el imperio de Erased comenzaba a pasarme factura, y se veía reflejada en el incontrolado movimiento de todos mis miembros.

Tirada en el suelo, cerré los ojos y traté de calmarme. Me encontraba a salvo, al menos, por ahora. Había luchado y había sobrevivido. Debería de sentirme, al menos, ligeramente orgullosa. Me había demostrado a mí misma que ya no era tan débil como cuando llegué.

Logré ponerme de pie, pero mi intranquilidad no se redujo. A fin de cuentas, mi futuro me parecía extremadamente incierto. No sabía qué pasaría conmigo ahora que mi maestro se encontraba herido, ni si seguía teniendo utilidad para alguien, o siquiera, si la había tenido alguna vez. Lo único que me parecía dolorosamente claro y evidente era que nadie me iba a dejar permanecer allí a cambio de nada.

Apoyé la espalda en la pared, y me concentré en seguir respirando. Estaba completamente sola. Durante unos instantes, me recreé en la idea de que yo era la única persona existente entre aquellas paredes de piedra grisácea, lo único que perturbaba la apacible tranquilidad de las vacías habitaciones del castillo.

Pero en apenas segundos, el ruido de pasos que se acercaban me hizo emprender nuevamente mi ansiosa huída. El resto de aprendices, tan perdidos como yo, comenzaban a dispersarse y a repoblar el castillo, buscando, tal vez, sus habitaciones, o quizás, únicamente algo que permitiera desterrar temporalmente al olvido lo que acabábamos de vivir.

No lo sabía, ni tampoco me importaba lo más mínimo. Me encontraba totalmente encerrada en mí misma, en mi propio temor y en mi propia ansiedad. Ni siquiera tenía una razón para esconderme. Era un acto instintivo, una reminiscencia de una previa etapa animal, o quizás únicamente un gesto infantil.

Desconocía incluso el lugar al que me dirigía. No seguía ningún camino, no trataba de llegar a ningún lugar, ni a mi dormitorio, ni al mirador, ni a la biblioteca... Solamente trataba de mantenerme en movimiento, de avanzar.

Las puertas, las escaleras, los amplios pasillos… todo se sucedía de forma interminable en la infinita vastedad del edificio. Cada paso era un latido, y cada latido era el causante de un sordo dolor que crecía en el interior de mi pecho, volviéndose más fuerte a medida que aumentaba el frenesí de mis movimientos.

Me detuve finalmente, sin resuello, mordiéndome los labios para evitar que un quejido saliera de ellos. El corazón me ardía como nunca antes, ahora que la oscuridad que le había sido robada volvía a asentarse en su interior, junto con la caótica red de sentimientos que le eran propios: rabia, ira, terror, venganza…

Poco a poco, el sufrimiento fue remitiendo lentamente mientras me fijaba en el lugar donde me encontraba, aunque sin llegar a desaparecer por completo. Reconocí que me encontraba junto a las dependencias de los aprendices, pero en mi ofuscación era incapaz de distinguir incluso cuál era la que me correspondía.

A mis espaldas podía escuchar los ruidos provocados por el resto de personas, que recuperaban la escasa ventaja que les había sacado con mi inútil carrera. En un rápido y desesperado movimiento heredado de las calles, acerqué mi mano a la puerta más cercana empujándola para que se abriera.

Sorprendentemente, lo hizo, y me precipité al interior cerrándola tras de mí y volcando mi peso en ella, como esperando que alguien fuera a tratar de forzarla. Me mantuve allí, esperando, hasta que los pasos se perdieron al fondo del corredor o en la quietud de sus propias habitaciones.

Solo entonces me sentí, inexplicablemente, a salvo.

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Me olvidé de avisar en mi anterior post de que, debido a las sugerencias de varios GMs, he decidido cambiar el estilo de escritura del presente que usaba antes al pasado.
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[Bastión Hueco] Sic Transit #3

Notapor Sheldon » Vie Jul 04, 2014 8:27 pm

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Saeko esperaba y observaba sin saber que hacer, impotente ante el cuerpo de su compañero, desvalido y sin carcomido por la desesperanza.

L-Lo siento.—fue lo único que pudo expresar Enok, en un tono caído mientras agachaba la mirada en el hombre de Saeko llegando a rozarlo.

«¿Sabes una cosa? Alguna gente nace con la palabra “infeliz” escrita en sus venas. Por mucho que haga, su vida siempre se encaminará hacia la obtención de la infelicidad.»


Paso a paso, el chico rehizo el camino hacia el muro y, en silencio, con un profundo peso colgando de su corazón, mientras el miedo de sus acciones se apoderaba de él, acurrucó todo su cuerpo formando una bola. Intentaba encontrar algún resto de arrepentimiento en su memoria pero todo caía en vano, su búsqueda se deshacía en mil pedazos huecos.

Una bola de saliva discurrió hacia el estómago de Saeko. Parecía no entender lo que le ocurría al chico. Quizás llegó a pensar que simplemente era el resultado de la intensidad de la batalla, de la tensión que había mantenido su cuerpo o de alguna herida que pudiese haber destrozado parte de él.

Enok… Vamos, levanta.—comenzó Saeko, midiendo sus palabras y ofreciendo alguna que otra sonrisa forzada a fin de aliviar al muchacho. En una situación así era lo máximo que podía llegar a hacer, intentar ayudar al que ahora se había convertido en un compañero—. Lo que ha pasado hoy… Hasta a mí me cuesta creerlo, ¿sabes? — finalizó la muchacha de cabello oscuro esperando una reacción en su antítesis física. Tras un suspiro se dedicó a observar el panorama que ofrecía el lugar donde habían aparecido

Aquella amplia habitación parecía tratarse de la entrada al bastión, a juzgar por el enorme portalón que se debatía frente a los escalones de acceso. Los aprendices en su mayoría se habían marchado del recinto a través de unas escaleras dobles bajo las que se encontraba una fuente de un agua cristalina y de aspecto bastante fresco. Algunos, entre la oscuridad modulada por las luces artificiales mantenían sus ojos fijos tanto en Enok como en Saeko, asustados por la violenta reacción del rubio aprendiz.

Vamos Enok, estarás tan cansado como yo. Sígueme.

Enok aún mantenía la mirada gacha, contando el número de teselas de azulejos del suelo, sintiendo un agudo frío helar las partes de su cuerpo en contacto con las rocas. Saeko se alejó unos pasos. Le costaba andar.

Se volvió. Enok ya no estaba allí. Miró preocupada a su lado izquierdo para cerciorarse de la posición del aprendiz. En pié, con la mitad del rostro oculto por un mechón dorado y la otra mitad rayada por los rastros de lágrimas secas, esperaba que Saeko reiniciase la marcha . La chica asintió y se encaminó hacia los escalones. Lentamente, cada uno de los aprendices que restaban se fueron marchando del lugar dejando la sala apagada bajo el hilo de luz prismática de las lamparas.

Enok y Saeko caminaron unos metros a través de un pasillo semi-iluminado. Finalmente ambos se detuvieron tras una puerta decorada a los lados por una especie de jarrones. El rubio aprendiz volvió la mirada intentando encontrar la manifestación de un recuerdo en aquel espacio pero solo encontró un corredor hueco, vacío y sin vida. Desconocía el motivo por el cual recordaba de aquella manera a Gata justo en aquel instante. No obstante, debía de estar en aquel lugar, fuese donde fuese.

Bastión Hueco... Realmente era un lugar diferente. Lejos de ser la contraparte de Tierra de Partida, guardaba un alma recóndita difícil de definir, que alimentaba la curiosidad morbosa del antaño aprendiz de la luz. No se trataba de oscuridad sino de una fuerza que guardaba todos los elementos bajo un mismo techo llamado Bastión Hueco. Aquellas personas que lo habitaban parecían entenderlo, conocían la fuerza que los unía bajo los oscuros y lúgubres parajes recónditos del enorme bastión.

No era como aquel castillo con el que soñó, como aquella pesadilla nublada. No se trataba de muerte, sino de ansias de una vida distinta, de una lucha por algo diferente al resto.

Mira, es aquí.



Un pequeño escalofrío recorrió los nervios de Enok, quien volvió apresurado la mirada hacia Saeko. Se encontraba con su brazo derecho extendido en el aire y de nuevo con una sonrisa en su rostro, emulando un gesto de invitación. Unos centímetros a su lado, un portón abierto comunicaba con una nueva sala entre la que se podía vislumbrar unas agujas de luz caer bajo los azulejos del suelo. El aprendiz desvió la mirada del rostro de la joven y se dispuso a adentrarse en la habitación. En su memoria quedó grabada aquella sonrisa, agotada por el día aunque con la más pura intención en sus formas. Saeko le siguió, cerrando el portón tras de si.

Una biblioteca. Estanterías y vitrinas de libros se alzaban queriendo encontrar el techo. Cientos de colores se configuraban en mosaicos aleatorios de libros. Olía a polvo, a hojas rasgadas por el tiempo, a espesor y a conocimiento. De pronto una suave brisa infectó el vacío del ambiente, un viento del exterior que redujo el olor a madera y el ambiente pesante. El mechón que cubría el rostro del muchacho se deslizó unos palmos mecido por el aire. Suspiró y recogió su cabello tras las orejas. Poco a poco se empezaba a olvidar de lo que había ocurrido.

Saeko ofreció una silla a su acompañante mientras ella tomaba siento frente suya. Enok miró hacia uno y otro lado, cerciorándose de que el lugar estaba vacío. En cierto modo aquel palacio de libros se asemejaba al de Tierra de Partida aunque los colores apagados eran bastante más evidentes y marcados. Además, el aspecto de los libros era mucho más anticuado aunque no cabía duda de que el espacio era mucho más reducido y cargado, lo que no quería decir que el número de libros fuese menor.

En este lugar suelo pasar yo el tiempo que no le dedico al entrenamiento. Es muy relajante. Y hay libros interesantes.

La chica miraba con una alegría desbordante a Enok, casi risueña. Sus ojos divertidos se clavaban en las pupilas del chaval, quien sentía cada vez más como se sonrojaba. Al parecer, los libros jugaban un papel importante en la educación de la aprendiza. Incluso se podía decir que eran el aliciente y motivador para su trabajo, aquello que le hacía sonreír. Quizás sería incluso lo único que le mantenía alegre.

Pronto cambió su expresión. Había dado con algo que le preocupaba.

Enok, de verdad… ¿Te arrepientes de tu elección?

El aprendiz parpadeó lentamente. Tantas eran las sonrisas y las muecas despreocupadas que Saeko había emulado para él durante aquel espacio de tiempo que aquello descuadraba por completo su actitud. Inspiró una bocanada de aire. Desconocía como unir las palabras que pretendía expresar.

Cerró con fuerza sus párpados y ladeó el rostro como respuesta a un leve dolor que pretendía apoderarse de su cabeza. Debía mantenerse firme, no podía dejarse llevar por lo que sentía. No...

No.—se limitó a decir tras haber alzado la mirada y fijado sus ojos en los de la chica. El dolor comenzó a remitir. Sin embargo, una imagen fugaz se apoderó de los pensamientos del chico. Yami. Lloraba desconsolada sobre un fondo oscuro y pedía a gritos ayuda—. S-Saeko... He estado... Ya sabes, pensando... Es decir, tras aquel día... Que-quería pedirte perdón por no decir...Decirte la ver-dad.—recitó el muchacho nervioso desviando el tema de conversación y reprimiendo la visión de su antigua Maestra. Instintivamente se llevó el pulgar al rastro de lágrimas secas e intentó borrarlo.

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Edit porque se me habia olvidado poner la BSO :>
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Re: [Bastión Hueco] Sic Transit

Notapor Tsuna » Sab Jul 05, 2014 8:14 pm

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De mis ost favoritas <3


El tiempo se detuvo para mí a lo largo de unos pocos segundos. Asustada, observé cómo Enok movía lentamente la cabeza y se secaba las lágrimas. Sin duda, aquel día había resultado ser un infierno para todos. ¡Pero Erased estaba muerto, eliminado! Tenía, al menos, ese consuelo. Consuelo suficiente para subirme la moral.

Enok finalmente abrió la boca y para mi desconcierto, me dijo exactamente lo que quería escuchar. No entendía muy bien qué pasaba por su mente después de recordar las palabras que susurró en la recepción principal, pero igualmente, me reconfortó de algún modo que el chico quisiera quedarse. Hasta se disculpó incluso por no haberme revelado su identidad como Portador aquel día. ¡Pero mira qué era tonto!

Pero Enok, no te preocupes por eso, no tiene importancia —le confesé, todavía seria por la situación—. Me encargué de darle su merecido a esa niña, ¿sabes?. —confesé, riendo un poco ante los recuerdos que me traía aquella escena, ahora ciertamente cómica

Suspiré exhausta y pasé mi mirada por las inmensas columnas de papel que nos rodeaban, imponentes. ¿Qué íbamos a hacer a partir de entonces, ahora que se había declarado una guerra? No tenía ni idea, y tampoco quería pensar en ello, por lo que decidí que lo mejor sería dar una pequeña vuelta por el castillo, para que Enok fuese capaz de orientarse al menos un poco y para que yo pudiese despejarme la mente.

Ambos no podíamos revelar nada sobre nuestra procedencia —decidí concluir—. Dime, ¿te apetece dar una vuelta?

Me levanté de la silla y lo miré, entre divertida y emocionada, y una vez confirmase y se levantase me adelantaría hasta subir las escaleras lentamente. Una vez en el piso superior lo esperaría junto a un gran pasillo ubicado entre más estanterías y frente al escritorio.

Por aquí. Sígueme.

Le indiqué con un gesto de mi brazo izquierdo que me siguiera y continué yo al frente. A los pocos metros escuchando únicamente nuestros pasos y mi propia respiración, ambos alcanzamos la zona de los teleféricos…

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Me olvidé por un momento de Enok mientras seguía adelante por un pequeño pasillo protegido por barreras mágicas que evitaban caídas accidentales, observando el resto de plataformas y pasillos que conectaban con la parada de teleféricos. Era verdad que nunca había explorado todo el castillo a fondo, y me preguntaba a qué zonas llevaría cada entrada.

No obstante, antes de darme cuenta ya sentía la fría brisa del exterior en mis mejillas y mi cabello ondulándose levemente a causa de la misma. Estábamos en el exterior, en una pequeña terraza. Pensé entonces que, quizás y solo quizás, Enok se estuviese liando todavía más con el recorrido, por lo que me giré hacia él, apoyada en mis caderas.

Al principio puede parecerte un poco confuso, pero tarde o temprano te terminas acostumbrando. —y le sonreí

Me puse en marcha, rauda, y subí un par de escalones más hasta alcanzar una de aquellas plataformas, una bastante grande de hecho. Toqué con la palma de mi mano el cristal situado a mi lado —que además desprendía mágicas chispas rojas, totalmente inofensivas— y de pronto me vi en el interior del teleférico.

¡Vamos Enok! ¡Hazlo tú ahora! —le animé desde el interior de la jaula

Una vez ambos nos hallásemos dentro, toqué el respectivo cristal estrellado de la plataforma para que esta se pusiese en movimiento. Recordé inevitablemente mis primeros días allí, y cómo acompañé a Ragun en la misma plataforma para acudir ante la maestra. Durante ese tiempo había mantenido una actitud bastante extraña y pasiva, pero con el tiempo había conseguido ganarme una identidad. Me había transformado en una nueva mujer, y para mejor, por supuesto.

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Le sonreí al muchacho cuando un cúmulo de nubes nos rodeó brevemente. Alcé mi brazo derecho, emocionada, y le mostré en primer plano el castillo completo. Intentando ignorar el punzante frío de aquellas alturas.

Bienvenido a Bastión Hueco, Enok.

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Atisbé de inmediato, sorprendida, cómo mi boca desprendía un peculiar humo blanco a causa del frío. Estaba congelada, ¡incluso con la chaqueta encima!

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Re: [Bastión Hueco] Sic Transit

Notapor Soul Eater » Mié Jul 09, 2014 4:44 am

La habitación estaba vacía por completo. No es solo que no hubiera nadie en ella, sino que transmitía una opresiva sensación de soledad, como si nadie hubiera habitado nunca allí.

Lentamente, me separé de la puerta para observar a mi alrededor. Las paredes estaban completamente desnudas, sin rastro alguno de adornos o de objetos personales. La ventana estaba cerrada, así que me acerqué a ella para abrirla, dejando que una fría brisa penetrara en la estancia.

Me estremecí ligeramente al carecer de ninguna clase de abrigo, pero pese a todo no la cerré. El frío había sido mi compañero inseparable hasta que llegué a Bastión Hueco, así que era casi un reencuentro con un viejo amigo.

Las cosas eran mucho más fáciles entonces— pensé para mis adentros, mientras seguía recorriendo el mobiliario con la mirada: un armario vacío, una silla, una cama… era casi como mi propio dormitorio, pero infinitamente menos vivo, más despersonalizado. Vacío. —Tampoco es que lo eche de menos, al menos, no exactamente.

Me senté en el suelo, sin querer profanar con mi presencia ninguno de los elementos de la sala, que no parecían hechos para ser humano alguno. Me resultó realmente aliviante el tomarme aunque fueran unos segundos de descanso, mientras mi cabeza daba vueltas a todo lo que había vivido hasta el momento.

Para bien o para mal, he nacido en las calles— pensé para mis adentros, ignorando el punzante dolor que todavía sentía en mi corazón, cada vez más tenue —No debo olvidarlo. Allí es dónde comenzó mi vida, y lo que me ha definido. Es lo único que puede otorgar sentido a lo que soy y a lo que hago.

Me centré en mi pasado, únicamente como forma de conjurar el presente. Ante la incertidumbre, me aferré a lo único seguro y real que tenía: los años pasados en Port Royal; lo que me había ocurrido antes y después de ese periodo estaba sumido en el caos.

Pronto, mi mirada se quedó anclada en un objeto que reposaba sobre la mesa. No es que fuera especialmente interesante, realmente no tenía nada de llamativo, exceptuando su existencia. No tenía ningún sentido encontrar un libro en una habitación vacía, en la que nadie parecía haber entrado desde hacía mucho tiempo.

Me levanté con un quejido y me acerqué hasta el escritorio, movida por la curiosidad. El ejemplar me transmitió un inexplicable desasosiego, una sensación maligna cuyo origen era incapaz de precisar. La portada estaba ligeramente manchada, como si se hubiera mojado hace mucho tiempo y al abrirlo, al azar, únicamente encontré unos extraños símbolos que era incapaz de leer.

La decisión de cogerlo y de llevármelo fue más un impulso que un acto consciente. Realmente, fue un acto compulsivo. Al igual que el niño que miente sin necesidad, me dispuse a robarlo por el mero acto en sí, por incumplir la prohibición, por volver a ser, durante unos instantes, la Gata de los tejados.

Ladrona


La palabra surgió en mi mente nada más tomarlo, de forma acusadora. Yo no la había pensado, simplemente había aparecido allí, como si se tratara de la voz de otra persona, a pesar de que tenía muy claro que había salido de mí misma.

Sacudí la cabeza, sin detenerme, hasta volver a salir al exterior del pasillo y dirigirme hacia mi propio cuarto, con intención de depositar allí mi pequeño botín. Sin embargo, no pude alejarme más de dos pasos de la puerta, antes de que un dolor más intenso del que nunca antes había sentido creciera en mi interior.

Mi visión se llenó de luces, hasta que todo se volvió negro, como si me estuviera desmayando. Un pitido ensordecedor y el sonido de mi propia respiración amplificada era lo único que alcanzaba mis oídos.

Me aferré al libro, mientras chocaba contra la pared, tratando por todos los medios de no caer de cabeza al suelo. Una idea volvió a surgir en mi cabeza de forma implacable.

Devuelve lo que has robado


Y de forma tan repentina como había aparecido, el dolor en el interior de mi pecho cesó, esta vez por completo. Miré a mi alrededor, desorientada, pero no había nadie conmigo. Únicamente en mi mente, como un eco, resonaba la frase, apagándose y hundiéndose lentamente en la oscuridad.

Me asusté. Mucho. Tanto que permanecí inmóvil, sin saber que hacer, durante varios minutos. Nunca me había ocurrido nada semejante. No alcanzaba a comprender qué era lo que me estaba ocurriendo.
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[Bastión Hueco] Sic Transit #4

Notapor Sheldon » Vie Jul 18, 2014 4:24 pm

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Saeko le observaba, casi expectante. Su estado bien podría haber sido una mera reacción ante el cansancio, ante las extremas vivencias que tan solo unos minutos atrás había experimentado. Al fin y al cabo, cada persona se rebelava de distinto modo ante la vida. La respuesta que expresó Enok, por extraño que pudiera parecer dibujó en los rasgos de la muchacha unas líneas de indecisión. Cuando hubo terminado de disculparse, el rubio aprendiz enmudeció como reacción al interrogante facial de su compañera. Que distinta se la había imaginado tras su fatídica visita al parque de atracciones. Puede que, después de todo, la batalla hubiese ablandado ese fuerte carácter...

Finalmente, el torcido gesto de la portadora se tornó en un gesto despreocupado. Enok le devolvió el ademán con un esbozo de sonrisa. Realmente no llegaría a acostumbrarse a sonreír tan a menudo.

Pero Enok, no te preocupes por eso, no tiene importancia —comentó Saeko respondiendo a las disculpas del rubio neófito—. Me encargué de darle su merecido a esa niña, ¿sabes? —añadió con una débil risa. Enok enarcó una ceja aunque instantáneamente profirió un pequeño suspiro. ¿Qué habría sido de aquella niña?

Saeko correspondió la muestra de fatiga del muchacho mientras desviaba la mirada a través de toda la sala, pensativa, hurgando respuestas a dilemas internos, a cientos de preguntas que comenzaban a ser demasiado naturales para los aprendices. El diálogo no verbal que se había establecido entre los dos, aunque a Enok le costaba trabajo aceptar, era mayor bastante profundo.

Ambos no podíamos revelar nada sobre nuestra procedencia —dijo la chica a modo de conclusión ya que Enok había enmudecido—. Dime, ¿te apetece dar una vuelta?—añadió.

Enok vaciló durante unos instantes para terminar aceptando la proposición. Saeko se encaminó hacia unos escalones que comunicaban hacia un piso superior mientras Enok la seguía a una distancia quizás un tanto grande. El muchacho estaba demasiado cansado como para poder sentir euforia alguna. A decir verdad, el también empezaba a ablandarse con el agotamiento. De cualquier manera, intentó aprovechar la distancia prudencial que le separaba de su compañera para fijarse en todos los detalles posibles.

Por aquí. Sígueme.

Fueron muchas las estanterías que atravesaron, muchos los libros que formaban parte de ellas y que esperaban a algún intrépido aprendiz. El silencio que se respiraba en toda la enorme sala retenía angostos retazos de sabiduría, moléculas de saber que se mecían por la suave brisa que se colaba del exterior. La magia oscura, Los caminos de la verdad, Corpúsculo, Duna, El Poder de la Magia...Un nuevo mundo de títulos, encuadernaciones, portadas y resúmenes más o menos logrados.

Finalmente, la pareja alcanzó un nuevo recinto. Las exuberantes vidrieras de livianas formas, la decaída aunque sublime y clásica decoración de las paredes, la fina arquitectura raída por la dejadez, la galaxia de pequeñas figuras y esferas sostenidas en el aire y unidas entre sí por pantallas de fuerza azuladas junto con el pilar central, salpicado por lánguidos cables por los que circulaban miles de voltios de electricidad y sus formas naturales plasmaron en el joven una estampa difícil de olvidar. El astro que iluminaba aquel mundo, Bastión Hueco, y que filtraba su luz a través de los ventanales definitivamente era diferente al resto. Su luz era apagada, inerte, pero a la vez pedía con desesperación un aliento de grandeza y renacimiento.

Saeko se encaminó a través de un pasillo figurado. Sin dejar de quedar maravillado por el juego de perspectivas con el que jugueteaba aquella gigantesca habitación, Enok la siguió, olvidándose de su abatimiento.

Al principio puede parecerte un poco confuso, pero tarde o temprano te terminas acostumbrando. —comunicó Saeko. El comentario de la muchacha fue interpretado por Enok con un pequeño respingo. Había estado demasiado concentrado en discernir la belleza de aquel lugar que cualquier distracción significaba para él al menos un estremecimiento.

Sin saber cómo y tras haber sido devuelto al mundo mundano, el chico se percató de que habían alcanzado una pequeña apertura hacia el exterior. Conforme avanzaban por el pasillo, el cableado y las fugas de vapor a través de toda la pared empezaban a reducirse, dejando vía libre al exterior.

De nuevo, quedó maravillado por la información que sus ojos recogían. En el horizonte, una suerte de montañas de color apagado parecían en tregua con el naranja apagado del cielo. El pueblo en ruinas se antojaba lejano sobre aquella altura. Sobre toda la fachada que podía otearse a los lados, la temática de la maquinaria ligada a la magia y a la tecnología se elevaba más por su valor estético que por el funcional aunque no cabía duda de que muy posiblemente aquello era lo que mantenía el castillo en pie. No obstante, cualquier desliz a aquella altura podría haber costado la vida.

Saeko continuó avanzando para finalmente detenerse en un peculiar recinto circular superficialmente vallado. Se trataba de una especie de canasto que pendía del aire. Junto a él, reposaba lo que se asemejaba a un cristal pigmentado cubierto por algún que otro alambre, enroscado dibujando refinadas formas mientras dejaba escapar resplandores.

¡Vamos Enok! ¡Hazlo tú ahora! —exclamó Saeko tras haber pulsado con la palma de su mano la joya ensartada. Instantáneamente su cuerpo apareció dentro de la circunferencia. Enok se acercó dubitativo aunque terminó por repetir la misma acción, lo que se tradujo en el mismo efecto. Realmente no le impresionaba demasiado que la magia dominara aquel sistema de transporte. Demasiadas cosas había visto ya para que aquella trascendiera una mera impresión inicial.

Sin perder más tiempo, la muchacha repitió el proceso al que estaría bastante acostumbrada en su estancia en aquel mundo. Se acercó al centro de la jaula y palpó un estrella de acero que se activó dando un par de vueltas, lo que provocó que la canasta se convirtiese en un teleférico improvisado. En un principio el movimiento pilló a Enok desprevenido, lo que provocó que diera un traspié del que logró recuperarse sin caer al suelo.

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Unos segundos después, el ascensor exterior atravesó un tumulto de nubes. Una neblina no muy profunda manchó la escena con tintes grisáceos. De repente, los recuerdos del aprendiz dejaron que el miedo se apoderase de su cuerpo. Dio un paso atrás y se llevó las manos a la cabeza. Su respiración se intensificaba, sus recuerdos le destruían, su cuerpo deseaba lanzarse al vacío y acabar con su sufrimiento pero aún necesitaba sufrir un poco más, hasta que todo tuviese sentido.

Levantó la mirada. Su rostro se quemaba entre el horror y la sensación de haber visto la desesperanza personificada. Frente a él había aparecido algo, un forma oscura y lánguida, el resplandor de unos colmillos. Enok cerró sus facciones. La niebla se había convertido en una fina capa de corrupción que destruía todo ante su paso.

Bienvenido a Bastión Hueco, Enok.

Saeko...

De forma casi reactiva, todo se desvaneció y mostró la realidad. Una extraña sensación se extendió por su cuerpo, un vacío hasta nunca antes experimentado, dominado por unas garras ajenas, un control impune sobre esa propia emoción, una vida sin ser realmente vida propia. Pero la visión no podría ser el motivo del sentimiento sino a la inversa. El afecto habría creado la otra realidad.

Estaba seguro de haber visto a aquel ser antes, en sus pesadillas pero no era su ser, no era ese ser, aquel monstruo y no era tan real. No existía copertenencia entre la humanidad de Enok y la bestialidad de la visión. Pero, de cualquier modo, no tenía sentido buscar explicación. Solo podía resignarse al sufrimiento, padecer sin saber que hacer y vivir el resto de los días con aquello. O eso pensaba él.

Saeko... No pretendía ponerla en peligro, arriesgar su vida. ¿Quién había sufrido con sus delirios innecesariamente? Gata. Un torrente de imágenes atravesó en un impulso eléctrico sus ojos. Aquel sueño...

El rasgado filo cortante del viento deshaciendo los labios de Enok por el frío le despertó con dolor de sus pensamientos. Una lágrima había caído al suelo, habiéndose deslizado a través de un recorrido prefijado por la naturaleza. El aprendiz agitó su cabeza, negando algo que no quería creer y se acercó a Saeko, quien parecía afectada por el gélido frío exterior que se empezaba a experimentar, a juzgar por los movimientos nerviosos de su cuerpo en busca de actividad física que activara su cuerpo. Al parecer, no había experimentado aquellos instantes de terror.

Lentamente se quitó la sudadera que vestía, dejando al descubierto un camiseta de manga corta con rayas bicolores y se la ofreció a su compañera. Intentó acompañar el ofrecimiento junto a una sonrisa aunque esta se torció en una mueca ante el recuerdo del miedo, que pronto intentó ocultar desviando la mirada.

La aceptase o no, Enok volvería hacia su anterior posición y se contentaría con observar el paisaje que había ignorado: el castillo en todo su esplendor, elevado en el cielo cual aguja en busca de una hebra que le atravesase.

Finalmente, el ascensor se detuvo y dio paso a una pequeña terraza muy similar a la anterior aunque en esta ocasión comunicaba directamente a un largo pasillo. Sin más, el chico esperó a que su acompañante le guiase.
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Re: [Bastión Hueco] Sic Transit

Notapor Tsuna » Dom Jul 27, 2014 8:06 pm

¿Enok…?

Giré levemente mi cabeza cuando sentí por el rabillo del ojo cómo el chico se me acercaba, dispuesto a entregarme su sudadera. Aquello me pilló por sorpresa, pues en ningún momento esperaba tal amabilidad por su parte. Pensé en negarme, pero al volver a sentir el frío helándome hasta los huesos, decidí aceptar su proposición.

Gracias. —le comenté, agarrando la prenda

A medida que avanzábamos, procuré ponerme dicha sudadera encima de la que ya llevaba, aunque me quedase algo justa, pero por lo menos conseguía aliviar el frío. Di una vuelta por la jaula, anonadada con el paisaje: la ciudad, las montañas heladas al fondo, el cielo naranja, y la tranquilidad que inundaba aquel mundo.

Si el maestro Ryota y mis otros compañeros habían sumido aquel mundo en la oscuridad, a mí me hubiese costado creerlo; sólo la presencia de los Sincorazón confirmaban tales actos. Llevaba dos años ya allí, lo consideraba mi hogar, y creía fervientemente en los ideales que defendían la oscuridad por encima de todo. Y más después de lo que había sucedido aquel día.

Inevitablemente, horribles recuerdos volvieron a mi mente: el maestro Ryota en el suelo herido, y Ronin, su verdugo, con el arma en sus manos y silencioso. Fruncí el ceño, perturbada por aquella escena que me dejó prácticamente muda. Agité la cabeza de un lado a otro brevemente, quizás pensando que así me libraría de esos horribles recuerdos.

Y antes de darme cuenta, habíamos terminado el recorrido.

Por aquí, vamos. —le ordené, más que pedirle un favor, al chico que podía considerar mi nuevo amigo, todavía afectada por la amargura que me habían causado dichas escenas dentro de mi cabeza

Me adentré en un pasillo oscuro, encabezando la marcha, y únicamente alumbrada por unas pocas antorchas a los lados. Después de girar varias veces y bajar unos pocos escalones, terminamos alcanzando las puertas de la Sala del Trono. Sin mediar palabra, extendí mis brazos y empujé para abrir las puertas, permitiendo que Enok pasase primero. Me esforcé por sonreír, pero esta vez mi boca era incapaz de ello.

Cerré la puerta tras de mí una vez ambos estuviésemos dentro, y terminamos alcanzando los tres tronos, que se mantenían impasibles frente a nosotros. No había nadie por allí, excepto algún que otro aprendiz que iba de aquí para allá, como Shinju, a la cual vi de vista. Sin entretenerme más, di un par de pasos por la estancia, rememorando mis primeros días allí y cómo había afrontado la prueba que nos impusieron los maestros.

Aquí… —empecé a relatar, debía admitir que un poco emocionada por poder contarle esto a otra persona— Aquí es donde empecé como aprendiza.

Le dirigí mi vista a Enok, ya no tan seria como antes, pues lo divertido de la situación actual conseguía que dejase de lado mi anterior angustia. Me quité su sudadera, algo acalorada por el ambiente tan tenso y teniendo en cuenta que habíamos caminado durante al menos cinco minutos. Sudaba un poco, pero no me importaba, a fin de cuentas pensaba ducharme después.

Le devolví su prenda mientras me quitaba la mía propia, quedando solamente en camisilla. Extendí mi brazo izquierdo ante él, para que pudiese ver una cicatriz que apenas se notaba, desde poco después de mi muñeca hasta alcanzar la altura del codo. Una cicatriz aparentemente hecha por un filo; por mi propia espada.

En mis primeros días, Enok, me hice esta herida luchando aquí mismo contra un Sincorazón. Tendrías que haber visto cómo sangraba; la maestra Nanashi me ayudó a recuperarme. —y le sonreí levemente, agradecida por, al menos, tener a alguien a quien contarle esas cosas

Esperé pacientemente alguna reacción por parte suya, y en ese momento me di cuenta de que, quizás, podría haberlo asustado. Intenté rectificar a toda prisa en el último momento.

¡Oh! Pero eso no quiere decir que te vaya a pasar nada malo… N-no te asustes.

Lo miré con cierta preocupación, esperando que el chico reaccionase o me diese sus impresiones.
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Re: [Bastión Hueco] Sic Transit

Notapor Soul Eater » Sab Ago 02, 2014 2:33 am

Nadie apareció. Nada ocurrió. Nada cambió en el largo pasillo. ¿Qué es lo que estaba esperando, después de todo? ¿Qué alguien viniera a reprenderme por mi acción? No era lo suficientemente importante como para eso, y menos teniendo en cuenta todos los problemas a los que había que hacer frente en ese momento. ¿Qué las paredes comenzaran a aprisionarme? Esas eran cosas que solo pasaban en los sueños o en las pesadillas.

Pero el pensamiento si que había sido real. Al igual que el dolor. Sin embargo, ambos habían desaparecido ya, como si toda su fuerza se hubiese agotado de forma momentánea. ¿Tenía aquel extraño libro alguna relación con lo ocurrido?

No podía saberlo, pero cuánto más lo miraba, más familiar se me hacía, a pesar de que estaba completamente segura de que nunca lo había visto antes. Ese día, en su conjunto, se hacía cada vez más extraño, y yo cada vez tenía menos recursos para enfrentarme a los insólitos acontecimientos que se sucedían uno detrás de otro.

Comencé a andar nuevamente, en sentido contrario al que esperaba tomar hacía escasos minutos. Necesitaba respuestas desesperadamente. Al principio pensaba que el volumen no era más que una curiosidad, un objeto desasosegante con el que me había topado por la mera fuerza del azar. Ahora ya no estaba tan segura.

Sentía que contenía alguna pista: de algo, de todo o de nada; no podía saberlo. Pero había algo en él que estaba relacionado conmigo. Y a pesar de que no podía entenderlo y, por tanto, no podía desentrañar los secretos que guardaba, una de las pocas cosas que había aprendido en aquel lugar, y no precisamente por el camino fácil, es que en los libros se podían encontrar soluciones.

Sin embargo, nunca había acudido a la biblioteca. Poco recordaba de ella, aparte de que se encontraba cerca de la entrada al castillo. Únicamente sabía que esa aprendiza que disfrutaba siendo un perrito faldero, Saeko, había tenido tiempo de ir a por un libro mientras yo permanecía medio inconsciente a consecuencia de la paliza que recibí por su parte.

Entre mi agotamiento, mi nerviosismo y la falta de precisión de mis recuerdos, no me extrañé demasiado cuando comprendí que había equivocado mi recorrido, puesto que en lugar de tomar una de las puertas laterales había tomado la puerta central del vestíbulo, y me había internado en el laberinto de los teleféricos.

Pensaba que ya no tenía problemas de orientación, pero acababa de darme cuenta que solo había memorizado los lugares principales y aquellos que solía frecuentar, como mi habitación, el mirador o los tejados. Y la idea de volver sobre mis pasos se me hacía demasiado pesada, así que seguí hacia delante, tratando de encontrar una ruta alternativa.

Ningún accidente volvió a repetirse, ningún extraño pensamiento, ninguna quemazón. Todo parecía estar en orden. El libro era pesado en mis brazos, pero no mostraba ninguna faceta misteriosa más, aparte de la intranquilidad que me proporcionaba.

Finalmente, llegué frente a la puerta de un lugar que me era conocido: la sala del trono. En otras circunstancias, tal vez habría sonreído, al poder nuevamente ordenar la infinita secuencia de salas del castillo formando un mapa mental del lugar, pero me encontraba demasiado cansada como para ello.

Además, un cierto rumor me llamo la atención, por lo que acerqué mi oído hacia la puerta, tratando de distinguir aquello que escuchaba. —…haber visto como sangraba. La maestra Nanashi me ayudó a recuperarme.— La voz llegaba demasiado distorsionada por culpa de la piedra y la madera como para permitirme reconocerla, pero movida por la curiosidad, permanecí escuchando. —¡Oh! Pero eso no quiere decir que te vaya a pasar nada malo… N-no te asustes.

Me pregunté quién estaría hablando con semejante entusiasmo al otro lado, sobretodo teniendo en cuenta los horribles sucesos que acabábamos de vivir. Me estremecí al volver a imaginar como Erased Data arrebataba la oscuridad de nuestros corazones, o la enorme boca que había amenazado con devorarnos a mí y a otros compañeros, entre ellos Enok.

Recordarle provocó que mis pensamientos se vieran sepultados por una sensación que ya había experimentado antes. La nada, el vacío, la corrupción, las negras estrías que devoraban este mundo… en un sueño por supuesto, pero en una pesadilla demasiado real como para aislarla por completo en el espacio onírico.

No pude contener un grito ahogado sintiendo por unos instantes que volvía a estar atrapada en esa espiral de terror y, temiendo que este se hubiera podido oír en el interior de la habitación, me aparté con presteza de la puerta, trastabillando. ¿Por qué esas memorias habían vuelto a ganar fuerza en ese momento? Tampoco sabía la respuesta.
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[Bastión Hueco] Sic Transit #5

Notapor Sheldon » Mié Ago 06, 2014 7:29 pm

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Por aquí, vamos.—dijo Saeko en un tono opuesto al que había mantenido hasta aquel momento. Enok la miró unos segundos, preguntándose lo que le ocurría. Lentamente, afirmó con el rostro. Algo le hacía pensar, algo en lo que había estado enfrascada quizás desde que había puesto el pie en su hogar, Bastión Hueco. Quizás era aquello lo que le hacía cambiar de actitud en determinados momentos, llegar a una conclusión que por mucho que intentaba negar sabía que era cierta. O al menos era la respuesta que Enok ofrecía a su carácter tan peculiar.

Puede que fuese ese fuese incluso su propio diagnóstico, que sus memorias le hiciesen ser así y que en el fondo ni él mismo fuese dueño de si mismo.

Sin más dilación, el aprendiz se aventuró junto a su compañera a través del largo pasillo alumbrado por la oscuridad y salpicado por motas de fuego y débil luz a los lados.

Suspiró.

Lo único que podía hacer era darle la menor importancia a lo que ocurría a su alrededor, a aquellos seres que se habían empeñado en hacer de su vida algo imposible. Quizás olvidar fuese la mejor idea aunque fuese tan difícil hacerlo. El miedo no olvidaría nunca su foco de burla. ¿Sería razonable dar la ventaja del olvido a la oscuridad? Puede que el truco estuviese en enfrentarse a ello en cuyo caso sería como enfrentarse a un Dios, misión descabellada. O morir...

Al final, la pareja de aprendices de la llave-espada llegó al destino que Saeko había marcado, tras haber recorrido y esbozado un camino a través de pasillos y escalones de mármol. Una nueva sala cuyas puertas se adornaban por una fina aunque muy anticuada decoración. La muchacha de cabellos oscuros entornó la entrada, permitiendo que su compañero se adelantase. Intentó sonreír pero esta vez su esfuerzo se truncó en un amago de tristeza sobre un fondo de impotencia.

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Era una habitación bastante amplia, con pilares que sustentaban el peso a la vez que elevaban el techo, manteniendo siempre unos pigmentos púrpuras apagados. El suelo reposaba impecable, sobre multitud de delicadas alfombras rojas. Saeko atravesó decidida la sala, acompañada por Enok, quien observaba detalladamente las virtudes del lugar. Ya en el fondo se podían encontrar tres grandes tronos vacíos, elevados sobre pedestales.

Aquí… Aquí es donde empecé como aprendiza.—dijo con ensoñación Saeko para acto seguido fijar su vista en Enok, ahora despejada de todo rastro de malos recuerdos. Sin mediar más, devolvió la sudadera prestada a su dueño y tras ello se quitó la suya, quedando únicamente en camiseta.

Enok la observaba aunque su mente se encontraba en otro lugar, en los muros de Tierra de Partida, en la exacta contraparte de aquella sala, la Sala del Trono, iluminada en extremo, blanca y pura. A su vez, se trasladó al Bosque de los 100 Acres, a la pradera airada de su primera misión, a la biblioteca.

Saeko alzó uno de sus brazos, mostrando una débil marca desde la muñeca hasta el codo pero Enok apenas se fijó en ella. Tan solo sintió el impulso de extender su brazo y mostrarle aquel número, el cuatro, formado por marcas oscuras que se alimentaban de su sangre, rasgando toda la superficie de su piel. La planta de su pie, con un profundo corte, emanando colores ocres. Pero nada de eso existía, nunca lo habían hecho.

En mis primeros días, Enok, me hice esta herida luchando aquí mismo contra un Sincorazón. Tendrías que haber visto cómo sangraba; la maestra Nanashi me ayudó a recuperarme. —añadió la muchacha. El rubio aprendiz volvió a la vida con un escalofrío. Rápidamente aquel nombre le trajo de nuevo otro recuerdo a la memoria. Nanashi, ¿qué motivos le habían llevado a abandonar a sus compañeros?

¡Oh! Pero eso no quiere decir que te vaya a pasar nada malo… N-no te asustes.— rectificó la aprendiz moviendo un tanto nerviosa la cabeza en señal de negación. Enok desvió sus pupilas hasta mirarle a los ojos directamente. No la veía a ella, sino a sus palabras en el aire. Pestañeó lentamente y retomó el hilo normal de sus pensamientos, dejando en segundo plano la especulación a la que se había sometido aquellos segundos atrás.

N-No pasa na-nada. —respondió sin preocupación Enok llevándose la mano hacia la nuca. Antes de que sus manos rozasen la piel dejó escapar unas palabras—: Todos hemos pasado por-por re-recuerdos os-oscuros...

Antes de que pudiese continuar un helado grito retumbó por toda la sala perdiéndose entre los azulejos. Enok levantó la mirada interrumpido y la dirigió hacia la puerta de entrada, lugar del que había provenido. Suspiró con un profundo bufido a medio camino entre el miedo y el abatimiento.

Dio unos pasos al frente antes de dejar atrás a su compañera y avanzó directo hacia el portalón mientras invocaba su arma entre la comisura de sus dedos.

Recuerdos oscuros.
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Re: [Bastión Hueco] Sic Transit

Notapor Tsuna » Sab Ago 09, 2014 12:07 am

Tras negar con la cabeza, preocupada por haber pensado que mis experiencias podrían haberlo asustado, el chico desvió la mirada unos segundos hasta que se decidió a responder. ¡Y vaya respuesta! Quedé muy sorprendida cuando me comentó que todos teníamos cosas oscuras en nuestro pasado. Lo que me llevó a preguntarme qué situaciones habría tenido que soportar él: estando en Tierra de Partida, bajo las órdenes de Ronin, quién sabría. Miedo me daba averiguarlo.

Aunque a pesar de mis sospechas, creía que Ronin ocultó hasta ese mismo día muy bien sus intenciones. Yo por ejemplo, no había sospechado nada de él, y de hecho me llegó a dar algo de lástima cuando contemplé su pasado de primera mano en el Santuario; atrapado sin ninguna escapatoria tras ver a su compañero, Kaminari si mal no recordaba, morir ante la tumba de aquella persona tan preciada para él. Suspiré, agotada, antes de continuar.

¿Y qué rec...?

Pretendía indagar también en su pasado, curiosa por saber qué tipo de penurias le habían azotado tiempo ha, esperanzada con poder ayudarlo de algún modo. Pero un extraño ruido me interrumpió a mitad de la pregunta y, confusa, observé la puerta de la que había provenido. Mi amigo se acercó, con Llave Espada en mano, y no podía estar más de acuerdo con él: escuchar mis conversaciones a escondidas no es que me agradara en absoluto, lo mejor sería darle una pequeña lección a quién fuese, o al menos advertirlo.

Escuchando mis pasos y contemplando el aire solemne y oscuro tan característico de la habitación, me dirigí decidida hacia la puerta mientras me apartaba del rostro unos cuantos mechones de pelo, adelantando al chico y empujando esta con mi mano izquierda. Mi sorpresa fue mayúscula cuando vi quién era el culpable… O la culpable, en este caso.

Se trataba de Gata, una aprendiza de malos modales y habilidades pésimas. Vamos, lo que venía a ser una vergüenza. La observé de arriba a abajo con claro desprecio, sonriéndole con malicia y burla durante un momento para a continuación decirle un par de cositas.

Vaya, cuánto tiempo. Pensaba que mi última lección te había hecho aprender lo básico, pero veo que ni siquiera entiendes el significado de la palabra intimidad —fruncí el ceño, disgustada—. Y que escuchen mis conversaciones a escondidas no me pone lo que se dice content-¡Ah!

Sentí entonces un fuerte dolor en mi estómago, donde precisamente me había golpeado aquel enemigo tan enigmático en el museo. Me llevé la mano libre hasta allí —pues con la otra sujetaba mi chaqueta—, maldiciendo por lo bajo a la aprendiza. Le dirigí una mirada de rabia a esta, avergonzada por haber quedado mal ante ella por aquel inesperado dolor y, sin esperar una respuesta, agarré a Enok por la muñeca, observando directamente sus ojos con decisión; no quería que esa muchacha le pegase su ineptitud, y el mensaje que le había dado a Gata estaba muy claro.

Enok, en Bastión Hueco hay mucha gente, y no te conviene juntarte con esta. ¡Nos vamos!

Tiré de él con fuerza, esperando sacarlo de allí. No quería confianzas ninguna con Gata, no después de nuestro último encuentro —¡todavía tenía marcas de su puñalada, maldición!—, pero no podía negar que su valor contra Erased había sido admirable. Pese a ello, seguía siendo una maleducada ignorante, y no quería que Enok se juntase con ella; precisamente ella.
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Re: [Bastión Hueco] Sic Transit

Notapor Soul Eater » Lun Ago 11, 2014 10:37 pm

La puerta se abrió violentamente, permitiéndome observar la magnificencia del salón del trono que se revelaba al otro lado. Sin embargo, la visión fue rápidamente turbada por la aparición de un rostro enmarcado por una cortina de pelo violáceo.

Entrecerré los ojos, completamente harta. ¿Por qué tenía que ocurrirme aquello? Después de todo lo que había sucedido ese eterno día, después del miedo, del dolor, de las dudas… lo último que deseaba era encontrarme con Saeko. No quería recordar la paliza a la que me sometió, no quería volver a sentirme débil y, sobretodo, no quería tener que aguantar sus miradas de superioridad, como la que me lanzaba en aquel momento.

Casi inconscientemente, gruñí, mientras abrazaba el libro con más fuerza temiendo que adivinase la manera poco ortodoxa por la cual lo había conseguido. No me cabía duda de que de ser así me sometería a otra de sus “lecciones particulares” y me lo quitaría. Y desde luego, no estaba dispuesta a aceptar ninguna de las dos cosas.

Mantuve la vista clavada en ella, en silencio, sin ninguna intención de dejarme amilanar, aunque sin molestarme siquiera en mantener una expresión desafiante. Me encontraba demasiado cansada incluso para buscarme problemas.

Vaya, cuánto tiempo. Pensaba que mi última lección te había hecho aprender lo básico, pero veo que ni siquiera entiendes el significado de la palabra intimidad.

Termine encogiéndome de hombros, sin ninguna intención de rebelarme casi por primera vez en mi vida y me di la vuelta sin esperar a que acabara su discurso, con la única intención de alejarme y seguir buscando mi camino hacia la biblioteca. Ni siquiera me sorprendí al comprobar que Saeko no estaba dispuesta a dejarme marchar tan fácilmente, y que no pensaba parar hasta que me demostrase lo inútil que era comparada con ella.

Y que escuchen mis conversaciones a escondidas no me pone lo que se dice content...— comenzó nuevamente. A pesar de verme obligada a detenerme, no me moleste siquiera en dejar de darle la espalda… hasta que su inesperado grito rompió la silenciosa placidez del castillo.

Observé, más asombrada que otra cosa, como se llevaba la mano al estómago y me miraba con rabia. Poco a poco, noté como una débil sonrisa se dibujaba lentamente en mi cara, no exenta de burla. —Parece que después de todo no eres tan perfecta…— dije mentalmente, al comprender que estaba herida.

Aun así, lo único que pronuncié fue un sarcástico —Si me disculpas…— exagerando el tono formal de mi voz, a pesar de saber que no me estaba escuchando en absoluto. No me importó demasiado, a pesar de todo. Lo único que deseaba en aquel momento era que me dejase tranquila.

Enok, en Bastión Hueco hay mucha gente, y no te conviene juntarte con esta. ¡Nos vamos!— Sus palabras resonaron en mi mente como un eco cuando me disponía a marcharme por segunda vez, mientras mi mirada se clavaba en el muchacho rubio que se encontraba a su lado.

De no haber pronunciado su nombre, dudo mucho que me hubiera siquiera fijado en él, recluido en un silencioso segundo plano, que hacía de él nada más que una sombra eclipsada por la fuerza y vistosidad de la chica.

Pero en cuanto mi atención se centró en él, sentí como el corazón se me aceleraba ligeramente y volví a sentir una leve quemazón en su interior. Empuñaba su llave espada, como si fuera a hacer frente a algún peligro que no llegaba, pero toda apariencia de amenaza quedaba empañada por una innegable pasividad que le hacían parecer más bien una marioneta sin hilos, a la que Saeko trataba de alejar lejos de mí.

Ya eran dos veces las que había tratado de protegerme sin que supiera por qué, y ya eran dos también las que me lo encontraba en medio de un paraje de pesadilla. Me sentía incómoda, deseando a la vez perderlo de vista y hablar con él, y preguntándome demasiadas cosas.

Espera— le ordené bruscamente, un poco más alto de lo que debería haber sido normal, mientras trataba de alcanzarles y apresar su brazo con violencia, para retenerle.

Me vi obligada a alzar la cabeza para poder mirarle a los ojos y, al darme cuenta de cómo le había atrapado, más como si mi mano se tratara de una garra con la que hubiera cazado a una presa, le solté, sintiéndome cada vez más extraña.

¿Por qué?— fue lo único que se me ocurrió decir, sin ser capaz de precisar exactamente a que me estaba refiriendo, ya que ni yo misma lo sabía. Sabía que era una tontería, pero me parecía que era una pregunta que, de alguna manera, lo resumía todo, y que él era la única persona que la podía contestar.

Me aferre al libro, como si al hacerlo pudiera lograr anclarme en el presente y que mi mente no divagara nuevamente hacia mi pesadilla particular, reflejada infinitamente por un millar de espejos.

¿Por qué?— repetí con más violencia, ansiosa de encontrar alguna cosa que justificara todas las cosas que me habían ocurrido hasta aquel momento, mientras ignoraba el dolor que volvía a ganar intensidad.
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