Aquella sería la primera misión que cumpliría para la administración. Había pasado ya bastante tiempo desde su incorporación a la Orden y se consideraba preparado para tareas como esas. Después de todo, la misión a la que había accedido no era tan complicada y él había pasado por cosas peores. No tenía nada que hacer, estaba la recompensa y... el volver a visitar el océano. El único elemento extraño esa vez sólo sería su compañera, Myxa, una jovencita a la que recordaba haber visto de pasada por algún pasillo, en el comedor o en los jardines, sin haber trabado conversación real con ella. No pasaba nada, aquella sería buena ocasión para conocerla.
Tenían que trabajar en equipo al fin y al cabo.
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Aunque la verdad, podríamos comprar un peine en cualquier parte y dárselo a la sirena, total... ».
Pero aunque pensase aquello, hacerlo perdería la emoción de la búsqueda, y no tendría tanta gracia. Tenían que entregarle un peine hundido, con sus algas o camarones, o lo que tuviera.
Se presentó a la hora indicada, en el punto de reunión de la misión y esperó a que Myxa apareciera. Había dejado a Asah suelta por los jardines, llevaba muchos días seguidos metida en la habitación y necesitaría estirar las patas y las orejas. Le apenaba no poder llevársela, aunque no sabía si la transformación del Mundo afectaría también al animal. Un día tenía que ir, aunque sólo fuera por probarlo, cuando no tuviera cosas importantes que hacer.
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Hola —saludó en cuanto la chica bajó las últimas escaleras del castillo hacia los jardines—.
Soy Malik, tu compañero de misión. Tu debes de ser Myxa, mucho gusto.No había tardado tanto como parecía, y no quería tampoco perder mucho más tiempo, de modo que enseguida invocó la Llave-Espada. Esa vez, sin embargo, no apareció Cadena del Reino, como siempre había pasado desde su ingreso. Una Llave-Espada diferente tomó forma en su mano, con un fulgor de luz que se rompió en un soplo de aire. Aquella también sería la primera vez que empezara a usar a Viento del atardecer.
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Bien, ¿vamos?Lanzó el arma al aire y está volvió transformada en el glider con forma de caballo del hombre. Inmediatamente después activó la armadura y montó, esperando a que Myxa hiciera lo mismo para poder ponerse en camino.
No tenía tampoco mucha prisa por terminar la misión, el tablón dejaba muy claro que aunque encontraran el peine, podían quedarse también todo lo demás que descubrieran. Eso le animaba bastante.
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Quizá pueda traerle algo a Fátima».
* * *

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¡Al agua, rápido!El gritó se lo tragó un trueno y Malik no pudo hacer más que quitarse la armadura y desinvocar el glider para caer contra las olas. Les había pillado por sorpresa aquella tormenta, nada más llegar a la atmósfera del Mundo. Recordó con cierta nostalgia la tranquilidad con la que había ido a Atlántica la primera vez, y cerró los ojos mientras se hundía en las aguas del mar, rezando para que el hechizo de transformación obrara su magia de una vez.
El zarandeo de las olas de la superficie le mareó un poco, pero el resplandor del conjuro y la sensación de poder por fin respirar bajo el agua, de no tener piernas y de las corrientes bailando a su alrededor, le hizo abrir los ojos. Una hilera de burbujas se escapó de entre sus labios, al ver la cola de cetáceo moteado que bajaba desde su cintura. Después de su primera aventura, ahora sabía que su aleta era de un animal al que los pescadores llamaban «Narval». Se dejó hundir un poco más, para alejarse de las turbulencias y recobrar un poco el sentido del nado. Hacía bastante de la primera vez y no estaba todavía muy seguro, ni era ducho, en aquello.
Y tenía que encontrar a Myxa.
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¡Myxa! —gritó, llamando con un tizne de angustia en la voz.
Coleteó para mantenerse erguido. Esperaba que estuviera ya en el agua.