[Tierra de Partida] Noche en Vela

[Nell]

Le había convencido. La verdad es que Hana no había pensado demasiado qué haría a continuación. Podían seguir esos misteriosos pasos, fingiendo que solo podían pertenecer al fantasma, y finalizar la noche habiéndolo perdido de vista. Con un poco de suerte, tendría la oportunidad de volver a repetir el engaño en posteriores ocasiones y, además, preparar mejor el terreno.

Tampoco se esperaba que el Sr. X preguntara sobre su razón para poner fin al maleficio del fantasma. No se las había planteado, claro. Decidió ser franca con lo que ella misma pensaba, y se lo contó mientras echaba a andar rápido en dirección a la puerta que le había indicado.

―No. Por ahora, tengo todo lo que necesito en Tierra de Partida, y no tengo ni puñetera idea de qué podría ofrecerme Bastión Hueco para querer cambiar ―de hecho, no entendía la diferencia entre unos y otros, puesto que ni siquiera había estado presente en los hechos acontecidos recientemente―. Sin embargo, si alguien quiere marcharse debería poder hacerlo. Entre muchas cosas, soy una férrea defensora de la libertad.

»¿Y tú? ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión para acompañarme? ¿Acaso sientes curiosidad?

Y solo entonces se preguntó por qué estaba haciendo aquello. ¿Por qué engañaba a aquel iluso aprendiz hacia un inexistente fantasma? ¿Por qué lo había engatusado para tan pérdida de tiempo? Había sido tan espontánea que ni siquiera se había parado a pensarlo. ¿Diversión? Sí… y al mismo tiempo, no. Le gustaba embaucar a las personas, pero no jugaba por placer con ellas. No, generalmente, llegando tan lejos. Hasta entonces, siempre que lo había hecho, había sido con otro objetivo en mente, como aliados o información.

Llegó a una conclusión que no le gustó nada, por lo que trató de evadirla conversando con el Sr. X de cualquier otro tema. De hecho, había algo que le había llamado la atención.

―Antes has dicho algo de Ciudad de Halloween… ¿Qué es? ―suponía que un mundo, pero hasta entonces no había oído hablar de él.

[Sombra]

―No. Por ahora, tengo todo lo que necesito en Tierra de Partida, y no tengo ni puñetera idea de qué podría ofrecerme Bastión Hueco para querer cambiar ―en eso ella tenía un punto―. Sin embargo, si alguien quiere marcharse debería poder hacerlo. Entre muchas cosas, soy una férrea defensora de la libertad.

»¿Y tú? ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión para acompañarme? ¿Acaso sientes curiosidad?

―No quiero que tu muerte caiga sobre mi conciencia, ¿recuerdas? ―reí por lo bajo, aquella era una mentira bastante obvia.

Por suerte, no resultaba tan evidente que lo que sí me podría pesar en la consciencia era que posibles compañeros de Bastión Hueco acabasen muertos.

―Antes has dicho algo de Ciudad de Halloween… ¿Qué es? ―preguntó tras unos momentos.

―Es un mundo ―aunque esa respuesta era un tanto evidente, por tanto decidí añadir―: Allí los fantasmas, zombies, esqueletos vivientes y otros monstruos son tan comunes como los seres humanos en cualquier otro lugar. Ese sitio es como meterse de lleno en una historia de terror, supongo que por eso la llaman “Ciudad de Halloween”.

Caminé por el pasillo sumido en penumbras, siendo de noche no era ninguna sorpresa que apenas hubiese luz por allí, aunque para mí aquello no era un problema ya que podía utilizar mi Visión Nocturna en cualquier momento. Los pasos se escuchaban por delante de nosotros, aunque estaba bastante lejos dado que las pisadas sonaban muy bajas.

―Vamos ―apresuré a la chica mientras encabezaba la marcha con seguridad. Al menos sabía que no me iba a estampar con ninguna pared, lo que servía de bastante ayuda.

[Nell]

Le había contado la trola de la posible muerte para ablandarle el corazón y así había sido. Al igual que todos los aprendices de Tierra de Partida, el Sr. X tenía ese complejo de querer ser un futuro héroe, de ayudar a los demás y ser reconocido por ello. ¡Qué fácil era embaucarlos de esa forma!

Y así mataba dos pájaros de un tiro: se burlaba de los héroes que tanto odiaba y se salía con la suya.

El aprendiz le explicó que se trataba de un mundo poblado por criaturas terroríficas. Hana imaginó que por ese motivo se había ganado el nombre de la fiesta anual de brujas, que consistía en asustar a los niños. Se apuntó mentalmente ir a visitarlo algún día, un reto personal con el fin de comprobar si se asustaría tan fácilmente de los extravagantes paisanos.

―Suena interesante ―corroboró.

Siguieron caminando en pos de los ruidos de pasos, que cada vez se alejaban más. El Sr. X la urgió a apresurarse para que no se quedaran atrás y ella obedeció de mala gana, a sabiendas de que si pillaban al aprendiz nocturno se acabaría el juego.

Por eso, dejándose de nuevo llevar, frenó de repente y agarró de la ropa al aprendiz para que hiciera lo mismo.

―¡Ya sé adónde va! ―le indicó un pasillo adyacente―. Ven, por aquí llegaremos antes. Si le seguimos como hasta ahora, huirá o desaparecerá, porque nosotros no somos traidores, es decir, objetivos. Ya me ha pasado otras veces, créeme ―la historia comenzaba levemente a desmoronarse.

Anduvo por el nuevo pasillo, empeñada en que el aprendiz la siguiera sin oponerse, como si pretendiera irse sola si no estaba de acuerdo.

Pretendía guiarle hasta un sótano próximo, donde inventaría que era su morada. O, si algo sucedía por el camino, lo aprovecharía para hacerle creer que conocía de un aprendiz que tenía la intención de abandonar Tierra de Partida para continuar dando vueltas como lelos.

[Sombra]

En un momento dado, Hana tiró de mi ropa obligando a que me detuviese, me quedé quieto observando el pasillo rodeado de ventanales por los que se filtraba una tenue luz.

―¿Qué ocurre ahora? ―la miré de reojo.

―¡Ya sé adónde va! ―la chica señaló con su dedo índice otro pasillo―. Ven, por aquí llegaremos antes. Si le seguimos como hasta ahora, huirá o desaparecerá, porque nosotros no somos traidores, es decir, objetivos. Ya me ha pasado otras veces, créeme.

Acto seguido, la chica de cabello azul se alejó en dirección a ese mismo pasillo que acababa de señalar. Solté un largo suspiro y accedí a continuar con aquello. Había algo que me extrañaba en todo aquel tema. Si de verdad iba a por traidores… ¿No debería ir también a por mí? Al fin y al cabo yo era uno de ellos por lo tanto… ¿A dónde iba? ¿Por qué no atacaba?

―Ya, claro ―tal vez y solo tal vez empezaba a dudar de aquella chica―. ¿Y de que mundo decías que venías? Simple curiosidad.

[Nell]

Por suerte, el muchacho siguió dejándose llevar y Hana trató de avanzar todo lo rápido que podía mientras procuraba no hacer ruido con las suelas de sus pies.

―Port Royal ―respondió escuetamente―. ¿Has estado alguna vez? Basta con que te hayas acercado un poquito para captar su fragancia ―comentó seriamente, señalándose la nariz con cara de asco―. ¿Y qué hay de ti? ¿En tu mundo había algo mejor que un nauseabundo olor?

Los olores frescos y puros no habían sido una nueva experiencia para Hana cuando salió de su mundo, puesto que había navegado por el mar y sabía distinguir la brisa limpia que no se mezclaba con el barco con el aire viciado y apestoso de algunas ciudades portuarias. Aun así, recordaba con frecuencia las diferencias, puesto que el resto de aprendices se habían criado, en su mayoría, en entornos más próximos a la naturaleza.

Llegó hasta la puerta del sótano, y la abrió lentamente y con cuidado. Habían dado los suficientes giros como para inducir a pensar que podían hallarse cerca de los pasos, de haber tomado otro camino, aunque ya no se escuchaba nada por los vacíos pasillos de Tierra de Partida.

Con un gesto, llevándose el índice a los labios, Hana pidió silencio y paciencia al Sr. X y bajó con cuidado las escaleras hacia el sótano, entrando en la oscuridad y perdiéndose en ella.

Una vez abajo, golpearía con el pie los tablones del último escalón, con la intención de que el aprendiz captara su mensaje y bajara. Ella, mientras tanto, se escondería bajo las escaleras y esperaría a que hubiera dado unos cuantos pasos para darle un susto por la espalda. Disfrutaría de esa chiquillada y luego seguiría con el cuento de que el fantasma se había esfumado. Iba a ser genial.

[Sombra]

―Port Royal ―contestó―. ¿Has estado alguna vez? Basta con que te hayas acercado un poquito para captar su fragancia ―y señaló su nariz de una manera que me resultó un tanto cómica―. ¿Y qué hay de ti? ¿En tu mundo había algo mejor que un nauseabundo olor?

―Ojalá ese lugar oliese mal y no tuviese todo lo demás ―cualquiera que hubiese vivido un tiempo en El Mundo Inexistente habría deseado que el olor fuese la mayor de sus preocupaciones―. Se le conoce como El Mundo Inexistente, imagino que porque nadie “quiere verlo” y prefieren ignorarlo. Si algún día buscas información de él lo primero que te encontrarás es que no se recomienda ir a visitarlo, y con razón.

Como olvidar la cara de algunos cuando les decía mi procedencia. Al menos una cosa estaba clara para mí, era imposible que yo fuese nativo de ese mundo. Era ridículo que yo hubiese nacido allí siendo el único humano -o eso creía- que había logrado vivir en aquel sitio tan horrible, tenía que tener unos padres y obviamente no se encontraban en ese lugar dado que en seis años jamás había visto a otro ser humano.

Hana se situó frente a una puerta y lentamente la abrió. Pude comprobar que había unas escaleras que descendían a un piso inferior. Lo cierto era que jamás había bajado a los sótanos de Tierra de Partida aunque sabía de su existencia.

<<¿Entonces es aquí?>>

La aprendiza me hizo un gesto para que me mantuviese en silencio y entonces empezó a bajar las escaleras, aunque a pesar de lo oscuro que estaba todo podía verla descendiendo sin problemas gracias a mis habilidades aunque al final acabé perdiéndola de vista dado que las escaleras hacia el sótano resultaban tener bastantes escalones. En ese entonces escuché un ruido similar al de un fuerte pisotón, capté el mensaje y descendí con paso ligero. Cualquier persona que nos pillase allí abajo se podría pensar bastante mal.

Alcancé pronto el final de las escaleras abriéndose ante mí un lugar con un claro olor a polvo y a viejo. Por lo que veía nadie había cogido aquella misión que Nanashi había propuesto de limpiar el sótano. ¿Cuándo tomaría alguien esa misión? Aquello era un misterio que ni me molestaría en resolver.

Y entonces, algo oscuro se movió a mi espalda abalanzándose sobre mí. Recordando cómo había logrado sobrevivir seis años en El Mundo Inexistente mi respuesta fue directa a aquella situación: Di un paso hacia atrás, me giré, invoqué mi llave espada y me dispuse a ensartar a lo que fuese. Por suerte, me detuve a tiempo al darme cuenta que no era ningún sincorazón o fantasma el que me había “atacado” por la espalda, solo la aprendiza tratando de jugarme una broma. La miré con rostro serio.

―Tienes suerte ―desmaterialicé mi llave espada ignorando la posible risa de la chica ante mi reacción. Obviamente me había asustado y había tenido una reacción propia de mí―. Cuando vivía en el Mundo Inexistente me acostumbré a atravesar a cualquier cosa que apareciese por detrás de mí por simple seguridad sin pararme a mirar que era. Agradece que me haya detenido a tiempo, unos meses atrás no habría podido parar.

>>Ya veo que esa historia no era más que una chorrada, me largo.

Y sin decir nada más empecé a subir las escaleras, había perdido el tiempo y mi plan inicial era de solo entrar y salir. Aquella chica había sido un contratiempo, pero suponía que ahora que ya me había “asustado” me dejaría tranquilo.

[Nell]

El susto tuvo un completo éxito. El aprendiz se giró de golpe, retrocediendo un paso y preparado con la llave espada. Hana se imaginaba una reacción más normal, de brincar o gritar como una nena, pero era de suponer que cuando luchabas habitualmente por tu vida, estuvieras preparado en cualquier momento para combatir a la mínima señal de peligro.

Hana gesticuló una risotada que no llegó a completarse, ya que al Sr. X le había sentado la broma peor que mal y se marchó precipitado tras decirle unas palabras nada bonitas.

Se dio cuenta de que la broma del fantasma se había echado a perder por culpa del susto y trató de seguirle por las escaleras, arrepentida.

―¡Espera! ¡Venga, no te enfades! ―le pidió―. La historia es cierta. Este es el sótano donde habita. A juzgar por los pasos, pensé que se dirigía aquí, pero me equivoqué y le hemos perdido. Solo ha sido una pequeña broma…

El aprendiz regresó sobre los pasos que habían avanzado para llegar hasta allí. Claramente, regresaba a su habitación, ofendido por la trola. Hana se quedó en el marco de la puerta del sótano, puesto que no había olvidado cómo había convocado su llave espada al más mínimo síntoma de peligro, y no quería que se le ocurriera amenazarla con ella.

―¡Tienes que creerme! ¡Las búsquedas no son divertidas si las decepciones te las tomas con mal humor!

»Antes has dicho que hace unos meses me hubieras matado, ¿no? ―comenzó a gritar, para que la escuchara aun mientras se alejaba―. ¡Eso significa que eres bueno! ¡Pudiste sobrevivir gracias a tu fuerza en ese Mundo Inexistente y, gracias a Tierra de Partida, ahora puedes controlarla! ¡Tienes que ayudarme a liberar a los traidores!

Esperó pacientemente a ver si el aprendiz reaccionaba con sus palabras. Puesto que no se había frenado era muy improbable, pero aun tenía la esperanza.

[Sombra]

―¡Espera! ¡Venga, no te enfades! ―tarde―. La historia es cierta. Este es el sótano donde habita. A juzgar por los pasos, pensé que se dirigía aquí, pero me equivoqué y le hemos perdido. Solo ha sido una pequeña broma…

Me limité a caminar con cara de póker -la que normalmente tenía- mientras me dirigía hacia el exterior de aquel sótano. Hana me siguió hasta quedar en la puerta mirando como me marchaba. No le veía la cara, pero estaba seguro de que si me giraba en ese momento la vería con una estúpida sonrisa dibujada en su cara. Fruncí el ceño nuevamente.

―¡Tienes que creerme! ¡Las búsquedas no son divertidas si las decepciones te las tomas con mal humor!

»Antes has dicho que hace unos meses me hubieras matado, ¿no?

<<¿Y por qué tienes que gritarlo? ¿Es alguna costumbre de tu mundo?>>

― ¡Eso significa que eres bueno! ¡Pudiste sobrevivir gracias a tu fuerza en ese Mundo Inexistente y, gracias a Tierra de Partida, ahora puedes controlarla! ¡Tienes que ayudarme a liberar a los traidores!

No, no es que aprendiese a controlarla, simplemente dudaba que hubiese enemigos mortales en Tierra de Partida, por eso había caído en la cuenta de que no debía continuar la trayectoria de la espada o acabaría matando a alguien.

Dejé de caminar un momento y todavía dándole la espalda empecé a hablar:

―Mira, tengo mucho que hacer ―admití―, y siendo franco. No me apetece mucho dar vueltas por el castillo para perseguir leyendas urbanas. Si tanto te aburres puedes venir conmigo, pero no me hagas perder el tiempo, ¿de acuerdo?

Y en cuanto dije eso atravesé el resto del pasillo. Era decisión de ella que hacer ahora, aunque no me iba a dejar arrastrar más a sus tonterías. Yo tenía una “misión” allí dentro y era recoger mis cosas y largarme para no volver nunca, nada más y nada menos.

[Nell]

Ni siquiera se giró, pero al menos volvió a dirigirse a ella, lo cual era un logro. Además, la ofreció acompañarle en sus asuntos. Este dato sorprendió a la aprendiza, puesto que pensaba que su intención había sido en todo momento regresar a la cama. ¿Qué iba a hacer Sr. X a altas horas de la noche que fuera tan importante? Le invadió una curiosidad infrenable que le había impedido rechazar la propuesta.

Incluso si esta venía con el inciso de que Hana solo estaba aburrida. Que, si bien era cierto, no le hacía gracia que la tachara así.

―Esto no es un juego. Hay vidas de personas en peligro ―continuó Hana, trotando rápido tras él para situarse unos pasos por detrás―. Pero tienes razón. No tengo nada más que hacer hasta que el fantasma vuelva a aparecer. Si lo hace, me iré.

Y así tuvo la excusa perfecta para seguirle y averiguar lo que tramaba. Cada vez le quedaba más claro que no podía ser nada bueno. ¿Por qué si no elegir aquellas horas para llevarlo a cabo? Lo que no entendía era por qué la había invitado al final. ¿Le daba pena? ¿O había ideado un contrataque para vengarse de la broma?

Decidió andarse con pies de plomo. Era divertido engañar a la gente pero, como es natural, Hana no se tomaba nada bien que hicieran lo propio con ella. Quizá aquel aprendiz tenía más incógnitas que el nombre y sus objetivos secretos.

Puesto que los secretos fluían mejor por la noche, a oídos solo de la luna, Hana se propuso sonsacárselos antes de que se separaran.

―Ya que antes me has ayudado, aunque no hayamos llegado hasta el fantasma, tendría que devolverte el favor, ¿no crees? ―se le ocurrió―. ¿Cómo puedo hacerlo?

Solo esperaba que su respuesta no fuera algo así como «Desapareciendo», porque eso daría al traste con todas sus intenciones.

[Sombra]

―Esto no es un juego. Hay vidas de personas en peligro ―insistió en cuanto dejé de hablar―. Pero tienes razón. No tengo nada más que hacer hasta que el fantasma vuelva a aparecer. Si lo hace, me iré.

<<Y si no vuelves mejor que mejor>>

Finalmente, Hana decidió seguirme hasta mi habitación. Empezaba a sospechar que aquella chica no era muy inteligente, si lo fuera al menos le habría sentido mal que le hubiese dicho aquellas cosas y por tanto se iría por su cuenta a su propia habitación… O a donde fuese que iban las chicas pesadas como ella.

―Ya que antes me has ayudado, aunque no hayamos llegado hasta el fantasma, tendría que devolverte el favor, ¿no crees? ―me llevé la mano al mentón―. ¿Cómo puedo hacerlo?

―Déjame pensar… ―medité mientras me metía en el pasillo de las habitaciones―. Podrías empezar escribiendo una historia de terror. Se te da bien improvisar.

Finalmente alcanzamos la puerta de lo que había sido mi habitación tan solo un par de días atrás, como suponía la plaquita en la que antes estaba mi nombre había sido removida y ahora tan solo una nueva placa completamente carente de un nombre sustituía su lugar.

Fue casi imposible no pensar durante unos instantes que tal vez mis cosas habían sido desechadas y se encontraban en la basura o peor, destruidas. Más les valía que no.

La puerta hizo un leve sonido como de bisagras oxidadas y dejó ver su interior. Por suerte para mí ésta estaba en el mismo estado en el que había dejado aquel lugar:

La cama permanecía sin hacer dado que los sucesos del como había escuchado llamar a algún aprendiz Ocaso de una Estrella habían ocurrido sin previo aviso y no había podido ordenar mi habitación, mi ropa de pijama (que consistía en un pantalón gris corto) estaba tirado en el suelo de cualquier manera y en mi escritorio había un libro de magia negra a medio leer. Por un instante sentí las irremediables ganas de tirarme sobre el colchón y dormir, pero no podía hacer eso. Ya no.

Había pocas pertenencias personales visibles y la mayoría de cosas estaban ordenadas de una manera un tanto obsesiva, como era el caso de los libros de una librería en la que todos estaban colocados por orden alfabético. Por desgracia no podría llevarme mi colección personal, aunque tampoco es que tuviese nada nuevo que aprender de ellos, todo estaba en mi cabeza.

Me acerqué al armario y cogí una mochila de tamaño respetable que dejé cerca y en cuanto Hana entrase echaría el pestillo para evitar que cualquier “sorpresa” llegase a descubrirme en el castillo. En ningún momento abrí la boca para decir que es lo que estaba haciendo y tampoco planeaba hacerlo.

[Nell]

Hana acusó el golpe con sorpresa. No se esperaba que el Sr. X hubiese desestimado del todo su historia. De hecho, aun meditaba si seguir utilizándola o no, y por eso siguió defendiéndola férreamente:

―No seas grosero ―le regañó con educación, pero poniendo mala cara―. Ni siquiera me gustan los libros, ¡cómo para pensar en escribir uno!

Y a pesar del agravio, continuó detrás de él. Por el momento, no le había invitado a marcharse de manera directa, por lo que iba a aprovechar toda su paciencia para descubrir unas cuantas verdades del Sr X.

Al llegar a la habitación, no le pasó desapercibida la placa vacía de la puerta. Sin embargo, no comentó nada, ni siquiera cuando resultó evidente que allí residía alguien. El aprendiz echó el pestillo cuando los dos hubieron entrado y sacó una mochila del armario.

Mientras tanto, Hana miró con aburrimiento a su alrededor. No le interesaba nada de aquella habitación y no se fijó demasiado en lo que había en ella. Sí le llamó la atención las acciones del aprendiz, pero no preguntó qué hacía. Sabía que estaba a punto de rebasar el límite y ser expulsada, por lo que más le valía ser cuidadosa con sus palabras.

Se cruzó de brazos y empezó a hacer sus propias divagaciones. A juzgar por el pijama, el aprendiz debía hallarse dormido hasta que algo le hizo despertarse y vestirse. Después, salió, ambos se encontraron y ahora estaba de regreso. Quizá partía a una misión y se había olvidado sus herramientas. Los objetos que echara en la mochila resolverían todas sus dudas, puesto que serían claves.

También tenía otra sospecha, por culpa de la leyenda ficticia que le había colado al Sr. X, pero recelaba a creerla por ser una gran coincidencia.

―A pesar de tu sugerencia, aun no has respondido a mi pregunta ―recordó―. ¿Cómo puedo ayudarte?

Se abstuvo nuevamente a cuestionar qué hacía el aprendiz. Trataba de ser natural, como si la situación no fuera con ella, a fin de que el propio Sr. X se relajase y comenzara a desembuchar. O que se hiciera más fácil tirar de su lengua.

[Sombra]

―A pesar de tu sugerencia, aun no has respondido a mi pregunta ―comentó rompiendo el hielo. Hice memoria para darme cuenta de que debía estar refiriéndose a ese “favor” que estaba dispuesta a hacer por haberla ayudado, si es que se podía decir así―. ¿Cómo puedo ayudarte?

Su insistencia me hacía dudar si lo del fantasma se lo había inventado ella, lo había escuchado de alguien más o iba en serio.

―Me gusta solucionar mis problemas yo solo, algún día pensaré algo si de verdad necesito la ayuda de alguien más ―no le di mucha importancia dado que estaba más concentrado en el armario donde estaba toda mi ropa.

Cogí tan solo un par de conjuntos -todos ellos de tonos apagados- y los metí en la mochila, tampoco dejé fuera el libro del escritorio y abrí uno de los cajones para también acabar guardando el cargador de mi teléfono móvil y una videoconsola portatil con todos sus accesorios y juegos.

―¿Qué más…? ―murmuré mirando con cuidado entre los recovecos del pequeño cuarto―. Oye, tú, ¿has visto por ahí unas llaves? No, no una llave espada. Una llave normal y corriente. Tiene un dibujo de un cubo grabado.

>>Ah, nada. Aquí está.

Aquellas eran las llaves de mi Nave Gumi por lo que se podía decir que eran importantes para mí, tal vez la cosa más cara y valiosa de toda aquella diminuta habitación que no llegaba a cinco metros cuadrados.

Tras un buen rato en los que tuve que decidir qué cosas llevar y cuales dejar atrás finalicé de guardar mis cosas. Tan solo había dejado las cosas que consideraba inútiles para mí a aquellas alturas; Manual del Mago Principiante, Como comportarse en otros mundos o Los Mundos Oscuros eran claros ejemplos de libros que Kazuki me había mandado leer al principio de mi entrenamiento y que tras acabarlos se habían quedado acumulando polvo en la librería.

―Yo ya he acabado aquí, puedes quedarte lo que queda ―informé mientras cerraba la mochila y la cargaba a mi espalda, pesaba bastante.

Tenía su gracia que la última persona que iba a ver en aquel lugar resultase ser una chica que acababa de conocer tan solo media hora antes.

[Nell]

Volvía a ser un grosero, pero en esta ocasión no se tomó la molestia de hacérselo saber. Hana creía que trataba de echarla comportándose así, más por el hecho de que se negaba a pensar que era debido al mal humor que le había ocasionado la broma que porque en realidad el aprendiz tuviera semejante actitud constantemente.

No mencionaría de nuevo el tema de la ayuda, ya que había quedado claro que no le interesaba que Hana participara en nada de lo que estaba haciendo.

Pronto quedó claro que el Sr. X no se marchaba de misión. De hecho, la teoría que tanto se había resistido a creer era más pausible que nunca. El Sr. X había dado demasiadas vueltas por la habitación, buscando en exceso y metiendo en la mochila muchas cosas inútiles para alguien que solo se va temporalmente unas horas.

No. Definitivamente, no pretendía volver.

Así que ahí estaba el misterio. Había tenido la increíble suerte de pillar a uno de los traidores por los que con tanto ahínco había luchado para otorgarles la libertad que el fantasma les arrebataba. Esa era la versión oficial, claro. No era de extrañar, por tanto, que si el Sr. X había tenido siempre en mente marcharse le hubiera interesado aquella historia en particular.

Solo le quedaba una cuestión sin resolver. ¿Por qué no había salido directamente de su habitación preparado para el viaje?

El aprendiz le sacó de su ensimismamiento al preguntarle por unas llaves. Se encogió de hombros, no tan dispuesta como antes a la ayuda, aunque no hizo falta porque dio con ellas enseguida.

―Que no se te olviden las prendas inferiores ―le recordó, cuando parecía a punto de acabar―. Los calzoncillos ―especificó―. No te avergüences por sacarlos delante de una chica. Miraré para otro lado si tienes alguno de corazones.

Al final, cerró su mochila y dio por terminado el equipaje. Le comentó a Hana que podía quedarse lo que quisiera, confirmando aún más su marcha, ante lo que esta se encogió de hombros de nuevo.

―No me interesan las pertenencias de otras personas ―mentira: le interesaban si las obtenía ilícitamente―. Si me vas a regalar algo, puede ser tu nombre.

Lo soltó sin pensarlo. Aún no sabía por qué no había preparado sus cosas antes, pero era un detalle menor en comparación con el nombre del aprendiz. Sabía perfectamente que un par de preguntas por la mañana a las personas adecuadas se lo daría, pero quería escucharlo del propio Sr. X.

―Aunque gracias a ti ya he conseguido lo que quería esta noche ―se encaminó a la puerta, sabedora de que esta vez sería ella la misteriosa, esperando a que fuera el propio aprendiz quien la abriera para ir tras él. Le acompañaría hasta que abandonara el mundo.

Era curioso. Hacía menos de una hora había meditado acerca de los traidores de Bastión Hueco. Y de lo mucho que le gustaría conocer a uno. Ahora, lo tenía frente a sí, pero no había nada que quisiera preguntarle. Tiempo al tiempo.

[Sombra]

―No me interesan las pertenencias de otras personas ―se negó a mi oferta, no le dí mayor importancia dado que tampoco me interesaba que fuese a ser de aquellas chorradas que no necesitaba―. Si me vas a regalar algo, puede ser tu nombre.

―¿Acaso no te gusta llamarte Hana y por eso quieres que te regale el mío? ―la chica había escogido las palabras equivocadas para preguntarme algo―. No me parece un mal nombre... ―aquello último casi lo dije como un susurro.

―Aunque gracias a ti ya he conseguido lo que quería esta noche ―la observé con curiosidad durante unos instantes viéndola quedarse junto a la puerta, como no tenía nada más que hacer allí desbloqueé el cierre y di unos pasos para abandonar el lugar en el que había habitado aquellos seis meses.

No sentía apego o algo así a aquella habitación dado que en El Mundo Inexistente había pasado de un lugar a otro durante seis años cada vez que se acababa la poca comida que lograba encontrar de la zona, seguramente nunca lograse entender del todo aquella obsesión por la gente de quedarse en un único lugar y llamarlo “hogar”. No veía nada más que un edificio o una casa, ¿por qué la gente tenía tanto apego a algo material que fácilmente se podía sustituir?

En aquel instante, cuando volví a salir a los fríos pasillos por donde se filtraba la suave brisa de la montaña sobre la que estaba suspendido el castillo me fue imposible no sentir un vacío en el pecho, me giré hacia la puerta donde ahora ya no estaba mi nombre y por dentro me despedí de aquel lugar para siempre.

El eco de nuestras pisadas se podía escuchar por la mayor parte del lugar, ya no estaba tenso como cuando había entrado como una serpiente y al final llegamos al hall con su característica y enorme puerta dorada que daba a los jardines en los que había dedicado horas y horas entrenando buscando ser el más fuerte y poderoso de todos con tal de poder cumplir todos los objetivos que me proponía.

Empujé el portón haciendo acopio de toda mi fuerza para que éste cediese y dejase un hueco por el que una persona pudiese pasar. Nunca había logrado abrir del todo aquella pesada puerta, aunque se decía que Ronin era tan fuerte que con un solo toque de su dedo meñique podía abrirla sin problemas.

En cuanto salí a la plaza ya fuera del castillo me di la vuelta hacia la chica con la que había pasado aquellos momentos.

―No tengo nombre ―dije al fin―. El Mundo Inexistente se conoce por ser un lugar sin seres humanos exceptuando a alguna persona que acaba allí por accidente y que normalmente muere en unos días a manos de los sincorazón. Yo viví allí sin nadie que me hubiese dado un nombre, supongo que fui abandonado por mis padres o algo así, no sé quien era antes de despertar en aquel lugar al fin y al cabo.

>>El nombre que me puse yo mismo cuando Kazuki me reclutó fue Ragun, aunque últimamente la gente se refiere a mí como “Asesino” o “Estocada Oscura”. Sinceramente, me importa más bien poco como llamarme, un nombre solo es un conjunto de sonidos al fin y al cabo.

[Nell]

Hana enarcó la ceja ante la respuesta por haberle dicho que le regalara su nombre.

―Es una expresión, bobito ―esta vez sí que se molestó―. No me extraña que no la conozcas, si ensartabas a la gente que te daba sustos por detrás ―y aprovechó para sacarle la lengua cuando se dio la vuelta.

Durante el trayecto hacia la salida permaneció en silencio. Por un lado, porque el propio aprendiz tampoco decía nada; y por el otro, porque seguía enfadada de que hubiera tergiversado las palabras tan bonitas de Hana para evitar responder. Sin duda, lo había hecho aposta. Había sido más listo que ella y se le acababan las oportunidades para sonsacárselo.

Llegaron hasta el portón. Nada más traspasarlo, Hana miró al cielo estrellado, sobre el que tanto había meditado al inicio de la noche. Tal vez pudiera darle conversación haciéndole alguna de sus preguntas filosóficas.

Sin embargo, el Sr. X se adelantó y habló de seguido más de lo que había hecho en toda la noche. Aparte de obtener su nombre, Ragun, Hana pudo saber otras cosas más sobre él: cómo era ese Mundo Inexistente y algo sobre el pasado del chico. Se cruzó de brazos mientras escuchaba la explicación y contestó al instante:

―Me he criado entre malhechores, piratas y asesinos. Los prefiero antes que aquellos autodenominados “héroes” ―se contuvo de escupir en el suelo―. Sin embargo, los nombres no son solo un conjunto de sonidos. Los necesitamos para diferenciarnos entre nosotros. Alguien sin nombre no tiene cabida en el pensamiento de nadie, Sr. X. No me cabe duda de que por eso no sean imprescindibles en el Mundo Inexistente.

»Algún día lo visitaré para cercionarme que es cierto.

Ella misma se lo tomó como una promesa. Era de por sí una racha, pues no hacía ni un rato que también se había propuesto visitar esa Ciudad de Halloween. Había tantísimos lugares que aun no había visto, que tenía a la distancia de un suspiro en el cielo y que estaba tan ansiosa por visitar…

Sus cavilaciones le llevaron de nuevo los ojos hacia el manto de estrellas.

―¿Qué te ha hecho marcharte? ―preguntó de sopetón. Al fin, estaba aprovechando la oportunidad de tener a un traidor de Bastión Hueco enfrente suya para solucionar algunas de sus dudas.

Solo quedaba saber si él le daría esas respuestas.