La joven de diecisiete años acababa de volver a tener ese extraño sueño que llevaba teniendo estos dos últimos meses. Sin duda alguna, tenía que tener algún significado, pero aún no había averiguado cual era.
En su sueño, la joven Keiko corría por la oscuridad total en una especie de pasillo infinito. De pronto, sonaba como si una puerta se abriera y veía a su hermano con un arma extraña, luchando contra una gran cantidad de pequeños enemigos, pero no podía con ellos él solo. Al final, acababa siendo tragado por un pozo de oscuridad que se abría a sus pies y a Keiko le pasaba lo mismo. La única diferencia era que, cuando ella estaba a punto de ser engullida por la oscuridad, un gran resplandor la salvaba y entonces, despertaba.
―El tren ha llegado a la estación central. Por favor señores pasajeros, levántense de sus asientos y salgan por la puerta.― Anunció una voz femenina por los altavoces.
A través de un vistazo por la ventana, Kei (pues así era como la llamaban sus amigas) comprobó sin duda que estaba en la estación. Se limpió el sudor de la frente con la manga de su uniforme y bajó del tren. Mientras se dirigía a la salida, vio como un hombre rubio subía por las escaleras que llevaban a lo alto de la torre del reloj. Su aspecto era muy extraño, sin duda alguna. Solo por su vestimenta, no parecía ser un nativo.
Aunque ella no era quien para hacer nada al respecto, claro. Si se trataba de un criminal, ya dejaría que la policía actuara. Tras salir por las puertas de cristal, el sol la cegó por unos micro segundos. Parecía mentira que llevara diecisiete años viviendo en Villa Crepúsculo y siguiera cegándola la luz del sol. Entonces pudo observar como una estrella brilló en el cielo unos segundos y desapareció.
Ignorando por completo aquello, la joven caminó por las calles de la Villa mientras se dirigía a su casa. Por el camino, podía ver a los comerciantes cerrando sus puestos, a niños entrando en su casa o madres llamando a gritos a estos.
Tras una larga caminata, Keiko abrió la puerta de su casa. Nada más entrar, vio a sus padres, viendo la televisión. Tras dejar su equipo de esgrima guardado en el armario de su dormitorio, echó un vistazo al vacío cuarto de su hermano pequeño. Se preguntó en dónde podría estar. Tras darse una buena ducha y cenar ligera, abrió su cama y se acostó. Esperaba no volver a tener ese sueño extraño una vez más...
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