Tras deambular por unos cuantos pasillos, Nikolai creyó conveniente el parar. Con las vueltas que había dado, ya debía de haberle hecho perder su rastro a Oswald. Aunque también le extrañaba que en todo este rato no hubiese oído otras pisadas que no fuesen las suyas. También descartó la posibilidad de que su sujeto de pruebas hubiese usado el mismo truco de invisibilidad que con la segunda tanda de moguris que mandó a su cuarto. El suelo del castillo hacía tanto ruido al caminar sobre él que no favorecía esa clase de estrategias.
En ese caso, el incorpóreo se habría negado a seguirle, por lo que Niko tuvo que desandar sus pasos para comprobar que estaba tramando, ahora que sabía que le habían estado usando de conejillo de indias.
En cuanto llegó, se encontró el pasillo totalmente vacío. Oswald ya no estaba allí, pero cuando el aprendiz se acercó a la puerta de su cuarto para comprobar si se había vuelto a encerrar, se encontró pegado en ésta un trozo de papel arrugado. El mismo que había usado para mandarle un mensaje al chico rubio, pero con otra frase distinta a la que escribió:
Para seguir jugando, buscarme en la fuente del vestíbulo.
Interesante. Oswald no quería seguirle, pero si obligarle a que le siguiese a él y que diese la cara en un lugar en el que las artimañas de antes no servirían de mucho. Niko tenía que reconocerle que el chico sabía aprovecharse del interés de otros ponerlo a su favor… pero no era el único.
Si quería que el juego siguiese en el vestíbulo, no se haría de rogar.
***Y allí estaba: sentado en el suelo junto a la fuente mientras ojeaba el libro que tenía entre manos. Nikolai observó desde el piso superior del vestíbulo al peculiar incorpóreo que esperaba pacientemente el siguiente movimiento de aquella persona que le hubiese mandado la nota.
¿Qué hacer en este caso? Oswald sabía de sobra que plantarse en un lugar bastante frecuentado le daría cierta protección para cualquier truco, obligando a Niko a tener que ser más “directo” si quería sacar algo de él.
Bajó por las escaleras hasta llegar a la planta baja del vestíbulo, pero no se dirigió directamente a Oswald cuando llegó. Plantando la mirada en el suelo, se llevó la mano al mentón, como si estuviese simulando que en aquel momento tenía la cabeza en otro sitio. Luego, echó un vistazo alrededor de la sala, sin buscar nada en concreto, hasta que sus ojos coincidieron con la figura recostada en la fuente y alzó los ojos en señal de sorpresa.
—
Vaya, nos volvemos a encontrar —Niko se acercó hasta donde estaba sentado Oswald mientras dibujaba una inocente sonrisa en su rostro—.
Tengo que admitir que con la pequeña charla que tuvimos antes he acabado con tantas dudas sobre los… “tuyos”, que me he tenido que leer de arriba abajo los pocos libros que había acerca del tema por si se me escapaba algo.>>
Espero que no te hubiese molestado alguna de mis teorías que comenté en la biblioteca.Niko aguardó unos instantes por si el chico le daba algún tipo de respuesta. Contestase o no, prosiguió:
—
Por cierto, quería preguntarte sobre una “cosita” —intentó pronunciar aquello último con delicadeza—.
Iba a pedirle a algún moguri si me podía facilitar papel y lápices para tomar apuntes, pero da la casualidad de que no me he encontrado con ninguno por los alrededores, siendo normal que te los encuentres a patadas en donde pongas la vista.>>
Miento. Con alguno si que me he encontrado —rectificó, dando una palmada—.
Pero de refilón, ya que se fueron despavoridos. Tenían tales caras de terror que ni me quiero imaginar de que o quien estarían huyendo.>>
¡Ah! No es que te quiera acusar, teniendo en cuenta que antes querías hacer tiro al blanco con uno de ellos, pero…—calló un par de segundos—.
No sabrás nada al respecto, ¿verdad?