[Agrabah] Dos Perlas para dominarlos a todos

[Soul Artist]

Esta puede ser la mayor estupidez que haya hecho en mi vida.

Supongo que no todos los días aparece alguien llamando a las puertas del temible Bastión Hueco, ¿verdad? Descontando carteros y otros señores extraños.

Aquella situación se me hacía bastante tonta. Me llevé la mano a la nuca y comprobé que mi máscara estaba bien sujeta a mi cabeza, no fuera a ser que se desprendiera en el peor momento. Aproveché para alzar la mirada y quedar impresionado por el gran tamaño del castillo. No era como si lo admirase, sólo... Me impresionaba. Quien viviese allí antes de Ryota y sus amigos tenía que ser un cabrón con pasta.

Y bueno, quizás sí admirase el edificio un poco.

—¿Sí, kupó?

Me sobresalté al escuchar la voz de un moguri llamándome la atención por debajo de mí. Una pequeña puerta se había abierto debajo de la principal, saliendo de ella la criatura peluda y poco amigable que tanto detestaba. Sin embargo, debido a que mis últimas visitas no habían sido muy agradables por culpa de sus superiores, preferí guardar las formas.

—Hola —saludé con la mano, apartando ligeramente la mirada—. No soy de Tierra de Partida, lo juro —prometí alzando las muñecas, pretendiendo demostrar que estaba indefenso—. Bueno, lo fui... Hace años, pero...

Suspiré y bajé la mirada. Me rasqué la nuca, pensando mejor qué decir o hacer en aquella situación. Había comenzado con mal pie.

—Perdona. Vuelvo a empezar —cerré los ojos y suspiré a través de la máscara, buscando la calma interior que tanto necesitaba en aquel instante—. ¿Está Ragun en casa?

[Sombra]

Definitivamente, no entendía como funcionaba.

Aquella era a la conclusión que había llegado después de haber intentado durante varias horas transformarme. Sabía que podía hacerlo dado que cada vez que era "poseído" por Alexander ocurría, ¿pero como? Todas las veces que había logrado convertirme en algo que se asemejaba a un sincorazón a voluntad lograba mantener aquella forma durante menos de cinco segundos y de una forma excesivamente inestable, además de que toda mi magia se veía consumida en menos de un suspiro. Por lo que veía aquel poder no era algo que uno pudiese utilizar con facilidad, tenía que buscar una manera en la que el gasto de energía fuese mucho menor, además de que necesitaba que aquel poder se mantuviese durante más tiempo.

—Estoy agotado —sentencié. Por el día de hoy estaba más que servido con mi entrenamiento, lo mejor era que fuese a descansar un rato para que pudiese recuperarme. Sin embargo, aquello no pudo ser. Cogí la bebida energética que reposaba sobre una mesita y empecé a beberla en largos tragos.

—¡Ragun, kupó! —exclamó el moguri en cuanto me vio saliendo del gimnásio momentos después de acabar la bebida. Hice un gesto para saludar a la criatura—. Alguien pregunta por ti en la entrada del castillo, kupó.

Ladeé la cabeza extrañado. No estaba acostumbrado a que alguien “preguntase por mí“ en la entrada del castillo. De haber sido el mensaje de un Maestro posiblemente me lo habría dicho y dudaba que un aprendiz me necesitase para algo, además no se habría referido a él como “alguien“.

—De acuerdo, gracias —asentí. El pequeño moguri se fue flotando desapareciendo finalmente de mi habitación. En cuanto se marchó dejándome solo me puse en marcha hacia la entrada.

El hall del castillo estaba frío como un témpano de hielo que hizo que me arrepintiese de no haber cogido algo de ropa para ponerme por muy incómoda que me resultase. Allí, parado en mitad del recibidor había una figura humana esperando por mí, suponía. Me aproximé con desconfianza descendiendo por una de las escaleras que rodeaban la pequeña fuente que con el agua que fluía por ella hacía que un suave chapoteo relajante pudiese percibirse en toda la zona.

Fuese quien fuese aquella persona era algo más bajito que yo, de larga cabellera negra, descuidada y algo grasienta. Su rostro, así como la forma o el color de sus ojos quedaban en el más profundo misterio gracias a una máscara que ocultaba su identidad por completo y sus prendas consistían en un enorme chaquetón de color verde oscuro.

—¿Nos conocemos? —pregunté una vez estuve frente a frente con él poniendo algo de distancia por si intentaba hacer cualquier cosa y que así me diese tiempo a reaccionar.

[Soul Artist]

Nunca había tenido ocasión de pararme a observar debidamente el interior de Bastión Hueco. Siempre había asumido que se trataba de un castillo derruido, sucio y oscuro, sin iluminación alguna para que las ratas avanzaran sin el peligro de la luz del sol: supongo que la psicología de estar pensando en el enemigo me estaba afectando de sobremanera. Aquel lugar era espectacular.

Sólo estaba viendo el hall, pero era absolutamente espectacular. La lámpara por encima de mi cabeza me tenía impresionado; la fuente frente a mí estaba bien cuidada y tallada con la cabeza de una bestia; la alfombra no sólo estaba espectacularmente impecable, sino que además casi brillaba por sí misma. Aquel castillo era hermoso.

Supongo que estar en Tierra de Partida me había cegado un par de veces al respecto. Era ya la tercera vez que me encontraba en aquel hall y había sido incapaz de ver más allá de mis narices.

—¿Nos conocemos?

Mi atención en la decoración del lugar se vio interrumpida al escuchar la voz que desde hacía tanto tiempo no oía. Giré mi cabeza en dirección a las escaleras para volver a ver al último amigo que vi antes de partir de Tierra de Partida para convertirme en el forajido que era ahora: Ragun.

Si los años a mí me habían hecho un mal efecto, para él debían haber sido peores. Quitando cicatrices y el crecimiento natural del que fue mi compañero, lo que más me llamaba la atención era su brazo. Se había vuelto negro, casi deforme y monstruoso: su mano era ahora una garra, casi característica de cualquier bestia. Parecía que se la hubiese dominado la oscuridad.

Dios santo. Qué te han hecho, Ragun.

—Nos... Conocimos hace tiempo —contesté al chico mientras continuaba descenciendo, apartando la mirada de su brazo y pensando en cómo continuar. Había estado pensando tanto en qué decirle y cómo hacerlo que, ahora que lo tenía frente a mí, no sabía por cuál de los muchos escenarios decantarme—. Larga historia. Espero que me perdones.

Intenté volver a mirarle, pero no podía contener la mirada. Me moría si lo hacía: la vergüenza era excesiva para mí. ¿Se daría cuenta de que era yo si lo hacía demasiado tiempo? Con la máscara puesta mi rostro era irreconocible, y la voz estaba distorsionada gracias a la misma. Pero tenía miedo de que, incluso así, averiguase que se trataba de mí. Del orgulloso y gran Ivan, del que siempre dijo que sería mejor aprendiz que él, que sería pronto el mayor Maestro de la Orden de los Caballeros...

… y del monstruo en el que una bruja submarina me había convertido.

—Desearía que me acompañases. —sentencié, intentando involucrarme lo menos posible en todo aquello—. A un mundo neutro. Quiero hablar contigo, pero en un lugar lejos de la Orden. Donde tú quieras, pero no aquí.

[Sombra]

—Nos... Conocimos hace tiempo —dijo el enigmático hombre con una voz que sonaba demasiado ficticia como para que pudiese ser real—. Larga historia. Espero que me perdones.

Hice una mueca desaprobando su actitud. No entendía a que venía tanto misterio, no recordaba a nadie con esa apariencia y bien si incluso lo hubiese conocido me habría sido difícil reconocerlo por culpa de aquella máscara. Lo que tenía claro es que no podía confiar en él. Estábamos en plena guerra, no sería de extrañar que algún día viniese alguien a atacarnos y aquel podía ser perfectamente aquel día.

—Desearía que me acompañases. —pidió pasados unos instantes de silencio—. A un mundo neutro. Quiero hablar contigo, pero en un lugar lejos de la Orden. Donde tú quieras, pero no aquí.

—No, si quieres hablar de algo lo haremos aquí —mi negativa fue tan instantanea como tajante—. ¿Cómo sé que puedo confiar en ti y que no me llevas a una emboscada de Tierra de Partida? Demuestra que no tienes intenciones hostiles contra mí e iré.

En mi mano surgió mi ya tan característica llave espada. Me coloqué en posición de combate y observé cauteloso al desconocido.

—¿Qué es lo que necesitas discutir conmigo y que no puedes hablar aquí? —interrogué sin haberle dado tiempo a contestar a la anterior pregunta—. Habla.

[Soul Artist]

Gilipollas. Me golpeé la frente mientras veía cómo mi viejo amigo del alma sacaba su arma y la apuntaba hacia mí, desconfiando completamente de mí y acusándome de perteneces a Mongolandia de Partida. Me abracé a mí mismo mientras pensaba en cómo justificar el irnos de allí, y él me amenazaba en alto para que todos nos escucharan.

—¿Qué es lo que necesitas discutir conmigo y que no puedes hablar aquí? Habla.

—Oye, vuestra guerra y chorradas varias me importan lo mismo que una zanahoria —no era del todo cierto: me preocupaba mucho la posibilidad de que la guerra acabe involucrándome activamente, pero por ahora estaba fuera—. Mira, hay...

¿Qué decirle en aquella situación? Tenía que ser rápido pensando. No quería revelarle mi identidad, pero tampoco podía pasarme el resto de la tarde allí, llamando la atención a los aprendices y Maestros de Bastión Hueco. Gruñí por lo bajo y algo se cruzó por mi mente, una gilipollez enorme. Pero podía funcionar.

—Los Cats. —anuncié de golpe, clavando mis ojos en Ragun—. Buscan nuevos fósiles de dioses antiguos. Sólo tú, el que derrotó al todopoderoso Lord Helix, puedes ayudarme a encontrar los fósiles antes que ellos.

No quería pasar por aquello otra vez, pero no me veía en otra situación.

[Sombra]

—Oye, vuestra guerra y chorradas varias me importan lo mismo que una zanahoria —trató de justificarse, pero había sido una mala respuesta desde mi punto de vista. Algo así no iba a hacerme abandonar la seguridad del castillo para llevarme a cualquier posible trampa—. Mira, hay...

El desconocido se paró a meditar algo en silencio durante varios instantes.

—Los Cats. —dirigió sus ojos hacia mí (o eso creí). Por supuesto, reconocería ese nombre en cualquier sitio y no mucha gente sabría algo así—. Buscan nuevos fósiles de dioses antiguos. Sólo tú, el que derrotó al todopoderoso Lord Helix, puedes ayudarme a encontrar los fósiles antes que ellos.

—¿¡Qué están haciendo qué!? —levanté la voz alarmado ante lo que el enigmático personaje acababa de proclamar. Por supuesto, conocía de la existencia de aquella organización. ¿Cómo no podría si yo mismo había formado parte de ella? Lo peor es que sabía que eran implacables—. De acuerdo, iremos. Pero para asegurarme del todo de que no es ninguna trampa no te diré a donde vamos, simplemente vendrás conmigo en mi nave gumi.

En ese momento, mi llave espada se fue tal y como había venido. Pasé por al lado de aquel individuo del que todavía no sabía ni su nombre y me dirigí al aire libre donde podría utilizar el teletransporte de mi nave.

—¿Tienes nombre? —pregunté nuevamente mientras trasteaba con mi pulsera. Segundos después nos veríamos envueltos en una intensa luz mientras nos desvaneciamos de Bastión Hueco para acabar proyectados en el interior de mi nave.

Me senté ante los mandos de control y empecé a toquetearlos como todo un experto arrancando el vehículo con éxito. La nave espacial se puso en rumbo hacia el primer que se me había ocurrido: Agrabah. Era un mundo que jamás había visitado y que yo supiese ni Tierra de Partida ni Bastión Hueco había tocado el susodicho lugar (salvo para hacer alguna misión rutinaria). Había pensado también en Tierra de Dragones, pero debido a los conflictos que habían sucedido en los últimos meses en aquel lugar supuse que era mejor no ir a ese lugar.

No tardaríamos mucho en llegar al desértico mundo siempre y cuando no surgiesen sorpresas desagradables por el camino. Todavía recordaba aquel suceso con la partitura extraña...

[Soul Artist]

Tal y como imaginé, el aprendiz de Bastión Hueco reaccionó de forma inmediata a la mínima mención acerca de los Cats. Aquella organización falsa y nada que ver con su original se la tenía jurada, y él a ellos también; desgraciadamente, la única vez que había podido ayudarle a luchar contra ellos había sido con el tema del molusco gigante... Aunque me había cruzado con algunos de sus miembros anteriormente.

Así pues, el chico eligió el mundo y nos dirigimos hacia su nave gumi para viajar hacia allí. Expresó su desconfianza hacia mí y puso las condiciones, a lo cual contesté encogiéndome de hombros. Allá él si no quería hacerlo.

—¿Tienes nombre? —me preguntó mientras salíamos del castillo. Afirmé con la cabeza, aunque me daba algo de vergüenza contarlo.

—Cool Wind. —contesté seco, apartando la mirada de inmediato. Dudaba que mi nombre le dijera algo, pero recientemente ya había aparecido en los periódicos con aquel nombre por culpa del incidente con la Federación.

Nunca antes de aquello había estado en la nave de Ragun. La verdad es que, por dentro, era bastante sencillita y aburrida: poco podía decir sobre ella. Me senté en el asiento de copiloto y la mayor parte del viaje estuve mirando al mapa interestelar y el nulo gusto decorativo del chico. Ragun no había sido nunca alguien dado a la moda.

—¿Sabes? De donde vengo la decoración interior del lugar privado de cada uno dice mucho de uno mismo —acabé por comentar en voz alta en algún momento del viaje, perdiendo mi mirada entre el vacío del techo—. Y no sé si interpretarlo todo de ti o pensar que aún no has tenido tiempo para conocerte a ti mismo...

[Sombra]

Cool Wind, como se había presentado (aunque a mi parecer parecía más como un “nick“ que uno se pondría para un foro) no habló en la mayor parte del viaje por lo que éste transcurrió en un incómodo silencio.

—¿Sabes? De donde vengo la decoración interior del lugar privado de cada uno dice mucho de uno mismo —dijo tras al menos una hora en silencio. Eché una mirada de reojo a Cool Wind a lo que solo contesté con un sonido con la boca demostrando que estaba escuchando incluso si no hacía ningún comentario al respecto—. Y no sé si interpretarlo todo de ti o pensar que aún no has tenido tiempo para conocerte a ti mismo...

—A saber —comenté con desgana—. Algunas veces creo que lo mejor es que no me conozca a mí mismo.

Ya sabía todo sobre mi “yo anterior“ a la muerte de Alexander y su “reencanación“ en mí, pero aún había muchas cosas que no conocía sobre él. No sabía nada de los Cats en realidad salvo que me tomaban como si yo fuese el propio Príncipe hasta el punto de haberme mostrado a una supuesta futura esposa mía. Era ridículo que quisiesen forzarme a algo así. Yo no era Alexander, yo era Ragun, el sincorazón que había logrado cambiar.

—Y... ¿De qué conoces a los Cats? ¿Por qué sabes que yo ayudé a derrotar a Helix? —volví a interrogar, aunque sin llegar a sonar hostil como las anteriores veces.

Todavía recordaba aquel incidente como si fuese ayer, aunque incluso así no era aquello por lo que sentía más aversión por aquel grupo. Lo que más odiaba era haberlos conocido mejor cuando aquel grupo había acabado secuestrándonos a Nadhia y a mí para sus propios experimentos.

Justo en ese momento Agrabah apareció delante de nuestras narices. En cuanto el misterioso enmascarado contestase (o decidiese permanecer callado) descenderíamos al mundo.

[Soul Artist]

—A saber. Algunas veces creo que lo mejor es que no me conozca a mí mismo.

Pobre Ragun. Recordaba bien su problema de memoria: estaba tan confuso que una vez me confundió con alguien que había conocido en el pasado. Nunca había sabido con certeza si había logrado recuperar esos recuerdos, pero siempre se me quedó clavado en la mente que me equivocara con esa persona... Y no sabía bien por qué.

Negué con la cabeza para mí mismo. Es imposible que te conozca, repetí para mí mismo. Tu único amigo de la infancia era Frosk. Me lo repetía una y otra vez, intentando recobrar el sentido común y no caer en la locura conjunta que irradiaba mi compañero. Pero admito que, a veces, se hacía difícil no confundir la realidad...

—Y... ¿De qué conoces a los Cats? ¿Por qué sabes que yo ayudé a derrotar a Helix?

El mundo que había propuesto Ragun apareció a lo lejos, significando que íbamos alcanzando nuestro objetivo. Me recliné en la silla y continué pensando en cómo mentirle. La verdad, para qué negarlo, era divertido ver cómo se creía cualquier cosa que le dijese sobre los Cats: si en algún momento le revelaba mi auténtica identidad me iba a mofar de aquello. Si lo hacía, claro.

—Soy el enviado de una organización secreta casi extinta, los Vientos del Norte —me inventé, mirándome los guantes de cuero que ocultaban mis deformidades—. Quedamos muy pocos; los Cats nos han eliminado a casi todos. Me manda mi superior para buscar tu ayuda, pues uno de los nuestros se encontraba en la ciudad cuando sucedió aquello. Tienes un gran club de fans, ¿sabes?

Sonreí para mí mismo mientras se me ocurría algo malévolo y cretino. Me llevé la mano a la máscara y me apoyé sobre ella, mientras mi voz se volvía más baja y decía algo lleno de confianza:

—Aunque no tan grande como el de tu amigo...

[Sombra]

—Soy el enviado de una organización secreta casi extinta, los Vientos del Norte.

—¿Organización? —alcé una ceja. ¿Y qué se supone que hacía esa organización?

—Quedamos muy pocos; los Cats nos han eliminado a casi todos. Me manda mi superior para buscar tu ayuda, pues uno de los nuestros se encontraba en la ciudad cuando sucedió aquello. Tienes un gran club de fans, ¿sabes?

—Como si me importase la fama... —murmuré.

—Aunque no tan grande como el de tu amigo... —añadió al final casi como si con eso intentase sacarme de mis casillas, aunque por desgracia no lo consiguió.

—¿Y por qué no acudisteis a él entonces? Seguramente fuese más útil que yo en este asunto —admití al cabo de unos segundos—. No he sabido nada de él en los últimos años. ¿Sabéis algo?

Tras coger una larga túnica negra y un turbante con los que envolví mi rostro y todo mi cuerpo (sobre todo pretendía esconder mi brazo). Me subí frente a la plataforma de teletransporte y esperé a que Cool Wind hiciese lo mismo. ¿En serio quería confiar él en mí? Parecía que el misterioso miembro de Los Vientos del Norte desconocía que lo quisiese o no yo había sido un miembro de aquella organización. Por mi cabeza apareció el rostro blanquecino de Whitecat antes de hacernos aquella propuesta a Nadhia y a mí.

Nos había ofrecido ser parte de ellos.

Cuando hubo contestado el teletransporte se inició dejándonos a las afueras de la ciudad de Agrabah, donde había un diminuto oasis pegado a las murallas. Aquel diminuto paraiso verde era extraño a mis ojos dado que se constrastaba con los tonos amarillentos de las dunas de arena que se podían apreciar en la distancia. Varias caravanas mercantes arrastradas por dromedarios (o camellos dado que no sabía diferenciarlos) se aproximaban hacia las murallas desde el horizonte, seguramente iban a entrar en la ciudad para vender especias, hierbas y cosas similares. Tendría que leer algo sobre el mundo la próxima vez.

—¿Vamos a un bar o algo así? Tú invitas —era lo mínimo que podía hacer si de verdad él quería que le ayudase—. Por cierto, ¿no vas a quitarte esa máscara? Llamarás la atención de los habitantes del mundo.

[Soul Artist]

—¿Vamos a un bar o algo así? Tú invitas.

Fulminé con la mirada al interesado de mi compañero. Habíamos llegado ya al mundo que él había elegido, una ciudad en pleno desierto y sin el menor indicio de tecnología ni conocimientos de otros mundos. Miré los edificios de mi alrededor, ignorando a la gente: me parecía complicado encontrar por allí un bar. ¿No era tan simple como elegir, no sé, Nubecucolandia?

Sonreí por debajo de la máscara acordándome de aquel mundo. Una vez me alejé tanto de los límites del Reino de la Luz que acabé allí; todas las personas eran amarillas e incapaces de articular bien sus brazos y piernas. Fue una visita graciosa que algún día tendría que repetir.

—Tú conoces este sitio, tú eliges adónde ir —me resigné finalmente, dispuesto a seguirle adonde se ubicara su establecimiento favorito.

—Por cierto, ¿no vas a quitarte esa máscara? Llamarás la atención de los habitantes del mundo.

—Los Cats tienen ojos en todas partes. —contesté a Ragun, tocándome la máscara con un dedo para señalarle que protegía algo más que mi rostro—. Si me la retirase sabrían mi identidad. No puedo comprometerme a que me atrapen, ¿entiendes?

Ivan Kit: de cómo pasar a un capullo integral a superhéroe con identidad secreta, pateador de gatos espaciales. Ese era yo, al parecer. Era divertido hacerme pasar por alguien que no era, para qué mentirnos.

—Antes mencionabas a tu amigo, el tal... ¿Ignacio Kit? —negué con la cabeza mientras esperaba que me corrigiese, sin darle importancia—. Como sea. Se encuentra bastante ilocalizable desde que abandonó Tierra de Partida. Ha sido un pez difícil de cazar, aunque hemos establecido contacto alguna que otra vez...

[Sombra]

—Los Cats tienen ojos en todas partes. —fue así como evitó quitarse la máscara. Bueno, era cierto todo eso, habían descubierto con relativa facilidad datos personales de Nadhia y míos—. Si me la retirase sabrían mi identidad. No puedo comprometerme a que me atrapen, ¿entiendes?

Asentí con la cabeza. En aquello último tenía razón y que su voz sonase tan extraña suponía que era también parte de su „camuflaje“, aunque sinceramente incluso si el que le reconociesen fuese complicado con la máscara... ¿No era inútil esconderse si resultaba ser tan llamativo? Había turbantes y cosas suficientes para cubrirse la cara.

—Antes mencionabas a tu amigo, el tal... ¿Ignacio Kit?

—Ivan Kit —corregí.

—Como sea. Se encuentra bastante ilocalizable desde que abandonó Tierra de Partida. Ha sido un pez difícil de cazar, aunque hemos establecido contacto alguna que otra vez...

—¡Quieto parado! —exclamé agarrando los hombros del misterioso hombre—. ¿Abandonó Tierra de Partida? ¿Por qué? —solté a Cool Wind al darme cuenta de que probablemente había sonado bastante intimidante—. Lo siento, no sabía nada de eso. Lo quiera o no era alguien importante para mí.

Dejé atrás al enmascarado caminando hacia la entrada de la ciudad.

Los edificios no eran muy altos, la mayoría no alcanzaban las tres plantas y algunos de ellos tenían peculiares cúpulas que tenían una forma que me recordaba a la de un monstruo Limo. Un detalle a tener en cuenta y bastante llamativo era el colosal palacio con una amplia torre coronada por una de aquellas cúpulas islamitas bañana en oro, sin embargo también me fijé en un detalle más. Aquel palacio parecía haber tenido una torre más, de hecho donde debería estar la otra solo podía ver un montón de vigas y andamios de madera donde unos pequeños puntos (imaginé que obreros) trabajaban incansablemente.

El palacio no parecía nuevo precisamente por lo que seguramente una de las torres se había desmoronado o algo así y la estaban reconstruyendo. Por desgracia, no encontré ningún tipo de bar o similar, en su lugar lo que tuve de frente fue una tetería donde había varias mesas y personas sentadas a su alrededor mientras se veía a tres mujeres con prendas tan livianas como colorinas danzando sensualmente. ¿Hacía falta que mencionase que todos los que estaban bebiendo té en aquel lugar eran varones de unos cuarenta años con miradas que parecían desnudar a aquellas pobre chicas?

—Parece un buen lugar para hablar de eso que querías —comenté señalando al establecimiento—. ¿Te sirve este sitio?

Ahora que lo recordaba... ¿No había dicho Nadhia que el hermano de Alexander (y por tanto indirectamente mío) vivía en Agrabah también?

[Soul Artist]

—¡Quieto parado! ¿Abandonó Tierra de Partida? ¿Por qué?

Mis ojos brillaron cuando me tomó de los hombros y me interrogó de aquella forma. Ragun no me había buscado en aquellos dos años: no movió un dedo por mí, no investigó a fondo mi desaparición. Pensé que sencillamente no le importaba, que nunca fui tan especial para él. Y me alegraba ver que me equivocaba.

—Lo siento, no sabía nada de eso. Lo quiera o no era alguien importante para mí.

Se adelantó a mí para marcar el camino y el ritmo, mientras algo me recorría todo el cuerpo y me ponía un poco bobalicón. Era alguien importante para él... Me oculté la cara incluso con la máscara puesta. Estaba completamente sonrojado. Dios santo, no esperaba oír aquello.

Avanzamos hasta que señaló a un establecimiento de té donde varias mujeres ofrecían un espectáculo de baile. Con el calor que hacía, poco me importaban las féminas: quería, maldita sea, beber algo fresco como podía ser un té con hielo. Aunque no parecía que en aquel mundo produjesen aquellas hierbas tan agradables.

—Parece un buen lugar para hablar de eso que querías. ¿Te sirve este sitio?

—Es perfecto —afirmé, acercándome y sentándome en un asiento frente a Ragun. No me hizo falta escuchar qué había disponible; en cuanto una de las mujeres quiso servirnos, levanté dos dedos para indicarle:— Dos Earl Grays, por favor.

Observé mi mirada a las pobladas calles mientras la mujer se alejaba. La gente caminaba de un lado al otro, comerciaba con frutos y carne, establecían su comercio y su vida allí. Aquel mundo debía ser muy interesante en muchos aspectos... Pero no me interesaba ninguno de ellos. No en aquel momento.

—Tu amigo, Cuit... —esperé a que Ragun me corrigiese—. Lo que sea. Sí, se fue de Tierra de Partida, de aquello hace dos años. Ronin lo busca desde entonces con bastante ahínco. Dice que...

Me incliné en dirección a Ragun y me aseguré de que nadie nos escuchara. Incluso con toda aquella coña, lo cierto era que tenía miedo de ser espiado por algún miembro de la Orden: Ronin ya me había encontrado con los sucesos en la nave de la Federación. En cualquier momento podía presentarse y capturarme.

—Tiene un arma —le susurré—. Una que Ronin le mandó buscar. Dice que puede cambiar toda la guerra.

[Sombra]

—Es perfecto —asintió pasando al interior de la tienda de té. Tomé asiento en una de las mesas disponibles y él hizo lo mismo colocandose justo en frente. Sentarse era la manera de decirlo ya que realmente estábamos sobre acolchados cojines. Al cabo de unos instantes una mujer vestida de una forma similar a las bailarinas se acercó para tomar nuestro pedido. Yo no tenía mucho conocimiento sobre té por lo que agradecí que Cool Wind tomase la iniciativa:— Dos Earl Grays, por favor.

En realidad me daba igual si me iba a gustar o no aquella bebida dado que el verdadero objetivo de estar ahí era el de charlar sobre los Cats y sus próximos movimientos. ¿En ese caso no habría sido más seguro hablar en mi nave? La verdad es que ni me lo había parado a pensar hasta que la camarera se alejó para traernos las bebidas.

Cool Wind observaba la calle distraído. No dije nada en aquel momento, aunque sí me retiré el turbante y bajé la parte de la túnica que cubría mi boca. Estaba sudado, sin embargo aquellas prendas de alguna manera hacía mucho más soportable el estar en aquel mundo.

—Tu amigo, Cuit...

—Kit, Ivan Kit —volví a corregirle en cuanto el hombre empezó a hablar de nuevo.

—Lo que sea. Sí, se fue de Tierra de Partida, de aquello hace dos años. Ronin lo busca desde entonces con bastante ahínco. Dice que...

El enmascarado se acercó un poco a mí e interesado lo imité dejando que mi cuerpo se echase un poco hacia delante esperando escuchar lo que pretendía decir.

—Tiene un arma —susurró. Contemplé extrañado al individuo. ¿Con arma decía su llave espada? ¿Una pistola? ¿Un bastón? No veía muy bien como aquello podría llegar a tener alguna clase de influencia sobre una decisión como abandonar a La Orden—. Una que Ronin le mandó buscar. Dice que puede cambiar toda la guerra.

—¿Toda la guerra? —miré con sorpresa a Cool Wind ante su declaración—. ¿De que clase de arma estamos hablando? Algo como... ¿Una poderosa invocación?

Por supuesto, recordaba que Lyn había comentado algo así en El Inframundo. Tierra de Partida había tratado de convertir a Gárland en una Invocación para utilizarla en nuestra contra, aquello había ocurrido hacía relativamente poco. ¿Podrían haber tratado de crear una invocación poderosa como sustituto de “aquella arma“?

[Soul Artist]

Ragun obtuvo toda mi atención cuando mencioné el potencial de las Perlas. Finalmente podía tratar el asunto por el que quería reunirme con él: qué hacer a partir de aquel punto. Y es que, francamente, necesitaba la opinión de mi buen amigo de la forma más urgente posible.

Nada había vuelto a ser lo mismo desde aquel día en Atlántica. La obtención de las Perlas me había marcado por siempre, tanto física como psicológicamente. Úrsula, Ronin, Ryota... Todos querían lo mismo. Y mi primer instinto fue huir, escapar de todo aquello el máximo tiempo posible hasta que se olvidaran de mí, de las armas, de todo.

Pero el tiempo se me agotaba.

—Desconoce los límites de esa arma, ni cómo se usa —me encogí de hombros. Y era cierto; no sabía qué era capaz de hacer—. Tanto Ronin y Ryota lo buscan, además de otras facciones... Menores. Y la verdad es que está muy perdido.

Apoyé mi codo sobre el asiento y observé las bailarinas. Me había parecido ver a alguien que me observara, pero... No encontraba a nadie. Agité ligeramente la cabeza y volví a centrarme en Ragun, continuando con la explicación de las Perlas.

—Hace poco Tierra de Partida descubrió su ubicación, y no sabe qué hacer. Nunca ha sido partidario de Bastión Hueco, lo asegura mucho, pero sabe que van a ir a por él en cualquier momento. Y si me preguntas... El niño es imbécil. Tiene dos de esas cosas, que no sabe si van juntas o qué. Y no sabe qué hacer.