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Cruzó la puerta amarilla esperando encontrar alguna sorpresa horripilante o divertida, pero Nicoxa se llevó una decepción. Lo único que había era una lámpara y un ser muy mono disfrazado limpiándola. No parecía que fuera a hacer algún truco de magia o a regalarles más caramelos.

Aquel lindo bichín se detuvo un instante y los miró. Nicoxa contuvo el aliento; ¿estaba equivocada y les iba a mostrar algún tipo de hechizo misterioso?

—Bú.

...

Pues no. El vampirillo volvió a dirigir su atención a la lámpara para seguir sacándole brillo... Ella se giró y comprobó que sólo habían entrado una chica y otro chico por la puerta amarilla, nadie más. Bueno, si no contaba a la cesta de calabaza flotante que vio en el recibidor de la mansión, que también estaba por ahí. ¡Con todos los que eran antes y sólo se encontraban ahí cuatro gatos!

—Me esperaba otra cosa, la verdad.

Cada vez se sentía más timada, así que decidió abandonar la habitación.



Al final llegó a un pequeño pasillo mal iluminado. Había muchos cuadros de aquel hombre disfrazado de vampiro que les invitó a la mansión. Nico estaba aún un poco cabreada con Ronin por la cutrez que había en la sala que ella había escogido. Pero conforme iban llegando mas y mas aprendices que escogieron las otras puertas pudo ver en sus caras o bien sonrisas y expresiones alegres o bien semblantes cabreados que casi parecían expulsar humo por sus cabezas.

Colibritany parecía ser de las primeras, que se acercó corriendo hacia ella mientras la agarró por los hombros.

—¡Golfa, estás viva! —acto seguido comenzó a menear a Nicoxa, que se mareó un poco—. Ahora debemos elegir entre otras tres...

—Yo también me alegro de vert... espera, ¿tres?

Nico no había reparado en las puertas ya que concentró su atención en los cuadros en cuanto llegó al pasillo. Ahora las miró mas de cerca: no tenían colores que las diferenciaran, pero si unos carteles en los que se podía leer "Fantasma, Zombi, Calabaza".

—Supongo que continuamos con el plan de ir separadas, ¿no? Elige bien.

—De acuerdo, ten cuidado querida... —tras leer lo que ponía en las puertas estaba un poco más preocupada que antes. Divisó a Coli introduciéndose por la puerta Zombi. Y ahora le tocaba elegir puerta a ella.

Las calabazas y los zombis eran las únicas cosas que poseían una forma física y eran palpables. Ambos podían provocar un daño real —Nicoxa se imaginó una calabaza gigante carnívora y se llevó las manos a la boca para soltar un gritito de miedo— en cambio, los fantasmas como mucho podían dar sustos, y Nico ya estaba escarmentada en ese sentido, así que decidió cruzar aquella puerta.

Tras la puerta amarilla... no había nada. Era la habitación mas sosa que había visto, no había muebles ni decoración, sólo un Moguri disfrazado limpiando. Pensó que quizá se tratara de una trampa, pero después de un rato tampoco pasó nada interesante. Simplemente había otra puerta al final por la que cruzar para salir de allí que llevaba a un pasillo que conducía a otra habitación donde se reunieron las demás personas que habían cruzado las otras puertas.

- Me esperaba otra cosa, la verdad - dijo la chica disfrazada de algo parecido a un gusano.

- Buah, vaya decepción - se quejó en voz alta - . ¿Dónde están los sustos?

En la siguiente habitación había que hacer otra elección entre otras tres puertas. Esta vez estaban decoradas con un fantasma, un zombie y una calabaza. Sin pensarlo dos veces, eligió la calabaza porque era la única que no hacía alusión a la muerte.

- Espero que esta vez haya algo.

La puerta verde resultó ser todo un acierto. En cuanto pasé, pude ver todo un manjar de caramelos y golosinas. Incluso había un caldero con caramelos. Vi como mordían la mano a un chico, así que fui cautelosa: cogí sólo uno.

Después me acerqué a la mesa. En mi vida había visto un festín similar, sólo digno de ricos. Si los niños de Port Royal pudieran probarlos...

Los demás comenzaron a zampar, así que yo hice lo mismo, aunque sí con cierta moderación: no parecían alimentos muy sanos, y no quería acabar con dolor de estómago. Aunque todo sea dicho, estaban deliciosos. Incluso me guardé algunos en el bolsillo. Quién sabía, tal vez los pudiera usar en las pruebas venideras.

Así, crucé la puerta con dos caramelos en la cesta y acabándome un batido algo sangriento. Observé al resto de los aprendices: los que salían de la puerta roja parecían enfurecidos; los de la amarilla, confusos. Deseé que la suerte que había tenido en la primera puerta siguiera conmigo durante toda la noche.

Porque habían frente a nosotros tres puertas más: Calabaza, Zombie y Fantasma. Nos encontrábamos en una sala llena de (me atraganté con la bebida) cuadros del Maestro Ronin, posando de una manera u otra. Incluso había una (ataque de tos) en bañador.

Ignoré las fotos de mi superior y me concentré en las diversas puertas. Calabaza parecía algo inofensivo, por tanto, no me fiaba; y, si tenía que elegir entre un zombie y un fantasma... prefería que hubiera un cuerpo al que golpear. Así, me dirigí a la puerta zombie, algo dubitativa sobre lo que me depararía el futuro.

Seguí azuzando mi calabaza a todos los aprendices que me encontraba imitando el sonido del viento o chillando como un niño al que le han dado un susto de muerte. Incluso intenté meter mi cabeza en la cesta para ver si lograba hacer que brillase, pero me di cuenta a tiempo de que era invisible y no habría ninguna diferencia.

Con ese pensamiento en la cabeza, me lance hacia la puerta "Fantasma", que parecía estar llamándome a gritos. ¡No era posible que eligiese otra! Simplemente, no podía.

River había acertado al seleccionar la puerta verde. Era la mejor entre las tres misteriosas puertas entre las que los aprendices habían tenido que elegir: al entrar en la habitación a la que conducía, se encontró un gran festín de todo tipo de dulces y golosinas.

También había un caldero con caramelos negros. Todos los que fueron avaros recibieron un mordisco, así que la bruja sólo cogió uno.

Después, se zambulló en el dulce mundo de las chuches: regalices, nubes, chupachups, piruletas, caramelos, chicles... River los probó todos y cada uno de ellos, colocándose junto a una chica de pelo azul y una muchacha muy bella disfrazada de enfermera.

— ¡He comido tanto que podría reventar! ¡Espero que no hayan más caramelos o vomitaré!

Tras la comilona, River salió con su grupo de aquella paradisiaca sala. Atravesó un pasillo bastante oscuro, largo y estrecho. Pero eso no era lo más inquietante: había varios cuadros con fotos de Ronin, todos con distintas poses y hasta una con bañador, que hacía que todos se apresuraran por atravesar el corredor (al menos, la adolescente lo hizo así).

Cuando llegó al final, se encontró de nuevo con tres posibles vías: una puerta donde ponía Zombie, otra donde se leía Fantasma, y una última con la palabra Calabaza. Era el momento de elegir.

El grupo de la puerta verde se había desperdigado por distintas pruebas, así que no seguirían juntos. River reflexionó: la palabra Zombie le recordaba a Charlie, el simpático aunque torpe muerto viviente que había conocido poco antes de recibir la llave-espada. Todos en Ciudad de Halloween relacionaban Fantasma con Oogie Boogie, el chiflado saco de bichos que a todos aterraba. Y por último, Calabaza: sin duda, Ona, su hermana menor, era su Calabacita. Así pues, ¿cuál escoger?

Tras titubear un largo rato, al final dejó de lado todos esos pensamientos y escogió una al azar: Zombie. Así, River se apresuró por cruzarla, silbando una animada canción escrita por los mismos lugareños de aquel mundo.

Puerta fantasma

7 aprendices la cruzaron.

Lo que se encontraron en ella parecía el típico cuarto de una niña rica de la época victoriana. De ambiente tétrico, por supuesto, todo muy oscuro e iluminado por velas. Destacaba una gran cama en mitad de la sala, rodeada por candelabros, peluches, almohadones gigantes, espejos e incluso una gran jaula en un rincón. Como las que se utilizan para pájaros en casa, aunque ésta estaba vacía.

Entonces, apareció surgiendo del techo con gracilidad.

—¡Ya era hora!

Shinju, la adorable fantasma.

¿La conocían? Lo más probable era que sí, la fama de aquella niña gótica y sus macabros juegos era conocida de sobras. Y aquella vez, su mote como "la adorable fantasma" era más literal que nunca. Flotaba en el aire, y su cuerpo se había vuelto trasparente. Como si fuera una fantasma de verdad...

—¡Oye, aquí la fantasma soy yo, plagiador! —chilló al percatarse de la presencia de Fyk.

Shinju intentó darle una patada al alienígena azul, pero su pierna atravesó el cuerpo del pequeño como si nada.

—¡Ups, no me acordaba! —comentó como si nada, entre risitas—. ¿Qué tenía que hacer ahora...?

»¡Ah, sí! Ronin quiere que juegue un poco con vosotros antes de que os vayáis. Si ganáis, os tengo que dar un estúpido caramelo. Si perdéis, os coméis los mocos y os quitaré uno.

Chasqueó los dedos, e igual que había hecho ella una nueva figura fantasmal descendió del techo. Se trataba de Lolo, el inseparable loro blanco de la niña. Igual de fantasma que ella ahora mismo.

—¿Preparados? ¡Pues a ver si podéis encontrarme! Pero aseguraros de que sea yo...

Ambos, Shinju y Lolo, explotaron en pequeñas nubes de humo blanco. Segundos después, tres objetos de la habitación brillaron levemente: la enorme cama, el espejo más grande que estaba encima de un tocador, y un enorme peluche con forma de oso blanco que estaba en una esquina del cuarto.

—¿Dónde estoy?




Puerta zombie

8 aprendices la cruzaron.

Allí dentro, el ambiente estaba lleno de densa niebla. Era difícil avanzar en aquella habitación. Cuando los aprendices consiguieron llegar hasta el centro, por fin pudieron ver lo que les rodeaba.

Tumbas. Muchas tumbas. Estaban en un cementerio.

Entonces, una figura surgió, oculta por la niebla. Se movía a base de movimientos toscos, casi parecía que le costaba mantener el equilibrio. Tras unos instantes, salió a la vista de todos.

Alexis, la zombie.

—Invitados...

Aprendiza de Bastión Hueco, su afición a los videojuegos y su poder por la gravedad era digno de mención. Pero aquella vez, estaba diferente. Su mirada estaba más perdida que de costumbre, y su piel estaba blanca como la tiza. Parecía que le costaba moverse, dando tumbos de aquí para allá. En su mano derecha, portaba su inseparable paraguas.

—Invitados... Comida... Cerebros...

Levantó la cabeza, clavando su mirada en cada aprendiz, uno por uno. Entonces, se relamió los labios.

—HAMBRE.

Uno por uno, todos los aprendices de la habitación fueron empalados por el paraguas maldito. Aquella noche, la zombie de la mansión tuvo su banquete.



Puerta calabaza

8 aprendices la cruzaron.

Dentro, había una nuevo banquete. Con la temática de la calabaza, por supuesto. Miraran por donde miraran, todos los objetos de la habitación estaban decorados de calabaza. ¡Incluso había lo que parecía ser un pequeño huerto de calabazas!

Aunque sin duda, lo más raro estaba por llegar.

—Por fin habéis llegado.

Con elegancia, lo que parecía ser una calabaza avanzó hacia los aprendices. Pero cuando estuvo cerca de ellos, pudieron ver perfectamente de qué se trataba: una mujer disfrazada de calabaza gigante... Demasiado bien, a decir verdad. Parecía una auténtica calabaza gigante de la que salía una cabeza, unos brazos y unas finas y elegantes piernas. ¿Su nombre?

Diana, la mujer calabaza.

—Me aburría taaanto yo sola —comentó, juguetona, rozando la barbilla de Malik con un dedo—. Venís a acompañarme un poco, ¿verdad?

»Oh, no os preocupéis. Podréis iros pronto. Pero primero, tenéis que comer. La alimentación es importante, ¿sabéis?

Le guiñó un ojo a Hiro, y se giró para mostrarles una larga mesa llena de apetitosos pastelitos listos para ser llevados a la boca. Todos tenían una pinta deliciosa, y si se acercaban verían que había de dos tipos: de calabaza, y de chocolate.

—¡Comed, comed! Pero sólo uno por cabeza, no hay que ser glotones...

Y esperó, con una misteriosa sonrisa en los labios, a que eligieran.

Al pasar la puerta una adorable fantasma nos estaba esperando, al parecer no era la puerta de eliminación, cosa que alegró bastante a la muchacha.

»¡Ah, sí! Ronin quiere que juegue un poco con vosotros antes de que os vayáis. Si ganáis, os tengo que dar un estúpido caramelo. Si perdéis, os coméis los mocos y os quitaré uno.

Vaya, otra buena oportunidad para ganar un caramelo o bueno... también perderlo, pero la pequeña no se iba a dar por vencida.

—¿Preparados? ¡Pues a ver si podéis encontrarme! Pero aseguraros de que sea yo...

Entonces tras un humo blanco, tres objetos se elevaron mágicamente... al parecer tenían que elegir entre ellos para encontrar a Shinju.

—Las señoritas tenemos claro que objeto es importante, pero...—entonces Aru observó atentamente el peluche, mientras lo agarró y se los enseñó a sus otros compañeros de sala—. Elijo el peluche, chicos.

Nada más entrar a la habitación supo que esta vez habían elegido mejor. Miró en derredor empapándose del motivo de calabazas que adornaba el cuarto. Mirase adonde mirase, sólo había calabazas y más calabazas.

—Por fin habéis llegado.

Lo único que no parecía ser una calabaza de verdad era aquella mujer, que avanzó a paso elegante con su bamboleo de hortaliza naranja hacia el grupo. No la conocía, pero sintió escalofríos cuando ella se le acercó más de lo normal.

—Me aburría taaanto yo sola —Había algo en su tono se voz que se le hacía terriblemente sensual y a punto estuvo de tocarle la mano y rodear su cintura con el brazo. Por suerte no lo hizo, sabía que lo pagaría caro después. Sacudió la cabeza, miró de reojo a Fátima y le hizo un gestito para que no saltara sobre la chica calabaza—. Venís a acompañarme un poco, ¿verdad?

»Oh, no os preocupéis. Podréis iros pronto. Pero primero, tenéis que comer. La alimentación es importante, ¿sabéis?

Respiró aliviado cuando ella se alejó, mostrando una mesa larga, en la que les esperaban hileras de pastelitos que se podían comer a gusto y placer, aunque según sus indicaciones sólo uno cada uno. Al acercarse a la mesa, Malik comprobó que los había de dos clases diferentes: chocolate y calabaza.

—¡Comed, comed! Pero sólo uno por cabeza, no hay que ser glotones...

Alargó la mano hacia uno de calabaza, pero se detuvo un segundo. La mujer calabaza sonreía de una forma que no le gustaba demasiado, pero al menos no les habían penalizado por no llevar caramelos. Cogió entonces un pastelito de chocolate, pensando que estaba un poco harto de calabaza, y le pasó otro a Fátima. Fuese lo que fuese que pasaría con aquello, lo sufrirían juntos como habían prometido.

—Buen provecho —Le guiñó un ojo a la muchacha, y se zampó el pastelito.

Sí, parecía que Malik tenía más ojo que ella para escoger. O más suerte, como mínimo. Fátima observó la cantidad de calabazas con las cejas arqueadas, sin saber bien qué pensar.

—Por fin habéis llegado.

Fátima se quedó de piedra al ver a una persona envuelta en un disfraz de calabaza avanzando hacia ellos.

—Me aburría taaanto yo sola. —Fátima se puso tensa cuando vio que la mujer, Diana —la recordaba de haberla visto en una misión— rozó la barbilla de Malik. Y más cuando le pareció que Malik se relajaba demasiado. Pero él le hizo un gesto para que estuviera tranquila y se tragó las ganas de agarrar el dedo de Diana… Por poco—. Venís a acompañarme un poco, ¿verdad?

«Aléjate de Malik», pensó, fulminándola con la mirada.

—Oh, no os preocupéis. Podréis iros pronto. Pero primero, tenéis que comer. La alimentación es importante, ¿sabéis?

Aunque no lo admitiría en voz alta, le alivió escuchar suspirar a Malik cuando Diana se alejó. Luego, cogiéndose de su brazo con un mohín, se dirigió hacia la mesa que les señalaba la muchacha.

—¡Comed, comed! Pero sólo uno por cabeza, no hay que ser glotones...

Había dos tipos de pasteles; uno de calabaza y otro que parecía ser de chocolate. Debía ser otro juego referente a los caramelos… Malik fue a coger uno de calabaza pero en el último momento cambió de opinión y optó por el chocolate, tendiéndole otro a Fátima.

—Buen provecho.—Le guiñó un ojo.

Fátima sonrió tímidamente.

—Igualmente.

No tenía ni idea de si dentro habría un caramelo o no, pero le ponía nerviosa la idea de encontrar algo… desagradable. Por ello fue dando mordisquitos y examinando a cada paso el pastel.

Lo que me pareció una despampanante mujer disfrazada de calabaza nos explicó de forma jugutona las reglas de auqlla puerta. La habitación estaba decorada con perfectos adornos de calabaza y una mesa llena de pastelitos de dulce chocolate y anaranjada calabaza. Teníamos que elegir uno de los dos y rogar por no quivocarnos.

Sin duda era una trampa, no sé si lo supe por lo obvio de la situación; o por la mirada y sonrisilla maquiavélica que se extendía por el rostro de aquella calabaza-mujer, Diana creí que se llamaba.

Podía elegir la de calabaza y acertar dos veces, o el de chocolate y no caer en su juego. A menos que ella ya supiera que íbamos a escoger la última. Por lo menos si perdía un caramelo, tendría el dulce sabor del chocolate en la boca.

Al atravesar la puerta, los aprendices nos encontramos con una habitación sin nada especial. Solamente había un moguri disfrazado de vampiro limpiando una lámpara.

—Bú.

—Bú.

Y con desgana, salí de la decepcionante habitación. Los aprendices que habían atravesado las otras puertas también estaban allí, y otras tres puertas más esperaban impacientes a que pasáramos a través de ellas. Los carteles que estaban colocados en ellas eran lo único que las distinguían. "Zombie", "Calavaza" y "Fantasma".

—Me pregunto cuántas salas tendrá esta mansión... —me pregunté mientras atravesaba la puerta donde ponía "Fantasma".

Aquella habitación era diferente a la anterior. Una cama con varios peluches, almohadones candelabros y espejos. También había una jaula vacía para pájaros, pero no me llamó especialmente la atención.

—¡Ya era hora!

Lo que faltaba.

Me llevé la mano a la cabeza, resignado, cuando Shinju apareció como una verdadera fantasma a través del techo. Llamó plagiador a alguno de nosotros, antes de dar una patada al aire. No me agradaba aquella chica para nada... A ver qué quería.

»¡Ah, sí! Ronin quiere que juegue un poco con vosotros antes de que os vayáis. Si ganáis, os tengo que dar un estúpido caramelo. Si perdéis, os coméis los mocos y os quitaré uno —tras chasquear los dedos hizo aparecer a un loro blanco —¿Preparados? ¡Pues a ver si podéis encontrarme! Pero aseguraros de que sea yo...

Los dos desaparecieron y tres objetos empezaron a brillar. Suspiré resignado, y apunté al espejo.

—¿Estás ahí?

Cuando entró en la habitación fantasma Nicoxa soltó un suspiro de alivio. La decoración era muy bonita pese a estar iluminada solamente por velas y candelabros y, aunque había una extraña jaula para pájaros, no parecía que hubiera ningún peligro.

Una niña fantasmal surgió de repente. Nicoxa no se asustó, no después de haber visto a la calabaza flotante en el recibidor, en la habitación amarilla y... allí otra vez. Parecía que habían vuelto a coincidir.

—¡Ya era hora!

Se preguntaba si los demás conocerían a esa chica, ya que ella al menos no tenía ni idea de quién era.

—¡Oye, aquí la fantasma soy yo, plagiador! —chilló intentando golpear a la extraña cesta flotante sin éxito. Así que era otro fantasma, al menos ahora tenía una explicación "lógica" para eso.

—¡Ups, no me acordaba! —parecía estar haciendo memoria—. ¿Qué tenía que hacer ahora...?

»¡Ah, sí! Ronin quiere que juegue un poco con vosotros antes de que os vayáis. Si ganáis, os tengo que dar un estúpido caramelo. Si perdéis, os coméis los mocos y os quitaré uno.

—¡Oh no! mi caramelindo... —Nicoxa abrazó la cesta que tenía en un gesto protector.

La niña chasqueó los dedos y un pájaro fantasmal —concretamente un loro— apareció a su lado.

—¿Preparados? ¡Pues a ver si podéis encontrarme! Pero aseguraros de que sea yo...

La chica y el loro se desvanecieron, y justo después tres objetos de la sala brillaron durante un instante: una cama, un espejo y un peluche de un oso blanco.

—¿Dónde estoy?

—En la habitación... —murmuró Nicoxa por lo bajo, aunque seguramente esa respuesta no le valdría a la niña y tendría que elegir uno de esos tres objetos.

Así que intentó usar la lógica para averiguar donde podría estar el pájaro y no escoger ese objeto.

«Es un loro, y estos animales se caracterizan por imitar los sonidos de su entorno. Imitar...»

La única cosa en la habitación que servía para imitar era el espejo. Nicoxa lo sabía bien porque ella solía perder el tiempo admirando su belleza en uno siempre que podía. Supuso que el loro estaría escondido ahí y lo descartó.

Quedaban la cama y el peluche. La cama no le decía nada; ¿qué relación podría guardar eso con una niña? Como mucho que los niños deberían acostarse pronto y seguramente ya fuera bastante tarde. No obstante, eso no era algo de lo que se enorgullecieran y seguramente aquella chica no era la excepción.

Sólo quedaba el peluche. Le parecía la solución más lógica, así que fue arrastrándose hasta él y, junto a otra chica que parecía haber decidido lo mismo que ella, lo agarró.

—Yo también elijo el peluche—pronunció guiñándole un ojo a los presentes.

Una calabaza que hablaba... era, cuanto menos, curioso. Sobretodo porque tenía una voz que me resultaba extraordinariamente familiar. Y de hecho, su cabeza era la de nada menos que Diana, esa rubia desagradable. ¿Qué hacía allí, disfrazada como un vegetal? Realmente, esta noche estaba resultando cada vez más increíble.

Al menos, al contrario de lo que ocurría en la sala del decapitado, en esa ocasión nos iban a dejar comer, e incluso nos podían llegar a dar un caramelo (total, yo no tenía ninguno que perder). Observé la deliciosa acumulación de pasteles que había junto a la mesa pasándome la lengua por mis colmillos falsos. Lo peor que podía pasar era que la comida estuviera envenenada, pero tenía la impresión de que no iba a ser así. E incluso si así fuera, valía la pena morir por chocolate.

Cogí rapidamente uno de los pastelitos sin importarme siquiera el estar acertando o no, y lo devoré con voracidad, chupándome los dedos para no desperdiciar ni un solo grano de azúcar.

Esta vez había más gente en la habitación que había elegido, entre ellos la caja andante. Aquella habitación sí estaba decorada, había hasta un huerto de calabazas y un banquete con pasteles. Toda la habitación estaba decorada con motivos de calabaza.

- Por fin habéis llegado.

Una calabaza gigante se acercaba a ellos, pero cuando estuvo lo suficientemente cerca, Kairi vio que no era una calabaza, sino una mujer disfrazada de calabaza, nada más y nada menos que Diana. Su cabeza, brazos y piernas era lo único visible de su cuepo, cuyo torso se ocultaba dentro del enorme traje de calabaza.

- ¿Qué hace aquí...? - murmuró para sí. Evidentemente no le hacía ninguna gracia encontrarse a esa mujer precisamente ese día, en esa fiesta.

- Me aburría taaanto yo sola - dijo mientras acariciaba al chico con gabardina que estaba con ellos - . Venís a acompañarme un poco, ¿verdad?

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Kairi.

Oh, no os preocupéis. Podréis iros pronto. Pero primero, tenéis que comer. La alimentación es importante, ¿sabéis?

Después de guiñarle un ojo a la caja, fue a mostrarles la mesa donde estaban los pasteles, que eran de dos tipos: calabaza y chocolate. A Kairi le encantaba el chocolate, pero sospechaba que podría ser una trampa.

- ¡Comed, comed! Pero sólo uno por cabeza, no hay que ser glotones...

Kairi estaba atraída por el de chocolate, pero pensando que la temática de la habitación era la calabaza con huerto incluído, lo más adecuado sería comer el de calabaza. Y el chocolate tenía tan buena pinta que era más probable que tuviera trampa. Con mucho pesar, cogió uno de calabaza. Al menos lo bueno era que probaría un sabor diferente. Empezó a comérselo sin mirar a los que habían escogido el de chocolate.

La puerta calabaza les llevó a una nueva habitación en el que había dispuesto otro banquete, en el que dominaba la temática calabaza. Bavol se llevó una mano a la barriga, no sabía si podría aguantar a este ritmo de comida durante toda la noche. En esta ocasión se presentó ante ellos una mujer metida en un disfraz de calabaza gigante.

—Oh, no os preocupéis. Podréis iros pronto. Pero primero, tenéis que comer. La alimentación es importante, ¿sabéis? —mostrándoles los pastelitos de la mesa.

—Lo que usted diga, señora, pero ¿no tiene algo más ligerito? Es que ya me he hinchado a comer en la habitación verde...

—¡Comed, comed! Pero sólo uno por cabeza, no hay que ser glotones...

Bavol se encogió de hombros mientras negaba con la cabeza. Al parecer si quería seguir avanzando por la mansión tenía que elegir uno de los dos pastelitos: chocolate o calabaza. El gitano se acercó mucho para ponerse justo en frente de dos pastelitos de cada tipo.

—El pastelito de calabaza tiene todo la pinta de ser una trampa —concluyó mirando la decoración de la habitación—. Sería demasiado evidente, lo mejor será coger el de chocolate.

PERO cuando quiso alargar la mano para agarrar el de chocolate, su mano comenzó a temblar y empezó a girarse lentamente hacia el pastel de calabaza.

—¿Pero... qué es esto? No... —musitó Bavol con su propia voz dándose cuenta de lo que ocurría—. Son mis ganas de dejarme llevar por la tontería. Oh, seguro que es por culpa de esta peluquita. No... debo... resistir... —se agarró con su mano izquierda el brazo derecho, pero estaba ejerciendo una fuerza sobrehumana—. Es... demasiado... fuerte.

Finalmente y rindiéndose a lo que le pedía su cuerpo, Bavol agarró el pastelito de calabaza y se lo comió de unos cuantos mordiscos.