Formar parte de la Orden de los Caballeros de la Llave-Espada había supuesto muchos cambios en la vida de Jeanne. Sólo había que comparar Port Royal, su antiguo hogar, con Tierra de Partida. El primero, donde había vivido durante dieciocho años, era un lugar sombrío y atestado de hambruna, pobreza y delincuencia. Sin embargo, el otro era un lugar sosegado y luminoso, donde siempre se hallaba lugares apacibles (la sombra de un árbol, el lago…) y buena comida. Hasta que entró por primera vez en la cafetería, Jeanne jamás hubiera adivinado que su estómago pudiera llenarse tanto.
Uno de aquellos cambios, y el más notorio a su parecer, eran las clases teóricas. La morena acudía a ellas con entusiasmo y ganas de aprender (incluso utilizaba su cuaderno carmín para tomar apuntes), pero mentiría si dijese que comprendía más de la mitad. Acababa de llegar, se decía. Los demás aprendices tampoco parecen enterarse de la explicación completa, se decía. Era totalmente normal que la chica andara un poco perdida.
Aún así, la frustración iba creciendo progresivamente, por lo que tomó una decisión: en todos los ratos libres posibles, iría a la biblioteca a comenzar a crearse una buena base. Al principio se limitó a las clases, pero no pudo evitar hojear todos los campos a su alcance: Matemáticas, Biología, Gramática, Astronomía… Jeanne jamás había visto en su vida tantos libros en una misma habitación (concretamente, en su antigua casa sólo había tres libros, ya una rareza), y sentía que le llamaban, esperando a ser abiertos para mostrar el mundo que componían sus páginas. Era hasta… poético.
Así, un día, después de tomar una de las satisfactorias y deliciosas cenas del cocinero Higashizawa, la Aprendiza decidió pasarse un rato por aquel refugio para la erudición. Aquella mañana, el Maestro Kazuki (un hombre despistado cuyas explicaciones sólo eran entendidas por él mismo) les había impartido una clase de Magia Teórica orientada a las afinidades, y tras darle vueltas al tema durante toda la tarde, había decidido buscar un libro que lo explicara y, en caso de ser posible, descubrir cuál era su magia afín. Según lo que había entendido, la afinidad de una persona era la representación de su alma. Por tanto, realizar hechizos concordes a tu afinidad suponía más potencia y alcance. Además, una persona podía adquirir una segunda afinidad; por ejemplo, mediante la Llave-Espada.
Tras explorar las inmensidades de la casa de los libros cual cazatesoros, la muchacha halló un grueso libro de tapas desvaídas. La portada era sobria, formada solamente por un título antaño dorado que rezaba La Magia del Corazón y por el título de su autor, quién sólo había puesto sus iniciales: J.D. Para su algarabía, entre sus páginas encontró no sólo datos detallados sobre el tema, sino también cómo sacar a relucir tu elemento:
J.D. escribió:El mago debe encontrar su Descenso al Corazón, la representación de su alma. Para ello, debe olvidar todo lo que hay a su alrededor y viajar hasta el centro de uno mismo, descubrir quién es, de dónde viene y adónde va; abrazar la verdad de su corazón, sin censura, sin falsedades. Debe aceptarse tal y como es, y después, tras internarse en ese conocimiento, ir aún más profundo; descubrir lo que estaba oculto en ti, lo que ni siquiera conocías, debe continuar internándose en su alma hasta sentir que esta ya no conoce la barrera física que compone vuestro cuerpo. Cuando eso ocurra, el mago lo habrá logrado.
Parecía fácil sobre el papel, pero algo le decía que no iba a ser tan sencillo. Tras releerlo, decidió intentarlo. Ella podía, se dio ánimos. De pie en uno de los pasillos de la biblioteca (bastante vacía en esas horas), cerró los ojos. Y la oscuridad la envolvió.
Fuego. Rayo. Hielo. Luz. Oscuridad. Viento. Agua. Tierra. Natura. Ilusión. Luna. Espacio. Tiempo. Nada. 14 elementos, 14 afinidades. Una de ellas, la que llevaba escrita en mi alma. Inspiró con fuerza mientras las palabras de aquel libro resonaban en su memoria.
...Descenso al corazón… ...Descubrir quién soy, mi origen y mi destino…
Yo soy Jeanne Mars, portadora de la Llave-Espada, Aprendizaje de la Maestra Lyn, miembro de la Orden de los Caballeros, del bando de la Luz. La hija del panadero, la chica rara pero simpática, la que hace los repartos del pan. Me gusta la literatura, el pan, despertarme temprano, los árboles, aprender cosas nuevas.
Mis padres son Joseph y Mónica Mars. Nuestro mundo natal es Vergel Radiante, pero huimos a Port Royal. Mi madre...
Se desconcentró levemente; no quería recordar eso, pero de todos modos no desistió:
Mi madre murió cuando yo tenía ocho años. Dejó este mundo al dar a luz al que iba a ser mi hermano pequeño, muriendo éste también.
Mi deseo es combatir contra aquellos que destruyeron mi mundo y que resurja de sus cenizas, esta vez para siempre.
Entonces, mientras repasaba toda su existencia: mis amigos, el día que recibí el don (y la responsabilidad) de ser Portadora, el viaje a Castillo de los Sueños…; Jeanne percibió que tenía los ojos cerrados. No físicamente, sino espiritualmente. Notó que habían estado sellados todo este tiempo. Surgió de ella una seguridad que creía inexistente y los abrió con fuerza.
Lo tenía ante sus ojos: su Descenso al Corazón. Sólo pudo pensar que era lo más bello que sus ojos habían visto nunca. Le produjo una sensación realmente agradable, que le recorrió las venas; saliendo del corazón, que la distribuía con su bombeo. No había tiempo, ni espacio. Sólo esa dicha. Cuando llegó a su cénit, cuando fue enteramente consciente de su alma y su corazón, cuando todo en ella fue uno; Jeanne se atrevió a abrir los ojos, esta vez somáticamente.
Al principio nada parecía haber cambiado, pero luego miró su cuerpo y la vio: un aura negra, rodeándola por completo. Aquella bruma le pareció preciosa, perfecta: oscura, refinada, elegante. ¿Qué podía ser aquello? ¿Espacio, Nada, Oscuridad…? Oscuridad. En cuanto surgió de su mente aquella palabra, notó un gran regocijo. Aquel era mi elemento. Oscuridad.
Pero pronto sucumbió ante la palabra. ¿No eran los sincorazón nacidos de la oscuridad? ¿No era el nuestro el bando de la Luz? ¿Era éste su lugar realmente?
Tal y como solía pasarle a la joven en estos casos, recordó uno de los consejos de Cassandra, la anciana y sabia dueña de una taberna portuaria de Port Royal:
No son las habilidades lo que demuestra lo que somos, Jeanne, sino nuestras decisiones.
Aferrada a esas palabras, se calmó. Aquí era donde debía estar. Defendiendo la luz, luchando contra los que tantas cosas le habían arrebatado: los sincorazón. Además, ¿cómo podría marcharse a Bastión Hueco, las cenizas de su origen? ¿No sería eso aceptar la nueva naturaleza de Vergel Radiante? De ninguna manera, no lo haría.
Más tranquila, se sentó a leer más sobre su recién descubierta afinidad. Oscuridad era un componente de la Dualidad Universal junto al elemento Luz, siendo recíprocos entre ellos. Era un elemento muy manipulable, pero a la vez corrompedor. Jeanne intentó concentrarse en memorizar el hechizo básico, “Flama Tenebrosa”, pero la prueba de afinidad la había agotado. Me quité las gafas y me restregué los ojos con los dedos. Mientras se las recolocaba, pensó:
Tal vez debería retornar a mi habitación. Tal vez…