[Port Royal] Bloody Ryota

[Nell]

Al final, Light la había seguido hasta el estanque y había visto cómo echaba la pota, pero poco le importaba. En realidad, en ese momento no había muchas cosas que le importasen más que hacer lo que le viniera en gana.

—¿Ya lo has echado todo? Pues vámonos. No conozco la ciudad así que vas a tener que guiarme

—Me he quedado fresca como una rosa. —Le sacó la lengua, como si tuviera que tenerle envidia por vomitar—. Pues depende de lo que quieras ha…

De nuevo, Light echó a correr, esta vez arrastrando del brazo a Hana con él. La aprendiza ni se había dado cuenta del ruido, ni le habría hecho demasiado caso de hacerlo, así que se dejó llevar simplemente porque le parecía gracioso retomar la huida. Cuando pararon, volvió a soltar varias carcajadas como si estuviesen de regreso la broma anterior.

Light, por otra parte, se alejó de ella hacia una casa, se dio la vuelta y para cuando Hana quiso darse cuenta, ya echaba el chorro.

—¡Eh, mirona! ¡No mires!

—Porque no tengo móvil, que sino tú y tu cosita ibais a ser top en Tuipper —se carcajeó, aunque poco más que eso sabía por su carente conocimiento de la tecnología digital.

Sin embargo, en vez de pensar en técnicas más viejas para cachondearse de Light, se dirigió hacia un muro cercano porque se le acababa de ocurrir una idea genial mientras corrían, al ver la puerta de una casa pintarrajeada con la palabra bruja. Evaluó el mural, sacó un rotulador que solía usar para recalcar algunas cosas de su bloc de notas, y escribió con letras grandes y desfiguradas, puesto era incapaz de hacerlas rectas porque le bailaban al mirarlas:

BH MAMONES

Y ahí se quedaría para la posteridad, esperaba. Ya era hora de que alguien les dijera alguna vez a la cara que su rollo friki oscuro no molaba nada, y a Hana le ponía especialmente iracunda que, además de ir de superiores, trataran a los aprendices de Tierra de Partida como lelos. Vale que ella misma consideraba a la mayoría como tal, ¡pero no le gustaba que la metieran en el mismo saco!

—¡Light! ¡Liiiiight! ¡Ven tú también a poner algo!

¿Contaría eso como interferir en el mundo? ¿Cuántas reglas habían violado ya entre los dos?

[Light]

—Porque no tengo móvil, que sino tú y tu cosita ibais a ser top en Tuipper.

—Muy graciosa… —respondió con ironía, aunque no entendió a qué se refería con ser top. La redes sociales nunca le habían atraído, no había estado muy familiarizado con la tecnología en la casa de su abuela y el móvil que tenía actualmente era de lo más obsoleto y cutre (sin contar que tenía uno más moderno: el mismo que le mangó a Ban, aunque ni siquiera había probado a utilizarlo).

Mientras terminaba de hacer sus necesidades —ya llevaba un buen rato y parecía que no iba a acabar nunca—, vigiló a Hana para comprobar qué estaba maquinando. A la aprendiza se le ocurrió la “genial” idea de hacer pintadas en un muro cercano.

—Dios mio… —entre que había meado en plena puerta y que Hana estaba escribiendo en los muros, empezó a sentirse mal por los vecinos—. Quizás nos estamos pasando un poco, ¿no crees?

Cuando la joven terminó y Light pudo leer el mensaje entero, cambió de idea. Realmente coincidía con Hana: los del bando de Bastión Hueco eran unos idiotas y unos creídos.

—¡Eh! ¡Pues te ha quedado bien! —opinó con una sinceridad rotunda.

—¡Light! ¡Liiiiight! ¡Ven tú también a poner algo!

—¡Espera! ¡Todavía estoy echando el chorro!

Finalmente, terminó de orinar y pudo unirse a su compañera. La verdad es que no se le ocurría nada que poner y le parecía de muy mal gusto ensuciar la fachada de aquella casa.

Cambió de idea súbitamente y decidió permitirse otra travesura cuando se acordó de cierto aprendiz. Escribió el nombre de una persona de Bastión Hueco, alguien con quien rivalizaba bastante. Desde el incidente en Monstruo, él y Ragun no se podían ni ver y casi siempre acababan discutiendo.

RAGUN

«¿Qué insulto pongo ahora?».

—¡¡Eh!! ¡Panda de sinvergüenzas! —Light alzó la cabeza y se quedó petrificado cuando escuchó una voz retumbante que le dio un susto tremendo. Una mujer indignada, que debía rondar los cincuenta años, se había asomado por una ventana situada justo encima de ellos —. ¿¡Qué es eso de ir pintando las casas de los demás!? Esperad que baje y os dé una…

Se retiró de la ventana y siguió soltando algunos improperios bastante malsonantes. Podían suponer que iba a bajar del piso de arriba y salir de su casa para echarles una bronca.

Si quería completar el mensaje, tenía que añadir algo corto. Light, que llevaba la tensión dibujada en el rostro, escribió lo primero que se le vino a la cabeza.

RAGUN UKE

Le devolvió los rotuladores a Hana y salió por patas de aquel lugar. Cuando corría borracho, Light tenía la sensación de que se movía mucho más deprisa; él y todo lo que le rodeaba.

«Alucinante».

—No sé qué significa exactamente, pero una tal Queiri de Islas del Destino empezó a llamarle eso a Ragun cuando él y yo comimos de una fruta llamada paopu —le confesó mientras se tronchaba en plena carrera. No se hacía a la idea de lo que significaba esa palabra ni de lo que implicaba compartir aquella fruta— . Por cierto, ¿sabes que significa seme?

Hana y él se alejaron lo suficiente: ya estaban fuera de peligro. Dudaba mucho que aquella mujer se molestara en patearse toda la ciudad para buscarles. También se encontraban muy lejos de la taberna, así que esperaba no encontrarse a los posibles marineros enfurecidos que habían descubierto su broma.

Y Ronin. Deseó que ignorara los Aqua y siguiera canturreando con sus compañeros en esos momentos. Cuando se lo encontrara en Tierra de Partida a la mañana siguiente, ¿qué demonios le diría? Después de todo, le habían hecho pagar aquellas bebidas…

Light empezó a sentir un malestar en su estómago que jamás había experimentado. Quizás… ¿Se le había hecho un nudo en el estómago por pensar en las consecuencias de su travesura?

No del todo. Se llevó por acto reflejo la mano a la boca y se alejó de Hana para vomitar delante de otra casa. Esperaba que no volvieran a llamarle la atención (a saber cuántos perseguidores tenían ya).

[Nell]

Mientras terminaba las letras de su espectacular muestra de ingenio, Light pareció arrepentirse de sus últimos actos de vandalismo callejero:

—Dios mio… Quizás nos estamos pasando un poco, ¿no crees?

—Cááálmate, esta ciudad es así, no estamos haciendo nada fuera de lo habitual. —En parte era mentira, pero no quería que aflorara la vena de aprendiz justiciero de Light.

Por eso, en cuanto le vio dispuesto, le pasó el rotulador para que él también hiciera su pintada. ¿Quién había sido el genio que inventó el pergamino y les obligó a dejar una fabulosa vida de escribir en las paredes? Con lo bonito que debía ser levantarse por la mañana y ver la creatividad que desbordabas el día anterior. Y puede que aún no tuviera suficiente dinero para comprar la casa de enfrente para contemplar diariamente lo que estaban haciendo Light y ella, pero nada le impedía pasarlo a su cuarto en Tierra de Partida…

Por entonces, Light ya había empezado con un único nombre: Ragun. Ya solo con eso Hana se desternilló con la risa tonta, puesto que le conocía.

—Oye Light, hazle fotoooo —le pidió cuando estuvo más o menos serena de nuevo. Necesitaba la imagen para recrear el mural en su pared.

—¡¡Eh!! ¡Panda de sinvergüenzas!

—¡LA POLI! —exclamó estúpidamente, rebotando del susto.

Tardó en darse cuenta de que no había ningún guardia ni soldado, ni mucho menos sirenas (de las de ruido, no las otras) que les arrinconaran, y en seguir la mirada de Light para ubicar a la vecina molesta.

—¿¡Qué es eso de ir pintando las casas de los demás!? Esperad que baje y os dé una…

—¡A pastar, vieja!

Comenzó a devolverle toda la palabrería malsonante con las memeces que creía divertidas y que se le ocurrían, mientras Light terminaba su trabajito en el muro. Cuando le vio retirarse y le devolvió el rotulador (¿sabría cómo quitar la pintada la señora? Esperaba que no), contempló las grandes letras que había escrito.

Al principio, no reaccionó. Se quedó mirándolo con los ojos entrecerrados, pensando por primera vez que tal vez sí que estaba muy borracha y no leía bien, porque juraría que ponía RAGUN UHA.

—¿Qué coño, Light…?

¿Único y hermoso amante...? Sí, llegó a esa conclusión ella solita.

No le respondió, porque el aprendiz había vuelto a iniciar otra de sus carreras. Y como venía siendo habitual ya, Hana le siguió sin rechistar ni pensarlo. La vieja en sí, como todo lo demás, le importaba un bledo y no se había parado a reflexionar que quizá sí estaba bajando para meterles una zurra... y que lo primero que hallaría sería la meada de Light.

—No sé qué significa exactamente, pero una tal Queiri de Islas del Destino empezó a llamarle eso a Ragun cuando él y yo comimos de una fruta llamada paopu —le explicó durante la maratón— . Por cierto, ¿sabes que significa seme?

—Ni idea, tío… —Ella sí que estaba flipando de que no supiera el significado de lo que había escrito, y no estaba dudando entre explicárselo o no.

Pararon, y fue esta vez Light quien se alejó a vomitar un momento. Sí que había sido duro el jodido Bloody Ryota. Hana silbó con alegría, porque al final no era la única que echaba la papilla. Sin embargo, había algo raro con Light desde hacía rato… no paraba de correr, como si… como si huyera de algo.

—Light —le llamó, situándose a su espalda y hablándole mientras seguía a lo suyo—. Te noto tenso. ¿No estará algo rondándote por la cabeza, verdaaaad…?

Esperó a que terminara y a que él mismo le respondiera. Fuera lo que fuese lo que le dijera a Hana, esta ya había decidido qué hacer a continuación con él, para relajarle de una vez.

—Light —repitió, poniéndole las manos sobre los hombros y mirándolo de frente—. Voy a llevarte de rameras.

Si algo había aprendido Hana en su vida con los piratas, era que nada les contentaba más a estos que «irse de rameras», fuera lo que fuese que significara aquello. Salían una noche de mal humor y volvían frescos y felices. Siempre había tenido curiosidad y estaba dispuesta a descubrir de una vez por todas aquella noche qué diablos significaba.

Y si de paso ayudaba a Light, mejor.

—Conozco un sitio cercano. —Como tal, no lo conocía, pero había escuchado que ese lugar era al que se solía acudir de rameras—. Pero esta vez, vamos andando. Ya verás, te van a dejar como nuevo, aunque no sé si habrá rameros para pedir.

[Light]

Tras vomitar se sintió como nuevo, aunque el nudo en el estómago seguía ahí y sospechaba que iba a volver a vomitar muy pronto. La cabeza además le daba vueltas y le costaba mantener el equilibrio a veces. En ese estado no iba a llegar muy lejos…

Hana se interesó por su estado y le preguntó. No quería estropear el buen rollo que habían tenido hasta aquel momento, así que ocultó la principal preocupación y se excusó con el alcohol.

—Lo que pasa es que creo que he bebido demasiado… —balbuceó, mirando para otro lado.

—Light.

Hana apoyó las manos sobre los hombros del aprendiz y le miró de frente. Light mantuvo el contacto visual con la chica, algo tenso. ¿Qué pensaba decir…? (¿o hacer?).

—Voy a llevarte de rameras.

—Qué.

No se tomó en serio la sugerencia de Hana y empezó a desternillarse. La chica debía estar bromeando, ¿verdad? ¡Ni de coña iba a acostarse con una desconocida!

—Conozco un sitio cercano. Pero esta vez, vamos andando. Ya verás, te van a dejar como nuevo, aunque no sé si habrá rameros para pedir.

—¡Si no encuentras siempre podemos montar un trío! O si los tríos no son de tu agrado, puedes conformarte conmigo —soltó sin pensar, intentando aparentar seriedad. No lo decía en serio obviamente, aunque si ella quería un polvo él no se lo iba a negar: Hana no estaba tan mal después de todo.

Fuera cual fuera la reacción de Hana, Light se hartaría a reír; incluso tras perder el equilibrio y tropezarse, siguió carcajeándose en el suelo. No se explicaba cómo había podido soltarle aquella bomba.

En algún momento se levantó —cayó al suelo un par de veces pero al tercer intento logró mantenerse de pie— y continuó andando con Hana por la ciudad. ¿Seguía la chica dispuesta a buscar rameras para él? En caso afirmativo tendría que ayudarle a llegar hasta allí, porque iba a tropezarse cuatrocientas veces por el camino (y a chocarse con todo tipo de obstáculos). Apenas se tenía en pie.

[Nell]

Objetivo cumplido: Light volvía a estar de buen humor. ¡Otra crisis solucionada por la inigualable Hana!

—¡Si no encuentras siempre podemos montar un trío! O si los tríos no son de tu agrado, puedes conformarte conmigo —se carcajeó Light.

—Shhhh, que necesito pensar —le chistó, poniéndose un dedo en los labios.

¿Qué decían exactamente los marineros sobre las rameras? Que podían encontrarse en clubes nocturnos muy selectos, y Hana conocía uno muy cerquita al que nunca le habían permitido entrar por ser menor de edad. Todavía seguía siendo joven, pero quizá con Light aparentara más.

Por otro lado, se dio cuenta de que iba a ser imposible llegar con Light en su estado actual. Tras vomitar y reírse (esperaba que no empezara a hacer las dos cosas a la vez), se cayó al suelo y le costó varias veces levantarse, para luego encima tropezarse y chocarse a casi cada paso. Eso juraría que pasaba Hana, si es que no había empezado a tener alucinaciones.

—Tíooo, vas to pedooo —se rio de él, sin ser consciente de que caminaba hacia unos cubos en los cuales se cayó y montó un buen follón.

Para cuando salió de él, riéndose y aparentando una dignidad que ni creía tener, se le ocurrió otra de sus brillantes ideas. Volvió a hacer el gesto del silencio, y se adelantó (dejando a Light con sus problemas de caminar) para buscar lo que necesitaba. En su paseo, vio en una esquina a un vagabundo dormido y se acercó a él de puntillas. Entre todas sus mantas, encontró lo que necesitaba, se lo cogió y volvió con Light.

—¡Solucionado! —Y le entregó sonriente el bastón que le había sustraído al desamparado.

Ahora sí que su camino iba a ser más fácil. Ella encabezando la marcha y Light con un pie de más para estabilizarse de una santa vez. Sin embargo...

—¡¡Pero seréis desgraciados!!

En ese momento, lo que Hana creía sigiloso y lo que era sigiloso de verdad distaba mucho de la realidad. Entre eso y el grito, había despertado al hombre, que se acercaba a ellos cojeando y con una cara iracunda.

—Arre, Light, arre —le indicó Hana con la sonrisa bobalicona que llevaba teniendo toda la noche, para nada preocupada por el hombre, puesto que su andar era más rápido que el del pobre cojo.

Aún así, le cogió de la otra mano para acelerar e ir más rápido, pero sin llegar a correr porque ya estaba harta. Y le siguió guiando hacia el club antes mencionado. Ya estaban cerca.

[Light]

—Tíooo, vas to pedooo.

—¡No me digas!

Su situación era bastante lamentable, pero a pesar de eso se seguía riendo (de sí mismo). Mientras su compañera iba a alguna parte, puso todo su esfuerzo en levantarse y se apoyó en un muro cercano para mantenerse de pie.

Hana finalmente acudió, trayendo una especie de vara consigo.

—¡Solucionado!

—¡Una vara! ¡Siiii! ¡Con eso ya no podré caerme! —exclamó, iluso. La verdad es que era un bonito detalle y pocas veces le hacían regalos—. ¡Muchas gracias! —Acto seguido le dio a Hana tal abrazo (algo poco propio en él) que por poco la ahoga. En ese momento, Light volvió a perder el equilibrio y sin querer provocó que tanto él como Hana acabaran en el suelo.

Cuando se disponían a proseguir con su camino, se percató de unos gritos que inmediatamente le alertaron. Otra vez.

—¡¡Pero seréis desgraciados!!

—¿¡A quién estás llamando desgraciados!? ¿¡Eh!? —respondió violento. Ignoraba la razón por la cual les estaba gritando. ¿Es que acaso no merecían salir y divertirse?

—Arre, Light, arre

—Porque no quiero arruinar la noche, que si no… —gruñó.

Hizo caso a la chica y empezó a moverse a paso rápido, con bastón en mano. Tuvieron la fortuna de perder de vista a aquel sujeto malhumorado que no tenía otra cosa que hacer que chillar a desconocidos. ¿Estaría relacionado con el incidente de la taberna que habían provocado?

Los aprendices de Tierra de Partida siguieron avanzando. Al final Hana iba a llevarle a aquel local y todo; incluso parecía que ella tenía más ganas que él. ¿No le daba un poco de vergüenza ir a aquella clase de lugares? Tener que buscar el placer de aquella forma le parecía de desesperados.

—¿Falta mucho? —preguntó Light cada minuto, impaciente. No parecía muy entusiasta con la idea, pero se notaba que claramente se aburría.

Por el camino, Light utilizó el bastón que su fiel compañera le había regalado… aunque no le dio el uso que ella pensó que iba a darle. Como si se tratara de una espada, el chico empezó a propinar tajos al aire y a golpear los obstáculos que encontraba a su paso. Parecía tan feliz…

Justo cuando iban a girar en una esquina, se topó con un hombre bastante alto y sin querer… le golpeó con el bastón en el estómago. La víctima del golpe, que iba claramente borracho porque se tambaleaba y hablaba de manera difusa, se llevó las manos al estómago y clavó una mirada fulminante en el responsable.

—¡Lo siento!

El rostro del barbudo marinero se enrojeció, claramente enfadado. Se dispuso a darle una buena tunda a Light, pero éste esquivó su puñetazo echándose a un lado (no sabía ni cómo lo había evitado en ese estado).

Agarró a Hana si ésta no echaba a correr por sí misma y escaparía de aquel hombre. ¡De nuevo, tenían que volver a salir por patas!

—¡He dicho lo siento! —le recordó a gritos mientras se alejaba de su perseguidor. ¡Pero qué mal genio!

Al menos, aquellas carreras servirían para llegar antes al prostíbulo.

[Nell]

A Light le encantó el bastón.

—¡Una vara! ¡Siiii! ¡Con eso ya no podré caerme! ¡Muchas gracias! —Y acto seguido, le dio un abrazo.

—De nada, Light. Joder, te lo mereces, eres un buen tío —le correspondió Hana, incluso escapándosele una lagrimita de la emoción—. Me alegro que te esté bien. Así tienes tantos brazos como piernas —lo dijo sin pensar, porque por alguna razón se le había metido en la cabeza que el aprendiz tenía tres.

Ya era suerte haber encontrado uno de su tamaño, pero porque calculando el vagabundo y él tenían más o menos la misma estatura. Y hablando del hombre, cuando comenzó a perseguirlos Light se encaró con él por su desconsideración. Estaba por buscarle otro bastón de lo buen amigo que era.

Hana continuó guiando la marcha, dando esquinazo con rapidez al cojo. La verdad es que estaba harta de tanta calle, hacía frío y la gente no tenía sentido del humor.

—¿Falta mucho?

—No sé, ¿cuántas estrellas hay en el cielo?

Porque había un cojón y medio. ¿Tantos mundo existían? ¿Serían todos visitables? Esperaba que no. Uno en el que hubiera hombres que se creían arañas, multimillonarios villanos y gente vestida con malla no molaba. Para nada. Tampoco le hacían gracia las espadas láser. ¿Y por qué puñetas estaba pensando en todo aquello? ¡Malditos ratones!

En vez de hacerse preguntas tan tontas, Light había empezado a empuñar el bastón como si de una (llave) espada se tratase, solo que con un aspecto menos ridículo. Hana se rio de sus movimientos, que eran un cruce entre experto espadachín y borracho de Port Royal, hasta que de un mandoble Light le pegó a otro hombre que venía de una calle perpendicular.

—¡Lo siento!

El marinero borracho lo miró encolerizado y trató de devolverle el golpe, pero Light consiguió esquivarlo. Hana ya alzaba los puños, más que dispuesta a una pelea callejera de dos contra uno, pero Light la agarró de la camiseta y la sacó de allí. Otra vez corriendo.

—¡He dicho lo siento!

—¡Hoy en día ya nadie acepta unas disculpas! —se quejó a su vez Hana.

En cuanto pudo, retomó el liderazgo de la marcha y guió a Light entre varios locales que tenían ya su juerga montada dentro. Pero ella buscaba uno especial… ¿Cómo era…? ¿Las Minnies… despechadas, desvergonzadas, o algo así? Había estado enfrente del club, pero no recordaba nada, salvo…

—¡Aquí! ¡Recuerdo esta fuente! —exclamó, reconociéndola.

Debía de ser la puerta a la que pertenecía el jardín, porque haciendo memoria el establecimiento era discretito, por eso del VIP (o eso pensaba). Entró sin dudarlo, haciendo varias señas a Light para que la siguiera.

Dentro, había muchísimos bancos, pero todos estaban vacíos. Al fondo, alguien había colocado muchas velas alrededor de una estatua, así que se acercó para curiosear y vio que había una mujer completamente de negro arrodillada frente a ella, con los ojos cerrados. Hana, por hacer el tonto, se puso a su lado en la misma posición y juntó también las manos.

—Oye, no me extraña que esto esté tan vacío, este garito es deprimente —le reprochó a la mujer, que no le hizo ningún caso—. Por cierto, señora ramera, ¿le pondría usted de buen humor a mi amigo Light?

Abrió los ojos y le metió semejante bofetón a Hana que ni se lo tuvo que pensar. Se puso en pie y salió pitando de allí, mientras le lanzaba velas y la monja blasfemaba sobre no se qué de la casa del Señor.

—¡Acabáis de perder una clienta! —le gritó, indignada.

¡No iba a recomendárselo a nadie!

[Light]

Por fin, parecía que habían llegado al condenado prostíbulo, aunque viendo la fachada del edificio… jamás pensaría que se trataba de un burdel. Habían pasado por múltiples locales y finalmente se habían detenido delante de una especie de capilla, que contaba con un bonito jardín delantero.

«Qué bonito jardín…», se sentó en una especie de banco de piedra contiguo a la refrescante fuente. Era una delicia estar ahí, sin duda.

—Oyeeeee, ¿estás segura de que este es el lugar? —Aunque iba borracho perdido, no hacía falta ser un genio para darse cuenta que aquello no cuadraba. ¡No podía ser un prostíbulo, ni de coña!—. Es demasiado… bonito…

Hana le hizo señas para que no se quedara allí como un pasmarote y se moviera. Se encogió de hombros y abandonó el jardín para entrar con su compañera en la iglesia, dando tumbos.

Por la estructura del lugar podía dar por hecho que se trataba de una simple iglesia: los bancos y las estatuas de vírgenes lo dejaban muy claro. ¿Acaso las monjas del lugar trabajaban como rameras a tiempo parcial? ¿O es que Hana había decidido pasarse por allí para echar un rezo?

En cuanto vio que Hana se arrodillaba al lado de una monja, supuso lo segundo. El aprendiz se acercó a la misma estatua que su compañera, aunque a diferencia de ella permaneció de pie. Juntó las palmas e hizo como si rezara (no creía en Dios pero nunca venía mal pedirle algo).

«Por favor, que Ronin no me castigue mañana y que mi abuela nunca se entere de esto. ¡Juro que seré bueno a partir de hoy!».

—Oye, no me extraña que esto esté tan vacío, este garito es deprimente —criticó la aprendiza—. Por cierto, señora ramera —Light puso los ojos en blanco—, ¿le pondría usted de buen humor a mi amigo Light?

Lo siguiente que aconteció tras aquella proposición fue tan absurdo que Light pensó que se iba a morir de la risa. La monja le propinó una contundente bofetada a la chica y ésta, que se alejaría de la religiosa sin pensárselo dos veces, aprovechó que tenía varias velas a su alcance para arrojárselas encima.

Light también echó a andar hacia la salida como alma que llevaba el diablo. No se comportó de manera tan violenta como su compañera y se limitó a descuajaringarse como nunca lo había hecho en su vida, con la mano en la tripa.

—¡Dios no existe! —soltó antes de abandonar el lugar definitivamente.

De esta manera huyeron… otra vez. Aquella noche estaba siendo de lo más movidita y se habían metido en muchísimos líos, aunque no podía negar que se lo estaba pasando genial.

—¡Peroooo tía! ¡Cómo se te ocurre meterte en una iglesia y decirle eso a la pobre mujer! Estás mal, ¿ehhh? —agarró uno de sus mofletes y tiró de éste mientras la reprendía con cariño—. Monjas putas, lo último que me faltaba por ver…

»A ver ahora qué hacemos. Todavía queda muchaaaaaa noche…

A partir de ese momento haría trabajar a su loca cabecita, intentando hallar una idea divertida. Si iban a dar problemas en aquella ciudad, lo mejor sería que la abandonaran o se divirtieran en un lugar donde no resultaran un peligro para nadie.

«Ya está».

—¡Hagamos una carrera de gliders! —Aquella fue la ocurrencia que le pareció más sensata de todas. Por aquellas horas apenas pasaba gente por la calle, excepto unos pocos borrachos. ¿Qué más daba que los vieran? Lo olvidarían al día siguiente—. ¡En el aire seremos completamente libres! ¡¡Venga!!

Convocó su Llave Espada y la transformó en el vehículo que le permitiría surcar los cielos. Se montó sobre éste —no sin antes tropezarse por enésima vez— y animó a la aprendiza a que hiciera lo mismo si todavía no había invocado su llave.

—No hay huevos a volver a la taberna en glider —desafió a Hana.

Regresar allí suponía un peligro, aunque le daba realmente igual porque los habitantes de aquel mundo jamás podrían alcanzarlos mientras estuvieran volando en sus vehículos. Y si Ronin les descubría tampoco le importaba mucho porque de todas formas le vería en los entrenamientos a la mañana siguiente, en unas pocas horas.

—Quién llegue primero será nombrado Rey de la Noche, ¿de acuerdo? —improvisó aquella chorrada de título que no valía nada. Lo importante de todo era que uno de ellos sería el vencedor.

En cuanto Hana estuviera preparada, comenzaría la carrera.

[Nell]

Otra huida a todo gas. Alguna agujeta les iba a salir al día siguiente fijo.

—¡Dios no existe! —exclamó Light antes de abandonar el local, a lo que Hana se carcajeó otra vez sin más.

En su cabeza, flotaban algunos recuerdos que no lograba entender. ¿Había sido ella alguna vez religiosa? Le sonaba que sí. ¡Incluso había tenido su propia vestimenta de culto! Una especie de bikini, o algo así. Qué raro. Los dioses suelen ser más retacados. Ese Dios sí que debía de molar.

—A partir de ahora, me hago oficialmente creyente del Bloody Ryota. Porque él lo vale —murmuró para sí misma. ¡Por fin una religión buena! Aunque primero tenía que decidir los dogmas.

—¡Peroooo tía! ¡Cómo se te ocurre meterte en una iglesia y decirle eso a la pobre mujer! Estás mal, ¿ehhh? —Le tiró del moflete—. Monjas putas, lo último que me faltaba por ver…

¿Iglesia? ¿Monjas? ¿Light había bebido de más o qué? Aquello era una ramera y punto, sino solo había que ver lo terca que era la mujer. ¡Seguro que les había visto la cara de pobres, y por eso no había querido saber nada! Pues ella se lo perdía.

—A ver ahora qué hacemos. Todavía queda muchaaaaaa noche…

—Tenemos murales de sobra para anunciar al mundo que ha llegado nuestro verdadero Salvador —le dijo, completamente seria.

Sin embargo, la siguiente idea de Light era (y mira que no fue fácil de superar) muchísimo mejor.

—¡Hagamos una carrera de gliders! ¡En el aire seremos completamente libres! ¡¡Venga!!

—¡¡ME APUNTO!! —gritó, emocionadísima.

Al igual que Light, convocó su Llave espada y la transformó en su glider, el cual tenía forma de tabla voladora (parecido a su monopatín). Lo puso en el suelo primero, se subió a él y luego lo hizo elevarse poco a poco, logrando mantener el equilibrio a duras penas. Trató de no mirar a Light, porque los intentos de este por subirse al suyo la habrían hecho caerse de la risa.

—No hay huevos a volver a la taberna en glider.

—¿¡Que no los hay!? El último paga otra ronda de nuestro Señor Bloody Ryota —se atrevió a proponer, olvidando lo asqueroso que sabía.

—Quién llegue primero será nombrado Rey de la Noche, ¿de acuerdo?

—¡No me vas a quitar la corona! Pero antes, ¡ponte el cinturón! —le advirtió con severidad, completamente convencida de que la seguridad era lo primero.

Alzó la mano y fue haciendo la cuenta atrás. Cuatro… tres… uno… ¡YA!

Los dos salieron volando, vadeando las calles de Port Royal hasta alzar el vuelo e ir por encima de los edificios. Si alguien los hubiera visto, ¿pensarían que eran OVNIs o pájaros? La duda corroía a Hana, y de no haber estado en una competición ¿a muerte? con Light, se habría parado a discutirlo con él.

Por el momento, continuó la carrera. Le costaba muchísimo mantenerse sobre la tabla, y mucho más intentar que esta fuera recta. Enseguida uno de sus pies se desestabilizaba y viraba hacia otro lado, o iba haciendo eses cual borracho. En cierta ocasión, a punto estuvo de chocarse contra el nido de una cigüeña que había en lo alto de un campanario (y se lamentó de no haber cogido un huevo para el desayuno).

Al final, ocurrió lo que suele ocurrir cuando uno coge el coche borracho. En un acelerón al ver que Light le iba ganando, hizo un giro brusco y «derrapó», vamos, que el glider se fue a tomar por culo y Hana cayó, por suerte, en el mar (aunque no se libró del dolor por el golpe).

Y en el mar, todavía novata y encima borracha, se transformó en sirena. Sin darse cuenta, volvió a la superficie y desconvocó la Llave Espada, que ni sabía dónde había caído.

—¡Mierda! ¡Me tocará pagar!

[Light]

—¡No me vas a quitar la corona! Pero antes, ¡ponte el cinturón! —le exigió.

Light asintió y la siguió la corriente. Incluso canturreó una canción que Hana le había evocado con su advertencia. No recordaba dónde había escuchado semejante música pegadiza, y resultaba una pena porque le encantaba.

Ponte el cinturón
Protege tu vida
Tu seguridad
Es muy importante…

La cuenta atrás llegó a cero y ambos competidores iniciaron la carrera. Light, consciente de que no estaba en su mejor estado, rápidamente alzó el vehículo y ganó altura para no atropellar por accidente a nadie.

Su forma de conducir se podía definir como temeraria: movimientos bruscos por doquier. Incluso intentó lucirse delante de la aprendiza con una peligrosa acrobacia que podía haberle costado la vida. ¡Llevaba tanta ventaja gracias a su potente vehículo que no tenía nada que temer! Su cutre monopatín jamás podría superar a su nave ligera.

Mientras sobrevolaba la mayoría de los edificios de la ciudad, quiso buscar alguna referencia que le permitiera dirigirse a la taberna sin pérdida. No obstante, aquello seguía siendo una carrera, por lo que no tenía todo el tiempo del mundo para pararse a buscar estas referencias.

Al final improvisó el trayecto porque estaba más preocupado por la posición de su contrincante y por el campanario con el que chocaría inminentemente. El aprendiz realizó una rápida maniobra para sortearlo, deslizándose hacia la izquierda.

A los pocos segundos parecía que la cosa ya no iba tan bien.

«¿Dónde cojones estoy?», se había perdido y era incapaz de saber hacia dónde tirar. Además había perdido de vista a Hana. ¡Si la condenada aprendiza se sabía el camino iba a perder contra ella!

Al contrario que la chica, él no conocía aquel mundo y no podía recordar el camino que habían tomado para ir a la iglesia desde la taberna. ¡Aquella ciudad era un condenado laberinto!

Para colmo, Light se llevó la mano a la boca: le habían entrado unas arcadas repentinas. Parecía que aquel vuelo no le había sentado muy bien y se estaba empezando a marear: el cielo, los edificios… todo daba vueltas sin cesar y tenía la sensación de que se iba a caer de su vehículo en cualquier momento.

Se agarró fuertemente al mango del glider mientras devolvía sobre la persona que paseaba por debajo de él, otra desgraciada víctima. Se disculpó en voz alta y reanudó la marcha antes de que el viandante alzara la vista.

Ya no podía seguir dando vueltas por aquella ciudad: llegara primero o segundo, lo único que ansiaba ahora era bajarse de aquel vehículo. No se explicaba cómo se había atrevido a montar en glider a pesar de su mal estado. Afortunadamente, en su vehículo podía mantenerse sentado y agarrado. Si condujera en el glider de Hana, por ejemplo, no duraría ni diez segundos en el aire.

Finalmente, decidió planear hasta el baluarte y desde allí se dirigiría a la taberna. Se acordaba más o menos del recorrido que había hecho nada más aterrizar en aquel mundo, por lo que no había ningún problema (excepto que iba a tardar muchísimo en llegar).

[Nell]

Por el cielo no había ni un alma. Ni un Light.

—Con lo pedo que iba, este ha acabado en la Cité —comentó para sí misma, porque quería convencerse de que la carrera no estaba perdida.

Y por lo tanto, no había tiempo que perder. Al transformarse en sirena, la cola había desgarrado los pantalones y se habían hundido con ella, hechos trizas. Volvió a sumergirse para recuperar algunas cosas que llevaba en los bolsillos y nadó hasta la orilla, donde tuvo que escalar las rocas para llegar al nivel del suelo.

Sin embargo, al abrir la mochila, se dio cuenta de que todos los pantalones de repuesto que había llevado se había mojado. Tenía que hacerse con una impermeable cuanto antes, para que no le volviera a pasar. Ahora, en cambio… se encontraba desnuda de cintura para abajo, sin ropa que ponerse salvo que quisiera empapar todo Port Royal.

El baño la había despejado lo suficiente como para pensar con frialdad. Cuando alguien no tenía ropa, ¿qué hacía? Comprarla. ¿Y si las tiendas no estaban abiertas? Pues la robaba.

Se escurrió entre las calles de Port Royal, en busca de lo que necesitaba. Sorprendentemente, lo encontró: tras la ventana de un hogar humilde, había en una cesta una pila de ropa, suponía, sucia.

Cualquier cosa le valía para esconder la concha, así que, vuelta la cabeza a enloquecer (y a no pensar), rompió el cristal de un puñetazo, cogió la cesta y salió por patas, antes de que sonara la alarma (¿tendrían una anti-robos?). Y a una prudente distancia, rebuscó entre las prendas hasta hallar una faja y unos pantalones que le quedaban dos tallas grandes, pero que solucionó poniéndose una pinza por detrás en lo sobrante.

No había nada que hacer con los zapatos. Ni tenía para cambiarlos, ni había allí ningunos, así que andaría descalza lo que quedaba de noche.

El resto de la ropa se la guardó en la mochila. Quizá le haría falta más tarde.

—¡Vuelvo a la carrera!

Convocó de nuevo el glider, se subió de un salto, se cayó por el otro lado y volvió a tomarse su tiempo primero en subir a la tabla. Cuando todo estuvo de nuevo firme, retomó la carrera. No obstante… en esta ocasión, no subió por encima de los edificios. Voló entre las calles, porque la taberna no quedaba muy lejos y hasta ella sabía que se la volvería a pegar.

Así pudo incluso saludar a una niña que se asomaba curiosa por una ventana. ¡Qué juventud más madrugadora!

[Light]

—Me cago en todo.

Regresar al baluarte había sido una tarea de lo más sencilla: era un edificio que llamaba la atención frente al resto. Lo avistó en cuestión de segundos y se propulsó hacia allí.

El problema vino cuando le tocó encontrar la condenada taberna a partir de ese punto. Juraría que se acordaba del camino.

Pues no. Se había vuelto a perder y no hacía otra cosa que dar vueltas en círculos. Parecía que su sentido de la orientación era aún peor cuando estaba bajo los efectos del alcohol. Y lo peor de todo es que empezaba a llamar la atención con su glider, para nada corriente en aquel mundo. La mayoría de la gente que se percataba de su presencia se detenía en seco y se quedaba mirando el artilugio volador como si hubieran visto un fantasma.

Harto, finalmente optó por preguntar a alguien, al igual que hizo cuando buscaba aquella taberna por primera vez. Aterrizó en tierra firme y se aproximó a un mendigo que, por suerte, todavía no estaba durmiendo. Aquella gente se conocía mejor que nadie las calles de Port Royal, por lo que preguntarle suponía una apuesta segura.

El hombre, que se había quedado pálido al presenciar el aterrizaje de Light, intentó pronunciar alguna palabra mientras señalaba el vehículo del Portador. Éste no le dio ninguna importancia a su reacción y fue al grano.

—¡Oye! ¿Sabrías decirme dónde está la Taberna La Sopita?

Le señaló con el dedo cierta calle y le comentó con nerviosismo que fuera todo recto. Tras indicarle el camino le interrogó al aprendiz sobre su vehículo volador, que le debía parecer una maravilla. Desgraciadamente no obtuvo ninguna respuesta porque antes de plantear su pregunta el aprendiz ya había salido escopetado hacia su glider. De todos modos podía alegrarse, ya que el aprendiz le dio una pequeña limosna que le permitiría alimentarse un par de días más.

—¡Ostia! Que me ha visto con el glider. Bueno, qué más da. —Se dio cuenta de su error nada más montar en su llave transformada. En realidad no le daba igual, pero aquello no le iba a causar la más mínima preocupación en ese momento.

Siguió las indicaciones del hombre hasta que, por fin, llegó a la taberna. Le repateó que se encontrara justo delante de cierta estatua, pues había pasado cuarenta veces por allí y no se había dado cuenta hasta ahora. Al menos había llegado antes que Hana, por lo que podía proclamarse ganador.

Consciente de que la habían armado en aquel lugar, no se acercó demasiado a la entrada de la taberna. Esperó a Hana sentado en el suelo, a escasos metros del edificio, al lado de la estatua que supuestamente representaba a un… ¿Pirata? Estaba tan destrozada que apenas era reconocible.

—¡Mira quién viene! —la señaló con el dedo desde la lejanía, tronchándose—. Sabes que te toca pagar algo, ¿verdad? Por cierto, ya veo que te has cambiado de ropa para encontrarte en condiciones con el majestuoso Rey de la Noche.

Andó hacia la chica con la sonrisa dibujada en el rostro, sacando pecho.

—Bueno, como me siento generoso te nombraré Caballera real. Agáchate un momento —alzó la vara que la muchacha le había regalado y dio un par de golpecitos en su cabeza, otorgándole aquel título que aparentemente no valía nada. Carraspeó e inició la investidura—. A partir de este momento te nombro Caballera oficial de mi reino. Tendrás que divertirme y acompañarme durante todas las noches de fiesta que nos quedan. Y me tienes que invitar a una ronda de bebidas la próxima vez, claro está. Espero que cumplas bien tus funciones —anunció, intentando sonar serio por todos los medios; pero no lo conseguía porque en su estado pronunciaba con dificultad las palabras y no podía aguantarse la risa.

En realidad, aquel título sí que tenía su valor y todo. Hana se había convertido en una de sus colegas a partir de ese momento: su compañera de borracheras oficial. Y aquella aventura no era la última, quedaban muchas más.

[Nell]

Maldijo por todo lo alto y sin pudor cuando vio a Light sentado frente a la taberna. Peor aún: viró sin querer y se estampó contra la pared de una casa.

—¡Mira quién viene! Sabes que te toca pagar algo, ¿verdad? Por cierto, ya veo que te has cambiado de ropa para encontrarte en condiciones con el majestuoso Rey de la Noche.

—No pasa nada, Señor, las copas las van a pagar tus buenos súbditos de la taberna, como siempre —dijo sin ningún pudor, mientras se ponía en pie, se sacudía la ropa y desconvocaba el glider—. ¿Tú crees que estará Ronin aún dentro? ¡Todavía no nos hemos vengado! —En realidad, sí lo habían hecho al encasquetarle el pago del Bloody Ryota, pero no se acordaba.

Light tenía otros planes más urgentes. Se acercó a ella, con porte de vencedor, y Hana (asumida la derrota) muy metida en su papel, se inclinó ante su Rey.

—Bueno, como me siento generoso te nombraré Caballera real. Agáchate un momento. —Hana obedeció de inmediato y se puso de rodillas. Incluso aguantó los golpes en la cabeza sin decir ni mu—. A partir de este momento te nombro Caballera oficial de mi reino. Tendrás que divertirme y acompañarme durante todas las noches de fiesta que nos quedan. Y me tienes que invitar a una ronda de bebidas la próxima vez, claro está. Espero que cumplas bien tus funciones.

—Si mi otro Señor, Bloody Ryota, no me lo prohibe y te portas bien con la paga semanal, cumpliré con gusto, ¡oh, Rey de la Noche! ¡Al menos de esta, hasta que te destrone con una revolución! Pero tú shhh, cállatelo, el Rey no puede enterarse. —En su cabeza, Rey y Light eran dos personas diferentes—. ¿Me compras un caballo?

Porque eso eran lo que hacían los caballeros (con «c» minúscula, el de mayúscula era para los miembros de la Orden), ¿no? Tener un rey… y montar a caballo. Pues ella ahora quería uno. Le llamaría Galatea, como su madre.

Acordarse de ella la puso tristísima. Había olvidado que todavía lamentaba y se culpaba por su muerte. Con los repentinos cambios de humor que estaba experimentando, no le costó nada ponerse a lagrimear de pronto por ella.

—MAMÁÁÁÁÁ —berreó sin más, al cielo—. Yo no quería que murieras, buaaaaaah. ¡Lo sieeeentoooo!

Se apoyó en el hombro de Light para forzarle a que le diera un abrazo. Y tan pronto como se puso triste, volvió a revitalizarse. Porque, ¡a la mierda todo! ¡La vida eran dos días y había que disfrutarla!

—¡Ya está bien! ¡Que continúe la fiesta! —Se enderezó y se limpió las lágrimas con la manga—. ¡Vamos, voy a invitarte a ese Bloody Ryota, o al Bloody Ronin si hay! ¡O a los dos!

Ni corta ni perezosa, se dirigió a la taberna completamente olvidada de su huida de allí apenas una hora atrás. Abrió la puerta y entró. Todos los marineros que habían tratado de esquivar durante toda la noche se quedaron en silencio. A uno incluso se le cayó el puro. Hasta que, finalmente, uno reaccionó:

—¡¡Son ellos!

—¡Light, Liiight…! Digo, ¡mi Rey! ¡Mira, somos famosos! —señaló al interior.

—¡¡Los ladrones!! ¡Cogedlos!

Y todos a la vez, se levantaron cabreados de sus asientos y se lanzaron a por ellos.

[Light]

—Si mi otro Señor, Bloody Ryota, no me lo prohibe y te portas bien con la paga semanal, cumpliré con gusto —Light liberó una sonora carcajada: ni de coña iba a soltar paga alguna—, ¡oh, Rey de la Noche! ¡Al menos de esta, hasta que te destrone con una revolución! Pero tú shhh, cállatelo, el Rey no puede enterarse.

—¿Lo has olvidado? Yo soy el…

—¿Me compras un caballo?

—No.

Light no hubiera anticipado de ninguna manera la reacción de su compañera. De repente, se puso a llorar sin más. ¿Cómo demonios había podido ofenderla, si estaban de buen rollo y nada de que lo estaban haciendo (y diciendo) iba en serio?

—¡Eh! ¡Eh! ¡Nada de caras tristes! —No se explicaba la razón por la que se había puesto así. ¿Tanto ansiaba un caballo? ¿O estaría fingiendo? Quién sabe.

—MAMÁÁÁÁÁ —vociferó al cielo en plena llantina—. Yo no quería que murieras, buaaaaaah. ¡Lo sieeeentoooo!

Light no dijo absolutamente nada y se limitó a rodearla con sus brazos y a darla dos palmaditas en la espalda. Escuchar a Hana le recordó a su madre desaparecida, de la que apenas se acordaba. La alegría que había estado visible en su rostro durante aquella noche desapareció de un plumazo: inevitablemente se entristeció.

—¡Ya está bien! ¡Que continúe la fiesta! —Parecía que la chica se había recuperado tras aquel bajón—. ¡Vamos, voy a invitarte a ese Bloody Ryota, o al Bloody Ronin si hay! ¡O a los dos!

Afirmó con un leve movimiento de cabeza e intentó mostrar una sonrisa sincera. La fiesta no podía decaer en aquel momento, todavía quedaba noche por delante.

Ambos se adentraron de nuevo en la taberna La Sopita, el local donde habían compartido sus penas. Light no se mostró nada preocupado al entrar allí porque Hana tenía dinero de sobra para pagar toda la bebida que habían consumido aquella noche. De lo contrario, tampoco se hubiera intranquilizado demasiado porque estaban de fiesta y no cabía amargarse por aquella tontería.

Que pasara lo que tuviera que pasar.

—¡¡Son ellos! —Light miró con atención a aquellos que estaban señalándoles.

—¡Light, Liiight…! Digo, ¡mi Rey! ¡Mira, somos famosos! —indicó Hana con entusiasmo. ¡Más quisieran!

—Ya veo…

—¡¡Los ladrones!! ¡Cogedlos!

—¿Ladrones? ¡Espera! Tenemos el dinero para pagar… —balbuceó confundido, dando por hecho que les llamaban ladrones porque se habían largado sin pagar. Ni por asomo se imaginaba que Hana les había robado.

Múltiples hombres se levantaron de sus asientos y salieron disparados hacia los aprendices. Ni tuvo tiempo para comprobar si Ronin se encontraba todavía allí. Light reaccionó como siempre, poniendo los pies en polvorosa. No estaba dispuesto a intentar dialogar con aquellos toscos hombres.

—¡El enemigo nos ataca, mi súbdita! ¡Retirada! —vociferaba a pleno pulmón, sin dejar de correr. De nuevo, la adrenalina invadía su cuerpo y tenía unas ganas inmensas de alejarse lo máximo posible de aquel establecimiento. ¡Regresar había sido muy mala idea!

Corrieron y corrieron, pasando de nuevo por las zonas de la ciudad que ambos habían visitado anteriormente. Cerca del muro de las pintadas, vislumbraron a una mujer gordinflona con sartén en mano que deseaba hacerles pagar por lo que le habían hecho.

—¡Os voy a dar una paliza que no vais a olvidar en vuestra vida! —alzó la sartén nada más verles y corrió hacia sus posiciones.

Otra persona de la que alejarse. Y ahí no acabó la cosa. El mendigo que apenas podía moverse por sí solo también les gritó y empezó a perseguirlos, a duras penas porque le faltaba su bastón; el mismo bastón que le había mangado la aprendiza.

—¡Granujas! ¡Devolvedme mi vara! —Desgraciadamente para él, Light no la soltó y se centró en correr lo más rápido posible. Además, apenas le escuchó por el bullicio que estaban creando el resto de perseguidores.

Tampoco podía faltar el individuo que había recibido un potente bastonazo por parte de Light. De su boca salieron dos palabrotas muy desagradables e inmediatamente se unió a la persecución de los aprendices.

—¡Que la ira de Dios caiga sobre estos indisciplinados! —por la aguda voz que pudieron oír, supieron de inmediato que era la maldita monja de antes.

—¡Cierra la puta boca! —exclamó Light, presa del pánico.

La divisaron delante de ellos e inevitablemente pasaron al lado de ella: no les quedaba otro camino. Por suerte, la religiosa no intentó agredirles cuando se cruzó con ellos —más bien lo contrario, se achantó— y tampoco mostró deseo de perseguirles, pero alentó a la multitud para que les dieran un buen escarmiento.

—¡¡Están locos!! ¿¡Es que no tienen otras cosas que hacer a estas horas!?

Y finalmente… fueron a parar a un callejón sin salida. Podían haber comprobado desde la lejanía que se encerrarían si tomaban aquel camino; no obstante, iban tan borrachos que su vista les había engañado, por lo que se dieron cuenta demasiado tarde. Un muro infranqueable les impedía continuar avanzando y detrás de ellos… estaba la multitud furiosa.

¿Qué podían hacer ahora? ¿Les daría tiempo a invocar sus armas y a montar en los glider? ¿Iban a revelar el secreto de los Portadores delante de tanta gente? Si pudieran distraerles momentáneamente…

—¡Súbdita! —llamó a Hana—. Pase lo que pase no te muevas y agárrate muy fuerte, ni se te ocurra intentar soltarte —la recomendó, muy serio—. Lo que presencies ahora quizás te perturbe… pero debes confiar en mí.

»¿Confías en mí? —se quedó mirándola, esperando una respuesta.

Light tenía una idea para escapar de allí y funcionaría con toda seguridad. Si la aprendiza creía en él no tendría nada que temer: su compañero parecía muy confiado.

Los hombres, claramente cabreados y borrachos, comenzaron a aproximarse hacia ellos. Algunos sacaron las navajas que llevaban consigo y otros simplemente hicieron crujir sus nudillos. La enfurecida mujer, por su parte, estaba deseando estrenar aquella sartén.

Todos estaban preparados para empezar a repartir leña. Si no hacían algo ya iban a verse inmiscuidos en una batalla que podría acabar muy mal.

[Nell]

Fue poner un pie en la entrada y que les acusaran de ladrones. Una lucecita se encendió entonces en la cabeza de Hana. ¡Cierto, si les había robado todo su dinero! ¿Cómo es que continuaban allí? ¿Estarían bebiendo de gorra para luego hacer un sinpa?

—¿Ladrones? ¡Espera! Tenemos el dinero para pagar…

—Muuuucho dinero —murmuró, soltando una risita idiota.

Ningún comentario podía hacerlos enfurecer más, y ya estaban dispuestos a arrojarse sobre los dos aprendices para recuperar sus monedas y darles un escarmiento, así que se permitió el capricho de la burla.

—¡El enemigo nos ataca, mi súbdita! ¡Retirada!

Tampoco hacía falta que se lo dijera dos veces. Como buena Caballera del ¿Reino de la Noche? (lo cual sonaba muy a vampiro), se colocó a la espalda de su Rey para protegerle en caso de que fuera necesario. Puede que no tuviese un caballo, ¡pero una (Llave) Espada sí que le habían dado! Aunque, por el momento, simplemente correría todo lo que pudiera con las piernas que Bloody Ryota le había dado, y que no sabían dar ni dos pasos rectos.

En su camino, se fueron encontrando con otras personas con las que ya se habían cruzado aquella noche. ¡El mundo era un pañuelo!

—¡Os voy a dar una paliza que no vais a olvidar en vuestra vida!
—¡Granujas! ¡Devolvedme mi vara!
—¡Que la ira de Dios caiga sobre estos indisciplinados!

—¡Cierra la puta boca!

—Nooo, que puta no eeees —se rio Hana. La situación le parecía tan absurda e inverosímil que solo podía tomársela con humor.

La carcajada le hizo perder velocidad y se llevó un buen merecido sartenazo de la señora. El golpe la despejó lo suficiente para volver a echar carrerrilla y poner distancia con sus perseguidores. Aquello comenzaba a ser un verdadero problema, ¿cómo los iban a perder de vista? No se cansaban nunca, y por muy aprendices geniales de la Llave Espada que fueran, estaban muy borrachos y tenían un límite.

Tarde o temprano, uno de los dos frente se cansaría. Y tanto Hana como Light eran conscientes de que no podían marcharse del mundo todavía. Ya habían comprobado qué pasaba si estaban cinco minutos sobre sus gliders.

Finalmente, alcanzaron el límite, o más bien cometieron un error de vista al meterse por un callejón. Hana, que estaba convencida de que Light sabía muy bien lo que hacía, siguió corriendo hacia el muro y por algún extraño motivo trató de saltarlo, estampándose contra él de morros.

La multitud se acercaba y estaban acorralados. Mientras Light pensaba en un plan, Hana se frotó la dolorida nariz a la espera de las órdenes del Rey.

—¡Súbdita! —Justo a tiempo—. Pase lo que pase no te muevas y agárrate muy fuerte, ni se te ocurra intentar soltarte. —Se agarró a sí misma, deseosa de cumplir el mandato, aunque sin entender nada de él—. Lo que presencies ahora quizás te perturbe… pero debes confiar en mí.

»¿Confías en mí?

—Sí. Por supuesto.

Fue una de las cosas más lúcidas que dijo aquella noche. Quizá porque, como se suele decir, solo los niños y los borrachos no mienten. Tuvo que estropear el momento añadiendo:

—Pero si muero, quiero el gorro de ese tío —señaló al marinero en el que se había fijado al principio de la noche, el del sombrero con forma de pato— y que me entierren en el mar. ¡Y un caballo!

De algo había que morirse. Y ser linchada por una masa enfurecida no era una muerte que fuera a sorprender a nadie que conociera los trapicheos de Hana y, sobre todo, lo que había ocurrido desde que habían tenido la estúpida idea de beber algo llamado Bloody Ryota.