Mientras Bavol descansaba después de una pesada noche vigilando a su amiga, escuchó a la joven anunciar algo:
—
Bueno… voy a quitarme el pijama y ponerme la ropa de diario, espero que nadie me mire mientras lo hago.—
Aru, que tampoco soy tonto —replicó Bavol sin molestarse, al fin y al cabo era evidente que era un farol de la muchacha.
Sin embargo, cuando de pronto sintió que una especie de tela le caía encima, así que decidió agarrarla con las manos sin abrir los ojos y se la puso junto a la cara.
—
Qué bien huele esto… —entonces Bavol se dio cuenta de algo—.
Eh, espera, esto huele mucho a ti, Aru.El gitano entreabrió los ojos y a medida que iba adaptando sus ojos a la luz fue comprendiendo que aquello no era una manta, sino que era el camisón que Aru había estado utilizando para dormir. Entonces, el pequeño se dio cuenta de algo: si él tenía en sus manos su ropa, aquello quería decir que Aru estaba…
Bavol se giró rápidamente hacia la Aprendiza para confirmar la sospecha que tenía. El gitano abrió los ojos al comprobar que efectivamente tenía a la joven peliazul semidesnuda, vestida únicamente con su ropa interior. La cara del niño se incendió por completo mientras inconscientemente se iba tapando progresivamente el rostro con el camisón que le había tirado, pero curiosamente sin llegar a ocultarse los ojos.
—
Eh….me...si...te… ¿no? —balbuceó Bavol sin ningún sentido.
—
¿Qué te parece… Maestro? —los ojos de Bavol se abrieron más al percartarse de la expresión de la cara de Aru.
¿Que qué le parecía? ¡Si es que no sabía que decir! No tenía ni idea de qué estaba sintiendo exactamente, de si aquello que estaba viendo era algo bueno o malo, de si estaba permitido o no, de si podía afirmar que le gustaba… Era todo una marabunta de sensaciones extrañas, igual que aquella vez que Aru le insinuó que quería practicar
el baile de los adultos con él.
Ante aquella situación que le parecía tan complicada y sin saber exactamente qué hacer, Bavol acabó teniendo una salida de lo más curiosa:
—
Tienes… ahí —señaló hacia el cuerpo de Aru sin fijarse bien—
un lunar muy, eh, bonito. Sí, está todo, uhm, muy bien. Sí, todo… ¿en su sitio? Creo que yo mejor, uhm, me voy, ¿no? Te espero en los jardines...A continuación, Bavol intentó abandonar la habitación mientras se tapaba la mirada con el camisón de Aru. Después de unos instantes en los que la chavala se quedaría a solas en el cuarto, de pronto se volvería a abrir la puerta y emergería el brazito de un gitano que soltaría de su mano la prenda de ropa que había cogido.
Para evitar más situaciones extrañas Bavol se limitó a quedarse en los jardines de Tierra de Partida donde esperó a que Aru llegase cuando estuviese preparada. Sin volver a mencionar lo ocurrido hace unos momentos, el gitano invocó su Glider y su armadura y emprendió el rumbo hacia el País de las Maravillas.
***Un estrafalario mundo se presentó ante los Aprendices. Bajo los Gliders dejaron curiosos paisajes llenos de vivos colores, figuras con formas de corazón y extraños personajes de todo tipo.
Como buen Aprendiz de la Llave Espada había aprendido a ser discreto, de manera que el gitano decidió aterrizar en el punto más escondido del amplio bosque que había a sus pies antes que hacerlo en otro lugar donde pudiese haber más habitantes de aquel mundo.
Tras atravesar las frondosas copas de los bosques, Bavol observó un salvaje, a la par que extravagante, paisaje lleno de grandes flores de colores con los capullos cerrados y gigantescos nenúfares en los que debido a su gran tamaño se podía subir uno como si se tratase de una plataforma.
Nada más tocar el suelo el gitano desinvocó su Glider y su Armadura y con un gesto de su mano le indicó a Aru que hiciera lo mismo.
—
Bueno, bienvenida a tu primer mundo —le dijo Bavol girándose hacia ella mientras esbozaba una sonrisa—.
¿Qué te parece el País de las Maravillas?El niño escuchó con atención la respuesta que le diese la muchacha. Imaginaba que para ella aquel sería un momento especial, igual que lo fue para él cuando visitó otro mundo por primera vez, aunque en su caso él estuviera inmerso en una peligrosa misión.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que ella era una novata y no había ningún Maestro para protegerla, que dependía totalmente de él. Bavol comenzó a sentirse un tanto nervioso, a lo mejor era demasiada responsabilidad. No obstante, al final llegó a la conclusión de que lo mejor sería hacerle un par de advertencias.
—
Vamos a ver, Aru… Esto es un mundo desconocido, ni tú ni yo hemos estado aquí antes, así que no sabemos cómo van las cosas por aquí, ¿me entiendes? —Bavol esperó a que la chica asintiese antes de continuar hablando—.
No podemos liarla demasiado porque nos podemos meter en un buen problema. Esto no es una misión de ningún Maestro, así que podemos divertirnos, pero con cuidadito, ¿vale? Tú sólo pégate a mí, yo te protegeré —concluyó el gitano dándose un golpe en el pecho con el puño para aparentar ser un tipo duro.
Bavol no tuvo que esperar mucho para demostrar que tenía que estar atento a lo que ocurría a su alrededor porque de pronto sonó un agudo chillido muy cerca de ellos. Instintivamente el niño invocó su Llave Espada y comenzó a buscar por todos lados de dónde provenía aquella voz que tanto gritaba.
A lo lejos pudo divisar una pequeña figura que se acercaba cada vez más a ellos y poco a poco se dio cuenta de quien gritaba era aquel ser.
—
¡Aaaaaaaaaaaaah! —continuó chillando mientras alzaba su brazo de forma furiosa— ¡Apartaos!
Bavol cogió a Aru del brazo y la apartó de la trayectoria de aquella extraña criatura a la vez que extendió su otro brazo delante de la chica para protegerla de cualquier peligro potencial. El pequeño ser continuó corriendo sin pararse ante ellos, aunque enseguida pareció arrepentirse y volverse hasta donde ellos se encontraban.
Fue entonces cuando pudieron observarlo con detenimiento. Efectivamente era muy bajito incluso más que Bavol, su apariencia era muy simple casi como si no hubiesen terminado de hacerlo (dado que en aquella forma solo había unos cortitos brazos, una gran boca y unos redondos ojos); no obstante, lo que más destacaba por encima de todo era el color azul de su cuerpo.
Parecía bastante cansado e incluso agobiado, o al menos eso se podía deducir por lo abierto que se encontraban sus ojos. Bavol, que ya había tratado con todo tipo de criaturas, sabía que lo mejor era alejarse de los tipos extraños que les gustaba hablar con desconocidos. Hizo el amago de indicarle a Aru que se marchara, pero el pequeñín empezó a hablar (o más bien chillarles) con su aguda voz:
—
¡¿Sabéis dónde está?!Bavol negó con la cabeza rápidamente esperando que se fuera sin preguntarles más y que de esta forma no les metiera en ningún lío. El pequeño ser azul pareció conforme con la respuesta del gitano y continuó su marcha volviendo a chillar y alzando el brazo en lo alto.
—
¿Ves lo que te puedes encontrar? —concluyó Bavol una vez que vio marcharse por el camino a sus espaldas al ser azul.