[Nunca Jamás] Música en Londres

En el que Fátima Laforet le da una paliza a Ban Oswald

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[Nunca Jamás] Música en Londres

Notapor Astro » Lun Ene 19, 2015 9:24 pm

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Cronología:

Ban: Música en Londres » No voy a llorar

Fátima: Aventuras en miniatura » Música en Londres

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¿Tengo cara de idiota? Te he dicho el mejor que tengas, no el más feo.

El dependiente se disculpó torpemente, cerrando el estuche y volviendo a toda prisa al almacén.

Ciudad de Paso, el sitio ideal para comprar cualquier cosa. Aprovechando que tenía el día libre, había decidido poner en marcha un pequeño experimento. Pero para poder empezarlo, necesitaba un nuevo violín.

Desde mi transición, había ido encontrado pequeños hobbies que me servían tanto para entretenerme como para ayudarme a comprender mejor el corazón humano (y poder sacar beneficio de ello, por supuesto). Los videojuegos fueron mi primera opción, pero ya no los encontraba tan interesantes como antaño en otra vida. Pero fue justo algo del pasado lo que encontré: música.

Junto a la lectura, la música me servía como instrumento que abría las puertas a los secretos que aguardaban los sentimientos. Tanto para entenderlos, como para interpretarlos correctamente. Las clases de música que recibió el pequeño Ban me fueron extremadamente útiles, y tras un tiempo practicando por mi cuenta en el bastión ya podía decir que dominaba la música a la perfección.

Pero una cosa era tocar las notas correctamente, y otra conseguir transmitir. ¿Podría hacerlo? Necesitaba cobayas, cobayas humanas para ser más precisos, y así lo averiguaría.

Mucho mejor —aprobé al fin, examinando el nuevo violín que había traído el inútil—. Me lo llevo.

Pagué (gracias, dinero Oswald) y salí de la tienda a ritmo ligero. Había dado el primer paso: ahora necesitaba encontrar el mundo correcto donde llevarlo a cabo.

¿En Bastión Hueco? Ni hablar, la mayoría de aprendices eran humanamente idiotas. ¿Aquí, en Ciudad de Paso? No, había muchas posibilidades de toparme con alguien de Tierra de Pardillos.

Ninguno de los mundos que había visitado hasta el momento me servía: era hora de encontrar uno nuevo.

Subí a mi nave gumi y la puse en marcha, directo al intersticio. La música me esperaba.
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Re: [Nunca Jamás] Música en Londres

Notapor Suzume Mizuno » Lun Ene 19, 2015 9:30 pm

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Era la primera vez que visitaba la «otra zona» de Nunca Jamás. Casi era como pisar un mundo distinto. Si no fuera porque sabía que Londres y Nunca Jamás formaban un todo, nunca lo habría creído. Era casi un poco como Atlántica… Aunque de una forma mucho más radical.

El clima, algo desapacible, le recordó a su hogar cuando se acercaba el invierno. Olía a humedad por todas partes, además de a contaminación. Arrugó la nariz; había pasado pocas veces por mundos «industriales» y no terminaba de acostumbrarse a ese tipo de peste.

Olores y mal tiempo aparte, Fátima pensó que merecía la pena explorar. aquel lugar Caminaba con la mirada desplazándose con admiración de una fachada a otra, de un escaparate a distintos puestos de comida, a los coches y a los oscuros trajes de la gente que recorría las calles. Unas campanadas resonaron por toda la ciudad, provocándole un respingo. La estructura del Palacio de Westminster y de la torre del reloj le parecieron un poco inquietantes, pero, a su vez, impactantes y bellos. Se encaminó en esa dirección casi sin pensarlo, diciéndose que tenía que verlo de más de cerca. Pasó al lado de varias tiendas de libros, además de una biblioteca y una cafetería. Quizás, cuando hiciera sus compras, aprovecharía para probar algo de la comida de aquel mundo.

Entonces, sus ojos se posaron en una tienda de música. Nerviosa, miró a su alrededor, como si estuviera haciendo algo malo, y entró. Unas campanitas repiquetearon contra el marco de la puerta y dos hombres, que charlaban animadamente con un par de tazas de té en las manos, interrumpieron su conversación para mirar en su dirección.

Buenos días, jovencita. ¿Puedo ayudarla en algo? —inquirió el hombre que estaba al otro lado del mostrador, entrado en edad y en carnes.

Buenos días. Me gustaría, eh, consultar partituras y libros para violín—respondió ella.

Espere un segundo, John, mientras atiendo a la señorita.

No te preocupes por este viejo y ve a hacer tu trabajo—sonrió, jovial, su compañero, que dirigió una simpática sonrisa a Fátima.

Ella le devolvió el gesto y se acercó al mostrador mientras veía desparecer al dependiente tras unas estanterías. Observó a John. Era un hombre mayor, arrugado, tocado con ropas simples y no demasiado nuevas, y con una boina. A pesar de la edad, tenía unos ojos vivarachos e inteligentes.

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Se acarició la poblada barba blanca antes de decir:

Así que tocas el violín, ¿eh, jovencita?

Bueno, tocar es decir demasiado. Estoy aprendiendo—farfulló ella, sonriendo algo avergonzada al pensar en sus intentos de tocar las melodías más simples.

Pero, en fin, había sabido desde un principio que no sería fácil. Y menos desde que, además de intensificar su entrenamiento, había comenzado a practicar con el abanico. Por lo menos, los dedos y la muñeca se le estaban fortaleciendo —además de llenársele de callos, aunque ya venía preparada gracias a la Llave Espada—.

¡Todo el mundo está aprendiendo siempre! No es algo de lo que haya que avergonzarse.—John le guiñó un ojo.

Fátima, más tranquila, sonrió.

¿Usted toca algún instrumento?

Quizás podría pedirle algún consejo a ambos hombres. Después de todo, aprender de forma autodidacta —porque le daba demasiado corte que la ayudaran en los primeros pasos— era algo lento y frustrante. Alguien que trabajaba en una tienda de música y un cliente, casi con seguridad, debían tener idea de lo que ella necesitaba.
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Ronda #2 - Música en Londres

Notapor Astro » Lun Ene 19, 2015 9:32 pm

No tardé demasiado en encontrar un mundo que cumpliese mis requisitos: una gran torre del reloj en medio de una bulliciosa ciudad parecía llamarme a gritos.

Sin dudarlo, dirigí la nave hacia el destino y me preparé para desembarcar. Era el momento de conocer Londres.

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En efecto, mi elección fue acertada. Resultó ser un mundo industrializado, por llamarlo de alguna manera, entre lo medieval (o como a mí me gustaba llamarlo: primitivo) y lo moderno. No vería a nadie con móviles, pero por ejemplo sí que vi un rudimentario vehículo por las calles y la contaminación era notable.

Aceptable, sin más. Me ajusté la gabardina, estuche en mano, y eché a andar en busca del lugar ideal. Debía de estar concurrido, pero no demasiado o pasaría inadvertido. Además, debía afrontar que existía el riesgo de que las autoridades del mundo me detuvieran por hacer algo que violaba sus leyes... Nada que no pudiese arreglarse con un poco de magia, si lo pensaba bien.

"Aquí, perfecto."

Una larga y abarrotada calle se abrió ante mí, llena de comercios, cafeterías y todo tipo de establecimientos. La gente andaba de un lugar a otro, paseando o comprando con total tranquilidad. Justo lo que andaba buscando.

Situado justo a mitad de la calle y, tras asegurarme de que no veía nada parecido a guardias o policías, dejé el estuche en el suelo y lo abrí. El recién comprado violín brillaba, en perfecto estado, listo para ser tocado por primera vez. Lo saqué junto al arco, cerrando el maletín de inmediato: si lo dejaba abierto, habría dado la intención de que era un mendigo que pedía limosna a los viandantes.

Me aseguré de que el instrumento estaba afinado, y me lo puse en el cuello. Estaba preparado, e incluso ansioso (en el sentido incorpóreo de la palabra) por averiguar qué sucedería. ¿Cómo reaccionarán los humanos al escucharme? ¿Molestos? ¿Emocionados?

¿Conseguiría transmitir algo mi cuerpo vacío? Pronto lo descubriría, pues ya había empezado a tocar.

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Re: [Nunca Jamás] Música en Londres

Notapor Suzume Mizuno » Lun Ene 19, 2015 9:41 pm

Solía hacerlo—respondió John con una sonrisa amable—. Y, bueno, lo sigo intentando. Pero estas manos temblorosas ya no tienen la firmeza de la juventud—rió, de buen humor.

Oh… Lo siento mucho…

¡No digas bobadas, jovencita! La realidad es la realidad. Y todavía puedo dejar boquiabierto a más de uno. Así que violín, ¿eh? —Apoyado en el recibidor, se inclinó hacia ella—. Cuéntame, ¿qué tipo de música quieres tocar?

****


Cuando decidió viajar a Londres, Fátima no se imaginó que acabaría pasando la tarde con aquel anciano. Le recomendó varios libros sencillos para principiantes y antes de querer darse cuenta, la tienda había cerrado para el descanso de comer y John decidió invitarla. Fátima insistió en que no era necesario, pero acabó cediendo a cambio de pagar la mitad de la comida.

No se había atrevido a hablar con nadie de sus ganas de tocar un instrumento. Sus progresos eran tan pobres que no era capaz ni de esforzarse una hora entera. Se decía que estaba agotada por las misiones —lo cual era cierto—, el entrenamiento —más que cierto— o, simplemente, la carga emocional que arrastraba desde China y la Red.

Y, aunque no le contó nada de esto último a John, sí le confesó lo desanimada que estaba. Y, mientras se esforzaba por tragar la comida de ese mundo, que no era la mejor que había probado, dijo:

Cuando escucho música es… Como si todo se volviera… Diferente… No sé. Como si las cosas se volvieran más agradables. —La metáfora se le antojó un poco cursi, pero era básicamente lo que sentía—. Y pensé que me gustaría poder tocar yo misma esa música. Y…

Tocarla para alguien más, ¿verdad?—John rió y le guiñó un ojo.

Fátima pensó en Malik y sonrió. Sí. Un día aparecería en su habitación, le pediría que se sentara… Y tocaría para él. También quería tocar para sus amigos, claro. Estaba segura de que a Nadhia le haría ilusión. Y para Exuy, claro. Fue gracias a él, en gran medida, que se dio cuenta de que le gustaría ser capaz de hacer algo con las manos aparte de ataques para hacer daño a las personas.

Pero primero quería tocar para sí misma. Y luego, para él.

John le dio unas palmaditas en las manos. Fátima se dio cuenta de que tenía callos en los dedos, largos y bonitos a pesar de la edad que le había hecho aparecer manchas en la piel.

Con eso, práctica y un poco de paciencia, seguro que aprenderás a tocar como los ángeles.

Fátima resopló, pero agradeció la amabilidad de John con una sonrisa. El anciano continuó hablando alegremente de las orquestas de las que había formado parte. Siempre pequeñas, pero llenas de fuerza y vida. Le dijo que tocar frente a los grandes apenas sí daba para comer aunque luego los ricos se llenaran la boca fingiendo saber de música y que, en cambio, tocar para los amigos llenaba el espíritu. No había nada tan bonito como emocionarse junto a otra persona al hacer música.

Después de tomarse un café, John le preguntó si alguna vez se había detenido a escuchar a los músicos que tocaban en la calle o cerca de los parques. Fátima reconoció que en su hogar, muy lejos de allí, si tenía tiempo se sentaba a oír, pero que nunca había tenido mucho tiempo.

¡Primera lección! ¡Siempre hay tiempo para la música! Quienes corren en la vida se lo pierden todo. Son cosas de las que uno se da cuenta cuando ya no le queda mucho tiempo.

Y decidió que iban a ver tocar a los músicos. Fátima se puso un poco nerviosa. Debería volver pronto a Tierra de Partida, porque ya había encontrado lo que había venido a buscar. Pero John le había causado tan buena impresión, y el tiempo había volado tanto hablando con él que se dijo que no pasaba nada. Seguramente no volviera a verle… Así que había que aprovechar.

Pasearon durante casi una hora hasta que llegaron a una plaza amplia y llena de gente, abarrotada de comercios. John se puso de puntillas y se llevó las manos a los oídos.

¿Escuchas eso?

Fátima trató de concentrarse y oír por encima de la tormenta de risas, discusiones, pitidos, cascos de caballo y demás que había a su alrededor. Y, entonces, reconoció el vibrante y agudo sonido de un violín. Con una sonrisa traviesa, como un niño pequeño que acaba de descubrir una chocolatina, John le apretó una mano y echó a andar a paso ligero hacia el sonido.

Provenía de un joven bien vestido, rubio y delgado como un junco. Una pequeña multitud se había acumulado a su alrededor para escucharle tocar. Pronto reparó en que no parecía estar pidiendo dinero, porque no tenía ningún recipiente a mano donde pudieran echarle monedas. Aun así, la gente había lanzado platines a sus pies.

Fátima observó con fascinación su expresión concentrada, la facilidad con la que sus dedos volaban sobre las cuerdas y manejaban el arco como si fuera una extensión de su mano. Sintió una mezcla de envidia y admiración a partes iguales. El chico tocaba como si fuera algo natural y, a pesar del ruido de la calle, el sonido reverberaba en su pecho.

Pensó en buscar algún platín que lanzarle, pero John le sujetó la mano y meneó la cabeza.

¿Has visto que esté pidiendo algo? No, ¿verdad?—Sonrió—. Entonces respeta su deseo y limítate a escuchar su música.

Algo avergonzada, Fátima asintió y dejó de rebuscar en su cartera. Cruzó sobre sus libros y cerró los ojos para escuchar la música.
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Ronda #3 - Música en Londres

Notapor Astro » Lun Ene 19, 2015 9:42 pm

No es fácil interpretar sentimientos cuando tú no tienes ninguno.

Los incorpóreos podemos aparentar que somos personas normales que sienten y padecen, pero es simple teatro. Es falso. Nuestro cerebro, nuestros recuerdos, nos dictan cómo debemos comportarnos según la situación y nos empuja a seguir adelante. Si no, seríamos simple marionetas, inertes y vacías.

Por eso, me costó tanto entender lo que sucedía a mi alrededor. Al principio nadie paró a escucharme: me miraban, tal vez sorprendidos, pero seguían su camino. Fue un niño el primero en detenerse en seco, observándome con unos grandes ojos llenos de sentimientos. Poco a poco, más se fueron sumando hasta formar una pequeña multitud a mi alrededor para escucharme tocar.

Cada cara era un enigma, cada reacción una adivinanza. ¿Les gustaba? ¿Disfrutaban de la música? ¿O simplemente les entretenía? Al menos, podía afirmar que no les desagradaba: ninguno hacía gestos de asco o me abucheaba; incluso me echaban dinero a los pies como premio (tuve que contener las ganas de tirarles las monedas a la cabeza). Y no era de extrañar: mis dedos se movían perfectamente coordinados como si fueran los de un robot. Sin nervios ni dudas, tocar se volvía sencillo, casi mecánico.

Sin embargo, seguía sin encontrar las respuestas que había venido a buscar. ¿Transmitía? ¿Sí? ¿No? Empezaba a sospechar que no lo averiguaría, al menos así.

Todo se estropeó al llegar al final. Debí de poner más fuerza de la debida en el último movimiento, pues una de las cuerdas del violín se soltó de golpe. Aparté la cara a tiempo, pero no me libré de un corte en la mano. Dejé escapar un leve gruñido de dolor, echándole un vistazo a la herida y luego al maldito instrumento.

"Ese vendedor me las va a pagar todas."

Miré a la multitud, que me observaba ansiosa por ver qué haría tras este traspiés. No podía seguir tocando así, estaba claro, y necesitaba reflexionar sobre el primer intento. Así que me apresuré a coger el maletín del suelo para marcharme, ignorando los platines que me habían lanzado.

Gracias —me limité a decir, secamente, mientras sacaba un pañuelo con el que limpiar la sangre.

Guardé el instrumento y el arco en el estuche, y me alejé con tranquilidad, ignorando los murmullos y cuchicheos que oía a mis espaldas.

Tenía mucho en lo que pensar... y un violín que intentar reparar.
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Re: [Nunca Jamás] Música en Londres

Notapor Suzume Mizuno » Lun Ene 19, 2015 10:51 pm

Es increíble—farfulló.

Era la primera vez que escuchaba a nadie tocar tan bien. Al menos, en directo. Era como si el chico no estuviera delante de ellos, sino a miles de kilómetros de distancia, sumido en su propio mundo.

Y, sin embargo… Había algo que no sabía describir y que no terminaba de agradarle por completo. No sabía si era por culpa de la multitud o si se debía a que no estaba escuchando la música en un lugar tranquilo, como solía hacer. Pero el caso era que no termina de conseguir… meterse en la melodía.

De pronto, escuchó un chasquido. La música se detuvo de golpe y el joven hizo un movimiento brusco, apartando la cara. Fátima vio el reflejo de una de las cuerdas al saltar por los aires. La gente lanzó una exclamación de sorpresa cuando vio el corte que se había hecho en la mano. El muchacho miró con frialdad al instrumento y, tras unos instantes sin que pareciera que supiera bien qué hacer, se apresuró a guardar su violín. No prestó atención a los platines —Fátima se alegró de no haber lanzado ninguno—.

Gracias —dijo, seco, limpiándose la sangre de la mano.

¡Qué rabia! —comentó Fátima, viendo cómo se alejaba—. Que se le rompa justo en ese momento… Y con lo caros que son…

Es una lástima, sí .—Afirmó John, acariciándose la barba—. ¿Vienes un momento, Fátima?

¿Perdón?

John echó a andar en pos del chico y Fátima se apresuró a seguirle.

¡Eh, joven músico! —Le llamó con una afable sonrisa.

Cuando llegaron a la altura del joven, Fátima saludó con una pequeña inclinación de cabeza, y sonrió, algo incómoda.

Estábamos escuchándote y vimos el accidente—explicó John, sin dejar de sonreír—. Es una pena, porque nos hubiera gustado poder escuchar la pieza hasta el final. Estaba magistralmente interpretada. Pero me cuesta creer que alguien que toca tan bien haya comprado un violín de mala calidad.—John echó un vistazo al estuche y luego arqueó las pobladas cejas—. ¿Le importa que le eche un vistazo? Sé bastante de instrumentos y podría recomendarle un lugar donde cambiar las cuerdas.

Fátima alternó la mirada entre ambos, preguntándose qué respondería.
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Ronda #4 - Música en Londres

Notapor Astro » Mar Ene 20, 2015 12:11 am

No me había alejado demasiado cuando alguien me llamó por detrás.

¡Eh, joven músico!

Al girarme, me topé con un hombre mayor de rostro amable que avanzaba a ritmo rápido hacia mí. Vestido con una boina y ropas viejas, sonreía tras una barba blanca poblada. Pero no venía solo: le acompañaba una joven de pelo negro, corto, y grandes ojos marrones. Al llegar a mi altura, la chica se limitó a saludarme inclinando levemente la cabeza mientras sonreía, mientras que el hombre parecía más interesado en el maletín del violín.

¿Ocurre algo? —pregunté, arqueando una cejas mientras les examinaba.

Mi primera reacción fue un poco defensiva. Mi mente todavía estaba intentando asimilar todo lo que había sucedido mientras tocaba, y esto me había pillado absolutamente por sorpresa.

Estábamos escuchándote y vimos el accidente—incluso mientras hablaba, su sonrisa no desaparecía—. Es una pena, porque nos hubiera gustado poder escuchar la pieza hasta el final. Estaba magistralmente interpretada. Pero me cuesta creer que alguien que toca tan bien haya comprado un violín de mala calidad.

Lo acababa de comprar... Era la primera vez que lo utilizaba —respondí, mirando de reojo el maletín—. Ese vendedor me va a oír cuando le encuentre...

¿Le importa que le eche un vistazo? Sé bastante de instrumentos y podría recomendarle un lugar donde cambiar las cuerdas.

Me quedé unos segundos en silencio, tal vez demasiados, evaluando la situación. A primera vista, parecía un amable anciano dispuesto a echarle una mano a un desafortunado músico de la calle. ¿Una trampa, tal vez? No lo aparentaba. Aunque no tenía muy claro qué pintaba la chica ahí parada sin decir nada.

Una idea se iluminó en mi mente, como respuesta al problema que había encontrado durante la interpretación.

¡Por supuesto! Me haría un gran favor, soy nuevo en la ciudad y ando un poco perdido —contesté al fin, sonrisa falsa en los labios incluida.

Tal vez conversar con una persona en privado (o con dos, si la joven también se unía) me sirviese más que observar desde la distancia a un grupo numeroso mientras tocaba; sobre todo si el anciano tenía conocimientos sobre instrumentos y música en general, y me habían escuchado tocar antes.

Extendí la mano hacia el hombre, manteniendo la sonrisa.

Me llamo Oswald.
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Re: [Nunca Jamás] Música en Londres

Notapor Suzume Mizuno » Mar Ene 20, 2015 12:16 am

El joven tardó en contestar, como si estuviera sopesando su respuesta, tanto que Fátima supuso que el espontáneo ofrecimiento de John le había molestado.

Pero, de pronto…

¡Por supuesto! Me haría un gran favor, soy nuevo en la ciudad y ando un poco perdido. —Y esbozó una cordial sonrisa a la vez que le tendía una mano—Me llamo Oswald.

John—contestó, estrechándosela con energía y seguramente con más fuerza de la que el joven se había esperado. No por nada eran los dedos fuertes y entrenados de un músico—. Y esta señorita es Fátima.

Fátima Laforet.—Se presentó ella, avanzando y extendiéndole también su mano. Sabía que en aquel mundo lo normal era tomar la mano de la mujer y hacer amago de besarla, pero había comprobado que las mujeres más progresistas también estrechaban la mano como los hombres. Luego se permitió una sonrisa—. Es un placer.

****


John había insistido en invitarles a algo mientras daba un paseo por un parque. El anciano les llevó con paso vivaz hacia una bonita heladería de paredes blancas y mesas redondas dispersas por la hierba, todas con una sombrilla para proteger de los débiles rayos del sol londinense. Por el camino, Fátima le había dicho a Oswald:

Es impresionante lo bien que tocas. ¿Desde cuándo llevas practicando?

Sabía, casi con seguridad, que le diría que lo había hecho desde pequeño, pero quería más o menos calcular por estúpido que fuera cuántos años podría llevarla a ella alcanzar esa facilidad. Claro que si había empezado siendo un niño, ella debería sumar el doble de esfuerzo y tiempo, ya que no tenía la misma mente fácilmente adaptable que tienen los críos.

No sabía muy bien cómo manejarse con el desconocido. Era un chico atractivo, pero le parecía distante y formal a pesar de las sonrisas y no dejaba de preguntarse qué era lo que no terminaba de encajar. Tenía la palabra en la punta de la lengua, pero no conseguía pronunciarla…

Ocuparon una mesa de la heladería y John encargó helados para los tres. Mientras esperaban, aprovechó para abrir con reverencia el estuche y examinar el violín con ojo crítico.

Qué lástima de oveja, pensar que han utilizado tan mal sus tripas…—Comentó mientras acariciaba las cuerdas—. Y la madera tampoco es de muy buena calidad… Vaya, jovencito, me parece que te han tomado el pelo a base de bien. ¡Y utilizarlo sin haberlo probado antes! ¡Eso es muy atrevido!—John rió, de buen humor. Entonces llegó un camarero y les sirvió los helados. Los ojos del anciano se iluminaron y se frotó las manos con glotonería después de devolver el violín a su sitio—.El médico siempre me dice que deje de tomar tanto dulce, pero es que la nata puede conmigo. —Y les guiñó un ojo. Fátima sonrió y saboreó su propio helado de nata y chocolate. Mientras tanto, John meditaba, con la mirada perdida en los árboles, manteniendo un buen rato la cuchara en la boca antes de ir a por el siguiente bocado—. Quizás… Quizás sea por culpa de las cuerdas que no terminabas de captar la melodía.
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Ronda #5 - Música en Londres

Notapor Astro » Mar Ene 20, 2015 12:18 am

Ante la insistencia del anciano, que se había presentado como John, nos dirigimos hacia una tranquila heladería donde poder conversar sobre el violín estropeado. Aquel lugar, tan pacífico y ordinario, era perfecto para mis planes.

Es impresionante lo bien que tocas. ¿Desde cuándo llevas practicando?—me preguntó la chica, Fátima, por el camino.

Desde los cinco años —contesté, algo fríamente—. Mis padres me obligaron.

Los berrinches del pequeño Ban, negándose a ir a clase de música, resonaron en mis oídos. Yo... Él nunca quiso aprender a tocar, y en cuanto alcanzó un nivel aceptable para los papis Oswald dejó las clases. Por fortuna, que yo volviera a retomar la música no había resultado tan difícil como podía parecer.

»¿Tú tocas? —le pregunté, esta vez con un tono más amable, más controlado. En el fondo no me interesaba la respuesta, pero sería bueno fingir que mostraba el mismo interés amigable en ellos.

Una vez sentados en una bonita mesa de la heladería, y mientras esperábamos a que nos atendieran, John abrió el estuche del violín y lo sacó con cuidado.

Qué lástima de oveja, pensar que han utilizado tan mal sus tripas… Y la madera tampoco es de muy buena calidad… —fue comentando, examinando cada detalle del instrumento—. Vaya, jovencito, me parece que te han tomado el pelo a base de bien. ¡Y utilizarlo sin haberlo usado antes! ¡Eso es muy atrevido! —añadió con una risa jovial.

No se me da bien valorar los instrumentos —refunfuñé, acomodándome en la silla—. Culpa mía por fiarme de ese maldito vendedor. Cuando le pille...

La llegada del camarero evitó que dijera nada más. Los helados y la reacción de John, cuya cara se había iluminado de alegría como si acabara de encontrar una montaña de oro, nos distrajo a todos.

El médico siempre me dice que deje de tomar tanto dulce, pero es que la nata puede conmigo —dijo, guiñándonos un ojo.

"Tampoco te queda mucho de vida como para preocuparte de eso."

Por supuesto, eso no lo dije en voz alta. Me limité a decir un simple «Buen provecho» mientras probaba mi helado de vainilla. Estaba rico, al menos, aceptable. Aunque los había probado mejores.

Quizás… Quizás sea por culpa de las cuerdas que no terminabas de captar la melodía.

Las palabras del anciano me pillaron por sorpresa. Enarqué una ceja, confuso. ¿Captar la melodía? Estaba seguro de que, salvo la última parte por el accidente, había tocado cada nota a la perfección y siguiendo el ritmo correcto. Entonces, ¿por qué había dicho eso?

¿Acaso habían notado...?

¿Crees que no he captado bien la melodía? —pregunté, manteniendo una postura tranquila y curiosa—. Estoy seguro de haber tocado todas las notas a la perfección.

Alterné mi mirada entre los ojos de ambos. No sólo quería la respuesta de John, la de la chica también me sería útil.

»¿Qué os ha parecido mi música?
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Re: [Nunca Jamás] Música en Londres

Notapor Suzume Mizuno » Mar Ene 20, 2015 12:23 am

Desde los cinco años —respondió Oswald—. Mis padres me obligaron.

Oh… Lo siento—murmuró Fátima. Se mordió la lengua: parecía que había tocado un tema sensible…

¿Tú tocas?

No, pero estoy aprendiendo—respondió con una sonrisa incómoda. Ni siquiera tenía verdaderos conocimientos de música. Esperaba que no le hiciera ninguna pregunta que la dejara en una situación incómoda.

Poco después, Oswald se mostró sorprendido por las palabras de John.

¿Crees que no he captado bien la melodía? Estoy seguro de haber tocado todas las notas a la perfección.

Oswald los miró a ambos y preguntó:

¿Qué os ha parecido mi música?


John se atusó la barba y se volvió hacia Fátima:

Las señoritas van primero, ¿no?

«Eso, cárgueme con el muerto…». John le dedicó una sonrisa traviesa y Fátima se removió en su asiento, incómoda.

Ya te he comentado que tocas muy bien y no creo que te hayas equivocado en nada, excepto cuando se soltó la cuerda. Pero… Cómo explicarlo… Había algo de… ¿frialdad?—Miró a John, pidiendo ayuda.

Opino lo mismo—John se inclinó hacia delante, entrelazando los nudosos dedos y clavó los ojos en Ban—. Verás, muchacho. Cuando uno toca, vuelca su espíritu en la música. Te sumerges en ella. Hace que vibres, que llores o rías. Tu técnica es impecable; tu instrumento, no. Pero, además, siento que falta algo. Esa… chispa de emoción.—Chasqueó los dedos—. Lo cual es una lástima, porque tienes mucho talento… .

Fátima apartó la vista. Acababa de conocer a Oswald y no se sentía predispuesta a darle lecciones ni a decirle que tocaba mal. Pero sí era cierto que no había notado esa… esa esencia. Quizá por eso se encontró diciendo:

¿Puede ser que no te guste tocar?—Había dicho con tanta insensibilidad que sus padres lo obligaron a aprender… Entonces se dio cuenta de que quizás no debería haber sacado ese tema—. Disculpa. No tendría que haberte preguntado eso.
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Ronda #6 - Música en Londres

Notapor Astro » Mar Ene 20, 2015 12:25 am

Atendí a sus explicaciones, atento, sin perderme ni una palabra. Y la opinión de ambos se resumía en la razón que me había traído hoy a este mundo: no transmitía nada cuando tocaba. Confirmaban mis sospechas.

Era hora de intentar encontrar en ellos solución al problema. Pero, antes de que pudiera hablar, me topé con una inesperada pregunta por parte de la chica:

¿Puede ser que no te guste tocar?—dijo, aunque se dio mucha prisa por añadir—: Disculpa. No tendría que haberte preguntado eso.

No importa —respondí, clavando la mirada en el helado, pensativo—. Y sobre tu pregunta...

No, claro que no me gustaba. No podía gustarme, ni tenía por qué hacerlo. Tocar música era un arma, una herramienta para mis fines. Lo demás era irrelevante. Aunque claro, ellos no tenían que saberlo.

No lo sé.

»Nunca me han preguntado si de verdad me gusta o no. Simplemente, es una obligación de mis padres. —Al menos en estas palabras había una parte de verdad—. Que hoy viniera a tocar a la calle ha sido por... matar el tiempo. Es una nueva ciudad y no conozco a nadie, y me aburría sólo en casa.

Cuanto más me abriera a ellos (o fingiera hacerlo), más se abrirían ellos a mí. O algo así había leído en un libro de relaciones humanas.

Además, siempre me han dicho que soy muy frío y que muchas veces parece que no tengo corazón —añadí, moviendo el helado con pereza—. No termino de entender qué es esa "esencia" que mencionáis...
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Re: [Nunca Jamás] Música en Londres

Notapor Suzume Mizuno » Mar Ene 20, 2015 12:43 am

No importa —la tranquilizó Oswald—. Y sobre tu pregunta...

Fátima intercambió una mirada con John, que había dejado de sonreír y miraba al chico con serenidad. En su mirada distinguió una pizca de preocupación. Fátima jugueteó con uno de sus mechones, recordando todas las cosas que ella se había visto obligada a hacer en casa de forma mecánica y que nunca le habían gustado. No podía compararlo con hacer música, claro, pero… Sí, creía entender el sentimiento de tener que dedicarte a algo impuesto.

No lo sé. Nunca me han preguntado si de verdad me gusta o no. Simplemente, es una obligación de mis padres. —Fátima contuvo una sonrisa de ironía al pensar que, al final, los padres siempre hacían lo mismo sin importar que fueran ricos o pobres—. Que hoy viniera a tocar a la calle ha sido por... matar el tiempo. Es una nueva ciudad y no conozco a nadie, y me aburría sólo en casa.Además, siempre me han dicho que soy muy frío y que muchas veces parece que no tengo corazón.—Fátima ladeó ligeramente la cabeza. Curiosa expresión. Pero le llamó más la atención el que fuera tan… así. ¡Ella no se atrevería a salir a tocar en una ciudad, ni nueva ni antigua, por simple aburrimiento!—. No termino de entender qué es esa "esencia" que mencionáis...

Cómo explicarlo… —Fátima se tironeó un poco del pelo, buscando las palabras—. Cuando algo te gusta mucho, se nota, aunque no lo hagas bien. Hay pasión en lo que haces…

¡Esas cosas sólo se pueden entender cuando las sientes!—sonrió John—. ¡Vamos, a la búsqueda de la esencia! ¡Dibujantes, cantantes, músicos, bailarines…! ¡En Londres hay de todo y nos viene de perlas! ¡Venga!

John se incorporó para pagar la cuenta. Fátima miró hacia el cielo, calculando la hora. Luego se encogió de hombros y, sonriendo, se dijo que tampoco era para tanto pasar un día haciendo lo que le viniera en gana. Aunque no creía que a Oswald le apeteciera seguir a John…

Se puso igual conmigo—le explicó con una sonrisa, pidiéndole disculpas con la mirada por su comportamiento—. Sólo quiere ayudar a la gente. Además, me da que se siente algo solo. Pero quizás pueda echarte una mano.

Y si se aburría… ¿Por qué no dar una vuelta?

Echó a caminar hacia John y le preguntó a Oswald.

Has dicho que no eras de esta ciudad. ¿De dónde vienes?—Sentía curiosidad por aquella «cara» de Nunca Jamás y quizás pudiera enterarse de cosas interesantes.

Entre tanto, John los llevó por las calles de Londres, feliz como un niño pequeño. Encontraron a un artista, que dibujaba, rodeado por un corro de curiosos, la torre del reloj con minuciosidad y una expresión de concentración. Era como si para él no existiera nada más que el lienzo.

¿Ves eso, Oswald? Ese hombre desprende fuego por los ojos. Está volcando todo su corazón en su pintura—comentó John.

¿No hay algo que te apasione hacer? —preguntó Fátima, mientras continuaban avanzando, mientras intentaba figurarse qué harían los ricos de aquel mundo—. ¿Leer o montar a caballo o…?

A lo lejos resonaron las campanadas del reloj marcando la hora.

¡Venga, jovenzuelos! ¡Moveos más deprisa! ¡A los pies del Big Ben es donde se reúne el corazón de Londres!

Y pudieron comprobar en seguida que tenía razón. Los alrededores del palacio estaban llenos de gente paseando, de pequeños grupos de músicos frente a los cuales se acumulaban parejas para bailar al ritmo de la música. Los niños corrían, haciendo levantar el vuelo a cientos de palomas y cada pocos pasos veían a dibujantes, puestos de marionetas y de comida, de baratijas y tantas cosas que resultaba hasta un poco mareante.

Fátima enseguida comenzó a entretenerse mirando los vestidos de las mujeres, que iban desde los más elegantes a los bastos y simples, deseando poder tener alguno de esos precisos sombreros.

¡Anda, mira! —Fátima señaló hacia una zona donde una multitud aclamaba…—. ¡Un elefante!

Había varios hombres ataviados con ropas llamativas y de vivos colores que rodeaban y controlaban al elefante, haciéndolo levantarse sobre las patas traseras y barritar. A Fátima se le iluminaron los ojos: era la primera vez que veía uno en directo.

Luego sacudió la cabeza y se volvió hacia Oswald.

¿A dónde quieres ir?
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Ronda #7 - Música en Londres

Notapor Astro » Mar Ene 20, 2015 12:47 am

Cómo explicarlo… —La chica no parecía encontrar las palabras para responder—. Cuando algo te gusta mucho, se nota, aunque no lo hagas bien. Hay pasión en lo que haces…

¡Esas cosas sólo se pueden entender cuando las sientes!—añadió John, jovial—. ¡Vamos, a la búsqueda de la esencia! ¡Dibujantes, cantantes, músicos, bailarines…! ¡En Londres hay de todo y nos viene de perlas! ¡Venga!

P-pero... —intenté decir, pero el hombre ya se había levantado y pagaba la cuenta.

Ni siquiera había sido una respuesta. Fátima, había hecho una leve descripción de lo que ya me imaginaba, mientras que John simplemente decía que se sentía nada más verla. Algo difícil para mí, sinceramente.

Se puso igual conmigo—comentó ella mientras nos levantábamos para seguir al anciano—. Sólo quiere ayudar a la gente. Además, me da que se siente algo solo. Pero quizás pueda echarte una mano.

Ya...

Has dicho que no eras de esta ciudad. ¿De dónde vienes? —preguntó
cuando ya estábamos caminando.

De la Villa Hueca. Está muy lejos de aquí —fue mi respuesta, improvisando un nombre con los de mis dos hogares. Al menos no sonaba del todo mal.

Por el camino, guiados por el alegre John (parecía más bien un niño pequeño que un anciano), acabamos encontrándonos a un hombre que, en plena calle, pintaba la gigantesca torre del reloj. Parecía muy concentrado, como si no le importa que se estuviera formando un círculo de personas a su alrededor que le observaban.

¿Ves eso, Oswald? Ese hombre desprende fuego por los ojos. Está volcando todo su corazón en su pintura.

No, no lo veo —fruncí el ceño—. ¿Qué tiene esto que ver con la música...?

¿No hay algo que te apasione hacer? —intervino Fátima—. ¿Leer o montar a caballo o…?

"O ver sufrir a la gente."

Puede —fue mi vaga respuesta. La chica parecía empeñada en indagar demasiado en mi vida, y esta vez no le iba a dar ese privilegio.

¡Venga, jovenzuelos! ¡Moveos más deprisa! ¡A los pies del Big Ben es donde se reúne el corazón de Londres!

Poco tardamos en ver que tenía razón. Alrededor de la torre del reloj (¿el Big Ben la había llamado?) se acumulaba una multitud de personas. El movimiento era notable. La gente iba y venía, el ruido de niños jugando llegaba enseguida a los oídos y por todas partes parecía haber artistas callejeros. Unos tocaban, como había hecho yo antes, mientras que otros montaban espectáculos con marionetas o ofrecían comida variopinta.

Incluso...

¡Anda, mira! —fue Fátima la primera en verlo—. ¡Un elefante!

El animal, tan grande como me había imaginado por los libros e imágenes, parecía ser el centro de un espectáculo llevado por varios hombres vestidos con colores llamativos. ¿Promocionaban un circo, tal vez? Desde luego, la bestia parecía haber hecho impacto en la chica.

¿A dónde quieres ir? —preguntó de pronto, como si yo llevara la marcha.

Miré de reojo a John, quien también parecía esperar mi decisión. No lo pensé demasiado y, ni corto ni perezoso, señalé hacia lo alto de la torre. A la cima del Big Ben.

Ahí —declaré.

»Aunque igual quieres subirte en el elefante primero...
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Re: [Nunca Jamás] Música en Londres

Notapor Suzume Mizuno » Mar Ene 20, 2015 12:54 am

Ahí.

Fátima siguió la dirección hacia la que Ban señalaba con un dedo y arqueó las cejas.

Aunque igual quieres subirte en el elefante primero...


¡N-no!—sacudió las manos tras pensárselo. Quizás si hubiera venido con Malik o con Nadhia, pues sí. Pero estando con dos desconocidos… Aunque debería preguntar cuánto se quedaba el circo, porque le encantaría regresar y probar a montar. Algo sonrojada se apresuró a ir hacia John mientras le decía a Oswald—: Voy a preguntarle si podemos subir, quizás esté prohibido.

No lo estaba, claro. Aunque también había que dar una sustanciosa propina. Apenas sí pudieron ver el interior del palacio, protegido por guardias, ya que los hicieron subir apresuradamente por unas estrechas escaleras que llevaban a la torre. Fátima, que al principio estaba preocupada por si a John le sentaría mal la subida, perdió todo cuidado al ver que el anciano era quien subía con más ímpetu de los tres.

Me gustaría estar igual que él cuando llegue a vieja—comentó por lo bajo, mientras apoyaba una mano en la pared para no perder el equilibrio, ya que los escalones eran bastante altos. Por suerte, su entrenamiento la mantenía en forma y creía que podría soportar la subida, aunque era la primera vez que recorría tantas escaleras de golpe.

¡Los jóvenes de hoy estáis muy mimados!—rió John, sacudiendo su gorra—. ¡Vamos, dadle un poco más de ritmo! ¿Os imagináis la vista que habrá allá arriba? ¡Una buena elección, Oswald!

«Ya podría haber escogido un lugar menos alto», gruñó Fátima para sus adentros, aunque tuvo que reconocer que sentía curiosidad por ver la ciudad desde lo alto del Big Ben.

Le dolió reconocerlo, pero estaba empezando a desesperarse, convencida de que esas horribles escaleras no se terminarían nunca, cuando llegaron al fin a la zona del mecanismo. El eco de los gigantescos engranajes la sobresaltó y soltó una risa nerviosa. Se suponía que no se podía acceder a esa zona porque de tanto en tanto había guardias que iban a controlar que todo estuviera bien, de modo que continuaron hasta alcanzar lo alto de la torre.

Una corriente aire fría los golpeó a todos; no había ventanas en las finas arcadas que daban a los cuatro puntos cardinales. John corrió hacia la del sur, haciéndoles señales animadamente. Cuando Fátima se asomó, se quedó de piedra. Realmente desde ahí se podía ver todo Londres y más; el Támesis, los parques, las aceras por las que pululaban multitudes de personas diminutas. También el cielo encapotado que se perdía en el horizonte, donde se abrían algunos claros.

Bueno, muchacho. ¿No te parece una vista hermosa?—John aspiró una bocanada de aire helado y luego hundió los hombros, de pronto triste—. A Amelia y a mí nos gustaba subir aquí. Pagábamos a los guardias y nos quedábamos un buen rato. Siempre la inspiraba para tocar alguna pieza de piano…

Por la forma que hablaba de Amelia, parecía que había fallecido. Lanzó una mirada a Oswald para animarle a que dijera algo y puso una mano en el hombro de John.

Es precioso. A muchos artistas les encantaría poder pintar un paisaje así. ¿No, Oswald?

John suspiró ligeramente y luego recuperó a tal velocidad el ánimo que fue como si Fátima se hubiera imaginado su expresión de añoranza. Dio una palmada con las nudosas manos y exclamó:

Bien, chico. Hemos subido hasta aquí. ¿Realmente no sientes nada al ver esto?
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Ronda #8 - Música en Londres

Notapor Astro » Mar Ene 20, 2015 12:58 am

¡N-no! —la reacción de Fátima, avergonzada cual niña pequeña, casi hizo que soltara una carcajada—. Voy a preguntarle si podemos subir, quizás esté prohibido.

Poco tardó en verificar que sí podíamos. Y allí que fuimos los tres, subiendo por unas estrechas escaleras a ritmo ligero tras pagar una ridícula cantidad de platines. Calderilla, vamos. Pero sin duda, la sorpresa fue encontrarse con que el abuelo era quien subía el más rápido.

Me gustaría estar igual que él cuando llegue a vieja—susurró la chica, quien también mantenía bien el ritmo.

A mí no —comenté, subiendo los altos escalones con soltura—. Me gustaría estar mejor.

¡Los jóvenes de hoy estáis muy mimados!—exclamó John, entre risas—. ¡Vamos, dadle un poco más de ritmo! ¿Os imagináis la vista que habrá allá arriba? ¡Una buena elección, Oswald!

Solté un pequeño gruñido, esforzándome por subir un poco el ritmo. No me apetecía acabar sudando, la verdad, pero no parecía quedarme otra opción si no quería perderles por aquellas malditas escaleras.

Llegar arriba del todo fue todo un espectáculo visual. Desde allí, podíamos ver toda Londres cual pájaros. Desde edificios hasta parques e incluso casas. Si mi puntería fuese mejor y mi pistola tuviese mayor alcance... Digamos que aquel sería el lugar ideal para divertirse a mi manera.

Bueno, muchacho. ¿No te parece una vista hermosa?—preguntó el hombre cuando se hubieron colocado.

Supongo... —respondí, encogiéndome de hombros.

A Amelia y a mí nos gustaba subir aquí. Pagábamos a los guardias y nos quedábamos un buen rato. Siempre la inspiraba para tocar alguna pieza de piano…

¿Quién es Amelia? —pregunté, automáticamente.

Es precioso. A muchos artistas les encantaría poder pintar un paisaje así. ¿No, Oswald?

Supongo —repetí.

Con un largo suspiro (que levantó mis sospechas, ¿se había puesto triste por algo?), John se levantó y dio una palmada para captar nuestra atención.

Bien, chico. Hemos subido hasta aquí. ¿Realmente no sientes nada al ver esto?

No lo sé —contesté, girándome hacia el exterior y observando con detenimiento la ciudad—. Es una vista perfecta del plano de la ciudad. Útil para mapas. Incluso para espiar con la herramienta adecuada.

»Hace frío. Eso es lo que siento.

Guardé silencio, esperando a ver sus reacciones. Seguro que eran dignas de presenciar.
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