[Port Royal] Loro perdido, pirata infeliz

[Tanis]

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Nombre: Loro perdido, pirata infeliz.
Solicitante: Señor Cotton.
Descripción: ¡Mi loro ha desaparecido! Y sin él no puedo hablar con los demás... Es una larga historia. Lo perdí de vista en el puerto de Tortuga hacia las cuatro de la tarde, cerca del muelle principal. Es así, más o menos, de color amarillo y azul:



Mundo: Port Royal
Requisitos:
+Mínimo dos participantes, máximo cuatro.
+Nivel 7 o superior.
Notas: Tanis intervendrá cuando se realice la entrega del animal para dar la recompensa de manos del dueño.
Recompensa:
+5000 platines a repartir entre los integrantes de la misión.
+Arma: Pistola a encontrar durante la misión.
+De 1 a 10 px adicionales por originalidad del desarrollo de la misión.
Interesados: Fátima Laforet, Light Hikari
EN PROCESO

 

Tortuga.

La isla pirata por excelencia, en dónde la Marina no podía poner un pie sin que las ratas se levantaran en armas. La isla que podía alardear de poseer dos Reyes a su disposición. La isla... dónde era fácil perder un loro.

Atardecía en Tortuga, pocas horas después de recibir el aviso de búsqueda por parte del estimado Señor Cotton. La verdad era que más que una misión parecía un recado, pero decían que no existía nada más importante para un pirata que su loro... Aparte del ron, claro. Así que allí estaban Fátima y Light, de pie en el muelle en el que se suponía el loro había sido visto por última vez, quizá esperando poder encontrar alguna pista en dicho punto de partida.

No tardarían mucho, ¿no? Después de todo un loro no tenía adónde ir en una isla en medio del mar. ¿Verdad? Además, tenían consigo el dibujo del Tablón, sería fácil reconocerlo.

[Light]

—¡Esa debe ser Tortuga! —le confirmó a su compañera nada más avistar la isla desde el aire. Su posición coincidía con la de la isla ilustrada en el mapa que en aquellos momentos Light estaba agarrando; mapa que había pedido prestado de la biblioteca de Tierra de Partida antes de reunirse con Fátima. Si su compañera había visitado la isla con anterioridad, se lo podría confirmar.

Light y Fátima aterrizaron en el muelle de la isla tras comprobar que nadie les vería con los glider. Acudían a aquel lugar porque un hombre había perdido allí a su mascota: un loro. A primera vista le parecía una misión mucho más sencilla que la anterior que protagonizaron los dos aprendices, la de atrapar a un mago de lo más escurridizo.

—Bonita vista, ¿verdad? —El sol empezaba a ocultarse y la visión del mar en pleno crepúsculo le parecía fascinante. No tenía nada que envidiar a la puesta de sol de su mundo.

Finalmente, se puso en marcha y comenzó a dar sus primeros pasos sobre el muelle de madera mientras examinaba la foto del animal.

—Solo tenemos que cazarlo, no debería ser muy difícil. ¿Habías estado aquí antes?

Si quería, Fátima podría informarle sobre aquella isla, desconocida para él.

[Suzume Mizuno]

—¡Esa debe ser Tortuga!

Fátima dio un cabeceo afirmativo y aproximó su glider al de Light. El chico sostenía como podía un mapa y supuso que si la forma de la isla era la misma, entonces no podían haberse equivocado. Aun así, había tantas islas en Port Royal que resultaba mareante.

—¡Eso parece!

Desde lo alto parecía una isla normal y corriente, con un golfo donde se encontraba el asentamiento de los piratas —recordó la aventurita con Jack Sparrow y sonrió de medio lado. Con todo, no creía que tuvieran suerte de encontrar a piratas tan «simpáticos» como él—, rodeada por aguas muy claras, de un dorado casi cegador gracias al reflejo de los rayos del sol.

Descendieron, buscando un lugar donde no llamaran la atención, y después se dirigieron hacia el muelle. Fátima volvía a ir vestida de chico, con las ropas típicas que había encontrado de aquel mundo de piratas, y en seguida acusó el calor húmedo, tan diferente al de Atlántica.

—Bonita vista, ¿verdad?

—Sí. Muy romántica—bromeó, sonriéndole—. Si no estuviéramos en un nido de piratas, sería bonito sentarnos a tomar algo—reconoció, observando con admiración la puesta de sol. Sería un lugar precioso para leer un libro mientras uno se dejaba mecer por el sonido de las olas y de las gaviotas.

—Solo tenemos que cazarlo, no debería ser muy difícil. ¿Habías estado aquí antes? —dijo Light, atrayendo su atención sobre el objetivo de su misión.

Un loro. No sabía si alegrarse de haber pasado de perseguir a un criminal a buscar a un animalito. Como si no hubiera muchos en Tortuga. Algo le decía que les iba a llevar toda la noche. Pero la recompensa era muy aceptable y, además, se compenetraba bien con Light. Estaba convencida de que si habían pillado a Layle, también capturarían al lorito.

—En este mundo sí, pero no en la isla, lo siento—dijo, cogiendo la hoja y echándole un vistazo—. No creo que nadie esté dispuesto a echarnos una mano a menos que ofrezcamos dinero… Y llamaríamos la atención. Supongo que lo ideal sería ir a buscarlo al bosque.—Miró a Light y esbozó una sonrisa incómoda—. Sí, ya sé que es enorme, pero si un animal se escapa, me imagino que irá ahí con los demás pájaros. O puede que vuelva para buscar comida, pero bueno.—Frunció el ceño y se apartó el pelo de la cara—. ¿Y si preguntamos?

El muelle comenzaba a vaciarse y cada vez había menos gente, pero todavía había grumetes y chavales que debían trabajar en los bares correteando por ahí. Buscando un poco, vio a un niño dando de comer aun loro, bastante distinto al que ellos buscaban. Pero serviría.

—¿Dónde se cazan estos loros?—preguntó, apuntando con un gesto al animal—. Queremos encontrar uno

El niño los miró con desconfianza y puso una mano, protector, cerca del animal. Al final respondió, con un gruñido, que se encontraban muchos loros en un claro no demasiado adentro del bosque.

—¿Vamos?

No creía que fueran a tener suerte pero... Mejor empezar con algún lado.

[Light]

Resultó un ligero infortunio que Fátima no conociera aquella isla. Al menos había estado antes en aquel mundo, como él (aunque a diferencia de su compañera, Light apenas lo recordaba por culpa de cierta borrachera).

«Qué desconsiderados, ¿no?», le sorprendió que la chica asegurara que les pedirían dinero a cambio de un poco de ayuda.

«Espera... Fátima dijo que era un nido de piratas», recordó lo que le dijo hace escasos segundos.

Empezaba a hacerse una idea de la clase de lugar que era Tortuga.

—¿Y si preguntamos?

—De acuerdo.

Ambos aprendices optaron por preguntar a la gente, cada vez más escasa. No tardaron en encontrar a un niño con un loro, que distaba mucho del que estaban buscando. De todos modos puede que éste conociera bien a aquellos animales, por lo que no perdían nada por preguntar.

—¿Dónde se cazan estos loros? —le interrogó, señalando al animal—. Queremos encontrar uno.

—No vamos a quitarte el tuyo, ¿eh? —expresó Light, cruzado de brazos. Parecía que el chaval no se fiaba de ellos.

El chico les confirmó entre gruñidos que podrían localizarlos en un claro de la selva. Parecía que la intuición de Fátima había sido correcta.

—¿Vamos?

Light simplemente asintió, conforme.

Descruzó los brazos y le dio las gracias al chaval por la información. Sin más tardar, se dirigieron hacia la selva de Tortuga.

***

Light y Fátima se internaron en la jungla y empezaron a avanzar por ésta. Light, fascinado por el escenario verdoso, podía percibir una infinidad de plantas exóticas y sonidos de animales que jamás había visto en otros mundos.

El aprendiz, que levantaba a menudo la cabeza para localizar al ave, trastabilló por culpa de las raíces gruesas de un árbol. Le confirmó a Fátima que no era nada y se puso de pie rápidamente.

Se detuvo delante de un árbol y una intersección que les obligaba a elegir entre ir por la izquierda o por la derecha. Teniendo en cuenta lo vasto que era aquel lugar —pudieron advertirlo cuando llegaron a la isla en glider—, tardarían un sinfín de horas en explorarlo todo.

—Demonios, este lugar es demasiado grande… ¿Nos dividimos? —sugirió, pensativo.

Si la chica aceptaba, elegiría cualquiera de los caminos: el de la derecha mismamente.

[Suzume Mizuno]

A pesar de que los árboles eran altos y frondosos, tanto que impedían el paso de la escasa luz excepto en ciertas zonas —lo cual le hizo pensar que pronto tendrían que moverse a ciegas. Y que no pensaba quedarse ahí durante la noche—, el calor era desagradable. Esa humedad que les pegaba las ropas al cuerpo y el zumbido de los mosquitos le puso la piel de gallina y en seguida empezó a ponerse de mal humor. Además, la inmensidad del lugar provocó que se le cayera el alma a los pies. Si el lorito se había escapado a la selva, entonces, como no estuviera en la zona que les había indicado el niño…

De pronto escuchó un golpe y se volvió. Light había caído al suelo. Hizo amago de adelantarse para ayudarle a levantarse, pero él se incorporó sin problemas.

—¿Estás bien?—preguntó, mirando con nerviosismo hacia el suelo. No le habría extrañado si hubiera visto alguna serpiente o algo similar.

Light le aseguró que sí y continuó su camino hasta que la senda que estaban siguiendo se partió en dos.


—Demonios, este lugar es demasiado grande… ¿Nos dividimos?

Se cruzó de brazos y se lo planteó un momento. Cada vez les quedaba menos tiempo de luz, así que sí, si se dividían irían más rápido… Aunque, en realidad, no tenía esperanza alguna de encontrar al loro. No en la selva, al menos.

—De acuerdo. Pero, oye, espera—le dijo, viéndolo con muchas ganas de irse por su camino—. Podríamos perdernos y no hay que abusar del glider. Así que nos reunimos aquí en cosa de una hora, ¿vale? Antes de que anochezca del todo.

Esperó a que Light le dijera que sí, y se encaminó por la izquierda.

****

—¿Por qué habré aceptado esta misión?—masculló mientras se arrancaba unas zarzas de un pantalón—. No sé, oye, podría haber elegido algo que no diera tantos problemas. Pero claro, había que buscar a un loro en medio de una jungla. De noche. ¡Y con este calor!—Continuó, abriéndose paso entre la vegetación, que le llegaba a la cintura—. Más imbécil y no nazco.

Con un gruñido, consiguió salir a una zona un poco más alta, donde al menos podía ver dónde ponía los pies, y marcó un árbol para asegurarse de que no se perdía. El sendero estaba muy mal cuidado y las plantas lo habían invadido, pero al menos era más viable que el resto.

Estaba secándose el sudor de la frente cuando le pareció escuchar el piar de un pájaro a lo lejos. Arqueó las cejas, escéptica. Luego se dijo que por probar no iba a morir, y se dirigió hacia el sonido.

[Light]

—De acuerdo. Pero, oye, espera. —Se detuvo para escuchar lo que tenía que decir—. Podríamos perdernos y no hay que abusar del glider. Así que nos reunimos aquí en cosa de una hora, ¿vale? Antes de que anochezca del todo.

—Vale.

Y se separaron finalmente. A ver quién tenía más suerte de los dos.

***

A medida que iba avanzando por la selva su ánimo iba decayendo. Acalorado, se pasó la mano por la frente para retirar el sudor. No estaba nada acostumbrado a aquellas temperaturas y se sentía cada vez más agobiado. Menos mal que estaba atardeciendo y no era plena tarde…

Ya casi habían transcurrido quince minutos (podía averiguar el avance del tiempo a través de su dispositivo) y no tenía una sola pista del animal. Ni siquiera llegó a localizar loro alguno, ni el que estaban buscando ni de otro color siquiera, todos los pájaros que llegaba a vislumbrar eran de una raza completamente distinta.

En cierto momento, Light se paró en otra intersección que le obligaba a tirar hacia una dirección. Le sonaba haber pasado por ahí antes, ¿habría estado dando vueltas en círculos? Encima ya no se acordaba de las rutas que había tomado.

«Genial, ahora me pierdo y todo».

—¿Qué es eso?

Entonces, se percató de que algo oscuro se movía en el suelo, a escasos centímetros de sus pies, y dio un respingo. Sobresaltado, retrocedió y se quedó mirando el insecto que le había asustado, con una mueca. Se trataba de una tarántula enorme y peluda que avanzaba muy lentamente por el suelo invadido de hierba.

«Qué asco».

A saber cuántos animales extraños como aquel había en aquella jungla.

Light se alejó del insecto a toda prisa y tomó finalmente el camino de la izquierda.

No tardó ni diez segundos en encontrar un claro. Alzó el rostro hacia el cielo y comprobó que no faltaba mucho para que anocheciera del todo, pronto tendría que darse media vuelta para reunirse con su compañera.

Aquel debía ser el claro al que se refería el chaval porque finalmente encontró a los loros, sobrevolando el lugar y bebiendo agua de una especie de estanque. Semejantes al loro del niño, estos eran muy diferentes al ave que estaban buscando: sus plumas eran coloradas, no azules. Light dio un rodeo por todo el lugar, buscando al maldito animal.

«Que no, no está. Creo que me iré volviendo».

Volvió sobre sus pasos y divisó algo que le llamó la atención. A lo lejos, su vista captó una mancha azul sobre una rama que seguramente debía tratarse de un pájaro. Dispuesto a verificarlo, se acercó prestamente hacia el árbol donde podía encontrarse el loro.

[Suzume Mizuno]

En ocasiones como esa, Fátima se alegraba de haberse criado en el campo. Esa selva no se parecía a sus frescos bosques de Atlántica, pero al menos sabía cómo moverse sobre las rocas, cómo orientarse un poco y asegurarse de siempre ir dejando marcas por el camino. Principalmente en los árboles.

Intentó no hacer ruido. Lo último que le apetecía era escuchar el batir de alas del pajarito y tener que volver a recorrer otra vez todo el camino de vuelta sin haber ni siquiera visto un loro. Eso implicaba moverse con mucho cuidado, algo difícil cuando una mata de plantas impedía ver dónde estaba poniendo los pies. Estaba convencida de que acabaría partiéndose un tobillo.

Había marcado un quinto árbol y ya estaba pensando que se había imaginado que había escuchado algo cuando el pájaro volvió a cantar. Esta vez muy, muy cerca. Fátima levantó la vista y miró a su alrededor, conteniendo el aliento.

Sobre una rama, un loro la observaba con la cabeza ladeada. El corazón le dio un vuelco y se quedó inmóvil, intentando recordar la hoja que le había mostrado Light. Maldijo por no tenerla a mano. Pero juraría que… Que al menos tenía la misma paleta de colores.

«No me lo creo», pensó, a punto de soltar una carcajada de incredulidad.

Consiguió tragarse la risa y respirar hondo. Bien, de acuerdo. Ahora lo que importaba no era tanto si se trataba o no del loro, sino capturarlo. Luego podrían comprobar si era el correcto o no, pero si se le escapaba perdería la oportunidad.

«Quietecito. Ni se te ocurra movere», pensó, avanzando con lentitud.

Evidentemente no podía atacarlo. Así que… Tendría que trepar. Y ser rápida. Como si necesitaba perseguirlo con el glider. Ah, ojalá tuviera algún hechizo para capturar a la gente. Así que se las apañó para llegar a la base del árbol sin que el loro le quitara el ojo de encima y tampoco echara a volar. Ahora venía lo complicado. Se preparó para efectuar un Doble salto y luego un Planeador por si no lo atrapaba a la primera.

Flexionó las piernas, mirando tan fijamente como la observaba el loro a ella.

[Light]

«¡Es él, es él!».

Acercarse le sirvió para confirmar sus sospechas: era el loro que estaban buscando. No tenía la total certeza pero su color coincidía con el objetivo a capturar: sus plumas eran de color azul y amarillo, todo señalaba que se trataba de él.

Light se detuvo delante del árbol para observarle de cerca. Posado sobre una rama baja, el loro azul parecía bastante tranquilo. Detectó al joven y le observó de reojo desde su sitio a partir de ese momento, sin moverse un ápice.

El aprendiz se acercó lo máximo que pudo, muy despacito y sin hacer ruido, y después esperó. En cuanto el animal se acostumbró a su presencia y dejó de mirarle por un segundo… saltó para capturarle utilizando Doble Salto.

Tocó al animal y estuvo a punto de cogerlo, pero se le escurrió entre las manos y se le escapó.

—¡Majadero! ¡Majadero! —exclamaba el animal, burlón.

Light ni siquiera tocó tierra tras aquel gran salto, se sujetó con éxito a la rama del árbol en el intento. Chasqueó la lengua e inició la persecución en el aire inmediatamente, utilizando de nuevo las Alas del Solsticio gracias al nexo-D de Nadhia.

—¡No te escaparás!

Zigzagueó para esquivar los árboles que se interponían en su camino mientras volaba hacia él. El condenado animal no resultaba demasiado rápido y era fácil de seguir por su color llamativo, pero la cantidad de árboles que componían la selva dificultaba en gran medida la persecución y le hacía perder de vista a su presa en varias ocasiones.

[Suzume Mizuno]

Fátima saltó. Y, al mismo tiempo, el loro salió despedido en dirección contraria. La chica soltó un grito de exasperación, se aferró a la rama donde instantes antes había estado su presa y se impulsó para lanzarse adelante. Intentó atraparlo planeando, pero el prófugo ascendió y quedó fuera de su alcance.

La chica aterrizó con brusquedad, se recolocó el pelo y alzó la cabeza. El loro volaba en círculos sobre ella, cual ave de presa.

—Así que no te quieres escapar, ¿eh?

Su primer impulso fue el de volver a intentar trepar a un árbol y agarrarlo, pero se dio cuenta de que sería gastar demasiadas energías. Por eso se cruzó de brazos y se apoyó contra un tronco. Y esperó hasta que el loro se calmó y se volvió a aposentar en una rama. Incluso entonces, decidió no moverse. Estaba intentando decidirse entre lanzarle una fruta o algo —tenía buena puntería— y luego sanarlo con un Cura o si ir por el camino más difícil. El problema era que no le gustaba hacer daño a animales. Ni a nadie, en realidad, a menos que fuera estrictamente necesario.

Con un aleteo de alas, el loro descendió de pronto hasta el suelo. Se puso de costado, para seguir viéndola. Y, de pronto, empezó a picotear, buscando comida. Fátima tuvo la absurda sensación de que estaba retándola a que intentara atraparle.

No muy convencida, se agachó hasta quedarse en cuclillas y cogió una piedra. Esperaba no hacerle demasiado daño, pero prefería no jugársela y…

Entonces vio la serpiente que se arrastraba, sigilosa, hacia su presa.

[Light]

—Lo he perdido.

Sus alas no durarían para siempre, por lo que el aprendiz terminó en el suelo tarde o temprano, perdiendo definitivamente a su presa. La caída no resultó grave porque había descendido bastante aposta, consciente de la duración del conjuro. El pájaro aprovechó el descenso de su perseguidor para elevarse aún más y ocultarse, resguardándose entre los frondosos y altísimos árboles. Desde ese momento no se volvió a dejar ver.

Se consideraba muy estúpido por haber dejado escapar a un animal que era mucho más lento que él. ¿En serio le iba a causar más problemas aquel loro que el cazarrecompensas elusivo de la Cité?

Tras darse un paseo infructuoso, Light se terminó rindiendo. El animal había desaparecido: aparentemente se lo había tragado la tierra y era imposible encontrarle. Por esa razón, el aprendiz paró a descansar un momento, apoyado en el tronco de un árbol. Tenía que planear su siguiente movimiento.

Optó por volver sobre sus pasos para encontrarse con Fátima. Ya había anochecido e iba siendo hora de reunirse para trazar un nuevo plan. Sin duda le daría mucha vergüenza confesarle a la chica que lo había dejado escapar, después de todo era un simple pajarraco.

«Bien… ¿Y ahora cómo vuelvo al punto de encuentro con Fátima?».

Se había perdido. Solo sabía que ese punto se encontraba cerca de la entrada de la selva; es decir, cerca del muelle. Materializó las alas de luz otra vez para alzarse muchos metros, hasta superar la copa del árbol más alto de la selva. Desde ahí vería el mar, el muelle y más o menos se haría una idea.

Sin descender, sobrevolaría el bosque hasta que el efecto de la magia desapareciera y no le quedara otra que aterrizar. Cuando esto pasara, ya se hallaría cerca del punto de encuentro.

«¡Oh!».

¡Ahí estaba el condenado pajarraco! Ya no se encontraba sobre ningún árbol, sino en el suelo, alimentándose de los diminutos insectos que pululaban por allí. Parecía distraído, aquella era su oportunidad.

Esta vez lo iba a atrapar sí o sí.

Retrocedió y se ocultó tras el árbol más cercano para que no le viera.

«Gaomon. Usa Tenue, ahora», le ordenó, impaciente.

El eidolon, que se materializó tras unos arbustos para no llamar la atención, le envolvió con el manto de la invisibilidad. Ahora nadie podría verle.

Light se acercó con disimulo y lentitud al loro, intentando por todos los medios no hacer ruido con las hojas y ramas del suelo.

«¿Y si se volando en algún momento porque sí? Tengo que darme prisa», ya estaba a escasos metros de él, si lo perdía ahora le daría muchísima rabia.

Se dejó llevar por su impaciencia y corrió desesperado hacia él.

[Suzume Mizuno]

Fátima apretó la piedra entre los dedos y se puso en tensión. Era una serpiente de tamaño mediano y no tenía ni idea de si era venenosa o no. Pero un mordisco y adiós loro.

Maldiciendo para sus adentros, apuntó con cuidado hacia la cabeza del reptil, vigilando al loro para que no se fuera volando hasta el momento adecuado. Esperó a que estuviera cerca del pájaro para asegurarse de no fallar. Más… Un poco más…

¡Ahora!

Lanzó la piedra, que acertó sin problemas contra la rectangular testa de la serpiente. Vio cómo abría la boca y mostraba unos colmillos inmensos que la dejaron sin aliento. Al mismo tiempo, el loro dejó escapar un sonido de alarma y desplegó las alas.

—¡Ah, no, ni hablar!

Fátima se precipitó al frente, extendiendo las manos. Casi pudo ver a cámara lenta cómo el loro encogía las patas, sus plumas rozaban el suelo al batir las alas, y se elevaba unos centímetros. Desesperada, completamente concentrada en atraparlo, no oyó cómo alguien corría en su misma dirección. De todas formas, aunque hubiera visto algo, no habría tenido tiempo de echarse a un lado. No con la fuerza con la que se había lanzado.

El golpe la dejó sin aliento y bajo sus párpados estalló un universo de explosiones de estrellas. Se llevó las manos a la frente y cayó de espaldas, creyendo que se moría. De fondo, escuchó cómo se alejaba el maldito y asqueroso loro.

Con los ojos anegados en lágrimas, se incorporó sobre los codos, balbuciendo:

—¿Pero qué…?

[Light]

Sin dejar de correr, Light apretó los dientes y dibujó en su rostro una expresión de terror en cuanto el pájaro alzó el vuelo. No transcurrió ni un segundo cuando se dio cuenta de que Fátima, que no le veía, avanzaba rápidamente hacia él.

El choque entre ambos fue imposible de evitar. Light cayó estrepitosamente tras el impacto y maldijo al loro, que había abandonado la selva para volar en dirección a la ciudad. El aprendiz pudo verle en la lejanía después de levantarse.

Se recuperó antes del aturdimiento que su compañera y, por acto reflejo, la tendió el brazo para que se pudiera levantar después de él.

Entonces, recordó que seguía siendo invisible, aunque no por mucho tiempo.

—¿Pero qué…?

—Maldición… ¡Lo siento!

Los efectos de la invisibilidad desaparecieron finalmente. Fátima, posiblemente sorprendida, vería cómo su compañero aparecía mágicamente delante de ella y le tendía la mano para que se pusiera de pie más fácilmente.

—¿De qué me suena esto? Menudo mamporro. —Hizo una mueca de dolor—. Oye, ¿te he hecho mucho daño? ¡Lo siento!

En ese momento acudió su mascota, que hasta ese momento se había limitado a ocultarse tras los matorrales. Light le pediría a Gaomon que les curara a él y a Fátima. Acto seguido desapareció de la vista de ambos.

—Démonos prisa. Ha salido de la selva y se dirige a la ciudad —pronunció rápidamente y señaló ésta, no muy lejana—. ¡Vamos!

[Suzume Mizuno]

—Maldición… ¡Lo siento!

Parpadeó varias veces y se convenció de que no se había imaginado a Light materializándose frente a ella por culpa del golpe. Mientras tomaba la mano que le había extendido y se ponía en pie, imaginó que había usado algún hechizo, quizás Tenue y por eso no lo había visto venir.

—¿De qué me suena esto? Menudo mamporro. —Fátima frunció el ceño y dejó escapar un quejido, recordando que en la Cité también habían acabado dándose un buen golpe el uno contra el otro—. Oye, ¿te he hecho mucho daño? ¡Lo siento!

—No te preocupes, no me has roto nada. ¿Y tú estás entero?—preguntó, intentando sonreír.

De entre los matorrales salió el eidolón de Light, que les curó en un parpadeo y luego se desvaneció. Fátima se pasó la mano por la frente, sorprendida, y comentó:

—¡Qué práctico tener un eidolón! Muchas gracias.

—Démonos prisa. Ha salido de la selva y se dirige a la ciudad .—Al principio no supo a qué se refería, pero cuando siguió la dirección de su dedo, pegó un respingo y recordó para qué se suponía que estaban allí—. ¡Vamos!

—¡Sí!

Echó a correr, siguiendo las marcas que había dejado en los árboles y guiando así a Light para que no se perdiera. Ni siquiera se le pasó por la cabeza preguntarse por qué los dos habían acabado persiguiendo al mismo loro, cuando su compañero había tomado un rumbo completamente distinto.
Atravesaron lo que quedaba de selva a la carrera hasta que el lindero del bosque llegó tan de súbito que Fátima frenó en seco, sorprendida por la amplitud de la zona y por la sensación de que un poco de aire fresco le acariciaba el rostro.

Miró a su alrededor con ansiedad. Era ya casi noche cerrada, apenas sí destellaban algunos rayos rojos en el horizonte, y todas las luces de Tortuga ya estaban encendidas.

Ningún loro a la vista.

—Maldita sea…—siseó—. ¿Crees que habrá ido a la ciudad?—Le miró un momento y luego añadió—: Por probar, que no quede, ¿no?

No iba a rendirse justo ahora, que había estado a punto de atraparlo.

[Light]

Light y Fátima echaron a correr y salieron definitivamente de la selva. Al aprendiz le alivió abandonar la asfixiante jungla, hogar de miles de insectos y árboles que no hacían más que darle sustos y estorbarle respectivamente.

Light soltó un “joder” cuando verificó que allí no había ningún loro a la vista. Por mucho que agudizó ésta no pudo captarlo, y para colmo estaba anocheciendo y su visibilidad era mucho menor.

Normal que le hubieran perdido después del choque que habían tenido.

—Maldita sea… ¿Crees que habrá ido a la ciudad? Por probar, que no quede, ¿no?

—Juraría que volaba en dirección a la ciudad. Espero que esté allí… —Cerró momentáneamente los ojos—. Sí, tiene que estar allí. Al menos intentémoslo.

Y se dirigió corriendo hacia su destino, decidido a no perder más el tiempo. Preocupado, preguntaría a Fátima si estaba cansada. En caso afirmativo no aligeraría tanto el paso e iría a su ritmo.

Entraron dentro de la ciudad y el panorama que se encontró ahí no le gustó demasiado. Unos piratas (nunca había visto tantos) que pasaron al lado de los aprendices, con armas en mano, les lanzaron miradas intimidantes y alguno que otro se carcajeó de sus reacciones. Light intentó por todos los medios no mantener contacto visual con ellos y les ignoró.

Uno de ellos alzó el brazo con pistola en mano y disparó al cielo. El sonido provocado por el arma sobresaltó bastante a Light, quien se detuvo en seco y dio un respingo, desencadenando las risotadas intensas de todos los integrantes del grupo de piratas.

—¿Sabes? Vine a este mundo por primera vez porque Ronin me aconsejó una taberna con una cerveza bastante popular, en Port Royal. Se llamaba La Sopita —Para aliviar tensiones, decidió contarle una anécdota—. ¿Y tú? ¿Viniste por una misión quizás?

Tras escucharla con atención, suspiró.

—En fin, espero que aparezca este loro pronto —dijo algo desanimado mientras seguían paseando, alzando la cabeza varias veces por si llegaba a verlo posado sobre algún tejado.

[Suzume Mizuno]

—Juraría que volaba en dirección a la ciudad. Espero que esté allí… Sí, tiene que estar allí. Al menos intentémoslo.

Fátima asintió y fue tras él, maldiciendo para sus adentros al loro, que les estaba toreando como a estúpidos. Si sus Maestros supieran los problemas que estaban teniendo se le caería la cara de vergüenza… Aseguró a Light que no estaba cansada, sonriéndole y agradeciendo la pregunta. Y era cierto. Sólo estaba irritada. Después de entrenar con Malik estaba convencida de que podría aguantar bastante más con jornadas duras como esa. Y vale que Light tuviera las piernas más largas, pero podía soportar ir al ritmo de sus zancadas.

Una vez en la ciudad la peste a ron, a suciedad, a barro y a comida los abofeteó. Fátima se controló para no taparse la nariz y fingió no darse cuenta de cómo los miraban los piratas con los que se cruzaron, si bien no perdió de vista sus pistolas. Aun así, el disparo le puso la piel de gallina y gruñó por lo bajo cuando los piratas estallaron en estrepitosas carcajadas.

—¿Por qué hay una visión tan romántica de los piratas si no son más que unos fracasados?—refunfuñó.

—¿Sabes? Vine a este mundo por primera vez porque Ronin me aconsejó una taberna con una cerveza bastante popular, en Port Royal. Se llamaba La Sopita .

Fátima se llevó una mano a la boca para ahogar una carcajada. ¿La Sopita?

—Qué nombre tan simpático.

—¿Y tú? ¿Viniste por una misión quizás?

—Sí. Ronin nos envió a encontrar una espada maldita. Y… Bueno. Viajé con unos piratas y unos mercaderes. También encontré a un fantasma.—Y a Nanashi. Pero decidió no sacar el tema.

—En fin, espero que aparezca este loro pronto.

—No te vengas abajo. Seguro que lo encontramos—intentó animarle, poniéndole una mano en un hombro—. ¿Qué te parece si, cuando lo encontremos, te invito a…?—Fátima ladeó la cabeza y, tras comprobar que sus ojos no la engañaban, exclamó—: ¡Light! ¡Está ahí!—Lo obligó a darse la vuelta.

A través de una ventana, que pertenecía a una mugrienta taberna de la cual les llegaban las risas de los piratas, se distinguía el plumaje del maldito pajarraco. Parecía estar en el respaldo de una silla.

Tiró del brazo de Light, emocionada.

—¡Vamos, vamos!

Y se precipitó hacia la entrada.