—Los piratas acostumbraban a enterrar sus tesoros bajo tierra. Después hacían mapas en los que marcaban con una X el escondite de estos tesoros —leyó Bavol asintiendo complacido ante aquella idea que le parecía tan sumamente brillante.
El pequeño gitano se había mostrado interesado por los piratas desde el día en que conoció a su Maestro Ronin, puesto que al principio había pensado que era uno de ellos. Sin embargo, no fue hasta su misión en Port Royal buscando la espada de Cortés cuando su fascinación por ellos se despertó totalmente.
En su mente las grandes ideas sobre la guerra contra los malvados villanos de Bastión Hueco habían dejado por fin hueco a la entrada de nuevos planes y sueños más allá de la lucha contra el mal. Ahora pensaba en echarse a la mar, estar a las órdenes de un capitán pirata, vivir aventuras, ir en busca de tesoros… Era todo tan excitante.
Por eso había decidido lanzarse corriendo a la biblioteca en busca de algún libro sobre piratas. Después de desechar aburrido tomos de cientos y cientos de páginas, Bavol se decantó por un libro muy educativo repleto de ilustrativos, a la par que realistas, dibujos sobre el mundo de la piratería.
Decidió llevarse el libro prestado a los jardines de Tierra de Partida, donde podría leerlo en un ambiente más adecuado en su opinión. Después de leer varios capítulos y concretamente aquel párrafo, una interesante idea se le pasó por la cabeza.
El gitano levantó la cabeza del libro y comenzó a observar a otros Aprendices de la Llave Espada allí presentes. Como era habitual en aquel mundo, existía una gran variedad entre algunos de sus aprendices y otros; no obstante, todos parecían candidatos igual de válidos para su pequeño experimento.
Bavol se fijó en una aprendiza de pequeña estatura y piel pálida. Recogía sus cabellos negros en una coleta y tenía unas curiosas gafas bastante redondeadas, pero lo que más le llamó la atención fue el rojizo pañuelo con el que se envolvía la parte superior de la cabeza. Sin duda aquel tipo de vestimenta era un símbolo inconfundible…
—Uhm, sí, ¿por qué no? —concluyó Bavol cerrando el libro entre sus manos para seguidamente marcharse corriendo hasta su cuarto.
A la mañana siguiente, la joven Aprendiza encontraría una extraña nota que le habían pasado por debajo de la puerta. Escrita con letras mayúsculas y una caligrafía un tanto temblorosa se podía leer:
“QUIERES ABENTURAS? BEN A LA BUSKEDA DEL GRAN TESORO PIRATA. TE ESPERAMOS A LAS OCHO EN LOS JARDINES”
Gracias a las continuas visitas al Bosque de los Cien Acres, la destreza de Bavol para la escritura había mejorado notablemente; sin embargo, aún era demasiado pronto para que el gitano conociera ciertos aspectos de la ortografía. Pese a todo, la aprendiza desconocería que había sido el pequeño gitano quien le había dejado la nota, puesto que se había asegurado de pasar junto a su habitación a alta hora de la noche.
Por su parte, Bavol estaría en el jardín frotándose las manos a causa de la emoción y de la impaciencia a la espera de poder dar comienzo a su aventura.