Una vez dejé el salón recibidor, me encontré con un pasillo ricamente decorado: cuadros, una alfombra de lo que parecía terciopelo, cortinas… A los lados, dos filas de gárgolas de piedra polvorienta custodiaban el paso, haciéndome sentir intranquila y de algún modo observada. Volví a repetirme que aquel castillo debió ser antaño muy, muy hermoso.
Mientras avanzaba a la par que describía todo en mi cuaderno, por el rabillo del ojo vi un movimiento, al mismo tiempo que escuchaba una especie de crujido. Me giré en el acto, pero allí sólo estábamos las estatuas, quienes me miraban, y yo. Pero, ¿no estaban antes mirando al frente? ¿Se habían movido? Les sostuve la mirada un poco, pero al final me convencí a mí misma de que se trataban sólo de paranoias mías.
Continué por el pasillo, el cual estaba terminado por una gran puerta de tono verde. Miré a ambos lados y coloqué la mano en el pomo. Sin embargo, antes de abrirla, escuché un ruido que me hizo retroceder unos pasos. Pero no era como el anterior, este parecía… Un sollozo. Escruté mi alrededor tratando de encontrar la fuente del sonido, cuando me di cuenta de que procedía del otro lado de la puerta. Acerqué la oreja, tratando de escuchar algo más.
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Oh, no debí desobedecer a mamá… ¿Qué voy a hacer ahora?Al oír aquellas palabras, me alejé instintivamente de la puerta. ¿Realmente había escuchado aquella voz? Los gimoteos prosiguieron. Parecía proceder de un niño, probablemente bastante pequeño. ¿Qué hacía un crío en aquel castillo? ¿Qué era lo que su madre le había prohibido?
Impulsada por mis preguntas y por el llanto del pequeño, probé abrir la puerta. Sin embargo, estaba atascada. Dejé de oír al chico, seguramente asustado por haberme escuchado. Retrocedí e invoqué la Llave Espada, decidida a salvar al niño. Escuché un clic y, tras hacer desaparecer el arma (no debían verla, después de todo), entré.
Me encontré con una habitación con aspecto más abandonado que las demás. Sin duda era un dormitorio: había una cama con dosel y un gran armario de dos puertas. Busqué al chico, pero allí no había nadie. ¿Me lo había imaginado?
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¿Hola? Esto... ¡No voy a hacerte daño! ¿Dónde estás?No obtuve respuesta. Pasaron por mi mente todas las leyendas que había escuchado en Port Royal sobre castillos y ricas mansiones de la vieja y lejana Europa, moradas de tenebrosos fantasmas. ¿Acaso me había topado con un espectro?
Para alejar aquellos pensamientos de mi cabeza, decidí seguir escribiendo en mi cuaderno.
Jeanne escribió:En el ala este superior, nos encontramos con un breve pasillo decorado con gárgolas a ambos lados que desemboca en un pequeño dormitorio con un balcón que da a la parte trasera del castillo.
Para continuar las notas, pensé que sería una buena idea asomarme al balcón, para ver qué había más allá. Avancé un paso, pero entonces la voz volvió, esta vez más nerviosa que antes.
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¡N-No te acerques s-si no quieres pagarlo c-caro! ¡T-Te lo advierto!Procedía de un montón arrinconado en una esquina de lo que parecía ropa. Extrañada (y un poco asustada) me acerqué a él con la mano levantada, dispuesta a resolver el misterio.