Aquel sería el primer viaje que hiciera fuera de Tierra de Partida. Bueno, no exactamente el primero. El recuerdo del infructuoso periplo por La Red todavía le asaltaba de vez en cuando, como un error que no debía cometer más. A decir verdad, no se sentía demasiado culpable, porque el que hubieran acabado allí no había sido por su culpa. Pero aún así…
Había estado a punto de morir, y aunque no había sido la primera vez en su vida que le pasaba, eso marcaba a cualquiera, otra vez.
Al menos esa misión requería un grupo más nutrido. No es que tuviera miedo, pero era todavía un aprendiz sin demasiada experiencia y, aunque fuese adulto, de vez en cuando sentía dudas o se descubría preso de la inseguridad. Era fuerte, pero todavía no manejaba la llave-espada como le gustaría. Y de la magia no quería hablar. Cualquier aprendiz era mejor que él en eso, incluso los que habían llegado después. Quizá era demasiado mayor, no estaba seguro de eso. Un día tenía que preguntarle a su maestra, aun a riesgo de recibir una paliza por inútil.
Malik escuchó atentamente las disposiciones de la misión junto con sus futuros compañeros. Parecía sencillo: debían ir al mundo Tierra de Dragones y averiguar la causa del aumento de sincorazón. Ni siquiera tendrían que realizar una purga. Bien, eso estaba bien. No le disgustaba pelear contra aquellos monstruos, pero pensaba que para realizar eso, se necesitaría un número mayor de caballeros.
Cuando vio que los demás se retiraban para hacer los planes pertinentes y organizarse, los siguió en silencio. Eran dos aprendizas mucho más veteranas que él. Las conocía de vista, de haber oído hablar de ellas de vez en cuando en boca de algún maestro o aprendiz en el comedor. Pero no tenía idea de nada más. Imaginó que ellas se sentirían igual con respecto a su persona. Era un elemento nuevo en aquel sitio. Y si además prefería quedarse solo…
Eran infinitamente más jóvenes que él, pero no importaba. Aunque fueran jóvenes, eran más poderosas, y si algo sabía de la vida es que los poderosos lideraban, porque por algo habían sobrevivido. Malik quería confiar en que sabrían qué hacer si las cosas se ponían feas.
Un ligero carraspeo llamó entonces su atención y desvió la vista hacia una de las chicas, que le tendía la mano como gesto de saludo. Esbozó una muy tenue sonrisa y se la estrechó, observándola. Parecía muy delicada, como una flor de los oasis. A lo mejor también era igual de fuerte que esas flores, acostumbradas a sobrevivir en condiciones extremas. Tampoco parecía muy mayor, quizá quince, dieciséis años, puede que diecisiete. La gran mayoría de los aprendices eran jovencitos que no habían terminado de crecer, niños en una… guerra.
—Hola. Es un placer, me llamo Fátima…
Malik alzó levemente una ceja, divertido, al notar su sonrojo y apretó suavemente su mano antes de soltarla. El pelo negro y liso, esos ojos… Preciosa…
—El placer es mío —dijo, cortés—. Soy Malik.
Aprovechó para presentarse ante la otra chica antes de empezar a idear la entrada al Mundo de la misión.
—¿Cómo nos vamos a organizar? El Maestro ha dicho que tenemos que investigar una zona montañosa, donde la gente seguramente estará muy cerrada a los extranjeros… Sin olvidar que están en guerra. Pero tenemos que buscar alguna forma de poder hablar con ellos sin que nos rechacen. ¿Alguna idea? —Fátima presentó el problema inicial.
Malik había estado leyendo anteriormente sobre ese mundo, y sabía —porque era de sentido común— que en muchos no era recomendable dar a entender que eras… extranjero en el sentido amplio de la palabra. Tendrían que inventarse alguna historia para camuflarse entre la población sin levantar sospechas y sin que les provocase hostilidad alguna, mientras investigaban. Pensativo, se llevó una mano al mentón.
—Los habitantes de China mantienen rutas con otros territorios, quizá si nos hacemos pasar por comerciantes...
No creía que fuese mala idea, además, era moverse en terreno que conocía, él había sido comerciante en sus anterior vida en Agrabah. Podía ser útil en ese ámbito.