Cuando vio el dragón, se le cortó el aliento. Se olvidó del frío, del dolor de las piernas, de la angustia por los hunos y de que aquella criatura era peligrosa. Sólo tenía ojos para aquellas escamas azules, el cuerpo alargado y elegante a pesar de los espasmos de dolor; las poderosas garras, los grandes colmillos, los impresionantes ojos azules…
Con un rugido de agonía, el dragón hizo retemblar el estrecho valle y Fátima se estremeció de arriba abajo. Una violenta ráfaga de viento silbó entonces y Fátima se aferró a la roca, al igual que Nadhia.
—
Es... precioso —susurró Nadhia a su lado—.
Todavía no puedo creerlo. —
Un dragón—consiguió musitar Fátima, embelesada. ¡Un dragón de verdad!
—
¿Eh? ¿Estará herido…?—
¿Qué?—farfulló. Era tan imponente, tan… Entonces vio, por primera vez, la sangre.
Se quedó lívida: ¿cómo era posible que nadie hiriera a una criatura tan perfecta? ¿Cómo se habían atrevido? Las heridas eran profundas y se le hundían dolorosamente entre las escamas. No era de extrañar que emitiera esos rugidos de dolor. Se le encogió el corazón y se preguntó si gastando muchos
Cura no podría intentar salvar la vida de la criatura. Pero, estando tan loca de dolor, ¿le permitiría acercarse? Sin contar con que sus conocimientos de sanación eran muy básicos y esas heridas parecían…
—
¿Cómo se han atrevido?—masculló Fátima—.
Esto es… es tan horrible…En ese momento escucharon unos gritos cuyo eco rebotaba en las paredes. El dragón alzó la gran cabeza y siseó, amenazante. Ojalá pudiera verlo en acción, debía ser tan impresionante… No conseguía entender cómo habían conseguido hacerle daño unos humanos comunes. ¡Y menos unas heridas de ese calibre!
—
¿Qué hacemos?De pronto los gritos de guerra se vieron sustituidos por unos de terror. Fátima se puso en guardia, agudizando el oído.
Fátima maldijo y se dio la vuelta para salir corriendo pero, antes de que pudiera dar un paso, resonó un bramido que le arrancó un grito de la impresión. Malik la aferró por detrás, apartándola del borde, y ella cayó sobre la nieve con todo el pelo de la nuca de punta. Las pupilas se le encogieron, dolidas por la explosión blanca que se dio de pronto sobre las rocas de las montañas.
Aterrorizada, se encontró con que era incapaz de moverse. ¿Qué demonios podía haber provocado algo así? ¿Algo tan…?
—
Hay que irse de aquí, ¡vamos! —gritó Malik.
Fátima se giró hacia él y todavía tuvo que esperar un poco a que el cuerpo le reaccionara. Dirigió una última mirada de angustia hacia el pobre dragón y arrancó a correr detrás de Malik, recorriendo el camino que habían abierto para subir hasta ese punto.
Una vez se asomaron al desfiladero vieron que sus caballos no se encontraban en su sitio; seguramente habían escapado, despavoridos. Fátima chasqueó la lengua. Tendrían que ir a pie.
Fue de nuevo la primera en bajar por el senderillo, controlando a duras penas el vértigo, pero espoleada por los gritos y las explosiones. Bien, parecía que los dragones defendían con fuego su territorio, así que seguramente no tenían que ver con el origen de los Sincorazón. En otra ocasión habría estado irritada por haber hecho todo aquel camino en vano, pero ahora sólo podía pensar que no quería convertirse en el objetivo de aquel monstruo, estuviera donde estuviese.
Justo en el momento en que sus pies iban a alcanzar por fin el suelo, un nuevo rugido reverberó en el desfiladero e hizo temblar las paredes, tirándolos a todos por el borde de la pared. Se escuchó un profundo crujido y cuando Fátima levantó la mirada vio, con horror, que varias rocas se les venían encima.
—
¡Cuidado! —gritó, corriendo en dirección contraria a la que habían venido para no ser aplastados.
Cuando las rocas y la lluvia de nieve cayeron, se levantó una cortina blanca y el viento aulló por todo el desfiladero. Un torrente de nieve les cayó encima y Fátima se encogió, esperando que de un momento a otro una piedra le partiera la cabeza.
Al cabo de unos instantes, cuando todo dejó de retemblar, Fátima apartó a patadas y brazadas la nieve que la cubría y asomó la cabeza, tosiendo.
—
¿Chicos? ¿¡Está todo el mundo bien!? Se apresuró a ayudar a sus compañeros a desenterrarse y, si era necesario, efectuó un
Cura en ellos entre resoplidos de esfuerzo. Cuando se giró comprobó que el paso había quedado impracticable. Hundió los hombros y expulsó una bocanada de vaho al decir:
—
Sólo nos queda ir hacia donde están los hunos…Miró a sus compañeros con aprensión. Pero no quedaba otro remedio.
****En la ladera de la montaña se estaba dando una brutal pelea.
O, más bien, se dijo, lo más apropiado sería decir una «carnicería». Y, si no se equivocaba, allí estaba el origen de todos sus problemas:
Sin lugar a dudas, el mayor Sincorazón que había visto en su vida.
—
J-joder—balbució mientras lo veía girar sobre sí mismo en el aire, extendiendo sus inmensas alas y lanzando una infinidad de rayos sobre los escasos hunos que restaban.
Estos corrían, intentando esquivar los ataques, pero su propia altura era una atracción para los rayos del monstruo. Fátima notó que se le revolvía el estómago cuando uno de los hunos fue alcanzado de pleno por un rayo.
Acogidos por el final del desfiladero, habían llegado al final de su camino y no había más salidas. De todas formas, ese era el Sincorazón que habían estado buscando desde el principio.
—
Es él quien debe atraer a los demás Sincorazón—dijo, volviéndose hacia los otros dos. Cada rugido del monstruo le provocaba un espasmo de miedo que a duras penas lograba retener. Pero tenía muy claro lo que debían hacer—:
Tenemos que acabar con él, pero… ¿Cómo? Está a un nivel muy diferente de los Sincorazón a los que nos hemos enfrentado hasta ahora…Se mordió el labio inferior. Fuera lo que fuera que decidieran, debían darse prisa. ¡Por odiosos que fueran, no podían permitir que todos los hunos murieran a manos de Sincorazón!