[La Red] Sin juego no hay vida

[Crystal]

—¡¡No!! —El grito de Bavol no me pilló desprevenida.

Tanto Janna como Clive habían caído al suelo. Bien.

—¡¿Pero por qué has hecho eso?!

Bavol salió corriendo a socorrer a la pelirroja, pero yo no me moví del sitio. Sujeté con fuerza la pistola, sabiendo que aún podría aprovechar un tiro más cuando me hiciese falta.

—M-me duele…

—¿Janna? —Bavol la llamó, esperando alguna respuesta por parte de ella. Quizás para tranquilizarse pero...

La muñeca de Janna empezó a brillar, y supe perfectamente que iba a pasar a continuación. Janna había perdido. Un sonido inundó la sala y la pelirroja no tardó en cerrar los ojos y exhalar su último aliento de vida allí. Su cuerpo empezó a descomponerse lentamente en fragmentos de luz, haciendo así que su muerte fuese algo bella. En parte.

—¿Por qué has hecho eso, rosita? —se me encogió el estómago al escuchar la voz de Clive de nuevo. Por desgracia él no había corrido la misma suerte que Janna—. Tú y yo podríamos haber salido de aquí.

—¡Cállate! —Bavol contestó, furioso—. ¡Podríamos haber salido todos vivos de aquí, todo esto es culpa vuestra!

—P-Pero…

—No seas tan estúpido, niño —Clive me interrumpió—. Este juego es un…

—¡Que te calles ya!

—¡Bavol, no!

Bavol apuntó a Clive y le disparó un par de veces. No pareció muy contento con el resultado, puesto que no tardó en lanzar lejos el arma y abalanzarse sobre él para quitarle la suya y propinarle un par de golpes. Para ser un niño no lo estaba haciendo nada mal.

Corrí hacia ellos, con la intención de detener aquello.

—¡Eres un idiota!

—El juego aún continúa —la voz de Little volvió.

Tuve que frenar en seco para no caer en el agujero que instantes después de que Little hablase engulló a Bavol y a Clive. Caí de rodillas al suelo, impotente. No había podido hacer nada. Había parado como una cobarde, cuando si hubiese seguido andando ahora estaría con ellos dos y podría ayudar a Bavol a hacer entrar a Clive en razón. Pero como siempre, mis planes nunca salían bien.

La pistola desapareció de mis manos y se transformó en el brazalete que había llevado hasta el momento. Mostró el número 11, pero no me ilusionó por el hecho de ser la única con posibilidades de huir de ahí. No valía la pena. No había sido justo, no del todo.

—P-puedes… salvar… a… uno de los… dos —La voz de Little parecía más rara que nunca hasta el momento. Estaba entrecortada, como si la señal no llegase bien—. P-pasa a… la siguiente… sala…

En cuanto la puerta se abrió, invitándome a seguir con aquel juego, me levanté dispuesta a salvarlos. No a uno, a los dos. Intenté salvar a Janna de que el juego la controlase, pero empezaba a preguntarme si de verdad había obrado bien. ¿Pero no era ya suficiente tortura tener que ver a Clive en esa situación? Ahora solo tenía que preocuparme por sacar al máximo de gente posible de allí.

—A-aunque… ¿por qué… iba a ayudarles… alguien como tú?

Un escalofrío recorrió mi cuerpo.

—¿A-Alguien c-cómo yo…? —Fueron las únicas palabras que conseguí articular.

La vista se me nubló, noté como se me empañaban los ojos. Pero no eran lágrimas, estaba segura. Algo estaba pasando dentro de mí, y no sabía que era. Me había quedado paralizada ante aquello. ¿Qué estaba intentando insinuar Little? ¿Es posible que aquel programa tuviese información mía? Y si era así… ¿Quién sabe que relaciones podría haber establecido con aquellos datos? Y si Little tenía información sobre…

Me armé de valor, y apretando los puños, exigí que Little me contestara:

—¿A qué te refieres, bicho del demonio? Habla claro y deja de ser tan poco preciso —chillé por toda la sala, hecha una furia. Observaba todos los rincones, en busca de algún indicio de la presencia del conejo o de alguien más. Pero estaba sola—. ¡Estoy harta de esto! ¿Qué ocultas, Little? ¡Dímelo! ¡Dímelo o…!

O qué.

La impotencia había podido conmigo una vez más. Ahora le chillaba a una sala vacía, intentando que alguien me escuchase, pero no era así.

Me había quedado sola otra vez. Y tenía miedo.

Y aún así, crucé a la otra sala.

[Tidus Cloud]

Bavol había aterrizado en una silla, en la que nada más sentarse activó algún tipo de mecanismo que provocó que sus manos y piernas fueran apresadas. Intentó mirar a los lados para ver qué había a su alrededor, pero no vio literalmente nada.

Estaba en el interior de una habitación cuadrada formada por los mismos paneles blancos. La diferencia con el resto es que estaba sentado en un silla colocada encima de un alto poste que lo separaba del suelo, tanto que ni siquiera veía que es lo había debajo de él. Caerse de ahí sería una muerte segura.

—Clivelín… Bavosín… —llamó la voz robótica de Little, pero en esta ocasión tampoco decidió aparecer—. B-bienvenidos a la prueba final… ¡Verdad o muerte! Ahora se os harán unas preguntas. Si decís la verdad… os salvaréis. Si mentís… la silla se caerá y moriréis. Y no intentéis engañarnos… sabemos si mentís.

¿Engañarnos, sabemos? ¿Quiénes? El pequeño estaba más aturdido que nunca, no veía nada a su alrededor y aquello le daba cada vez peor impresión. Incluso el propio Little parecía demasiado extraño, y eso que era un conejo lunático metido en la pantalla de una televisión.

—Pronto vendrán vuestras preguntas…

La voz de Little se dejó de escuchar. Bavol se movió todo lo que pudo para intentar librarse de aquellos agarres metálicos, pero no consiguió nada. Estaba bien atrapado; no obstante, el gitano estaba desesperado, así que comenzó a gritar furioso mientras intentaba escapar de allí. Después de un buen rato sin conseguir nada, decidió desistir. Agachó la cabeza y cerró los ojos con frustración. ¿Por qué tenía que haber sido precisamente él el que había caído en ese maldito juego? Aquello ya era demasiado, no pudo evitar que las lágrimas empezaran a invadir sus ojos mientras se quedaba sumido en la total soledad a la espera de que contestando unas preguntas pudiera salvar su vida.

***
Freya descendió hasta una nueva habitación cuadrada formada por paneles blancos como hasta ahora. En esta ocasión en la pared frontal había dos cristales transparentes que le permitirían ver qué había en las habitaciones contiguas. Si se acercaba al de la izquierda, vería a Bavol sollozando, amarrado a un silla y suspendido en el aire. Por otra parte, si decidía mirar también el de la derecha, se encontraría con Clive igualmente atrapado intentado escapar de allí como buenamente podía, pero sin ningún éxito.

De pronto, delante de cada cristal un panel se abrió y una pantalla táctil brotó. Si la inspeccionaba bien, se percataría de que ambas pantallas poseían un pequeño micrófono a través del cual podía hablar. No obstante, seguro que le resultaba mucho más llamativo que en las dos pantallas se ofrecían unas opciones que Freya debía conocer muy bien: ALIARSE y TRAICIONAR.

—Ahora… puedes preguntarle lo que… quieras —anunció Little—. Cualquier… pregunta. Ellos tendrán que... contestarte.

Freya podría notar como la voz de Little sonaba cada vez más y más extraña. A menudo sus frases se cortaban sin sentido y en otras los sonidos se atropellaban unos con otros. Por no hablar ya de que ni siquiera se dignaba a aparecer.

—Después… tendrás que decidirte por… uno —reveló el conejo—. Tendrás que… aliarte con uno y… traicionar al… otro. Los puntos del… traicionado pasarán al otro jugador. Ellos… te han… mentido. ¿Seguro que… puedes confiar en… cualquiera de los... dos?

Después de pronunciar aquella última palabra, la voz del conejo se cortó con un ruido extraño. De nuevo, daba igual que la pelirrosa decidiera realizarle cualquier pregunta al conejo, éste no iba a contestar de ninguna forma.

Sólo tenía una opción: hacer las preguntas que quisiera para descubrir todas las mentiras que aparentemente le habían contado y después decidir a quién quería traicionar.

[Crystal]

Ante mí volvió a abrirse otra sala de paneles blancos. Había dos cristales que tomaban el protagonismo y dejaban ver que había en dos salas contiguas. En el de la izquierda, el niño pequeño, Bavol, sollozando y amarrado a una silla que colgaba. Se me encogió el corazón al ver aquello; estaba allí porque no pude salvarle. Y en el cristal de al lado estaba Clive en una situación parecía. Era angustioso verle así, pero no sentía tanta culpabilidad.

Avancé, y de repente delante de cada cristal apareció una pantalla táctil. Al llegar y verlos más de cerca observé que cada una disponía de un sistema con micrófono para comunicarme con los que estaban dentro. Y cómo no, volvía a estar presente el primer juego: ALIARSE o TRAICIONAR.

Era obvio a quien iba a escoger esta vez.

—Ahora… puedes preguntarle lo que… quieras —anunció Little nuevamente—. Cualquier… pregunta. Ellos tendrán que... contestarte.

Little había perdido autoridad conforme las salas iban avanzando. Las frases se cortaban, las palabras se atropellaban unas con otras, y su voz se hacía más robótica por momentos. Algo le había pasado al conejo.

—Después… tendrás que decidirte por… uno. Tendrás que… aliarte con uno y… traicionar al… otro. Los puntos del… traicionado pasarán al otro jugador. Ellos… te han… mentido. ¿Seguro que… puedes confiar en… cualquiera de los... dos?

Y volvió a cortarse.

¿Cómo que me habían mentido? ¿Significaba eso que desde un principio todo había sido una gran farsa? La rabia se apoderó de mí por unos instantes; ni siquiera podía confiar en ellos. Ni tan solo en el niño. Pulsé para activar ambos micros a la vez.

—Tan solo pensé… Que nos teníamos los unos a los otros. Que podríamos haber salido todos de aquí. Por un momento llegué a planteármelo. Quizás yo… No he jugado bien.

Hice una pausa, para intentar recuperar fuerzas.

—Pero recordad quien tiene el poder para salvaros ahora. No toleraré ni una mentira más… ni una… ¡Así que ya me estáis contando quién sois en realidad! ¡¿Qué narices hacéis aquí, qué sabéis de este juego, cuáles son vuestras intenciones?! Quiero saberlo todo… O nadie se salvará…

[Tidus Cloud]

Tras un rato sumido en aquel silencio que le mataba por dentro, Bavol escuchó una voz que reconoció a la perfección.

—Tan solo pensé… Que nos teníamos los unos a los otros.

—¿F-freya, eres tú? —musitó Bavol.

—Que podríamos haber salido todos de aquí. Por un momento llegué a planteármelo. Quizás yo… No he jugado bien.

Bavol cerró los ojos dolorido. No comprendía muy bien lo que estaba ocurriendo, pero compartía el sentimiento que estaba manifestando Freya. Habían perdido a Janna, la habían perdido porque no habían sabido jugar en equipo.

—Pero recordad quien tiene el poder para salvaros ahora. No toleraré ni una mentira más… ni una… ¡Así que ya me estáis contando quién sois en realidad! ¡¿Qué narices hacéis aquí, qué sabéis de este juego, cuáles son vuestras intenciones?! Quiero saberlo todo… O nadie se salvará…

El gitano se quedó en silencio unos segundos impactado con la reacción de la pelirrosa, así que ella era la que iba a hacer las preguntas que decidirían si vivía o no. Bavol se mordió el labio inferior, si contestaba sinceramente a esas preguntas, quebrantaría las normas de la Orden. No obstante, no tenía otra salida. Movió la cabeza hacia atrás y fijando la vista en el techo empezó a contar todo lo que sabía:

—Soy Bavol Trené y soy un Aprendiz de la Llave Espada. Me dedico a defender el equilibrio entre los mundos. Nací en la Cité des Cloches, pero ahora vivo en Tierra de Partida. Estaba en mi mundo aprendiendo a utilizar el ordenador cuando apareció ese mensaje y acabé aquí. No sé nada más de este juego que tú, Freya… Yo sólo quería salvarlos a todos, pero no he podido.

A no ser que la joven tuviera alguna pregunta más que hacerle, el pequeño ya había terminado de hablar. Había revelado mucha información, pero si al menos aquello le garantizaba que iba a sobrevivir, ya buscaría una solución a ese lío.

Por su parte, Clive soltó una risa cuando le llegó su turno de hablar. Agachó la cabeza unos segundos como si hubiera caído derrotado y luego, miró directamente a la pared de enfrente como si pudiera saber que a través de ahí le estaba observando Freya.

—Me ha vencido… —confesó Clive—. Supongo que ya no tiene sentido ocultarlo más, he sido derrotado. Soy Clive White, prisionero 24601 de la prisión de la Federación Galáctica. Fui encerrado por la acusación de haber creado el virus Little Rabbit. ¿Te suena, no?

» Bueno, mi pequeñín no era sólo un virus, era una IA con un poder de destrucción inigualable. Con sólo una orden era capaz de hackear cualquier sistema y cuando digo cualquiera, es cualquiera.

» Evidentemente, eso no le hizo mucha gracia a ciertas personitas. Ellos decidieron que debía ser juzgado por tener un arma como esa y me encerraron en esa prisión alejándome de lo que más quería… De mi hermana.

Clive desvió la mirada como si tratara de recordar algo que había pasado hace mucho tiempo atrás. Su sonrisa se le borró del resto y por primera vez en todo el juego pareció que estaba realmente triste.

—Yo solo quiero regresar con mi hermana pequeña —confesó el fugitivo—. Y por eso estoy aquí, porque la estoy buscando y porque ella me quiso traer hasta aquí. ¡Hibiki, sé que estás ahí! ¡Tú eres la única persona en este puñetero universo que sabía manejar a Little!

—Hermanito… —dijo la voz de Little.

—¡Hibiki, me has ganado, acaba ya con este juego!

—Hermanito… no puedo —reveló la voz de Little—. El sistema se ha estropeado y ya no puedo controlarlo bien. Además… sin juego no hay vida.

—¡¡HIBIKI!!

De pronto, los dos cristales que había enfrente de Freya dejaron de mostrar a los dos jóvenes. Freya podría intentar hablar por los micrófonos, pero estos ya no llegarían ni a Bavol ni a Clive. Las pantallas brillaron con más fuerza como si estuvieran reclamando que la chica tomara la decisión de una vez.

—Tienes que decirte…Porque sin juego no hay vida, sin juego no hay vida —repitió una y otra la voz del conejo.

Era el momento de que Freya decidiese.

[Crystal]

—Soy Bavol Trené y soy un Aprendiz de la Llave Espada. Me dedico a defender el equilibrio entre los mundos. Nací en la Cité des Cloches, pero ahora vivo en Tierra de Partida. Estaba en mi mundo aprendiendo a utilizar el ordenador cuando apareció ese mensaje y acabé aquí. No sé nada más de este juego que tú, Freya… Yo sólo quería salvarlos a todos, pero no he podido.

Así que ahí estaba la cuestión de aquello. Bavol y yo éramos de bandos distintos. Todos los de Tierra de partida eran exactamente iguales: unos mentirosos. Aquello era repulsivo. Nunca podríamos volver a tener una relación buena, estaba segura.

—Vaya… Quién te iba a decir que alguien de Bastión Hueco te tendría atrapado entre la vida y la muerte ¿No?

Gruñí, apartando la vista del niño, para centrarme en Clive. Éste se estaba riendo, como si la situación le superase tanto que le pareciese graciosa. Clavó la vista en mí, y aquello me intimidó, pero sabía que no lograría escapar de aquella sala, así que no debía temer nada. Al menos de momento.

—Me ha vencido… —Ladeé la cabeza, sin entender muy bien a qué se refería—. Supongo que ya no tiene sentido ocultarlo más, he sido derrotado. Soy Clive White, prisionero 24601 de la prisión de la Federación Galáctica. Fui encerrado por la acusación de haber creado el virus Little Rabbit. ¿Te suena, no?

¿Cómo no iba a sonarme? Básicamente, todo esto era su culpa. Apreté los puños con fuerza para intentar retenerme y no empezar a golpear el cristal, cosa que tampoco tendría mucho sentido.

» Bueno, mi pequeñín no era sólo un virus, era una IA con un poder de destrucción inigualable. Con sólo una orden era capaz de hackear cualquier sistema y cuando digo cualquiera, es cualquiera.

Un IA… Takeshi, sabía mucho de esas cosas. Tenía un proyecto… o algo, no supe recordar. Pero me había enseñado algunas cosas, y sabía a lo que nos estábamos enfrentando.

» Evidentemente, eso no le hizo mucha gracia a ciertas personitas. Ellos decidieron que debía ser juzgado por tener un arma como esa y me encerraron en esa prisión alejándome de lo que más quería… De mi hermana.

Por un momento Clive pareció abatido. Me llevé las manos a la boca, dramatizando mi sorpresa. Clive tenía una hermana. Y lo peor de todo: la había perdido. Aquello era intolerable sabiendo que… Bueno, que yo había pasado por exactamente lo mismo hacía poco tiempo.

—Clive…

—Yo solo quiero regresar con mi hermana pequeña. Y por eso estoy aquí, porque la estoy buscando y porque ella me quiso traer hasta aquí. ¡Hibiki, sé que estás ahí! ¡Tú eres la única persona en este puñetero universo que sabía manejar a Little!

—Hermanito… —la voz de Little volvió a la sala. Miré por todas partes para intentar encontrarlo, o al menos ver a su hermana, pero no había nadie.

—¡Hibiki, me has ganado, acaba ya con este juego!

—Hermanito… no puedo. El sistema se ha estropeado y ya no puedo controlarlo bien. Además… sin juego no hay vida.

—¡¡HIBIKI!!

De repente los dos cristales dejaron de mostrar a Clive y Bavol. Y el brillo de las pantallas aumentó. Me apoyé en la mesita para asimilar todo lo que estaba pasando.

Necesitaba calmarme o acabaría loca.

—Tienes que decirte…Porque sin juego no hay vida, sin juego no hay vida —repitió una y otra vez Little, o Hibiki, o quién fuese.

Tenía que decidir de nuevo. Como si no hubiese sido suficiente ya, tenía que volver a tomar una decisión. Y no, no quería. Estaba confundida, y la rabia se apoderaba de mí por momentos. Los botones de las pantallas reclamaban una respuesta, y no entendía porqué era yo quién tenía que dársela.

Pero comprendí, que no era momento para dramatizar, que debía mantenerme fuerte. No por ellos, sino por mí. Fui capaz de recobrar la calma poco a poco y miré las pantallas durante unos instantes, sabiendo que quizás me arrepentiría de lo que estaba haciendo.

Pero yo era de Bastión Hueco, no tenía el deber de ser buena con nadie.

Por eso pulsé el botón TRAICIONAR en ambas pantallas.

—Sin juego no hay vida…

[Tidus Cloud]

—Vaya… Quién te iba a decir que alguien de Bastión Hueco te tendría atrapado entre la vida y la muerte ¿No?

De haber tenido las manos libres, Bavol se las habría llevado a la boca. Así que ella también les había mentido antes, no era una chica normal, era un miembro del bando enemigo. El gitano fulminó con la mirada la pared que tenía justo enfrente, ¿y si todo había sido una trampa de los Maestros de Bastión Hueco?

—¡Sácame de aquí, monstruo! —exigió mientras agitaba sus brazos intentando de nuevo librarse de aquella silla.

No obstante, no recibió respuesta. Tuvo que pasarse unos minutos más en absoluto silencio gruñendo y moviendo todo su cuerpo furioso en un vano esfuerzo de escapar. Al final, aquella silla que tanto odiaba desapareció haciéndole caer al vacío, cosa que también le había ocurrido a Clive aunque él no lo supiese.

Mientras el gitano caía al vacío chillando sin hacer nada para poder evitarlo, contempló por un segundo cómo las paredes a su alrededor comenzaban a brillar y poco a poco sintió como su cuerpo también fue envuelto por una luz desconocida hasta desaparecer.

Por su parte, Freya vería como una nueva puerta se abría en la pared de la izquierda. Parecía que lo que tuviese que hacer allí ya había terminado, podía continuar su camino hacia la libertad.

***
Una gigantesca compuerta redonda esperaba a Freya al fondo de la nueva habitación. Si agudizaba la vista lo suficiente, observaría que había una pequeña pantalla táctil. En ella se podía leer: “Mostrar los puntos obtenidos para escapar”, y justo debajo podría ver también la silueta de una cerradura.

Tenían la libertad a su alcance.

—¡Aún no he terminado!

O quizás no.

Ante sus ojos se materializó una enorme criatura de tres metros de altura. Se trataba de un gigantesco conejo blanco, con la peculiaridad de que estaba vestido con ropajes rojizos y además estaba maquillado de una forma muy extraña. Finalmente, Little había decidido intervenir personalmente.

—¡A nosotros nos gustan los juegos! —La voz del conejo sonaba distorsionada como si dos personas estuvieran hablando a la vez a través de él—. ¡Y todos saben que siempre hay un jefe final! ¡Recuerda, sin juego no hay vida!

Little soltó una aguda y diabólica risita a la vez que sus ojos brillaban con intensidad. Si la pelirrosa quería escapar, era hora de luchar.

***
Bavol no sabía muy bien dónde estaba. Estaba como flotando en un extraña nube brillante de color celeste, flotando y a la vez hundiéndose. Era una sensación muy extraña.

El gitano alzó la cabeza levemente y se percató de que una fina lámina se había materializado en medio de la nada. Sin entender muy bien cómo, en ella apareció una niña que tendrías más o menos su edad. Sus cabellos blancos enmarcaban su pálida tez y sus grandes ojos de color naranja casi inexpresivos.

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—Mi nombre es Hibiki, jugador. Y soy la creadora de este lugar —anunció la chica en un tono de voz neutra—. Ahora que tu partida se ha acabado puedes saber la verdad. Esta es la historia del No Game No Life, mi historia…

Una larga película comenzó a mostrarse en aquella improvisada pantalla. Por lo que podía contemplar estaba viendo nada más y nada menos que los recuerdos de Hibiki, lo que ella había visto a través de sus propios ojos.

La pantalla mostró a un Clive mucho más joven agarrando por la mano a Hibiki. Por lo que podía ver, la pequeña alternaba constantemente la vista entre su heramno y las calles por las que estaban andando tan aceleradamente.

» Clive y yo no teníamos familia ni amigos. Nadie nos quería, estábamos completamente solos.

—Hermanito, ¿a dónde vamos?

No obstante, Clive no respondió, sino que continuó andando en silencio. La imagen se volvió borrosa hasta cambiar de escenario. Esta vez mostraba la fachada de un bar como otro cualquiera. Hikibi miraba fijamente la puerta del edificio como si estuviera esperando algo.

» Como no teníamos nada, Clive buscaba siempre alguna forma para que pudiera comer todos los días.

La puerta se abrió y un enorme hombre salió con Clive cargado sobre el hombro. Sin muchos miramientos agarró el cuerpo moribundo del joven y lo tiró justo delante de la pequeña.

—No vuelvas —Se limitó a decir el fortachón volviendo al interior.

El joven soltó un gruñido mientras intentaba aproximarse a su hermana arrastrándose por el suelo. Hibiki agachó la mirada para poder mirar directamente a la cara de su hermano.

—Hermanito…

—H-Hibiki —Clive sonrió débilmente mientras se llevaba una mano al bolsillo—. H-he conseguido dinero…

El chaval extendió la mano frente a la niña mostrando unos cuantos platines. De nuevo, la escena volvió a difuminarse mostrando un nuevo escenario. En esta ocasión, Hibiki se encontraba detrás de su hermano, quien estaba junto a una pequeña mesa replegable dispuesta a un lado de la calle. En ella se dedicaba a hacer los típicos juegos de manos para ganarse unos cuantos platines con los que sobrevivir.

» Al final, Clive encontró una manera de que nos ganáramos la vida. Trabajamos en las calles haciendo apuestas y trucos de manos. No conseguíamos mucho, pero al menos teníamos una forma de ganarnos la vida.

—Suerte la próxima vez —se despidió Clive del último cliente timado.

El joven se dio la vuelta con una media sonrisa pintada en el rostro y acarició la cabecita de su hermana.

—Tengo una sorpresa para ti.

—¿Para mí?

—Ajá.

Se dio la vuelta y agarró una bolsa de plástico que había junto a la mesita y que había pasado desapercibida hasta ahora a los ojos de Hibiki. La chica aceptó la bolsa que le tendía y sacó de ella un extraño bulto envuelto en papel de regalo.

—Vamos, ábrelo.

Hibiki obedeció a su hermano y rompió el papel con cuidado. La cara de la pequeña se iluminó al ver lo que su hermano le había comprado. Se trataba de un peluche nuevo, uno con forma de un animal muy curioso.

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—Aw, ¡muchas gracias!

—Me alegro de que te haya gustado, hacía tiempo que no te veía tan contenta.

Hibiki abrazó con fuerza su nuevo regalo restregando su cara con la de del conejo blanco.

—Bueno, me vuelvo al trabajo —anunció Clive volviéndose a la mesa—. Ya sabes lo que siempre digo, Hibiki, sin juego no hay vida…

[Crystal]

Como siempre, otra puerta fue abierta. Me tomé unos segundos para asimilar que probablemente por mi acción no volviese a ver ni a Bavol ni a Clive. Y me provocó cierta angustia que se disolvió en seguida: no había sido la única que había jugado sucio. Había gente que tenía más suerte que otra, y por eso cada uno estaba donde le tocaba.

La siguiente sala era algo aterradora, pero algo al fondo me llamó la atención. Otra pantalla táctil brillaba con otro mensaje: “Mostrar los puntos obtenidos para escapar”. ¿Los puntos obtenidos? ¿Eso no estaba en el brazalete? Quizás solo tenía que acercarme.

—¡Aún no he terminado!

Oh, vamos.

Una criatura apareció en medio de la sala. Algo totalmente predecible: Little. Venía con telas rojas y maquillaje de más. No sabía decir si era bonito o era… O sea, realmente daba miedo.

—¡A nosotros nos gustan los juegos! —No solo Little hablaba. Había el eco de dos voces en una—. ¡Y todos saben que siempre hay un jefe final! ¡Recuerda, sin juego no hay vida!

El conejo rió y sus ojos se iluminaron, como esos muñecos aterradores de las peores películas de miedo. Solté un largo suspiro. ¿Cómo iba a salir yo de aquello?

Lo principal era llegar al final de la sala. Como fuese.

Tendría que pensar algo bueno.

Tiré la pistola de mi bolsillo al suelo, dándole a entender que no pensaba usarla. Le pegué un pequeño empujón con el pie para alejarla aún más de mí. Supongo que ya habría deducido que llevaba algún otro arma que no fuese la que había aparecido virtualmente antes.

—Tranquilo, Little, no voy a luchar —hice una pequeña pausa—. Alguien como yo no podría hacer algo así ¿No?

Me senté en el suelo, cruzándome de piernas. Tuve que hacer un esfuerzo a la hora de mirar a Little, y probablemente aquello me causara más de un dolor de cuello en un futuro próximo. Pero eso no importaba.

—Dime, Little… O Hibiki, cualquiera que esté ahí. ¿Qué ganas si acabas con mi vida? ¿Cuál es el propósito de todo esto? —suspiré, bajando la mirada—. ¿De verdad es esto lo que quieres? ¿Acabar con todo?

[Tidus Cloud]

La pantalla mostró a Clive tecleando con dos manos un ordenador a una velocidad sobrehumana. Hibiki se giró y comenzó a trabajar en su propio ordenador.

» Con el tiempo conseguimos ordenadores y aprendimos rápido, quizás demasiado rápido…

Un nuevo cambio de escena. El joven estaba mostrando la pantalla de su ordenador a Hbiki. En ella estaba nada más y nada menos que aquel maldito conejo saludando con la mano.

» Entonces vino él, nuestra creación, nuestra mascota… Meses de trabajo para darle vida a aquel conejo habían dado por fin su fruto.

—¿Cómo os llamáis, creadores? —preguntó el animal.

—Yo soy Clive y ésta es mi hermana Hibiki.

—Encantado. Yo soy… soy… —El conejo se fue ralentizando poco a poco hasta quedarse bloqueado.

—¡Ag, un fallo del sistema! —exclamó el joven corriendo hacia el ordenador para arreglarlo—. Se nos había olvidado ponerle un nombre, ¿alguna idea?

—Hmmm, ¿y si lo llamamos como mi peluche?

—Ok, Little Rabbit entonces.

» Descubrimos que Little era capaz de hacer mucho más de lo que inicialmente planeábamos.

Montones de escenas fueron mostrándose una tras otra rápidamente. Había números de cuentas, archivos, la imagen del conejo en todo tipo de dispositivos electrónicos… Por último, apareció la imagen de Clive mirando fijamente su ordenador.

» Incluso descubrimos lo que no debíamos…

—¿Q-qué es esto? —musitó el joven.

—Casi parece un… mundo virtual.

La pantalla se volvió negra. Después montones de imágenes de fueron interponiéndose unas a otras a una mayor velocidad y unidas al sonido de gritos y disparos.

—¡¡Huye!!

—¡¡Hermanito!!

—¡¡Little, sácala de aquí y desaparece!!

—Enseguida, creador.

—Por orden de la Federa-...

Una luz cubrió toda la pantalla. No se volvió a mostrar ninguna escena más, la lámina se fue desmaterializando mientras la voz de aquella niña continuaba resonando en el lugar:

—Acabé en este mundo, Little me salvó de ser capturado trayéndome aquí. Construyó este complejo sólo para mantener con vida.

Bavol sintió como dejaba de hundirse, ya no se movía, sólo flotaba en medio de aquella masa celeste. El pequeño miró alrededor y no vio nada especial hasta que agachó la mirada y contempló una enorme burbuja con una niña en su interior, la misma que había visto antes.

—Tú eres Hibiki, ¿verdad? —La niña asintió—. Pero no lo entiendo, ¿por qué has montado todo esto?

—Era mi experimento.

***

El conejo no se inmutó ante el gesto de la muchacha de arrojar su arma lejos de sí misma. Era sin lugar a dudas un verdadero acto de suicidio.

—Tranquilo, Little, no voy a luchar. Alguien como yo no podría hacer algo así ¿No?

—Alguien como tú, precisamente alguien como tú es lo que lo ha estropeado todo —le replicó Little y por primera vez parecía enfadado.

Que la pelirrosa decidiera sentarse en el suelo cruzándose de piernas sólo provocó que el conejo soltara una aguda risa.

—Eres tan ridícula, casi me da pena acabar con tu vida.

—Dime, Little… O Hibiki, cualquiera que esté ahí. ¿Qué ganas si acabas con mi vida? ¿Cuál es el propósito de todo esto? ¿De verdad es esto lo que quieres? ¿Acabar con todo?

—Preguntas, preguntas, preguntas —se burló moviendo la cabeza de un lugar a otro—. Esto es un juego, Freyita, y el que se niega a jugar, muere.

Little cogió carrerilla, se lanzó contra la joven y alargó el brazo para golpear a la chica. No obstante, en el último momento una extraña descarga de electricidad recorrió el cuerpo del animal y lo tumbó contra el suelo. No era lo único extraño, puesto que las paredes también comenzaron a parpadear.

—El brazalete… —le indicó el conejo a Freya tirado en el suelo—. Tú tienes toda la culpa de todo.

Si la pelirrosa se miraba el brazalete, vería que los dos dígitos se veían distorsionados y que incluso en ocasiones parpadeaban.

—No pudimos prever que nadie sacaría once puntos en ese momento… No podíamos hacerlo con alguien como tú, eres el elemento que no nos esperábamos.

» Mis propósitos, lo que yo quiero, acabar contigo o no… ¿Acaso puedo querer algo? Ya sabes lo que soy, una IA, una máquina sin corazón.

Little movió la cabeza para mirar directamente a la cara de Freya. Ya se lo había dicho, era solo una máquina, pero la expresión de su rostro realmente parecía triste. ¿Sería capaz de sentir el dolor?

—¿Por qué todo esto? Era nuestro experimento…

[Crystal]

—Preguntas, preguntas, preguntas —Little se burlaba—. Esto es un juego, Freyita, y el que se niega a jugar, muere.

El conejo cogió carrerilla, para abalanzarse sobre mí. Cerré los ojos e intenté cubrirme con los brazos, como si aquello pudiese detener el ataque. Sin embargo, por alguna extraña razón funcionó, y una descarga de electricidad recorrió el cuerpo de Little, tumbándolo en el suelo. Todas las paredes empezaron a parpadear.

—El brazalete… —indicó—. Tú tienes toda la culpa de todo.

Los números de mi brazalete parecían haberse vuelto locos. Parpadeaban muy rápido, y apenas se veía con claridad el número de puntos.

—¿Qué tengo que ver yo en todo esto?

—No pudimos prever que nadie sacaría once puntos en ese momento… No podíamos hacerlo con alguien como tú, eres el elemento que no nos esperábamos.

» Mis propósitos, lo que yo quiero, acabar contigo o no… ¿Acaso puedo querer algo? Ya sabes lo que soy, una IA, una máquina sin corazón.

Noté una especie de dolor en el pecho que me incomodó. Aquello era tan cruel. Por un momento me sentí tan mal por Little sin saber porqué. Hacía unos segundos estaba intentando matarme, pero ahora parecía tan vulnerable...

—¿Por qué todo esto? Era nuestro experimento…

Me levanté sin pensármelo y me acerqué a Little, volviendo a caer al suelo para ponerme a su altura. Lo incorporé lentamente y lo rodeé con mis brazos. Era una tontería, pero pudiese sentir o no, todos necesitamos un abrazo a veces. Estaba segura de que Little podía sentir, que no era una farsa, que por mucha máquina que fuese tenía un corazoncito que le haría entrar en razón.

—Perdóname Little… Yo no tenía intención de… fastidiar nada. Pero créeme cuando te digo, que sé que ahí dentro hay algo que te hace tener sentimientos. ¿O me negarás que no tienes cariño a Hibiki o Clive? —hice una pequeña pausa—. Llámalo corazón o no, pero ser una IA no te hace ser menos humano.

Me levanté de nuevo y ahora que tenía paso libre me acerqué a la tableta del final para dipositar el dispositivo con los puntos. Era hora de acabar con todo aquello.

—Lo siento, pero es hora de que esto se termine.

[Tidus Cloud]

—¿Tu experimento? —preguntó Bavol intentando entender lo que le estaba diciendo Hibiki.

—Ajá —asintió Hibiki—. Tanto sufrimiento, tanto dolor, tantas malas acciones… Tenía que averiguarlo, tenía que comprobar si todos las personas eran igual de malas. Era mi última oportunidad.

¿Su última oportunidad? No entendía muy bien a qué se estaba refiriendo con aquello. Comprendía por las imágenes que acababa de ver que la vida de la niña había sido muy dura, pero no sabía qué implicaba aquellas últimas palabras. Quiso preguntar para averiguarlo, pero Hibiki decidió continuar hablando.

—Todas las pruebas estaban orientadas a descubrir si eráis buenos o malos, a si podíais colaborar para salir de vivos de aquí o si os acabarías traicionando unos a otros, como ha pasado finalmente.

» La primera prueba acudía a vuestros instintos más básicos. Traídos a un mundo desconocido y sin conocer a los otros participantes, ¿seríais capaces de confiar ciegamente o preferirías buscar vuestra propia supervivencia por encima de todo?

» La segunda exigía que mostrarais un poco de cariño a otro ser vivo. Además, en esta prueba sólo podían ganar dos personas, lo que os empezaría a poner en situaciones comprometidas incluso si decidíais ser buenos desde el principio.

» La tercera prueba era más agresiva. Ya os conocíais, pero las cosas se habían complicado. ¿Podrías disparar directamente a otra persona para conseguir unos cuantos puntos? Algunos parecieron tenerlo bastante claro… Aquí fue cuando se estropeó todo. No pudimos prever que nadie consiguiera sacar once puntos en este momento concreto del juego y bueno, el sistema se corrompió.

» Desde aquel momento dejé de controlar el sistema totalmente, pero aún así decidí terminar el juego. Le di una oportunidad única a la ganadora del juego, a la superviviente, de demostrar humanidad. Si hubiera decidido aliarse con los dos, ambos os hubierais salvado, pero no… Decidió traicionaros…

Hibiki dejó de hablar después de haber explicado todo el funcionamiento del No game No life. La chica desvió la mirada por algún motivo, Bavol no sabía exactamente por qué, pero parecía decepcionada.

—Me habéis demostrado que todas las personas son malas… Y ahora este sistema corrupto acabará con todos nosotros. Supongo que mejor eso a seguir viviendo en este universo tan cruel…

—¡¡No!! —le chilló Bavol provocando que Hibiki se dignara a mirarlo—. ¡¡Estás equivocada!! Es verdad que hay personas malas en este mundo, ¡pero no todos lo somos! Puede que las cosas te hayan ido mal en la vida, pero eres tú la que decide cómo te quieres comportar con los demás.

La niña no respondió, sino que se quedó mirando fijamente a los ojos del gitano, quien intentó mantenerla la mirada lo máximo posible. Quizás hubiera perdido el juego por culpa de Freya y Clive, pero a lo mejor sí convencía a Hibiki, aún tendría una oportunidad de continuar con vida.

—Yo… ya no confió en nadie —musitó la niña.

—¡El juego no ha acabado, Hibiki! —exclamó de pronto una voz que conocían bien.

Bavol alzó la cabeza al escuchar la voz de Clive. El joven estaba cayendo a una velocidad vertiginosa sobre ellos, o más concretamente sobre su hermana, puesto que cayó justo encima de la burbuja en la que estaba encerrada Hibiki haciéndola explotar en mil pedazos.

—Terminemos la partida, Hibiki.

***
Little no consiguió moverse cuando Freya decidió levantarse del suelo para sorprendentemente darle un abrazo, simplemente cerró los ojos mientras soltaba lo que parecía un suspiro.

—Perdóname Little… Yo no tenía intención de… fastidiar nada. Pero créeme cuando te digo, que sé que ahí dentro hay algo que te hace tener sentimientos. ¿O me negarás que no tienes cariño a Hibiki o Clive? Llámalo corazón o no, pero ser una IA no te hace ser menos humano.

—Eres tan tonta… Freyita —replicó Little abriendo el ojo izquierdo. Se notaba que le costaba hablar—. Las máquinas no tienen… corazón. Yo… sólo cuidaba de mi creadora… de mi pequeña.

El conejo cerró definitivamente los ojos, ya nunca más los volvería a abrir. Un nuevo calambre recorrió por completo su cuerpo acompañado de un corto chillido. Mientras la muchacha se levantaba y se dirigía hacia su libertad, el cuerpo de Little comenzó a descomponer lentamente en miles de pedazos de luz.

—Lo siento, pero es hora de que esto se termine.

Ya no había nada más que le impidiera salir de aquel terrible lugar. En cuanto ella quisiera, sólo tendría que enseñar su brazalete al panel y éste detectaría enseguida la puntuación que marcaba, pese a las múltiples interferencias. Al instante, la gigantesca puerta comenzaría a abrirse de una vez por todas, la libertad era suya…

—Sin juego no hay vida.

De pronto, las paredes comenzaron a brillar con intensidad cegando a la pelirrosa por unos momentos. Cuando volviera a recuperar la visión, observaría que ya no estaba más en aquel recinto, pero tampoco había regresado a su hogar. Se encontraba en un extraño escenario en el que no había nada a su alrededor aparte de una incorpórea masa celeste.

Si alzaba la cabeza en busca de quién había pronunciado aquellas palabras, se vería con algo verdaderamente sorpresa. Se trataba nada más ni nada menos de Janna, pero con algunos cambios muy importantes. De su espalda brotaban dos grandes alas transparentes, sus ojos se habían vuelto por completo amarillos y todo su cuerpo estaba repleto de lo que parecían cables.

—Sin juego no hay vida —repitió con el mismo tono robótico la joven.

Justo en aquel momento tres figuras cayeron del cielo. Una de ellas era Bavol, que se había visto arrastrado hacia abajo por una extraña fuerza hasta ponerse a la misma altura que la pelirrosa. El otro era Clive que abrazaba entre sus brazos a una pequeña niña que la Aprendiza de Bastión Hueco aún no conocería.

—¿Q-qué es esto, Hibiki? —preguntó Clive a su hermano al ver a Janna.

—Son los datos corrompidos del sistema —respondió aferrándose al joven—. Cuando el sistema se desestabilizó, tomaron los datos de Janna y se apropiaron de ella.

—Sin juego no hay vida.

Janna extendió una mano y un rayo brotó de ella provocando que todos los presentes tuvieran que moverse para esquivarlo. Parecía que los datos corrompidos del No Game No Life querían acabar con todos ellos... Pues Bavol no iba a estar dispuesto a permitírselo.

—¡Pues entonces jugaremos! —exclamó el gitano invocando por primera vez su Llave Espada. Se giró hacia Freya, de la que sabía que también poseía una y le pidió—. ¡Venga, ayúdame a derrotarla!

[Crystal]

—Eres tan tonta… Freyita —Little sonaba tan cansado...—. Las máquinas no tienen… corazón. Yo… sólo cuidaba de mi creadora… de mi pequeña.

Y en ese momento supe que Little acababa de exhalar su último aliento de vida. Si podía llamarse así.

La puerta empezó a abrirse, la libertad me llamaba. Sonreí al saber que ya podía salir. Podría volver a mi vida normal, donde nada más llegar me encargaría de instalar un buen antivirus. Así por lo menos evitaría que esta clase de sucesos volviesen a ocurrir. Y menos, que la víctima fuese yo otra vez.

—Sin juego no hay vida.

Miré confundida a mi alrededor, buscando a aquella voz. Las paredes empezaron a brillar con demasiada intensidad, y dejé de ver durante unos instantes. Tuve que parpadear varias veces para poder recuperar la visión de nuevo. Pero para mi sorpresa, y mi desgracia, ya no estaba dónde hacía unos segundos, sino más bien en una nueva sala. Una sala totalmente alejada de mi salida.

Alcé la vista para encontrarme con la causante de todo aquello. Ahogué un grito. Janna estaba ahí, luciendo unas alas transparentes que imponían demasiado. Sus ojos habían cambiado a un color amarillento, y su cuerpo estaba recubierto con cables. ¿Qué había pasado? Hacía unos momentos, yo había sido la causante de la muerte de Janna. Justamente para que no pasase esto. Para que el sistema no se aprovechase de la, quizás, más inocente del grupo.

—Sin juego no hay vida.

Sin embargo, la cosa no acabó ahí. Tres figuras cayeron del cielo, cerca de mí. Eran Bavol y Clive, a los cuales teóricamente también había sacrificado por beneficio propio. Y porque habían sido unos embusteros, sobre todo por eso. También había una niña pequeña con ellos.

—¿Q-qué es esto, Hibiki? —Clive le preguntó a la niña.

—Son los datos corrompidos del sistema —respondió—. Cuando el sistema se desestabilizó, tomaron los datos de Janna y se apropiaron de ella.

—Fantástico —respondí entre dientes.

—Sin juego no hay vida.

Janna envió una especie de rayo hacia nosotros. Con un poco de suerte, fuimos capaces de esquivarlo. Aquello era el No Game No Life, el verdadero enemigo. Tan solo había adoptado la apariencia de Janna, pero no era ella ¿Verdad? No sería volver a hacerle daño.

—¡Pues entonces jugaremos! —Bavol invocó su llave-espada y se giró hacia mí—. ¡Venga, ayúdame a derrotarla!

Entonces… No estaba sola. Bavol y Clive habían sobrevivido. Quizás había aún algún tipo de esperanza.

—Está bien —Invoqué mi llave y me lancé hacia la pelirroja.

Por primera vez, no pensé en usar la pistola y una vez estuve lo suficientemente cerca, salté y apunté a Janna para dispararle una Flama Tenebrosa. Tanto si aquello funcionaba, como si no, esperaría la ayuda del que ahora era mi compañero de batalla. Aunque fuese un mentiroso de Tierra de Partida.

[Tidus Cloud]

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Freya fue la primera en lanzarse hacia Janna. La rapidez y la determinación de la pelirrosa tomaron por sorpresa a la criatura alada que recibió de lleno el hechizo que le había lanzado. Tal fue el golpe que salió volando unos cuantos metros dando piruetas en el aire hasta que sus alas se extendieron de pronto frenándola.

Bavol no quería aprovechar tampoco su oportunidad, así que preparó también para atacarla. No obstante, esta vez Janna fue más rápida que ellos. Se dirigió hacia los dos Aprendices a una velocidad sobrehumana y una vez los tuvo justo delante disparó un nuevo rayo desde su mano que tumbó a ambos.

—Sin juego no hay vida —repitió girándose hacia Hibiki y Clive.

—Hermanito…

—Tranquila, creo que tengo un plan —aseguró el joven, aunque no parecía muy seguro.

Mientras tanto, el gitano mordía con fuerza los dientes intentando contener el dolor de ese último golpe. Sabía que no tenía mucho tiempo, así que poco a poco intentó levantarse para continuar con el combate.

Por su parte, Janna alzó la mano para disparar de nuevo contra los dos hermanos, pero rápidamente Clive extendió su brazo y apretó con un dedo el brazalete del No Game No Life que aún llevaba puesto. De éste salieron desprendidos varios rayos contra la pelirroja que provocaron que soltara un grito de dolor.

—¡Los datos alterados del sistema! —exclamó Clive—. Si los usamos contra ella, irá perdiendo poco a poco el control.

—¿Estás seguro de eso, hermanito?

—¡No, pero es la única carta que tenemos! Y ya sabes lo que digo, tenemos que jugar hasta el final.

—Porque sin juego no hay vida —completó Hibiki.

Al escuchar aquella frase las alas de la criatura se volvieron a extender y rápidamente alzó de nuevo el vuelo. Ya levantado, Bavol se acercó corriendo hacia los dos hermanos para ver si podía ayudarlos de alguna manera.

—Ag, necesitamos que esté quieta lo suficiente como para que podamos neutralizarla con los brazaletes.

—¿Tú tienes algo para hacer que se pare? —preguntó el pequeño girándose hacia Freya.

Antes de que pudiera decir nada más, todos tuvieron que dispersarse porque escucharon cómo se avecinaba un nuevo rayo de Janna. El salto que tuvo que pegar Bavol para evitar el golpe lo lanzó de lleno contra el suelo.

—¿P-por qué no puedo ganar este maldito juego? —se lamentó Bavol mientras cerraba sus puños con fuerzas.

Ya no quería luchar nunca más en aquel juego, sólo quería terminar de una vez por todas. No tenía intención de vengarse de nadie, de culpar a nadie más por lo que había sucedido, simplemente quería terminar con el dolor que estaba sufriendo, con el dolor que estaban sufriendo todos.

Sintió como una cálida sensación inundaba su corazón. Aquel sentimiento le era familiar al pequeño gitano, era idéntico a la vez que tuvo a Hikaru desfallecido a sus pies y necesitaba algo que les pudiera salvar. Contempló asombrado cómo sus manos comenzaban a brillar con intensidad, su poder se estaba despertando de nuevo.

Era hora de terminar la partida.

Bavol se levantó rápidamente del suelo y apuntó con sus manos hacia Janna. Éstas brillaron con intensidad y conjuraron ante los ojos del pequeño un halo de luz circular. Instintivamente el gitano supo lo que tenía que hacer. Agarró el halo y cogiendo impulso lo lanzó directo contra su enemiga.

El halo acertó de lleno contra el monstruo y lo más sorprendente es que el círculo rodeó el cuerpo de Janna como si se tratasen de unas cadenas provocando que la pelirroja no pudiese moverse. Al instante, incapaz de continuar volando el monstruo cayó en picado contra el suelo.

La chica estaba inmovilizada, ya sólo quedaba usar los brazaletes contra ella.

[Crystal]

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Cuando Bavol intentó atacar, Janna nos devolvió el ataque con el que ambos acabamos por los suelos. Era demasiado rápida.

—Sin juego no hay vida.

—Hermanito…

—Tranquila, creo que tengo un plan.

Debíamos continuar luchando. Aquello no podía acabar ahí.

Janna quiso volver a atacar, pero Clive con un movimiento hábil alzó el brazalete que le habían asignado, y éste disparó una serie de rayos hacia Janna.

Bingo. Buen plan.

—¡Los datos alterados del sistema! —exclamó Clive—. Si los usamos contra ella, irá perdiendo poco a poco el control.

—¿Estás seguro de eso, hermanito?

—¡No, pero es la única carta que tenemos! Y ya sabes lo que digo, tenemos que jugar hasta el final.

—Porque sin juego no hay vida —completó Hibiki.

Puse los ojos en blanco sin poder evitarlo.

Bavol se acercó a los hermanos al mismo tiempo que Janna volvía a alzar el vuelo para preparar un nuevo ataque. Yo también me levanté y me acerqué a ellos, esperando una oportunidad para volver a atacar.

—Ag, necesitamos que esté quieta lo suficiente como para que podamos neutralizarla con los brazaletes.

—¿Tú tienes algo para hacer que se pare? —me preguntó Bavol.

—¿Crees que si tuviese algo estaría aquí de brazos cruzados? —respondí, fríamente.

A los pocos segundos tuvimos que apartarnos de nuevo para esquivar otro ataque de Janna. Si aquel rayo nos hubiese llegado a alcanzar, hubiésemos sido cenizas para rellenar un jarrón precioso.

Estaba cansada de aquello. Por un momento llegué a pensar que no valía la pena seguir con aquella lucha, que era imposible salir con vida. Que no volvería a Bastión y que probablemente, tardarían en darse cuenta de que había desaparecido. Y aquello me entristecía.

Entonces noté como se iluminaban levemente mis manos, y un calor empezó a recorrerme lentamente. Empecé a pensar que aquello no podía ser real, pero después de todo lo que había visto, aquello era lo más sensato que había pasado.

No podría quedarme ahí, debía levantarme otra vez. Las que hiciesen falta. Por volver y completar aquello que tenía pendiente.

Era hora de terminar la partida.

Por lo visto a Bavol le pasó algo igual, puesto que cuando levanté la vista del suelo, él ya había conjurado una especie de halo que se encargó de mantener a Janna quieta. Esas cadenas hicieron que cayese en picado contra el suelo.

Era nuestra oportunidad.

Me levanté, sin apenas preocuparme por mi aspecto, o por las heridas que tanto me escocían. Alcé el brazalete y apunté a Janna.

—Una última vez… Por favor… —susurré para mi misma.

[Tidus Cloud]

Bavol no dudó en ayudar a Clive y a Freya en la derrota de aquel monstruo. Apretó también su brazalete y unos rayos salieron disparados del aparato contra Janna, que ya estaba soportando los emitidos por sus otros dos compañeros.

La pelirroja emitió un fuerte chillido y todas las paredes desprendieron un fuerte brillo que cegó a todos los presentes, acompañado con el sonido de unos cristales rompiéndose.

El juego había acabado.

Cuando recuperaron la visión, ya no estaban ni por asomo en el mismo lugar. Bavol se dio una vuelta y contempló a su alrededor un extraño desierto de color azulado. Justo a su espalda una gran compuerta circular con unas escaleras que descendían hacia abajo. ¿Habían salido definitivamente de aquel terrible lugar?

No había rastro del monstruo contra el que habían estado luchando, pero sí había a unos metros otra personita que conocía bien: Freya.

─Tú… ─musitó Bavol nada más verla.

Una vez que ya estaba fuera de aquel recinto y aparentemente estaba fuera de todo peligro, podía pensar con más claridad sobre algunos hechos acontecidos. El rostro del gitano se ensombreció al ver a la chica de Bastión Hueco que le había traicionado en el último momento.

Él había confiado en ella (antes de saber que era del bando enemigo, claro), le había convencido para salvar a todos e incluso le había contado toda la verdad cuando se lo había pedido, pero de alguna manera Freya había decidido tirarle de aquella silla.

Al final, ella era otro monstruo más de Bastión Hueco.

─¿P-por qué lo hiciste, por qué me tiraste? ─preguntó Bavol con una mezcla de rabia y tristeza.

Realmente no esperaba una contestación a aquella pregunta porque en el fondo él ya creía saber la respuesta. Se acercó enfurecido hacia la pelirrosa y cuando la tuvo a escasos centímetros invocó su Llave Espada.

─¡¡Eres un monstruo!!

[Crystal]

Supe que todo aquello había acabado en el momento en que Janna chilló. Entonces algo nos cegó y los cristales de algún sitio se rompieron, dejando el eco de su estruendo por el lugar.

Una vez pude volver a ver, ya no estaba en el mismo lugar de antes. Era una especie de desierto pero de un color azul bastante bonito. Localicé las escaleras que parecían ser la salida. Pero también me encontré con otros ojos.

Bavol.

─Tú…

Me mordí el labio, sabiendo lo que se avecinaba. O lo que creía que se avecinaba. Estaba furioso conmigo por todo lo que había pasado. Curiosamente, yo estaba igual de harta de él que él de mí. Desde el momento en que supe que era una rata de Tierra de partida, supe que no nos llevaríamos bien. Y el hecho de que me mintiese culminó mi enfado.

─¿P-por qué lo hiciste, por qué me tiraste? ─preguntó el niño.

No pude hacer otra cosa que encogerme de hombros.

Bavol se acercó sin pensárselo, e invocó su llave espada.

─¡¡Eres un monstruo!!

Aquello me atravesó. Me paralizó. Me había llamado… ¿Monstruo? ¿Por querer defender mi vida? ¿Por defender mis derechos, mi opinión? Yo no era un monstruo… No lo era… Solo quería salir de allí, y él hubiese hecho lo mismo.

Fruncí el ceño e invoqué mi llave también. Apunté al niño y cerré los ojos.

─Escucha Bavol, antes de que dispare… Siento si quizás he jugado algo sucio. Pero no me arrepiento. Haz lo que quieras ahora, pero si salimos vivos de aquí, espero que nos volvamos a ver ¿No?

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Bueno, y por mi parte ya está xD He de decir que este es el primer encuentro tan largo que hago además, creo que lo empezamos en noviembre o así lol Y nada, agradecerle a Tidus el gran trabajo. Ha sido un placer ^^