
Kazuki prácticamente arrastraba a Chihiro de uno de sus brazos, mientras que con el otro portaba su Llave Espada, preparado para emplearla en cuanto fuera necesario.
—¡Yo voy con usted, Maestro Kazuki!—exclamó Keiko, corriendo para situarse a su lado—. Perdone mi ignorancia pero... Aparte de Shinju... ¿Quiénes son los otros componentes de Bastión Hueco?
—Es una respuesta un poco difícil… —Ladeó la cabeza, pensativo mirando de reojo a todos los presentes—. No conozco a todos los integrantes de Tierra de Partida, mucho menos de Bastión Hueco. Sólo puedo imaginar quiénes son algunos de ellos, aunque otros, como el que lleva un sombrero, sé que fueron parte del elenco de aprendices al que entregué su Llave Espada —explicó prácticamente entre susurros tratando de ser disimulado con el tema.
Las escaleras descendentes finalizaban en una blanca con remaches plateados, no demasiado grande, y que pudieron abrir sin tanto esfuerzo como la que se dirigía hacia los pisos superiores. Casi como si les estuvieran invitando a entrar…
El Maestro de Tierra de Partida se volvió un momento para examinar a los presentes. No disimuló su rechazo al ver a los de Bastión Hueco, pero no dijo nada. No hacía falta.
—Entrad —ordenó, observándolos con desconfianza.
Una vez cruzaron la puerta, esta se cerró de un potente portazo y después se desvaneció, como si nunca hubiera existido.
Estaban en un vestíbulo del mismo estilo que el que habían encontrado nada más franquear la entrada del Castillo del Olvido. Pudieron contar tres puertas en total, una a cada lado de la sala, y una tercera al fondo, a la que se accedía tras bajar por una nueva escalinata.
Pero antes les aguardaba una pequeña sorpresa.
Un anciano vestido de negro, con una media melena grisácea, les observaba inquisitivo, sentado sobre una silla de ruedas. Lo flanqueaban dos personas altas, con unas armaduras tan gruesas y grandes que sería imposible distinguir su sexo. Sin embargo, obedecían al estilo de la Orden de los Caballeros de la Llave Espada.
La primera de las armaduras, y también la más pequeña era completamente negra con el visor y varios adornos en rojo brillante. La segunda en cambio rozaba al menos dos metros de altura y era de una tonalidad plateada con diseños azulados.
Ambas portaban Llaves Espadas, plateadas y envueltas en cadenas desde el mango hasta la punta, donde se representaban unos corazones atrapados.
—¡Bienvenidos al Castillo del Olvido! —Sonrió el viejo. Su expresión, hasta entonces afilada y calculadora, se suavizó hasta volverse serena, casi amable—. Todos estamos al tanto de vuestra situación y me encantaría invitaros a tomar algo para que cogierais fuerzas, pues me imagino que muchos no habéis ni tenido tiempo para desayunar, pero me temo que es imposible. Me imagino que tenéis mucha prisa.
—¿Quién eres? —enarcó una ceja el Maestro. Tras examinar las Llave Espada de los portadores, meneó la cabeza—. Rectifico. ¿Quiénes sois?
—Nicolae Jasper, joven. O eso se supone. —Bajó la vista, ¿entristecido? No respondió del todo la pregunta de Kazuki—. Ah, siempre es interesante conocer nuevas personas, expande tus horizontes. Pero me trae aquí una labor diferente: he de poneros a prueba. —Se aclaró la garganta—. Veréis, para avanzar en este Castillo se necesita un corazón fuerte. Hay… quienes no querrían veros aquí. Y cada piso será más duro, ¿me explico?
Hizo una pausa esperando las impresiones de los presentes a la par que unos fuertes golpes y lejanos rugidos empezaban a escucharse tras ellos.
—No quiero haceros perder el tiempo, iré al grano. Como ya he dicho, cada planta que bajéis será más y más peligrosa para vuestros corazones. Es posible que los perdáis por el camino. Y no puedo deciros cuántos pisos acabaréis bajando. Puede que dos, diez, cien… Depende de cada uno. Este castillo no tiene piedad. —Rió por lo bajo—. El Castillo sabe quiénes sois y considera que no estáis preparados para alcanzar sus zonas más recónditas. Así que tenéis que probarle que está equivocado. Sin embargo, podéis llegar a vuestro objetivo o… Permitir que pase el tiempo. Haceros bajar y bajar sin que os deis cuenta, perdiéndoos para siempre aunque vosotros no lo sepáis. Así pues os doy dos opciones:
»La primera es avanzar por la puerta que tenéis a vuestra derecha, la otra opción es quedaros aquí. ¿Determinación o Prudencia? Pensad bien que debéis escoger, queridos amigos. ¿Quién sabe lo que escoger una u otra opción conlleva?
Podían explorar la sala a su gusto comprobando que tanto la puerta al final de las escaleras que bajaban al segundo piso de los sótanos, como la puerta de la izquierda eran infranqueables. Sin embargo, podían avanzar a través de la puerta que tenían a mano derecha. También podían quedarse allí e incluso charlar con aquel misterioso individuo. Ninguna de las dos armaduras hablarían en ningún momento.
—Chihiro, vamos —tiró Kazuki de la demacrada mujer dirigiéndola a la puerta de la derecha. El Maestro había tomado su decisión. ¿Y los aprendices?