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No sé yo si esto fue buena idea…».
Fuera buena o no, ya no había marcha atrás. Nikolai, avanzando por el pasillo a paso ligero, seguía cavilando sobre si tomar aquella misión con
ella no fue demasiado precipitado. La idea le convencía bastante cuando se le ocurrió, y pensaba que con ello conseguiría algo. Pero ya no estaba tan seguro.
Era consciente que desde hace unos días Saeko se encontraba bastante decaída. No era de extrañar, pues después de todo lo ocurrido en el Castillo del Olvido, el fallecimiento de un Maestro, y que un mundo entero se sumiese en la oscuridad, a uno le entraban unas ganas tremendas de echarse a llorar y no levantar cabeza. Y cómo no, luego estaba el delicado tema de acostumbrarse a su nuevo “hogar”.
Por mucho que tratase de camuflarlo, le estaba costando horrores digerir su nueva vida, pero notaba que para Saeko era mucho peor, pues después de tanto tiempo en Bastión Hueco, un cambio tan radical como aquel, la habría destrozado emocionalmente.
Fue entonces cuando Nikolai dio por un casual con el tablón de misiones de Tierra de Partida y se le ocurrió una idea. Una misión, un simple misión al aire libre que serviría para sacarla del castillo y apartarla de todas sus preocupaciones por un día.
¡Qué demonios! Él también necesitaba una escapada antes de que le diese un ataque de ansiedad.
Llegó a la puerta que daba con el cuarto de su amiga y, tras respirar hondo y reajustarse la bolsa de deporte al hombro, tocó con tres suaves golpecitos. A los pocos segundos se abrió y se asomó su compañera de armas, con dos coletas que le daban un toque más jovial, preparada para la sesión de deporte…
Y con una sonrisa que sirvió para que el joven dejase de preocuparse tanto, sacándole a él otra.
***Lo primero que pensó nada más pisar Ciudad Disney era que fue una decisión acertada aceptar esa misión; se imaginaba que al ser el mundo de uno de los aliados más importantes de la Orden, irradiaría un aire más autoritario. Pero nada lejos de la realidad, el lugar resultaba tan pintoresco y alegre que quitaba de cuajo la depresión. Con razón tenían deportes tan estrafalarios en los que se usaban piezas de fruta por balones.
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¡Os doy la bienvenida a la Frutibol Cup de este año! Deseo que todos disfrutemos de este maravilloso evento deportivo y que los participantes den lo mejor de ellos mismos. ¡Mucha suerte a todos! Nikolai alzó la vista entre las cabezas de los participantes para vislumbrar a la pequeña reina ratón, subida en una silla alta. Algo escuchó acerca de que los habitantes del mundo eran en su mayoría animales con proporciones e inteligencia humanas. Nada que le sorprendiera después de ver al perro recepcionista de la nave de la Federación.
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¡Primer partido! ¡Saeko & Nikolai contra Dúo de madera! Alzó las cejas al escuchar sus nombres, parecía ser que les tocaría el primer partido. Hizo una mueca, le hubiese gustado espectar algún partido antes de salir al campo para ver su funcionamiento. Procuró repasarse las normas antes de venir, pero había ciertos detalles que prefería ver en vivo.
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¿”Dúo de madera”?», repitió mentalmente. «
¿De dónde habrán sacado ese…? ¡Oh!».
Nikolai abrió mucho los ojos tras averiguar el significado detrás de tan peculiar nombre: dos escobas de madera, con brazos, e irguiéndose sobre las cerdas de sus cepillos, avanzaron hasta el campo. Intercambio una mirada de incertidumbre con Saeko y la acompañó hasta su portería. No perdió de vista a las dos escobas mágicas, resultándole cómico el cómo dos utensilios de cocina realizaban estiramientos.
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¿Qué tal? ¿Te ves capaz? Debería, siendo idea suya lo del torneo y después de pasarse la noche anterior comiéndose el coco.
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Estoy listo para darlo todo. —Estiró el cuello y le dedicó a Saeko una sonrisa confiada.
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¡Vamos a...! Ni pudo terminar. Nikolai pegó un bote tras presenciar como una enorme sandía se estrellaba contra la cara de su compañera y la derribaba. Su cerebro no supo ni cómo reaccionar de lo extraño y absurdo que resultaba, estaba demasiado perplejo para prestar atención al silbato del árbitro que dio comienzo al partido y la ovación del público.
Y también para la gigantesca piña que voló peligrosamente hasta su cara, aporreándole con su dura y puntiaguda cáscara, y haciéndole ver las estrellas mientras se caía de culo. Sus manos se movieron de forma automática a su dolorido rostro, y entonces escuchó un bocinazo a sus espaldas. Miró por encima del hombro y se encontró un pomelo chocándose contra la red de su portería.
Dos
frutazos en la cara y un gol en su contra. Genial, esto Iba a ser más complicado de lo que se imaginaba.