[País de los Mosqueteros] Cuando el dique se rompe

Encuentro entre Celeste y Saito

¡Pásate por aquí para encontrarte con todo aquello relacionado con el rol y que no encontrarás en el resto de subforos! Libres, Eventos, Eventos Globales... ¡Pásate, rolea y échate unas risas!

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro

Re: [País de los Mosqueteros] Cuando el dique se rompe

Notapor Denna » Mar Jun 07, 2016 11:46 pm

La chica tendría alrededor de unos veinte años, más pequeña que Lautrec. Era blanca y bajita, mucho más que yo, y tenía el cabello largo y moreno. Sus facciones eran muy delicadas, como las de una muñequita, y los ojos azules parecían demasiado grandes para su cara. Le devolví una sonrisa confiada, consciente de lo extraño de la situación.

¿Y quiénes sois vosotros? —preguntó, aunque miraba a Lautrec.

Celeste y Robert. Habían venido a ver la Ópera por última vez, y les invité a pasar y conocerte antes de que se marchasen.

Perdón por las molestias. —Me apresuré en intervenir—. De haber sabido que había alguien ensayando no habríamos entrado.

La muchacha me miró, suavizó el gesto y le restó importancia con un ademán. Se presentó como Elizabeth y regañó con falsa severidad a Lautrec por “increparnos”. Yo no sabía dónde meterme. Cambié el peso de un pie a otro, incómoda, hasta que Saito me rodeó con un brazo y afirmó con una sonrisa:

Mi prima y yo creemos que lo has hecho genial, señorita Elizabeth, ¿a que sí?

¡Por supuesto! —exclamé de inmediato. Todo para que dejara de apretarme con tanta fuerza—. Tienes una voz muy bonita. ¿Cuánto hace que cantas?

No demasiado —confesó Elizabeth con timidez—. Un par de años, más o menos, pero jamás delante de un público tan grande ni importante como el de la Ópera. ¿De verdad os ha gustado?

Asentí de nuevo y los ojos de la chica brillaron. Pero... ¿eso eran lágrimas? ¿Tan contenta se ponía por la opinión de dos desconocidos que la habían interrumpido?

En ese momento, Lautrec carraspeó sin mucha discreción y Elizabeth se recompuso de golpe.

Decidme, ¿queréis algo para beber? ¿Un té con pastas, quizá?

Supongo que... —Miré a Saito y leí la afirmación en sus ojos—. ¡Sí! Suena bien, gracias, Elizabeth. Pero, antes de nada, ¿dónde está el baño? —Empecé a retorcerme un mechón de pelo, toda inocente—. Es que... me he llevado un buen susto ahí en el escenario y...

Agradecí las indicaciones de la chica y, antes de salir, le guiñé un ojo a Saito. Al baño, ¡sí, claro! ¡Yo lo que quería era explorar la Ópera por mi cuenta! Eché a andar en la dirección que Elizabeth me había señalado —por si acaso— y cogí carrerilla a medida que avanzaba, embriagada de emoción. Me sabía un poco mal irme sola, pero aquella era una oportunidad única.

Además, Saito estaba embelesado con Elizabeth. ¿Quién sabe lo que pasaría si se quedaban a solas y empezaban a charlar?

Me metí en la primera habitación que encontré. No entendía cómo no me había dado cuenta antes: ese aire tristón, ojeras, humor cambiante, echaba en falta a alguien... ¡Saito sufría mal de amores! A saber por quién, pero no podía tratarse de otra cosa. Ese chico necesitaba una novia; y Elizabeth parecía simpática. Un partidazo. Y no me daba la impresión de que ella y Lautrec estuvieran juntos, así que...

Ah, l’amour. Negué con la cabeza. Dios me librara.
Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Denna
29. Dragón
29. Dragón
The Unknowns
 
Mensajes: 852
Registrado: Lun Mar 09, 2015 11:26 pm
Dinero: 522,716.96
Banco: 15,528.00
Ubicación: Invernalia.
Sexo: Femenino
Estantería de objetos
Karma: 2

Re: [País de los Mosqueteros] Cuando el dique se rompe

Notapor H.S Sora » Mié Jun 08, 2016 12:06 am

La situación se había tornado rara en cuestión de escasos minutos. Tras la invitación de Elizabeth, Celeste se había excusado para ir al baño, pero antes de salir me había guiñado con discreción un ojo. ¿Qué trataba de decirme con aquello?

Fuera como fuese, nos habíamos quedado solos.

Por mi parte trataba de mirar con fingida curiosidad a mi alrededor mientras que maldecía la tardanza de Lautrec, a pesar de que me sentía cómodo con Elizabeth no tendía a quedarme a solas con mujeres desconocidas. Al bajar la mirada, pude ver como se retorcía distraídamente un mechón de pelo que le había quedado suelto, su sonrisa llena de curiosidad clavada en mí.

Podría cederos un par de entradas para mi próxima actuación... —Rompió de aquella manera el silencio que se había formado entre nosotros—. Pero eso implicaría que os quedaseis un tiempo más. ¿Os urge mucho marchar? Estoy segura de que os encantaría la actuación en directo, y os conseguiría buenos sitios.

No creo que sea posible, para nuestra desgracia. —Compuse una mueca de verdadera tristeza—. Nuestros tíos se preocuparían si nos demoráramos mucho más en marchar, ya sabe lo peligrosos que se han vuelto los caminos estos días.

Para mí sorpresa, Elizabeth se quedó mirándome con curiosidad, como si no supiese que me estaba refiriendo a los Sincorazón.

Supongo... pero trátame de tú —añadió con cierto pesar mientras se levantaba y tomaba con delicadeza mis manos, parecía examinarlas—. Tienes unas manos fuertes. ¿Es por utilizar esa guadaña?

Mierda.

Se me había olvidado que llevaba a Alice a mis espaldas. No debía ser muy normal que un turista llevara un arma de aquel calibre, aunque ahora que lo pensaba Lautrec ni se había extrañado de ello. ¿Sería más despistado que Elizabeth? No tenía tiempo para pensar en aquello, la chica esperaba, impaciente.

En parte. Todavía estoy aprendiendo a usarla —mentí, por descontado—. Se trata de una herencia familiar, mis tíos me la dieron cuando cumplí los dieciocho, creían que tenía edad suficiente como para aprender a defenderme a mí y a los que me importan.

La muchacha pareció satisfecha, pero seguía contemplando la guadaña.

Te comprendo, es importante saber defenderse. Lautrec ha sido el que siempre me ha defendido cuando hemos tenido problemas. —Un atisbo de nostalgia cruzó su rostro—. Debe ser duro sacrificarse para poder proteger a los que te importan...

En aquel momento volvió el guardaespaldas, con una bandeja de aperitivos varios y unas tazas de té que colocó sobre la mesa. Enarcó una ceja al ver que ahora éramos uno menos.

¿Y la joven?

Ha ido al baño —dijo Elizabeth—. Aunque ahora que lo dices lleva ya un buen rato... quizá se haya perdido al volver. ¿Podrías ir a buscarla?

No hace falta, de verdad —intervine—. Mi prima es muy curiosa, seguro que se habrá entretenido mirando cualquier cosa que le haya llamado la atención del baño.

Ambos intercambiaron una breve e indescifrable mirada. Lautrec asintió.

Insisto, enseguida vuelvo con ella. Si me disculpáis...

Cerró la puerta al irse, y al mirar a Elizabeth descubrí que parecía preocupada. ¿Tan peligrosos eran los baños de la Ópera? No podía ser eso, me removí inquieto en mi asiento mientras cogía una pasta.

Nos habíamos vuelto a quedar solos, qué mejor momento para descubrirlo que aquél.
Imagen

Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
22. Espectro
22. Espectro
 
Mensajes: 655
Registrado: Mar Sep 25, 2012 7:43 pm
Dinero: 3,775.22
Banco: 213,774.43
Sexo: Masculino
Karma: 3

Re: [País de los Mosqueteros] Cuando el dique se rompe

Notapor Denna » Mié Jun 08, 2016 12:09 am

Decidí no abandonar aquella planta de la Ópera por miedo a perderme. Era un edificio muy grande por dentro, más de lo que había imaginado, y sólo los pasillos que había recorrido por el momento resultaban ya confusos y laberínticos. Me recordaba un poco a Bastión Hueco. Si me perdía, estaba convencida de que jamás encontraría la salida por mí misma.

Alejé esos pensamientos con una mueca. Vale, quizás exageraba un poco. Pero así lo veía yo con mis impresionables ojos. Y lo cierto es que parecía que la Ópera contenía mil y un secretos —puede que más— en tan sólo aquel piso. Suficientes para una noche. Y además, tenía que recordar que se suponía que había ido al baño. No podía tardar demasiado en volver con nuestros anfitriones y mi nuevo primo.

Contuve un gritito de emoción. Dios, ¡estaba en la Ópera!

A saber a qué prodigiosa estrella pertenecería ese camerino. O qué representarían esas piezas de decorado. O quién habría llevado esos disfraces tan elegantes. ¡O quién los habría cosido! ¡O..! Bueno, no tenía ni idea de qué era eso, pero también parecía interesante.

Encontré objetos verdaderamente lujosos pero, a pesar de ello, no se me ocurrió robar nada. Por lo general no tenía muchos escrúpulos a la hora de birlar algo que consideraba demasiado caro (otra cosa es que lograra echarle mano) en París, cuando tanta gente vivía en la pobreza. Y la Ópera tenía mucha clase. Se notaba que detrás había mecenas podridos de dinero, tanto que nadie iba a echar en falta un collar o algo de ropa.

Pero no podía. No ahí. Este sitio... Demonios, sonaba absurdo, pero Saito no era el único enamorado. La Ópera era lo más precioso que había visto jamás. Quería volver algún día. Dios, decir que quería era quedarse corta. Me moría por volver a subir a ese escenario. Por tener un público ahí debajo, mirando.

Y lo conseguiría. Lo tendría. Pero no como una vulgar ladronzuela, de eso estaba más que segura.

«Pero ¿podría? ¿Yo?»

Cielos. Sentía como si me hubiesen prendido fuego a la cara. Me llevé las manos a las mejillas, como si así fuese a desaparecer más rápido mi sonrojo. «Seré tonta. ¡Este no es ni el momento ni el lugar para ponerme a soñar despierta!».

Lo mejor sería ir volviendo ya. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero suponía que el suficiente como para tener que contarles que me había perdido tanto a la ida como a la vuelta.

«...Venga, va. Una más y me voy». Al fin y al cabo, ¿era una oportunidad única o no lo era? Elegí una puerta al azar, un poco más alejada del resto, preguntándome qué maravillas escondería dentro, qué mágico...

Trastero.

Era un maldito trastero.

¡Venga ya! ¿De verdad?

Pocas veces me había sentido tan decepcionada. Era casi como si me hubiesen partido el corazón a martillazos. Y sin el casi. Aquella habitación pequeña y oscura, tan pobremente decorada, con tan sólo una mesa medio astillada llena de papeles y fotografías, había aplastado mis inocentes ilusiones y sueños con la demoledora fuerza de...

Un segundo, ¿papeles y fotografías?

Me acerqué despacio, desconfiada. ¿No era el País de los Mosqueteros un mundo demasiado antiguo como para tener ya fotos? Era bastante parecido a La Cité, en realidad. «Paranoias», me dije. «Si esto está avanzadísimo en comparación. Aquí veneran a los artistas y todo». No serían más que las cartas de alguna estrella y su amante. O puede que múltiples amantes. ¿Qué vida llevaba esa gente, en realidad?

La curiosidad pudo conmigo y cogí una de las primeras hojas. Adjuntada venía una pequeña fotografía de una chica joven, de trece o catorce años. Tenía el pelo largo y ondulado, de un color claro que la calidad de la imagen no me permitía distinguir. Miraba a la cámara con un posado muy serio.

Spoiler: Mostrar
Imagen


¿Esa niña tan pequeña pertenecía al mundo del espectáculo? Se me hacía raro incluso para tratarse de un mundo distinto. Y más dudaba tras ver la nota en rotulador rojo que había sobre su cabeza:

“LOUISE V. - ¿¿??”


«¿Louise..?». Le di la vuelta a la foto, pero no había nada más. Pasé a la carta.

Informe IV

Uno de los experimentos del lote 111 ha empezado a dar sus frutos, a pesar de que los resultados han sido muy diferentes a los que estábamos esperando. Después de la prueba de asimilación inicial, el sujeto número 48928 (inciso de la Dra. E.C: los demás sujetos del lote se refieren a ella como “Louise”) ha caído en un estado comatoso tras liberar una gran cantidad de energía, aunque insuficiente para atravesar las barreras de contención.

No se percibe ningún tipo de rechazo, la asimilación parece haberse realizado en su totalidad. Lo único que hemos apreciado ha sido un notable daño en la psique del experimento, me atrevo a decir que irreversible. Su comportamiento es el de una criatura salvaje: no parece reconocer a sus compañeros de lote e incluso ha intentado atacarlos aprovechándose de su nueva fuerza.

Pero lo más preocupante es que su inteligencia se ha desarrollado de manera exponencial, volviéndose cada vez más y más astuta en sus intentos por escapar. Adjunto en la carpeta un análisis más detallado de dichas maquinaciones.

Ante este desconcierto general, una de las nuevas doctoras del equipo teoriza que el repentino cambio se ha debido al Ente: éste podría haber invertido el proceso y acabar devorado a #48928, quedándose de esta manera el cuerpo como un mero recipiente.

Todavía quedan muchas pruebas por hacer. Continuaremos investigando con los miembros del lote 111, seleccionados tras pasar las pruebas de compatibilidad iniciales.

Revolucionaremos la ciencia, y todos los mundos nos lo agradecerán. Ya es tarde para amedrentarse ante daños colaterales.

R.L.


«¿Pero qué..?»

Incapaz de seguir, me aparté de la mesa con brusquedad. Algunas hojas cayeron desperdigadas por el suelo.

¿Qué demonios acababa de leer? Aquello... aquello no podía ir en serio. Era imposible. Pero había demasiado —demasiados documentos, demasiadas... demasiadas pruebas— como para que se tratara de una simple broma pesada. No. Los experimentos, esa pobre chica, los demás sujetos, los entes... era todo verdad.

No comprendía nada. Pero sí que había entendido lo esencial: fuera lo que fuera aquello, no podía pertenecer a un mundo como El País de los Mosqueteros. Venía de fuera, de otro sitio más desarrollado. La cabeza me daba vueltas. ¿Qué hacía entonces todo eso ahí? ¿De dónde era? ¿A quién pertenecía? Experimentar con niños... eso no podía estar permitido ni por la Federación ni por nadie, y...

Vacilé. A pesar de los horrores que podría haber descritos, me tentaba seguir leyendo. ¡Si tan sólo tuviera algo más de tiempo, sólo un poco más..! Y tampoco podía llevarme pruebas, no traía mochila ni nada donde esconder los papeles de Elizabeth o de Lautrec. La cesta era lo único que podía valer, pero se había quedado fuera, escondida en los jardines. Decidí, a regañadientes, mientras recogía los documentos del suelo, que lo mejor sería hablarlo con Saito. Estaba asustada y, por mucho que me doliera, todavía no tenía mucha experiencia. Cualquier cosa podría torcerse. Lo que sí hice fue guardarme la fotografía en el bolsillo.

«Una noche. Sólo pedía una maldita noche».

Gruñí por lo bajo y me apresuré en dejarlo todo como estaba. Recordaba el camino, podría volver más tarde. Eché un último vistazo cuando reparé en la linterna encima de la mesa. La había cogido antes para leer mejor, pero no había llegado a usarla.

Sentí que se me paraba el corazón. No había encendido ninguna otra luz.

Me volví tan deprisa que me hice daño en el cuello.

La puerta estaba abierta.

Y una figura descansaba apoyada en el umbral.

El silencio se apoderó de la habitación durante unos instantes de tal modo que mis latidos debían de hacer eco contra las paredes. Seguro que era capaz de escucharlo desde ahí.

Parece que esto no es el baño —acabé por decir. Mi voz sonó penosa y vacilante.

Lautrec no respondió. Con fría indiferencia, dio un paso hacia mí.

Spoiler: Mostrar
Informe escrito por H.S Sora~
Última edición por Denna el Mié Jun 08, 2016 10:49 am, editado 1 vez en total
Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Denna
29. Dragón
29. Dragón
The Unknowns
 
Mensajes: 852
Registrado: Lun Mar 09, 2015 11:26 pm
Dinero: 522,716.96
Banco: 15,528.00
Ubicación: Invernalia.
Sexo: Femenino
Estantería de objetos
Karma: 2

Re: [País de los Mosqueteros] Cuando el dique se rompe

Notapor H.S Sora » Mié Jun 08, 2016 12:30 am

No podría decirse que desconfiase de Elizabeth. Su dulce rostro era entrañable, pero la manera en la que había insistido tanto en que Lautrec fuese a buscar a Celeste y su expresión ahora me hacían dudar de la veracidad acerca de la hospitalidad de nuestra anfitriona.

Quizá debería ayudar a Lautrec a buscarla… después de todo, es mi prima. ¿Me acompañas?

Me levanté, lanzando el cebo con cautela, y tal y como esperaba Elizabeth me pidió que me quedase sentado mientras me tendía otra pasta. La amabilidad seguía presente en ella, sus afables sonrisas no flaquearon. Pero, durante un segundo, podría haber jurado ver algo de distorsión en sus calmados actos.

Las manos le habían temblado al acercarme el tentempié. La miré en silencio durante un largo momento, tratando de averiguar qué era lo que se escondía tras los desinteresados actos de la joven que tenía delante.

Fingí estar mirando con curiosidad el resto de la habitación, mientras que lo que trataba de hacer era incomodarla. Conseguir que dijese algo que la delatase, si es que había algo que delatar…

¿Te gusta? —Inquirió de pronto. No sabía a qué se refería hasta que me percaté que mi atención había quedado fija en el fonógrafo de la habitación—. También es una herencia familiar.

Lo acercó a la altura de mis ojos. Lo cierto era que me encantaban aquella clase de objetos, a pesar de no saber cómo funcionaban —había visto alguno en Ciudad de Halloween, pero nunca desde muy cerca—, y no podía negar que el de Elizabeth era precioso, digno de elogio.

>>Siempre he amado la música. El fonógrafo era de mi padre… solía escuchar canciones con él.

Es muy bonito...

Clavé mis ojos azules en el instrumento, y estuve a punto de soltar un grito de pura frustración al comprenderlo.

Había sido un total imbécil.

Ya sabía que era lo que me encandilaba de Elizabeth, lo que me había atraído hacia ella como una polilla a la luz. Lo que fallaba en su historia.

Y es que su aura, al igual que aquel fonógrafo, habían sido sacados de otro mundo.

Y antes de estar trabajando en la Ópera ¿dónde dices que habíais estado Lautrec y tú?…

La pregunta, tan inocente, escondía detrás otro peligroso cebo que trataba de colocarle a la chica. Quizá me equivocaba, pero mi instinto de Portador había hecho saltar la alarma.

Pues de aquí para allá, todos los comienzos son duros, ya sabes... Pero al final todas nuestras acciones nos acaban llevando al destino que nos merecemos, ¿no crees?

Por mucho que a aquella filosofía no le faltase razón, seguía siendo una manera de evitar responder. Pero necesitaba algo más, algo que acabase de fundamentar mis sospechas. Un milagro del cielo, lo que fuese.

La puerta se abrió de golpe. Celeste entró como un rayo en la habitación. Su semblante era sombrío, y desde que había entrado no había hecho más que gritar. Me levanté en el acto, dirigiéndome a mi compañera con la intención de tranquilizarla.

¿Qué ha pasado? —pregunté.

No tuvo apenas tiempo para responderme, Elizabeth tiraba de una de mis mangas hacia ella. Sus ojos parecían anegados en lágrimas.

Saito te lo puedo explicar… y a ti también Celeste… Por favor, escuchadme.

Su voz se rompió. Apenas reparé ya en cómo había dicho mi nombre. Miré a Celeste, dubitativo.

¿Qué debía hacer?...

Basta de juegos. Lo quiero saber todo.

Mi tono denotaba una seguridad que no tenía. El miedo se había instaurado en mi interior al ver a la muchacha risueña de hacía unos minutos derrumbarse ante una verdad que empezaba a mostrarse en escena.
Imagen

Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
22. Espectro
22. Espectro
 
Mensajes: 655
Registrado: Mar Sep 25, 2012 7:43 pm
Dinero: 3,775.22
Banco: 213,774.43
Sexo: Masculino
Karma: 3

Re: [País de los Mosqueteros] Cuando el dique se rompe

Notapor Denna » Mié Jun 08, 2016 10:53 am

Me eché atrás hasta rozar la mesa con la espalda. Había estado tan enfrascada en los documentos que no me había dado cuenta de cómo abría la puerta. Cualquier excusa que elaborara ahora parecería estúpida e incoherente. Me había pillado. Lautrec miraría los papeles y haría preguntas y tendría que dar muchas explicaciones.

Pero no se movió más. Esperé a que dijera algo, lo que fuese. El silencio resultaba estresante.

Debió de pasar un minuto. Dos. Cuatro. Diez. Una hora. Y sólo miraba.

Vaya. Qué situación tan incómoda.

El miedo tomó las riendas y recurrí a mi instinto más básico: mentir.

Sí. Verás, es que tengo una orientación pésima. Pero mala de verdad, ¡si te contara..! Por eso siempre viajo con mi primo, ¿sabes? Rob dice que no sería capaz de llegar a la capital yo sola, pero yo creo que...

Deja ya de fingir, niña —espetó Lautrec. A pesar de estar a contraluz, sus ojos refulgían como brasas—. Esa estúpida tapadera vuestra no ha funcionado en ningún momento.

Ahí ya no supe qué decir. ¿Acaso había descubierto que éramos la de Orden? ¿Es que Saito había sacado la Llave Espada para impresionar a Elizabeth o algo?

¿Tapadera? ¿De qué hablas?

Mi respuesta pareció enfurecerle.

No sé qué papel juegas tú en todo esto, niña, pero tienes que ser muy tonta para no saber en qué te has metido.

»Es una lástima. Si no hubieras entrado aquí, podrías haberte salvado.


Algo cambió en su postura. No supe identificar el qué, pero reconocía el peligro. Era una intuición vital que aprendías al vivir en las calles, imprescindible en un mundo como La Cité. Fue como si Lautrec hubiese descorrido un velo invisible que lo rodeaba, toda la inquietud que había sentido hacia él se intensificó.

Sentí el impulso de echar a correr.

¿Cómo era esa frase que decís los humanos..? Algo sobre monos, me parece que era... ¡ah, sí! “La curiosidad mató al gato”. ¿Algo así?

El movimiento de su mano fue casi imperceptible, y gracias a Dios que estaba atenta. Utilicé Centella antes de que terminara el gesto y me posicioné a su espalda. La daga cortó el espacio entre sus hombros y se escuchó un chasquido metálico, pero no me detuve a averiguar qué era.

Mi prioridad era huir. Escapar, encontrar a Saito y advertirle. Lautrec me había atacado, así que quizás Elizabeth también era una enemiga. Pero ¿por qué? ¿Por odio a la Orden? «Si no hubieras entrado aquí», había dicho. No, no tenía sentido. Si fuera por eso, a Saito ya lo habrían matado, y Elizabeth estaría con Lautrec, dándome caza.

¿Podía ser la habitación? ¿Por los informes? ¿Los conocían?

¿Y si..?

El camerino apareció delante de mí. Abrí de un portazo y llamé a Saito, buscando a mi amigo con la mirada. El alivio de ver que estaba sano y salvo se sustituyó rápidamente por una creciente ansiedad. Elizabeth seguía ahí, con expresión consternada al verme llegar.

¿Qué ha pasado?

Lautrec. —Jadeé, sin apartar la mirada de la chica—. Se ha... se ha vuelto loco. Me ha atacado, ha dicho que me mataría. Tenemos que salir de aquí, ¡tenemos que salir de aquí ahora mismo! Hay una habitación...

La sangre pintaba lágrimas rojas y calientes en mi mejilla. ¿Cuándo me había cortado? Que ni hubiera visto venir el ataque... no, eso daba igual ahora.

Están locos los dos —repetí con repugnancia—. Experimentan con gente, hacen cosas horribles.

Elizabeth se vino abajo, pero no la escuché. ¡Era tan evidente que mentía! Agarré del brazo a Saito, implorante. Lautrec debía de estar a punto de llegar.

Pero la respuesta de él fue tajante:

Basta de juegos. Lo quiero saber todo.

¡No seas idiota!

Escuchadme, yo hablaré con Lautrec —prometió Elizabeth. Su voz sonaba tan empalagosa y agradecida que tuve que contenerme para no poner el grito en el cielo. ¡Si hasta sonreía “aliviada”!—. Ha cometido un error, ambos lo hemos hecho. Lo siento muchísimo, pero aún podemos arreglarlo...

¡¿Arreglarlo?!

Lautrec volvió a escena. Me encogí, llevándome la mano a la mejilla, pero tenía la mirada fija en Saito. Su máscara de impasibilidad se había roto, y la rabia contraía sus finos rasgos. Temblaba violentamente, presa de una ira incontrolable.

¡Eso no tiene arreglo, Elizabeth! ¡Sólo hay una única forma de impedir que sigan haciendo daño! ¡Una! Y tú... tú me lo prometiste...

Loco. Loco de remate. No íbamos a sacar nada en claro de todo aquello. Aprovechando el desconcierto de Elizabeth, disparé un Ráfaga en su dirección con la intención de alejarla. La chica era tan pequeña que cayó hacia atrás, y empecé a arrastrar a Saito hacia la salida.

No contaba con que Lautrec preferiría centrarse en nosotros.

Gritó. El vendaval se formó en el centro de la habitación y enmudeció todo lo demás. Las ventanas estallaron y perdí a Saito entre el torbellino.

Viento. Claro.

Las fuerzas me abandonaron y debí de perder el conocimiento durante unos instantes. No fue demasiado, pues cuando abrí los ojos de nuevo, el hechizo aún se desvanecía

Pero los problemas acababan de empezar. Una garra monstruosa me rodeó la cintura, cortándome la respiración, y de pronto el suelo se alejaba peligrosamente de mí.
Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Denna
29. Dragón
29. Dragón
The Unknowns
 
Mensajes: 852
Registrado: Lun Mar 09, 2015 11:26 pm
Dinero: 522,716.96
Banco: 15,528.00
Ubicación: Invernalia.
Sexo: Femenino
Estantería de objetos
Karma: 2

Re: [País de los Mosqueteros] Cuando el dique se rompe

Notapor H.S Sora » Mié Jun 08, 2016 11:17 am

El corazón me latía con fuerza, Celeste tiraba de mi manga mientras pedía que nos fuéramos… ¿pero de qué iba todo aquello? Mi compañera tenía un corte en la mejilla, fruto de un ataque de Lautrec, y además aseguraba que experimentaban con gente. El asunto era mucho más grave de lo que había podido llegar a imaginar…

Me llevé la mano a la espalda, tanteando la guadaña. Si Elizabeth era parte de todo aquello podía ser igual de peligrosa que su compañero, el cual había intentado matar a mi amiga. Pero seguía dudando de ella, quería otorgarle el beneficio de la duda. ¿Pero por qué? Mis labios se mantenían en una fina línea mientras la muchacha hablaba.

Escuchadme, yo hablaré con Lautrec. Ha cometido un error, ambos lo hemos hecho. Lo siento muchísimo, pero aún podemos arreglarlo...

Empieza por contarnos la verdad —apremié, severo—. Y quizás de ese modo podamos llegar a creernos algo de lo que nos digas.

¡¿Arreglarlo?!

Me giré con cautela hacia aquel “bondadoso” hombre que se nos había presentado como Lautrec. Ahora toda aquella cantinela de mentiras había acabado, nos mostraba su auténtica naturaleza, se quedó mirándome con unos ojos iracundos que desgarraban por completo aquel papel que había estado representando hasta entonces.

Por suerte parecía que el que por ahora le interesaba era yo, quizás Celeste pudiese pedir ayuda a la Orden mientras yo entretenía al desquiciado que tenía delante.

¡Eso no tiene arreglo, Elizabeth! ¡Sólo hay una única forma de impedir que sigan haciendo daño! ¡Una! Y tú... tú me lo prometiste...

Pero Lautrec, mírale. Él no está como los demás, no es como nos pensábamos. Es la prueba viviente de todavía podríamos tener esperanzas… ¡de que aún hay algo que podemos hacer para redimir lo que hicieron!

¡Eso ya no importa! La chica ha entrado en el cuarto y ha cotilleado los informes. No vale la pena que lo sepan, él no lo entenderá y quizá sólo enloquezca. Y ella ha acabado aquí por pura casualidad para su desgracia...

Tú ya sabes que las casualidades no existen. Que hayan llegado hoy aquí significa algo. Por favor, escuchadnos, él no os hará daño…

En ese momento noté como Celeste tiraba de mí tras disparar un hechizo que había desestabilizado a la muchacha, haciendo que se golpease la cabeza contra la mesa en la que había estado sentada minutos atrás. Lo último que pude ver con claridad de ella fue su rostro contraído en una mueca de sorpresa mientras alargaba una de sus manos hacia mi.

¡NO!

No habíamos tenido tiempo de alcanzar la salida, notaba una gran corriente de energía emanar del interior del hombre. Pero por algún motivo salía hacia fuera, como si la estuviese expulsando. Lo comprendí demasiado tarde.

>>¡LO PAGARÉIS!

Traté de advertir a mi compañera, pero no fui lo suficientemente rápido. El estallido había ensordecido cualquier grito que hubiese tratado de dar, rompió ventanas y provocó que tras finalizar aquel remolino de viento saliera disparado contra una de las paredes. Solté un quejido de dolor pero no perdí el tiempo y traté de buscar a Celeste, cuando algo se aferró a mi costado, unas garras metálicas que me levantaron y me permitieron ver que algo nos estaba llevando a ambos fuera de la Ópera.

Aunque mi trayectoria fue mucho más corta, en un momento había acabado tirado en el tejado de el edificio. No tuve tiempo de ver qué había sido eso, pero sospechaba que había tenido algo que ver con la promesa de venganza que Lautrec nos había hecho minutos atrás.

Me levanté desorientado y busqué a Celeste. Ni rastro de ella, tampoco de Lautrec. Pero entonces el monstruo surgió. El monstruo en el que aquel malnacido se había convertido. Una sonrisa fría asomaba en su rostro, mientras acababa de aterrizar moviendo un par de gigantescas alas metálicas que estaban unidas a sus brazos, los cuales terminaban ahora en unas garras de la misma tonalidad. Cabía añadir que sus rasgos eran ahora mucho más salvajes, respiraba entrecortadamente. Era lo único que se oía a excepción del ulular del viento que se había levantado.

Spoiler: Mostrar
Imagen


Spoiler: Mostrar


Dónde está Celeste. No hagas que te obligue a decírmelo.

¿Crees que puedes? —Dejó escapar una risa y desapareció de mi campo de visión al momento—. A tu compañera me la he quitado de encima muy rápido. —Me tuve que girar para verlo, era demasiado rápido.— Pero contigo me pienso recrear.

Invoqué la katana a tiempo de bloquear uno de los golpes de aquellas garras… o eso creía hasta que salí disparado hacia atrás por una ráfaga de viento que por poco no me hizo perder el equilibrio.

¿Sigues creyendo estar a la altura?

Me removí inquieto. Jamás hubiese pensado que Lautrec fuese un luchador, y mucho menos uno tan rápido… si la batalla continuaba de aquella manera perdería. Debía encontrar un modo de anular sus puntos fuertes, o en su defecto tener tiempo para encontrarle uno débil.

Aquí te espero. ¿O no quieres ir a ver como está Elizabeth?

La sonrisa que había estado exhibiendo hasta entonces se terminó. Cerró las garras en mi dirección mientras musitaba algo: en consecuencia un pequeño remolino de viento se precipitó contra mí, obligándome a hacer un Doble Salto hacia él. No debió esperarse aquello, ya que recibió un par de golpes con la katana que le hicieron retroceder, obligándole al final a cubrirse con las alas; por desgracia no había hecho apenas un par de rasguños a esos artificios metálicos, a pesar de que había golpeado con bastante fuerza.

Quizá con magia...

Lautrec clavó su mirada en mí, y en aquel momento sentí como una corriente me elevaba y atrapaba, era parecido a la sensación que había tenido cuando se había transformado. Solo que aquello era para evitar que pudiese esquivar sus ataques tal y como había hecho antes. El golpe llegó antes de que pudiese hacer nada, una de aquellas zarpas había atravesado parcialmente mi hombro y no pude hacer nada más allá que dejar escapar un alarido mientras notaba la magia deshacerse a mi alrededor.

Solté la katana.

¿Eso es todo?

Reuní fuerzas en la mano libre, formulando una imprevista Rotura Oscura que hice impactar contra su rostro: salió despedido hacia atrás por el impacto de la habilidad, y aproveché su desconcierto para realizar un Aturdidor que consiguió alejarle todavía más.

Jadeé mientras aplicaba un Cura en herida que había recibido. No parecía haberle hecho mucho daño con aquel Aturdidor, aunque imaginaba que se debía a aquella defensa metálica tan molesta que le protegía constantemente. Si quería deshacerme de él necesitaría algo más que unos cuantos hechizos…

Apunté con mi mano libre en su dirección, se estaba poniendo en pie de nuevo.
Imagen

Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
22. Espectro
22. Espectro
 
Mensajes: 655
Registrado: Mar Sep 25, 2012 7:43 pm
Dinero: 3,775.22
Banco: 213,774.43
Sexo: Masculino
Karma: 3

Re: [País de los Mosqueteros] Cuando el dique se rompe

Notapor Denna » Mié Jun 08, 2016 11:22 am

Spoiler: Mostrar


¡Suéltame! ¡SUÉLTAME!

Por supuesto, entré en pánico. Arañé, pataleé y chillé tan fuerte como para despertar a medio Intersticio, pero nada surtió efecto. Creí que me desmayaba de nuevo cuando el dorado tejado de la Ópera se redujo en tamaño hasta parecer de juguete.

Vale, no, nononono, no me sueltes...

Me aferré a la criatura en la que se había convertido Lautrec con tanta fuerza que mis nudillos se volvieron blancos. El miedo a caer superaba con creces al que me producía él. Tirado sobre el tejado amarillo, Saito parecía una mancha borrosa, pero a mí no me había dejado. Lautrec batió sus nuevas alas —metálicas, oscuras y de color cobrizo— y se elevó unos metros más.

No es nada personal, niña —dijo con cierto ¿pesar?— . Al contrario, una muerte rápida e indolora es lo mejor que puedes conseguir.

Por favor, n-no tienes que hacerlo —farfullé. Mis uñas se clavaron con más fuerza en su pecho, pero no se quejó.

Es la única manera. Lo siento.

Se zafó con una facilidad insultante y, antes de que pudiera reaccionar, caía de vuelta al suelo a toda velocidad. Grité, alcé el brazo en un inútil intento de agarrarme, pero ya estaba fuera de mi alcance. No me dedicó más que una mirada inexpresiva antes de abandonarme a mi suerte.

«¿Y ya está? ¿Es así cómo acaba todo? ¿Muero aplastada contra el suelo?». La corriente me arrancaba las lágrimas de los ojos. Era injusto. Ese no podía ser mi final. No podía... No con todo lo que me quedaba por hacer, cuando ni siquiera me había despedido…

«Espera... soy imbécil».

Si alguien me hubiera dicho que el glider iba a salvarme la vida algún día, me habría reído en su cara. Muy fuerte, además. ¡Pero esa no era excusa para no reaccionar! La Llave Espada apareció en mi mano con su característico destello y, medio segundo más tarde, flotaba suspendida en el aire. Me tomé un momento para dejar de temblar como una hoja y que se me pasara el susto y poner rumbo de vuelta a la Ópera.

G-glider bonito, glider bonito...

Saito había entrado en combate y no tenía muy buen aspecto. Le hice señas cuando capté su atención para que disimulara: Lautrec estaba de espaldas a mí y... bueno, me daba por muerta.

Esperé. Él desplegó las alas; si se olía algo, no lo demostró.

Eres débil. Acabaré con tu sufrimiento más rápido de lo que pensaba.

«¡Ahora!» me dije, y aceleré con el glider.

Pero no contaba con el sexto sentido de ese hombre. Se giró en el último segundo y me golpeó con el ala en el costado. Viré con brusquedad, sorprendida, sin llegar a hacerle un solo rasguño, pero alcancé su hombro con la daga.

Caí de bruces cerca de Saito. El vehículo se desmaterializó, y con él, el factor sorpresa.

¿Caballeros de la Llave Espada? —inquirió Lautrec—. Claro... tiene gracia.

¿Te encuentras bien? —pregunté a Saito—. Dime que tienes su punto débil o algo.

Gruñí exasperada.

Vale, da igual. No importa. ¡Cuidado!

Le empujé sin mucha delicadeza y me hice a un lado. Lautrec volvía a la carga, esta vez con una hoja de aire que esquivamos por los pelos. Arrugué el ceño, presa del déjà vu más extraño. ¿Cómo contrarrestar esa afinidad tan fuerte..?
Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Denna
29. Dragón
29. Dragón
The Unknowns
 
Mensajes: 852
Registrado: Lun Mar 09, 2015 11:26 pm
Dinero: 522,716.96
Banco: 15,528.00
Ubicación: Invernalia.
Sexo: Femenino
Estantería de objetos
Karma: 2

Re: [País de los Mosqueteros] Cuando el dique se rompe

Notapor H.S Sora » Mié Jun 08, 2016 11:34 am

Aquella velocidad era algo que no había visto nunca… quizá mi perplejidad se debía también a que los reflejos eran una cualidad que había desarrollado más bien poco. El caso era que en lo que se tarda en parpadear, Lautrec ya se encontraba atacándome sin ninguna clase de reparo; ya fuese intentando desgarrame con aquellas monstruosas garras o mediante el uso de hechizos que le evitaban la molestia de tener que vérselas en un cara a cara contra mí.

Además me las apañaba más bien poco bloqueándole con la katana, pero es que no me dejaba hacer uso de la guadaña o de la propia Llave Espada. Y eso cuando conseguía ver venir los ataques. Apenas me daba margen para poder atacarle de manera directa. Tal y como pensaba, si conseguía una buena combinación de hechizos como los de antes lograría vencerle; pero había aprendido de sus errores, y era capaz de ver el ansia en su rostro para que acabase agotándome y derrumbándome tras recibir tantas heridas.

Se me iluminó el rostro al ver a Celeste, la cual volvía viva y montada en su Glider. Tragué saliva. Si Lautrec la daba por muerta o inconsciente, aquella era una muy buena oportunidad para pillarle por sorpresa.

Eres débil. Acabaré con tu sufrimiento más rápido de lo que pensaba.

Inténtalo. Te llevarás unas cuantas sorpresas conmigo…

Me abalancé contra él, aprovechando que Celeste parecía que iba a tratar de hacer lo mismo con el Glider… pero algo salió mal. En el último segundo abrió los ojos como platos, como si se hubiese dado cuenta de algo que ignoraba hasta el momento, y logró desestabilizar a mi compañera, la cual sólo pudo asestarle un fugaz golpe antes de caer cerca de mí.

Estábamos como al principio, y es que con aquellas habilidades y su manía por jugar sobre seguro no conseguiríamos lograr que se expusiese. Había que obligarle a fallar.

¿Caballeros de la Llave Espada? Claro... tiene gracia.

Ni me molesté en preguntarle cómo sabía qué era el arma legendaria que mi amiga sostenía ahora en sus manos. Había quedado claro que sabía muchas cosas, ya le sonsacaríamos información de verdad si conseguíamos abatirle.

¿Te encuentras bien?

He estado mejor, no te lo voy a negar.

Dime que tienes su punto débil o algo.

Nada. Pero parece evitar los golpes mágicos.

Vale, da igual. No importa. ¡Cuidado!

El empujón instantáneo de mi amiga me libró de que aquel bastardo me cercenase la cabeza con una hoja de viento que había invocado de la nada. Noté la sangre correr río abajo, fruto de un corte que en la frente a pesar de haberlo evitado. Apreté la mandíbula con rabia, él nos miraba con expresión divertida.

Spoiler: Mostrar


Me limpié la sangre que caía sobre mis ojos.

Da igual que estéis los dos. —Señaló con desprecio a Celeste—. Deberías haber aceptado esa caída. Era una muerte mucho más plácida que la que ahora te espera.

Cállate de una vez. Me tienes harto.

Necesitábamos encontrar una cobertura en aquella defensa “perfecta”. Quizá gastaría todo el poder mágico que me quedaba, pero esperaba ganar el tiempo suficiente como para que Celeste atacase coordinándose conmigo.

Prepárate, voy yo primero —le susurré—. No pierdas de vista su sombra.

Tomé aire. Por suerte la luna iluminaba la enorme silueta de Lautrec. Me dirigí contra él, que esperaba en una postura casi vacilante, y que no tuvo problemas en desviar mis golpes de katana con aquellas enormes extensiones gigantes. Así era imposible darle un buen corte, y él lo sabía. Pero yo también.

No funcionará que te uses de cebo para que la chica me ataque, ¿me oyes? ¡Puedo sentir cada movimiento que hacéis en el viento!

>>¡Y ahora mismo no sois más que una suave brisa para mí!

Ataqué una vez más con el objetivo de destabilizarle antes de hacer surgir del suelo su maldita sombra. Noté el aire cortarme como un millar de agujas por todo el cuerpo, pero no cedí: más afilada que mi arma, el ataque pilló por sorpresa a Lautrec, que escupió un hilo de sangre al ser empalado por su propio reflejo el cual le inmovilizaba por ahora. Lo bueno era que parte de su lado izquierdo había quedado casi destrozado al verse forzado a protegerse para que no llegase a dañar ningún órgano vital.

Lancé un Electro y retrocedí a duras penas mientras mantenía bien sujeta la sombra de nuestro enemigo. Esperaba que Celeste aprovechase aquella oportunidad para acabar de arrancar su lado izquierdo y evitar de esta manera que siguiese volando a su antojo.

La cabeza se me nublaba por momentos, notaba como las heridas que aquel malnacido me había infligido empezaban a pasarme factura.

Rebusqué en mi bolsa algo con lo que poder seguir manteniéndome en pie, cuando me percaté de que era demasiado tarde.
Imagen

Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
22. Espectro
22. Espectro
 
Mensajes: 655
Registrado: Mar Sep 25, 2012 7:43 pm
Dinero: 3,775.22
Banco: 213,774.43
Sexo: Masculino
Karma: 3

Re: [País de los Mosqueteros] Cuando el dique se rompe

Notapor Denna » Mié Jun 08, 2016 11:44 am

Magia, cómo no. Pues iba a tener que buscar otro plan o estaríamos perdidos. Quizás atacando las alas... Si conseguíamos deshacernos de ellas no sólo perdería el equilibrio; también caería un valioso escudo. El problema era cómo. Parecían muy resistentes, y dudaba que pudiéramos acercarnos lo suficiente. Las garras también nos iban a causar problemas.

Da igual que estéis los dos. Deberías haber aceptado esa caída. Era una muerte mucho más plácida que la que ahora te espera.

Cállate de una vez. Me tienes harto.

Me puse en guardia, pero mi seguridad se resquebrajaba por momentos.

Se aceptan sugerencias, ¿eh? —murmuré.

Prepárate, yo voy primero —indicó Saito—. No pierdas de vista su sombra.

¡¿Y eso qué significa?!

No obtuve respuesta. Sin plan y sin cobertura, Saito se lanzó contra él. Espada en mano, trató de alcanzar su ala izquierda, pero Lautrec seguía siendo demasiado rápido. Y aunque le golpeara, un filo tan delgado no serviría de nada.

Magia tenía que ser. ¿Podría funcionar? No las tenía todas conmigo, pero había que intentarlo.

Disparé tres Electro seguidos, sin darle tiempo a reaccionar y, por imposible que pareciera, a pesar de la envergadura de sus alas, los fallé todos. Lautrec alzó el vuelo y casi le oía mofarse cuando dijo:

No funcionará que te uses de cebo para que la chica me ataque, ¿me oyes? ¡Puedo sentir cada movimiento que hacéis en el viento!

»¡Y ahora mismo no sois más que una inofensiva brisa para mí!


Abrí la boca, pero un inmenso tornado ahogó el chillido. Incluso desde la distancia, el viento me azotó con violencia y me vi empujada hacia atrás.

Se detuvo igual que había empezado. Lautrec seguía volando, pero el movimiento de sus alas era más errático, menos elegante. La sangre goteaba desde su costado, y una garra negra se retiraba de vuelta al suelo.

La sombra de Lautrec.

Saito se tambaleaba unos metros por debajo. El tornado lo había destrozado. Desconocía la gravedad de sus heridas, pero tenía la ropa hecha jirones y la luna iluminaba unos destellos de color rojo en su piel.

Eché a correr hacia él, con un Cura listo para que al menos se recuperara un poco, pero una nueva corriente helada me cerró el paso.

¡TÚ! —bramó Lautrec, totalmente fuera de sí—. ¡¿Cómo te has atrevido?! ¡No eres más que un insecto, un mosquito revoltoso que merece ser aplastado! ¿Oportunidades? ¿Algo como tú? ¡No... me hagas... reír!

El viento se arremolinaba a su alrededor, cobrando cada vez más y más fuerza. Tenía la vista puesta en Saito y parecía haberse olvidado de todo lo demás. Una oportunidad de oro, si era lo bastante sigilosa, quizás...

Pero eso significaría abandonar a Saito a su suerte. ¿Podría escapar en su estado?

Muy a mi pesar, decidí que confiaría en él. Era fuerte. Seguro que se había encontrado en peores situaciones.

Esperé al momento adecuado. Proyecté el Cura sobre mi amigo a la vez que Lautrec descargaba su propio hechizo: dos nuevas hojas de viento, gigantescas y en forma de X, que se abalanzaron sobre Saito. Me obligué a centrarme en el hombre alado, exhausto tras la herida y la magia gastada, y de la punta de mi Llave Espada surgió una Estela de chispas que le dio de lleno en el ala derecha.

El chispazo me sonó a gloria. El ataque dejó una buena marca en el bronce de su ala —pero hubo más: su cuerpo entero pareció convulsionarse ante el ataque, se puso rígido y cayó de bruces sobre el tejado de la Ópera. Sólo más tarde descubriría que esos efectos no habían sido a causa de mi poder, sino al hecho de que Lautrec tuviera esas partes de metal. Pero en aquel momento, la sorpresa fue todo un rayo de esperanza.

Hasta que vi el cuerpo de Saito en el suelo, inerte.

¡NO!

¿No había escapado a tiempo? ¿Y si estaba peor de lo que había creído? ¿Y si..?

Di un paso hacia él, pero Lautrec se interponía. No había llegado a perder el conocimiento, y me devolvía la mirada con un odio indescriptible. La suya era una rabia que no había visto jamás, ni en los ojos de los guardias de La Cité, ni en los de Jaelle al hablar de ellos, ni en los de Elmyra antes de levantarme la mano.

Pagaréis por esto... todavía no he acabado con vosotros —farfulló, incorporándose.

Por suerte para Saito, esta vez se centraba en mí. Tenía que ganar tiempo: si volvía a atacar antes de que él despertara....

Pero ¿por qué? —pregunté—. ¿Es por la habitación? ¡Ni siquiera entiendo lo que había! Mira, podemos olvidarlo todo, ¿qué me dices? Nosotros nos vamos, no volvemos jamás, y no les decimos a nuestros Maestros nada de lo que ha ocurrido aquí.

Retrocedí un par de pasos. Por si acaso.

¡Te lo prometo! ¡Te doy mi palabra de Caballero de la Llave Espada! Nada de esto es necesario, no... aún estás a tiempo de evitar una catástrofe.
Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Denna
29. Dragón
29. Dragón
The Unknowns
 
Mensajes: 852
Registrado: Lun Mar 09, 2015 11:26 pm
Dinero: 522,716.96
Banco: 15,528.00
Ubicación: Invernalia.
Sexo: Femenino
Estantería de objetos
Karma: 2

Re: [País de los Mosqueteros] Cuando el dique se rompe

Notapor H.S Sora » Mié Jun 08, 2016 12:08 pm

El ataque me golpeó de lleno. Diría que me había dejado alcanzar a propósito para distraerle el tiempo suficiente como para que Celeste atacase, pero sería mentira. No pensaba que tardaría tan poco en soltarse del amarre de mi Baile de Sombras, y aquellas dos nuevas cuchillas fueron demasiado rápidas, notaba como atravesaban mi piel, marcándola con un dolor abrumador. Caí al suelo en el acto.

Si hubiese tenido fuerzas para gritar, lo habría hecho.

Lo único que me alegraba de todo aquello era que había cabreado y herido lo suficiente a Lautrec como para llevarle a una situación como aquella. Lo malo era que no dudaría en matarme, y yo no podía moverme, todo lo contrario: notaba como iba perdiendo la consciencia poco a poco.

Oí un chasquido y sentí la necesidad de alzar la cabeza para ver qué era lo que pasaba. Pero no podía.

Lo siento, Celeste...

¡NO!

Tan solo esperaba que mi amiga pudiese escapar y salvarse. Si existía un Dios como en el que ella creía no la dejaría morir junto a mí, no por mi culpa… quería llorar, gritar: tenía la sensación de que mi vida se iba escapando poco a poco.

***


Todo era oscuridad. Era imposible ver nada, de no ser porque me imaginaba que estaba muerto habría pensado que estaba ciego. ¿Pero cómo podía ser consciente de mi propia muerte? Se suponía que cuando un Portador dejaba de existir, desaparecía para siempre dejando tras de sí tan solo su Llave Espada… Pero ahí estaba. Inmóvil y sin ser capaz de encontrar la diferencia en aquel momento.

Eso se debe a que no estás muerto.

¿Alice?

Algo resplandecía, parecía muy lejano, como un pequeño fuego. Traté de acercarme, pero seguía sin poder moverme.

¿Por qué no me has hablado en todo este tiempo?...

Estás muy agotado, física y mentalmente. Deja de intentar esforzarte, a este paso sólo conseguirás que te maten…

No puedo dejar a Celeste sola contra ése, prefiero arriesgarme.

El fuego se acercó, pero a pesar de eso solo conseguía distinguir el sonido que parecían hacer sus pisadas. Tardé un poco más en darme cuenta de que ella en realidad estaba a mi espalda, rodeándome con los brazos. Apenas era capaz de sentir algo… ¿qué sucedía?

Representa la vida, lo que se está librando ahí fuera. Se está acercando, pero sigues sin poder recuperarte. Has forzado tu cuerpo y tu mente demasiado, no tendrás fuerzas para regresar en al menos unas horas, quizá días.

No, no tengo tanto tiempo. Necesito volver ahora. No puedo perder a Celeste, no quiero perderla. Ya se ha ido ella...

Traté de alargar el brazo, pero fue todo lo que conseguí: seguía demasiado lejos, inalcanzable para alguien tan débil como yo. Alguien que lo perdería todo por ser incapaz de avanzar.

…Deja que te ayude. Deja que tome prestado tu cuerpo, sólo una vez más.

Callé. No quería decir lo que pensaba de esa idea, a pesar de que era lo único que parecía que podía hacer.

Sé que lo que hice en el Castillo del Olvido no estuvo bien, pero logré aguantar lo suficiente, ¿o no?

Es cierto, pero...

¡Es la única manera de que vuelvas ahora! ¡La única con la que podamos descubrir qué es lo que está pasando! Desde que entramos en la Ópera tuve la sensación de que había algo raro. Y esto lo confirma.

Si acepto, quiero que me lo devuelvas Alice. Quiero que cuando me recupere me dejes tomar el control de nuevo.

Lo haré… no sé qué me pasó en ese momento. Pero esta vez te lo devolveré.

Suspiré, resignado. Situaciones desesperadas requerían medidas desesperadas. ¿Quería salvarla, salvarme y descubrir la verdad? Pues ese era el precio que debía pagar: la posibilidad de que Alice se descontrolara y no me devolviese el cuerpo. Pero estaba dispuesto a correr ese riesgo.

En ese caso… por favor, ayúdala.

El “fuego” se precipitó contra mí, ardía y quemaba tornándose por completo en un color negro azabache. No entendía qué era aquello, pero el dolor que sentía era algo que iba mucho más allá de algo físico, como si se estuviese marcando en mi alma.

Lo juro, mi Caballero.

***


...Nada de esto es necesario, no... aún estás a tiempo de evitar una catástrofe.

Buen intento. Pero yo no soy ningún imbécil al que puedas engañar. Has visto demasiado, y no puedo dejarte ir. Ese monstruo ya no puede hacer nada por ti… y tú tampoco.

Imbécil era una palabra que se le quedaba corta a ese tal Lautrec. ¿Darle la espalda a un enemigo? Por muchos reflejos que tuviese, me aseguraría de que se arrepintiese de ello. Y de haberle hecho daño a Saito, y a la chica con la que ahora se enfrentaba y que tanto le importaba, Celeste.

El daño que sentía al estar controlando el cuerpo de Saito era algo menor a lo que debía haber sentido él. Alargué la mano hasta dar con un Elixir, el cual me bebí de dos largos tragos. Al momento noté como las heridas sanaban, y como el poder mágico que él poseía volvía a resurgir con todavía más fuerza de las cenizas que habían quedado.

Guardé la katana, y cogí la guadaña. Aquella especie de hombre pájaro metálico podía bloquear los ataques de aquella hoja, pero no podría abarcar un gran rango si le arrancaba una de sus preciadas alas.

Y eso era justo lo que me proponía.

La muchacha, que no parecía haberme visto aún, se encontraba esquivando los golpes lo mejor que podía, pero a aquel paso a Lautrec le daría por utilizar una habilidad como la de antes y Saito no me perdonaría que hubiese dejado que eso pasase.

Cogí impulso hacia él, maniobrando con el arma para coger la fuerza suficiente: no estaba segura de si había sido por cuestiones de azar o un exceso de confianza por parte de mi rival, pero el caso era que el filo de la guadaña rasgó la pieza de metal y la alejó un par de metros de su dueño.

Su grito desgarrador fue música angelical para mis oídos, al igual que verle retroceder con un gran salto.

Va a volver a la carga. —Miré a la chica, la cual podría apreciar el cambio en el color de ojos—. ¿Puedes darme unos minutos?

Mi sonrisa se ensanchó al ver como aquel capullo se esforzaba por intentar coger altura.

>>Con suerte será el último golpe.
Imagen

Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
22. Espectro
22. Espectro
 
Mensajes: 655
Registrado: Mar Sep 25, 2012 7:43 pm
Dinero: 3,775.22
Banco: 213,774.43
Sexo: Masculino
Karma: 3

Re: [País de los Mosqueteros] Cuando el dique se rompe

Notapor Denna » Mié Jun 08, 2016 12:14 pm

Lautrec me miró con desdén.

Buen intento. Pero yo no soy ningún imbécil al que puedas engañar. Has visto demasiado, y no puedo dejarte ir. Ese monstruo ya no puede hacer nada por ti… y tú tampoco.

Hizo entrechocar las garras, y yo retrocedí aún más. Empezaba a quedarme sin espacio, y Saito seguía inerte en el suelo. Necesitaba tiempo, pero no podía ganarlo peleando.

¿V-ves? ¡Eso es lo que no tiene sentido! Lo llamas monstruo: ¿por qué? —añadí, cruzando los dedos para que funcionara—. ¿Es que no es la primera vez que os veis?

Guardó silencio.

Si vas a matarme, ¿qué te cuesta contármelo?

Había conseguido que vacilara. Se detuvo un momento y la duda cruzó por un segundo su rostro. Cogí carrerilla, sin darle tiempo a pensar:

A menos que —adopté un tono de voz impresionado— sea algo tan grave o tan personal que no quieras que ni una débil niña al borde de la muerte lo sepa. ¿Es eso?

¿Me traicionaban mis sentidos o Saito acababa de moverse detrás de Lautrec?

¿De dónde eres, Lautrec? ¿También de Ciudad de Halloween? ¿Cómo llegaste aquí?

Este... patético intento de postergar tu final no te servirá de nada —atajó el hombre, aún sin moverse—. ¡Estás muerta!

No, no eres de Ciudad de Halloween. Si no, él te habría reconocido. Tú eres... ¿uno de los doctores que trabajan con esos experimentos? ¿Por eso estás tan centrado en proteger su secreto?

»A no ser que... no, vuelvo a equivocarme. Tus alas, tus garras... no eres un científico loco.

»Eres uno de los sujetos.


Touché. Me arrepentí al instante de haberlo dicho.

¡CÁLLATE! ¿TE CREES QUE SABES ALGO POR HABER LEÍDO CUATRO PAPELES? ¡¡NO TIENES NI LA MENOR IDEA DE LO QUE HABLAS!!

No tuve tiempo para más preguntas. Las habladurías se habían acabado, y Lautrec estaba más furioso que nunca. Apenas le vi abalanzarse sobre mí. El golpe me dio en el pecho y me precipité hacia atrás, contra el suelo, con un golpe seco que me sacó el aire de los pulmones.

¿Un burdo experimento? ¿YO?

Jadeé y rodé por el suelo para esquivar el siguiente ataque, que me rozó la espalda. Era demasiado rápido. No creía poder seguir evitándolo mucho tiempo. Un movimiento en falso y moriría. Esta vez no había trucos que me salvaran.

¡Fui escogido! ¡Soy muy superior a ellos!

Me sentía agotada, con sueño, y estaba ya exhausta tras todo lo ocurrido. Me obligué a no permanecer quieta cuando las tornas se cambiaron y Latrec aulló de dolor.

El ala izquierda se desprendió de su cuerpo y cayó con gran estruendo. Y Saito, sonriendo con maliciosa arrogancia, apareció a mi lado.

Justo a tiempo —rezongué. Le iba a devolver la sonrisa cuando me percaté del cambio de color en sus ojos, ahora morados. Y en su actitud en general. Se veía más erguido, más seguro, y no quedaba ni rastro de ese aire triste que lo acompañaba desde que lo había visto en el mirador. Una fiereza casi animal lo había sustituido— . ¿Qué te ha..?

Va a volver a la carga. ¿Puedes darme unos minutos?

Incluso hablaba de forma distinta. Le miré con suspicacia, temerosa, pero no tenía muchas opciones.

Saito, ¿estás..? ¿Está bien? —inquirí. Ante su confirmación, asentí—. De acuerdo. Entonces cuenta conmigo.

Con suerte será el último golpe.

¿Qué es lo que planeas? Aunque esté malherido, no conviene que nos lancemos a lo loco. Ya has visto lo que ha pasado antes.

O eso suponía. No sabía a qué estaba hablando, pero confiaba en que Saito supiera lo que se hacía. Porque lo que se me ocurría a mí —posesiones demoníacas, espíritus— no resultaba demasiado tranquilizador.

Invoqué de nuevo la Llave Espada. Sin el alcance de la lanza me sentía vulnerable, pero la Llave me sería más útil para bloquear sus ataques.
Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Denna
29. Dragón
29. Dragón
The Unknowns
 
Mensajes: 852
Registrado: Lun Mar 09, 2015 11:26 pm
Dinero: 522,716.96
Banco: 15,528.00
Ubicación: Invernalia.
Sexo: Femenino
Estantería de objetos
Karma: 2

Re: [País de los Mosqueteros] Cuando el dique se rompe

Notapor H.S Sora » Vie Jun 10, 2016 5:39 pm

¿Qué es lo que planeas? Aunque esté malherido, no conviene que nos lancemos a lo loco. Ya has visto lo que ha pasado antes.

Es como un animal acorralado —apunté—. Uno muy fuerte sí, pero no deja de ser eso. Empezará a cometer fallos, y nos aprovecharemos de eso para tumbarle.

La chica no parecía muy convencida, pero tendría que conformarse con lo que había dicho. Resultaría clave para el éxito que necesitábamos… se precipitó con la Llave Espada en mano, yo la acompañé con la guadaña en posición de ataque.

¡ME LAS PAGARÉIS! —exclamó Lautrec, invocando diversas ráfagas de aire que ambas pudimos esquivar con relativa facilidad, a pesar de que nos retrasaba el llegar hasta él.

Su semblante había empezado a resplandecer en un tono verdoso, al principio pensaba que era un nuevo ataque pero a medida que nos íbamos acercando podía comprobar como lo que estaba haciendo era recuperar fuerzas. Extendí mi mano apuntando hacia él e indiqué a Celeste que se diese prisa en atacarle.

¡Cuidado, está intentando recuperarse de todas las heridas!

Disparé dos Flamas Tenebrosas, pero el malnacido susurró algo y un muro de viento se interpuso entre él y los hechizos, que se desvanecieron en el aire. Apreté los dientes, aquel maldito todavía tenía suficientes habilidades como para seguir dando guerra.

Fui a dirigirme a Celeste, pero había desaparecido. Miré a mi alrededor sorprendida, pensando en si habría aprovechado para escapar. Y es que a pesar de que no creía que fuese a dejar a Saito solo, tampoco había visto que los ataques del enemigo la hubiesen hecho salir disparada. ¿Dónde estaba entonces? No tenía tiempo para pensar, debía evitar que Lautrec siguiese sanándose las heridas o perdería la poca ventaja que había conseguido.

El sonido y la rapidez con la que me dio la espalda me hizo pensar en la amiga de Saito había evitado la desgracia en cuestión. Me abalancé dispuesta a cortarle la otra ala cuando me golpeó con ella, eludiendo el ataque por los pelos y enviándome en la misma dirección por la que había venido.

Conseguí no caer de espaldas clavando la guadaña con fuerza en el suelo.

¡BASTA DE JUEGOS!

Su rostro seguía descompuesto, mostrando una expresión de furia que se contrastó al instante con el semblante calmado que trataba de poner ahora. Cerró los ojos y tras un instante de tensión, Celeste trató de atacarle. Su Llave Espada atravesó lo que parecía ser un Lautrec hecho de aire.

Noté el puñetazo enviarme hacia atrás, quitándome la guadaña de las manos antes de poder verle erguido frente a mí. Respiraba con cansancio; a pesar de haberle arrancado un ala, seguía siendo mucho más rápido en tierra que nosotros.

Quédate ahí —ordenó con voz queda mientras unas cuchillas de aire se clavaban en mis brazos y piernas. Me había anclado al suelo—. Cuando termine con ella ya ajustaremos cuentas.

No le di el gusto de gritar, aunque lo hubiese hecho de buena gana.

No te atrevas a dar un paso más. —Escupí al suelo—. Te arrepentirás si le pones una garra encima.

Me gustaría jugar a que me asusto, pero estoy demasiado cansado de todo esto. No te daré el placer de despedirte de ella, pero te dejaré oír cómo sufre.

Me dio la espalda y se centró en Celeste. Respiré hondo. No había contado con que aquella criatura todavía pudiese defenderse también, ni con que se pudiese recuperar de las heridas sin necesidad de usar pociones.

Había vendido la piel del oso antes de cazarlo, y ahora iba a cazarnos a nosotros.

¡Corre! —grité a la chica.

No podía fallarle a mi Caballero. No ahora que había vuelto a confiar en mí.

Respiré hondo, tratando de pensar algún plan. La guadaña no estaba demasiado lejos… me concentré, ajena a Celeste y Lautrec. Sólo serviría para ponerme nerviosa, y aquello era lo último que necesitábamos; tras un esfuerzo logré que se desclavase del suelo, y empezó a rotar cada vez más rápido en mi dirección hasta que cortó las ataduras que me impedían moverme.

Me puse en pie mientras la sostenía y empezaba a concentrar poder mágico a la par que me lanzaba a la carrera. Noté la Oscuridad envolverme, como un suave manto, e incluso el filo del arma se extendió por el poder que había conseguido acumular.

Mi objetivo parecía estar demasiado centrado en la chica como para verme venir. Y aunque lo hiciese, sería demasiado tarde.

Empezabais a ser un remolino, pero no puedo dejar que os convirtáis en huracanes.

>>Adiós.

Profanus.
Imagen

Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
22. Espectro
22. Espectro
 
Mensajes: 655
Registrado: Mar Sep 25, 2012 7:43 pm
Dinero: 3,775.22
Banco: 213,774.43
Sexo: Masculino
Karma: 3

Re: [País de los Mosqueteros] Cuando el dique se rompe

Notapor Denna » Vie Jun 10, 2016 11:30 pm

¿Fiarme de buenas a primeras de los cambios de personalidad de Saito?

Pero ¿acaso tenía otra opción?

Aunque no era el mejor de los planes, podíamos con ello. La presión de las preguntas y la insistencia de ambos en sobrevivir a todo lo que nos lanzaba parecían estar poniéndolo histérico. Si lo desesperábamos lo suficiente, quizás podía cometer algún error importante.

¡Cuidado, está intentando recuperarse de todas las heridas!

¡¿Qué?! ¡Será... guarro!

Saito pasó a la ofensiva, pero fui yo la que se lanzó a por él. Esquivó las Flamas tenebrosas y alzó una barrera de viento que se precipitó hacia delante. Usé Centella casi sin pensar y corté ahí donde había perdido el ala, obligándolo a detener su cura. Sonreí para mis adentros. «Yo también puedo hacerte sangrar».

Había tomado una poción y un éter antes de atacar, y probablemente fue eso lo que impidió que perdiera la consciencia. El codazo me dio en toda la nariz y me la partió. Trastabillé hacia atrás sobre borde del tejado; un par de centímetros más y me habría encontrado volando de nuevo.

Bloqueé el siguiente puñetazo —Dios bendiga la estatua contra la que me apoyaba y me impedía caer—, esquivé el tercero agachándome y blandí la Llave Espada. Al mismo tiempo, Saito alzaba la guadaña sobre su cabeza...

Pero fallé. O, mejor dicho, le di al blanco equivocado. El falso Lautrec se desvaneció, y el verdadero tomó su lugar ante nuestros sorprendidos ojos. Un segundo más tarde, caíamos al suelo en direcciones opuestas.

La Llave Espada estaba a pocos metros de mí. Extendí el brazo; casi la tenía a mi alcance cuando un pie me aplastó la mano.

Quédate ahí. —Oí decir a Lautrec—. Cuando termine con la chica ya ajustaremos cuentas tú y yo.

No te atrevas a dar un paso más —bramó Saito—. Te arrepentirás si le pones una garra encima.

Me gustaría jugar a que me asusto, pero estoy demasiado cansado de todo esto. No te daré el placer de despedirte de ella, pero te dejaré oír cómo sufre.

Retorció el pie con saña. No pude reprimir el grito. Por encima de mí, oí que sus garras se abrían con un chasquido. El sonido de la sentencia.

Empezabais a ser un remolino, pero no puedo dejar que os convirtáis en huracanes. Adiós.

¡Vete al infierno!

Si esperaba que fuese a aceptar ese destino sin más, estaba muy equivocado. Con la mano que me quedaba libre, saqué la daga de mi bolsillo y se la clavé con rabia en el pie. Quizás no serviría de nada, quizás me mataría de todas formas, pero no volvería a caminar sin acordarse de mí.

Y entonces ocurrió el milagro.

Me alejé a gatas en cuanto aflojó la presión sobre mi mano, de modo que presencié a la perfección como el gigantesco filo oscuro arrancaba a Lautrec del suelo. Filo de guadaña. Sentí un escalofrío recorrerme la espalda: a mi mente acudieron historias, relatos bíblicos sobre la Muerte, que portaba una gran guadaña negra con la que segar el alma de sus víctimas. Como sintiendo mi miedo, la Llave Espada apareció en mi mano de nuevo y me aferré a la empuñadura con fuerza, pero no participé en el ataque de Saito.

No se detuvo hasta que la voz intervino:

Es suficiente.

El tiempo se detuvo. La guadaña y Lautrec se congelaron en el aire, y el mundo se volvió extrañamente denso a mi alrededor. Al volverme vi a Elizabeth. Tenía un aspecto lamentable, pero su gesto reflejaba dureza y determinación. Tenía los brazos extendidos, y de sus manos —ahora sucias de sangre— emanaba una magia que hasta entonces no había presenciado.

Lamento todo esto —dijo con voz sobrecogida—. Lo que ha pasado aquí no tiene nombre, y no hay disculpa que valga. Os debo a ambos una explicación, y espero que me permitáis concedérosla.

Entorné los ojos. Elizabeth... No confiaba en ella, no estando con Lautrec. Nada nos aseguraba que no fuera a traicionarnos de un momento a otro y, no sé, le devolviera las alas o algo así.

El tiempo volvió a fluir. La guadaña cayó al suelo, de vuelta a su estado natural, pero Lautrec permaneció quieto. Rígido, con los ojos desorbitados y casi aguantando la respiración, como si lo apuntaran con una pistola.

E-elizabeth...

Te dije que no te precipitaras.

¡No había otra opción, Elizabeth! ¡Míralo! ¡No hay excepciones, tus teorías estaban equivocadas!

La chica cerró un puño. La energía se arremolinó a su alrededor, y el más auténtico miedo cruzó el rostro de él.

¿Qué vas a hacerle..? —pregunté. Pero, con el hilillo en el que se había convertido mi voz, nadie debió de oírme.

Lo siento, Lautrec.

Elizabeth negó con la cabeza. Estiró los brazos y una luz blanca envolvió el cuerpo del hombre. No aparté la mirada, no pude hacerlo, pero de pronto desapareció por el borde del edificio.

Contuve el aliento varios segundos. Casi deseé que remontara el vuelo y apareciese de nuevo sobre nuestras cabezas.

No fue así.

Y el crujido que se oyó desde abajo fue suficiente para hacerme gritar.
Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Denna
29. Dragón
29. Dragón
The Unknowns
 
Mensajes: 852
Registrado: Lun Mar 09, 2015 11:26 pm
Dinero: 522,716.96
Banco: 15,528.00
Ubicación: Invernalia.
Sexo: Femenino
Estantería de objetos
Karma: 2

Re: [País de los Mosqueteros] Cuando el dique se rompe

Notapor H.S Sora » Vie Jun 10, 2016 11:58 pm

Con el primer golpe conseguí que soltase a la chica y se alejase, pero no quise parar ahí: seguí golpeando, notaba que con cada corte que le atravesaba estaba impartiendo una especie de justicia. Lautrec apenas podía defenderse, no de un ataque de aquella magnitud, no en el estado en el que se encontraba. Esa iba a ser su sentencia de muerte.

Es suficiente.

Por un segundo pensaba que esa voz femenina pertenecía a Celeste… pero debí equivocarme, dado que a continuación todo el cuerpo de Saito se volvió rígido, era incapaz de moverme; la guadaña tampoco respondía a su habilidad de rotación, y Lautrec por su parte también se había detenido, inmóvil y con una expresión de dolor y miedo en su rostro.

Lamento todo esto. Lo que ha pasado aquí no tiene nombre, y no hay disculpa que valga. Os debo a ambos una explicación, y espero que me permitáis concedérosla.

La guadaña dejó de emitir aquel resplandor de Oscuridad y cayó al suelo, aunque yo seguía sin poder moverme. Lautrec miraba más allá de donde estaba yo, seguramente a la persona que debía estar a mis espaldas, parecía más aterrado de ella que del ataque que casi había acabado con su vida. ¿Quién sería?

E-elizabeth…

Te dije que no te precipitaras.

¡No había otra opción, Elizabeth! ¡Míralo! ¡No hay excepciones, tus teorías estaban equivocadas!

¿Qué?…—Logré farfullar, tratando de llamar la atención de Celeste.

No obtuve respuesta. Mi compañera estaba tan tensa como Lautrec, necesitaba saber qué demonios estaba pasando para que la expresión de ambos fuese peor que la de haber visto a la Muerte. Noté algo, una energía especial a mis espaldas… aquella sensación ya la había tenido antes.

En respuesta la cabeza empezó a martillearme, el corazón de Saito latía desbocado. No sabía que trataba de decirme, y a pesar de que trataba de comunicarme con él no podía. Seguía demasiado exhausto, y yo tampoco era capaz de moverme a pesar de que trataba de hacerlo con toda la fuerza posible.

Lo siento, Lautrec.

Él miró al rostro de Saito y pareció poder ver algo que yo no. Esbozó una sonrisa y dijo:

Ellos vendrán a por ti. Y no podrás hacer nada por evitarlo. Monstruo.

La criatura no tuvo tiempo de hacer nada, una luz blanquecina le envolvió por completo y fue repelido en dirección opuesta. Sin alas y sin fuerza, estaba segura de que no podría evitar la caída… y a pesar del grito de Celeste pude oír con total claridad el crujido de Lautrec al chocarse contra el suelo.

Desvié la mirada del frente, la tensión que se había producido en el ambiente quedó enrarecida por la presencia de la mujer que había acabado con aquella pesadilla. Podía moverme, y no dudé en hacerlo tras recoger la guadaña que estaba a mis pies.

No podía ser ella.

Grité con frustración mientras corría en su dirección con la guadaña extendida. Reconocía su rostro, y la magia que había usado iba fuera de todo lo común... era de ella, de eso no cabía duda.

¡Devuélvemela, zorra!

El filo de la guadaña no llegó a tocarla. Salí despedida hacia atrás antes de llegar a ponerle una mano encima. Los ojos de Saito empezaron a llenarse de lágrimas, fruto de lo que estaba sintiendo ahora: lo recordaba todo. La habían matado. Y a mí también.

Alice, cálmate. —Su voz era tierna, y se acercó a mí hasta acariciar mi mejilla—. Soy yo cariño, Lacie...

Lo vi entonces, y es que a pesar de tener aquel recipiente frente a mí, ahora podía ver con claridad su imagen más allá del cuerpo de la mujer llamada Elizabeth. La abracé, sabiendo lo mucho que me había equivocado, lo mucho que la echaba de menos.

Spoiler: Mostrar
Imagen


>>Tu madre. Y ahora debes devolverle el control a Saito. Necesito hablar con él.

***


Spoiler: Mostrar


Celeste, ven tú también.

Miré a mi alrededor, confundido. Había empezado a despertar con la caída de Lautrec pero los acontecimientos posteriores me parecían igual que si no hubiese estado escuchando. ¿Quién era Lacie? Lo único que sabía era que el aspecto de Elizabeth era deplorable en aquellos momentos, parecía exhausta y su pelo ahora ya no estaba recogido. Antes de empezar a hablar con ella, decidí intentar comunicarme con Alice.

¿Estás ahí? ¿Estás bien?

Sí, mi Caballero.

Entonces… ¿ella es tu madre?

No exactamente, aunque preferiría que te lo contase ella. Yo todavía no acabo de entenderlo… es la doctora Elizabeth, pero a la vez es mi madre, Lacie.

¿Doctora?

Yo apenas he despertado mientras estabais peleando contra Lautrec, pero podría afirmar que es ella. Aún así necesitas saber toda la historia. Mejor dicho, lo necesitamos.

Por favor Elizabeth, necesito que aclares lo que sea que está pasando. Siento que soy el único que no sabe nada.

Asintió, mientras se acercaba al agujero que Lautrec había hecho al sacarnos volando. Se concentró en utilizar aquella extraña magia de nuevo, y todo el espacio que la rodeaba parecía moldearse con su presencia.

No recordaba haber visto una magia tan poderosa en alguien que no fuese un Maestro.

Lo veo justo. Pero debes tener presente que todo esto no sólo te afecta a ti, Saito, y que quizá sea muy duro aceptar lo que te cuente.

Estoy preparado.

Quizá no lo estaba, pero no había llegado hasta ahí para irme sin obtener respuestas ahora que la verdad parecía estar tan cerca.
Imagen

Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
22. Espectro
22. Espectro
 
Mensajes: 655
Registrado: Mar Sep 25, 2012 7:43 pm
Dinero: 3,775.22
Banco: 213,774.43
Sexo: Masculino
Karma: 3

Re: [País de los Mosqueteros] Cuando el dique se rompe

Notapor Denna » Sab Jun 11, 2016 12:06 am

Sentí que las fuerzas me fallaban. El mundo empezó a dar vueltas a mi alrededor y caí de rodillas al suelo, tratando de reprimir un desmayo, arcadas, o lo que fuese que se me venía encima.

No había forma de que hubiese sobrevivido. No en ese estado.

Apreté los puños, las uñas clavándose en carne viva. Pero no protesté ni me quejé. No emití otro sonido. Tenía la vista fija en el suelo, pero no veía nada. No podía hablar. No podía ver. No podía pensar en nada salvo una cosa.

Asesina.

Celeste.

La voz de Elizabeth era una mezcla perfecta entre dulzura y preocupación. Me había llamado antes, pero había sonado tan lejana, tan etérea, que creía que alucinaba. No contesté.

No era consciente de la magnitud de mis heridas hasta que el Cura se desplegó sobre mí. Aún en mi estado de apatía, que parecía aislarme del resto, el suave cosquilleo que me recorrió la nariz fue de agradecer.

Sin embargo, me costó lo indecible ponerme en pie de nuevo. Y más aún acercarme a Saito y a Elizabeth.

Tendréis muchas preguntas —dijo ella con una sonrisa triste—. De verdad, ojalá esto no hubiera pasa...

¿Por qué lo has hecho? —La interrumpí sin más. En pie frente a los dos, Elizabeth utilizaba su extraña magia para reparar los destrozos que la batalla había causado en la fachada de la Ópera. Me miró sin comprender y, de algún modo, aquello sólo sirvió para que me enfureciera aún más—. ¿Por qué has tenido que matarle? ¿No bastaba con dejarlo inconsciente o inmovilizarlo para hacerle entrar en razón? ¿Para que lo interrogáramos? ¡Era tu compañero, por Dios!

Arrugó el ceño.

Conozco a Lautrec... llevo con él muchísimo tiempo. Y sé que, por mucho que intentara convencerle, jamás os habría dejado ir. Os habría perseguido hasta el fin de los mundos.

La sangre bullía en mi interior, ardía por gritar. Miré a Saito en busca de apoyo, pero no lo encontré en sus ojos, azules de nuevo.

¿Es que no lo veía?

Fuera verdad o no eso, la muerte de Lautrec sólo nos dejaba con las explicaciones de Elizabeth. Podía engañarnos cuánto quisiera, tergiversar los hechos como le diera la gana, que no podríamos darnos cuenta. Era una mentirosa. Una asesina. Y a Saito ya se lo había ganado.

No podía hacer nada contra ella. Por mucho que me doliera, además de mentirosa y asesina, también era increíblemente poderosa.

Llegué con Lautrec a El País de los Mosqueteros hará unos meses. Hicimos de la Ópera una especie de base particular. Hay una gran cantidad de habitaciones y sótanos que no se usan, y ahí nadie nos molestaba si decíamos que éramos actores. —Rió entre dientes—. Tampoco era que eso sucediese muy a menudo, claro...

¿Y los papeles que encontré?

No sé qué leíste exactamente, pero te aseguro que lo de los experimentos es un tema ya zanjado desde hace tiempo. La información la traje conmigo cuando me marché de los laboratorios, más que nada como el recuerdo de dos años enteros de proyectos. Jugar con cosas que escapan a nuestro entendimiento nunca trae buenas consecuencias... Qué idiota. Si tan sólo hubiese pensado así en esos tiempos...

»Sólo era una aspirante a doctora con delirios de grandeza. Una explosión en el laboratorio terminó hace tres años con todos nuestros avances. Fue un desastre. Sólo conseguimos rescatar a una decena de sujetos, Lautrec entre ellos, pero todos murieron a los pocos días.

»¿Qué ocurre? ¿No me creéis?


Me limité a no responder. Yo sólo me arrepentía profundamente de haber venido.

Eso es lo que sucedió, muy en general. —Suspiró, volviéndose de nuevo hacia donde canalizaba la magia—. Lautrec te atacó, Celeste, pensando que podrías suponer un peligro tanto para mí como para él —al ser doctora y experimento, ambos figurábamos en la lista de bajas que se redactó el día de la explosión, y que eso saliera a la luz nos podría perjudicar mucho—; y cuando decidiste contárselo a Saito, vio que no tenía otra opción que asesinaros.
Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Denna
29. Dragón
29. Dragón
The Unknowns
 
Mensajes: 852
Registrado: Lun Mar 09, 2015 11:26 pm
Dinero: 522,716.96
Banco: 15,528.00
Ubicación: Invernalia.
Sexo: Femenino
Estantería de objetos
Karma: 2

AnteriorSiguiente

Volver a Otros temas

¿Quién está conectado?

Usuarios navegando por este Foro: No hay usuarios registrados visitando el Foro y 1 invitado