Tras dar bastantes vueltas por la ciudad, en vano, optó por preguntar a Merlín, un viejo amigo de su abuela y sus padres. Deducía que él podría llegar a saber la localización de la nueva casa de Ágatha.
El viejo brujo le reconoció de seguida al verle con aspecto perruno —no era de extrañar, precisamente él había sido quien le había enseñado a transformarse— y le recibió bastante simpático. Light le dejó claro que no podía quedarse demasiado tiempo y le preguntó por la localización del nuevo hogar de su abuela. Tal como había sospechado, Merlín sabía dónde se encontraba, así que le dio las indicaciones necesarias; las calles que tenía que recorrer, el color de la fachada de la casa y alguna referencia para guiarse.
Le dio las gracias y abandonó a toda prisa el hogar del mago. Todavía no había revertido la transformación, así que continuó con su forma perruna hasta alcanzar la casa de su abuela. Para ello, fue al Distrito 1 y recorrió varias callejuelas hasta llegar a una zona de lo más recóndita.
«
Veamos… tiene que tratarse de esta casa», de todas las que había a la vista era la que mejor encajaba con la descripción de Merlín. La fachada, amarillenta y vieja, indicaba que se trataba de un edificio bastante antiguo.
La puerta no estaba cerrada del todo, por lo que fue capaz de internarse en la casa.
Light no llegó a encontrar ni un solo mueble dentro, la casa estaba prácticamente vacía: solo había polvo por aquí y por allá. Aunque no era de extrañar, teniendo en cuenta que su abuela le había avisado para que le ayudara con su mudanza.
La mujer, por cierto, estaba pasando la aspiradora en aquellos momentos. A pesar de que Light entró silenciosamente, sus reflejos le permitieron saber que alguien había entrado y se giró de inmediato.
—
¡Fuera, chucho! —exclamó de mal humor, pensando que era un perro cualquiera de la calle. Se acercó al animal, con bastón en mano.
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¡No, espera, soy Light! La mujer abrió los ojos, sorprendida, y se detuvo en seco. Comprobó de primera mano cómo Light deshacía la transformación y volvía a ser el mismo de siempre. La anciana esbozó una amplia sonrisa.
—
Qué sorpresa. Se nota que cada vez eres más diestro con la magia. —Ágatha se apresuró a cerrar la puerta de su casa—.
¿Cómo te va? Te veo bastante bien. —
Pues tirando. ¿Y a ti? He venido por tu mensaje, necesitas que te ayude con la mudanza, ¿verdad? —
En efecto, necesito tu ayuda. —Asintió lentamente y habló en voz más baja a partir de ese momento—.
Podría hacerlo con mi magia, pero prefiero no arriesgarme a llamar la atención. En este mundo especialmente, ya que los Portadores no somos bien recibidos y prefiero no levantar sospechas. —Volvió a sonreír—.
Y así veré cuánto te has fortalecido. —
De acuerdo. Por cierto, ¿te resultaba muy difícil ponerme la dirección en la carta? He perdido bastante tiempo en buscarla. —Puso una mueca.
Al escuchar su queja, Ágatha no pudo evitar soltar un suspiro, ligeramente decepcionada.
—
Eres un ingenuo si no entiendes por qué no la he puesto. ¿Y si la carta por un casual cayera en manos de los Villanos Finales y descubrieran que me estaba poniendo en contacto con un Portador? Con uno que no es muy bienvenido en Ciudad de Paso, por lo que he oído de algunos soldados. —Light apretó los labios.
Si, se había metido en bastantes líos en Ciudad de Paso, y el mismísimo Mateus, el alcalde, le conocía de hecho. Había perdido la cuenta de las veces que había tenido que huir tras encontrarse con alguien de aquel grupo malvado; sin ir más lejos, Fátima y él habían escapado no hace mucho de Kefka y Rubicante —en el Reaper’s Game de Andrei— y de unos soldados —otro día posterior al juego de Andrei—.
Ágatha le dio la espalda y comenzó a andar con lentitud hacia una puerta.
—
Esperaba que preguntaras por la dirección a algún amigo mío como Merlín. —
Sí, así hice. —Se rascó la sien.
—
Bueno, vayamos al grano. Todos los muebles están en el patio trasero. —Le señaló la puerta que daba a dicho patio—.
Espero que hayas desayunado bien, porque te espera una dura faena.