El Dios esperó por mí en el lugar acordado, justo en lo más alto de aquella montaña. Incluso con el Rinkaku, llevar el cerdo petrificado no fue tarea fácil, por lo que en cuanto coloqué al animal en el suelo suspiré aliviado. Los tentáculos acabaron por desaparecer cuando dejé de necesitarlos.
Hermes no tardó en aproximarse entusiasmado sin prestarle demasiada atención al botín.
―¡Espléndido, espléndido! Y además lo has traído entero. Puede que le queden secuelas, pero ¿a quién no? Aquí tienes tu premio, y te devuelvo tu arma.
No entendía a que se refería con "secuelas", pero lo cierto era que mi magia de petrificación debería dejar de funcionar en muy poco tiempo, ¿cómo iba a dejar aquello secuela alguna? No quedaría ni un trozo de piedra en su cuerpo, de aquello estaba muy seguro.
El dios Hermes se quitó su tocado alado y me lo entregó tal y como había prometido. Lo guardé con cuidado a tiempo de ver como el hombre señalaba el lugar donde había dejado mi Llave Espada. Recogí mi arma en cuanto me acerqué a ella (que fue prácticamente al segundo después de verla) y la transformé en Glider dispuesto a irme. Tenía poco tiempo.
Sin embargo, era cierto que todavía quería saber más sobre aquel cerdo, algo me decía que no era "normal":
―¿Especial? ¡Nada! Solo es un cerdo, ¿no lo ves? ―sSe rió con fuerza. Miré fijamente al animal con una gran decepción―. Pero antes de eso era un pobre pescador que arribó en la isla equivocada con sus camaradas y aceptó los manjares de una despiadada bruja. Como habrás comprobado, ha sido el único superviviente a tan desgraciado destino. Con esto regresará a la normalidad ―explicó mientras me enseñaba una planta medicinal bastante extraña― y su familia me rendirá la ofrenda que me ha prometido a cambio de devolverlo.
―No parece un mal trato, Dios Hermes ―sonreí.
Lo cierto era que estaba inquieto por dentro. No hacía mucho había navegado por las aguas del Egeo junto a Hércules, Fátima, Nikolai y varios aprendices más (además de Megara y Pegaso) por lo que saber que existía una isla donde vivía una bruja que transformaba en cerdos a sus víctimas... No parecía muy agradable.
Pobre pescador.
―¡Hasta otra, amigo mío! Cuida bien de mi tocado ―se despidió. Hice un gesto con la mano, ya montado en el Glider y activé mi armadura para adentrarme en el Intersticio de los Mundos. El tiempo se estaba agotando, tenía que darme prisa.
―Lo haré ―aseguré―. Ha sido un placer conocerle.
Con dichas palabras me elevé en el aire rumbo a mi hogar.
Ya en Bastión Hueco, lo primero que hice fue entrar en mi habitación y coger el trofeo de la Copa Phil y sin perder tiempo corrí a contrarreloj abriendo de par en par el portón de la sala del trono. En mi mano derecho llevaba el trofeo de la Copa Phil, y en la otra el tocado de Hermes.
Pude darme cuenta casi ensegida de que ya no estaban ni Nanashi ni nadie más... Solo Ryota esperaba por mí allí. Le lancé una mirada firme y avancé tratando de actuar como una persona resuelta y decidida. Mostré ambos objetos y tomé una bocanada de aire.
―Es un placer estar de vuelta, Maestro ―sonreí―. Éstos son los dos objetos que considero que demuestran mi valía. El primero de ellos, éste trofeo ―mostré el objeto―. Lo conseguí hace mucho tiempo, cuando apenas era un novato capaz de blandir su espada. El día que conseguí éste objeto no solo derroté una amenaza que pudo haber reducido toda Tebas en cenizas, también gané el favor de las gentes de allí y el título de Aprendiz de Héroe. Para mí, éste trofeo representa la fuerza y el poder. Es un preciado recuerdo.
Dejé el objeto a los pies de las escaleras y saqué el tocado del Dios con sumo cuidado. Todavía podía notar el inmenso poder que poseía aquel que lo había llevado puesto.
>>El segundo objeto es éste: El tocado del Dios Hermes. Éste obsequio que recibí de un ente inmortal es antiguo pese a su aspecto y si me lo permite. Los conocimientos que se pueden adquirir siendo inmortal son prácticamente ilimitados, es por ello que a mi parecer el tocado de un Dios se podría ver como una representación de la perseverancia, la sabiduría y la grandeza.
Di un paso hacia el frente y coloqué el tocado junto al trofeo.
―Agradezco el día en que abristeis vuestras puertas a alguien como yo. En aquel momento no tenía interés por la Orden de la Llave Espada ni en convertirme en alguien digno de ostentar el Título de Maestro. Mi objetivo como portador era egoísta, solo pensaba en la forma de recuperar mi memoria... Pero he evolucionado, no solo como guerrero que lucha por el bien de mi hogar; Bastión Hueco, también por el del resto de seres vivos que habitan nuestro mundo.
>>Me gustaría ser un Maestro por el simple hecho de que para mí es un paso más en mi propia evolución, además de una manera de poder ayudar al resto que también quieran avanzar y labrar un futuro en el que todos podamos vivir en paz manteniendo el equilibrio entre la Luz y la Oscuridad. No soy ni la mitad de poderoso que usted, Maestro. Sin embargo, haré todo lo posible por hacerle sentir orgulloso de aquellos que una vez fueron sus aprendices.
Tomé aire y apreté los puños nervioso esperando cualquier respuesta por parte del líder del bastión. Mis piernas prácticamente estaban temblando como un flan... Y no paraban por mucho que quería. En solo unos instantes sabría lo que iba a pasar, no podía evitarlo. Aquel día podía llegar a ser el más importante de toda mi vida. Tan solo había una prueba más, ¿cierto? Una más y sabría si era merecedor o no del título.