
Era un pueblo antiguo en los estándares que los Caballeros tendrían de tecnología. Había un cementerio en las afueras, una plaza centran con un edificio grande de techo a dos aguas que debía ser el ayuntamiento, un río que dividía en dos el lugar y una iglesia.
Y, sin embargo, nada en aquel pueblo era natural. Las cuestas eran absurdas, como si alguien hubiera empujado la tierra desde abajo hasta crear arcos de pesadilla; los tejados estaban demasiado estirados y retorcidos, las luces de las ventanas resplandecían a pesar de que dentro no había nadie. Y luego estaba la torre de la iglesia, con una brillante campana en lo alto. Era absurdamente alta. ¿Cuántas escaleras habría que subir para llegar? No solo eso sino que el resplandor de la campana era… sagrado. Como si estuviera completamente inmaculado y expulsara la oscuridad que invadía aquel lugar.
Un trozo del reino de la luz en las orillas del reino de la oscuridad.
Como ellos, en cierta manera.
Con todo nada podía compararse con la montaña que se alzaba sobre el pueblo. Sacada de alguna clase de pesadilla, competía con las de Tierra de Partida y resultaba mucho más escarpada y desagradable. Su cima en particular atraía las tinieblas hasta que casi se convertían en una capa de cielo negro.
Todo rezumaba Caos, Oscuridad y, ante todo, peligro. Lo extraño era que todavía no hubieran aparecido los Sincorazón.
Los tres Caballeros y el aprendiz habían acabado allí antes de lo esperado por un pequeño error. Su destino, acompañados de Ryota, Iwashi y Nithael, era aquel. La frontera del mundo de la oscuridad. Una que se había extendido y devorado demasiados mundos que no habían podido defender. Su misión era localizar la base de Xihn. Tras años de actuar a la defensiva, ya casi no les quedaba territorio que proteger. Un puñado de mundos y, varios de ellos, bajo el control de Xihn. Que no los hubiera hecho caer todavía para alimentar su propio mundo era un misterio para los Caballeros. En cualquier caso, decidieron que ya nos les quedaba otro remedio que atacar antes de que también perdieran a las Princesas del Corazón.
Partieron para escudriñar el terreno. Una misión complicada pero necesaria antes de lanzarse a ciegas. Sin embargo, el Interespacio había cambiado desde que Xihn se hizo con el Caos. Los mundos se estaban uniendo bajo el control de la Oscuridad sí, cubriendo el vacío que había entre ellos como si se tratara de tierra que rechaza al agua. Pero era un terreno difícil, retorcido, donde todos los mundos caídos se mezclaban sin lógica ni concierto, cubiertos por hordas de Sincorazón y tormentas que iban y venían. Toda aquella fuerza mágica afectaba al escaso Interespacio que quedaba.
Por eso, cuando ni habían avistado la orilla del mundo de la oscuridad, no terminó de sorprenderles que se les abriera en la cara un agujero de gusano. Lo que ya no les hizo tanta gracia fue los Sincorazón gigantescos que salieron de él. Fue un caos. Un completo y absoluto caos. Al final una explosión que provocó Iwashi los arrojó al interior del Agujero. Nithael fue detrás de ellos, todavía con sus alas manchadas de oscuridad, y atrapó a Bitron, que fue arrancado de su glider.
Y así acabaron en aquel lugar.
—Los teléfonos no funcionan—observó Nithael tras asegurarse de que estaban bien—. Aun así, no creo que estemos muy lejos de la frontera. Un Agujero no podría habernos llevado tan adentro… La pregunta es… ¿Qué es este sitio? Y esa campana… Increíble. No noto Caos a su alrededor.
Estaban a las afueras del pueblo, justo al otro lado del cementerio. A menos que quisieran dar media vuelta y perderse en lo que parecía un interminable campo de oscuro, solo podían cruzar el cementerio y dirigirse al pueblo o a la montaña. Al menos para buscar referencias.
Y estaban en un problema. Ryota había dejado muy claras dos cosas:
—Nada de hechizos de luz una vez entremos en el reino de la oscuridad. Ya sabéis que atrae a los Sincorazón y a lo que se encuentre por ahí. Eso incluye los Portales de Luz. Diría que también los de oscuridad. Xihn rastrea toda la magia que hay cerca de él, así que hay que mantenerla a mínimos hasta que creemos un punto protegido.
Los puntos protegidos eran una evolución de las enseñanzas que habían logrado escarbar de Zephyr. Una suerte de barrera que limpiaba el Caos temporalmente y se aseguraban, así, de que ninguna emanación poco oportuna volviera los hechizos contra ellos.
El problema era que eso se lograba con un mínimo de dos colgantes especiales. Uno lo tenía Nithael. El otro, Ryota, que a saber dónde estaba.
—Quizás podría servirnos la campana—dijo Nithael, tentativo.
Y, entonces, los cinco notaron algo extraño. Un escalofrío les subió por la espalda. Dio la impresión de que la oscuridad se volvía más intensa justo antes de que la montaña empezara a temblar. Muy quietos, esperaron. No sucedió nada más. De momento.
El cementerio era grande y tenía dos caminos. Uno que los llevaría por la zona de un par de panteones y otro que parecía perderse entre las tumbas, muchas bastante altas, pero que al menos parecía ir hacia el pueblo.
Claro que, si sucedía algo, los panteones quizás fueran un buen refugio…
Fecha límite: miércoles 16 de agosto