Sonrió de verdad por primera vez en bastante tiempo y de repente se dio cuenta de que el parche no le molestaba tanto como esa mañana. La piel tiraba y picaba, pero el parche… Esa área vacía y negra era un punto ciego que tenía que acostumbrarse a usar y sabía que le iba a costar, pero también sabía que no estaba solo. Como cuando empezó a usar el escudo, Fátima estuvo ahí para ayudarle y sabía que también lo estaría siempre que lo necesitase. Igual que él para ella, eso era lo que hacían las parejas, los compañeros…
«Es verdad que la he encontrado.»
Recordó el momento en el que se dio cuenta de que le gustaba, y más aún, que la quería. Recordó los momentos en los que pensó que iba a perderla, y se le encogió el estómago y el corazón. De haber pasado, ¿se habría vuelto como Joanne? ¿Su corazón se habría llenado de oscuridad y habría usado su fuerza y su poder para vengarse? No quería saberlo, ni pensar mucho en ello, pero suponía que, bueno, en el fondo no era tan fuerte, que nadie podía ser tan fuerte como para resistirse a esa oscuridad. Pero también suponía que no valía de nada resignarse a ella, y que si algo le hacía ser caballero de la llave-espada, era su capacidad para luchar de todas las formas imaginables con la Oscuridad.
Por su parte, no pensaba rendirse nunca. Los recuerdos... siempre podía hacer nuevos.
—Me parece más que perfecto —respondió.
Apretó los dedos de Fátima y echó a andar con ella de la mano.
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