Atravesar el portal y poner pie en otro mundo sin viaje de por medio por el Intersticio era un cambio agradable. Le gustaba volar y utilizar el glider, pero el uso de un portal era harto útil. No tenías que preocuparte de buscar un lugar en el que aterrizar sin ser visto, podías sencillamente abrir la puerta en un punto a salvo, lejos de la vista.
Malik entornó el ojo y oteó a través de la espesura. Un poco más allá pudo ver la forma de un pequeño pueblo, al que seguramente irían para recabar la información necesaria. Era algo esquemático: Llegabas al mundo, buscabas habitantes, sonsacabas el paradero de tu objetivo, cazabas a tu objetivo. En misiones como aquella era siempre lo mismo, lo cual estaba muy bien. Materializó el escudo y se lo colgó a la espalda. Si caminaba aparentemente desarmado por ahí levantaría ciertas sospechas sobre la tapadera. Se había hecho lo suficientemente fuerte como para cargar con el escudo de esa forma, así que ayudaría a crear un buen efecto.
—
De acuerdo, tenemos que ir al pueblo e investigar sobre los Sincorazón. A qué hora aparecen, por dónde y cuántas víctimas se han cobrado. Somos mercenarios, yo en particular soy tu aprendiz, y vamos a matarlos. Les pondremos un precio para que se lo crean y luego devolveremos el dinero.Asintió. Sí, era la idea que ya se había hecho, así que no tenía problemas. Murmuró un muy débil «
De acuerdo» y caminó tras ella hacia la linde del bosque. Le pilló por sorpresa su repentino movimiento y que le hiciera agacharse un poco al tirar de su ropa. Un pequeño cúmulo de miedo y una pizca de rabia se le arremolinó en el pecho. Tuvo que confrontarla directamente, mirarla con su único ojo.
—
Malik, te quiero y sé que vas a hacerlo bien, pero un mercenario es arrogante. Si parecemos nerviosos o asustados, no confiarán en nosotros.—Malik tragó saliva. Ahí estaba el sermón, debería habérselo esperado. Asintió en silencio—.
Vamos a hacer bien nuestro trabajo, ¿de acuerdo?—
De acuerdo. —Se sintió como un loro repitiendo lo mismo por segunda vez.
Sintió ganas de replicar, de protestar, sólo por el gusto de hacerlo, de decirle que no tenía por qué echarle una bronca que no merecía, pero ella tenía razón. Tenía que hacer su trabajo, aunque no se sintiera totalmente capacitado, porque era su trabajo y no podía fallar a su confianza. Se había prestado a ayudarla, así que cumpliría. La observó de cerca, en silencio, esperando a que le soltara. Pensó en besarla, decir algo más… pero no lo hizo. Estaba seguro de que no era un momento demasiado adecuado para ello.
Cuando le soltó, Malik se colocó el cuello de la ropa y echó a andar tras ella otra vez, aunque enseguida sobrepasó su posición y se situó por delante de su posición al acercarse a las primeras casitas. El primero en verles llegar fue un granjero que escarbaba con una azada en la tierra, probablemente uno de sus campos. Malik fingió que daba cuenta de él en ese preciso momento y se acercó a zancadas al hombre. Sintió una pequeña satisfacción al ver que el pobre diablo se echaba hacia atrás, asustado, e interponía la azada entre ellos y él.
—
¡Eh, tú! —espetó Malik, metido en su correspondiente papel de mercenario rudo.
Todavía se sentía inseguro respecto a la falta de visión del lado izquierdo y al hecho de que lo primero que había hecho el granjero era fijarse en su parche. Malik se detuvo frente a él, pisando la tierra arada como si le importara un pimiento, aunque en el fondo estaba muy cerca de importarle un pimiento de verdad.
—
¿Q-Qué queréis? Al ver que no iban a atacarle, el granjero bajó un poco su improvisada arma. Malik se sintió un poco más confiado, más seguro. El parche sólo estaba ayudando a hacerle parecer más como lo que debía ser.
—
Sabemos que hay problemas con los monstruos oscuros por la zona, hemos venido a cazarlos: 500 platines por cabeza.No tenía idea de si era un precio justo o injusto. Por la cara del granjero sólo pudo pensar que llevaban esperando que alguien hiciera algo demasiado tiempo. El hombre les echó un vistazo de arriba abajo, constatando el escudo que llevaba Malik a la espalda, su aspecto demasiado grande y ancho, y bajó por completo su azada y la apoyó en el suelo, con un suspiro cansado pero aliviado.
—
Gracias a Dios… —murmuró más para sí mismo que para ellos—.
El alcalde sabe más que yo sobre ellos, podéis…—
¿Dónde está? —cortó de forma rasposa.
El granjero se encogió sobre sí mismo. Fátima no se podría quejar de su actuación, estaba siendo particularmente arrogante y hosco.
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En el edificio junto a la iglesia, t-todo recto.—
Bien.No se despidió ni le ofreció pasar buen día, como habría hecho educadamente en otras circunstancias. Se sintió un poco sucio por resultar tan frío, porque eso le recordó al tiempo en el que era así de verdad. Tuvo que tragarse un gruñido mientra avanzaba por el camino de tierra que conectaba el bosque con el pueblo. Pasaron por delante de otros pequeños campos y más granjeros y granjeras, que les miraban con cierta aprensión al pasar. Malik no les miró de vuelta, enfocado en llegar cuanto antes al edificio indicado.
—
¿Bien? —le preguntó a Fátima por lo bajo, sin romper su máscara de mercenario seco por fuera.