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Esta es la casa.Disimulé un amplio bostezo y murmuré algo que sonó a asentimiento. Dios mío, estaba hecha polvo. Había dormido maravillosamente —seguro que Miki tenía camas mágicas que impedían las pesadillas o algo así—, pero el cansancio del día anterior tardaría un par de noches más en desaparecer. Y eso si no tenía más misiones que volvieran a trastocar mis horarios.
Escondida tras el muro, estiré los brazos mientras Harun investigaba. A primera hora de la mañana, cuando el Sol apenas despuntaba por el horizonte y no había un solo niño jugando en el jardín, la casa parecía una versión fantasmal de sí misma.
* * *—
Con que gastarle una broma al hermano de la niña... —Miki lo meditó un segundo—
. No veo por qué no, siempre que no os paséis mucho con el chaval.Desayunábamos los tres en la cocina (nada de pastelitos, por supuesto) cuando le contamos que queríamos volver a la casa. Mientras hacíamos un resumen rápido del plan, Miki sacudió la varita y un rollo de pergamino junto a su bote de tinta negra acudieron a la mesa.
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Ya veo. Supongo que lo ideal sería dejarle un mensaje para que tu Ondina parezca más inofensiva —le comentó a Fátima con complicidad—
. El niño sabe leer, ¿verdad?Miré a la Maestra, indecisa.
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Debería. Tendrá unos ocho años o así.Miki asintió. Con un movimiento de mano, la pluma empezó a dibujar elegantes letras sobre el pergamino.
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Será mejor que nos demos prisa, entonces. —Sonrió con picardía—
. ¡Necesito una lluvia de ideas! Si queréis os puedo servir una tarta que estimula la imaginación... No pongáis esas caras, ¡era una broma!* * *Saqué la carta y la repasé una última vez. Miki tenía una letra muy bonita, grande y fácil de leer. De haberla escrito yo no la habría entendido ni un adulto con lupa. Por suerte, mi contribución al contenido —que así rezaba— no había sido escasa:
Llevamos observándote desde la última luna, joven señor, y hemos decidido enviarte esta carta como advertencia, pues tu comportamiento nos enfada y entristece. Sabemos que te has portado mal con tu hermana Christine. Hemos visto cómo la chinchabas y le quitabas sus muñecas.
Nuestra mensajera te entrega esta carta como muestra de bondad de las hadas, que desean que corrijas tu actitud y cuides de Christine. De lo contrario, la mensajera volverá y se llevará todos tus juguetes, incluido el barco de los piratas.
Atentamente,
Las hadas del lago.
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¿Podrás subir con un doblesalto hasta la ventana…?Dejé de leer con una sonrisa y asentí.
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Sí, creo que sí. ¡Vamos allá!Volví a enrollar el papel y le hice un gesto a Ondina para que me acompañara. Una vez la niebla nos hubo rodeado a las dos, salté hacia la ventana. Era la habitación correcta, sí. Con cuidado, toqué con suavidad el cristal para despertarle y, en cuanto oí que se revolvía, sostuve con un hechizo
Ráfaga la carta delante de Ondina antes de correr a esconderme al otro extremo del balcón. La niebla haría el resto.
Se oyó una exclamación ahogada seguida de unos pasos rápidos, y la ventana se abrió con un estrépito.
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¡Un fantasma! ¡Genial! —exclamó el niño, encantado, poniéndose de puntillas para alcanzar a la esencia de agua con las manos—
. ¡Eh, no eres un fantasma, me has mojado!Bendita la paciencia de Ondina, que nos siguió la corriente y le mostró la carta sin tocarla.
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¿Eh? ¿Eso es para mí?La chica asintió. Aproveché que el niño estaba ocupado con el papel para conjurar algo de fuego que le diera luz; no demasiado cerca de él, claro, no fuera a asustarse. Pegó un respingo ante la magia repentina —gracias a Dios, no intentó tocar también la llamarada—, pero mantuvo la calma y se dispuso a leer en susurros. Parecía que el aplomo ante lo mágico venía de familia.
Al acabar, el chiquillo abrió los ojos como platos y se quedó mirando a Ondina.
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¿Mi barco? No, señorita hada, me portaré bien, ¡lo prometo! ¡Si yo quiero mucho a Christine! Es sólo que... que... Bueno, cuando se enfada es muy graciosa... ¡Pero ya no lo haré más, de verdad! Jugaré con ella cada día e incluso dejaré de comerme su postre. Es más, ¡voy a despertarla ahora mismo y decírselo! ¡No se mueva, vuelvo enseguida!Y, carta en mano, se fue corriendo por donde había venido, llamando a voces a su hermana.
Todavía sonriente, volví a bajar de un salto y le hice una seña a Fátima.
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Mensaje captado, acaba de salir a buscar a Christine —le expliqué, aunque era posible que ya lo hubiera oído ella misma. Ese niño gritaba más que hablaba—
. Espero que no despierte al resto de la casa... ¿Quizás deberías retirar a Ondina por si acaso? ¿O nos arriesgamos a que Christine venga a verla?