Reverberación: f. Ligera permanencia del sonido en un espacio tras cesar la fuente sonora.El aire se sentía pesado. Cada aliento era como inhalar una bocanada de denso humo negro, que quemaba en la garganta y se atascaba en los pulmones, acumulándose y oprimiendo el pecho contra las sábanas como una delgada capa de plomo. La cama que durante años y años me había abrigado tras largos días de entrenamiento y fatigantes misiones, ahora se sentía como una gélida, rígida, losa de piedra. Y el silencio que rodeaba al castillo, el extenuante e innatural silencio, era la peor tortura para mis oídos desde mi despertar del hechizo de Freyja.
Acostado en la cama, mirando el techo. Ciertamente, debía haber mejores formas de invertir el tiempo antes de ir a lo que sería nuestra batalla más grande. Lo menos que podía hacer antes de volver a lanzarme contra Xihn era pegar pestaña, para descansar al cuerpo y tranquilizar la mente. Las dos cosas me hacían bastante falta: mi corazón saltaba de un lado a otro en mi pecho, a doscientos por minuto, y mis dedos me temblaban incluso estando estáticos sobre el colchón; por mi cabeza pasaban tantas cosas, tantos recuerdos, que sería difícil describirlo en este diario. Todo, absolutamente todo lo que había vivido, desde que Nanashi decidió recibirme en la Orden, hasta el último aliento de Maléfica la dragona.
No podía dejar de dar vueltas, tanto metafóricamente como literalmente.
Estaba decidido a ir al Reino de la Oscuridad. Era lo único que hacía sentido para mí. La única forma de comenzar a arreglar los errores que había cometido en el pasado. La única forma de convertirme en un verdadero Caballero. Tenía que ir junto con mis compañeros y enfrentarme a Xihn, cara a cara, de nuevo.
«Ya me estoy hartando de la suerte que acompaña a los imbéciles como vosotros».Levanté mi mano derecha sobre mi rostro y su silueta se recortó contra el fondo oscuro de mi habitación. Todavía en las sombras podía distinguir las cicatrices que el Caos había dejado en mi piel. Xihn me había superado con tanta facilidad, como un león aplastando a un ratón. Daba miedo, la diferencia entre un Aprendiz cualquiera y alguien que dominaba la Oscuridad y el Caos. Al menos ya no podía mover el Tiempo a su favor.
Tiempo… Me quedaba poco, tras habérselo entregado a Felipe. Lo había sacrificado para que alguien más digno pudiera luchar y defender a la Orden y al Reino. ¿Qué podía hacer yo con el que me quedaba? ¿Cómo podía hacerlo valer?
¿Qué pasaba… si moría allí, peleando?
Tragué saliva. Si moría… ¿importaría? ¿Serviría de algo?
¿Moriría con honor? ¿De forma noble?
«Xefil. ¿Tanto quieres morir, de verdad?»¿Quería…?
Decidí que hablar conmigo mismo no era la mejor forma de prepararme, mucho menos de tranquilizarme y descansar para la batalla. De hecho, parecía que estar a solas con mis pensamientos no hacía más que hacerme sentir peor. Así que deslicé un dedo por encima de mi comunicador de muñeca, buscando un nombre, un alguien para conversar.
¿Alanna? ¿Ragun? ¿…Nicoxa?
Tuve que sacar una carcajada amarga. No, ¿verdad? Al final, siempre se trataba de
ella. Hubieran pasado años y años, siempre se trataba de
ella.
Busqué el número de Daian.
“¿Estás despierta”, escribí.
“¿Puedo hablar contigo un segundo?”.Muy… seco, ¿no? El mensaje sonaba demasiado serio, y aunque la situación lo ameritaba, no quería que la atmósfera se tornara más sombría de lo que ya era. Miré al pequeño menú al lado de las teclas. “Emojis”. Eso era lo que la gente usaba para ilustrar sus palabras en aquellas cartas electrónicas, ¿no?
“ᶘ ᵒᴥᵒᶅ”.Bien.
Me extendí tan amplio como era sobre la cama, contemplando el techo de mi habitación, durante unos segundos. Luego, llegó su respuesta. Un peso que no sabía que cargaba desapareció de mi vientre.
“Sí, sin problemas. Te espero en los jardines. Tandy duerme”.
—Hola.El saludo me salió algo extraño, poco natural, como si mi voz hubiera sido reemplazada como la de un robot. Todavía no sabía bien cómo comportarme frente a ella. Era como si no me sintiera cómodo siendo yo mismo. Pero hice mi mejor esfuerzo por sonreírle cuando sus grandes ojos se clavaron en los míos, sus ojos inquisitivos y estudiosos, tan diferentes pero idénticos a los de Nadhia. No me sonrió de vuelta.
El aire de los jardines se sentía frío. El cielo, desprovisto de estrellas, parecía un mal augurio de lo que estaba por venir.
—
Oye, prometo que seré breve —dije, de forma algo melancólica, con la voz en un murmullo. Supuse que Daian tenía… otras cosas que hacer—.
No quisiera incordiarte. Creo que todos necesitamos este tiempo para prepararnos, cada uno a nuestra manera. Pero quisiera que… que me escucharas.Me miró algo confundida antes de contestar:
—
No eres un incordio. Y tampoco es que tenga mucho que hacer en el cuarto si apenas puedo dormir —Al menos en eso coincidíamos—.
Vamos a sentarnos si quieres.Asentí con la cabeza, sonriendo un poco, y la seguí hasta una colina cercana, desde la cual podía distinguirse la villa contra la oscuridad. Era extraño ver aquel pueblito donde hacía unos años no había nada. La cantidad de refugiados en Tierra de Partida era impresionante. Otra señal de lo mucho que la guerra nos había cambiado. Los vestigios de aquellos mundos caídos, familias enteras, allí frente al castillo, pasando la noche sin saber que lo que vendría al día siguiente bien podría cambiar el universo entero por completo.
Deseé, por un momento, ser ignorante de nuestra situación, como ellos. Sólo… vivir.
El pensamiento se esfumó casi tan pronto como vino.
—
Estuve pensando en… Por qué volví para pelear con la Orden —comencé, rascándome el costado de la cabeza como siempre hacía cuando estaba nervioso. Era difícil encontrar las palabras. Sabía qué decir, lo que no sabía era cómo—.
El universo se caía a pedazos y yo… me sentía satisfecho sólo corriendo, de mundo en mundo. No miraba atrás. O eso pensaba, pero… resulta que no era así.—
¿Qué te hizo volver, entonces? —preguntó ella. Y yo la miré, sin saber muy bien qué decir. Lo primero que se me pasó por la cabeza fue decir “Tú”, pero estaría mintiendo; por varias razones, pero principalmente porque ella no era más la misma persona que había conocido. Lo segundo fue “Mis amigos, tú incluida” pero entonces caí en cuenta que ya no me quedaban muchos, después de la guerra. Al final, decidí tomar el camino largo y salir por una tangente.
—
Eso estuve pensando. ¿Recuerdas… cuando nos conocimos? ¿En Ciudad de Paso? —El indicio de una sonrisa triste apareció en mi rostro. Había sido tanto tiempo atrás. Si en ese momento me hubiera alguien dicho lo mucho que viviría, y sentiría, junto a esa chica de cabello dorado, no me lo hubiera creído ni por un instante—.
Yo recuerdo cómo Light y tú hablaron sobre convertirse en Maestros, y por qué serlo era importante para ustedes.—
Sí, para Nadhia era importante —aclaró Daian con suavidad, aunque la frase sonó brusca de todas formas. A veces la diferencia entre Nadhia y su Incorpóreo estaba clarísima; otras, olvidaba que estaba hablando con alguien más—
, pero es cierto que seguía el rumbo predestinado para la mayoría de los Aprendices. Aunque… Yo también quiero ser Maestra —La miré, intrigado, haciéndole un gesto para que continuara. Nunca había compartido algo así conmigo. Tal vez la lucha que se nos avecinaba había expuesto un poco más los sentimientos de la chica.
¿Sentimientos…?
—
He estado pensado qué hacer cuando todo esto acabe, y… Ser Maestra es primordial para poder alcanzar los objetivos que quiero cumplir —Abrí la boca para preguntarle a qué se refería, pero pareció que Daian adivinó mis pensamientos y casi al segundo me interrumpió para cuestionarme—:
¿Tienes un motivo para seguir también ese camino?—
No… No creo —respondí—.
No ahora. No lo sé.
»Pero… haya o no Nadhia sido sincera, recuerdo que en ese entonces, cuando yo también pensaba que quería convertirme en Maestro, sentí… Envidia —Sentí que Daian me miraba y me sentí avergonzado, por lo que aparté mis ojos de los de ella—.
Yo no tenía razones para convertirme en Maestro. O para pelear. Sólo… lo hacía. Ustedes dos… Quiero decir, Light y Nadhia sonaban tan nobles, tan… resueltos.
»Yo sólo seguía a los Maestros, a ciegas, porque tenía tanto miedo de volver a casa, a mi familia y al reino congelados… Y al final me convencí que hacía algo bueno, aunque fuese por razones egoístas.Levanté la mirada. Había sentido, de pronto, una pequeña chispa de valentía, suficiente para ver a Daian a los ojos. Ella no apartó la vista, y lo agradecí. Esto era importante. Tenía que decirlo bien. Con sinceridad. Contemplando los mismos ojos avellana que tanto significaron para mí alguna vez.
—
Nadhia no. Al menos desde mi perspectiva, ella hacía lo correcto por las razones correctas.La chica sonrió y cerró los ojos, recolectando sus ideas por unos instantes, antes de seguir:
—
Sí, a pesar de todo ella siempre cumplía con el deber de Aprendiz por su propia ética y moral. Aunque sus motivos para convertirse en Aprendiz fueran distintos al principio… Antes de que, bueno…—
La admiraba… tanto, por eso —agregué, algo triste. La extrañaba.
—
Ella siempre fue fiel a sus principios. Es verdad que resulta algo envidiable. Yo hasta hace poco no sabía por qué había vuelto. Seguía la voz de Tandy, porque era la única que me transmitía seguidad. Me ha costado, pero ahora… Tengo una identidad aquí.Daian… no era Nadhia. Era alguien más. Que lucía como ella, sonaba como ella, y había vivido como ella, pero luchaba por su individualidad. Algo con lo que, hacía mucho, en un mundo inalcanzable, otro Xefil y otra Nadhia también habían lidiado.
—
Los dos nos hemos decidido, parece, ¿no? —Dejé escapar una pequeña risa. Los dos habíamos llegado tan lejos… Mucho más de lo que hubiéramos pensado en un principio, cuando nos conocimos en Ciudad de Paso. Tal vez no eran los caminos que hubiéramos imaginado, ciertamente nunca hubiéramos pensado que estarían separados, pero era innegable que nuestro punto de partida, las personas que alguna vez fuimos, habían quedado ya muy muy atrás—.
Poco a poco vas encontrando un lugar. Y yo también, creo…
»Daian, he venido a buscarte para decir que… Ahora sí tengo una razón para pelear.Extendí la mano, tomando la de ella, y ella no la quitó. No fue con amor, no fue con cariño. O tal vez sí, pero no el mismo de antes, el que tenía por Nadhia. No era una caricia. No. Sólo quería… sentirla, y que de alguna forma ella pudiera sentirme a mí, mis pensamientos y mis sentimientos. Apreté sus dedos con fuerza, como si quisiera tranquilizarla, aunque lo único que quería era tranquilizarme a mí. Era un gesto de complicidad, de compañerismo, y de amistad. Éramos Aprendices, los dos, y lo seríamos juntos, bajo la Orden de Caballeros, hasta el final.
—
Nadhia fue, y tú todavía eres, una persona importante para mí —dije—.
Si algo te pasara, y no volvieras… Probablemente me derrumbaría otra vez. Probablemente comenzaría a huir de nuevo.
»Me pondría muy triste.—
Yo también tengo miedo de perderos a muchos de vosotros, pero… Estoy segura de que no volverías a huir —El corazón me dio un vuelco. Aquella era la primera vez que alguien más, alguien que no fuera yo, o Jessamine, me decía… “No huirás, no correrás. Ya no más”. Y aquello, de otra forma, me hizo sentir orgulloso. Sólo un poco, pero orgulloso al fin y al cabo—.
Has crecido y has madurado. El duelo es importante, pero acabarías volviendo tarde o temprano a cumplir con tu deber. Eso… eso creo.Nos quedamos en silencio unos momentos. Yo, disfrutando el efecto de sus palabras, y ella esperando que yo dijera algo más. Mi mano seguía envolviendo la de Daian; su calidez, tan familiar y reconfortante, subía por mi brazo hasta mi pecho y serenaba mi corazón. Ya no brincaba con fuerza de un lado a otro; ahora sólo latía, pacientemente, intentando llevarme con vida hasta el próximo amanecer.
El silencio, y nuestro toque, pareció prolongarse durante décadas. Probablemente sólo fueron unos cuantos minutos.
—
Yo también tengo miedo de perderlos… —confesé, con un hilo de voz—.
Alanna, Ragun, Saito, Nanashi, Fátima… A todos. Pero no peleo por protegerlos. Por protegerte. No creo. Sé que todos son capaces de luchar por ustedes mismos. Peleo porque… Porque quiero importar.Finalmente, logré soltar su mano. Cuando intenté verla a los ojos otra vez y sonreírle, me di cuenta que su rostro se veía borroso detrás de unas cuantas lágrimas.
—
Quiero, algún día, importarle a alguien como me importas tú. Como me importa Nadhia. Que alguien luche por mí. Que alguien resienta mi ausencia. Quiero significar algo.Alcé una mano y me limpié las lágrimas con la muñeca.
—
Tal vez alguna vez tuve eso y lo perdí —dije, sabiendo con claridad que aquel “tal vez” sobraba. Había sido el que se había alejado, y había dejado a Nadhia, y a la Orden, detrás—.
No sé.Miré el rostro de Daian y por primera vez desde que la conocía, vi… algo. Como si Nadhia estuviera allí, muy dentro, y hubiera reaccionado a mis palabras. Creí ver un atisbo de ira, y luego de dolor, de duelo. Recuerdos dolorosos. Pero luego el rostro de la Incorpóreo volvió a ser el mismo de antes, y tuve que pensar que a lo mejor me lo había imaginado.
—
Xefil, todos aquí te quieren. Claro que les importas. A mí también. Y no lo digo porque ahora, en algún lugar, Nadhia quiera cogerte de la oreja y hacer entrar en razón para que te des cuenta que tu existencia es valiosa.Algo se removió en mi pecho. Como una espina.
—
Hemos vivido poco juntos como compañeros, pero lo suficiente para comprender… Por qué Nadhia se enamoró de ti.Sin decir nada al respecto, Daian levantó una mano y la extendió hasta mi rostro, acariciando mi piel con largos y delicados dedos. Con un suave pero asertivo movimiento, me giró hacia ella. Lo siguiente que sentí fueron sus labios rozando mi mejilla. Y mi mundo entero se vino abajo.
«No quiero… No quiero morir mañana».Empecé a llorar, en silencio, aunque estuviera sonriendo. Tenía tantos sentimientos, enredados como Naginis en una bolsa, que no podía encontrarle en sentido a ninguno. ¿Triste? ¿Feliz? ¿Enfadado? Sólo había uno, uno solo de entre tantos, que se alzaba de entre todo el caos y era fácil de distinguir:
—
Gracias. Gracias, Daian. Por importar tanto…La chica se levantó con tranquilidad y me sonrió, de forma algo triste, por última vez.
—
Descansa. Puede que dentro de poco no podamos hacerlo.Y con aquellas palabras, regresó al castillo, dejándome a mí solo, sentado en la colina bajo el cielo muerto, pensando en lo mucho que aquella vida me importaba. En lo mucho que había perdido, pero al mismo tiempo, en lo mucho que estaba dispuesto a recuperar.
—
¿Recuerdas aquel otro mundo, Daian…? Con los Reapers.Hablaba solo. La chica ya se había ido. No quedaba nadie en los jardines. Solos, Jessamine y yo.
—
Al final, Nadhia y Felix lograron ser felices.
»No hay nada que desee con más fuerzas que el que tú y yo podamos encontrar esa felicidad otra vez, cada uno de nosotros… a su diferente manera.Hora de ir a anotarme a aquella lista.
Y luchar.
¡Me quedé dormido escribiendo este post! >>>_____<<<< ¡Muchas disculpas por haber tardado!
Espe me ayudó con los diálogos de Daian. Aunque no esté participando, decidí pedirle un poco de ayuda, así que todo está acordado con ella. ¡Muchas gracias, Espe! /heart
PS: ¿sabían que poner emojis en un post da error general? Huh. Quién lo diría.