Cuando se levantó, había cambiado. No supo bien de qué se trataba hasta que notó que su mano medio atravesaba la de Fátima. Pero podía sujetar su Llave Espada sin problemas y tampoco terminaba de hundirse en el suelo —si se concentraba—. Con probar con rapidez, comprobaría que era capaz de atravesar más o menos elementos sólidos.Y si se esforzaba, podía recuperar una completa solidez.
En cuanto su nivel de Caos creciera, nada podría impedirle alcanzar lo que quisiera.
Cenicienta asintió con la cabeza, aunque todavía echaba furtivas miradas hacia Andrei, cuando se dirigió hacia ella junto a Kairi y se preparó para actuar.
Bella escuchó a Saito y a Xefil, que la interpelaron casi a la vez, y enarcó una ceja mientras discutían entre ellos.
—Puedo abrir un camino, sí —contestó, un poco envarada por el hecho de que Xefil lo cuestionara—. Pero gracias a los dos. Seréis un buen apoyo.
Entrecerró los ojos cuando Saito contagió a Xefil, guardándose su opinión para sí, pero el primero pudo saber que no aprobaba que tanta gente se estuviera infectando. Tenía su sentido: era más trabajo para ellas, para Felipe y para Nithael, y el tiempo que perdían curándoles era tiempo que no podían aprovechar para pelear contra Xihn. Entre tanto, Xefil sintió un intenso dolor latirle en el cuello, pero acababa de pasar por cosas peores. El dolor remitió poco a poco, y un suave frío empezó a extenderse por el resto de su cuerpo.
—Manteneos cerca de mí los dos. Así, cuando llegue el momento, os podré sanar de inmediato.
Bella asintió al plan de Saito y contempló los anillos.
—¿Cuál es vuestra estrategia? Selene, una de las esencias, tiene la capacidad de aumentar la velocidad y la percepción de aquellos a los que toca. Si alguno de vosotros necesita de su habilidad, hacédmelo saber.
—Yo quisiera darle un uso —intervino Eve, aparecido de la nada. Llevaba las manos en los bolsillos y evitaba la mirada de Xefil—. Mis hermanos y yo os ayudaremos a frenar a Xihn. Si podemos ir un paso por delante, podremos ser más útiles.
—Por supuesto. Muchas gracias.
Bella no se entretuvo e invocó a la esencia de luna, que posó con suavidad sus manos sobre los hombros del niño. Eve le dio la mano, tratando de ocultar su entusiasmo por la brillante criatura y, tras pedirle permiso a Bella, condujo a Selene hacia Ruz y Zel. Antes de irse, le sacó la lengua a Saito.
A su vez, Friederike había estado escuchando las sugerencias de Saeko.
«Quizá si las Princesas logran despejar momentáneamente el Caos. De lo contrario, no me arriesgaré. El Caos afecta a la tierra también y quién sabe si las raíces no se redirigirían contra nuestros compañeros.—Escuchó sus siguientes palabras y Saeko casi pudo sentirla sonreír—. Gracias, Saeko.»
No muy lejos, Felipe intercambió una mirada con Blancanieves, que asintió con la cabeza. El príncipe dijo a Alanna con un asomo de sonrisa, muy breve porque no veía el momento de atacar a Xihn:
—Gracias, Alanna. Tu ayuda será bienvenida. Asegúrate de quedar detrás de mí, te protegeré con todo lo que tenga a mi disposición.
Cuando Celeste sugirió matar a Andrei, Chihiro soltó una seca risa en su interior.
«Quién iba a decir que serías tan maliciosa. Desprendes una inmensa cantidad de odio. Así que hablas en serio… Haz lo que prefieras, muchacha. No creo que fuera difícil detenerle el corazón, si pretendes una muerte rápida donde nadie sospeche de ti.»
Pero era evidente que, si Celeste quería matar a Andrei, Chihiro no haría el trabajo por ella. Tendría que recoger la magia y actuar por su cuenta.
Instantes después, los Caballeros se lanzaron a su ataque final.
El rayo del Tridente de Ariel iluminó de dorado el mundo antes de acertar con violencia. Xihn había desplegado una increíble barrera en el último segundo que se quebró con el sonido de mil vasos cayendo al suelo, pero le dio tiempo a esquivar el fulminante ataque. Buena parte de los escombros que había bajo él fueron consumidos, eso sí.
—¡Vamos!
Haciendo gala de una coordinación impecable, las Princesas y Felipe rodearon a Xihn cada uno por un lado. La tormenta de Fátima empezó a caer sobre el enemigo, y Ariel, aprobando la idea, hizo girar el Tridente por encima de su cabeza. Viento y rayos acudieron a ella y, sin dudarlo, los descargó contra Xihn para inmovilizarlo.
El tornado no impidió que Nithael alzara el vuelo, batiendo las alas con fuerza. De su Llave Espada surgieron una decena de orbes de luz que se perdieron girando en el remolino de Ariel y estallaron al encontrar a Xihn. La armadura se tambaleó hacia atrás, con las piernas y los brazos congelados, y uno de los guanteletes se hizo pedazos.
Xefil jamás había visto que las cosas se movieran tan despacio. Como mucho en alguna película que hubiera podido reproducir en Tierra de Partida. Aun escuchaba las voces de sus compañeros y los veía, claro, moverse. Pero era como si se hubieran sumergido en una espesa miel.
Pudo seguirlos a buen ritmo, aprovechando el camino que abrían las Princesas para ellos. De haber querido, podría haber sido el primero en alcanzar a Xihn, que estaba gritando mientras cogía impulso para dar un corte al aire con su espada. Vio cómo la Oscuridad se acumulaba alrededor del filo de la misma. Iba a lanzar una onda brutal. Una palabra a Felipe o a Ariel, y seguramente podrían rechazarla.
Pero había más problemas. El Caos podía ser retirado para abrir un camino, solo que de inmediato intentaba recuperar territorio. Delante de Kairi, la tierra temblaba porque algo ascendía desde abajo. Detrás de Fátima, como respuesta a la tormenta que había desatado sobre Xihn, se estaba formando un pequeño remolino de viento, pero quién sabía el tamaño que tendría en unos segundos —y además, para Xefil todo transcurría tan lento—. Se veía que las Princesas y Nithael no podían purificarlo todo.
No solo eso. El suelo debajo de Xihn vibró. Alanna y Malik sintieron cómo dentro de él algo resplandecía. Un Corazón atrapado y empleado por sus poderes de tierra. Como si los luchadores se encontraran sobre agua, se formó una pequeña onda circular, que se extendió levantando la tierra a su paso. Era tan grande que los que no pudieran volar o ejercer un doble salto, sin duda acabarían descalabrados.
Blancanieves reaccionó deprisa y extendió una enorme barrera sobre Nanashi, Lyn y Yasmín, que seguían al margen de la batalla y no podían permitirse el lujo de reaccionar, pero terminó llevándose el golpe. Ni siquiera el hechizo de Celeste, que mejoraba la percepción de Alanna, Felipe y la Princesa, les podía conceder tanto tiempo.
«¡Saeko, ahí!» le gritó Friederike, alarmada, por si la chica no se había dado cuenta.
Felipe no podía abandonar su posición, de modo que Alanna tenía que decidir si retroceder y poner a la Princesa a salvo o confiar en que Saeko sería capaz de curarla y protegerla de próximos ataques.
Aaron masculló.
«Ataquémosle con sus propias armas, Malik. Tu estilo puede hacer algo parecido, ¿no es cierto?» Si el Caballero se mostraba de acuerdo con el plan, Aaron añadiría: «Ocúpate de invocarlo, yo me encargaré de los Corazones.»
Pero era más fácil decirlo que hacerlo. El ataque de Xihn dejó a su paso un mundo dantesco. La tierra se fracturó, se levantaron columnas enteras de tierra como si fueran gigantescos colmillos que trazaran un muro. Algunos se deshacían en arena, como el que cortaron Felipe y Zel por la mitad, mientras que otros parecían de diamante y tuvieron que rodearse o saltarse antes de que se les cortara el paso, como le sucedió a Kairi y Hiro, a los que Ragun no tardó en dejar atrás. Tuvieron que esperar a que Cenicienta los alcanzara y desplegara una onda de Luz para purificar la tierra y poder saltarla sin ser contagiados.
No podían acercarse mucho más, así que dispararon a distancia. El tiro de Hiro surcó el camino, directo hacia Xihn. Pero seguía siendo una zona llena de Caos. En cierto momento, simplemente desapareció. Nithael soltó un grito de alarma cuando esquivó una bala, que de alguna forma había salido directa contra él. Todo gracias a Harun, que revoloteaba a su alrededor, lo cogió la túnica y apartó a un lado. El tiro de Kairi, aun afectado y desviado por el Caos, al menos logró dar en una pierna a Xihn y hacer que perdiera momentáneamente el equilibrio.
En su estado casi fantasmal, de momento Ragun era capaz de atravesar todo sin problemas. Solo debía mantenerse atento al Caos que había al otro lado y que se arremolinaba alrededor de Xihn. El único camino libre era el que había trazado Ariel con su rayo —que ya se estaba cerrando—, y los focos de luz que arrojaba Nithael desde lo alto para intentar despistar a la criatura. El ángel los sobrevolaba con un arco de luz en las manos y no descansó en sus disparos hasta que una gigantesca Serpiente de Oscuridad ascendió hacia él y tuvo que batirse en retirada.
Por lo menos Xihn perdió la concentración un instante cuando, empapado y helado, se desató sobre él el Juicio de Fátima.
Ragun lo alcanzó y lo abatió con un brutal corte de su Hoja Letal. Xihn retrocedió, se tambaleó y la armadura cantó de dolor. Unos cuantos fragmentos cayeron al suelo.
De pronto, Xihn aferró la mano de Ragun, que seguía aferrando la empuñadura de su Llave Espada. Lo atrajo hacia sí y el muchacho pudo llegar a creer que vería algo dentro del casco de su enemigo. No tuvo tiempo. De pronto se encontró arrojado por los aires, con tanta virulencia que casi se le partió un brazo. E iba directo hacia un colchón de Caos que se extendía alrededor de las ruinas.
Xefil, que había tenido unos cuantos problemas para alcanzar la posición de Xihn —dar unos cuantos pasos en una dirección significaba que era muy, muy difícil frenar a tiempo— llegó justo a tiempo para ver cómo su amigo echaba a volar
De pronto, se encontró con Andrei a su lado, que escrutaba a Xihn con los ojos entrecerrados.
—Corres mucho. Atácale por la izquierda.
Y, sin mediar palabra, desapareció. Xefil no tuvo tiempo de detenerse a pensar en sus palabras —que cada vez sonaban más lentas y apagadas, como los movimientos de los demás— y procedió a atacar, ya fuera obedeciendo o no a Andrei. Las rocas volaron hacia Xihn. Celsius había convertido la lluvia en pequeñas dagas de hielo, y su enemigo se encontraba levantando un escudo a su alrededor. Frenó el primer proyectil interponiendo el brazo, pero el segundo estalló en llamas a mitad de camino. Cortesía de Andrei, supuso Xefil.
El brazo de metal se quebró, y Xihn no pudo restaurarlo porque, por su lado derecho, Andrei incendió la armadura, arrancándole un aullido de dolor. El mandoble con el que respondió Xihn habría bastado para partir a Andrei en dos, pero Ronin lo apartó justo a tiempo. En ese momento, Selene, Bella y Saito arremetieron con una lluvia de flechas para permitirles alejarse.
—Mejor aléjate de los problemas. No pienses que con esto vas a redimirte.
—No buscaba hacerlo —espetó Andrei—. ¿Dónde está Karel?
—Aparta.
Ronin y Ryota dejaron atrás a Andrei con la palabra en la boca. Este, resentido, retrocedió hasta donde había caído Ragun y trató de reanimarle con una poción.
Los Maestros, codo con codo, perfeccionaron la suerte de estrategia que Xefil y Andrei habían intentado llevar a cabo. Uno con Luz y el otro con Oscuridad, efectuaron una serie de ataques tan sincronizados que Xihn no podía hacer frente a uno sin recibir la violencia del otro. Esquivaban con una gracia imposible los rayos y las flechas que llovían sobre el campo de batalla, dejando a Malik y a Alanna vía libre para cumplir con su misión. Xihn no tenía modo de escapar.
O eso creían.
«No… va a ser… suficiente… Son… muchísimos» se lamentó Gabriel. Los brazos de Alanna estaban tan rígidos que parecía que se fueran a romper en cualquier momento, la energía fluía de su cuerpo con tanta virulencia que tenía la impresión de que se desmayaría en cualquier momento. Sentía los Corazones pugnando por responder en el cuerpo de Xihn. Veía al hombre retorcerse, cubriéndose la armadura fragmentada en el pecho como si intentara mantener en su sitio todo.
Pero era demasiado fuerte para ambos. ¡Más si tenían que estar cambiando constantemente de sitio porque el Caos los envolvía por mucho que Felipe los protegiera con su Escudo y cortara a diestro y siniestro con su Espada! El pelo de Zel acariciaba cada poco tiempo las piernas de Alanna, pues el muchacho se movía a su alrededor haciendo retroceder la Oscuridad, pero también evitando el Caos y dando gritos a Felipe para cambiar de sitio.
Entonces, algo cambió.
Hasta entonces habían sentido que intentaban abrir solos un agujero demasiado estrecho y pequeño, que les destrozaba los dedos con sus bordes. Luego, una presión se unió a ellos. Unas manos invisibles más fuertes, más ágiles y experimentadas.
«¿Aaron…?»
Desde su posición alejada, pero más protegida del Caos, Malik sostenía la Llave Espada de Aaron y apuntaba hacia Xihn con firmeza. El antiguo Caballero guiaba sus movimientos y su concentración, fusionándose con él de una forma escalofriante. Malik experimentó un hambre arrolladora al ver todos esos Corazones destrozados y mezclados entre sí, al igual que indignación por su maltratrado estado.
«Preparado. Va a romperse en cualquier momento.»
Xihn se encorvó sobre sí mismo, temblando, abrazando su pecho con desesperación.
Luego se arqueó y una luz sucia y estremecedora los cegó a todos. Cuando pudieron volver a mirar, vieron cómo un torbellino se alzó a lo alto y explotó, liberando un pequeño mar rojo. Este rápidamente se fragmentó en diminutas estrellas rojas, que ascendieron entre agotados parpadeos hacia el eclipse… antes de desvanecerse.
Y, por una vez, Gabriel, Friederike, Chihiro y Aaron compartieron una única emoción.
Una rabiosa satisfacción.
La armadura de Xihn se derritió, a pesar de que no hacía calor, y cayó como gotas plateadas al suelo, dejando humeantes orificios entre las ruinas. La figura oscura que quedó revelada apenas tenía forma humanoide.
Y tampoco tuvieron tiempo de apreciarla porque entonces empezó a emitir alaridos de dolor y rabia. Unos gritos tan potentes que no podían ser humanos. Ensordecidos, los caballeros estuvieron a punto de caer hacia atrás por la virulenta fuerza que manó de Xihn. La atmósfera se volvió prácticamente irrespirable y la temperatura bajó de golpe hasta el punto de que empezaron a tiritar. El mundo, además, se ensombreció tanto que el hilo de luz del eclipse se vio casi reducido a la nada.
La sombra de Xihn creció como una montaña tras la que se oculta el sol. Y creció.
Y creció.
La visión de los afectados por el Caos se tornó de un rojo tan chillón que les acuchilló la cabeza. Fátima cayó en picado para darse de bruces en el suelo, desde donde empezó a resplandecer como si estuviera ardiendo. Quizá no estuviera muy lejos de la realidad. Todo le dolía, sentía cómo le costaba más y más pensar, como si fuera a desaparecer. Y puede que ese fuera su destino… Así como el de otra persona: Ragun —estuviera donde estuviera— se retorció de dolor al tiempo que sentía cómo todo su cuerpo empezaba a desaparecer. Si no se hundió en el suelo, fue porque era tan ligero que el viento que emanaba de Xihn parecía dispuesto a no permitir que entrara en contacto con el mismo. Para Xefil, el mundo casi se detuvo por completo y fueron sus pensamientos los únicos que quedaron fuera del alcance de Saito, que empezó a sangrar por los oídos y la nariz cuando pudo escuchar a todos como si estuvieran dando alaridos en el interior de su cabeza. Andrei no corrió mejor suerte. Había caído junto a Ragun, víctima de las convulsiones más violentas que nadie había visto jamás, y empezó a vomitar Caos como lo había hecho Karel.
Las Princesas actuaron de inmediato para dirigirse junto a los afectados, pero solo Ariel tenía la suficiente fuerza para imponerse a la virulenta, negra y pegajosa tormenta de Caos que brotaba de Xihn. Solo ella, Felipe y los propios afectados por el Caos. Hiro y Kairi harían bien en correr a protegerse junto a su Princesa si no querían que el Caos los afectara, a ellos y a un aterrorizado Ruz. Bella y Cenicienta, que cargaban como podían con Saito, se esforzaron por alcanzar a Xefil, pero todavía les quedaba un trecho por lo lejos que había acabado cada uno. En cuanto a Felipe, había echado rodilla a tierra, clavado su Espada en el suelo y levantado el Escudo, tras el cual pudo refugiarse el resto. Sin duda no habría sido capaz de resistir tanto de no ser por los refuerzos mágicos que le habían concedido los Caballeros.
El suelo retembló y se fracturó. Cada vez hacía más y más frío, tanto que sus alientos se convertían en vaho.
Xihn, que ahora mediría cerca de seis metros de altura, rugió.
Alzó su inmenso garrote y golpeó el suelo.
Felipe gritó cuando la tierra se hundió bajo ellos y cayeron hacia un precipicio oscuro e interminable. Solo en el último segundo pudieron aferrarse a las paredes, que se estaban congelando con rapidez. Bella lanzó un rayo de luz para despejar el camino y envió a Cephiro y a Thor en su ayuda antes de continuar hacia Xefil por su cuenta, mientras Cenicienta permanecía junto a Andrei y a Saito, ambos cada vez en peor estado. Saito tenía tanta fiebre y le presionaba la cabeza de tal forma que creía que le iba a explotar.
Fátima y Ariel, que estaba estabilizando a la primera, de pronto se vieron aplastadas contra la tierra cuando esta se elevó hasta formar un tepuy que alcanzó los diez metros de altura y no parecía dispuesto a dejar de crecer. Nithael trató de ir en su ayuda, pero corrientes de viento se elevaron y lo arrastraron consigo, a punto de desgarrarle las alas. Blancanieves gritó cuando quedó hundida en la piedra hasta la cintura y no dejaba de caer hacia abajo. Celsius corrió hacia ella. Ronin y Ryota escaparon mediante un Portal del primero, que los dejó junto a Ragun y a Andrei, dispuestos a defenderles. Se miraron un momento con intensidad y Ryota se alejó un poco, abriendo los brazos a los lados. Sus ojos se iluminaron y de su cuerpo emergió aire. Uno que se sumó a la tormenta y, sin embargo, estaba limpio y parecía luchar contra la misma. Viendo lo que intentaba, Cenicienta se apresuró a ir junto a él, le tomó una de las manos y le transmitió su Luz. El viento que surgía de Ryota cobró un resplandor blanco y surgió con muchísima más intensidad.
Si lograba concentrarse lo suficiente, ¡quizá lograra detener la tormenta!
—¡Xefil! ¡Sigue mi voz, ven! ¡Deprisa!
La gente que estaba fuera del alcance inmediato del Caos tuvo que retroceder a trompicones, pues este crecía como una pompa oscura y sucia.
Dentro de Malik, Aaron masculló:
«Es demasiado fuerte. Los va a matar a todos. Las Princesas tendrían que hacer un ataque suicida para que tuviéramos una oportunidad. A menos que logremos, de alguna forma, reducir el Caos…—Calló un momento—. Quizá se pueda. Chihiro. Podría hacer retroceder el tiempo de Xihn. Pero necesitaría tanta energía que sería sacrificar su vida y posiblemente la de quien quiera al que esté poseyendo.»
Pero el tiempo jugaba más que nunca en su contra y aquel dato solo lo había imaginado Aaron.
A menos que alguien pudiera comunicárselo a Celeste.
Y entonces Malik se vio arrojado hacia atrás por la tormenta había atrapado a Nithael. Si no retrocedía de inmediato, se vería afectado por el Caos. Sin embargo, allí estaba el ángel, arrastrado por la brutal corriente. Entrevio también a Harun en la distancia, que luchaba contra la tormenta. Podía llamarle y acudir a por Nithael, o incluso a por Fátima. No muy lejos, un débil resplandor luchó contra el Caos y la Oscuridad. Ariel intentaba crear una campana protectora a su alrededor y la de Fátima.
—¡Debemos atacar YA! —gritó, esforzándose porque se la escuchara por encima del estruendo.
Xihn elevaba de nuevo su maza… Pero esta vez se preparaba para cargar.
Fecha límite: viernes 3 de agosto
Faltas:
Zero: I (justificada)
Tanis: I (justificada)
Denna: I
Zero: I
Cris: I