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El espacio. La última frontera, decían. Oscuro, negro, estrellado... Muchos deseaban alcanzarlo, tocarlo, viajar a través de él. Y aquel joven, finalmente... Lo había conseguido.

Gambit miraba atónito a través de la ventanilla del crucero Gumi cómo por fin estaba fuera de Ciudad de Paso. Lejos de aquel mundo donde solo le esperaba la soledad, lejos del orfanato donde se había criado, lejos de la biblioteca donde había pasado gran parte de su vida... Aunque seguía conservando el carné, con un gran valor sentimental para él.

Ya no estaba en casa, ya no quería volver a casa. Había pagado con los pocos platines que tenía aquel viaje a un hombre que se dedicaba al transporte de pasajeros por el espacio, a distintos mundos. Quería comprobar si realmente el lugar donde había miles de Llaves Espada, Tierra de Partida, existía. Y allí estaba, en el lugar de mando, junto con el capitán que controlaba la nave.

Su sueño parecía estar a punto de cumplirse.

Gambit bostezo. Estaba cansado, había trabajado duro para conseguir esos platines. Estuvo trabajando como sustituto temporal en una tienda de Ciudad de paso, la cual solía tener bastante transito, por lo cual era un no parar. Pero termino.

Observo el espacio, oscuro e infinito, solo el pensar sobre las cosas que podría ver allí le emocionaba, así que se quedo un rato observando.

Había un par de tripulantes mas, los cuales ignoro completamente, al igual que el piloto, ahora mismo no le importaban absolutamente nada, solo le importaba el infinito espacio que se mostraba ante el.

El piloto de la nave, sin embargo, estaba aquel día de lo más pesado. Mantenía una aburrida charla con los otros dos tripulantes, un matrimonio de lo que parecían extraterrestres que aparentemente estaban charlando acerca de su hijastro.

—Fyk es un buen hijo... Pero no pudimos despedirnos de él, la verdad. Nuestro trabajo nos obliga a estar mucho tiempo fuera, y cuando llegamos nuestra hija nos informó de que ya se había ido con un humano... —explicó la que parecía una fémina.

El capitán asentía a lo que le decía el matrimonio, interesado en ellos. Se trataba de un hombre mayor, rondando la cuarentena, de gafas pequeñas y cuadradas y que vestía con una larga gabardina marrón con corbata roja. La nave le pertenecía por completo, y pese a que el precio no era nada barato, a Gambit le había hecho un descuento especial ya que debía acercarse igualmente al mundo para dar entrega de alimentos y, de paso, visitar a alguien que estaba por allí. No había atendido mucho al tema, pues al joven no le interesaba lo más mínimo.


—¡Ey, chico! —le llamó, invitándole a unirse a los aburridos adultos—. Ven, únete y habla con nosotros. ¡Tenemos ricos panchitos!

Le llamaban. ODIABA que le llamasen. Y lo hicieron. El estaba tan tranquilo, mirando el infinito por la ventanilla de una nave Gumi, un servicio por el cual había pagado, y tenían que molestarle. Nooo, no podía pasar un viaje silencioso viendo el silencioso espacio, nooo, tenían que molestarle y perturbar su paz. Pues nada.

-Hola....eh....buenas...eh...tardes..y eso.-Respondió el entrecortado ante tal repentina invitación. Se sentó, y miro a los que había a su alrededor, eran un matrimonio y el piloto, ahora se pasaría una travesía con una charla de viejos. Que divertido.

El capitán ignoró el comportamiento de Gambit, como si en realidad le hubiese hecho un favor invitándole allí a unirse a ellos. Cogió de una mesilla un bol lleno de panchitos y se lo entregó al joven, esperando que tomase alguno de ellos como aperitivo mientras le sonreía contento.

—¡Me alegro de que te unas, chico! Mucho tienes que contarnos sobre ti —explicó él tras guardar los panchitos, indiferentemente de si el joven había cogido unos pocos o no—. Te estoy llevando a Tierra de Partida por un precio más barato de lo habitual, así que es justo saber por qué quieres ir, ¿no? Precisamente allí está mi hijo Ivan y el hijastro de este matrimonio, de nombre Fykhja... Gaaj... Como se pronuncie. ¡Podrían ser tus nuevos amigos!

El comportamiento de aquel hombre no solo era ligeramente pesado, sino que rozaba lo infantil. Aquello de "nuevos amigos" no terminaba de sonar bien.

"Tierra tragame." pensó Gambit mientras tragaba saliva. Estaba en una situación bastante peculiar, no sabia como salir de ahí, así que simplemente miro al hombre con bastantes recelos. Con lo tranquilo que estaba el mirando el infinito espacio, y tenían que perturbar su paz absoluta, "Que mal repartidas están las carnicerías" continuó pensando el. Finalmente, se decidió a hablar:

-Contrate tus servicios como transportista, si quisiera hablar sobre mi vida hubiese gastado el dinero en un diario.-Respondió algo mosqueado Gambit.-No te importa quien soy, sino lo que te vaya a pagar.

Sabia que estaba resultando demasiado borde, pero también sabia que quería evadir todo lo posible la conversación para volver a mirar el espacio por la ventana.

El capitán sonrió débilmente a Gambit, como si no hubiesen sido heridos sus sentimientos sino más bien le diese algo de pena el chico. Suspiró y puso voz triste a la hora de hablar:

—Está bien, chico, no sé cómo se me pudo ocurrir animarte a hablar y ofrecerte panchitos cuando te he rebajado el precio del viaje a un 25%. ¡Cómo he podido ser así! Pero nada, nada, puedes volver a mirar tus estrellas. No tardaremos en llegar.

El capitán dejó al matrimonio de extraterrestres para volver al asiento principal, situado justo delante de una mesa llena de distintos tipos de botones y tres monitores que indicaban distintos funcionamientos. Parecía realmente complejo de controlar, pero el hombre se las ingeniaba bien para que todo fuese a su rumbo.

Un par de estrellas pasaron por al lado de la nave, algo más rápidas que el crucero pero perfectamente visibles. Si Gambit se fijaba, eran dos armaduras montadas en una especie de vehículos extraños. Parpadeó para comprobar que no eran alucinaciones suyas, pero ya no estaban; habían desaparecido rápidamente.

—Ya sé que no quieres hablar, chico —señaló el capitán desde su asiento—, pero, y considérate afortunado porque no mucha gente tiene esta oportunidad, ¿quieres manejar tú la nave? Puedo darte clases rápidas.