Re: [Prólogo] Silencio
Publicado: Lun Feb 06, 2012 12:59 am
Bajamos juntos la escalinata que antes subí tan apresurado, esta vez de una manera tranquila, serena y un tanto relajante. Con el brazo de la dama Nanashi tomando el mío, mientras se sujetaba el vestido para no pisarlo al bajar en una expresión de elegancia, sentí que me dirigía a uno de tantos bailes que frecuentemente presenciaba sin realmente pasarme por la pista de baile... aunque esta vez, como un participante, acompañado por una fascinante mujer. No en la situación en que lo había imaginado, pero sin duda alguna aquella escena se quedaría grabada en mi memoria.
Y luego, la desconocida alzó una pregunta que tal vez, en el fondo de mi alma, estuve esperando que hiciera. Inquirió si me gustaría acompañarla, indicando que sería demasiado peligroso dejarme allí, solo, rodeado de aquellos seres sin corazón. Me ofreció ir con ella, lejos del castillo, lejos del reino... inclusive, si las leyendas eran ciertas, tal vez más allá de este mundo entero. ¡Tantas posibilidades! ¡Tanto conocimiento: libros que leer, personas que conocer, paisajes que ver! ¡Tantas cosas por hacer!
Y sin embargo, "el fondo de mi alma" es algo bastante profundo, cubierto por capas y capas de, entre tantas cosas, sentido común, empatía y altruismo. Había muchísimas cosas que eran más que importantes comparadas con mera curiosidad infantil. Entre ellas, por supuesto...
—Hmmm...—murmuré, deteniéndome en la entrada de la sala del trono. Nanashi, todavía tomándome del brazo, me imitó, pues no podía continuar sin mi respuesta o sin que me moviera. No volteó a verme cuando dejé de andar, no obstante, por lo que aproveché la oportunidad presentada.
Y sin embargo, me ocupé de contestar a su pregunta antes de hacer cualquier cosa:
—La respuesta es no.
Un ágil giro sobre mis talones y un leve tirón y me liberé del brazo de Nanashi. Usando el mismo impulso, me di media vuelta y tomé con fuerza a la mujer de la cintura, desde atrás. Simultáneamente, mi mano izquierda se deslizó hasta mi cinturón y asió con fuerza la empuñadura de mi daga, luego alzándola hasta que la punta acarició la delicada piel de aquella dama.
Pensé que seguramente se preguntaba qué demonios intentaba hacer, fingiendo amabilidad en un principio y después levantando mi arma contra ella. Evidentemente, aquello era simple diplomacia. Antes de que pudiese articular palabra alguna, me permití decir:
—Ahora escúchame, Nanashi —comencé, tuteándola por primera vez—.Quiero que me veas a mí y luego te veas a ti. Después mira a este desolado reino. Y luego vuélvenos a mirar a nosotros dos. ¿Qué ves? Porque yo veo un par de... peculiares personas. ¡Despiertas! ...en un castillo sumido en un inquebrantable sueño. ¿Por qué? ¿Qué sé yo? Yo, nada...
>>¿Pero tú, Nanashi? —cuestioné apresuradamente, deslizando un poco mi arma en su cuello, para poder terminar antes de que pudiese tomar acciones al respecto—. No me has dicho todo. Te he contado lo que sé, que es poco, pero te lo he contado. ¿Y tú? Lo lamento, Nanashi, pero no puedo confiar en nadie con semejante facilidad. Y menos a sabiendas de que eres la única persona además de mí que se las arregló para romper el hechizo.
>>Dime lo que quiero saber. ¿Quién o qué eres? ¿Qué haces, o para o con quién trabajas? ¿Por qué luchar contra estos... Sincorazón? ¿Qué razones tienes para llevarme contigo?
Con otro giro de muñeca, di la vuelta a mi daga y, mientras liberaba a Nanashi, quien no había tenido tiempo de forcejear o responder ante mi raudo discurso, se la acomodé en uno de los listones de su vestido, entregándole así mi único modo de defensa. Francamente, todo aquello había sido un simple acto (¡diplomacia agresiva!). No me iba a permitir perder a la única persona que podía darme respuestas. Tenía que confiar en mí tal y como yo confiaba en ella... ciegamente.
—Estoy escuchando...
Y luego, la desconocida alzó una pregunta que tal vez, en el fondo de mi alma, estuve esperando que hiciera. Inquirió si me gustaría acompañarla, indicando que sería demasiado peligroso dejarme allí, solo, rodeado de aquellos seres sin corazón. Me ofreció ir con ella, lejos del castillo, lejos del reino... inclusive, si las leyendas eran ciertas, tal vez más allá de este mundo entero. ¡Tantas posibilidades! ¡Tanto conocimiento: libros que leer, personas que conocer, paisajes que ver! ¡Tantas cosas por hacer!
Y sin embargo, "el fondo de mi alma" es algo bastante profundo, cubierto por capas y capas de, entre tantas cosas, sentido común, empatía y altruismo. Había muchísimas cosas que eran más que importantes comparadas con mera curiosidad infantil. Entre ellas, por supuesto...
—Hmmm...—murmuré, deteniéndome en la entrada de la sala del trono. Nanashi, todavía tomándome del brazo, me imitó, pues no podía continuar sin mi respuesta o sin que me moviera. No volteó a verme cuando dejé de andar, no obstante, por lo que aproveché la oportunidad presentada.
Y sin embargo, me ocupé de contestar a su pregunta antes de hacer cualquier cosa:
—La respuesta es no.
Un ágil giro sobre mis talones y un leve tirón y me liberé del brazo de Nanashi. Usando el mismo impulso, me di media vuelta y tomé con fuerza a la mujer de la cintura, desde atrás. Simultáneamente, mi mano izquierda se deslizó hasta mi cinturón y asió con fuerza la empuñadura de mi daga, luego alzándola hasta que la punta acarició la delicada piel de aquella dama.
Pensé que seguramente se preguntaba qué demonios intentaba hacer, fingiendo amabilidad en un principio y después levantando mi arma contra ella. Evidentemente, aquello era simple diplomacia. Antes de que pudiese articular palabra alguna, me permití decir:
—Ahora escúchame, Nanashi —comencé, tuteándola por primera vez—.Quiero que me veas a mí y luego te veas a ti. Después mira a este desolado reino. Y luego vuélvenos a mirar a nosotros dos. ¿Qué ves? Porque yo veo un par de... peculiares personas. ¡Despiertas! ...en un castillo sumido en un inquebrantable sueño. ¿Por qué? ¿Qué sé yo? Yo, nada...
>>¿Pero tú, Nanashi? —cuestioné apresuradamente, deslizando un poco mi arma en su cuello, para poder terminar antes de que pudiese tomar acciones al respecto—. No me has dicho todo. Te he contado lo que sé, que es poco, pero te lo he contado. ¿Y tú? Lo lamento, Nanashi, pero no puedo confiar en nadie con semejante facilidad. Y menos a sabiendas de que eres la única persona además de mí que se las arregló para romper el hechizo.
>>Dime lo que quiero saber. ¿Quién o qué eres? ¿Qué haces, o para o con quién trabajas? ¿Por qué luchar contra estos... Sincorazón? ¿Qué razones tienes para llevarme contigo?
Con otro giro de muñeca, di la vuelta a mi daga y, mientras liberaba a Nanashi, quien no había tenido tiempo de forcejear o responder ante mi raudo discurso, se la acomodé en uno de los listones de su vestido, entregándole así mi único modo de defensa. Francamente, todo aquello había sido un simple acto (¡diplomacia agresiva!). No me iba a permitir perder a la única persona que podía darme respuestas. Tenía que confiar en mí tal y como yo confiaba en ella... ciegamente.
—Estoy escuchando...