La preocupación se me fue cuando vi a Sano aparecer. Sonreí y supiré aliviado aunque la sensación era confusa, ya que Sano habia desaparecido sin decir nada, pero alegre porque estaba a salvo y con su humor de siempre. Pero entonces me presenta a alguien, una mujer -he de admitir que bastante bella- con un kimono rojo y un largo cabello que hizo que todo se volviera algo violento.
Ella comenzó a hablar de manera frenética como si se hubiera tomado varias tazas de café y estuviera muy nerviosa. Sus palabras fueron igual de confusas que la situación. Al principio habló con la intención de ayudarnos -lo qual al principio me calmo, pero después recapacité- luego nos dijo que éramos náufragos aunque nos confundió con vaqueros, -¿que acaso sabía como era un vaquero?- y que quizá necestiábamos leña, ya que era lo que ella y Sano llevaban en las manos.
Su nerviosismo casi me lo contagia, pero quité la mueca de no entender nada que tenía, y hize lo que creí conveniente: protegernos de cualquier desconocido. Ella podia ser uno de nuestros perseguidores -aunque no lo pareciera-. Todo esto lo pensé en poco tiempo y actué rápido.
-¡Aparta Sano! -dije después de apartarle casi de un empujon, y poniéndome en posición de batalla con mi espada de madera en las manos delante de la desconocida- ¡Dime quien eres y que quieres!