por Soul Artist » Dom Feb 12, 2012 4:56 pm
La reacción de Dejay resultó ser la que esperaba: la mujer utilizó su hechizo eléctrico contra una esfera celeste, partiéndola en dos y por tanto, anulándola por completo. No pude evitar sonreír al verlo; no pensaba decirlo en alto pues la estratagema podría volver a hacer picar a cualquiera de los presentes (excepto quizás Nanashi) con la misma estrategia en el futuro. Psicología inversa. El truco más viejo del universo.
Me dispuse a proceder a la destrucción de las esferas restantes, sin todavía haber elegido un color en concreto, pero la Maestra nos llamó la atención deteniendo el entrenamiento. Ignoré por tanto los objetivos y escuché atentamente lo que tenía que decirnos la mujer.
Nuestro trabajo en equipo había resultado nefasto, y todo por la forma de actuar de cada una de las personas. Claro, ¿cómo iba a funcionar? Por una parte, al comenzar el entrenamiento cada uno había ido por su lado. Yo era tan culpable como el resto, admití para mí mismo; podría haber avisado a Hitori de no hacer nada, de que se detuviese y observase qué sucedía cuando los otros dos compañeros atacasen las esferas. Pero no lo había hecho por satisfacción personal. Aquella humillación estaba bien en un entrenamiento como aquel, pero sí, debía otorgar la razón a la Maestra: en combate, hubiese significado mi fin. El del chico inútil me hubiese importado menos.
Había aprendido a que debía tomarme las cosas con más calma. Sí, con algo de calma ya me había tomado el entrenamiento, observando reacciones y sacando conclusiones; pero como señalaba Nanashi, si hubiese ido más despacio, hubiese tocado las esferas, habría averiguado todavía más cosas, con lo que habría sacado mejores conclusiones. Quizás debía comenzar a plantearme cambiar mi camisa blanca por una bata de laboratorio para estas cosas.
—Por el momento, me gustaría imponer una serie de medidas. Hitori, eres con diferencia el menos arrojadizo de los cuatro, incluyendo a Fyk. Quiero que trates de entrenar siempre con Ivan. Quizá eso te ayude a madurar.
—¿¡Qué!?
No pude evitar aquella pregunta salida de tono. Las palabras de la Maestra eran traicioneras, un ataque para mí y mi honor. ¿Cómo iba a entrenarme con semejante cosa inútil? ¡Y juraría haber visto una sonrisa malévola en su rostro! Aquello último debía ser mi imaginación, pero era más mezquino todavía. Observé durante unos segundos a Hitori. La diferencia de nivel era demasiado alta; yo era superior a él en todos los sentidos. Entrenarme con él solo me pondría a su nivel. Una auténtica ofensa.
Aunque, por otra parte... Sería una clara prueba de que yo era mejor que él y que muchos de los aprendices que se encontraban en el mundo en aquel momento. No era un entrenamiento solo para él, para convertirle en alguien de provecho; era un entrenamiento perfecto para mí, para ir aprendiendo el oficio de Maestro y enseñarle nociones básicas. Claro, sería el tema del día entre Ronin, Nanashi y compañía cuando viesen que había convertido a un don nadie en una máquina de matar Sincorazón, en un guerrero temible y poderoso. Aunque, por supuesto, por debajo de mi nivel. ¿Qué tenía que perder, aparte de mi tiempo?
—Será un honor, Maestra —afirmé con una reverencia, dándome cuenta del importante cargo que tenía ante mí y, sobre todo, de la oportunidad que suponía—. Vamos, Yagari. Tendremos un entrenamiento ahora mismo a las afueras, y además te llevaré a Ciudad de Paso para que aprendas algo en auténtico combate.
Me acerqué al muchacho y eché mi brazo alrededor de su cuello, agachándole un poco más mientras caminábamos para susurrarle algo al oído.
—Además... Te enseñaré a cortejar a mujeres. Es una oportunidad de oro para ti, chico.
Caminé mientras le mantenía agarrado de aquella forma hacia afuera, en dirección a los pasillos del castillo. Quizá quería decirme algo, pero ni le prestaba atención ni le dejaba que se soltara de mi opresión. Sí, convertiría aquel chico inútil en un auténtico macho alfa... Y pasaría a ser el mejor.