por Soul Artist » Sab May 19, 2012 1:12 pm
Cuando salí de los túneles decidí esperar al inútil de mi compañero donde había comprado mis dulces, mientras sacaba la bolsa de estos del bolsillo y me dedicaba a devorarlos con impaciencia. ¿Qué otra cosa podía hacer? No conocía mucho más aquel mundo, y no podía arriesgarme a perderme más de la cuenta. Bastante la había liado él como para complicar las cosas; ahora solo tenía información inútil sobre espectros y miedo de adolescentes.
Finalmente apareció. Venía de lejos, por el camino del tranvía, y nada más ver el enfado en mi rostro se apresuró corriendo mientras la gente le miraba extrañamente.
—Menos mal, todavía estás aquí... ¿Te he hecho esperar demasiado?
No le contesté con palabras. Agarré de mi bolsa una golosina con forma de fresa, la metí entera en mi boca y mastiqué con fuerza y lentamente, mientras entrecerraba mis ojos para indicarle lo poco contento que estaba y cómo le odiaba por haberme abandonado de aquella manera. Hitori, seguramente para evitar mirarme directamente, desvió su mirada hacia una carta que levantó en el aire, mostrándomela.
—¿Qué crees que será esto? Una tía en la mansión... Lo siento, no te conté. Fui hasta la mansión que está en las afueras de Villa Crepúsculo —¡así que allí se había dirigido! Seguramente habría oído del fantasma mientras vivía allí, antes de ir a Tierra de Partida, y se había dirigido corriendo aprovechando mi confianza en él. ¡Qué mal Portador!—. . Allí, unos guardias me confundieron con nosequién y me dejaron entrar, pero una chica muy rara me echó y me dijo que volviese en otro momento. Pero antes de echarme, me dio esta carta y me dijo que era para... esto... Mmm... Amaterasu... No, eso no. ¿Arietta? ¡Argh, ahora no me acuerdo! Tenía un nombre así, pero...
"Una chica rara". ¿Cuán rara sería? ¿Lo suficiente como para equivocarla con un fantasma? No, no lo creía. Si así fuese, mi inútil compañero habría salido corriendo de allí nada más verla; no es que Hitori sirviese para mucho más, la verdad. Pero si había estado en la mansión, lo más probable es que o fuese ella o hubiese más niñas "raras" en la susodicha mansión.
Hitori me miró finalmente a los ojos y se percató de mi enfado, poniéndose nervioso finalmente.
—C-como sea... no hay nadie que se llame así por aquí. ¿Qué deberíamos hacer, dársela a Ronin?
Suspiré y me acerqué al aprendiz, viendo su capacidad de pensar en una situación como aquella. Pobrecito: corriendo a las faldas de mi Maestro cuando no sabía qué hacer.
—Ay, Hitori. Lo primero: me debes una tarta de queso por haberme abandonado así —le señalé, exigiendo algún tipo de recompensa por aquella traición—. Lo segundo: sé que no eres tan genial como yo, ¡pero no puedes ir por ahí dando cartas ajenas a los Maestros! ¿Qué tienen que ver en esto? No, no. Anda, dámela.
Tomé la carta de manos de mi compañero, esperando que no opusiera resistencia. Una vez en mi poder observé el sobre, esperando descubrir algo, la mínima cosa: remitente, dirección, alguna marca o sello...
—Si te dan una carta —expliqué, colocándome de espaldas a él para evitar que detuviese mi siguiente acción—, ¡debemos investigarla!
Abrí el sobre, dispuesto a sacar su interior mientras bloqueaba cualquier intento que pudiese haber de mi compañero por detenerme.