—¡Ay, madre!
El conejo con chaqueta se encogió asustado. Parecía que mi mentira había colado por completo, al menos en aquel animal parlante. No pude evitar sentirme en cierto modo aliviado.
—Solo leíais el cartel, ¿eh? —nos preguntó para aclarar lo sucedido. Estaba cediendo a mi amenaza, perfecto—. ¡Claro, entonces podéis iros! ¿Es eso lo que queréis? ¿Eh?
Los naipes empezaron a apartarse haciendo que todos los caminos quedasen libres. Miré a la reina un poco más calmado, ya sin ninguna clase de odio. Aquella ira irracional se había ido, al menos ya volvía a pensar con claridad.
—Gracias por su comprensión. Y perdone mis amenazas —hice una pequeña reverencia—. Primero nos pasaremos por el Bosque de Lotos, seguidme —dirigí mis últimas palabras a mis compañeros
—¡¡Traedme sus cabezas!
—¡Pero serás zorra! —toda mi calma se fue casi al momento tras escuchar sus palabras y ver como su extraño ejército nos bloqueaba el camino hacia el bosque y se acumulaban donde la reina para protegerla.
No había escapatoria y algunos de las cartas venían a por nosotros. La primera de las tres fue a por Fran, no podía permitir eso.
Me lancé contra el naipe que acababa de atacarle para quitarselo de encima y me fijé en algo en cuanto levanté un poco la vista hacia los setos. Una salida.
No había ido por ahí la última vez, aunque recordaba que allí había un camino. Tan solo teníamos que llegar allí.
—¡Corred, son demasiados! —grité mientras me dirigía a aquel camino. Tan solo deseaba que no fuese un camino sin salida.