Fátima reprimió un gruñido cuando Ronin le revolvió el pelo. Pero luego se calmó mientras escuchaba la explicación, bastante completa, que el Maestro les ofreció de la situación.
— En cuanto a ti, chica… Te sorprendías del número de niños menores que tú que van a la guerra en este mundo…
A Fátima le afectó esta declaración y la mantuvo meditabunda unos instantes. La verdad era que aquel mundo no parecía apacible, y mucho menos justo. Aunque tampoco podía decir que hubiera alguno —al menos que ella hubiera visto— y que fuera más idílico. Pero en cualquier caso aquel lugar llamado China no le hacía demasiada gracia…
Con todo:
“Una cosa es que te recluten, y otra muy distinta presentarte… Aunque quizás si andan necesitados nos acepten”, cosa que dudaba.
Después de darles a entender que tenía a muchos que harían su trabajo en su lugar, y antes de que ninguno pudiera responder, se abrieron de golpe las puertas de la villa de los Fa y un jinete montado sobre un impresionante caballo negro atravesó el camino al galope.
— Ese debía ser Zhou —supuso Ronin, decepcionado —. Qué prisas tiene la gente hoy en día
Escucharon un grito y Zhou salió también, apresurado, pero tropezó y cayó de bruces al suelo. Ronin se apresuró a ir a su lado y el anciano se aferró a sus ropas con desesperación, al borde de las lágrimas, mientras explicaba con la voz rota que Mulan había escapado, llevándose consigo la armadura, la espada y el diploma del ejército.
Fátima se quedó boquiabierta. ¿Que Mulan había hecho qué?
—¡Buscadla! —ordenó Ronin, tenso, serio, lo que puso a Fátima en guardia.
Asintió con la cabeza y no esperó a ver cómo el Maestro se ocupaba de su viejo amigo.
Se dio la vuelta y echó a correr hacia la salida del pueblo, mientras intentaba pensar cómo dar alcance al caballo. Y claro, llegó a la única forma que tenían, pues no pensaba robar otro caballo (y de todas formas no sabía montarlos): usar el maldito glider.
Una vez fuera del pueblo lanzó su Llave Espada a lo alto y convirtiéndola en su glider. Subió de un salto, por una vez con el estómago encogido no por el miedo, sino por las prisas.
—Mientras nadie nos vea, imagino que no importará que lo usemos —masculló para sí misma.
Se tranquilizó, más o menos, diciéndose que cuando había necesidad, valía cualquier medio para cumplir un objetivo. Y aunque no tenía ni idea de cuál podía ser el castigo para una mujer que se disfrazara de hombre, viendo cómo se las trataba en aquel mundo no podía ser nada bueno. Y tanto Ronin como Zhou parecían bastante desesperados porque Mulan no fuera descubierta. Eso bastaba para utilizar el glider. Solo esperaba poder alcanzarla a tiempo.
Respiró hondo un par de veces antes de salir disparada tras Mulan.